Si tenemos la suerte de crecer con una madre, aprendemos mucho de ella. Para bien o para mal, observamos la forma en que ella anda por la vida y, a menudo, imitamos su ejemplo, incluso sin quererlo. Entonces, ¿qué podemos aprender de la primera madre de la Biblia, Eva, a quien las Escrituras describen como «la madre de todo ser viviente» (Génesis 3:20)? A pesar de que su decisión de desobedecer a Dios reduce considerablemente nuestra confianza en Eva como guía y ejemplo, ¿hay algo que ella aún puede enseñarnos sobre cómo vivir bien en el mundo de Dios?
Eva aparece en cuatro escenas en el libro de Génesis: su creación, su caída en pecado, el nacimiento y nombramiento de Caín y Abel, y el nacimiento y nombramiento de Set. Más adelante, la Biblia la describe como «engañada» (1 Timoteo 2:14) y, en la visión de Juan, una mujer muy parecida a Eva o a María da a luz mientras un dragón espera devorar a su bebé (Apocalipsis 12).
La narrativa sobre Eva ha evolucionado con el tiempo, de modo que la valoración recelosa que tenemos sobre ella a menudo se basa más en la tradición que en las Escrituras mismas. Amanda W. Benckhuysen señala en El Evangelio según Eva que «la mayoría de los primeros intérpretes concluyeron que Eva era una creación secundaria e inferior, cuya responsabilidad principal había sido sumergir al mundo en el pecado y la discordia». Por ejemplo, Santo Tomás de Aquino presentó a Eva como la pecadora mayor, quien como mujer era «defectuosa y mal concebida». Sin embargo, la Biblia no la presenta como una seductora, como una muñequita tonta o como alguien que está trágicamente perdida, ni tampoco la retrata como una madre a la que deberíamos repudiar.
La vida de Eva comienza con una celebración y su llegada es anunciada por el primer hombre de la Biblia. Él no es responsable de crearla, pero la recibe como a sí mismo, y proclama que ella es «hueso de mis huesos y carne de mi carne», reconociendo que se pertenecen mutuamente (Génesis 2:23).
En el relato más lento y narrativo de los orígenes humanos de Génesis 2, Dios realiza un procedimiento quirúrgico mientras el hombre está dormido, extirpando no solo la costilla de Adán, sino, en una traducción más precisa, su propio «costado». Como lo cuenta el narrador, Dios divide al ser humano justo por el centro, proporcionando el material necesario para obtener un varón y una mujer.
Además, las palabras españolas ayuda o ayudante no hacen justicia a la manera en que la palabra hebrea ezer describe el papel de Eva (v. 18). En lugar de una persona de servicio, Dios produce una aliada que corresponde al hombre y que puede compartir con él las tareas de cultivo y cuidado del jardín.
Me imagino que Adán y Eva pasaron sus primeros días descubriendo con deleite el generoso jardín de Dios. Recogieron y comieron fruta, cortaron vides, arrancaron malezas, cuidaron animales y aprendieron a trabajar la tierra. Parte de la descripción de su trabajo en Génesis 2:15 era «cuidar» o «proteger» el jardín. Su papel era activo, no pasivo. Asumieron juntos la responsabilidad, lo que debe haber implicado resolver problemas y colaborar.
Juntos podían disfrutar de la provisión de Dios y evitar lo que se les había prohibido. Pero no lo hicieron. Eva se convirtió en una figura trágica en poco tiempo. No sabemos cuánto tiempo pasó entre su creación y la rebelión de los humanos, pero en el tiempo de la narración, es apenas un parpadeo.
La historia de la desobediencia de Eva en Génesis 3 es tentadora y deja abiertas muchas posibilidades. Su versión del mandato de Dios es más estricta que la original, e incluye una advertencia de ni siquiera tocar el árbol. El pasaje de 1 Timoteo 2:14 suele interpretarse como una acusación contra Eva por su ingenuidad, pero Pablo podría haberlo pensado al revés: el caso de Eva puede demostrar que a las mujeres se les debe enseñar con cuidado, en lugar de apartarlas de adquirir conocimientos. ¿Había exagerado Adán el mandato de Dios al comunicárselo a Eva? ¿O Eva había añadido a las restricciones en un intento de ir a lo seguro?
La serpiente convenció a Eva de que no se podía confiar en el mandato de Dios: que Dios le estaba ocultando algo al impedirle el acceso a algo que la beneficiaría, y que el resultado sería su propia deificación en lugar de la muerte.
He aquí el problema: el árbol del conocimiento del bien y del mal representaba la búsqueda de ese conocimiento al margen de Dios. Adán y Eva ya tenían acceso a aquel que les enseñaría a distinguir el bien del mal mientras caminaban con Él en el jardín. Comer del árbol prohibido era un intento de obtener conocimiento fuera de esa relación, de convertirse en sus propios árbitros de la verdad.
Después de la fatídica desobediencia a su mandato, Dios busca a los humanos. Se dirige primero a Adán, probablemente porque Adán es a quien le dio la orden.
A continuación, Dios se dirige directamente a Eva. Vale la pena señalar que Dios no responsabiliza a Adán por el pecado de Eva: ella posee su propia dignidad como agente moral. La pregunta de Dios le da la oportunidad de confesar: «La serpiente me engañó, y comí» (Génesis 3:13).
Katharine Bushnell, médica y estudiosa de la Biblia que murió en 1946, replantea esta escena. En La palabra de Dios para las mujeres, Bushnell sugiere que la respuesta de Eva a Dios fue mejor que la de Adán. Adán ataca la integridad misma de Dios al referirse a ella como «la mujer que me diste» (v. 12). También es fácil para nosotros señalar con el dedo a Eva, culpándola por la situación humana, que no es más que el camino del pecado que todos hemos elegido. Eva, en cambio, identifica correctamente a la serpiente como tentadora y a sí misma como la que tomó la decisión.
En respuesta, Dios maldice a la serpiente, relegándola a la posición más baja. También le dice a los seres humanos que sus pecados traerán dificultades.
Entonces, escuchamos una nota clara de esperanza: Dios promete que la mujer dará a luz un hijo que herirá la cabeza de la serpiente, aun cuando la serpiente herirá el talón del libertador (v. 15). En última instancia, la criatura a través de la cual el mal obtuvo acceso se verá atrapada bajo la planta de un pie humano y será destruida.
La enemistad que surge entre Eva y la serpiente es una buena señal. Con los ojos bien abiertos, Eva y su descendencia están decididas a someter la creación al mandato de Dios.
Eva tomó clara e inequívocamente la decisión equivocada en el jardín, con el pleno conocimiento y participación de su esposo. Su intención era desobedecer. Pensó que había encontrado una fuente de sabiduría más confiable. Aunque no experimentan la muerte física de inmediato, las relaciones de Adán y Eva quedan fracturadas en todos los niveles. Se esconden de Dios, se culpan mutuamente y pierden el acceso al jardín de la abundancia de Dios. Eva sabía que había sido engañada.
Por estas razones, Eva no es precisamente considerada una heroína bíblica. Su reputación de rebelde es bien merecida. Hemos estado viviendo con las consecuencias de su transgresión desde el Edén. ¿Podríamos incluso sentir resentimiento hacia ella?
Sin embargo, como sucede con cualquier personaje bíblico, el momento de fracaso de Eva no la define por completo. En cambio, podemos encontrar un gran estímulo en su historia. La respuesta de Dios a su decisión pecaminosa abre el camino para que entremos en el reino de Dios. Él podría haber desechado la creación para comenzar de nuevo, pero eso no fue lo que hizo Dios.
En cambio, Dios anunció una solución al desenlace de sus planes para la creación a través de la descendencia de Eva. Al final de la historia, en lugar de la fuente del mal, Dios presenta a Eva como la fuente de la redención. Al tener hijos, por muy arriesgado que fuera, daría como resultado la restauración de todo lo que salió mal en el jardín. En este sentido, ella sería el vehículo de la salvación.
Todos los seres humanos, hombres y mujeres, fueron creados a imagen de Dios y designados para gobernar la creación en nombre de Dios (Génesis 1:26-28). Juntos recibimos la tarea: «llenen la tierra y sométanla». Eva fracasó al dominar a la serpiente y Adán fracasó al apoyarla en esta tarea esencial, y su fracaso los condujo a su ruina. Volver a alinearse con los propósitos de Dios pone a Eva en desacuerdo con los enemigos de Dios. Y es ahí exactamente donde debería estar.
Tal vez la declaración de enemistad de Dios entre Eva y la serpiente es lo que inspira a Adán a llamarla Eva (en hebreo Hava), que suena similar a la palabra que significa vida. Adán la admira porque ella se convertirá en «la madre de todo ser viviente» (3:20), dando vida a las generaciones venideras. Ella y Adán también fueron los primeros de nosotros, nuestra madre y nuestro padre, en repudiar a nuestro tentador y nuestro pecado, y en confiar en la promesa de Dios.
Dios misericordiosamente viste a los humanos y los aleja del jardín, impidiéndoles el acceso al Árbol de la Vida. La vida eterna llegará eventualmente, pero primero hay que aplastar a la serpiente.
Fuera del Edén, en Génesis 4:1, somos testigos de la alegría de Eva por el nacimiento de su primer hijo. Ella sabe que este nacimiento es el camino hacia el cumplimiento del anuncio de Dios en el jardín. Una traducción bíblica inglesa expresa su exclamación como: «¡He creado un hombre tal como lo hizo el Señor!».
La palabra hebrea para «creado» suena como «Caín», un juego de palabras apropiado para el primer nacimiento en la Biblia. Es un momento significativo en la narración, dada la declaración de Dios de que la descendencia de Eva aplastaría la cabeza de la serpiente. Ella reconoció correctamente que el milagro del parto es un milagro de la creación. ¿Será este el hijo?
No lo es, ni tampoco lo es su segundo hijo. En lugar de aplastar la tentación, descrita en 4:7 como un animal agazapado a la puerta de Caín, listo para atacar, Caín coopera con el pecado asesinando a su propio hermano.
El texto no nos dice cómo reaccionó Eva, o si mantuvo la esperanza en la promesa de Dios a pesar de la pérdida de sus dos hijos, uno por la muerte y el otro por el exilio. Me imagino que Eva llevó esa carga de pérdida materna y esperanzas frustradas hasta su muerte. Eva tiene otro hijo en 4:25, y dice que reemplazará a Abel. Aunque no oímos hablar de ninguna pelea entre Set y la serpiente, Set aparece como antepasado directo de Jesús en Lucas 3:38.
Durante el resto del Primer Testamento, esperamos al descendiente de Eva que aplastará a la serpiente. Los ecos de la promesa de Dios en el jardín resuenan.
Por ejemplo, somos testigos de esta centralidad de la promesa de Dios a Eva en los salmos imprecatorios. En Cursing with God: The Imprecatory Psalms and the Ethics of Christian Prayer, Trevor Laurence explora cómo estos salmos participan en la historia bíblica más amplia al invocar a Dios para que ponga fin a la maldad y establezca su reino.
El mundo desordenado que resultó de la rebelión conjunta de Eva y Adán solo podía restaurarse mediante la asociación de su descendencia con Dios para someter a quienes se oponen al gobierno de Dios.
Laurence señala que los salmos imprecatorios evocan repetidamente la narración del Edén. A menudo hablan de los enemigos como «serpientes» o engañadores cuyas «cabezas» necesitan ser aplastadas y hacen referencia a la «semilla» de los justos cuyos «talones» están siendo vigilados por sus enemigos (Salmos 58:4-6; 56:6). El efecto acumulativo es una sensación de que los propósitos de Dios expresados en la historia del Jardín del Edén todavía se están llevando a cabo mientras el pueblo de Dios ora por la derrota de aquellos que se oponen al gobierno de Dios.
Vale la pena señalar que no estamos hablando solo de serpientes literales. Solo aquellos humanos que se alinean con los mandatos de Dios son considerados la «simiente de la mujer», mientras que las personas que se oponen a su gobierno son la «simiente de la serpiente».
El anuncio del Evangelio, entonces, invita a reconocer el señorío de Jesucristo. Él es la descendencia de la mujer, ha vencido a Satanás de una vez por todas y es la descendencia de Abraham que recibe las promesas de la alianza. Todos los que siguen a Cristo son considerados hijos de Dios y descendencia de Abraham, independientemente de su etnia, género o condición social (Gálatas 3:26-29).
La visión apocalíptica de Juan en el Apocalipsis incluye una escena en la que una mujer embarazada sufre dolores de parto mientras un dragón espera devorar a su descendencia (Apocalipsis 12:1-17). Si bien la visión incluye una mezcla de imágenes simbólicas que aparecen en varios textos apocalípticos, en la raíz de todos ellos está el anuncio de Dios a Eva de que su descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. ¿A dónde más habría recurrido Juan para entender esta impactante escena?
En el momento de la visión de Juan, la mujer representa a Israel en su conjunto, que da a luz al Mesías bajo el dolor de la dominación extranjera. Y la serpiente se ha transformado, convirtiéndose en un dragón de siete cabezas, un compuesto de imperios malvados que se oponen al gobierno de Dios y a su pueblo.
Juan se asegura de que no pasemos por alto la conexión temática al interpretar al dragón como «serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás que engaña al mundo entero» (v. 9). Aunque Génesis no revela la identidad de la serpiente, la visión de Juan interpreta la escena primordial en retrospectiva.
El antagonismo entre el pueblo fiel de Dios, que espera el reinado del Mesías, y el dragón ha llegado a su punto álgido. Pero Satanás no tiene la última palabra. El niño es «arrebatado y llevado hasta Dios», donde ocupa su lugar como gobernante de las naciones (v. 5). Satanás es atado durante mil años (20:2-3) y encuentra su fin definitivo en el lago de fuego (v. 10).
La visión de Juan en el Apocalipsis alcanza su clímax con una vívida escena de un jardín restaurado en la Nueva Jerusalén, donde los seres humanos pueden volver a vivir en la presencia de Dios (22:1-2). Las intenciones de Dios para la creación se hacen realidad finalmente y en su totalidad en la gloriosa visión de Juan.
Cuando volvemos al principio, resulta sorprendente que Dios anuncie la promesa de redención a Eva, no a Adán. La «madre de todo ser viviente» es aquella a través de la cual vendrá la descendencia prometida. Como escribe Bushnell: «La Biblia, desde sus primeros capítulos, describe a la mujer como aliada de Dios en la salvación final del mundo».
Aunque Eva fue en parte responsable de la rebelión humana en el jardín, su fracaso junto a su marido no fue la última palabra. Eva no es ni un modelo de inocencia ni una amante empeñada en seducir.
Más bien, la Biblia la presenta como paradigma de la participación esencial de las mujeres en la obra redentora de Dios y como una persona compleja con una historia trágica. Y ella es familia: nuestra madre en esperanza y en ascendencia. Tan imperfecta y humana como era Eva, en palabras de Bushnell, «Dios la ha elevado a la honorable posición de enemiga de Satanás y progenitora del Mesías venidero».
¿En qué situación nos deja esto a nosotros, los descendientes de Eva? ¿Cómo se aplica el mandato de «honra a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12) a la «madre de todo ser viviente», cuya decisión provocó un mundo de dolor?
Nuestro deber aquí no es tratar de borrar el pecado que confesó a Dios. Tampoco es necesariamente honrar a Eva mediante la imitación, si bien el cultivo de la tierra y la maternidad son generalmente buenos y muchos de nosotros estamos llamados a uno u otro. La mejor manera para todos nosotros, hombres o mujeres, de honrar a Eva es mantenernos hostiles hacia cualquier cosa que se oponga al reino de Dios. Aprendemos de Eva a cultivar una sabiduría basada en lo que Dios dice que es bueno en su Palabra. Y celebramos la semilla de Eva: nuestro Mesías, Jesús, quien aplastó a la Serpiente y quien nos invita a anunciar la redención disponible para todos.
Dios le presenta primero a Eva a Adán como compañera en la tarea de cuidar la creación y obedecer el mandato de Dios. Cuando abandonan el jardín, ella es la última esperanza de Adán para revertir la maldición sobre la creación. El pecado de la «madre de todo ser viviente» no borró la posibilidad de que las mujeres futuras participaran en la redención. Generaciones más tarde, la sumisión voluntaria de María a la invitación de Dios de engendrar al Mesías revirtió los efectos del grave error de Eva. Aquel que fue herido por nosotros ató a Satanás y lo aplastará de una vez por todas.
Carmen Joy Imes es profesora asociada de Antiguo Testamento en la Universidad de Biola y autora, más recientemente, de Being God’s Image: Why Creation Still Matters (junio de 2023).