Nuestros hermosos, imperfectos antepasados Cristianos

Como sureña, tengo que luchar con el legado manchado de mis antepasados; como creyente, también tengo que hacer lo mismo.

Christianity Today October 13, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Soy tejana de séptima generación que tiene antepasados a lo largo de todo el sur. Cuando pienso en el sur, veo las manos de mi abuela, nudosas por la artritis—manos que recogieron y descascararon nueces nativas y amaestraron el rodillo de amasar. Me imagino los pies polvorientos de mi bisabuelo al caminar de Arkansas a la Costa del Golfo en busca de tierra barata, un muchacho estirando a una vaca lechera. Me imagino encinos perennes norteamericanos y pinos altos, la Isla Jekyll y las Montañas Blue Ridge, Walker Percy y Flannery O’Connor, bourbon y ocra frita.

También pienso en mis antepasados de Mississippi—cultivadores de algodón que tenían esclavos. Pienso en el cementerio donde mis padres serán sepultados, y que según el dicho popular, amos y esclavos están sepultados lado a lado. Pienso en Jesse Washington, un adolescente que en 1916 fue linchado a una hora de distancia de mi domicilio. Pienso en la segregación, Jim Crow, y la discriminación. Esto, también es parte de mi cultura y mi historia, aun es parte de mí, mi sangre, y mis parientes.

Ambos, el Norte y el Sur, practicaron la injusticia racial, pero en el Sur el legado es inevitable. Casi tan pronto tengan conocimiento suficiente para razonar, los niños anglosajones confrontan esta complejidad: los que fueron antes que nosotros que hicieron atrocidades también nos dieron la vida. Sus legados de bondad y maldad están entrelazados.

En el centro del amplio y antiguo debate sobre la Bandera Confederada en lugares públicos de EU existe una pregunta más profunda: ¿Cómo respondemos a la maldad en nuestra historia?

En vista de siglos de racismo sistemático, algunos sureños han respondido con algo como culto a los antepasados, una idolatría del pasado que nos hace apáticos y defensivos. La lealtad hacia los que fueron antes que nosotros es exaltada sobre el amar hacia los que se encuentran a nuestro alrededor.

Clarence Jordan, erudito y cofundador de Koinonia Farm Intentional Community en Americus, Georgia, censuró este culto falso. Una vez, después de que Jordan predicó sobre el ministerio de reconciliación racial, una anciana lo rechazó: “Quiero que sepas que mi abuelo peleó en la Guerra Civil, y yo nunca creeré una palabra que tú digas.” Jordan, que también es sureño, le contestó, “Muy bien, señora, supongo que usted debe decidir si seguir a su abuelito o a Jesús.”

Es una elección que todos confrontamos, de dondequiera que seamos, ya que todos heredamos legados culturales y familiares empañados por el pecado. Pero si el falso evangelio de algunos es dar culto a los antepasados, el evangelio falso de otros es “progreso.” Nosotros los urbanitas móviles podemos ridiculizar nuestra herencia del todo. Seguros en nuestro amplio criterio de superioridad, nosotros adoptamos un determinismo cultural que con suficiencia califica a todos con el lado “correcto” o “equívoco” de la historia.

Podríamos esperar evitar las complicaciones de una historia vergonzosa a través de ver a la iglesia como nuestra verdadera familia. Al final de todo, Jesús escandalizó a los israelitas al elevar la lealtad a la familia de Dios sobre nuestras familias biológicas. Él proclamó que nuestra familia verdadera se compone de los que obedecen a Dios—la comunidad de creyentes, la iglesia.

Sin embargo el aceptar a la iglesia no nos rescata de un legado dolorosamente contradictorio. Nos ubica en mero en medio de uno.

Presuntuosidad cronológica

Nuestra herencia cristiana incluye inmensa belleza, santidad, y gracia, además de inmensa violencia, fracaso, y pecado.

Las manos de los creyentes que fueron antes que nosotros han bendecido al pobre, construido catedrales y universidades, trabajado para abolir la esclavitud y asegurar la dignidad de la mujer, acogido a los niños abandonados y transmitido la fe de generación a generación en casi todas las culturas y lugares. Y también estas mismas manos tienen sangre en ellas. Están manchadas con la violencia de las Cruzadas, la tortura y la Inquisición, con los horrores del colonialismo, la esclavitud, el abuso de niños, y la persecución de minorías.

Cuando se confronta con el pecado en la iglesia, los cristianos pueden toparse con la forma de pensar incorrecta tanto de tradicionalistas como de progresistas.

Por un lado, somos tentados a retocar a los santos del pasado, glorificar la tradición de la iglesia, y añoramos un pasado místico, no adulterado. En su libro The Anglican Way, Thomas McKenzie dice que conoció a un sacerdote ortodoxo que fanfarroneó que bajo ninguna circunstancia su iglesia se modernizaría. Simpatizo con este punto de vista. Pero la iglesia no es infalible, ni tampoco puede permanecer detenida en el tiempo. Hay algunas ocasiones cuando, para poder ser más fiel a las Sagradas Escrituras, debemos arrepentirnos, reformarnos—aún modernizarnos—en nuestro pensamiento y adoración. Menospreciamos el evangelio cuando ocultamos las perversidades y debilidades de nuestros héroes y tradiciones. (Esta tentación no es exclusiva a los grupos litúrgicos; he conocido creyentes de la iglesia no litúrgica, a evangélicos, y creyentes reformados que idealizan a los líderes históricos y sus hechos con el mismo fervor como lo hacen sus hermanos de la iglesia que practican la liturgia.)

Por otro lado, somos tentados a descartar la tradición religiosa completamente, ocupándonos en lo que C.S. Lewis famosamente describió como “presuntuosidad cronológica.” Cuando mi esposo estaba sacando su doctorado, él enseñó un curso de historia de la iglesia a los estudiantes de divinidad. Un día después de su clase, mencionó que los estudiantes parecían estar desinteresados. “¿Por qué?” le pregunté. Para hacerlo corto, fue porque juzgaron a Juan Calvino un homófobo, a Agustín de Hipona un sexista, y a Arrio una voz marginada. Los estudiantes habían tomado sus inquietudes contemporáneas particulares—sobre la inclusión y la equidad—y las impusieron sobre todos lo que vivieron antes que ellos. Muy fácilmente podrían deconstruir, y rechazar, a casi todo líder en la historia de la iglesia.

Si bien podríamos debatir si sus precisas acusaciones eran exactas, no necesitamos debatir que el valor de la historia de la iglesia requiere una disposición de aprender de los pecadores. Por ejemplo, Agustín de Hipona, obispo en el quinto siglo en África del Norte y tal vez la persona teológica más importante del Occidente. Él ha formado indeleblemente nuestro entendimiento de la Trinidad, la salvación, y la gracia. Él amó profundamente a Dios y a la gente a su alrededor, escribiendo conmovedores homenajes a sus amigos y fomentando una generosidad radical hacia los pobres. Aun así, vio a las mujeres como inferiores al hombre, escribiendo que las mujeres como mujeres, en su personificación femenina, no llevan completamente la imagen de Dios, aunque participamos en la imagen de Dios en nuestra humanidad general. Después de su conversión, regresó a la madre de su hijo a su tierra natal, con el corazón roto, y sintiéndose rechazada.

Nosotros, los creyentes del siglo 21 podemos acusar a Agustín de misoginia. Sin embargo, dentro del contexto de su día, Agustín trataba a las mujeres con mayor dignidad que como lo hacían sus contemporáneos. Él enseñó que, en la Resurrección, las mujeres serán igual que los hombres ante Dios. Él trataba a las mujeres con respeto—a su madre y a un puñado de mujeres con las que tenía correspondencia teológica y pastoral. Y aunque él rechazó a la madre de su hijo, sufrió por hacerlo, lamentando que ella fue “arrancada de su lado,” dejándolo “herido y sangrando.”

El estatus de Agustín como gigante teológico no le excusa de su sexismo y misoginia en su época o la nuestra. Sin embargo sus puntos de vista sobre las mujeres no reducen sus contribuciones a la iglesia. Yo tengo una deuda inconcebible de gratitud hacia Agustín, principalmente por su enseñanza sobre el pecado y la gracia, sin la cual probablemente yo no sería cristiana.

Personas malas buenas/buenas malas

Parados en el arroyo cenagoso de la historia de la iglesia, recordamos que nosotros, también, estamos ciegos al mal que hay dentro de nosotros y a nuestro alrededor. En el tiempo de Agustín, la misoginia era el agua donde él nadaba, dondequiera e invisible. Lewis escribió que el antídoto para la presuntuosidad cronológica es darnos cuenta que nuestro momento presente tiene su propia miopía e ilusiones. Estas “son las que tienen más probabilidad de estar ocultas en esas suposiciones generalizadas que se encuentran tan arraigadas en el tiempo que nadie osa atacarlas o siente necesario defenderlas.”

Los pecados muy abrazados en nuestra época son los que tanto la derecha como la izquierda cultural toman como atributos; son invisibles e intrínsecos a nuestro estilo de vida. Nos es difícil suponer lo que puedan ser—así como misoginia era una categoría que Agustín no se podía haber imaginado. Sin embargo al escuchar voces fuera de la cultura occidental—voces de los países en desarrollo, por ejemplo—nos dan ideas sobre la maldad bien arraigada en nuestro medio: la idolatría del consumismo, del individualismo, y de la autonomía personal.

Martín Lutero—cuyo legado claramente tiene altibajos—declaró que todos nosotros, en Cristo, somos llamados correctamente santos y pecadores. Mi hija de cinco años pasó por una etapa donde todos eran una “persona buena” o “mala”—princesas y brujas, superhéroes y sus archienemigos, celebridades, amigos, aun extraños. Un día me preguntó, “¿Mamá, eres tú una persona buena o mala?” Le respondí con el evangelio: que Dios nos creó a su imagen; que hemos caído en pecado, idolatría, y egolatría; y que Jesús, a través de su vida, muerte, y resurrección, nos declaró justos y nos hace nuevas personas. Desde entonces, mi hija se refería a nuestra familia como “personas malas buenas/buenas malas.”

Este punto de vista sobre la humanidad, arraigado en el evangelio, es lo que nos permite ver directamente y arrepentirnos del mal en nuestra herencia eclesiástica y nacional. Y sin embargo, también nos permite reconocer que no tenemos otra opción sino aprender de las voces del pasado que son a la misma vez pecadoras y santas. El evangelio nos permite honestamente confrontar el mal en la historia de la iglesia, y a personificar las buenas nuevas que Dios usa aun a los pecadores—viles e imperfectos, confusos y en conflicto, personas malas buenas/buenas malas—para gloriarse a sí mismo.

El desafío de Clarence Jordan permanece:la manera de Jesús y la manera de nuestros abuelitos (y aun de líderes cristianos) serán, a veces, distintas. Y sin embargo, el seguir a Jesús nos permite estar agradecidos tanto por los antepasados de nuestra familia como de la iglesia. En sus legados contradictorios, no tan sólo percibimos nuestras propias imperfecciones, pero también percibimos aquello por lo cual Cristo murió y que redimirá.

A los cristianos ortodoxos hoy se les acusa cada vez más de estar en la “parte equívoca de la historia.” Sin duda, habrá mucho sobre nosotros digno de crítica. Pero no nos debemos inquietar sobre las opiniones imaginadas de nuestros descendientes. No podemos controlar, y no es nuestro trabajo suponer, cómo generaciones futuras a 100, 500, 1,000 años de hoy nos juzgarán.

Antes bien, nuestro llamado de siempre sigue siendo a ser fieles a las Sagradas Escrituras y al evangelio que hemos recibido, en nuestro propio lugar y momento en el tiempo. Nuestra esperanza mutua—la esperanza de las personas en el pasado, presente, y futuro—es que el Señor, la única verdadera “buena persona” y el Redentor de la historia, preservará a su iglesia, a través y a pesar de nosotros.

Tish Harrison Warren es sacerdote de la Iglesia Anglicana de Norte América y trabaja con InterVarsity Graduate and Faculty Ministries en la Universidad de Texas—Austin. Es autora de un próximo libro de InterVarsity Press. Vea TishHarrisonWarren.com.

Dejando el patriarcado en el pasado

Las Sagradas Escrituras afirman una autoridad masculina generalizada, dice John Stackhouse—sólo que no para siempre.

Christianity Today October 9, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

¿Cuáles son los roles apropiados que Dios ha ordenado para hombres y mujeres—dentro de la iglesia, la familia, el lugar de trabajo, y la sociedad en general? Al contestar estas preguntas, los evangélicos conservadores a menudo se identifican a sí mismos como “complementaristas” (hombres y mujeres tienen distintos roles complementarios), mientras que sus colegas se identifican a sí mismos como “igualitarios” (hombres y mujeres colaboran en cumplir la responsabilidades que se les han asignado por igual a ambos).

John G. Stackhouse, Jr., erudito evangélico y comentarista canadiense, trasciende estos alineamientos familiares en su nuevo libro. Como un autoproclamado “igualitario conservativo,” se separa de las feministas liberales que rechazan las Sagradas Escrituras porque promueven un patriarcado eterno. Pero él también encuentra falla con los igualitarios evangélicos que reinterpretan numerosos pasajes para decir algo distinto a lo que la iglesia históricamente ha creído que ellos dicen.

En su libro Partners in Christ: A Conservative Case for Egalitarianism (IVP Academic), Stackhouse admite que varios pasajes en el Nuevo Testamento fomentan un punto de vista extensamente complementario. Él afirma, sin embargo, que una vez que una cultura ha dejado atrás los orígenes patriarcales, estos pasajes ya no se necesitan obedecer.

El libro identifica una doble tradición en la Escritura con respecto a la esclavitud y el estatus de la mujer. En cada caso, existen pasajes que parecen que bendicen al status quo, mientras otras palabras y temas señalan en direcciones de liberación. Stackhouse resuelve la tensión a través de ver las afirmaciones del estatus quo como temporales—destinadas a ser sustituidas, con el tiempo, por el mensaje más grande de libertad.

Stackhouse reconoce que la mayoría de igualitarios encontrarán su posición muy conservadora. En las culturas musulmanes convencionales, por ejemplo, él disuade a los cristianos de pregonar los derechos de la mujer intensamente, por el bien de preservar oportunidades evangelísticas. Ni tampoco los “complementaristas blandos” encontrarán en Stackhouse un aliado confiable, ya que insiste que los “pasajes problemáticos” de Pablo y Pedro quieren decir lo que la gran mayoría de cristianos en la historia entendieron que significaban: restricciones significativas en los roles de liderazgo de la mujer dentro y fuera de la iglesia, y sumisión a la primacía varonil en el matrimonio.

Stackhouse también descarta el método estándar de feministas bíblicas, que apuntan a las razones históricas, culturales, y lingüísticas para no tomar estos pasajes como patriarcales en su ambientación original. Él pregunta, ¿Por qué Dios permitiría a la iglesia malentenderlos totalmente por tan largo tiempo?

Hoy, al menos en el Occidente, Stackhouse nos haría deshacernos de los métodos complementaristas por la posibilidad de que ellos impidan la propagación del evangelio. Las mujeres que están apropiadamente dotadas y capacitadas deberán asumir la responsabilidad y liderar. Stackhouse tiene un catálogo excelente de las razones por las cuales las mujeres a menudo no logran liderar, aun cuando los varones quieren que lo hagan. Los hombres, él admite, a menudo tienen la culpa, porque insisten en que las mujeres se adapten a los estilos de liderazgo masculinos.

El análisis de Stackhouse siempre recompensa una cuidadosa consideración. Pero los desacuerdos de seguro surgen. Los complementaristas fuertes sin duda se opondrán a que Stackhouse no logra demostrar que los pasajes claves del Nuevo Testamento deben dejarse a un lado cuando las sociedades aceptan nuevas normas de género. Los igualitarios posiblemente apuntarán a las veces cuando los cristianos iban a la delantera en los esfuerzos de emancipación. Ellos advertirán que si los creyentes esperan a que las sociedades progresen más allá del patriarcado antes de apoyar a los derechos de la mujer, la espera será intolerablemente larga.

Con algunas excepciones (él ocasionalmente cataloga las opiniones opuestas como “ridículas”), Stackhouse escribe con un espíritu respetuoso, humilde. Él no pretende tener la última palabra en los roles de género y las relaciones de varón—hembra. Su libro Partners in Christ estimula a los creyentes a adoptar la posición con el menor número de problemas, en vez de uno que ate todos los cabos sueltos. Tan importante como es analizar (y debatir) el punto de vista de la Biblia sobre los roles de género, nuestros desacuerdos no nos deben prevenir de unirnos para amar, servir, y avanzar el reino de Dios.

Craig L. Blomberg enseña Nuevo Testamento en el Seminario Denver.

Un bello escape

CT transciende el realismo amargo dentro y fuera de la iglesia.

Christianity Today September 24, 2015
Aaron Shearer / Flickr

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

La sinfonía representa para mí mi escape del bastante amargo realismo musical moderno que ocupa tan grande lugar en el pensamiento contemporáneo.

Leí la cita recientemente, del difunto compositor Howard Hanson, mientras escuchaba una actuación de su “Elegy in Memory of My Friend.” Me recordó a Beautiful Orthodoxy [Bella Ortodoxia]—término que sin duda han visto en esta revista.

Para resfrescar las memorias: Bella Ortodoxia, la razón del ministerio de Christianity Today, habla de la fe que forma a una comunidad anclada en el evangelio de Dios. Es expresada no con gritos de fariseo, sino en un lenguaje y con vidas que modelan el amor incondicional y la ensangrentada hermosura de nuestro Señor Jesucristo. Es contrario al “tipo amargo” de realismo que “ocupa tan grande lugar en el pensamiento contemporáneo” y en la acción.

Vivimos en un mundo enojado y confuso. El tono de nuestra retórica, a través de la mayoría de los medios de comunicación y aún detrás de puertas cerradas en algunas iglesias, es más coraje que redención, más deshonra que gracia.

¡Ustedes mismos lo han visto y oído! En nuestras páginas red donde el atacar a individuos y movimientos es algo natural; y en las redes sociales donde epítetos descarados dejan a las indefensas personas marcadas. Para hacer las cosas peor, la verdad de nuestras convicciones—la verdad de la Verdad de Dios—parece cada vez más desgastada por las herejías atractivas por un lado y por las feas ortodoxias por el otro. Finalmente, ambas opciones están destinadas a dejar sin esperanza a una mayor parte de la creación de Dios.

Un número menor de personas, incluyendo aquellos que crecieron en la iglesia, consideran el cristianismo bíblico una posible forma de ver la vida que causa que las personas y culturas florezcan. Pero en el desierto de nuestros tiempos, Dios todavía forma ríos que traen alegría a nuestros corazones. Y en un mundo bajo asalto por El Malo, Dios planta su iglesia, y dirige ministerios como CT, e inspira las causas como Bella Ortodoxia.

Creemos que cuando se vive fiel y valientemente, la Bella Ortodoxia puede, y audazmente demostrará a todos, que la Verdad resultará en libertad y prosperidad para la iglesia y todas las comunidades y culturas que la iglesia cruce. Y esas son las historias que queremos contarles más y más en los días venideros. En esta revista. En todas nuestras revistas. En todas nuestras páginas red. Estimular a los creyentes. Fortalecer a la iglesia de Cristo. Y claro, efectuar cambios en todas las comunidades en el nombre de Jesús. Y con eso, testificar sobre la credibilidad de la fe cristiana en una cultura escéptica.

Parafraseando al filósofo católico Charles Taylor: Queremos ayudar a los que se atreven a creer, a creer. Y podemos ayudar a los que creen, a vivir su vida más abundantemente.

O, citar a Jesús: “Yo he venido para que tengan vida eterna y la tengan en abundancia” (Juan 10:10, NVI). Una Bella Ortodoxia, ciertamente.

Cristiano, conozca a Confucio

Olvide las citas inventadas en internet. El antiguo filósofo chino tiene sabiduría importante para los seguidores de Cristo.

Christianity Today September 21, 2015
Shay Haas / Flickr

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Los evangélicos algunas veces sospechan de la filosofía oriental, viéndola como una importante cosmovisión rival del cristianismo. Greg Ten Elshof, catedrático de filosofía en la Universidad Biola, quiere contrarrestar esta mentalidad, por lo menos al tratarse del más prominente filósofo chino en la historia. En Confucio para los Cristianos: Lo que una visión del mundo chino antiguo puede enseñarnos acerca de la vida en Cristo (Confucius for Christians: What an Ancient Chinese Worldview Can Teach Us about Life in Christ [Eerdmans]),Ten Elshof examina cómo la tradición confuciana puede arrojar nueva luz a la teología cristiana y a las enseñanzas sobre la moralidad. Derek Rishmawy, pastor de estudiantes y adultos jóvenes en California, platicó con Ten Elshof sobre el libro.

¿Qué tipo de creencia es el Confucionismo? Y ¿Por qué los cristianos deberían poner atención?

Es cuestión de gran controversia académica si el confucionismo es una religión, como el islam, o una filosofía, como el estoicismo o el aristotelianismo. Ya sea religión o no, es una de las grandes tradiciones de sabiduría sobre los grandes interrogantes de la vida. Estudia el camino para el crecimiento en el contexto personal, interpersonal, y político, y el cómo situarse uno en el mundo. Ya que ha sido sumamente formativo por gran parte de la historia humana, amerita esmerada atención.

¿Qué distingue a Confucio de Aristóteles?

Las similitudes sobrepasan las diferencias. Ambos se interesaron en la formación de gente buena, no obstante ambos se opusieron a una lista categorizada de conducta correcta. De la persona buena, la conducta buena brota naturalmente. Confucio, sin embargo, es más claro en la distinción entre virtud y un “buen estilo de vida”. Aristóteles analiza algunas virtudes morales, no obstante Confucio visualiza una vida atractiva y expresa completamente las capacidades humanas, incluyendo virtudes morales.

Tú recalcas las percepciones confucianas que pueden perfeccionar la fidelidad cristiana. ¿Cuál es la más urgentemente pertinente para los cristianos del Occidente moderno?

En una palabra, es relacionalidad. El Occidente contemporáneo tiene esta idea común de la persona como una unidad autónoma, una entidad en sí misma: Nosotros creemos ser individuos independientes que podemos escoger entrar en relaciones para mejorar nuestras vidas.

Eso es extraño para la forma de pensar confuciana. El confucionismo recalca el significado de las relaciones para comprender quiénes somos, nuestro lugar en el mundo, lo que debemos hacer, y lo que se perfila como la buena vida. Si hay un lugar donde la tradición confuciana puede ayudar a corregir la mentalidad del Occidente contemporáneo, es aquí.

¿Cómo puede este énfasis en relaciones impactar la vida de la iglesia?

A menudo pensamos que la iglesia es una colección sencilla de individuos autónomos que se encuentran allí para ayudarse unos a otros a crecer en Cristo o a mejorar en la vida Cristiana. Pero no consideramos equivalente el pertenecer a una iglesia con el pertenecer a una familia, por lo menos como alguien en la cultura antigua del Medio Oriente hubiera entendido el vínculo familiar. Las personas en esa cultura no hubieran podido entenderse a sí mismos o su lugar en el mundo, aparte de sus familias.

Estamos agradecidos por nuestras familias, y no estaríamos aquí sin ellos, pero nos podemos imaginar vivir separados de ellos. De hecho, a menudo así lo escogemos hacer. La forma en que en el Occidente pensamos referente a la familia se deja ver en la forma en que pensamos con respecto a la iglesia. Cuando Jesús (y Pablo) llama a la iglesia a ser una familia, sin embargo, es un llamado a algo parecido a la relación integral, la percepción confuciana con respecto a la familia. Sin duda, obtienes un concepto muy distinto.

El énfasis confuciano sobre la relacionalidad también puede ayudarnos a mejor entender la dinámica de lo que enseña la Escritura sobre la vergüenza. Pensamos principalmente en términos de culpabilidad, que es casi por naturaleza individualista: Yo no puedo ser culpable por algo que tú hiciste. Sin embargo la categoría de vergüenza es relacional. Si estamos relacionalmente conectados, yo puedo sufrir vergüenza por algo que tú has hecho. La vergüenza ayuda a entender las dimensiones sociales de la Caída.

¿Hay algo particular acerca de Jesús que como resultado de leer a Confucio te ha ayudado a comprender mejor?

He adquirido un distinto punto de vista sobre las enseñanzas de Jesús: sus mandatos, por ejemplo, amar a nuestros enemigos. Antes de leer a Confucio, yo pensaba más o menos que el amar a nuestros enemigos era tratarlos exactamente igual que como tratarías a un amigo. Confucio me ayudó a ver que aunque debemos amar a nuestros enemigos, orar por ellos, buscar su crecimiento, el tratarlos igual que a nuestros amigos no sería sabio en algunas circunstancias. Puedes necesitar protegerte de los enemigos, o poner distancia, al mismo tiempo continuar amándolos y orar por ellos. Leo ese mandato (y otros) de Jesús con mayor distinción y menos rigidez que antes.

Todos necesitamos sanidad sexual

Aun los seguidores de Jesús son víctimas de las suposiciones de nuestra cultura sobre el sexo.

Christianity Today September 10, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Cuando se refiere a la sexualidad, existe un abismo cada vez mayor en la forma en que los cristianos piensan y la forma en que la gente secular piensa. Las perspectivas bíblicas y las culturales chocan, no sólo en quién y cuándo puede tener sexo, sino también en para qué es el sexo, lo que significa, lo que en esencia es. Claramente, eso crea desafíos para el trabajo de apologética y evangelismo. Pero también frustra los esfuerzos de discipulado y formación Cristiana.

Sencillamente a causa de vivir en el Occidente moderno, los seguidores de Jesús no pueden evitar absorber las suposiciones, prácticas e historias de una cultura centrada en la búsqueda de satisfacción de los deseos individuales. Como resultado, nuestros esfuerzos de pureza y restricción—promesas, anillos, pláticas anuales sobre el sexo, las campañas El Amor Verdadero Sabe Esperar—son como pelear contra tanques de guerra con rifles de postas. Necesitamos una visión del sexo más completa y convincente.

Eso argumenta Jonathan Grant, pastor anglicano en Nueva Zelanda, en su libro Divine Sex: A Compelling Vision for Christian Relationships in a Hypersexualized Age (Brazos) [Sexo divino: Una visión convincente para las relaciones Cristianas en una edad hipersexualizada]. Su punto principal es que las instrucciones, exhortaciones, y doctrinas son vitalmente importantes pero sólo llevan hasta cierto punto.

En su lugar, necesitamos reinterpretar totalmente nuestra narrativa popular de la liberación sexual, con todos sus implicados compromisos, deseos, y prácticas.

En la Parte I, Grant explica por qué el mundo moderno mira el sexo de la manera que lo hace: como expresión del yo personal, un hecho de libertad, una elección del consumidor, y una actividad fundamentalmente natural (en vez de una que transciende). Luego, en la Parte II, ofrece su respuesta: “una nueva dirección para la formación cristiana,” que requiere una nueva forma de pensar respecto al futuro, los deseos humanos, nuestra historia común, y prácticas cotidianas.

Cómo llegamos aquí

El libro Divine Sex está endeudado al idioma y método del filósofo Charles Taylor. Al igual que A Secular Age [Una edad secular]—el ejemplar narrativo de Taylor sobre el secularismo moderno—este libro está lleno de referencias a “liturgias seculares,” “prácticas sofocantes,” “encantamientos,” e “imaginarios sociales,” que reflejan el refrán de Taylor que los hábitos forman nuestra imaginación en una manera profunda. (James K. A. Smith, cuyo libro How (Not) to Be Secular [Cómo (no) ser tan secular] destila el trabajo de Taylor para el lector común, escribe el prólogo.)

Grant está en su mejor forma cuando provee una genealogía de la sexualidad moderna, explicando cómo llegamos aquí y por qué importa. Es debido a varios cambios filosóficos, científicos, y culturales, escribe él, que el sexo ha sido “separado del contexto social que tradicionalmente le había otorgado su significado esencial. El sexo ha sido redefinido como una entidad separada, autónoma en sí misma, un producto básico independiente que puede ser reclasificado bajo cualquier categoría.”

Esto ha ocurrido en cinco etapas, argumenta él: la separación del sexo de la procreación (a través de la anticoncepción), luego del matrimonio (con el aumento de la cohabitación), luego de la unión (como el sexo se vuelve temporal y recreativo), después de otra persona (a través del gran aumento de la pornografía en línea), y finalmente de nuestros propios cuerpos (a través de cuestionar las categorías de “varón” y “hembra”). A causa de hacer el sexo tan fácil e individualista, lo hemos degradado y de este modo le hemos quitado su poder. Tratamos de simplificarlo, pero terminamos reduciéndolo.

Grant ha leído inmensamente, conectando pensamientos contemporáneos sobre el sexo donde quiera que lo pueda encontrar. El libro mezcla el conocimiento de antropólogos, filósofos, sociólogos, eruditos de la Biblia, especialistas en ética, y neurocientíficos. Nosotros aprendemos, por ejemplo, por qué las diferencias entre la etapa de la infatuación y la etapa del compromiso de una relación son tan definidas que se miran en los encefalogramas. Vemos la información alineada para mostrar que el contraer nupcias más tarde, después de frecuente cohabitación, en realidad conduce a menos matrimonios satisfechos. Vemos las raíces históricas del “egocentrismo” en las relaciones sexuales, ya que incluso algunos pastores llegan a suponer que los matrimonios son privados, no públicos. Aunque esta avalancha de ideas, disciplinas, y estructuras pudiera resultar agotador, el estímulo que provee—principalmente en confirmar cómo la visión de la sexualidad del cristiano es confirmada por la investigación en numerosos campos—más que lo recompensa.

Al mismo tiempo, el libro Divine Sex está salpicado de viñetas poniendo una cara humana en las cosas más emocionantes. Algunas son historias de los ricos y famosos: el comentario de John Mayer que él a veces ve 300 mujeres desnudas antes de levantarse en la mañana, o la historia de Naomi Wolf acerca de un hombre joven que le pregunta, inexpresivo, “¿Misterio? No sé de qué estás hablando. El sexo no tiene ningún misterio.” Otros, sin embargo, vienen del campo pastoral. Grant escribe con una mezcla de preocupación y esperanza, trayendo humanidad y calor a un libro que pudo haberse sofocado con citas, estadísticas, y la jerga ocasional.

Realidades Difíciles

El libro Sexo Divino expertamente diagnostica el problema de nuestro “moderno imaginario sexual.” Pero ¿cómo podemos transformarlo en algo mejor? Aunque Grant ofrece conocimiento y recetas útiles, al final parecen un poco inadecuados. Sin duda, necesitamos escuchar el reino de Dios ser proclamado continuamente. Necesitamos que nuestros corazones se deleiten en Dios. Necesitamos discipulado de vida-a-vida a través de la iglesia. Necesitamos hábitos que formen nuestro carácter y visión, que a su vez son integrados a nuestra adoración semanal. Aún a pesar de proclamar dichos pasos como “una nueva dirección de formación cristiana,” Grant está esencialmente mencionando precisamente lo que las iglesias saludables han hecho por siglos.

Por supuesto, esto bien podría ser una virtud. Sin embargo la estructura y el lenguaje del libro guían al lector a esperar algo fresco, en vez de prácticas anticuadas presentadas en la terminología de Taylor. (Un buen ejemplo es el Capítulo 10, que insta a discipulado por mentores, pastores, y padres, pero lo hace en el lenguaje de “formación narrativa” y “comunidades documentadas.”) Además, los capítulos en la Parte II luchan por mostrar cómo estos componentes básicos de formación cristiana pueden ser desarrollados y mejorados en medio de las realidades de la vida moderna.

No está claro si Grant piensa que algo nos falta, y si es así, qué es. Puede ser que él sencillamente está llamando a las iglesias para que hagan estas cosas más consistente e intencionalmente—“mantén la calma y continúa,” como diríamos nosotros los ingleses. Si lo está, estoy de acuerdo. Al presentar todo esto como nuevo, sin embargo, él crea expectativas que no pueden ser realizadas completamente.

A pesar de estas pequeñas objeciones, el libro Divine Sex es un buen libro. De hecho, su contribución más significativa para la solución es posiblemente la excelente manera de encuadrar el problema. Al proveer un informe serio, completo, y convincente de la opinión de nuestra sociedad con respecto al sexo, Grant provee los recursos que necesitamos para desafiarlo, examinarlo, y finalmente subvertirlo. Después de todo, si nuestra visión de la sexualidad da lugar a un desfile de horribilidades—una cultura hipersexualizada, insatisfacción sexual, el desenfrenado uso de pornografía, matrimonios infelices, y hombres jóvenes que niegan, con cara seria, que el sexo tiene algún misterio—entonces ¿por qué hemos de mantener dicha visión?

Andrew Wilson es columnista de CT, anciano en la Iglesia King de Eastbourne, Inglaterra, y es candidato al Doctorado en Filosofía en Estudios del Nuevo Testamento en King’s College, Londres.

Mi grupo pequeño se parece a mí

Por qué algunas iglesias multiétnicas no requieren diversidad en las reuniones.

Christianity Today September 3, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

En cualquier domingo en la iglesia New Life Fellowship, fieles adoradores de más de 75 trasfondos étnicos se reúnen en los tres servicios de la iglesia en Queens, en la Ciudad de Nueva York. Pero durante la semana, un número creciente de ellos asiste a grupos pequeños divididos intencionalmente según el grupo étnico.

Las congregaciones como New Life enfrentan un desafío en lo que se refiere a grupos pequeños: lo que hace que los grupos pequeños prosperen—como intereses comunes, antecedentes, y cultura—a menudo van en contra del objetivo de la iglesia de establecer una comunidad multiétnica.

Algunos líderes en la iglesia creen que grupos homogéneos pequeños en realidad atraen diversidad. En la iglesia New Life, los compañerismos étnicos funcionan como “gran punto de entrada a una iglesia multiétnica,” dijo el pastor de grupos pequeños Phil Varghese, hijo de inmigrantes indios.

“Es un choque cultural para los recién llegados ver a muchos grupos étnicos reunirse,” dijo él. “Estamos desarrollando compañerismo étnicos de hispano parlantes, filipinos, asiáticos del sur, e indonesios.”

Esos grupos pueden hacer que los inmigrantes se sientan en casa. Sabiendo que pueden encontrar compañerismo entre semana en su propio idioma, muchos “padres de primera generación sacrificarán el no escuchar el sermón en español [el domingo por la mañana] porque a sus hijos les encanta lo que reciben en nuestra iglesia,” dijo Jorge Molina, nativo de El Salvador que pastorea grupos pequeños en la Iglesia Christ Fellowship de Miami.

En vez de grupos pequeños, su iglesia utiliza un programa de voluntarios cada semana para que sus 3,000 miembros interactúen con gente de otros trasfondos étnicos.

Otros líderes de la iglesia son escépticos de grupos monoculturales pequeños. Si los miembros no desarrollan amistades que cruzan las líneas culturales aparte del domingo por la mañana, argumentan ellos, la diversidad de la iglesia es superficial en el mejor de los casos.

En Bethel Cincinnati, una congregación aproximadamente compuesta de la mitad negra y la otra mitad blanca, los grupos pequeños son integrados y no los basan en la geografía. Como tales, son el lugar principal donde los miembros interactúan en posibles asuntos de polémica.

“Si no podemos entablar conversaciones sobre raza dentro de nuestro grupo pequeño, ¿qué esperanza tenemos de ser voz de sanidad para nuestra nación y para el mundo?” dijo el Pastor Brian Taylor.

Para crear el ambiente para estas conversaciones, sin embargo, las iglesias deben valorar la diversidad aun si es inconveniente, dijo Mark DeYmaz, presidente de Mosaix Global Network.

A causa de que muchas ciudades americanas y suburbios permanecen divididos por raza, las iglesias puede que “inconscientemente estén promoviendo segregación” en sus grupos pequeños al establecerlos por sectores, dijo él.

“En realidad, no importa las intenciones, “si las iglesias sencillamente adoptan grupos pequeños agrupados geográficamente, es fácil para las minorías tener la percepción que esto es otra forma para que los anglosajones estén cómodos,” dijo él. El énfasis en la proximidad también “alimenta la actitud de comodidad y conveniencia—precisamente las cosas que nos mantienen segregados.”

Los líderes de la Iglesia People de Cincinnati no requieren grupos pequeños con diversidad étnica, sin embargo sí experimentan. Para sus grupos pequeños de seis semanas bianuales, la iglesia le asigna a cada etnia representada en la iglesia un bolígrafo de distinto color.

“Usamos los Skittles (dulces de muchos colores) como nuestra analogía,” dijo Oneya Okuwobi, coautora del libro The Multi-ethic Christian Life Primer con DeYmaz y quien dirige la educación multicultural en la iglesia. “Esto ayuda a las personas a identificar al grupo que necesita mayor diversidad,” dijo ella. “Si la lista de su grupo no se parece a una bolsa de Skittles, entonces, usted debe apuntarse en otra lista.”

Finalmente, las iglesias multiétnicas—sin importar el método que usen para los grupos pequeños—buscan más que sólo diversidad geográfica.

De otra manera podrían terminar con grupos de diversas personas extrañas sentadas juntas los domingos en vez de ser una congregación que comparte la vida junta, dice Aaron Cho, pastor de grupos pequeños en la Iglesia Quest de Seattle e hijo de inmigrantes coreanos.

“Eso realmente no es lo que buscamos,” dijo él. “¿Cómo se ve el estar reconciliado? ¿Cómo se ve el esforzarse para tener relaciones y conexiones más profundas con los demás?”

Lamentaciones: Una botella para las lágrimas del mundo

Lo que uno de los libros de la Biblia más ignorados nos enseña sobre nuestros lamentos de dolor.

Christianity Today August 14, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Vivimos en un mundo con cantidades incalculables de dolor a causa de la guerra, el hambre, y la opresión. Sin embargo, nuestra adoración algunas veces deja poco espacio para las emociones de lamento. En The Message of Lamentations [El mensaje de Lamentaciones] (IVP Academic), Christopher J. H. Wright, erudito del Antiguo Testamento y director de ministerios internacionales para Langham Partnership International, introduce a los lectores a uno de los libros de la Biblia más dolorosos, más poéticos, y que más se han descuidado. El editor de CT Rob Moll entrevistó a Wright sobre el papel de Lamentaciones para poder entender—y protestar—el sufrimiento humano.

En primer lugar, Dios permite que el pueblo que sufre diga todo lo que quiere decir. Dios escucha, sin interrumpir para consolar o corregir. Segundo, los Profetas ya habían explicado que esto iba a pasar y por qué. Y tercero, aunque Dios no habla como un personaje dentro del libro, habla al incluir este libro en su Palabra, dentro del canon de las Sagradas Escrituras.

¿De qué manera es diferente Lamentaciones de Job o los Salmos?

El sufrimiento de Job es claramente inmerecido. En los Salmos, el sufrimiento en algunos casos es el resultado del pecado, en otros casos el resultado de la maldad de los enemigos, y en otros casos es simplemente inexplicable. Pero a pesar de que el sufrimiento de Jerusalén ocurrió a manos del malvado imperio Babilónico, se reconoce como el desenlace del juicio de Dios por la degradación moral, social, y espiritual. Lamentaciones acepta el castigo de Dios al mismo tiempo que retrocede (como con repugnancia) de su horrible severidad.

¿Qué nos ofrece Lamentaciones el día de hoy?

Hay personas que, en este mismo momento, están presenciando asesinatos, violaciones, pérdida de hogares y seres amados, y la destrucción de lugares sagrados. Para ellos, Lamentaciones describe la realidad. Podemos y debemos lamentarnos con ellos.

Lamentaciones, como lo dijera O’connor, provee una botella para las lágrimas del mundo. Clamamos a Dios por aquellos que sufren tan terriblemente de los efectos del pecado y de la maldad y de simple locura: en guerras, conflictos raciales, y todo tipo de injusticia y opresión. Lamentaciones eleva en sus manos a los ojos de Dios el horror puro de cómo se siente este sufrimiento, y aboga delante de él para que obre justamente, para que demuestre su fidelidad. El libro afirma en sus últimos versículos la soberanía de Dios—su trono todavía está en los cielos aunque la devastación de su templo esté ocurriendo en esta tierra.

¿Qué papel debe jugar un libro como Lamentaciones en nuestra adoración, en nuestras oraciones como comunidad, y en nuestros sermones?

La ausencia del lamento, al menos en muchas iglesias del Occidente, es una gran pérdida. En una forma muy callada hemos retocado grandes porciones de la Biblia dejándolas fuera de nuestra percepción. Entonamos cantos basados en los Salmos, pero frecuentemente dejamos a un lado las porciones que hablan del sufrimiento y la opresión. Ignoramos el hecho de que en los Salmos, “lamento,” o protesta, es la categoría más grande.

Una gran parte de nuestra adoración es con el fin de cubrir: pretendiendo sentir emociones que verdaderamente no sentimos, o ahogando las emociones que sí sentimos. Eso no es adoración. Simplemente nos deja teniendo que volver a cargar con esas emociones al salir del templo—sin haberlas traído a la presencia de Dios o sin habérselas lanzado en protesta interrogante (pero confiada). Pasar tiempo en lamentaciones nos ayuda a sondear las profundidades del lamento al igual que a escalar las alturas del gozo.

¿De qué manera ha informado su perspectiva sobre el Cristianismo global su lectura de Lamentaciones?

Tengo amigos y colaboradores en Langham Partnership en muchos países donde el pueblo de Dios está experimentando pobreza, persecución, o destrucción abierta. Sin embargo yo sé, porque ellos me lo dicen, que a pesar de esos horrores, ellos confían en Dios y lo ven obrando en maneras maravillosas.

Lamentaciones nos ayuda a enfrentar el sufrimiento del mundo y a llorar a causa de dicho sufrimiento, y a protestar porque existe. Pero Lamentaciones hace eso dentro de la gran narrativa de las Sagradas Escrituras, con su centro redentor en la cruz y resurrección de Cristo, y su clímax glorioso y lleno de esperanza en la nueva creación, donde todo el sufrimiento, el llanto, y la muerte ya no existirán más.

La educación puede edificar nuestra fe

Hemos sido llamados a amar al Señor con todo nuestro entendimiento, y la educación nos ayuda a hacerlo.

Christianity Today August 12, 2015
Foto por Shutterstock

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Como madre de dos hijas, la educación nunca está lejos de mi mente. Soy producto de la educación pública y privada. Mi madre les inculcó educación a mis hermanos en casa; y mi esposo y yo somos fundadores de una escuela particular subvencionada (charter school). No es un secreto que mi familia ama la educación, por las siguientes razones.

En Lucas 10:27 Jesús nos recuerda que somos llamados a amar al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro entendimiento. Cuando yo me encontraba en mis estudios de escuela superior, el Señor iluminó mi corazón para entender este versículo en una manera más profunda. Comprendí que amar a Dios con toda mi mente significaba que yo necesitaba acercarme a mis estudios con una actitud diferente—al tomar mis exámenes, al escuchar a mis profesores para recibir el mensaje dado por ellos, y al escribir mis reportes. Necesitaba percibir estas simples asignaciones con un propósito eterno. Estas asignaciones eran más que actividades; cada una de ellas era un llamado a adorar. Similar a como vemos el canto de adoración en un servicio de alabanza al Señor, yo empecé a ver mi educación como una oportunidad para amar a Dios con todo mi entendimiento. Mi experiencia por medio de mi educación puede ser expresada por mi amor a Él, por una verdadera adoración, y por una verdadera oportunidad para vivir diariamente Lucas 10:27. Como resultado, mi visión de equipar a la Iglesia para vivir este llamado empezó a tomar forma.

Conforme el Señor empezó a darle forma a mi visión de amarle con todo mi entendimiento, aparentemente el Señor realmente estaba elevando mis estándares de adoración hacia Él, no solo con una porción de mi entendimiento, si no con todo mi entendimiento. En la última década, estoy más consciente en como el cuerpo de Cristo está hambriento de poder hacer una conexión entre la fe y la educación.

Es tentador considerar la educación como un medio que se usa con el fin de conseguir algo, fragmentado de nuestra relación con Cristo, pero el Señor está elevando nuestros estándares como hizo en Isaías, “ Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria: porque vendrá el enemigo como río, mas el espíritu de Jehová levantará bandera contra él (59:19).” Como el cuerpo de Cristo, tenemos la oportunidad de explorar como nuestra fe en Jesús impacta nuestra relación en varios aspectos de nuestra educación. Amar al Señor con todo nuestro entendimiento será diferente para cada persona, pero es mi oración que cada uno de nosotros esté en una postura de rendimiento al Señor para ser usado por Él para su gloria.

Recientemente, empecé a servir como directora ejecutiva de la Coalición de Fe y Educación del NHCLC, que está formada para apoyar a Evangélicos Cristianos a una igualdad en la educación. Nosotros como el cuerpo de Cristo, estamos levantando los estándares para equipar a nuestros niños en la congregación y en nuestras comunidades para amar al Señor con todo su entendimiento (Lucas 10:27). Nosotros creemos y afirmamos que los padres tienen la libertad de escoger como educar a sus hijos, pero también entendemos que la Escritura nos llama a amar y bendecir a todos los niños de nuestra comunidad. Estoy muy emocionada en ofrecer recursos creados por la Coalición de Fe y Educación del NHCLC a los padres, pastores, y líderes de las iglesias. Usaré esta columna como un medio para compartir estos recursos así como también ideas y consejos prácticos sobre la intersección de la fe y la educación. Que la eternidad sienta el impacto del Cuerpo de Cristo comprometido a amar al Señor con todo nuestro entendimiento.

Estos son los dos recursos disponibles hoy:

Membresía en la Coalición de Fe y Educación: Cualquiera puede unirse o ser parte de la coalición y recibir consejos sobre como preparar estudiantes para asistir a la universidad—información acerca de oportunidades de becas, ideas de como contactar sus comunidades locales, y recursos gratuitos para padres y miembros de las iglesias. Aprenda más y regístrese en www.FaithandEducation.com

Domingo de Educación, 6 de Septiembre del 2015: Miles de iglesias hispanas alrededor del país usan el primer Domingo de Septiembre para enfocar a sus miembros en el valor de amar al Señor con todo su entendimiento. Hay muchas opciones creativas para enfocar la educación en nuestra iglesia. Usted encontrará ideas y recursos en www.FaithandEducation.com. Regístrese hoy para ayudar a estudiantes a enfocarse al llamado de Jesús de amar al Señor con todo su entendimiento (Lucas 10:27).

Hudson Taylor y el poder de la mansedumbre

Cómo el misionero a la China respondió cuando sus misioneros fueron asesinados.

Christianity Today August 5, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Había una vez en una tierra lejana, un niño de 4 años que se convirtió en emperador. Al principio su tía le ayudó a reinar, pero al cumplir los 18 años, él asumió el control, y quería cambiar muchas cosas. Imitando a otros países, fundó una universidad. Él simplificó las nóminas del gobierno para eliminar los trabajos fáciles. Ansiaba tener un parlamento, y aun decretó un edicto para proteger a los ciudadanos cristianos. Pero el emperador no vivió feliz para siempre. Su tía y su pandilla no querían tanto cambio.

Ellos tramaron un golpe de estado y regresaron al poder.

Ahora vino una sequía enorme, y la gente comenzó a tener hambre. Su tía culpó a los extranjeros que habían ayudado al joven emperador. Los dioses de sus antepasados estaban negando la lluvia, dijo ella, hasta que todos los extranjeros y todos los que seguían religiones extrañas fueran desterrados.

Un grupo de campesinos entrenados en kung fu también culpaban a los extranjeros por sus problemas. Estos campesinos imploraron a los dioses que los poseyeran y los hicieran invulnerables a las balas de los extranjeros. La tía del emperador decretó que si ellos atacaban y mataban a los extranjeros, ella se haría la distraída. Y así destruyeron las vías férreas y las líneas telegráficas que habían sido construidas por extranjeros y asesinaron a cuanto extranjero y cristiano pudieron.

Los países de donde los extranjeros habían venido estaban enojados. Ellos mandaron sus fuerzas armadas para restaurar el orden. Demandaron indemnización por la propiedad y la gente que perdieron. La tía del emperador tuvo que escaparse y esconderse. La xenofobia—odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros—resultó ser una mala estrategia política.

Al final del siglo 19, ocho naciones tenían un número considerable de empresarios y diplomáticos en la China. Sus vías férreas y líneas telegráficas modernas habían incrementado mucho la enorme comunicación interna del país. Sus misioneros, educadores, y obreros de salubridad habían servido a la gente china por siglos. Muchos chinos se habían convertido al cristianismo.

El Levantamiento de los Bóxers (1899–1901) fue un atentado para purgar al gobierno de la influencia foránea. Los Bóxers, o miembros de la Sociedad de los Puños Enhiestos, literalmente de los Puños Justos, sitiaron por 55 días el barrio de los extranjeros en Beijing. Un gobernador provincial masacró 44 misioneros protestantes—hombres, mujeres, y niños—después de inducirlos a su capital bajo promesas de seguridad. El número final de víctimas: 136 misioneros protestantes y 53 niños; 2,000 protestantes chinos; mucho más de 200 cristianos rusos ortodoxos; 30,000 chinos católicos.

Siguieron repercusiones drásticas. Alrededor de 20,000 soldados invadieron a la China y aplastaron la rebelión. Muchos extranjeros—principalmente soldados y empresarios, pero también algunos misioneros—participaron en saquear. Los gobiernos, compañías, y agencias misioneras que perdieron gente y propiedad exigieron indemnizaciones enormes. Sus exigencias pusieron a una dinastía ya inestable en peor condición y crearon más resentimientos.

Hudson Taylor, fundador de China Inland Mission (CIM), se mantuvo separado. CIM perdió más gente que ninguna otra agencia: 58 adultos y 21 niños. Aun así, Taylor rechazó cualquier indemnización por las pérdidas del grupo para así mostrar la “humildad y mansedumbre de Cristo.” Esto impresionó a los chinos. Pero los periodistas americanos se enfocaron en los extranjeros occidentales codiciosos. En la mente del pueblo, las misiones cristianas y el imperialismo occidental se entrelazaron firmemente.

Cincuenta años después, los líderes chinos cristianos todavía estaban viviendo con las consecuencias del Levantamiento Bóxer y ondas interferentes de nacionalismo chino. Después de la revolución comunista, muchos cortaron las ligaduras con las iglesias occidentales, prometiendo que las iglesias chinas serían antiimperialistas, antifeudales, y anticapitalistas. Desafortunadamente, esas promesas favorecieron la xenofobia de sus jefes políticos.

Hoy en día, los líderes de la China han decidido formar parte de la economía mundial, y la iglesia china oficialmente reconocida ya no se deja llevar por la xenofobia. Los descendientes de esos líderes de la iglesia china de mediados del siglo aprecian las contribuciones de los misioneros. Ellos reconocen que la solidez de la iglesia en gran parte se debe a la dedicación de aquellos que dieron sus vidas en 1900 y los muchos otros que sirvieron después de ellos—incluyendo al cofundador de Christianity Today, L. Nelson Bell.

El odio a los extranjeros, sin embargo, ha resurgido alrededor del mundo. La xenofobia fue mala política en la China del siglo 19, y es mala política hoy. La retribución fue mala religión entonces, y es mala religión hoy. ¿Cómo hubiera cambiado la historia de la China si todos los misioneros cristianos hubieran respondido tan gentilmente como lo hizo Hudson Taylor?

David Neff es el anterior editor de Christianity Today.

Mi propio progreso del peregrino

Convocado por Dios, aprendí a seguirlo en confianza y vulnerabilidad, incluso cuando me sentí desplazado.

Christianity Today August 3, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Mientras conducía hacia el sur por la interestatal 65 un día caliente de verano, rumbo a Birmingham, no estaba seguro de lo que había al final de mi viaje de 376 millas. Había pasado diez años maravillosos en Louisville, Kentucky, enseñando en un seminario bautista donde tuve maravillosos estudiantes y colegas. Me encantó lo que hice y mi intención era permanecer allí hasta morir. Pero, una agitación interior profunda—la promoción inesperada de Dios, yo creía—me había puesto en este viaje a un futuro aún desconocido para mí.

Una de las grandes metáforas de la vida con Dios es la de un viaje. El viaje de Egipto a la Tierra Prometida. El viaje de Babilonia a Jerusalén. El viaje de los hombres sabios a Belén. Este tema resuena no solo a lo largo de las Sagradas Escritura sino también en toda la tradición cristiana. Por ejemplo, una de las palabras favoritas de Agustín de Hipona era peregrinatio, el latín para “peregrino,” que aparece casi 100 veces en su obra clásica La ciudad de Dios.

Dentro de la tradición evangélica, podríamos resonar más hondamente con la alegoría de John Bunyan, El progreso del peregrino, donde un personaje llamado Cristiano deja su ciudad natal, se despide de su familia y amigos, y viaja a un lugar donde nunca ha estado. En el camino, cristiano se enfrenta a peligros y demonios de la oscuridad. Pero él sigue caminando hasta que por fin llega a esa ciudad "con fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios," que puede vislumbrarse pero nunca ocuparse sino hasta que la persona cruza el río de la muerte.

Mi propio viaje empezó en Chattanooga, Tennessee, en 1950. Mi padre era un alcohólico y murió en prisión cuando yo tenía 12 años de edad. Mi madre sufrió de la polio y batallaba para cuidar de mi hermana menor, Lynda y de mí. Por algunos años, Lynda vivió en una casa-hogar para niños, de ministerio cristiano, mientras que yo fui dado al cuidado de dos tías abuelas. Vivimos en una sección de la ciudad llamada “El medio acre del infierno.”

En los años 1950s, antes de la era de los derechos civiles, nuestro barrio ya estaba integrado, ya que los blancos y negros estaban simplemente demasiado pobres para vivir en otra parte. Yo sé lo que es ir a la cama con hambre e ir a la escuela vistiendo ropa harapienta.

Cada domingo, mis tías abuelas me llevaban a una pequeña iglesia bautista cerca del hogar. La adoración era expresiva, las oraciones fervientes, y el amor palpable. Allí aprendí Juan 3:16 y el coro “Cristo me ama, bien lo sé, su Palabra me hace ver.” La escuela dominical era una gran cosa, lo mismo que la predicación. En esa iglesia, me conecté por primera vez con una de las grandes historias de viaje de la biblia: el peregrinar de Abraham y Sara desde el viejo hogar hasta el nuevo, de un país viejo a uno diferente (Hebreos 11:8-16).

A nuestro pastor, el hermano Ollie Linkous, le encantaba predicar de Hebreos 11. Él podría decir las historias de los grandes héroes de la fe mencionados en ese capítulo: Abel, Noé, Jacob, Moisés, Rajab, Gedeón, David, Samuel, y todos los demás. Pero Abraham y Sara causaron una impresión especial en mí.

Con la Palabra de Dios—especialmente la historia de Abraham y Sara—habitando en mi corazón mientras crecía, mi mente empezó a llenarse con preguntas que le preocupaban a muchos jóvenes cristianos: ¿Cómo discierno la voluntad de Dios cuando enfrento una decisión importante en la vida? ¿Debo ir a esta escuela o aquella otra? ¿Me casaré con esta persona, o con alguien más, o permaneceré soltero? ¿Es este el trabajo apropiado para mí?

Algunos creyentes dicen que no debes preocuparte de tratar de discernir la voluntad de Dios. “Dios te dio una mente sana,” dicen ellos, “así que úsala y seguramente harás una decisión sabia.” Pero esa respuesta nunca me satisfizo. El Dios en ese escenario suena como el Dios distante del deísmo—distante del mundo y sin que sus manos lo toquen—más que el intrusivo Dios de la Biblia que interrumpe nuestras vidas.

Como cristiano joven, se me dio buen consejo sobre la dirección divina. “Busca consejo de amigos sabios y santos,” me dijeron. “pasa tiempo en oración y clama la promesa de Santiago 1:5 “si alguno de ustedes tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” Y “sumérgete en las Sagradas Escrituras, porque la Palabra de Dios es ‘lámpara a mis pies, y lumbrera en mi camino.’” (Salmo 119:105).

He tratado de seguir estos consejos cuando enfrento situaciones difíciles. Y en dos ocasiones distintas, meditar intensamente sobre Hebreos 11:8-16, me ha ayudado en el proceso de tomar decisiones, formando mi vida significativamente.

De la certeza a la confianza

La primera situación ocurrió cuando batallaba para decidir a cuál seminario asistir. Como un muchacho predicador teñido en la lana bautista del sur, todos asumían que yo pudiera escoger uno de los seis seminarios de la denominación. Mi esposa, Denise, y yo visitamos uno y conocimos algunos de los profesores. Pero después de un proceso largo de discernimiento, decidimos cambiarnos a Boston, donde podía asistir a la escuela de divinidades de Harvard.

Innumerables personas me preguntaban, “¿Por qué vas a la liberal Harvard?” Denise y yo sentimos que Dios estaba guiándonos allí, pero no teníamos una verificación infalible por adelantado. La decisión fue difícil. Algunos amigos pensaron que probablemente perdería mi fe si estudiaba en tal escuela. (Esto había pasado a otros, así que su preocupación era legítima.) Otros previnieron que perderíamos toda oportunidad de ministerio por dejar nuestro capullo acogedor denominacional. En este contexto, Hebreos 11:8-16 se pegó en mi mente y mi corazón.

Mientras leía este texto a la luz de la narrativa de génesis (11-25), se hizo evidente que el viaje de Abraham y Sara se hizo en respuesta a un llamamiento: “Por la fe Abraham, al ser llamado, obedeció, saliendo para un lugar” (Hebreos 11:8 NBLH). No se nos dice exactamente como ese llamado vino a Abraham y Sara. Si fue como la zarza de Moisés, brillando con fuego sobrenatural, o como la visión psicodélica de Ezequiel, si susurró una voz a lo largo de un sendero de la montaña, o alguien pronunció sus nombres en el medio de la noche—no lo sabemos. Pero una cosa es segura: el llamado tuvo su origen fuera de ellos. Abraham y Sara no tomaron un examen de personalidad o de dones espirituales y luego decidieron convertirse en peregrinos. Ellos fueron convocados, y ellos lo supieron. También, nosotros, supimos que fuimos convocados.

Pero el viaje, siempre involucra desplazamiento—y usualmente incertidumbre. Me llamó la atención el número de negativas en este pasaje. “y salió sin saber adónde iba (v. 8 NBLH, énfasis mío). Cuando ellos murieron, no habían recibido lo que se les había prometido (v. 13). Vieron la ciudad celestial a la distancia, desde lejos, y por esa razón ellos reconocieron “que eran extranjeros y peregrinos (expatriados) sobre la tierra” (v. 13, NBLH). Sin saber, sin tener, sin recibir, sin poseer. El gran teólogo John Calvin una vez escribió, “no podemos imaginarnos ninguna certeza que no esté teñida de dudas, ni ninguna garantía que no sea asaltada por algo de ansiedad.”

Hay momentos que los seguidores de Cristo quieren cantar con todo el gusto del alma aquel maravilloso himno de Fanny Crosby: “bendita seguridad, Jesús es mío / ¡un anticipo de la gloria divina!” Pero otras veces, el gran himno de John Henry Newman es más apropiado: “guíame, dulce luz, en medio de la penumbra que me rodea, guíame hacia adelante. / La noche es obscura, y lejos de casa estoy; guíame hacia adelante.” Estoy seguro que ese fue el caso de Sara y Abraham. Eso fue lo que pasó ciertamente conmigo y Denise. Dos aspectos de su viaje parecían augurar nuestra propia peregrinación de fe.

El camino de la vulnerabilidad

Primero, su viaje fue un viaje de la certeza a la confianza. En Ur de los caldeos, Abraham y Sara fueron personas de substancia. Considere el número de animales y sirvientes que tenían. Ellos sabían quiénes eran y su lugar en la sociedad. Su sentido de identidad estaba formado, sin duda, por las riquezas, estatus, y privilegios adquiridos a lo largo de generaciones. Pero en el viaje, ellos no podían contar más con tales certidumbres. El peligro del camino requería la disciplina de confiar. Confiar—un tema principal en las Sagradas Escrituras—aparece 134 veces en la Biblia (version en inglés KJV) y básicamente significa “apoyarse en” o “aferrarse a.”

Abraham y Sara también hicieron un viaje de la seguridad a la vulnerabilidad. Ellos se convirtieron en nómadas. Como los Beduinos que todavía viven en el Medio Oriente, fueron habitantes de carpas, mudándose de un lugar a otro, sin ciudad amurallada para mantenerlos a salvo de los merodeadores que buscaban presa fácil.

Durante los siete años que Denise y yo pasamos en Boston—mil millas de distancia de nuestra casa y nuestra familia—aprendimos sobre la confianza y la vulnerabilidad de manera difícil. Nunca olvidaré aquel sentimiento de vacío en mi estómago cuando salí de clases un día para descubrir que habían robado mi carro. Nuestra casa y el edificio de la iglesia adyacente fueron allanadas en cinco ocasiones distintas, los pocos objetos de valor robados. Y la diferencia cultural era enorme: ¡imagínate tratar de encontrar atole de maíz sureño (grits) en una tienda de comestibles de Boston!

En Hebreos, el rol de honor de la fe empieza con Abel (11:4) y concluye con Jesucristo (12:2). Como Abraham y Sara, Jesús también fue un extranjero. Juan 1:14 describe la encarnación de esta manera: “El Verbo (La Palabra) se hizo carne, y habitó [literalmente tiró su tienda] entre nosotros, (NBLH). Aunque Jesús encontró respiro en la casa de sus amigos María, Marta, y Lázaro, su ministerio tomó lugar en el camino. Su vida fue una vida itinerante. Jesús dijo de sí mismo, "Las zorras tienen madrigueras (cuevas) y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza." (Mateo 8:20 NBLH). Al final de su vida, se encontró a sí mismo, como Dietrich Bonhoeffer lo puso, “desplazado del mundo y en una cruz.” Para seguir la vía de peregrinación de Jesús, para tomar nuestra propia cruz diariamente, debemos caminar en su camino de confianza y vulnerabilidad.

Convocado en un cementerio

Después de completar mis estudios en Harvard, me uní a la facultad del Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville. Nuestro tiempo allí fue de lo mejor en nuestras vidas. Amé enseñar y tuve cientos de maravillosos estudiantes. La carrera de escritor de Denise empezó a florecer. Y uno de nuestros beneficios de enseñar en el seminario era el privilegio de ser enterrados en el cercano cementerio Cave Hill. Amaba caminar a través del cementerio y a veces llevé a mis estudiantes en esos “viajes de campo” para estar cerca de los lugares de reposo de los fundadores del seminario y otros santos. Incluso elegí el lugar donde esperaba ser enterrado.

Y luego, un día, recibo una inesperada llamada del presidente de la universidad de Samford, Tom Corts. Él me dijo, “estamos pensando acerca de abrir una nueva escuela de divinidades aquí en Alabama, y queremos hablar contigo sobre ser el decano fundador.” Quedé perplejo. Yo nunca había sido un decano, y nunca había buscado ser uno. Yo era un erudito y un maestro. La administración del seminario era la última cosa que yo, o las personas cercanas a mí, pensarían que iba a hacer. Pero Corts fue persuasivo, Y estuve de acuerdo con tener una entrevista. Conocí al benefactor de la escuela, Ralph Waldo Beeson, y quedé impresionado con su visión sobre la educación teológica.

Frente a la decisión, consulté a amigos, y otra vez tuve una mezcla de consejos. Oré y decidí tomar un día entero en el Cave Hill. Caminé entre las lápidas que había llegado a conocer tan bien. Algunas de ellas eran elaborados monumentos que recordaban a aquellos que habían hecho obras atrevidas de fe. Pero una de mis lápidas favoritas era la del gran erudito del Nuevo Testamento A. T. Robertson. La suya tenía un solo verso escrito: “para mí, el vivir es Cristo y el morir ganancia” (Filipenses 1:21). Hebreos 11:4 dice de Abel que “por la fe, estando muerto, todavía habla” (NBLH). Había una especie de comunión de los santos en el cementerio aquel día, y supe que había venido allí por una cita especial.

Desde temprano en la mañana hasta la puesta del sol, caminé, oré, y leí pasajes de la Biblia una y otra vez. El primero fue el Salmos 119. En estrofas repetitivas, como las olas rompiendo contra la costa, el salmista exalta la Palabra de Dios. Este salmo es un himno a los justos juicios del Señor, a sus testimonios, estatutos, preceptos, promesas y mandamientos. La Ley de Dios, se nos dice, es una expresión de su inquebrantable amor y fidelidad. Ese día en el cementerio, mi sentido de vocación fue confirmada a medida que permití que este salmo me formara.

También leí y recité una vez más la historia de Abraham y Sara. Cuando ellos fueron llamados por Dios, obedecieron, sin saber a dónde iban, sin haber recibido las cosas prometidas, pero viendo desde lejos y confiando que Dios podía dirigirlos al fin a esa ciudad con fundaciones cuyo constructor y hacedor es Dios (Hebreos 11:10).

Mientras conducía de Louisville a Birmingham para empezar el trabajo de la escuela de divinidades en Beeson, el primero de enero de 1988, no podía decir que estaba libre de punzadas de duda. Pero estaba seguro de dos realidades: que la Palabra de Dios permanecería para siempre, porque sus promesas no pueden fallar, y que yo una vez había sido convocado por el mismo Dios que llamó a Abraham y a Sara para levantar las estacas de su tienda y salir a lo desconocido.

Más de 25 años después, aquellas convicciones todavía me sostienen.

Timothy George es el decano fundador de la escuela de divinidades Beeson de la universidad de Samford y el editor general de Reformation Commentary on Scripture (IVP academic).

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