Cuando se le preguntó al filósofo austriaco Ivan Illich sobre cuál era la manera más revolucionaria de cambiar una sociedad, él respondió lo siguiente:
“Ni las revoluciones ni las reformas pueden llegar a cambiar una sociedad, lo que debes hacer para lograrlo, es contar una nueva y poderosa historia, una que sea tan convincente que arrastre los viejos mitos y se convierta en la historia preferida por todos, una que sea tan incluyente, que reúna todos los trozos de nuestro pasado y nuestro presente en un todo completo; una que incluso, dé luz a nuestro futuro de manera que podamos dar el siguiente paso… Si quieres cambiar una sociedad, tienes que contarle una historia distinta”.
Junto con mi esposa y nuestros tres hijos, nos mudamos al Silicon Valley en 2011. Para el día en que nos mudamos, contaba con tres personas comprometidas con mi sueño y con apenas tres mil dólares en una cuenta bancaria de la iglesia. Nunca había sentido tanto miedo, o tanta emoción. Estábamos persiguiendo un sueño, fundar una iglesia que llevaría el evangelio a esa ciudad de una nueva manera. Fue un paso de fe. No había nada garantizado. Pero se sentía como la cosa correcta a hacer, como el siguiente capítulo en la historia que Dios estaba escribiendo para mi vida.
Creo que todos los que están leyendo esto comparten mi sueño, que a ti te importa ver un cambio profundo en las personas a tu alrededor. Para avanzar en mi búsqueda de amar y llegar a la gente de mi ciudad, enfoco mi energía en dos aspectos que he encontrado son de gran importancia:
Escuchar su historia personal
Compartirles acerca de la “Historia más Grandiosa”
Son dos grandes tareas. Escuchar y compartir.
Historias Grandiosas
Siempre he creído que mi vida es parte de una historia más grande. Ya sea que este yo atravesando una época de grandes emociones o sufrimientos, mi conexión con esa “Gran Historia” (o la conexión de la “Gran Historia” conmigo), es lo que ha dado sentido a los altos y bajos de mi vida. Ha sido en los momentos que he olvidado esa “Gran Historia”, que me he sentido más extraviado en la vida.
Cuando mi esposa y yo nos mudamos a nuestra nueva casa en el Sillicon Valley comenzamos a conocer a nuestros vecinos y a orar por ellos. Pero al parecer, nunca nos era posible hacer contacto con las personas que vivían cruzando la calle, pues ellos iban a su trabajo y regresaban entrando y saliendo velozmente de su cochera. Nunca ocurría una ocasión donde nos pudiéramos encontrar. Sin embargo, al poco tiempo me di cuenta de que cada semana tenía una oportunidad de 15 segundos para conocer a mi vecino: el momento en que él sacaba la basura a la calle el domingo por la noche.
Fue de esta manera que los domingos por la noche, en el instante en que escuchaba a mi vecino sacar su contenedor de basura para colocarlo en la acera; yo salía con velocidad de la casa “casualmente” para llevar mi contenedor. En cada ocasión de estas aprovechaba para saludar a mi vecino e intentaba hacer un poco de plática. Aprendí que su nombre era Kaywan y que era persa, pero llegué a pensar que le caía mal. Su nombre y su origen fue todo lo que pude saber inicialmente. Era un hombre de pocas palabras que inmediatamente se despedía para regresar a su casa.
El ritual de los domingos por la noche continúo. Poco a poco Kaywan comenzó a ser más abierto. Después de algunos meses, nuestros encuentros de 15 segundos se volvieron pláticas de 2 minutos, y después conversaciones de cinco minutos. Escuchar a Kaywan fue lo que me permitió reconstruir su historia. Descubrí que él era un hombre que buscaba incansablemente la verdad y que le gustaba hablar acerca de Dios.
Después de varios meses más, mi esposa y yo invitamos a Kaywan y a su esposa a visitar el grupo de estudio bíblico que se reúne cada miércoles por la noche en nuestra casa. Para nuestra sorpresa, ¡llegaron! Y aún más sorprendente, ¡siguieron llegando! Después ellos empezaron a asistir a nuestro servicio de adoración de los domingos. Yo seguí escuchándole y compartiéndole la historia que he creído, y le expliqué a Kaywan y a su esposa como Jesús es el único que ofrece el descanso, la paz y el propósito que todos buscamos. Les invite a conocer la única historia que es lo suficientemente grandiosa para hacer sentido de toda la belleza y el dolor que forman parte de sus historias. Entonces vino el momento. Dios me uso para llevar a mis vecinos a colocar su fe en Jesús, a bautizarlos, y a comenzar un proceso de discipularlos. Hoy no puedo imaginar la vida en nuestro vecindario o en la iglesia sin ellos.
Todo lo que necesité fue escuchar y compartir pacientemente una mejor historia que aquellas que Kaywan había oído antes.
Durante los últimos dos años, Dios me ha estado usando aún más que nunca para llevar a las personas a colocar su fe en Jesús y así experimentar una vida nueva en Él. Es impactante. Mi único “secreto” es que creo que Dios puede salvar la vida de cualquier persona, y trabajo duro en escuchar las historias de las personas y en compartirles una buena historia de mi parte.
Creo que nos presionamos mucho. Pensamos que para que las personas acepten a Cristo, debemos ser maestros en apologética, evangelistas con una personalidad magnética o poderosos predicadores. Pero las historias simples son las que mejor funcionan. En Sillicon Valley estoy descubriendo que Illich tenía razón.
“Si quieres cambiar una sociedad, tienes que contarle una historia distinta”.
Justin Buzzard es pastor de la Iglesia “Garden City” en el Silicon Valley y autor del libro The Big Story (Crossway, 2013).
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