José María Silvestri, fundador de la Iglesia Evangélica Misionera Argentina (IEMA) y promotor del modelo de «grupos de crecimiento» en América Latina, falleció el 23 de septiembre, a los 73 años de edad, despues de haber contraído el nuevo coronavirus.
Silvestri y su esposa, Mabel, fundaron la Iglesia Misionera Evangélica Argentina en 1984. La iglesia puso especial énfasis en los «grupos de crecimiento»: pequeñas reuniones semanales de alrededor de cinco personas que permiten un discipulado intenso y transformador.
«Es en el grupo de crecimiento donde las personas afirman su identidad como hijos de Dios», escribió Silvestri, «donde tiene una autoridad de referencia cercana, el maestro, delegado por los pastores, quien puede evaluar con certeza su crecimiento espiritual».
Hoy en día, la denominación tiene más de dos mil ministros dentro y fuera de Argentina. IEMA también cuenta con una estación de radio, un canal de televisión, varias escuelas y una clínica de atención médica.
«Amaba cada cosa que Dios le permitía», dice Andrés Christian Scott, un amigo de la infancia que se convirtió en su mano derecha en el liderazgo de la iglesia. «Para él, todo era especial y requería su máxima atención y esfuerzo. El pastor Silvestri tenía una capacidad de trabajo admirable y no tenía otro tema de conversación que extender el evangelio por todos los medios posibles».
Silvestri nació en 1947 en Rosario, la tercera ciudad más poblada del país. A los 12 años, comenzó a asistir a una iglesia protestante y más tarde entró al ministerio en el Ejército de Salvación. Buscaba apasionadamente satisfacer no solo las necesidades espirituales, sino también las necesidades sociales y materiales de su comunidad.
El primer servicio de IEMA fue muy modesto: un grupo de 25 personas se reunió en la casa de los padres de Silvestri. Sin embargo, este tipo de reuniones pequeñas pronto se convirtieron en el componente clave del modelo ministerial de IEMA. Los grupos de crecimiento brindaban un gran apoyo para los miembros que querían crecer en su fe. Muchas personas que sufrían con adicciones al alcohol o a las drogas encontraron en estos grupos la ayuda y el soporte necesarios para cambiar sus vidas.
El crecimiento espiritual individual condujo también al crecimiento de la iglesia.
«En los años 80, la congregación creció exponencialmente. Familias enteras eran alcanzadas a través de esos grupos pequeños en los hogares, teniendo un fuerte impacto en la ciudad», escribió Rubén Proietti, presidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA). «Se destacaba la obra con la juventud, donde de golpe llegaban “melenudos” saliendo de la drogadicción y formando parte de muchos de los que más tarde se convirtieron en líderes».
El ministerio de grupos pequeños de Silvestri nunca fue tan conocido como otros ministerios contemporáneos similares, tales como el del pastor coreano David Yonggi Cho o el del pastor colombiano César Castellanos. Sin embargo, fue uno de los principales promotores del discipulado a través de grupos pequeños en Argentina, y estos grupos han tenido un impacto duradero en las miles de personas que se unieron a ellos, comenta Juan Héctor Herrera, un compañero y colaborador frecuente de Silvestri.
«Tenía un poco más de tres mil grupos en el país, y esos grupos siguen trabajando en otros países también», dijo Herrera. «Si vos sos miembro de su congregación aquí en Argentina, en Rosario, y te mudás a los Estados Unidos, no te vas de la iglesia del pastor Silvestri, sino que en la casa nueva que vos tenés en los Estados Unidos, seguís ahí con el grupo de crecimiento, y ahí se van haciendo obras. Es increíble lo que hizo».
A pesar del crecimiento de la iglesia y el éxito del canal de televisión, que ha crecido hasta llegar a 10,5 millones de hogares en 17 países, Silvestri continuaba siendo, en muchos aspectos, como cualquier otro pastor. Su mayor alegría, según cuenta su amigo Scott, era caminar por los pasilllos de la iglesia y saludar a tantas personas como fuera posible. A Silvestri le sobreviven su esposa Mabel, con quien se casó a los 19 años de edad, así como 4 hijos, 17 nietos y varios bisnietos.
Traducción por Pedro Cuevas.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.