Ideas

El poder sin integridad nos destruye

Los evangélicos ayudaron a elegir a Trump. ¿Pueden exigirle también que rinda cuentas?

Supporters gather at a campaign rally for Republican presidential nominee, former U.S. President Donald Trump
Christianity Today November 14, 2024
Jeff Swensen / Stringer / Getty

En 1874, Robert B. Elliott, uno de los primeros abogados y congresistas negros de Carolina del Sur, abandonó Washington, DC, y emprendió un viaje a su casa en Columbia para abordar algunas cuestiones serias. El estado se había convertido en objeto de burla nacional debido a la presunta corrupción de sus funcionarios electos. Entre otras cosas, el gobernador Franklin Moses Jr., conocido como el «gobernador ladrón», había estado utilizando fondos de los contribuyentes para financiar su adicción al juego.

Franklin y Elliott pertenecían al mismo partido político, ambos republicanos, pero Elliott no se hizo de la vista gorda ante la corrupción y la incompetencia. Fue uno de los más grandes oradores de la historia de Estados Unidos y le dijo a la gente de su estado: «El poder que tenemos será nuestra condena, a menos que nos demos cuenta de nuestras responsabilidades». Elliott sabía que las victorias políticas carentes de honor se convierten en victorias pírricas, y que el poder separado de la integridad nos destruye al final.

Es comprensible que los evangélicos que apoyaron a Trump estén de ánimo festivo después de su reciente victoria. El presidente electo Donald Trump acaba de lograr lo que algunos llaman la mayor remontada política en la historia de Estados Unidos. Y muchos evangélicos blancos, aunque a menudo se sienten preocupados por su condición de «perseguidos», se encuentran nuevamente cerca del poder, y se mantienen fieles a Trump a pesar de su largo y público historial de fechorías, incluida la negativa a acatar la transferencia pacífica del poder después de las últimas elecciones.

Creo que esta lealtad fue totalmente errónea y que esta victoria se logró mediante transigencias inaceptables. No puedo ignorar las palabras y acciones de Trump, y me desconciertan las justificaciones inverosímiles que mis compañeros cristianos provida necesitan para seguir apoyando a Trump después de que él rechazó explícitamente la postura provida.

Pero ahora que Trump ha ganado, ese apoyo conlleva un deber de rendición de cuentas, tal como lo tendrían que asumir los partidarios de Kamala Harris si ella hubiera ganado. (De hecho, mi plan para este artículo era exactamente el mismo para cualquiera de los dos resultados: si Harris hubiera ganado, ahora estaría escribiendo lo mismo a sus votantes cristianos). Quienes respaldaron el resurgimiento político de Trump deben asumir sus responsabilidades como ciudadanos y, lo que es más importante, como discípulos de Jesucristo.

Juan el Bautista perdió la cabeza por decirle la verdad a los poderosos, y Ester lo arriesgó todo para proteger a un pueblo vulnerable. Los cristianos que tienen la atención de la nueva administración de Trump, ya sea en funciones formales en Washington o simplemente como parte de la base del nuevo presidente, deben hacer lo mismo. Congraciarse con los poderosos para promover nuestros propios intereses no es parte de la descripción del trabajo del cristiano. En verdad, está en profundo conflicto con nuestra comisión.

¿Qué implica exigirle cuentas a Trump? Significa reconocer que las preocupaciones de quienes votaron por otros candidatos no eran del todo ilegítimas. Y significa admitir que la vacilante postura provida de Trump no justifica nada de lo que dice y hace.

Sí, la agenda abortista de los demócratas es indignante, y sus posturas extremas sobre el transexualismo y los derechos de los padres deben ser rechazadas en términos inequívocos. Pero esos errores no justifican que se ignoren los graves problemas de Trump. Cuando Elliott regresó a casa, no justificó los fracasos de su partido argumentando que Wall Street estaba manipulando los mercados y arreglando las acciones de las compañías ferroviarias en ese momento. Le exigió cuentas a los suyos y les imploró apasionadamente que hicieran lo correcto.

La rendición de cuentas también significa que el menosprecio y las amenazas de Trump hacia los inmigrantes que sufren y su vergonzosa falta de un plan de salud no pueden ser descartadas como discrepancias menores. Una vez más, los demócratas tienen sus problemas, pero los mismos no niegan las responsabilidades de los evangélicos que votaron por Trump. Los cristianos deben tomar muy en serio las políticas de inmigración y atención médica porque están directamente relacionadas con nuestro cuidado de los huérfanos, las viudas, los extranjeros y nuestros vecinos en general. Los cristianos no pueden ser fieles en la plaza pública si racionalizan la retórica y las políticas que descuidan o violan a estos grupos.

Y si las políticas económicas de Trump están más influenciadas por Elon Musk que por el vicepresidente electo JD Vance (si son más amigables con las grandes empresas que con la clase trabajadora), entonces sus partidarios cristianos deben denunciarlo. Eso significaría que Trump le mintió a sus votantes de clase trabajadora y aumentará el sufrimiento económico que prometió aliviar. Los cristianos que sirvieron como espada y escudo de Trump deberían comenzar a opinar sobre estos asuntos ahora.

Si los votantes cristianos de Trump descuidan su responsabilidad en este asunto y pasan por alto sus errores, esto tendrá un impacto devastador en la iglesia estadounidense en general y en el evangelicalismo en particular. Sin duda, el primer mandato de Trump sirvió para desacreditar la autoridad moral de la iglesia y provocó que muchos cristianos cuestionaran su fe por completo. Si los partidarios cristianos de Trump quieren evitar ese tipo de daño a la credibilidad de la iglesia en su segundo y último mandato, deben reconocer sus errores y usar su influencia implacablemente para exigirle cuentas.

Históricamente, los vencedores de las contiendas políticas tienden a sobrestimar lo que han ganado. Esto se debe a que las victorias electorales son temporales y pueden producir sus propias reacciones negativas. Además, si no se administra adecuadamente, lo que se considera una ganancia en este mundo es una pérdida espiritual según el cálculo de Dios. El poder recuperado por los cristianos que apoyan a Trump se convertirá en su condena si se niegan a proteger a los demás y controlar los excesos del presidente, como se esperaría de cualquier cristiano fiel y respetuoso de sí mismo que asuma un puesto de autoridad.

Justin Giboney es ministro ordenado, abogado y presidente de la Campaña AND, una organización cívica cristiana. Es coautor de Compassion (&) Conviction: The AND Campaign’s Guide to Faithful Civic Engagement.

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