Cómo es ser gay en Wheaton College

La universidad evangélica ha recibido una cobertura periodística negativa sobre asuntos LGBT. Mi propia experiencia refleja una imagen distinta.

Christianity Today June 24, 2016
imagen: Christ Strong

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Con un pedazo de papel en mi mano, sintiendo una corriente de adrenalina, crucé el sitio donde se congregan los estudiantes de Wheaton College tratando de encontrar a alguien con quién hablar.

Era un jueves por la tarde en abril del 2013. Al cruzar el centro estudiantil por segunda vez, me encontré con un compañero del club de teatro improvisado de Wheaton. Le dije que estaba tratando de decidir si poner el pedazo de papel en el tablero de anuncios para la comunidad de Wheaton, tablero que muchos estudiantes usan para comunicarse con toda la comunidad de la universidad. Después de titubear, caminamos juntos, él y yo, rumbo al tablero. Movió algunos de los otros anuncios para dejar espacio libre para el mío. Le di el papel, y él lo colocó en la pared.

Traté de caminar con normalidad de regreso a mi dormitorio, pero mis entrañas se me hacían nudo. Este era mi segundo semestre de mi último año universitario, y estaba terminando mi carrera en solo tres años. Después de una década de sentirme atraído a otros hombres, escribí en mi nota, “el closet ha empezado a sentirse demasiado sofocante para mí.” Mi anunció seguía con estas palabras:

“Últimamente, me he preguntado cómo puedo hacer más para mejorar la atmósfera en Wheaton para otros estudiantes gay como yo. Soy un varón que se siente atraído exclusivamente a otros varones, y he luchado con ansiedad y depresión desde mis años en la escuela preparatoria. De historias que escuché creciendo en una cultura Cristiana fundamentalista, pensé que todos los Cristianos gays no tenían ninguna otra opción sino ignorar su orientación lo mejor que pudieran y orar que Dios los hiciera heterosexuales. Sin embargo, después de ocho años de intentar hacer eso, sigo siendo gay. Eso no me ha impedido seguir amando a Dios, y él se me sigue revelando palpablemente. …”

Yo hubiera podido haber dicho esto en Confesiones de Wheaton, pero los anuncios anónimos solo nos ayudan a ver que algunos estudiantes en general comparten nuestras experiencias. Yo prefiero ver a las personas en particular que comparten dichas experiencias. De esta manera, todos nos podemos ayudar los unos a los otros más directamente.

Para aquellos que como yo prefieren conocer a una persona en particular, aquí estoy yo bajo un poco de luz, después de abrir la puerta del closet y entrar a la sala. Ya lo he dicho, y nadie tiene que andar adivinando.

Vi una luz al final del túnel, y significaba decirle a la comunidad de Wheaton College que soy gay. Mucha gente lejos del campus piensa que Wheaton sería el peor lugar donde ser gay. Aunque mi experiencia no habla por las experiencias de todo mundo, sí es una historia importante. La manera en que Wheaton me trató puede ser un modelo para otras instituciones evangélicas. Pero no se trataba tan solo de ser aceptado por lo que soy, sino también sobre continuar mi progreso como Cristiano.

Ya no tan solo dentro de mi cabeza

Desde que empecé a notar mi atracción a otros muchachos durante el quinto grado escolar, sentí que yo podía cambiar a pura fuerza de voluntad propia. Cada vez que experimentaba sentimientos hacia otro muchacho, oraba y me arrepentía. Durante los años de preparatoria, trabajé bien duro y dormí bien poco, pero mi auto-escrutinio exhaustivo me llevó a pensamientos constantes de suicidio mientras terminaba mis tareas ya pasada la noche. ¿Compartir con alguien sobre mi atracción? ni pensarlo. Había resuelto lidiar solo con todo esto. Cuando brotaban sentimientos hacía otro hombre, yo pensaba, esto no va a volver a pasar otra vez, o, Dios va a hacer que paren estos sentimientos que tengo. Conforme mis sentimientos hacia los hombres persistieron, mi temor e introspección solamente aumentaron.

Al crecer entre Cristianos conservadores, aprendí que los Cristianos fieles eran cualitativamente distintos de las personas gays. Recuerdo muy claramente un momento al principio de mis años universitarios cuando mi abuela y yo estábamos hablando por teléfono. Me preguntó, “Así que, ¿en qué has estado pensando últimamente?” Me brinqué el tema principal sobre el que había estado pensando—mi sexualidad—y le hablé sobre la investigación independiente que estaba haciendo sobre la Reina Victoria y el Príncipe Alberto. Luego me pregunté: ¿Por qué no se lo dije? ¿Por qué me hago esto a mí mismo?

Ese año tuve tantos problemas digestivos que tomé píldoras de manzanilla y dos antiácidos casi todos los días. Mi estómago se me hacía nudo y pasaba horas caminando dentro de mi cuarto, sin poder dormir. Durante el día, si trataba de tomar una siesta, me acostaba en la oscuridad, con mi mente acelerada.

Sentía que no podía formar conexiones cercanas con los otros hombres de mi piso. Un paradigma compulsivo así me aislaba aun más de aquellas personas que hubieran querido ayudarme.

Sin lugar a dudas el peor aspecto de mi experiencia universitaria fue el baño comunitario de los dormitorios. Al principio del año, la mayor parte de los baños individuales tenían dos cortinas. Una colgaba después de la entrada a la regadera, y la otra unos pies más allá, al otro lado de una banca donde podíamos dejar nuestra ropa y la talla. Conforme progresaba el año, algunas de las cortinas se rompían y se caían. Yo siempre trataba de usar uno de los baños que todavía tenían las dos cortinas intactas, porque me temía caer en pecado. Atemorizado de los pensamientos homosexuales, sentía que no podía formar conexiones cercanas con los otros hombres de mi piso. Un paradigma compulsivo así me aislaba aun más de aquellas personas que hubieran querido ayudarme.

El día antes de poner mi nota en el tablero de anuncios, me desperté esa mañana y confronté directamente mi temor y mi distanciamiento. Empecé a escribir, convencido de que nadie iba a conocer, poder ayudar, o empezar a entender las experiencias de los estudiantes gays si yo no compartía lo que estaba pasando en mi interior.

Puse mi información de contacto personal al final del anuncio de una página que había preparado, con una invitación para platicar. Recibí muchas respuestas—todas positivas. En el tablero de anuncios, estudiantes escribieron palabras de ánimo al margen y entre las líneas del anuncio, con mensajes cómo, “muchas gracias por decir esto,” y, “Eres amado.” Un conocido me detuvo en el pasillo y dijo, “Eso requirió mucho valor. Te quiero apoyar, o lo que sea.” Un estudiante me envió un texto anónimo diciendo que él y yo vivimos en el mismo piso el año anterior y que él también se sentía atraído a otros hombres. Me deseó lo mejor por ser honesto y haber compartido abiertamente.

Las palabras de ánimo no vinieron solamente de mis compañeros estudiantes. Le envié el anuncio por correo electrónico al profesor que estaba supervisando mi tesis universitaria. Me contestó, “Muchas gracias por enviarme este documento. Muestra gran valor y firmeza de carácter. ¡Me alegro por ti y estoy agradecido por tu honestidad y tu candor!” Siguió diciéndome que mi voz se necesitaba en la conversación más amplio sobre la comunidad LGBT y la iglesia. Sentí un alivio al no tener que vivir todo esto en la soledad de mi propia mente.

Reunión con el decano del campus

Al empezar mis clases de post grado, decidí permanecer involucrado en la comunidad de Wheaton. Era tan solo mi cuarto año universitario, y a los 21 años de edad, no me sentía alejado de la vida estudiantil.

Unos días antes del inicio de clases, mientras caminaba por las calles de Chicago con otros dos estudiantes, me encontré con la editora de noticias del periódico estudiantil de la universidad The Wheaton Record. Me dijo que el periódico necesitaba personas que escribieran antes del miércoles, cuando los borradores serían editados y finalizados para la impresión. Como incentivo, tenía boletos para comer; sin ser disuadido por una comida gratis, le dije que le tendría un artículo sin demora.

Después de enviar mi primer borrador, la editora me escribió para decirme que estaba agradecida por mi disposición en compartir una historia tan personal. Esa noche fui a las oficinas del periódico, y ella y yo pasamos una hora corrigiendo el artículo. Juntos escogimos el título “Closets y Armarios”—un juego de palabras, por supuesto, sobre el armario de CS Lewis en Las Crónicas de Narnia. La editora y yo compartimos muchos momentos de risa, y me preguntó que canción debería cantar para una prueba de canto para un grupo de canto a cappella. Después de finalizar el borrador del artículo en el cual yo iba a “salir del closet” en el campus, cantamos varios cantos juntos hasta ya pasada la noche.

Tres años después de escribir ese primer editorial, no recuerdo haber tenido nunca una conexión tan significativa con mis compañeros Cristianos como la que tengo ahora. Mi artículo salió ese viernes, la primer semana de clases. En un correo electrónico con el título “Gratitud,” Timothy Larsen, un profesor de pensamiento Cristiano, respondió, “Muchas gracias por tu honesto y razonado editorial en el Record de hoy … He pensado mucho sobre este tema y experiencia.” Otro profesor, quien había supervisado mi verano en España, también me envió un mensaje de agradecimiento. Los estudiantes me detenían en el pasillo con palabras de ánimo.

Basándome en mi experiencia personal, publiqué cinco artículos en el Record sobre la orientación sexual y el Cristianismo. Nunca escuché de ningún miembro de la comunidad que haya reaccionado negativamente a mis escritos.

Hace un año y medio, Wheaton captó los encabezados de los periódicos a nivel nacional cuando un estudiante le aventó el corazón de una manzana a otro estudiante quien, durante un fórum universitario, cuestionó las enseñanzas tradicionales de la universidad sobre la sexualidad. Al escuchar la historia, inmediatamente supe que el que había tirado la manzana era un caso aparte. Nunca he tenido contacto con nadie que se haya comportado ni muy remotamente en una manera similar.

Después de mi segundo artículo en el Record, recibí un correo del decano del campus Stanton Jones, el ex director del departamento de psicología de Wheaton, quien ha escrito extensamente sobre la orientación sexual y la psicología. Me dijo que estaba intrigado por mis ensayos y aplaudía mi valor y mi evidente entrega a Cristo. Luego me preguntó que si estaba disponible para conversar.

Nos reunimos esa misma semana. Al entrar a las oficinas administrativas, su asistente me dijo que me sentara en la sala de espera. En unos pocos minutos, Jones amablemente me dio la mano antes de entrar a su oficina y sentarnos a platicar. Para mi sorpresa, inmediatamente nos llevamos bien.

La amabilidad y la apertura de Jones rápidamente me hizo sentir tranquilo. Estableció su respeto hacia mí cuando dijo que había vuelto a leer mis artículos. “Así es exactamente como yo espero que los estudiantes en Wheaton College respondan,” me dijo. Esto me lo dijo antes de que él supiera mi perspectiva en cuanto a si se me debía permitir tener una relación con un hombre. Casi al final de nuestra conversación, sí hablamos sobre la ética de las relaciones entre personas del mismo sexo, puesto que él ha estudiado la psicología y la ética de la homosexualidad por la mayor parte de su carrera, y solo entonces fue que yo articulé mi posición célibe. Pero la meta principal de Jones era conocerme mejor.

Otras personas me habían hecho pensar que Jones iba a mostrar su desacuerdo conmigo por haber dado a conocer mi atracción hacia el mismo sexo en una manera tan pública. Había escuchado declaraciones como, “¿Está Stan Jones entrometiéndose otra vez?” y “Oh … Stan Jones.” Estas respuestas provenían de personas que estaban en desacuerdo con sus escritos en lugar de personas que lo conocían personalmente.

El trato de Jones da testimonio del amor y la misericordia de Dios. Su deseo de escuchar mi historia hizo una impresión mucho mayor que la que sus escritos hubieran podido hacer. Al terminar nuestra hora de plática, nos saludamos, me preguntó si podíamos hacer seguimiento comiendo juntos después. Acepté. Hemos compartido comidas juntos con regularidad desde entonces.

Modelar integridad

Varias semanas después de estas conversaciones, alguien que tomó una posición crítica contra la universidad me preguntó, “Así que, ¿Alguien te ha llevado aparte y preguntado sobre tu relación con Jesús?” Traducción: ¿Han las autoridades universitarias tratado de descubrir si eres un “verdadero Cristiano”? Con mucho tacto, tuve que responder que nadie había hecho eso. A través del proceso, casi todo mundo que he conocido en la comunidad ha sido muy sensato y servicial.

Para que las comunidades Cristianas puedan animar a las personas gays a permanecer célibes, dichas comunidades van a tener que modelar con integridad las implicaciones de tales enseñanzas.

Mientras tanto, he tratado de actuar con humildad y confianza desde una perspectiva distintamente Cristiana, y al mismo tiempo aceptando la realidad de mi atracción a los hombres. Con respecto tanto a mi manera de enfrentar mi situación y las reacciones de los demás, 2 Timoteo 1:7 me viene a la mente: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.” Estos son resultados positivos de la actividad del Espíritu y de la aplicación de la Palabra inspirada. No tenemos que sentirnos aislados y atemorizados de los demás. Como Cristianos, podemos actuar en el valor y la estabilidad que el Espíritu instila.

Estoy seguro que los miembros de la comunidad de Wheaton seguirán queriéndome como parte de sus vidas. Esta es mi familia y mi comunidad. Cuando alguien dentro de la comunidad de Wheaton solo se sirve de los medios de comunicación para expresar su ira contra la institución sin primero hablar con la comunidad de Wheaton, tengo problema con esa manera de hacer las cosas. Argumentar o debatir, ya sea en persona o en línea, raramente edifica al mismo nivel que lo hace una conversación de corazón a corazón en persona. Al referirnos a los argumentos apasionados, incesantes alrededor de los matrimonios gays, otro amigo gay y yo dijimos en broma, “jaja, el debate.” Dos lados pueden dar sus argumentos sin fin, uno en contra del otro, sin nunca llegar a ningún acuerdo. Es necesario crear credibilidad y edificar la relación para poder hablar la verdad en amor.

Wheaton College ha sido un ejemplo sobre cómo una comunidad Cristiana puede proveer amor, cuidado, y apoyo a alguien en una posición vulnerable. Para que las comunidades Cristianas puedan animar a las personas gays a permanecer célibes, dichas comunidades van a tener que modelar con integridad las implicaciones de tales enseñanzas. No importa si la persona es gay o heterosexual, esto significa que se valorará el celibato al mismo (o aun mayor) nivel que se valora el matrimonio. En Facebook, en los mensajes, y en las conversaciones, debe valorarse altamente el celibato de Jesús. Van a tener que modelar en la palabra y en la práctica que todos los seres humanos necesitan amor y conexión—y no principalmente en el matrimonio y en las relaciones de noviazgo. Si esto no sucede, los Cristianos LGBT no se van a convencer. A nadie le gusta un doble estándar. Puesto que no es bueno que nadie este solo (Génesis 2:18), las personas gays no van a tener lo mejor que Dios tiene para ellos hasta que encuentren un sentido de acompañamiento íntimo, al igual que respeto para sus experiencias y su vocación singular.

Después de salir del closet y declarar que era gay seis veces distintas a lo largo de tres años en la comunidad de Wheaton, he llegado a sentirme mucho más integrado entre la gente de Wheaton y, en maneras complejas, más alineado con la misión de la universidad. Esto ha ocurrido gracias a, y no a pesar de, haberme declarado gay. Durante mis años de estudiante en Wheaton, obtuve un nivel más sano mental, intelectual, social, emocional, y espiritualmente. Cuando trataba de mantener mi orientación en secreto, me aislaba de las personas que me iban a amar y aceptar. Cuando di el paso y salí a la luz en exhausta honestidad, encontré una comunidad marcada por la paciencia y la gracia. Me van a ser fieles no importa lo que cualquier persona diga, y hoy ellos forman una parte dadora de vida de mi identidad.

Tyler Streckert se graduó de Wheaton Graduate School en 2015 con una maestría en historia. Ahora vive en Wisconsin.

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