Llamados a ser cristianos que no están de moda

Cuando no le tememos a nadie sino a Dios, estamos libres para servirle verdaderamente.

Christianity Today June 23, 2014
iStock

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Las vacas le dan la espalda al viento. Bueno, al menos todas la vacas que yo conozco. Lentamente, torpemente, eventualmente toda esa carne de res se acomodará paralelamente a la brisa.

La gente no es muy diferente. Nos alineamos cuidadosamente en manadas, confortados por el aliento caliente, de los demás, que sentimos en el cuello y las orejas. Luego resollamos y jadeamos y les soplamos a los distraídos que están volteados en la dirección equivocada.

¿Existe algo más convincente para nosotros que el profundo respiro sincronizado de la muchedumbre, especialmente cuando se combina con un levantar de cejas desdeñoso y un doblón de labios indignado. Este es el espíritu del tiempo, el zeitgeist, dentro y fuera de la iglesia, y te pondrá a juicio hasta que te conformes a él y te unas en comunión. Es ponerte en vergüenza porque no estás de moda, y te hará retorcer y que te dé la comezón de tú también darle la espalda al viento, de pararte igual que todas las otras vacas.

Los pioneros y los lanzadores de visión son los que empiezan el movimiento, motivados por el dinero, poder o beneficio personal, al igual que una búsqueda genuina de la santidad y la rectitud. Fijan su respirar, sus palabras, su comunicación, y su sentido de moda de acuerdo a eso.

Pero para el resto de nosotros, el mayor factor en nuestro proceso de tomar decisiones es simplemente conformidad. Damos la vuelta para seguir a la muchedumbre porque queremos que pare la incomodidad. Queremos que todos dejen de mirarnos así. Queremos sentir el viento de la opinión a nuestras espaldas.

¿Cómo fue que gente que en todo fueron inteligentes siguieron la corriente Nazi, la invasión de Polonia, la exterminación de los judíos? Podemos asumir quizás que eran malos, que les lavaron el cerebro, o un poco de las dos cosas, y en parte tenemos la razón. ¿Pero cuándo fue la última vez que eludió una respuesta debido al respirar caliente de aquellos a su derredor? ¿Cuándo fue la última vez que usted escogió sus palabras basándose más en la política de la situación que en la verdad?

El poder del zeitgeist ayudó a impulsar las agonías de la esclavitud basada en la raza, y el zeitgeist lo tiró en un baño de sangre. El zeitgeist nos dio el racismo institucionalizado, y cuando por fin se aplicó suficiente vergüenza, el zeitgeist lo eliminó (al menos oficialmente). El zeitgeist puso a los medas y los persas a orar a Darío, y echó a Daniel al foso de los leones (Dan. 6). El zeitgeist puede despertar el fervor por una guerra pagana; y puede colgar la cabeza cobardemente cuando se enfrenta a un verdadero reto.

El zeitgeist es un señor caprichoso, porque el zeitgeist somos nosotros.

Con razón una de las primeras cosas que tenía que hacer un profeta era ponerse en vergüenza. Juan el Bautista se vestía con cabello de camello y comía insectos. Isaías tuvo que caminar desnudo por años. Ezequiel tuvo que cocinar su comida sobre estiércol. Elías comió solo alimento que le trajeron los cuervos—asquerosos pájaros de carroña. Lo primero que le dijo Dios a Oseas fue que se casara con una prostituta.

Los profetas tienen que ser valientes, inmunes a las presiones de reyes o muchedumbres, alineados solamente con el aliento de Dios.

Estamos necesitados de profetas el día de hoy. Los cristianos están desparramados, pero el viento del mundo está fuerte y unificado.

La verdad y la gloria final pueden estar en las manos de nuestro Hacedor, pero las llaves de la vergüenza terrenal están en las manos de la muchedumbre. Los profetas deben estar inmunes a los azotes en Facebook y en Twitter. Deben enfrentarse sin ningún temor ante amigos, comités y estadios llenos de los sacerdotes de Baal. Los esfuerzos por avergonzar al profeta por no estar de moda no deben calarle. El mundo está ocupado poniendo presión sobre "asuntos sociales," y los cristianos están ocupados doblegándose a la derecha y a la izquierda, tratando de aceptar un fresquecito dogma cultural simplemente para ser aceptados.

Muchos de nosotros preferimos conformidad con la muchedumbre de hoy que representar exitosamente los amores y los odios de nuestro Padre. Pero su aliento mueve el mar del norte y sostiene las montañas. Sus palabras maduran campos de grano y a los bebés que todavía están en el caliente vientre maternal. Que se nos conceda correr sólo paralelamente a su brisa.

Todas nuestras posiciones—especialmente en controversia—deben fluir de una exégesis honesta, no del estado de ánimo en el café del barrio. Y todos podemos beneficiarnos de un poco de vergüenza. Cuando llegue la presión candente necesitamos estar inmunes. Si Dios lo desea, debemos estar dispuestos a vestirnos con cabellos de camello mientras cocinamos, en la fosa de los leones y sobre estiércol, langostas y migajas que tiran los cuervos después de habernos casado con una prostituta.

La vergüenza es fácil de encontrar. Lo único que tenemos que hacer es dejar de escondernos. Ya tenemos amigos que de verdad están muy fuera de moda. Moisés. Pablo. Cristo mismo. Disfrútelos. Deje que le caigan bien. En público. Ofenda al zeitgeist. Vuélvase inmune.

Cuando demos la vuelta, debemos hacerlo por la verdad, nunca por la muchedumbre—no cuando va corriendo a las carpas de avivamiento, ni tampoco cuando va corriendo a las guillotinas.

N. D. Wilson es un escritor reconocido, observador de hormigas, y un padre que es fácil de distraer con cinco hijos. Su último libro es Death by Living.

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