Reconciliadora

Jeanne Bishop ha ayudado a miles de clientes a ser redimidos de los crímenes que han cometido. Ahora está ayudando a redimir al hombre que mató a su hermana.

Christianity Today June 1, 2015
Chris Strong

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

El 7 de abril de 1990, David Biro entró a la residencia de Nancy y Richard Langer, ubicada en un barrio residencial de Chicago, armado con un cortavidrios y un revólver. Cuando los Langert regresaron a casa esa noche, Biro, que en ese entonces tenía 16 años, estaba esperándolos. Él rechazó los intentos de la pareja de hacerlo cambiar de intención, que probablemente incluyó el ofrecerle dinero—la policía descubrió $500 en efectivo en el lugar del crimen. Biro le disparó a Richard en la cabeza y a Nancy, la cual estaba embarazada, le disparó tres veces. Él la dejó desangrarse en el sótano de la casa.

“Fue un Domingo de Ramos,” recuerda Jeanne Bishop, hermana de Nancy. Bishop se encontraba en el ensayo de coro en la Iglesia Fourth Presbyterian en Chicago. “La secretaria vino y me dijo, ‘Tienes una llamada telefónica.’”

“Yo dije, ‘¿Puedes tomar el mensaje?’”

“Ella dijo, ‘No, necesitas acompañarme.’”

Bishop inmediatamente pensó en su anciano padre. Pero fue su voz la que escuchó por teléfono: “Nancy y Richard han muerto.”

Por la mente de Bishop pasó la imagen de un camión aplastando al automóvil compacto de la pareja en la autopista.

“¿Qué quiere decir, han muerto?” dijo ella.

“Alguien los asesinó.”

Una semana después, Bishop se dio cuenta de los detalles de los últimos momentos de vida de su hermana menor. Nancy duró con vida como 10 minutos después que Biro le disparó en un codo, la espalda y el abdomen. Antes de morir, ella se arrastró junto al cuerpo de su esposo y usó su propia sangre para dibujar la letra T y un corazón—Te amo.

No hay división

Seis meses después de los asesinatos, la policía arrestó a Biro. Un estudiante sobresaliente en la Escuela Preparatoria New Trier en Winnetka, Illinois, Biro había sido internado una vez en un hospital psiquiátrico por tratar de envenenar a su familia. Él había presumido ante sus amigos sobre el asesinato de los Langert.

En 1991, poco después de que Biro fuera sentenciado a cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional, Bishop ya había decidido que necesitaba perdonarlo.

“Si usted se fija en los Evangelios, verá a Jesús vez tras vez diciendo ‘Tienen que perdonar porque ustedes han sido perdonados,’” dijo Bishop, quien es cristiana de ya mucho tiempo, citando la parábola del siervo malvado (Mat. 18:21-35).

Pero a causa de que Biro estaba bajo las rejas permanentemente, Bishop pensó que podría seguir adelante sin nunca informarle que lo había perdonado en su corazón. Ella pensó que nunca tendría que pronunciar su nombre en voz alta.

“Yo había puesto una pared que era conveniente para mí,” le dijo Bishop a CT. “Pensaba, ‘Puesto que no te has disculpado conmigo, eso me absuelve a mí de la responsabilidad de contactarte.’”

Entonces, en el 2012, Bishop leyó Forgiveness: Christian Reflection (El perdón: Reflexión cristiana). Contenía un artículo por J. Randall O’Brien, el presidente de la Universidad Carson-Newman, un plantel bautista en Tennessee. “Ningún cristiano está jamás en la posición de privilegio, donde él o ella esté exento de la responsabilidad de buscar la reconciliación, ya sea el agraviado o el malhechor,” escribió él.

Bishop no estuvo de acuerdo—tanto que puso cita con O’Brien para cuestionarlo. O’Brien le recordó que Jesús oró por sus propios asesinos cuando lo crucificaron.

“Sentí mi corazón—duro y rígido—partirse,” dijo Bishop. “Siempre hice una división entre el asesino de Nancy y yo. Él: un asesino malvado. Yo: un familiar inocente de las víctimas. La verdad era, que ante Dios no había división entre nosotros—ambos éramos imperfectos y pecadores.”

“¿No sería maravilloso,” le dijo O’Brien, “si Dios te usara para Él tener una relación con este hombre, si él un día se te uniera en el cielo?”

Después de esa reunión, Bishop comenzó a orar por Biro, pronunciando su nombre en voz alta por primera vez. En enero del 2013, ella hizo contacto con Biro a través de una carta, preguntándole si le podía visitar.

Una semana después, Biro—el cual nunca había confesado los asesinatos, mucho menos mostrar remordimiento—le contestó. En el transcurso de 15 páginas, él por primera vez confesó el crimen y aceptó su oferta de reunirse.

Perdonado

El día anterior de que Bishop hiciera por primera vez el viaje de 100 millas a la Correccional Pontiac, tomó café con un ancianito de 83 años que había estado haciendo el mismo viaje cada otra semana desde 1991. Nicholas Biro, el padre de David, le dio por escrito cómo llegar a la prisión, y también le dio información de un McDonald’s cercano por si ella quería tomar algo antes de entrar en la prisión. También le dio dos pesetas, explicándole que las necesitaría para el casillero en la prisión para guardar las llaves de su automóvil.

Cuando Bishop por primera vez se sentó enfrente de David Biro en la prisión, Bishop no encontró a la persona que esperaba. “Yo lo había convertido en un monstruo. Yo lo había mitificado como algo llamado asesino. Él es un hombre de 40 años.”

En su primera reunión, Biro no explicó cómo alguien criado en una familia amorosa, adinerada podía tomar un “revólver magnum y ponerlo atrás de la cabeza de un hombre adulto. Pero él sí admitió haber cometido los crímenes.” Él relató los detalles del 7 de abril de 1990, al hacerle Bishop preguntas.

Desde entonces, Bishop ha regresado a reunirse con Biro 15 veces. Antes de cada visita, ella ora durante el viaje para poder comunicarle que “para Dios, él es amado y valioso y que Dios tiene un propósito para su vida.”

“Entre más te conozco, más mal me siento por lo que hice,” Biro le dijo recientemente.

“Lo que yo antes le deseaba era que se pudriera en la prisión y sufriera, y eso lo haría arrepentirse,” dijo Bishop. “Pero lo que hizo que él se sintiera mal fue el experimentar el amor incondicional de Dios y el perdón de un familiar de las víctimas.”

Bishop cree que todos lo que han sido sentenciados de adolescentes, deberían en algún momento durante su encarcelamiento, tener la oportunidad de una revisión detallada. Pero es muy probable que Biro pase su vida en la prisión. Si bien la Corte Suprema dictaminó en 2012 que la sentencia juvenil de cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional es inconstitucional, el juez en el juicio de Biro le dio una sentencia de por vida discrecional, que todavía permanece constitucional. El gobernador le puede otorgar el perdón, pero eso es dudoso dado la severidad del crimen.

“Decirle a una persona que comete un crimen a la edad de16 o 17, ‘Nosotros sabemos que necesitas estar encerrado para siempre para nosotros estar a salvo,’ es contrario a lo que leemos cuando abrimos la Biblia,” dijo Bishop. “Allí, vemos historias de gente que han asesinado y han sido restaurados, comenzando con Moisés y David y más tarde Saulo, que llegó a ser el apóstol Pablo.”

Bishop no suavizó el asesinato de su hermana, cuñado, y su bebé no nacido. Ella le llama “horrible, monstruoso, y despiadado. En su nuevo libro, Change of Heart (Westminster John Knox Press), ella entra en detalle con respecto a lo que pasó. “Quiero que la gente entienda que no lo estoy perdonando porque lo que hizo no haya sido tan malo.”

De hecho, el confrontar la gravedad de la situación es lo que a Bishop le ha permitido hacer los largos viajes a Pontiac.

“No está bien lo que hiciste, pero no te voy a odiar. No voy a desear el mal sobre ti,” dijo Bishop. “Voy a desear lo contrario. Yo te voy a desear que seas redimido.”

Morgan Lee es editora residente de CT y reside en Chicago. Sígala en Twitter @Mepaynl.

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