Cuando Octavio Esqueda tenía un año, su hermanita falleció.
Durante los nueve años siguientes, su madre perdió cinco bebés más durante el embarazo, por lo que por mucho tiempo fue hijo único.
Sus padres tuvieron otra niña cuando él tenía nueve años; sin embargo, ella murió varios años más tarde en un accidente de piscina.
«Mis padres tuvieron experiencias muy diferentes con ambas muertes», dice Esqueda, quien creció en México y actualmente vive en el sur de California. «La primera les causó mucha desesperanza».
En el tiempo entre la muerte de sus dos hijas, los padres de Esqueda habían dejado el catolicismo y se habían convertido en cristianos evangélicos.
«La segunda [muerte] fue dura, obviamente, pero la diferencia fue que [esta vez] ellos tenían esperanza en la resurrección y esperanza en Cristo», dijo Esqueda, quien es profesor de educación superior cristiana en Talbot School of Theology.
«Para la gente que no tiene esperanza en la resurrección, o si eres católico romano y hay cierta incertidumbre en la cuestión de adónde están tus familiares, esperas lo mejor pero no lo sabes realmente. Estas tendencias a encontrar conexiones por medio de los sueños u otras formas son muy importantes para que la gente mantenga viva esa relación».
Las perspectivas sobre la muerte de los latinoamericanos y de las personas de origen latino que viven en Estados Unidos son diversas y han sido moldeadas históricamente por las enseñanzas y la teología indígena y católico romana, y han dado lugar a festividades sincretistas como el Día de los Muertos y el Día de los Fieles Difuntos [enlace en español].
Con la llegada más reciente del protestantismo a América Latina en la década de 1870, y a medida que muchos en la región fueron emigrando a Estados Unidos, muchos evangélicos latinoamericanos han adoptado nuevas perspectivas sobre la muerte que consideran más fieles a la Palabra de Dios, mientras tratan de entender cómo su herencia cultural encaja con su fe.
«Desde el punto de vista teológico, la mayoría de los evangélicos latinos creen en Santiago 2:26, “el cuerpo sin el espíritu está muerto”», dijo Tomás Sanabria, que actualmente dirige una congregación en Chicago de la Iglesia del Pacto Evangélico (ECC, por sus siglas en inglés) en la que se encuentran representadas 12 nacionalidades latinoamericanas diferentes.
«[Los evangélicos latinoamericanos] no celebran el Día de los Muertos. Es una tradición [más bien] mexicana. Culturalmente, hay muchos creyentes mexicanos que practican una religiosidad popular sincretista… en la que conmemoran a sus seres queridos difuntos. Eso no sucede entre los protestantes. Lo hacen más bien muchos que provienen de un contexto católico romano».
A principios de este año, CT publicó un informe sobre la reciente encuesta de Pew Research Center sobre las experiencias de los estadounidenses con personas fallecidas, y señaló que «la encuesta no aclara cómo la gente procesaba estas interacciones: si pensaban que eran místicas o si creían que podían haber tenido causas naturales» [enlaces en inglés]. Por ejemplo, en el grupo de los que respondieron que fueron visitados en sueños por sus seres queridos, se incluían tanto los que posiblemente creían que sus seres queridos intentaban darles un mensaje, como los que podían haber soñado simplemente un recuerdo especial con su familiar.
Entre todos los protestantes hispanos de EE. UU., el 27 % dice haber sentido la presencia de un familiar fallecido, el 20 % ha hablado con familiares fallecidos sobre acontecimientos de su vida y el 12 % dice que sus seres queridos fallecidos se han comunicado con ellos. (Pew proporcionó estos desgloses a CT).
Un tercio (34 %) de todos los protestantes hispanos dicen haber tenido al menos una de estas experiencias. En comparación, el 47 % de todos los adultos hispanos de EE. UU. y el 54 % de todos los católicos hispanos de EE. UU. afirmaron lo mismo.
Un poco más de la mitad de los adultos hispanos (53 %) afirman haber sido visitados en sueños por un familiar fallecido. Entre los cristianos que respondieron la encuesta, el 41 % de los protestantes hispanos declararon esto, en comparación al 62 % de los católicos.
Un poco más de un tercio (42 %) de los encuestados de todas las etnias que dijeron ser evangélicos afirmaron haber tenido un encuentro con un ser querido fallecido.
Para los creyentes latinoamericanos o de origen latino en EE. UU., ver o hablar con un familiar querido en un sueño puede ser revelador o sanador. Estas experiencias pueden proporcionar cierto grado de consuelo y seguridad tras la pérdida de un ser querido o ayudar a desarrollar una respuesta más matizada ante la muerte.
Esqueda, que se mudó a Estados Unidos siendo adulto, cree que su herencia mexicana ofrece valiosa sabiduría a la hora de abordar la pérdida y el duelo.
«Los cristianos estadounidenses, o los evangélicos blancos, tienden a ser optimistas. No les gusta vivir con dolor y sufrimiento, y les gusta seguir adelante. [Para ellos] los servicios en memoria de los difuntos son como celebraciones, en lugar de un luto por la pérdida», dijo.
Según Esqueda, los evangélicos latinos no pasan por alto ni suprimen la profundidad y la experiencia de dolor que rodea la muerte de un ser querido.
«Nunca pasamos página. La muerte siempre es dolorosa. La muerte es siempre el vandalismo del shalom. Ciertamente, Cristo venció a la muerte, pero la muerte siempre es mala. Los hispanos, asiáticos o afroamericanos nos damos cuenta de que el dolor y el sufrimiento forman parte de la vida, así que lo afrontamos mejor», explica.
En otros casos, la visita de un ser querido que ha fallecido puede incluso ofrecer introspección de la realidad presente de una persona.
Hace años, cuando Sanabria, de ascendencia puertorriqueña, trabajaba regularmente en su comunidad, una mujer llamada Anita acudió a él con una pregunta. Durante las últimas noches, su madre, que había fallecido, se le había aparecido en sueños diciendo las palabras shakkul remah. ¿Podrían significar algo?
Sanabria, que se había graduado recientemente del seminario, accedió a buscar la frase en su diccionario griego y hebreo y descubrió que, en hebreo, la frase podía traducirse como «tiempo de duelo por la pérdida de un niño pequeño abatido».
Cuando se lo reveló a Anita, que asistía a la iglesia que él pastoreaba, ella irrumpió en llanto.
«Me explicó que cuando estaba en la escuela secundaria [bachillerato, high school] había tenido un aborto, y que nadie de su familia lo sabía, ni siquiera su madre», dijo Sanabria. Este encuentro llevó a la mujer, que ahora tiene treinta años, a asistir a terapia.
Sanabria, que fue criado en el catolicismo antes de abrazar el pentecostalismo y más tarde pasarse a ECC, no cree que los muertos permanezcan en un «estado consciente» o «sepan lo que está pasando aquí en la tierra».
«La Biblia dice que entramos en un sueño profundo y que habrá una segunda venida en la que la gente resucitará de entre los muertos», dijo. «Solo Jesucristo puede llamar a los muertos de entre los muertos».
Pero soñar con un ser querido que ha fallecido no significa que la persona exista en nuestra realidad actual, dice.
«[Los] demonios o el diablo no pueden leer tu mente. Entonces, ¿cómo puede una persona muerta estar dentro de tu mente, en tu cerebro o en tu espíritu? Un sueño es un sueño».
Algunos evangélicos latinos no tienen interés en abrazar el catolicismo de sus antepasados, pero sienten curiosidad por aprender más sobre la forma de comprensión del mundo desde la cosmovisión indígena de sus ancestros.
En el contexto mexicano, «la muerte no es algo a lo que se tenga temor. No se ve como un final, sino más bien una transición», afirma Roslyn Hernández, que trabaja en el Fuller Youth Institute y es también directora espiritual.
En la tradición náhuatl, por ejemplo, «se creía que la gente pasa de este mundo, y vamos a otro y seguimos en un viaje», dijo Hernández. «No era como si, cuando un miembro de la familia fallecía, no se volvía a pensar en él ni se le recordaba».
Hernández ha estado hablando con familiares que han estudiado su genealogía y haciendo su propia investigación paralela.
«He estado recabando más información sobre las tradiciones espirituales de mis antepasados, [como la medicina herbal], e intentando integrarlas en mi propia identidad y espiritualidad», explicó.
Cuando era niña, Evelyn Pérez recuerda que los miembros de su familia guatemalteca le recalcaban la importancia reveladora de los sueños, mientras que desconfiaban de interpretar otras partes de la vida como si tuvieran algún tipo de significado divino.
Pero cuando el protestantismo llegó a la ciudad natal de su familia, «muchas de las costumbres [indígenas] fueron desplazadas porque [eran consideradas] malignas», dijo Pérez, que trabaja con líderes eclesiásticos de ECC en la Costa Oeste de EE. UU.
En la época de la Reforma Protestante, «el mundo de los encantos fue muy escudriñado», a tal punto que ahora «las teologías occidentales tienden en su mayoría a considerar cualquier cosa espiritual ajena al cristianismo como sospechosa o maligna», dice Noemí Vega Quiñones, que está haciendo un doctorado en ética en Southern Methodist University.
«La Biblia misma reconoce diferentes reinos espirituales y diferentes espíritus, y algunos teólogos africanos e indígenas también reconocen que vivimos en un reino espiritual… pero las teologías protestantes tienden a favorecer el razonamiento objetivo, [y preguntan:] ¿Qué es palpable? ¿Qué es fáctico?», dijo.
No obstante, Vega Quiñones recuerda que creció en un hogar que reconocía y «normalizaba» el reino espiritual.
«Crecí escuchando historias de fantasmas de amigos y familiares. Percibir el aspecto espiritual de un lugar, como una habitación, no era algo inusual para mí», dice Vega Quiñones. «Yo no rezaba a los muertos ni hablaba con ellos, pero recordaba a mis familiares difuntos con regularidad, como mi abuela, para que siguieran motivándome y animándome».
Cuando era niña, con frecuencia tenía pesadillas y «veía muchos [espíritus] malignos a mi alrededor».
«Mi madre me decía: “Concéntrate en Jesús, ora a Jesús. Jesús tiene más poder sobre estas otras cosas. La sangre de Jesús te protegerá”, haciendo referencia a Hebreos 9», dijo Vega Quiñones. «Nunca me dijo: “Oh, esas cosas malas no existen”. Nunca me hizo sentir mal por tener pesadillas o soñar con cosas aterradoras».
Los cristianos necesitamos desarrollar una teología de los muertos que esté bíblicamente fundada, argumenta Vega Quiñones. Después de todo, la Biblia tiene relatos únicos y variados sobre interacciones con los muertos, dice, citando la mención de Jesús del Hades, las instrucciones de Deuteronomio de no consultar con los muertos, Saúl y la médium de Endor, y la gran nube de testigos de Hebreos.
«A fin de cuentas, Jesús vino a traer verdad, bondad y sanidad al mundo. Dios es el Creador de vida, y Dios es también Dios sobre otros reinos espirituales, incluidos los muertos.
»Espero que podamos aceptar quedarnos con el misterio, con no saber la respuesta, y que respetemos la sabiduría bíblica y la sabiduría colectiva que tenemos como pueblo… Si un cristiano quiere tener una teología sólida de los muertos, tenemos que examinar toda la narrativa bíblica de esto y no solo escoger aspectos de ella».
Traducción por Sofía Castillo.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.