El pasado mes de enero, el pastor chileno Alex Ugarte cumplió 24 años en la iglesia evangélica bautista Esperanza Viva de Viña del Mar, un hito que lo llevó a preguntarse si debía cambiar de rumbo.
Su momento de reflexión duró poco. El viernes pasado, incendios forestales comenzaron en al menos cuatro lugares de la región de Valparaíso. En cuestión de horas, habían alcanzado el barrio de Ugarte. Pronto incendiaron su casa y su iglesia, y se cobraron la vida de su suegro. La tragedia llevó a Ugarte a reconsiderar su plan vocacional.
«Dios, al mostrarme esta calamidad y las necesidades de su pueblo, me ayudó a comprender que había llegado el momento de empezar de nuevo», dijo a CT.
Los incendios forestales estivales suceden con relativa frecuencia en este país sudamericano de la costa del Pacífico. Este año, sin embargo, una ola de calor especialmente intensa ha coincidido con una prolongada sequía. Los fuertes vientos hicieron que las llamas se extendieran rápidamente hacia algunas de las zonas más pobladas de Chile, incluidas ciudades históricas como Valparaíso y la capital turística del país, Viña del Mar.
Hasta el 9 de febrero, los incendios habían cobrado la vida de 131 personas y dañado o destruido más de 5000 viviendas.
Entre las víctimas se encuentran ocho miembros de la iglesia Esperanza Viva, que perdieron la vida cuando las llamas alcanzaron su barrio residencial de Villa Independencia. El viernes, Ugarte predicó en dos funerales: uno por una pareja de ancianos y otro por dos hermanos de 5 y 7 años.
«Hay mucho dolor», dijo. «Muchas personas están desesperadas porque sus familias se han quedado en la calle. Mas nuestro corazón sigue firme y estamos expectantes para ver lo que Dios va a hacer».
Atribulados en todo
Esperanza Viva es una de las ocho iglesias que han sufrido daños importantes, según dijo a CT la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos de Chile. Pero los líderes eclesiásticos de la zona estiman que el número real podría ser el doble. Además, al menos nueve pastores perdieron sus casas, según un conteo realizado por un grupo de líderes de varias iglesias que intentan organizar un plan de respuesta ante la catástrofe.
El pastor Magno Rodríguez y su esposa, María Angélica Cubillos Álvarez, se encuentran entre los afectados. Dirigen la Corporación Internacional de Restauración, una iglesia pentecostal independiente de Quilpué, una ciudad más alejada de la costa dentro de la región de Valparaíso, donde viven.
«Podíamos ver el incendio [forestal] desde muy lejos», dijo Cubillos. «Pero entonces una vecina nos llamó gritando, diciendo: “Se está quemando tu casa”».
Magno y uno de sus hijos intentaron apagarlo, pero desistieron cuando las llamas se intensificaron. La familia huyó en una camioneta mientras las llamas y el humo los rodeaban.
«Era como conducir con los ojos cerrados», dijo.
Cubillos tiene quemaduras en el cuello, y tanto su esposo como uno de sus hijos se lastimaron un brazo al intentar extinguir las llamas.
«Es un milagro que no muriera nadie de la congregación», dijo.
Aun así, la tragedia los golpeó muy de cerca. Aunque el fuego no afectó la casa contigua, sus vecinos perecieron por inhalación de humo al intentar escapar.
«Murieron asfixiados en nuestro patio trasero».
‘Parece como si nos hubieran bombardeado’
Ahora, una semana después del inicio de los incendios, el gobierno ha seguido emitiendo alertas de emergencia por nuevos incendios en Valparaíso, Viña del Mar y Quilpué. (Aunque la mayoría de los incendios ya están controlados, el clima caluroso y otros factores siguen causando nuevos incendios).
«Nuestro enfoque está ahora en ayudar a las personas», dijo el pastor Dionicio Viana, director de Juventud con una misión (JUCUM; YWAM, por sus siglas en inglés) en Viña del Mar. La sede se salvó del incendio porque una avenida cercana creó una especie de corredor de viento entre dos colinas, que alejó las llamas del edificio.
En barrios como Villa Independencia, Achupallas (en Viña del Mar) y Pompeya (en Quilpué), quedan pocas viviendas.
«Cuando miras nuestro barrio [Achupallas], parece como si nos hubieran bombardeado, como una [zona de] guerra», dijo Viana.
Durante la última semana, los residentes han estado sin agua ni electricidad. Hay rumores de que al menos algunos de los incendios fueron provocados intencionadamente.
«Ha surgido una psicosis colectiva y ahora todo el mundo tiene miedo de nuevos incendios», dijo Viana.
«Hay gente que está robando lo poco que tenemos», dijo Cubillos. Explicó que los saqueadores están buscando objetos de valor entre los escombros. Para protegerse de nuevos saqueos, los residentes están construyendo vallas alrededor de las casas; «pero no hay ni siquiera un martillo, no hay tablas, ni luz para hacer el trabajo cuando oscurece. Tenemos que usar los teléfonos para alumbrar».
En la última semana, voluntarios de iglesias de todo el país se han reunido en Viña del Mar para ayudar. Con fondos de Operación Bendición, cuatro bases de JUCUM han enviado personas fpara unirse a Viana en la remoción de escombros de las calles y casas. En algunos casos, han comenzado a reconstruir.
«Esta semana hemos empezado a construir una casa para un hermano de aquí. El suelo ya está listo», dijo.
Aunque las víctimas del incendio forestal han recibido mucha atención de los medios de comunicación y del gobierno, esto no durará más de dos o tres semanas, dice Viana. Pero entonces empezará el costoso trabajo de reconstrucción.
Derribados, pero no destruidos
En 1982, un grupo de misioneros suecos abrió una iglesia independiente de las Asambleas de Dios en Villa Dulce, un barrio de Viña del Mar. La semana pasada, el fuego consumió totalmente el edificio de la misma.
Sin embargo, para Gonzalo Ramírez, pastor asistente, su mayor preocupación es el impacto que el desastre tendrá en la fe de los miembros de la congregación.
«Antes de la reconstrucción de las paredes de la iglesia, necesitaremos una reconstrucción espiritual», dijo. «La parte material de la iglesia se puede reconstruir. Pero la historia, las misiones que comenzaron en ese lugar, las almas que se salvaron ahí… ¿Cuántos milagros hemos visto en ese lugar?».
Con toda esta carga emocional, tuvo que predicar el primer servicio tras el desastre, dos días después de que la iglesia se redujera a cenizas.
Ramírez llegó por primera vez a Villa Dulce para estudiar en el instituto bíblico de la iglesia (que ahora funciona solo en línea), donde conoció a su futura esposa.
«Mi hija, que hoy tiene 15 años, casi nació en esos bancos», dijo.
Normalmente, entre 80 y 100 personas acuden a Villa Dulce los domingos. Pero con muchas carreteras cerradas y personas desplazadas, solo la mitad de ese número consiguió llegar. El pequeño grupo de feligreses se reunió en uno de los edificios de la iglesia que el incendio dejó prácticamente intacto.
Ramírez predicó un sermón sobre 2 Corintios 4:7-18, con el que le recordó a su iglesia que, como seguidores de Cristo, tienen «este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de [ellos mismos]», y que han sido llamados a perseverar en medio de la tribulación.
Como aún no había electricidad, el servicio no se transmitió en línea. Pero varios días después, predicó un mensaje similar en Facebook.
«Con mucho respeto y mucha humildad los invito, mis queridos hermanos y hermanas, a mirar las cosas eternas que van más allá de lo evidente… a mantener nuestra esperanza en Dios, porque ésas son las cosas que permanecerán», dijo.
En Esperanza Viva, Ugarte dice que su congregación se reunirá este domingo en los terrenos del edificio de la iglesia para celebrar un servicio al aire libre, por primera vez desde el incendio. (El lugar era inaccesible la semana pasada).
«Durante 24 años, Dios nos bendijo con un hermoso edificio, con salones para la educación [cristiana], talleres y una cocina en la que se prepararon 8500 comidas durante la pandemia», dijo. «Ahora nuestros vecinos dicen que vamos a construir una iglesia aún más hermosa que la anterior».