Cuando Dios escribe la historia de tu vida

A pesar de que crecí muy lejos de una fe Cristiana, Dios se me reveló a través de libros para niños.

Christianity Today December 31, 2015
Jeff Singer

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Crecí en un hogar hindú, donde mi papá le enseñó a sus hijos que Dios era un espíritu divino de amor. El trabajo de ingeniero de mi padre nos llevó de puerto en puerto, de tal manera que para cuando tenía 11 años de edad, ya habíamos vivido en India, Inglaterra, Ghana, Camerún, México, y los Estados Unidos. No importa dónde viviéramos, mi papá nos dirigía en una práctica diaria de gratitud a Dios.

Creí en este buen Dios hasta que llegué a mis años de preparatoria, cuando un amigo murió durante un accidente automovilístico causado por un chofer ebrio. La muerte de Clayton me abrió los ojos a un mundo de sufrimiento. ¿Qué tipo de Dios permitiría esto, y luego, de acuerdo al hinduismo, nos reencarnaría a un mundo de sufrimiento? Lloré a mi amigo e hice mis preguntas—y a Dios—a un lado por el resto de la preparatoria.

La universidad, sin embargo, me embarcó en diferentes filosofías y religiones. Mi primer tarea en mi curso de humanidades fue leer el libro de Génesis. Estaba entusiasmada por leer el Libro Santo Cristiano por primera vez, especialmente porque los pocos cristianos que vivían en mi dormitorio parecían ser personas inteligentes y cariñosas.

Pero la lectura de la Biblia me dejó rascándome la cabeza: gente desnuda, árboles de fruta, una serpiente, y un Dios que hablaba, se paseaba por un huerto, y parecía ser tan apasionado como los humanos que había creado. ¿Creían deveras mis amigos estas cosas? La librería universitaria ofrecía reembolsos dentro de los primeros diez días de la compra del libro. Regresé la Biblia, segura de que nunca más la volvería a abrir.

De lo que no me di cuenta es de que por años yo me había estado preparando para leerla. No importaba dónde viviera nuestra familia, mi papá se aseguraba que yo tenía acceso a bibliotecas públicas. Mirando atrás, la mayor parte de la ficción que me encantaba había sido escrita por autores que habían sido profundamente informados por el Cristianismo. Louisa May Alcott entretejió El progreso del peregrino en su libro Mujercitas. El libro Heidi de Johanna Spyri describe el perdón de Dios a través de la parábola del Hijo Pródigo. En El jardín secreto, Frances Hodgson Burnett quizás inconscientemente proveyó un destello metafórico de la Trinidad—Padre (Susan Sowerby), Hijo (Dickon), y Espíritu Santo (el petirrojo). Y por supuesto, el Aslan de C.S. Lewis saltaba en mi mente y en mi corazón. Por años, estas madres y padres espirituales me habían estado enseñando sobre la Biblia. Simplemente, yo no me había dado cuenta.

‘Tienes que escoger’

Durante el semestre de invierno de mi penúltimo año universitario, decidí estudiar en Viena, Austria. Pero mientras los otros estudiantes en el programa se empezaron a conocer durante el viaje, yo me mantuve apartada. Ellos tenían tanto en común: eran blancos y habían nacido en los Estados Unidos; yo era de piel oscura y había nacido en India. En un esfuerzo por tratar de olvidar mi sentido de “extraña,” saqué un libro: Mero Cristianismo, que me había dado una amiga de mi dormitorio. Lo había aceptado con entusiasmo por el simple hecho de que Lewis era un nombre de confianza. Mi amiga del dormitorio también me había dado un Nuevo Testamento. Me lo llevé conmigo, no queriendo parecer grosera, pero yo dudaba si me aventuraría a leer otra vez el “Libro Santo Americano.”

El espíritu amigable de Viena pronto me sacó de mi concha. Un trabajador en la oficina postal salió del otro lado del escritorio para ayudarme a volver a atar mi pañoleta. Los panaderos llenaban mi bolsa de galletas. Mis compañeros ignoraron mis señales no verbales y siguieron invitándome a los conciertos, museos, y películas. Las mañanas estaban llenas de clases de historia del arte, alemán, música, pero por las tardes, me robaba unas cuantas caminatas solitarias. Cuando la nieve caía fuertemente, me metía en las catedrales. Los vitrales resplandecían con suaves colores de mostaza, azafrán, índigo, y coral. Los arcos y cúpulas se elevaban tan alto que casi ni podía ver dónde se cruzaban. Siempre, la torcida figura, semi-desnuda en la cruz brillaba en el frente como si estuviese sudando.

La mayor parte del arte que me llamó la atención en las catedrales o museos, parecía ser sobre Jesús. Casi cada conversación, ya fuese en inglés o en quebrantado alemán, daba un giro y terminaba en sus enseñanzas, y la mayor parte de los libros que estaba leyendo o negaban o apoyaban sus declaraciones. Mientras tanto, en Mero Cristianismo, mi viejo amigo Clive estaba formando un caso convencedor a favor de la fe.

Durante unas vacaciones a mediados del invierno, unos estudiantes me invitaron que los acompañara a Rusia, y acepté hacerlo. Quizás recuperaría cierta perspectiva en el famoso país ateo. El tour ruso nos llevó a prisiones, cementerios, y templos con historias de masacres y torturas, donde antiguos íconos exhibían la crucifixión. Me sentí arrollada por el mal. ¿Cómo podía Dios—si Dios existía—dejar a la humanidad sola para aguantar tanto?

Una tarde, nos dirigimos al museo de renombre mundial en St. Petersburg, el Museo del Hermitage. El guía regular que daba el tour en inglés se había enfermado, así que se le dio la asignatura a uno de los oficiales del museo de llevarnos de cuarto en cuarto. Otra vez, muchas de las pinturas representaban la vida, muerte, y resurrección de Jesús. Me mantuve al margen del grupo, con una multitud de preguntas corriendo rápidamente por mi mente.

Cuando nuestro grupo ya estaba por salir, el oficial del museo me sacó a un lado. “¿Qué es lo que estás pensando con tanta profundidad?” me preguntó en voz baja.

Me sorprendió que le dije la verdad. “Un Dios amoroso. El sufrimiento humano. ¿Cómo pueden los dos existir?

“Te encuentras en un cruce de elección,” dijo. “O decides que Jesús es el Hijo de Dios, o le das la espalda para siempre. Tienes que escoger.”

Sentí un escalofrío que nada tenía que ver con el helado invierno ruso. ¿No había lugar a donde ir sin encontrarse con el hombre en la cruz?

Sangre como la de Él

Cuando regresamos a Viena, decidí regresar a la fuente original de su historia: el Nuevo Testamento. Pronto, me encontré frente a un judío piel color de olivo, pelo negro, ojos oscuros. Este hombre del Medio Oriente sanó mujeres extranjeras; supo lo que fue sentirse solo y rechazado. Sorprendentemente, su vida y sus palabras me parecían familiares, como si yo ya hubiese habido leído estos Evangelios antes. Cuando Jesús dijo, “Dejad a los niños venir a mí,” empecé a darme cuenta que la mayor parte de las historias que yo tanto amaba habían iluminado la vida de este hombre.

¿O era un hombre? En los Evangelios, él hizo enojar a los líderes religiosos y políticos al declarar una identidad divina.

Ellos lo mataron.

Él los dejó hacerlo.

Yo estaba estupefacta.

Si él estaba diciendo la verdad, entonces aquí estaba Dios sometiéndose a los cuatro enemigos de la humanidad—dolor, tristeza, maldad, y muerte—con el fin de destruirlos a los cuatro. La Cruz, por lo tanto, fue donde un Dios amoroso y la humanidad sufriente pudieron por fin ser reconciliados.

Una noche nevosa en Viena, hice mi decisión. Seguiría a Jesús como Dios—pero no le diría a nadie. Yo iba a tratar de calladamente hacer lo que él hizo y decir lo que él dijo. Él podía ser mi gurú. Le escribí a mi amiga para darle las gracias por el Nuevo Testamento y le compartí la decisión que había hecho de seguir a Jesús.

Cuando regresé a California, la noticia se había filtrado. Los estudiantes del InterVarsity Christian Fellowship me invitaron a que me uniera a otros nuevos Cristianos que iban a ser bautizados en una fuente en el campus de la universidad. Al principio me pareció una exhibición pública innecesaria, pero mi gurú lo había hecho, así que dije que sí.

No había previsto el misterio del bautismo—entré al agua ciega espiritualmente y salí con un nuevo poder para ver. Quería decirle a todo mundo sobre la reconciliación de la cruz. Como el petirrojo que guió a Mary al jardín secreto, el Espíritu Santo me guió a la Biblia con nuevos ojos. Hasta Génesis ahora centelleaba con el amor de Jesús.

Poco a poco, también me fui enamorando de la iglesia, y terminé casándome con un pastor presbiteriano—como L.M. Montgomery (Ana de las tejas verdes) y Katherine Paterson (Un puente a Terabithia). Ahora yo también escribo historias para jóvenes, aunque la vocación ha cambiado drásticamente desde aquellos días cuando mis padres espirituales escribían. Mi propio nicho de ficción es representar y abogar por el niño marginado.

En la iglesia norteamericana, algunas veces todavía me siento como alguien de afuera. Pero he adorado con Cristianos de muchas culturas e identidades, y sé por la Biblia que la iglesia global le pertenece a una persona: Jesús de Nazareth, mi gurú judío, el autor de la fe, el defensor del marginado, el sanador del descorazonado. Toda la sangre es del mismo color: roja, como la de él, derramada extravagantemente desde la cruz en la perfecta intersección entre el sufrimiento humano y el amor divino.

Mitali Perkins escribe novelas para lectores jóvenes, incluyendo Rickshaw Girl (reconocido por la Biblioteca Pública de Nueva York como uno de los 100 mejores libros para niños en 100 años). Su más reciente libro es Tiger Boy .

Reportaje especial: ¿Arruinará el éxito al avivamiento de Cuba?

Con las reglas de viaje laxas, los líderes cubanos se preguntan si los americanos enfriarán el celo de la iglesia.

Christianity Today December 1, 2015
Eddos Estudio

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Justamente en el punto donde el paseo por el océano de la Habana se encuentra con los fuertes históricos que protegen su puerto, una muchedumbre de cubanos jóvenes se ha reunido un jueves por la noche. Ellos están junto a una docena de carros alegóricos estacionados en preparación para el carnaval de verano de Cuba. Pero cuando un carro alegórico comienza a tocar música salsa a todo volumen, al grupo no le agrada el ritmo; uno de ellos extiende y gira la mano con desaprobación.

Mientras un faro alumbra por encima, la muchedumbre joven termina de cantar un lento coro sobre desear que sus vidas sean “como perfume a tus pies.” Luego se lanza de lleno a un bullicioso llamado y respuesta:

“Yo soy cristiano, para que tú lo sepas. No me falta nada. Mi vida está completa.”

Un turista de los EE. UU. se acerca a la muchedumbre.

“¿Hablas inglés? ¿Están ellos hablando de Jesús?” le pregunta. El turista había pasado la semana anterior en el centro de Cuba en un viaje misionero. “Yo sabía que había cristianos aquí, pero no esperaba verlos así.”

En seguida, un pastor le dice a la muchedumbre que se de la vuelta mirando hacia la Habana Vieja, el centro del distrito turista de la capital, enfrente de la calle. Ellos levantan sus teléfonos celulares al aire en modo de linterna y gritan, “Yo soy luz en medio de la oscuridad.”

Christianity Today viajó a Cuba la misma semana en que el Secretario de Estado John Kerry volvió a abrir la Embajada de EE.UU. en el paseo marítimo Malecón en la Habana. CT asistió a una reunión exclusiva de educadores teológicos para analizar cómo sacar provecho de La Apertura—la nueva apertura diplomática y económica entre Cuba y los Estados Unidos.

Los cristianos de ambos lados de las 90 millas de las aguas del Caribe que separan a Cuba de la Florida se sorprendieron por esa apertura. Este año, Barack Obama y Raúl Castro anunciaron el final de la enemistad de la guerra fría y relajaron las restricciones de viaje y comunicación. (Una inversión completa del embargo comercial de los EE. UU. exige un voto del Congreso.) Muchos residentes esperan—y los turistas temen—que la isla no permanecerá más “suspendida en el tiempo.” Un pastor, reflexionando en las dificultades económicas de la isla, le dijo a CT, “Lo absurdo es nuestra realidad.”

De seguro, muchos legados de la Revolución Cubana permanecerán. Pero aun antes que la bandera estadounidense fuera izada en la Habana por primera vez en 54 años, la bandera se divisaba alrededor de la capital en las playeras de los hombres y los pantalones de las mujeres. Los cristianos públicamente miran una escena satírica de las negociaciones entre EE. UU. y Cuba al ritmo de música pop de Shakira y Enrique Iglesias. Los líderes de los seminarios, sorprendidos de la manera tan abierta en que una destacada socióloga criticaba el anticuado sistema educativo de la isla, le preguntan, “¿Cómo te aprobaron la tesis?”

Viviendo un milagro

Al final del bulevar del centro comercial, una gran muchedumbre se reunió por la medianoche. No están en fila para la Cafetería Vera, la desolada tiendita azul con rosa, que tiene más sillas para la clientela que mercancía. En lugar de eso, los cubanos se sientan encaramados en cada banca, macetero, escalera de entrada, y orilla de la calle.

Todos sus rostros están brillantes—pero no por lo cigarros cubanos. Las pantallas de smartphones, tabletas, y computadoras portátiles alumbran la muchedumbre. Como unas 35 zonas interactivas vinieron a las grandes ciudades de Cuba en julio. Se puede comprar una tarjeta de una hora de acceso a la red inalámbrica por 3 pesos cubanos (como $3 dólares). Muchos usuarios navegan Facebook, mientras otros charlan por video.

“Esto es lo más feliz que la gente en las calles ha estado,” explica un vendedor de tarjetas de 29 años de edad luciendo una camiseta con la bandera americana, una medalla con la Virgen de Guadalupe, y un tatuaje de Géminis en el antebrazo.

“Es parte del milagro que estamos viviendo,” dice la esposa de un pastor destacado.

Un taxista dice que la primera vez que él usó la internet fue hace 20 días. Él le llamó a la familia de su esposa en Italia. Por los primeros minutos, nadie habló. Todos estaban mudos de la emoción.

Hoy, los turistas que vienen a tomar fotografías del puerto de la Habana los domingos en la mañana se encontrarán con una de las vistas más inesperadas en Cuba: todo un culto en una iglesia evangélica, completo con altavoces y bailarines coreografiados.

Cuando CT anteriormente informó desde Cuba en el 2009, Alcance Victoria—una iglesia que alcanza a la juventud metida en pandillas, drogas, y prostitución—evangelizaba en las calles por las noches entre semana. Ahora la iglesia se congrega los domingos por la mañana en uno de los lugares más públicos de la Habana: La Punta, donde el Malecón se junta con la desembocadura del puerto.

El Pastor Abel Pérez Hernández dice que su congregación que tiene 13 años, ahora cuenta con 500 en asistencia, y con 42 grupos en hogares congregándose semanalmente.

En seguida a los grandes cañones que apuntan hacia la desembocadura del puerto, la mitad de la congregación se agrupa bajo sombrillas decoradas con imágenes de pinturas clásicas. La iglesia adora con cantos de salsa y reguetón mientras que 10 jóvenes hacen danzas coreografiadas en frente del rompeolas, garabateado con grafiti profesando amor eterno. Les ayuda un equipo misionero de corto plazo, no de Estados Unidos sino de Brazil. Es la cuarta visita del grupo, y pagaron lo doble por venir este año por la reciente devaluación de su moneda.

“Esto muestra qué tan importante nos es esto, estar juntos,” dice Filipe Santos, director de misiones de la mega iglesia bautista de 13,000 miembros cerca de São Paulo.

Casi todo líder Cristiano que CT entrevistó tienen el mismo sentir: tienen la esperanza de una vida mejor, económica y políticamente; están preocupados por la venidera “avalancha” de ideologías y bienes materiales; y están convencidos que ni los cristianos norteamericanos ni los cubanos están adecuadamente preparados para los cambios rápidos que están en marcha.

Avalancha de extranjeros

Por el lado pesimista, los líderes cristianos se preguntan si los visitantes estadounidenses destruirán la cultura cubana con su materialismo y el nominalismo trivial—o si los cubanos se destruirán ellos mismos.

“Nuestra mentalidad es muy marxista, aun cuando no hemos tenido la facilidad de consumir por 50 años,” dice Alfredo Forhans Hernández, director de las instalaciones Holguín del Seminario Evangélico Nuevos Pinos. “Ahora los Estados Unidos podrán hacer de nuestro consumismo una realidad. No estamos preparados.”

Los cristianos de Cuba han prosperado a pesar de la política y la pobreza de la isla. Su improbable avivamiento a lo largo de décadas a menudo se le ha comparado sólo con el de la China. “Es increíble. La gente viene de voluntad propia, buscando a Dios,” dice un líder Bautista Occidental. (Los bautistas en Cuba tienen dos convenciones, Occidental y Oriental.)

Pero la apertura les trae preocupación: ¿Se apreciará el avivamiento una vez que los cubanos tengan recursos? A un líder del seminario le preocupa que “el gran crecimiento de la iglesia, a pesar de nuestros recursos limitados, no será ya más una distinción.”

Otro desafío: la avalancha de extranjeros que vienen a ayudar. “Hay muchos pájaros que quieren aterrizar en Cuba,” explica Eduardo González del Río, rector del Seminario Teológico Bautista Oriental en Santiago de Cuba—“gente que quiere traer su doctrina para ayudarnos.”

“Cuba ha estado cerrada, ahora las puertas se están abriendo,” dice Yaniel Marrero Báez, presidente de la Escuela Evangélica Cubana de Estudios Teológicos en Placetas. “En el pasado, había muy pocas oportunidades para que vinieran visitantes que recibíamos a todos. Pero ahora las iglesias cubanas tendrán opciones para elegir.”

Por ejemplo, los cubanos cristianos ahora están circulando CDs del pastor de una mega iglesia guatemalteca, Cash Luna y otros maestros del evangelio de la prosperidad. “Es una guerra de los medios de comunicación,” dice González. “Tristemente no tenemos buenos cristianos que estén haciendo esto.” El gobierno cubano todavía restringe la industria editorial y el acceso a los medios de comunicación.

En general, los líderes de las iglesias cubanas están ansiosos de colaborar con más iglesias americanas. Pero ellos quieren respeto, a pesar de la desigualdad de tamaño y riqueza.

“Nuestro problema es cuando los extranjeros vienen a decirnos lo que necesitamos hacer. Hemos estado aquí por muchos años, hemos propagado la Palabra bajo muchas dificultades, y hemos podido triunfar,” dice un líder Bautista Occidental. “Nos encanta la idea de colaboración, pero no la de imposición.”

“Estamos en un contexto especial. No podemos copiar lo que el resto del mundo está haciendo,” dice Enoel Gutiérrez Echevarría, presidente del Seminario Evangélico Metodista en la Habana. “Por supuesto no somos perfectos, pero sí somos expertos en Cuba. La iglesia cubana es un ejemplo de avivamiento para el mundo. Lo que otros tengan para ofrecer no debe interrumpir lo que nosotros estamos haciendo.”

González está feliz con los arreglos que su iglesia tiene con su benefactor principal en Dallas. El enfoque ha sido en capacitación en liderazgo, no en ayuda económica. “Si ellos nos dieran mucho dinero, la gente atribuiría el éxito de nuestra iglesia a la ayuda económica de EE. UU. y no a Dios,” dice él. “Es importante para los americanos no venir como un billete de dólar con pies y cabeza.”

El dinero obviamente sí ayuda, y hay muchas formas de usarlo sabiamente. (“Ayuden a abastecer nuestras bibliotecas,” sugiere un pastor.) Una socióloga dice que un médico que ella conoce gana más dinero trabajando como ayudante de mozo que lo que gana en su trabajo oficial. Pero muchos líderes le dijeron a CT que lo que ellos más quieren es capacitación en liderazgo de trabajo en equipo.

Aunque ustedes puedan ayudar económicamente, lo que nosotros más necesitamos es aprender a cómo trabajar en grupos,” dice un líder del seminario. “La mayoría de los pastores son vistos como jefes y hacen todo. Hay pocos comités.”

Eso es en parte por buena razón, dado a la cultura de vigilancia del régimen de Castro. “No sabemos a quién confiar en grupos. “¿Quién en este mismo salón puede estar al otro lado?” explica el líder. “La desconfianza hacia los demás está en nuestra sangre. Colaboración es lo que nos falta.”

Sin embargo, los cristianos cubanos nunca se han sentido más audaces. Eduardo E. Pérez Ramos utiliza su próspero estudio fotográfico para conectar las iglesias a través de Cuba. Él trata de captar y circular eventos que muestran una iglesia cubana sólida, como una reunión reciente en la ciudad de Holguín, donde miles de cristianos lo demostraron en la calle. Su fotografía favorita, titulada “Una Isla Un Corazón,” capta la reunión nacional de la Liga Evangélica de Cuba en un campamento metodista en Santa Clara. El grupo da forma exacta a la isla, con cada persona de pie en su provincia natal.

Los evangélicos han hecho mucho avance en la educación a distancia—necesidad y estrategia que CT recalcó en el 2009—vía CENCAP, un programa que inició Los Pinos Nuevos, una destacada denominación autóctona. Ahora en su quinto año, CENCAP ha capacitado a más de 51,000 pastores y líderes de 21 denominaciones. Recientemente cambió su enfoque de cómo los pastores pueden correr mejor sus iglesias a cómo las iglesias pueden servir mejor a sus comunidades.

A los protestantes en Cuba no se les conoce por el trabajo social. (Para ser justo, ellos lo trataron después de que cuatro huracanes azotaran la isla en el 2008, pero los oficiales les ordenaron parar, diciéndoles que era el trabajo del gobierno reconstruir,) CENCAP está trabajando para abordar esto, colaborando con el gobierno para ayudar a alimentar a los niños y a los ancianos. Esto anima al gobierno para otras actividades y muestra a las iglesias que ellos pueden “propagar el evangelio sin predicar,” explica un cubano milenario, hijo de pastor. Él acaba de recibir un envío de arroz fortificado. Él y otros hombres jóvenes forman una línea de montaje, moviendo cajas de un camión de volcar al salón multiusos de la iglesia, luego al santuario. Terminan a las 3 de la mañana.

Preparándose para ‘algo grande’

La capilla del Seminario Bautista Occidental en la Habana tiene un mapamundi labrado en madera. Flechas prominentes salen de cada dirección de Cuba. Es tentador interpretarlas como la emigración de cubanos, pero ellos realmente están hablando de un profundo deseo por las misiones.

Cuba fue una vez temida como exportadora de la revolución comunista. Ahora está lista para exportar el cristianismo.

Esta primavera, los bautistas enviaron de Cuba sus primeros misioneros de tiempo completo en 54 años. Primero fue Ecuador, donde una pareja de esposos, tan inspirados por Nate Saint y Jim Elliot, llamaron a su grupo de hogar en honor de Punta de Lanza. En seguida es África: se están preparando equipos para Senegal y Guinea Ecuatorial. La última meta es el Medio Oriente y la Ventana 10/40.

Las restricciones gubernamentales de viajar han impedido que las iglesias envíen misioneros, así que las iglesias se conformaron con misiones médicas informales (dado que los doctores cubanos son una de las mayores exportaciones de la isla). “Ahora las puertas se han abierto,” dice un líder Bautista Occidental, “y nosotros estamos muy entusiasmados de que ahora libremente podemos cumplir nuestro sueños.”

Pero el dinero permanece como una barrera. “No tenemos los recursos económicos para enviar a la gente, pero sí tenemos los recursos humanos,” dice González. “Nosotros creemos que Dios nos está preparando algo grande.”

El programa de misiones bautistas, Cubanos a las Naciones, tiene 250 personas en capacitación, dice el director Karell Lescaille. “Queremos aprender cómo otras personas han hecho misiones mundiales y ponerle nuestra salsa cubana [sabor].”

González dice que en la reunión anual de la Convención Bautista del Sur en junio, los asistentes hablaron de la “crisis espiritual” en los Estados Unidos y de cómo los cubanos podrían ayudar. Tal vez Cuba podría traer un avivamiento en los Estados Unidos,” dice él. “Los Estados Unidos nos trajeron el protestantismo, así que sí estamos endeudados.”

En general, los líderes están agradecidos por La Apertura. Ahora ellos oran que Dios les ayude a prepararse para los cambios impredecibles que están por venir.

“Si usted quiere ver lo que alguien realmente es, dele dinero y dele poder,” dice un líder del seminario. “Ahora vamos a ver qué tipo de cristianos somos.”

Jeremy Weber es editor asociado de noticias de CT.

La monotonía es el sabor de la vida

Una selección del libro 40/40 Vision: Clarifying Your Mission in Midlife.

Christianity Today November 23, 2015
Ales Krivec / Unsplash

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Por cada diez personas que aman los ciclos de la naturaleza, al menos una los detesta. Para la mayor parte de la gente, un amanecer ofrece momentos tranquilos de soledad y una promesa inherente: es un día completamente nuevo que nunca ha sido vivido antes. Similarmente, un atardecer desparrama un cúmulo de colores sobre nuestro día de trabajo, terminando felizmente nuestras actividades y señalando que es tiempo de descansar. Y mañana lo volveremos a hacer todo de nuevo.

Pero Qohelet, el autor de Eclesiastés, parece no tener tal optimismo. Para él, un amanecer señala otro día en las minas de sal. Un atardecer señala tristemente la muerte que se acerca. El mero acto repetitivo en sí mismo es opresivo. La vida del escritor de Eclesiastés es un lavar, enjuagar, repetir.

En algún momento alrededor de la mitad de nuestra vida, llegamos al lugar en que podemos relacionarnos a ese sentir. Los ritmos que antes coordinaban nuestras vida ahora las tiranizan. La vida se puede sentir como una repetición de la misma basura de siempre, una cosa detrás de otra.

Hace algunos años, el personal de mi iglesia compartió el perfil de los exámenes de Myers-Briggs. Cada perfil viene con una multitud de descriptivos y explicaciones, que incluyen una corta frase descriptiva de la personalidad del individuo, en mi caso (Greg), soy ENTP (extravertido, intuitivo, pensador, perceptivo). La frase clave para describir a personas como yo es, “una aventura detrás de otra.” Bingo. Los materiales explicaron que personas como yo son las menos dispuestas a hacer la misma cosa de la misma manera. Me parece que eso es muy cierto. Algo en mi propio ADN ansía lo novedoso. Mi filosofía: Si no esta descompuesto, descomponlo; de esa manera, cuando menos tendrás un nuevo problema que resolver.

Pero es allí donde nos equivocamos. Consideramos la monotonía como si fuese la muerte y la variedad como si fuese la esencia de la vida. El brillante G. K. Chesterton miró las cosas de una manera muy diferente:

Por el hecho de que los niños tienen abundante vitalidad, que en espíritu son feroces y libres, que quieren que las cosas sean repetidas y que no cambien. Siempre dicen, “hazlo otra vez”; y el adulto lo sigue haciendo hasta el absoluto cansancio. Porque los adultos no tienen la fortaleza para regocijarse en la monotonía. Pero quizás Dios es lo suficiente fuerte para regocijarse en la monotonía. Es posible que Dios diga cada mañana al sol, “hazlo otra vez”; y que cada noche le diga a la luna, “hazlo otra vez.” Puede que no sea una necesidad automática que hace que todas las margaritas sean iguales; puede ser que Dios hace a cada margarita por separado, pero que nunca se ha cansado de hacerlas…. La repetición en la naturaleza puede que no sea una recurrencia; puede que sea un encore teatral.

Puede que este sea el punto que quiere hacer Qohelet. Los ciclos de la vida son mucho más grandes que nosotros. El sol, el viento, y el agua siguen su curso sin cesar mientras generaciones enteras pasan de la escena. En comparación, nuestras vidas y nuestras obras son tan débiles y fugaces. La respuesta apropiada no es la desesperación sino asombro. Qohelet dice que las bocas no pueden decir suficiente, que los ojos no pueden ver suficiente, y los oídos no pueden escuchar suficiente. Todo es demasiado grande para poder comprenderlo, y nos vamos a desgastar si lo intentamos. La persona sabia simplemente se ajustará a la realidad.

Adaptada de 40/40 Vision por Peter Greer y Greg Lafferty. Usada con el permiso de InterVarsity Press, P.O. Box 1400, Downers Grove, IL 60615, USA. www.ivpress.com.

La Colección Noonday: Donde la declaración de la moda se encuentra con la declaración de misión

Una de las compañías de más rápido crecimiento en el país apoya a los artesanos globales y proporciona fondos para adopciones cristianas.

Christianity Today November 23, 2015
Courtesy of Noonday Collection

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Jessica Honegger comenzó a vender joyería del comercio justo (fair trade), hecha a mano, para ayudar a solventar los gastos de adoptar a su hijo de Ruanda. Cinco años después, su recaudación de fondos se ha convertido en una de las compañías de más rápido crecimiento en los Estados Unidos—lo suficientemente para ser la 3ª en Inc.’s list de las compañías de más rápido crecimiento dirigidas por una mujer, y la número 45 en general.

Con 950 “embajadores” haciendo demostraciones en hogares para vender joyería y accesorios eclécticos, Noonday Collection, con sede en Austin, vendió $11.8 millones en el 2014. Todos sus productos son hechos a mano por empresas de artesanía en 13 países.

La mayoría de los embajadores son mujeres cristianas, y llevan a casa una comisión entre el 20 y 25 por ciento. Al igual que Honegger, la cuarta parte de ellos costean sus propias adopciones; el año pasado, la compañía dio $120,000 a familias en proceso de adopción. Otros usan los ingresos para proporcionar fondos para proyectos de la iglesia, viajes misioneros, y otras obras de caridad.

“Yo lancé Noonday Collection…sin saber que se convertiría en una compañía viable pero casi sabiéndolo por dentro, en ese lugar profundo donde Dios te susurra,” dijo Honegger de 39 años de edad.

Después de un viaje a Uganda en el 2010, Honegger y su esposo, que se conocieron mientras trabajaban para Food for the Hungry, sintieron el llamado a adoptar. Con ya dos hijos, ella comenzó a vender joyería hecha por artesanos ugandeses para conseguir más ingresos. Honegger ganó como $4,000 en su primera demostración, y dentro de poco, otras mujeres comenzaron a tener sus propias reuniones y hacer pedidos. Una vez que las ventas sobrepasaron su capacidad, ella enlistó a Travis Wilson, un amigo con una Maestría en Administración de Empresas de Wharton y con experiencia en microfinanzas, como codirector ejecutivo.

Aún con un socio, un negocio en auge, y ayuda de sus amistades, Honegger confiesa que no fue fácil. Ella anduvo en busca de mujeres cristianas colegas con hijos pequeños que dirigieran nuevas empresas que le inspiraran. “No tenía a nadie,” dijo ella. “Estaba leyendo Lean In y Tina Fey y Brené Brown. Pero en mi interior pensaba, ‘¡Ayúdeme alguien!’ Ahora estoy feliz de poder posiblemente preparar el camino [para otras mujeres].”

Estamos viendo más empresas de “emprendeduría social” que incluyen un componente filantrópico. Dada tu misión, ¿por qué es importante para ti ser una empresa con fines de lucro en vez de una organización benéfica?

Creo en los negocios. Dios utilizó su poder para crear al mundo y a nosotros, y Él nos pide que usemos nuestro poder creativo para ir y crear más del mundo. Así que dejó este mundo sin explotar y sin desarrollar para que nosotros lo aprovecháramos y desarrolláramos.

Nuestros socios artesanos son empresarios también. Están aprendiendo a cómo desarrollar una empresa, cómo crear gerencia media, y cómo crear trabajos en su comunidad que sean dignos y buenos. Para mí, es un intercambio equitativo.

Como líder de una empresa que hace y vende productos del comercio justo, ¿qué te gustaría que los clientes sepan en una economía que en muchas maneras no está diseñada en el comercio justo?

Soy capitalista. Le llamo capitalismo compasivo. Así que no es que el comercio justo no sea capitalismo. Hay personas muy talentosas viviendo en áreas de pobres recursos en el mundo, y todo lo que necesitan es acceso al mercado. Y yo voy a comenzar algo para ellos. Todo fue crear acceso al mercado para la gente menos representada y asegurar que cuando los artesanos desarrollen sus empresas, lo hagan de una manera hermosa.

¿Cuáles son los más grandes desafíos para ti como una mujer cristiana involucrada en un negocio y empresa?

Todos somos creados a la imagen de Dios para trabajar. Algunas veces eso significa quedarse en casa con los hijos, y ese es tu trabajo por una temporada. También puede significar ser la directora ejecutiva de una empresa….Yo sabía que en la subcultura cristiana el asunto ese de las mujeres dirigiendo, trabajando, puede ser un problemas en si, pero en general tampoco hay tantas empresas de propiedad femenina como las hay de propiedad masculina…. Ha sido un camino difícil. Sin lugar a dudas luché con el equilibrio, la culpabilidad, vergüenza y todo eso. Pero mucho de eso era por no tener un nivel de confianza total en lo que Dios me había creado para hacer.

Háblame de las mujeres que son embajadoras Noonday.

Ellas son sumamente motivadas por cuestiones de justicia. Ellas la pasan bien con otras mujeres. Son relacionales. Buscan una manera de no tan sólo donar dinero a una organización o a una entidad benéfica, sino ser una parte activa en desarrollar un mundo próspero. Son mujeres que ya están practicando el liderazgo en sus comunidades, ya sea en sus iglesias o en sus escuelas, pero que quieren influenciar y canalizar su pasión. Y obviamente a muchas mujeres les fascinan la moda y aprecian la estética.

¿Dónde ves a Noonday en relación a la tendencia del mercadeo multinivel?

Lo que estamos haciendo es muy distinto, creo que esa es la razón por la que hemos crecido tan rápidamente. Muchas de estas mujeres han sido abordadas por otras empresas de ventas directas porque ellas son extrovertidas y son influyentes o tienen ese potencial para ser muy buenas para las ventas. No tenemos la estructura de compensación sólida que otras empresas de ventas directas tienen, y tampoco tenemos esta habilidad de desarrollar equipos de multinivel. La forma principal en la que somos distintos es que la gente está haciendo esto para tomar parte en desarrollar un mundo próspero. Con nosotros, ellas están siendo motivadas para desarrollar ese mundo próspero y menos por el dinero.

¿Quién te ha inspirado a lo largo de tu jornada?

Mis primeros socios en Uganda, Jalia y Daniel, eran muy pobres cuando me asocié con ellos hace cinco años, y ellos eran los que hacían todo. Ahora supervisan un taller de 100 empleados. Ella y yo caminamos una jornada muy similar de tener que desarrollar un negocio cuando éramos madres jóvenes. Comparando esa experiencia con mi propia experiencia de dirigir un negocio aquí en América con certeza me ha proporcionado una cantidad inmensa de estímulo e inspiración.

Cuando Dios pega donde más duele

Algunas veces Él nos mete al cuadrilátero—pero siempre nos da la gracia para resistir.

Christianity Today November 23, 2015
Alexander Louis Leloir / Wikimedia Commons

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

No estoy seguro sobre cómo decirles a mis hijos que Dios es peligroso. Sin duda, quiero que se acurruquen en la melena peluda, segura y cálida del león Aslan del cuento infantil. Pero cuando ellos vivan suficientes años, sufran decepciones y pérdidas, pronto descubrirán que el león tiene dientes—grandes y afilados. Él es bueno, pero no es confiable, como dijo C.S. Lewis. Y algunas veces el acurrucarse se convierte en una pelea.

Mi entendimiento de la vida cristiana ha sido renovado de lo que fue la espiritualidad de mi juventud, que prometía que cada día con Jesús sería más dulce que el día anterior. La dulzura del ayer se ha convertido en la amargura de hoy. Un querido amigo mío está luchando contra el cáncer de páncreas en sus últimas etapas. Él comprende que la vida con Dios no siempre es fácil, que algunas veces luchamos con Él.

El impacto de estos pensamientos me pegó mientras leía la nueva novela de Marilynne Robinson. Lila narra a una heroína que no tiene ninguna duda sobre la dulzura de la vida. Lila es angulosa y extraña. Es nueva en la fe. Su vida fue difícil y lo seguirá siendo porque no puede olvidar su pasado. Y anda en busca de algo.

O tal vez Lila se está dando cuenta que es a ella a la que persiguen. Su Biblia robada (sí, se la robó) traza su búsqueda con pasajes inusuales como Ezequiel 16—que describe a Jerusalén como una esposa adúltera—iluminando su camino. A Lila le gusta acampar en las esquinas difíciles de las Sagradas Escritura, eso aclara algo: La Biblia no sabe nada de piedad sacarina. Al igual que mi amigo, Lila sabe que Dios puede ser peligroso. Que a veces nos agarramos a golpes con Él.

Un mundo extraño

Karl Barth pronunció un discurso en 1917 titulado “El Nuevo Mundo Extraño en el interior de la Biblia.” El teólogo suizo en realidad sólo utilizó las palabras nuevo mundo, pero el modificador, extraño, en la traducción en inglés aclara su pensamiento.

Efectivamente, la Biblia puede ser extraña. Cuando uno entra en su vasta extensión, de historia y poesía a proverbio y discurso, el lector se siente desorientado. El terreno es desconocido. Para Barth, la Biblia no nos regresa el reflejo de nosotros mismos. Más bien, la Biblia renueva—de manera inquietante—nuestros instintos básicos sobre el mundo y el Dios que lo creó. La Biblia presenta un universo donde Dios no tan sólo trasciende y llena, sino que también es el centro, donde todo fluye a Él y de Él. El entrar al nuevo mundo de la Biblia es entrar al mundo como de verdad es—extraño, que lo es.

Pocos pasajes bíblicos son tan extraños como Génesis 32. Me imagino que a Lila le gustaría esta historia, porque es honesta sobre cómo es encontrarse con Dios. ¿Qué encontramos en Génesis 32? Cuando el polvo desaparece, vemos a Jacob y a Dios entrelazados, brazos y extremidades gritando por tomar la delantera. Dios está luchando con Jacob.

La ironía invade esta historia por casi todos lados. La historia de Jacob se mueve hacia el momento climático. Jacob y Esaú tienen asuntos pendientes. Todas las energías de Jacob se concentran en este singular encuentro. En la última vez que Jacob vio a Esaú, la despedida no fue muy feliz. Jacob no tiene razón alguna para creer que el enojo de Esaú en su contra había desaparecido. La primogenitura todavía es de Jacob. Esaú todavía es maltratado. Así que Jacob piensa que su nefasto destino se acerca.

Por lo tanto Jacob conspira. Su nombre significa “el que toma por el calcañar o el que suplanta,” y una vez más, hace honor a su nombre. Él usa tácticas manipuladoras para apaciguar la ira de Esaú. Jacob envía dinero, ganado, y presentes adelante de su comitiva. Tal vez Esaú puede ser comprado. Eso ya había funcionado anteriormente.

Jacob envió a su familia al otro lado del Río Jabok. Se quedó “solo,” son las palabras inolvidables del versículo 24. Los lectores no pueden estar seguros por qué razón Jacob se queda solo. Martín Lutero cree que Jacob se quedó solo para orar. Y las oraciones que él necesita hacer son de tipo laborioso y difícil, el tipo que uno no quiere que otros escuchen. Eso por supuesto es posible, pero el texto no lo dice. Cualesquiera que sean las mitigantes circunstancias, Jacob está solo.

En este momento, la historia se vuelve espeluznante. De la nada, la historia describe a un hombre luchando con Jacob hasta el amanecer. La Biblia a menudo es frustrante en esta manera. A veces no muestra ningún interés en proporcionar el tipo de detalles que necesitamos para enlazar un relato histórico coherente. Por ejemplo, en 2 Reyes 23, Josías es asesinado por el Faraón Necao II en Meguido. ¿Por qué? El texto no lo dice. Todo lo que sabemos es que Josías ha muerto. Todo lo que aquí sabemos es que Jacob lucha con un hombre hasta el amanecer.

Si bien la repentina transición nos da un sacudimiento literario, finalmente logramos una perspectiva que los personajes en la historia no tienen. Jacob comprende que él está luchando con un hombre. Sin embargo encontramos que su contrincante es al mismo tiempo un hombre y mucho más.

El profeta Oseas nos dice que Jacob luchó con el ángel del Señor, y un segundo después está peleando con Yahvé mismo (Oseas 12:4–5). No dejes que nadie te diga que la Trinidad realmente no aparece hasta en el Nuevo Testamento. Jacob está luchando con un hombre; Jacob está luchando con Dios. La Biblia así lo deja.

Un improbable conquistador

Al continuar el episodio, nos llevamos una sorpresa: Dios está perdiendo. El hombre en efecto le dice a Jacob, “Suéltame, que ya está por amanecer.” ¿Por qué Dios—el que, en el principio de Génesis, habló para que el mundo existiera—le pediría a Jacob que lo dejara? Porque el hombre “no podía vencer a Jacob” (Gén. 32:35). Dios no podía soltarse de la llave nelson de Jacob.

Una ola de interpretación judaica se opone a esta lectura. Efectivamente, eso es mucho para aceptar. Para Rashi, un intérprete medieval, la persona luchando con Jacob debe ser un demonio o el ángel protector de Esaú. Si se sugiere que este es Yahvé se corre el riesgo de ofender teológicamente. Los mortales pueden ganarle la partida a las deidades en las epopeyas griegas, pero no en las Sagradas Escrituras de Israel. Sin embargo, el texto deja pocas dudas sobre quién de verdad el hombre es. Oseas es más directo. Está clarísimo: El hombre es Dios, y Jacob va ganando.

La historia sí sugiere, sin embargo, que el encuentro ha sido arreglado. Cuando el horizonte comienza a resplandecer y el hombre no puede vencer, él toca el muslo de Jacob y le disloca la coyuntura. Eso no es algo común para un simple humano. Y Jacob parece comprender, porque regresa a conspirar: “No te soltaré hasta que me bendigas” (v. 26).

La historia se levanta como un tsunami en este momento. Jacob no tiene idea de qué tipo de bendición necesita. Sin embargo el hombre sí la tiene.

Toda la historia se centra en Jacob y es un juego de palabras alrededor de su nombre. Ya’akov (Jacob) ye’avek (lucha) junto al Río Jabok. El lugar de la trama principal suena como el nombre de Jacob. Su nombre es el centro, y Dios le requiere a Jacob que se identifique a sí mismo antes de cualquier bendición.

“¿Cómo te llamas?”

“Me llamo Jacob, el que toma por el calcañar, el manipulador. Yo soy astuto.”

“Ciertamente lo eres, Jacob. Pero ya no te llamarás Jacob, sino Israel.”

El nombre Israel—que probablemente significa “el que lucha con Dios”—carga el peso de la historia. “Has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (v. 28).

En este momento, sólo hemos rascado la superficie. La fuerza de la historia me fascina al igual que parece haber fascinado a Oseas y a lectores cristianos como Lutero, Juan Calvino, y el Luterano Alemán Gerhard von Rad. Todos ellos—que cubren una gran extensión de tiempo—creyeron que esta historia simboliza la vida de fe. Oseas, con lágrimas—como lo hizo Jacob en el Río Jabok—apela al pueblo de Dios para que se arrepienta (Oseas 12:4–6). Dando honor a su nombre Israel, Jacob marca la vida de fe como una vida de arrepentimiento.

Lutero y Calvino creían que la lucha de Jacob con Dios simboliza nuestra lucha de creer profundamente en las promesas de Dios a pesar de las torturantes circunstancias de la vida. Al buscarnos y luchar con nosotros, Dios prueba nuestra fe. Y von Rad creía que Jacob describe lo que pronto llegaría a ser la nación de Israel en la historia completa de las Sagradas Escritura, buscando desesperadamente aferrarse a las promesas salvíficas de Yahvé.

Negándose a soltarlo

Cuando uno mira detenidamente a los personajes en la historia, Jacob y Dios involucrados en un combate mano a mano, Jacob increíblemente se parece a nosotros. Él estaba haciendo físicamente lo que todos nosotros hacemos espiritualmente. Luchamos con Dios, no tan sólo para entender quién Él es, sino también para ser bendecidos por Él.

Mi amigo puede estar luchando contra el cáncer de páncreas, pero también está luchando con Dios. Justo este verano, él y yo nos sentamos en la playa bajo la sombra de un pabellón con nuestros pies enclavados en la arena de la Costa del Golfo. Mientras sus nietos y mis hijos jugaban juntos, nosotros hablábamos sobre la muerte.

“Sr. Hawkins, ¿Cómo le puedo ayudar a su familia cuando…?”

“Quiero que ellos sepan que tenemos un futuro,” dijo él.

Esas palabras las dijo sin vacilar, pero rápida y audazmente. El Sr. Hawkins fue mi maestro en la escuela dominical cuando yo cursaba la secundaria. He pasado muchos veranos en la playa con él. Lo vi casar a sus hijas. Hasta viajé con él a lo largo de Europa. Pero ahora lo estoy viendo al lado del Río Jabok, luchando con Dios y negándose a soltarse de sus promesas.

La situación del Sr. Hawkins me recordó que la fe necesariamente conlleva momentos a lo largo del Río Jabok, algunos de los cuales son peligrosos. Nuestra lucha con Dios sólo tiene sentido en el gran contexto de otra lucha: cuando Jesucristo luchó con Dios y las muchas dificultades de la vida. Jesús se negó a ceder, y perseveró en su sufrimiento. Él perseveró por la bendición que tenía delante de Él: la salvación del mundo. Su rechazo a soltarse nos proporciona con la única esperanza cuando luchamos con Dios. Él luchó por nosotros.

Sí, la fe es asunto peligroso. Nos enfrentamos a pruebas y a tentaciones de todo tipo, y Dios las utiliza para probar nuestra fe. Nadie supo que esto es verdad mejor que Jesús. Y tampoco, nadie nos invita a los peligros gozosos de la fe más gentilmente que Él. No luchamos solos. Él está con nosotros, y un sinnúmero de fieles creyentes se han ido antes que nosotros. El salmista luchó para comprender por qué el malvado a menudo prospera (Sal. 73). Aun Juan el Bautista luchó para comprender quién Jesús realmente era, preguntando en la víspera de su ejecución, “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mat. 11:3).

La vida de fe es una vida de lucha continua, donde nuestra fe hace contacto con los problemas de nuestra experiencia y con el Dios soberano que controla todas las cosas. Pero la obra de Cristo, el Verdadero Israel, nos asegura que nunca luchamos solos o en vano. Podemos lastimarnos en el cuadrilátero, pero nuestras heridas—como el muslo dislocado de Jacob—nunca serán fatales para la seguridad final de la fe. Dios no lo permitirá.

Todavía no estoy seguro sobre cómo decirles a mis hijos del lado peligroso de Dios. Él permite que ciertas circunstancias acontezcan por razones que sólo Él conoce. No siempre aceptamos inmediatamente la bendición que Él ha prometido. No obstante, podemos confiar en el carácter de Dios—el que nos amó tanto que vino y luchó por nosotros—y estar seguros de que sus juicios son siempre justos, su naturaleza siempre buena, y sus promesas salvíficas son siempre seguras.

Mark S. Gignilliat es profesor adjunto de Antiguo Testamento en Beeson Divinity School y teólogo canónico en Cathedral Church of the Advent en Birmingham, Alabama.

Aborrecer como Jesús aborrece

Por qué más creyentes necesitan tener el valor para enojarse con el pecado.

Christianity Today November 23, 2015
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Cuando Sarah Sumner era una mujer joven, nunca se permitió sentir enojo, sino hasta que sus padres se divorciaron cuando ella tenía 22 años. Esa experiencia fue una inspiración detrás de su disertación doctoral (en Trinity Evangelical Divinity School) sobre el enojo divino, escrito que ha florecido en un libro, Angry Like Jesus: Using His Example to Spark Your Moral Courage [Enojado como Jesús: usar su ejemplo para encender su valentía moral] (Fortress Press). La escritora de Her.meneutics Dorcas Cheng-Tozun, con sede en San Francisco, habló con Sumner, ex decana del A. W. Tozer Theological Seminary, sobre traer una dosis saludable de enojo justo a la iglesia de hoy.

¿Por qué es tan importante para ti el tema del enojo divino?

A través de los años, mientras trabajaba en organizaciones cristianas, vi a los creyentes andarse con rodeos y hacer cosas que no iban enteramente de acuerdo con la fe o aun a rehusarse descaradamente a seguir el camino cristiano. Eso me enoja. No estoy hablando de un enojo tempestuoso que me hace azotar la puerta. El enojo me motiva a tratar de corregir los males en una manera estratégica, estructurada.

¿Cuál es la diferencia entre el enojo pecaminoso y el enojo divino?

El enojo pecaminoso no confía en Dios, mientras que el enojo divino sí lo hace. El enojo pecaminoso es arrogante, mientras que el enojo divino fluye de la humildad. El enojo pecaminoso participa en el mal, mientras que el enojo divino aborrece el mal. Pero la mayor diferencia es que el enojo divino es amoroso. No se trata de uno mismo sentirse muy justo.

En el libro, tú conectas el enojo divino con virtudes como fe, amor, y esperanza. ¿Cómo puede el enojo expresar dichas cualidades?

No puedes tener enojo divino sin fe, en parte porque es demasiado arriesgado. Mostrar enojo divino causará que ciertas personas se disgusten. Necesitas tener la fe de que Dios te sostendrá a través de cualquier reacción negativa.

El enojo divino es el guardián del amor. El Salmo 7:11 dice que Dios es un juez justo “que en todo tiempo manifiesta su enojo.” Tener enojo divino significa defender lo recto, por el hecho de honrar a Dios.

El enojo divino nos da esperanza. Con frecuencia, las personas pierden la esperanza cuando sienten que no hay nada que puedan hacer en contra de la maldad. Pero ese no es el caso. Siempre puedes orar. Y la mayor parte de las veces, puedes hacer más. Puedes hablar con alguien. Pueden hablar e intervenir.

¿Cómo puede el enojo divino hablarle a aquellos que están estancados en su propio pecado?

La esencia del pecado es la falsedad. Cuando las personas pecan, se están arrodillando frente a las mentiras. El enojo divino odia esas mentiras y lucha por remplazarlas con la verdad. Estamos susceptibles a creer la mentira que Dios no es mayor que nuestros problemas o nuestros pecados crónicos. Pero 1 Juan 3:20 dice que si nuestros propios corazones nos condenan, Dios es mayor que nuestros corazones.

Tú argumentas que el enojo contra Dios es pecado, aun durante el sufrimiento. ¿Qué hay de malo en enojarse con Dios?

El enojo pecaminoso muy frecuentemente es nuestra rebelión en contra del dolor que providencialmente nos ha tocado sentir y que es muy nuestro. Es un error decir, “tengo una relación tan estrecha con Dios que me puedo enojar con él y eso nos une aún más.” Isaías 45:9 dice, “¡Ay del que pleitea con su Hacedor!”

Enojarse con Dios implica que Dios hizo algo mal. Pero Dios es santo. Él nunca es el culpable. La mentira en nuestra cabeza nos dice, “yo sé que es mejor para mi no experimentar este dolor.” Pero tú no sabes. Jesús es un hombre de dolores, un hombre de sufrimientos. Y si estamos siguiendo a un hombre de sufrimientos, debemos estar dispuestos a sufrir dolores nosotros mismos.

Tu mencionas la palabra “inirascibilidad,” que Aristóteles define como un déficit en enojo. ¿Por qué es tan peligroso esto?

Inirascibilidad significa no enojarse cuando uno debe enojarse. En 1 de Samuel, Elí no tuvo enojo divino contra sus hijos: Eran sacerdotes, manejando asuntos de santidad, pero tenían actitudes profanas. Y todos los actos de profanación que ocurrieron en el templo afectaron a todos los que estaban asociados con el templo.

Lo mismo pasa cuando cerramos los ojos a la corrupción. Se nos ha mandado, en Romanos 12:9, a “aborreced lo malo.” Muchos cristianos presumen ser amorosos y no juzgar a los demás. Pero si no aborrecemos lo malo, terminamos participando en lo malo.

¿Cómo puede la falta de enojo divino afectar a la iglesia?

Muchos de los que no se afilian con ninguna iglesia (“nones,” en inglés) y de los que han abandonado la iglesia (“dones,” en inglés) se encuentran desmoralizados por las reacciones de la iglesia frente al pecado que comprometen la fe o que la niegan completamente. Tenemos qué aborrecer el mal lo suficiente para decir la verdad cuando algo indebido o abiertamente ilegal está ocurriendo. Necesita haber una mayor valentía moral para hacer lo correcto, aun cuando a uno le cueste. Y después nos daremos cuenta que Dios nos protege la retaguardia.

¿Van los bebés al cielo?

La Biblia no lo dice claramente. Aquí está cómo yo contesto.

Christianity Today October 26, 2015
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

¿Van los bebés al cielo? No puedo pensar en otra pregunta teológica que se me hace más a menudo.

Aunque la tasa de mortalidad infantil en el Occidente ha disminuido por los últimos siglos, el eterno destino de bebés permanece como punto de preocupación para muchos cristianos. La pregunta es fácil de hacer, pero difícil de contestar. Y tiene grandes implicaciones sobre lo que pensamos de Dios, no digamos de los niños.

La urgencia emocional de la pregunta exige una respuesta. Pocos pastores o amigos quieren decir, “No sé.” Como resultado, muchos de nosotros somos tentados a comprobar con versículos—usando citas aisladas fuera de contexto de las Sagradas Escrituras para demostrar una posición. Así que salimos con respuestas como:

Sí. Jesús deja a los niños venir a Él (Lucas 18:15–16).

No. Todos los humanos son pecadores en Adán hasta que hayan creído en Cristo (Rom. 5:12–21).

Sí. David sabía que vería a su hijo en el más allá (2 S 12:15–23).

No. No a menos que sean bautizados: “Nadie puede entrar al reino de Dios a menos que no haya nacido de agua y del Espíritu” (Juan 3:5).

Sí. Si sus padres son creyentes: El niño es santificado por uno de los padres cristiano (1 Cor. 7:14).

Y así sucesivamente. Aunque ninguno de estos pasajes, aun cuando se leen en contexto, en realidad nos dice si los bebés van al cielo, nuestro deseo de una respuesta sólida nos conduce a encontrar una.

Un número de teólogos han tratado de contestar la pregunta en forma más extensa. La Confesión de Fe de Westminster afirma que algunos bebés son elegidos, pero no dice cómo distinguir entre un bebé elegido y el que no lo es. El catecismo católico dice que los bebés pueden ser salvos sin el bautismo, pero se detiene de afirmar que todos lo serán—aunque Juan Pablo II, en su Evangelium Vitae, insinúa que los bebés no nacidos lo serán.

Algunos evangélicos destacados, como Albert Mohler y John Piper, creen que todos los bebés serán salvos. Los bebés, afirman ellos, no pueden entender mentalmente la naturaleza de Dios y por lo tanto no están “sin excusa” como el resto de la humanidad (Rom. 1:20). Mientras tanto, los teólogos ortodoxos mueven la cabeza con desdén, creyendo que si no fuera por la influencia de Agustín en el Cristianismo Occidental, no estaríamos haciendo tal pregunta. (La Iglesia Oriental en su totalidad ha rechazado el punto de vista de Agustín que el pecado de Adán es imputado a todos los humanos, incluyendo a los bebés.)

Por años yo me preguntaba por qué la Biblia guardaba silencio en este asunto. Teológicamente, encontré que el argumento “sí”— especialmente cuando se toma en consideración la capacidad mental de los niños, y por lo tanto su responsabilidad de rendir cuentas ante Dios—persuasivo. Yo todavía lo hago. Personalmente, yo nunca me pregunté si mis niños irían al infierno si fallecieran de repente. Todavía no lo hago. Pastoralmente, yo estaba feliz de asegurarle a la gente de mi congregación que sus bebés fallecidos estaban con Jesús. Todavía estoy feliz de hacerlo.

Sin embargo, me seguía molestando que las Sagradas Escrituras no fueran claras en este asunto. Yo tengo dos niños que tienen necesidades especiales que tal vez no puedan entender por completo el evangelio. Si se nos dio la Biblia para hacernos sabios en relación a la salvación (2 Tim. 3:15), yo me preguntaba, ¿por qué es la Biblia tan inconclusa en esto?

Luego, hace algunos años, yo estaba en un panel de una conferencia con dos amigos, recibiendo preguntas de adolescentes. Alguien me hizo esa pregunta, y uno de mis amigos sugirió un experimento de reflexión. “Imagínate,” dijo, “que un pasaje de la Escritura diera una respuesta clara. Digamos que este texto indudablemente afirma que todos los bebés que fallecieron antes de la edad, digamos, de 5 años serían salvos. Si así fuere, alguna secta enfermiza hubiera aparecido que matara a los niños antes de que cumplieran los 5 años, para mandarlos al cielo. Las sectas han sido fundadas en mucho menos.”

Repentinamente, vi que hay algunos temas donde la Escritura no es clara—para nuestro bien. Algunas preguntas son mejor contestadas más como conjeturas que en vez de certezas. La claridad puede traer seguridad, pero también puede producir suposición. Algunas promesas nos pueden llevar al gozo, pero en malas manos, nos pueden llevar al genocidio.

Así que he venido a creer que es suficiente saber y, cuando a uno se le pregunta sobre tales cosas, decir: Podemos confiar en el carácter de Dios—aquel que nos ama tanto que vino y se dio a sí mismo por nosotros. Podemos tener la confianza que sus juicios son siempre justos, su naturaleza es siempre buena, su misericordia es siempre grande, y su deseo de que la gente sea salva es mayor aún que la nuestra.

Andrew Wilson es anciano en Kings Church de Eastbourne, Inglaterra, y autor más recientemente de The Life You Never Expected. Sígalo en Twitter @AJWTheology.

John Danforth: Yo no estoy absolutamente correcto, y tú no estás absolutamente equivocado

El ex senador y embajador a las Naciones Unidas dice que la gente religiosa debería ser las voces delanteras para efectuar concesiones políticas.

Christianity Today October 26, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Los norteamericanos están vehemente divididos en una multitud de asuntos políticos y culturales. John Danforth lamenta que la religión a menudo ha sido utilizada para intensificar nuestras divisiones en vez de buscar el bien común. En The Relevance of Religion: How Faithful People Can Change Politics (Random House), el ex sacerdote episcopal, senador republicano, y embajador a las Naciones Unidas argumenta que las comunidades de fe pueden restaurar el espíritu de civilidad a nuestros largos desacuerdos. Jake Meador, escritor principal de Mere Orthodoxy, conversó con Danforth sobre las posibilidades—y dificultades—del activismo religioso.

¿Qué quieres decir cuando te refieres al “lugar apropiado” de la política?

La política no es el ámbito de, “Yo estoy absolutamente correcto y tú estás absolutamente equivocado.” Es el arte de hacer concesiones. Depende en civilidad y nivel de paciencia interpersonal. La gente que practica la política tiene que demostrar un nivel de respeto a sus adversarios. El poner a la política en su propio lugar significa que no es, usando el lenguaje de Paul Tillich, asunto de “máxima preocupación.”

Tú estimulas a los creyentes religiosos que participan en la política a trabajar por el bien común. Sin embargo, una lección de los recientes debates sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y los videos de Planned Parenthood es que distintos grupos tienen diferentes ideas de lo que es el bien común. ¿Cómo podemos buscar el bien común cuando no estamos de acuerdo en lo que es?

Las personas que están a favor de la vida y tienen puntos de vista tradicionales del matrimonio a menudo piensan que sus creencias no son políticamente viables, particularmente desde que la Corte Suprema ha decidido esos casos. Puede ser, sin embargo, que la mejor forma de avanzar esas posiciones es en la sociedad en general, en lugar de presionar al gobierno.

En el libro, menciono a Loretto Wagner, mujer de St. Louis que recientemente falleció. Ella fue gran defensora a favor de la vida (contra el aborto) que hizo impacto en su comunidad a través de crear relaciones con ciudadanos que están a favor del derecho de la mujer de escoger abortar. Esto resultó en algunos logros constructivos, prácticos, en áreas como embarazo adolescente y ayuda a mujeres embarazadas. Si tú estás peleando una batalla que fracasará políticamente, es bueno reflexionar sobre dónde podrás mejor avanzar tus valores.

Pero sobre el aborto, ¿Qué con respecto a la onda de restricciones a nivel estatal que hemos visto promulgadas? ¿No sugiere esto que el progreso político es posible?

No pienso que un asalto frontal a Roe vs. Wade tiene oportunidad de triunfar. Pero hay reformas incrementales que aun los más ardientes defensores de la vida podrían respaldar, especialmente limitando el acceso al aborto en la segunda mitad del embarazo. En general, sin embargo, yo promovería formular el caso moral sobre la santidad de la vida y asumir que el aborto, por ley, seguirá disponible.

¿Cómo puede la religión ayudar a fortalecer los lazos comunitarios en una sociedad fragmentada?

En su libro American Grace, los científicos sociales Robert Putnam y David Campbell miran una gran relación entre participar en una congregación religiosa y estar bien relacionados con la comunidad. No es asunto de teología, liturgia, o calidad de predicación; sencillamente tiene que ver con estar presente, ser parte de la comunidad fiel.

Con la separación geográfica, el automóvil, y la habilidad de viajar grandes distancias para asistir a la iglesia de preferencia, es esencial para las congregaciones enfatizar las cosas que desarrollen comunidad: no sólo adorar sino también estudio bíblico o bingo en el sótano de la iglesia.

¿Tienen los cristianos evangélicos, a diferencia de la gente religiosa en general, algo especial qué contribuir a la política?

Los evangélicos tienen una fe activa y se inclinan a ser activos en el ámbito público. Ellos tienen gran conocimiento de la Biblia como la Palabra de Dios, pero ultimadamente entienden que la fe se relaciona con todo lo que es la vida, la política no es religión.

A Wendell Berry una vez se le preguntó si él sentía que estaba de pie enfrente de la locomotora de la historia, agitando sus brazos y gritando “¡alto!” Él contestó “puedes hacer eso muy cómodamente si estás dispuesto a ser atropellado.” ¿Cómo puede la religión darnos resistencia frente a la fealdad partidaria?

La gente fiel tiene que volverse mucho más activa, pero mi entendimiento de “acción” es distinta de los activistas en ambos lados—los de Derecha y los de Izquierda. El activismo no es acumular cuestiones polémicas. Es sobre decir, “Hagamos que el gobierno funcione.”

Una vez tuve una conversación con un senador que recibía entre 30,000 y 40,000 piezas de correspondencia cada mes. Un mes, el despacho investigó cuántas de esas cartas exigían concesiones. La respuesta fue: casi ninguna, menos de 100.

La creencia popular entre muchos políticos es, “No hagas concesiones, o serás desafiado en las elecciones primarias.” Las voces más fuertes, más insistentes dicen, “Estamos en el lado correcto, y todos los demás están equivocados, así que no cedas en lo más mínimo.”

¿Dónde están las otras voces? La gente de fe debería ser la voz que afirma que la política no es absoluta, y que no estamos en esta tierra sencillamente para arrebatar tanto como se pueda.

El discurso inaugural de John F. Kennedy pasó hace como medio siglo. ¿Quién nos dice hoy “pregúntate qué puedes hacer por tu país”? En general, los políticos hablan de que somos “nosotros contra ellos.” Mi esperanza es que la religión pueda restaurar en la política el sentido de los lazos que nos unen los unos a los otros.

Escuche si quiere ser más como Jesús

Cómo imitamos a Cristo a través de practicar el arte de escuchar.

Christianity Today October 26, 2015
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Lo primero que aprendemos sobre Dios de la Biblia es que Él tiene voz. Sin embargo la mayoría no la oye. Leemos la Biblia y oramos, pero nuestras conversaciones parecen ser unilaterales. Parece que nosotros somos los que hablamos. ¿Qué debemos hacer de esto?

En su libro The Listening Life: Embracing Attentiveness in a World of Distraction (InterVarsity), Adam McHugh quiere que sepamos que nuestro Dios es también un Dios que oye. No deberíamos confundir el silencio divino por desinterés. “El escuchar comienza cuando aprendemos que nuestro Padre celestial nos escucha,” escribe McHugh. “El modelo de la vida humana puede ser escuchar primero, pero con el Señor, nosotros siempre somos escuchados antes de nosotros escuchar.” El aparente silencio de Dios no es señal de su ausencia. Significa que tenemos su completa atención.

Lo mismo debería ser con nuestro trato los unos con los otros. “Este libro,” explica McHugh, “está fundando en la suposición de que todos nosotros no somos buenos oyentes.” Como ministro presbiteriano ordenado, McHugh a menudo ha servido como capellán de hospicio para enfermos terminales. Cuando se le presentaban ocasiones para escuchar, en lugar de eso, él aprovechaba la oportunidad para hablar: “yo consideraba los momentos de dolor, crisis, o sentimientos intensos como oportunidades para impartir mi punto de vista, rescatar a alguien de sus flaquezas, corregir pensamientos distorsionados, evaporar el dolor.

McHugh finalmente se dio cuenta que este hábito estaba subestimando la perspectiva del paciente. Es más, sus esfuerzos para arreglar a otros con sus palabras eran un intento desesperado de mantener los sentimientos a distancia: “A veces yo trataba de disuadirlos del sentimiento, a veces yo trataba de desviarlo a través del humor, a veces ofrecía un rápido consuelo como ‘No se preocupe, estoy seguro que todo saldrá bien,’ y en otras veces, trataba de sacarles los sentimientos a través de la oración. Yo era un exorcista de sentimientos.”

Luego, el supervisor de McHugh modeló una forma distinta de escuchar durante su período de prácticas como capellán. “Ella me escuchó tan intensamente que yo me sentía incómodo hablar de mí mismo por tanto tiempo,” él escribe: “Yo trataba de voltear la conversación, pero ella sabía redirigirla a mí.” La experiencia fue transformativa. McHugh experimentó una nueva forma de paz y un nuevo nivel de energía por el ministerio. Él aprendió a escuchar. En su libro The Listening Life aprendemos cómo escuchar a Dios, a las Sagradas Escrituras, a la creación, y a otros.

Usted puede pensar que escuchar es fácil. Después de todo, ¿qué requiere además de silencio? Pero el verdaderamente escuchar demanda mucho más. Para muchos, escuchar es meramente el espacio de silencio entre los comentarios, cuando esperamos que la otra persona deje de hablar. Bajo la apariencia de silencio estamos ocupados en formar una respuesta. Pero el verdadero escuchar es un hecho de servicio. McHugh caracteriza el escuchar como una práctica de presencia y un hecho de humildad y entrega. Es un hecho de hospitalidad y una forma de imitar a Cristo.

McHugh es un escritor interesante con un talento de metáfora y analogía. Esto ocasionalmente conduce a la exageración. “Me preocupa,” él escribe, “que restringir la comunicación de Dios a palabras escritas en papiro hace miles de años puede llevar nuestra fe a estar tan polvorienta como algunas de nuestras Biblias.” Él añade: “El darle a la Biblia un lugar de estima no puede significar amordazar la palabra personal de Dios que Él continúa hablando a la iglesia.”

¿Implica esto un canon más allá del canon? McHugh describe a las Escrituras como un “diapasón,” que sintoniza nuestros oídos a oír la voz de Dios. ¿Debería el “sonar como” la Biblia ser la prueba principal de lo que cuenta como la voz de Dios?” O ¿Debería la “voz de Dios” estar de acuerdo con lo que ya se ha escrito? Nuestras interacciones con Dios no son como con las de carne y sangre. Jesús le pone rostro a lo divino. Pero en nuestra experiencia presente, no es un rostro literal. Diferente a los primeros discípulos, nosotros no oímos su voz o sentimos su contacto. Nosotros leemos sus palabras.

Cuando McHugh se refiere a la voz de Dios, está hablando sobre esas impresiones internas que parecen venir de Él: la vocecita tranquila que “nos sorprende como un latido en la obscuridad.” Esta voz no es arbitraria o esporádica. Ciertamente, McHugh cree que nosotros nos podemos disciplinar para oírla: “El Espíritu Santo, al final resulta que, no es un malhadado anfitrión de programa de entrevistas charlando sobre todo bajo el sol, esperando que algunas personas se sintonicen a la frecuencia correcta. En lugar de eso, la palabra de Dios viene más a menudo a cierto tipo de persona que busca vivir cierto tipo de vida.”

El sentido del oído es el primer sentido que desarrollamos y el último que se va en la muerte. Pero el escuchar no es una habilidad natural. La Biblia es clara sobre este punto. No escuchamos a Dios automáticamente, o a otros, o aun a nosotros mismos. El libro de McHugh pude cambiar la forma en que dirigimos nuestras conversaciones cotidianas. Hasta puede cambiar su vida. Usted debería escuchar.

John Koessler es director del departamento de estudios pastorales en el Moody Bible Institute. Es autor del libro próximo a publicarse, The Radical Pursuit of Rest: Escaping the Productivity Trap (InterVarsity Press).

¿Puede un matrimonio apoyar dos llamados?

Esposas de empresarios, esposas de pastores, y demás: Dios tiene un propósito para ustedes hoy mismo.

Christianity Today October 15, 2015
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Después de sufrir un ataque de pánico en una oficina municipal en Shenzhen, yo comencé a preguntarle a Dios por qué él me había traído a la China.

Mi esposo y yo nos habíamos mudado al otro lado del mar creyendo que habíamos sido llamados a trabajar en la nueva empresa de mi esposo. Yo dejé mi trabajo y amistades que amaba para apoyar su sueño de proveer productos solares para los países en desarrollo. Yo me convencí a mí misma que ese también era mi sueño.

Pero en menos de un año, nuestro intento de forjar una vocación mutua se disipó. El trabajo continuo de empresario, combinado con el navegar de mi identidad china americana en una cultura sorprendente extraña, me empujó a una debilitante depresión. Sin una comunidad, carrera, o la salud emocional para buscarlas, yo ya no tenía sentido de propósito. Y culpé al fuerte llamado que Dios le había hecho a mi esposo y que nos había llevado allá.

Al final, tuvimos que confrontar una pregunta que muchas parejas se hacen: Dios nos ha llamado juntos en matrimonio, ¿pero qué llamados tiene para cada uno de nosotros? ¿Cómo armonizamos—y apoyamos—nuestros distintos dones y propósitos?

En el matrimonio, el esposo y la esposa se ofrecen a sí mismos en sumisión mutua y amor sacrificial. Pero una sola carne no necesariamente significa un solo llamado. A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás.” (1 Cor. 12:7, NVI).

La manera en que nosotros practicamos nuestro “algo que hacer” dentro del matrimonio y la familia puede ser frustrante cuando el llamado del cónyuge—ya sea en el hogar, el despacho, o la iglesia—es totalmente consumidora y requiere gran sacrificio de su cónyuge.

Parecía que mi esposo y yo teníamos que turnarnos para vivir con propósito divino. En tanto que estuvimos en la China, yo sufría mientras mi esposo florecía. Si regresábamos a los EU, él dejaría la oportunidad de su vida para que yo pudiera regresar a mi trabajo y a la gente que yo amaba.

Demasiados matrimonios—de empresarios, pastores, misioneros, ejecutivos, defensores, y otros profesionales apasionados—se dan por vencidos por este desbalance. Puede conducir a la insatisfacción, resentimiento e infidelidad. Y tiene consecuencias para nuestra fe. Ambos hombres y mujeres se sienten inquietos cuando pierden de vista el propósito que Dios les ha dado mientras ven que otros sí siguen los de ellos. El deseo de encontrar ese propósito puede ser abrumador.

El teólogo William Placher escribió:

Si el Dios que nos ha hecho ha concluido que hay algo que nosotros debemos hacer—algo que se ajusta a la forma en que fuimos creados, y que al hacerlo nos permitirá glorificar a Dios, servir a otros, y vivir más ricamente nosotros mismos—entonces la vida deja de ser tan vacía: mi historia tiene un significado como parte de una historia mayor finalmente formada por Dios.

Todos tenemos el mutuo deseo innato de unir nuestra historia a una historia más grande. Ese deseo no se desvanece con el matrimonio. Durante mi etapa obscura, aprendí que Dios no nos pide escoger entre apoyar a nuestro cónyuge y seguir nuestro propio llamado. Él desea darnos las dos cosas. Y, en su creatividad infinita, Dios puede hacerlo.

Puede haber períodos cuando las parejas dan prioridad a la vocación de su cónyuge. Sin embargo en esas etapas, podemos confiar que Dios todavía está dotando al esposo y a la esposa con un propósito—si no es en ese instante, entonces lo hará en su perfecto tiempo. Hoy recordamos a Elisabeth Elliot como misionera, oradora, y autora, llamados que se formaron después de la muerte de su esposo en el campo misionero. El compromiso de su esposo de vivir el propósito de Dios, a pesar de terminar en tragedia, terminó formando su trabajo de toda una vida. Y Jen Hatmaker, mientras su esposo sirve como pastor de una iglesia y pionero de alcance caritativo en Austin, ella ha encontrado un llamado dinámico escribiendo y enseñando la Biblia a través del país.

Los propósitos de Dios para mí no los iba a lograr en el llamado de mi esposo, o separado de ese llamado, sino a través de él. Dios quiso absolutamente que yo estuviera en la China—por mi propio bien. Al dejar lo que me era familiar, Él quitó el desorden en mi vida; al buscar desesperadamente propósito, Él abrió la puerta para que fuera escritora, vocación que yo no tenía el valor de seguir.

Aun cuando uno de los cónyuges parece tener la vocación más llamativa, la del otro cónyuge nunca es relegada. Todos tenemos un rol en la historia de Dios, y el descubrir ese rol puede enriquecer nuestros matrimonios también. Podemos traer más versiones vibrantes de nosotros mismos a la relación—creando más oportunidades para aprender de nuestros cónyuges que fueron creados como personas únicas, y alabar al Dios en cuya imagen fueron maravillosamente creados.

Dorcas Cheng-Tozun es escritora, bloguera, editora y vive en San Francisco Bay Area con su esposo e hijo. Ella tuitea @dorcas_ct .

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