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Los ministerios evacuan mientras las tropas rusas llegan a Irpin, el centro evangélico de Ucrania

Las iglesias de Irpin, el suburbio de Kyiv con más ministerios evangélicos, ayudan a los residentes a evacuar. Uno de sus miembros murió ayudando a una familia que huía de la guerra.

Ucranianos cruzan un puente destruido mientras huyen de la ciudad de Irpin, al noroeste de Kyiv [Kiev], el 7 de marzo de 2022.

Ucranianos cruzan un puente destruido mientras huyen de la ciudad de Irpin, al noroeste de Kyiv [Kiev], el 7 de marzo de 2022.

Christianity Today March 7, 2022
Dimitar Dilkoff / AFP / Getty Images

Anatoly, de 26 años, miembro de la Iglesia Bíblica de Irpin, está con el Señor.

Su último acto en la tierra fue cargar la maleta de una joven madre y sus dos hijos, llevándolos a través del puente derrumbado de Irpin para ponerlos a salvo de los bombardeos rusos.

Los cuatro murieron cuando una bomba cayó en medio de su supuesto corredor humanitario. En total, ocho personas murieron ayer en el suburbio de Kyiv [Kiev], mientras las tropas rusas presionaban para rodear la capital ucraniana.

«Anatoly era profundamente espiritual, con un buen carácter cristiano», dijo su pastor, Mykola Romanuk. «Cuando veía una necesidad, intentaba ayudar».

Las negociaciones del fin de semana del 5 de marzo condujeron a varios ceses de hostilidades con el fin de permitir la evacuación de civiles, pero se rompieron rápidamente. Cada parte culpó a la otra, y Rusia ha negado haber atacado a los civiles [enlaces en inglés].

Pero fuentes ucranianas describen ciudades ahora llenas de escuelas, hospitales y barrios residenciales bombardeados, sobre todo en Irpin, conocida en los círculos evangélicos como el «Wheaton de Ucrania» [en referencia a Wheaton College].

Tras la caída de la Unión Soviética, el «patriarca evangélico» de Ucrania, Gregory Kommendant, invitó a ministerios cristianos a unirse a él en su ciudad natal, a 16 millas al noroeste de la capital, donde ejercía como presidente de la Unión Bautista de toda Ucrania.

Hasta hace unos días, unos 25 ministerios operaban en Irpin, entre ellos Child Evangelism Fellowship, Youth With a Mission, Youth for Christ, la International Fellowship for Evangelical Students y Samaritan's Purse.

En su día solo había una iglesia evangélica, pero ahora Irpin cuenta con 13.

«Estuvimos aquí durante 20 años, y los vecinos nunca pusieron un pie en nuestra iglesia», dijo Romanuk. «Ahora viven en nuestro sótano, oran con nosotros y se han convertido en nuestros amigos».

Describiendo Irpin como «secular», Romanuk describió su congregación bautista de 700 miembros como la mayor iglesia de la ciudad de 60 000 habitantes. Pero ahora, solo queda un equipo de cinco personas, llamadas a quedarse y ministrar a los sitiados.

Es dirigida por el jefe del comité de misiones, y la esposa del diácono, un agente inmobiliario, es la cocinera principal. Prepara tres comidas al día para 200 personas, mientras otros se ofrecen como voluntarios para evacuar a los ciudadanos que han pasado por un trauma indescriptible hacia el oeste de Ucrania.

Desde que empezó la guerra, la iglesia ha transportado entre 100 y 200 evacuados cada día, dijo Romanuk. Al acercarse los rusos, transportaron a 3000. Al principio, el gobierno se dio cuenta de sus esfuerzos y comenzó a dirigir a todos a la iglesia.

Anatoly fue uno de los que regresó.

Anatoly, un cristiano ucraniano de 26 años, es uno de los civiles que murieron en los ataques rusos del domingo.Diana Berezhnoi / Courtesy of Baptist Union
Anatoly, un cristiano ucraniano de 26 años, es uno de los civiles que murieron en los ataques rusos del domingo.

Originario de Luhansk, en la región del Donbás, empezó a asistir a la Iglesia Bíblica de Irpin en 2020, y se convirtió en miembro el año pasado.

Profesional de tecnologías de la información en una empresa local, servía en el ministerio de medios de comunicación con el hijo de Romanuk.

Tras evacuar a su esposa Diana y a otros miembros de su familia a un lugar seguro en el oeste, se unió el viernes 4 de marzo al escueto equipo de la iglesia. El sábado comenzó el bombardeo más severo, y sacaron a toda la gente que pudieron, cruzando el puente que el ejército ucraniano había dañado para frenar el avance ruso.

El domingo desapareció. Sus amigos se preocuparon, oraron y revisaron las redes sociales en busca de fotos de los muertos. Vieron sus zapatos en una y su jersey en otra. Unos minutos después, la tercera foto mostraba su rostro.

«Le echamos mucho de menos. Es una tragedia para su familia y la iglesia», dijo Romanuk. «Dios tiene un plan más allá de nuestra comprensión, pero es difícil».

Igor Bandura, otro pastor de la misma iglesia, está ahora asesorando al hermano de Anatoly, en Lviv. Sumido en el dolor, está tratando de encontrar a alguien que haga el viaje inverso, de 335 millas [540 km] hacia el este, hasta Kyiv [Kiev], para el funeral.

«Tuvimos que dejarlo todo atrás. Algunos de nosotros ni siquiera tuvimos tiempo de llevarnos la ropa necesaria», dijo Bandura, vicepresidente de la Unión Bautista de Ucrania. «No sabemos qué destino han tenido nuestros hogares. No sabemos si habrá un lugar al que volver».

Al menos hay una forma de volver a entrar. El cercano suburbio de Bucha —hogar del presidente del Seminario Teológico Evangélico Ucraniano de Kyiv— está completamente bajo control ruso.

Pero Ivan Rusyn se niega a evacuar.

«Esta guerra ha redefinido por completo mi forma de entender la misión y el ministerio holístico», dijo. «No se puede mostrar compasión desde la distancia».

Rusyn y los siete colegas que permanecen con él coordinan la ayuda desde las oficinas de la Sociedad Bíblica Ucraniana, donde duerme por la noche en el suelo.

El seminario se encuentra ahora a solo 300 metros del frente de guerra.

Evacuado el viernes 4 de marzo, el lunes siguiente el seminario envió a los últimos nueve de los 300 profesores, empleados, estudiantes y familiares a un lugar seguro en la parte occidental de Ucrania. Pero cada día, su equipo envía un autobús a Irpin con alimentos, agua y medicinas a diario.

«Es una catástrofe», dijo. «Hay miedo en los ojos de los niños».

Con lágrimas en los ojos, Rusyn dijo que cargó a los discapacitados sobre sus hombros para llegar a los autobuses de evacuación. Pero luego habló de su alegría, al ver las sonrisas de los soldados ucranianos que saben que las oraciones de los pastores y sacerdotes permanecen.

«Nuestro compromiso es que nadie aquí se quede con hambre», dijo, y prometió quedarse en la capital tanto tiempo como el presidente Volodímir Zelensky. «Los líderes cristianos que permanecen en Kyiv y en otras ciudades son el testimonio encarnado de Jesucristo».

Pero esto también se siente en otros lugares. En toda Europa del Este se está brindando atención a los casi 2 millones de refugiados. Muchos han cedido sus camas y ahora duermen en colchones, dijo Sergey Rakhuba, presidente de Misión Eurasia y quien actualmente supervisa el trabajo en Polonia.

«Estoy devastado, cansado y abrumado», dijo. «Mi corazón está roto en mil pedazos».

Pero su organización también tenía su sede en Irpin, y los 12 miembros del personal que permanecen en Ucrania se han reorganizado en dos ciudades occidentales.

Hay una escasez catastrófica de medicamentos, dijo. Pero una necesidad aún mayor de atención pastoral.

«Les solicité sus peticiones de oración», dijo Rakhuba, recordando con lágrimas. «Los refugiados mencionan a sus maridos, a sus padres y a sus hijos, y cuando te abrazan, no te sueltan».

Nacido en Donbás, se casó con su esposa rusa en 1983 y vivieron en Rusia los siguientes 15 años. A menudo les oía llamar a los ucranianos «hermanos». Misión Eurasia se trasladó de Moscú a Ucrania en 2007 debido a la presión del gobierno contra la influencia extranjera.

Pero el cambio en espíritu de hoy no tiene precedentes, y le hace pensar en lo demoníaco.

«Irpin se convirtió en una capital espiritual», dijo Rakhuba. «Además de la agresión militar, ahora es un lugar de guerra espiritual».

Mark Elliott, editor emérito de East-West Church Report, en su día formó parte del profesorado de Wheaton College y observó el traslado de los evangélicos estadounidenses a Colorado Springs. La comparación con Irpin era obvia, especialmente cuando los ministerios empezaron a llegar desde Moscú.

«Fue como empujar y jalar al mismo tiempo», dijo. «Las crecientes restricciones rusas que enfrentaron los creyentes e instituciones no ortodoxas, frente a la sólida tolerancia religiosa de Ucrania».

Durante 70 años la nación estuvo bajo la esclavitud del comunismo soviético, dijo Rusyn. Pero la iglesia aprovechó bien los 30 años de libertad que siguieron. Si no la protegemos ahora, su pérdida amargará el sabor de la libertad para los amigos occidentales que hacen todo lo posible por ayudar, pero cuyos gobiernos no se involucran por completo. Rusyn pide que se imponga una zona de exclusión aérea.

«Predicamos el evangelio, enviamos misioneros, no hemos hecho daño a nadie», dijo. «Nuestro mensaje a los rusos es que nos dejen en paz».

Zelensky ha pedido un plan de sanciones más sólido, incluso un embargo total.

Los daños del fin de semana del 5 de marzo fueron mucho más amplios que los de Irpin.

En Mariupol, donde se calcula que 200 000 personas intentan huir, uno de los pocos edificios que permanecen intactos es la Iglesia Bautista Central. Construida a principios de la década de 1990, la hija del pastor fundador dijo que al principio la gente se quejaba de que el sótano era demasiado grande.

Ayer, mientras los bombardeos se acercaban a uno de los corredores humanitarios pactados, más de 75 personas se reunieron en el sótano para el culto dominical.

Menos afortunada, informó el pastor Vyacheslav Voronin a Taras Dyatlik, director regional del Consejo de Ultramar para Europa Oriental y Asia Central, fue la congregación bautista de Izyum, establecida en 1998. Situada cerca de los combates en la región de Kharkiv, la iglesia servía a los desplazados hasta que fue alcanzada anoche por un proyectil ruso y se incendió. La mayoría de las familias están ahora evacuando al oeste de Ucrania.

Y en el puerto costero de Odessa, Alexander Boichenko regresó tras evacuar a su familia para seguir sirviendo en el centro de ayuda para catástrofes de su iglesia. Hace tres semanas, estaban planeando la boda de su hija en junio.

«Mi mujer se inclinó hacia mí y me susurró en voz baja: “¿Podría ser esto para siempre?”», dijo. «Le sonreí sin dificultad, pero mi alma estalló en lágrimas».

Su trabajo no es en vano. Las fuentes ucranianas se aferran a Dios [sic].

«La tarea más importante para la iglesia en este momento es seguir predicando», dijo Rakhuba. «Las iglesias se han convertido en un faro de esperanza».

Todo ello a pesar de la agresión «brutal e inhumana» del ejército ruso, cuyos tanques presionan hacia Kyiv, dijo Bandura.

«Pero rezamos y trabajamos, con esperanza y fe, para que Dios prevalezca», dijo, «y revele su gloria en Ucrania».

La gravedad de los daños no les disuaden.

«Puede que perdamos nuestro campus, pero después de un conflicto hay una oportunidad de construir de nuevo», dijo Rusyn. «Las iglesias evangélicas se fortalecerán y serán parte integrante de nuestra sociedad».

Los empleados del Seminario Bíblico de Irpin distribuyen pan a los refugiados y a los de un hospital local.Cortesía de Mission Eurasia.
Los empleados del Seminario Bíblico de Irpin distribuyen pan a los refugiados y a los de un hospital local.

Los creyentes dispersos hacen lo que pueden.

La Iglesia Bíblica de Irpin tenía 67 grupos pequeños antes de la guerra, dijo Romanuk. Su equipo pastoral se pondrá en contacto con cada miembro y les ofrecerán toda la ayuda posible.

Y también los animará a algo nuevo: cada uno debe formar un nuevo grupo pequeño, dondequiera que esté, y unirse a la iglesia evangélica local.

Hoy, sin embargo, él también ha evacuado. Mientras se dirigía al oeste, a su familia en Lviv, la notificación de su calendario de Google le recordó que una conferencia pastoral para 400 personas en Irpin estaría a punto de comenzar.

«Dios nos ha dado un nuevo ministerio», dijo Romanuk. «Ahora tendremos la conferencia con los que no tienen un techo, los discapacitados y los no creyentes de nuestra ciudad».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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