Jackson Voltaire, un pastor que dirige una hermandad de 255 iglesias bautistas haitianas en Florida, oró específicamente para bendecir a Donald Trump el día después de las elecciones.
Pero Voltaire también se reunió para orar con los líderes de sus iglesias que están preocupados por lo que pasará con el estatus legal de los haitianos en el país.
«Podemos decirle a la gente que no se preocupe, pero para la mayoría de ellos, sí hay motivos para preocuparse», dijo. «Pero cuando fijamos nuestros ojos en Jesús, la preocupación empieza a disiparse. La fuerza y el consuelo que encontramos en las promesas de Dios son más fuertes que el miedo».
El presidente electo Donald Trump puso la deportación masiva en el centro de su campaña, prometiendo sacar a millones de inmigrantes de Estados Unidos, incluidos los haitianos. La plataforma oficial del Partido Republicano promete «llevar a cabo la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos».
En sus discursos de campaña, Trump habló de inmigrantes indocumentados que cometen delitos violentos, pero también indicó que pondría fin a ciertos programas de inmigración legal, como uno que protege a los haitianos.
Estas propuestas podrían afectar a más de diez millones de personas en Estados Unidos y provocar la separación familiar de millones de personas, ya que la mayoría de los inmigrantes indocumentados viven en hogares donde también viven inmigrantes legales.
La mayoría de los haitianos están en el país legalmente bajo un programa que protege a quienes huyen de la guerra y otras adversidades en sus países de origen llamado Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), que incluye a Haití y a otras naciones como Venezuela y Nicaragua. Trump intentó sin éxito cerrar el programa en su primer mandato y de nuevo busca ponerle fin.
Actualmente, Haití no tiene un gobierno en funciones, lo que dificulta cualquier deportación, y la población local vive oprimida por bandas que constantemente batallan entre sí.
Voltaire dice que ora no solo para que Trump sea una bendición para Estados Unidos, sino para que Dios encuentre personas que cambien el rumbo de Haití a fin de que la gente no tenga que huir del país en busca de seguridad en Estados Unidos. Voltaire ora para que Haití pueda volver «a la época gloriosa en que esa nación era considerada la perla del Caribe».
En su campaña de 2016, Trump prometió deportar a millones de personas, pero las cifras de deportaciones durante su primer mandato son más o menos similares a las de la administración Biden. La administración de Obama sigue teniendo el récord del mayor número de deportaciones en un año.
Esta vez, Trump ha propuesto un medio de deportación más drástico: desplegar a la Guardia Nacional para detener a inmigrantes indocumentados. A menudo ha citado la «Operation Wetback» de la administración Eisenhower, en la que las fuerzas del orden federales y locales llevaron a cabo redadas para deportar posiblemente a un millón de personas, entre las que se encontraron incluso quienes resultaron ser ciudadanos estadounidenses.
Los expertos en inmigración dudan de que el Congreso proporcione los fondos necesarios para llevar a cabo deportaciones masivas, y esa infraestructura no es fácil de ampliar. Un grupo especializado en migración estimó que para deportar a todos los indocumentados en el país, el costo ascendería a 315 miles de millones de dólares.
Aunque no haya dinero para las deportaciones masivas, «no quiero decirle a la gente que todo va a estar bien. Creo que vamos a ver un repunte en las deportaciones de personas muy agradables», dijo Matthew Soerens, jefe de defensa de World Relief, una organización evangélica que trabaja en el reasentamiento de refugiados. «Todo el mundo está de acuerdo con deportar a criminales violentos».
Aunque los evangélicos apoyaron a Trump en las elecciones, también tienen históricamente puntos de vista más compasivos sobre la inmigración. Apoyan el estatus legal para los «Dreamers» (inmigrantes indocumentados traídos a Estados Unidos cuando eran menores de edad), se oponen a la separación familiar y sienten que Estados Unidos tiene la obligación moral de aceptar refugiados. Sin embargo, un punto de vista que ha cambiado recientemente es que creen que los inmigrantes representan un derroche de recursos.
Los grupos religiosos esperan convencer a Trump de que los inmigrantes tienen valor.
«Vamos a suplicarle, a apelar a su compromiso con la iglesia perseguida, a sus declaraciones de que cree en la inmigración legal», dijo Soerens.
«Nosotros… creemos en la posibilidad de que haya un progreso e instamos a la administración entrante a que tenga en cuenta el inmenso valor que los inmigrantes y refugiados aportan a nuestra nación», declaró Krish O’Mara Vignarajah, director de Global Refuge, una agencia religiosa de reasentamiento de refugiados.
La separación de familias es la política de inmigración menos popular entre los cristianos evangélicos blancos: «No está claro qué hará el presidente electo Trump», dijo Soerens.
Las deportaciones afectarían desproporcionadamente a la comunidad latina. Los evangélicos latinos apoyan la asignación del estatus legal a los «Dreamers» y a otros inmigrantes indocumentados que llevan mucho tiempo viviendo en Estados Unidos. Pero la mayoría de esos evangélicos (60 %) votaron a favor de Trump en las últimas elecciones, en gran medida a causa de sus convicciones en cuestiones sociales como el aborto, y la relación que tenían en sus propios países con regímenes comunistas o de izquierda.
«Si bien los evangélicos latinos no son un monolito ni votantes de un solo tema, cuando se trata de inmigración, muchas congregaciones latinas han expresado profundas preocupaciones en torno al lenguaje de la deportación masiva y su impacto en el ministerio de la iglesia latina», dijo Gabriel Salguero, el presidente de la Coalición Nacional Evangélica Latina, en una declaración a CT.
«Nos preguntamos cómo las iglesias pueden recoger los diezmos y ofrendas de los miembros inmigrantes mientras guardan silencio sobre las políticas que abogan por su deportación masiva», dijo.
«Nuestra oración sincera es que finalmente haya una solución migratoria bipartidista que respete el estado de derecho y honre la dignidad de todas las personas».
Durante mucho tiempo, la presión política ha impedido que el Congreso promulgue una reforma migratoria. Un proyecto de ley bipartidista propuesto en febrero que buscaba restringir a los migrantes en la frontera y abordar el proceso de asilo fracasó cuando Trump se opuso a él.
Otros programas de inmigración legal están en entredicho. La libertad condicional por motivos humanitarios [también conocido como humanitarian parole] ha permitido a afganos, ucranianos, haitianos, cubanos, nicaragüenses y venezolanos encontrar refugio legal en Estados Unidos, sin embargo, Trump prometió deportar a las personas que actualmente forman parte de ese programa.
«Prepárense para irse», dijo Trump.
Muchos ucranianos que huyen de la guerra en su país han llegado a Estados Unidos bajo ese programa. Paul Oliferchik es hijo de refugiados de la Unión Soviética y hasta hace poco era pastor de una iglesia ucraniana de las Asambleas de Dios en Nueva York, la ciudad que alberga la mayor población ucraniana de Estados Unidos. Ahora sirve en una iglesia china de la ciudad.
Su esposa es hija de refugiados ucranianos que recibieron ayuda de una organización luterana para reasentarse en Estados Unidos, recuerda. «Nos mudamos como refugiados y fuimos tremendamente bendecidos», dijo.
Pero muchos de los inmigrantes evangélicos ucranianos que conoce son partidarios de Trump: no toman decisiones políticas basadas en la inmigración, sino priorizando un enfoque conservador ante ciertos temas sociales.
Cree que es probable que no sepan nada sobre el posible cierre del programa de libertad condicional por motivos humanitarios. En cualquier caso, espera que se unan a otros refugiados.
«Dios ayudó a que muchos de ustedes vinieran a vivir a Estados Unidos», dijo. «Cuando los sacó de Egipto, Dios le dijo a Israel que recordara. Si no recordamos que Dios mismo nos sacó y nos redimió, podría reflejarse en cómo tratamos a otros que también solo intentan salir adelante y vivir».
En el primer mandato de Trump, intentó acabar con el programa DACA para los «Dreamers», pero se topó con obstáculos legales. Expertos en inmigración han dicho que sus asesores legales han aprendido de sus primeros intentos de deshacer algunos de estos programas y podrían tener más éxito esta vez.
Liderado por el veterano asesor de inmigración Stephen Miller, el equipo de Trump está buscando otras formas de reducir la inmigración legal, informó The Wall Street Journal, como una política que bloquearía a los inmigrantes con discapacidades o bajos ingresos.
Un programa que depende totalmente del presidente es el de refugiados, y en su último mandato, Trump suspendió temporalmente todo el programa y luego redujo drásticamente el número de admisiones de refugiados a un mínimo histórico.
En 2020, cuando terminó su mandato, las admisiones de refugiados se habían reducido a 12 000, en comparación con la media histórica de 81 000 por año. En su campaña de 2024, Trump criticó las admisiones de refugiados por parte de Biden y dijo que él traería «nuevas medidas enérgicas».
Las medidas enérgicas de la anterior administración Trump detuvieron en algunos casos a inmigrantes sin antecedentes penales que llevaban décadas en el país.
En 2017, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) detuvieron a cientos de cristianos iraquíes en Detroit, algunos mientras iban de camino a la iglesia. Estos cristianos habrían enfrentado persecución e «incluso la muerte» si hubieran sido deportados, escribieron entonces líderes evangélicos a la administración Trump.
Durante las luchas legales sobre la deportación, muchos cristianos iraquíes permanecieron detenidos en Estados Unidos durante más de un año antes de su liberación, y algunos fueron deportados. (Algunas de las personas sí tenían causas penales que condujeron a la deportación; otras no tenían antecedentes penales). Muchos de los cristianos caldeos no creían que serían deportados porque habían apoyado a Trump y creían en sus declaraciones sobre la protección de los cristianos perseguidos.
Sea cual sea la escala de deportaciones en la próxima administración, las promesas de Trump ya han provocado ansiedad en las comunidades de inmigrantes.
«La sensación que noto en la mayoría de mis amigos haitianos es que su preocupación no es tanto la deportación, porque tienen un estatus protegido (aunque temporal) que los blinda contra la deportación», dijo Jeremy Hudson, pastor de Fellowship Church, una de las iglesias más grandes de Springfield, Ohio, que tiene un gran grupo de haitianos.
«La preocupación de la que más les he oído hablar es cómo serán tratados y vistos por los ciudadanos locales».
Trump ha hablado de que los inmigrantes indocumentados «envenenan la sangre de nuestro país» y ha prometido rescatar a «cada pueblo que ha sido invadido y conquistado». Él y su vicepresidente, JD Vance, atacaron a los haitianos en repetidas ocasiones, difundiendo la falsa narrativa de que se estaban comiendo a las mascotas de la gente en Springfield.
Voltaire, el pastor de Florida, dijo que sus iglesias haitianas todavía están lidiando con las consecuencias de esos comentarios.
«El impacto de lo ocurrido en Springfield ha llegado para quedarse», afirmó. «Pero los haitianos son un pueblo resiliente. Han pasado por muchas cosas».
Mientras tanto, los pastores haitianos deben seguir sirviendo a los inmigrantes que están en sus iglesias.
«Oramos para que la gente encuentre fuerza y consuelo en el amor que les mostramos», dijo. «En última instancia, oramos para que el nombre de Dios sea glorificado en las vidas de todos los inmigrantes, haitianos o de dondequiera que sean».