Por qué Dios nos permite permanecer débiles

Christianity Today May 26, 2016
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Durante una conversación muy pasada la noche hace algunos años, mi esposo y yo nos dimos cuenta que en cualquier momento que nos comprometemos a alguna labor para el reino, parece ser que nos llega un golpe. Los días inmediatamente antes de un ministerio en particular están llenos de mini desastres. Los niños se enferman. El carro se descompone. El calentador del agua deja de trabajar. El insomnio de Jon se dispara. Nuestro presupuesto se ve afectado por un gasto inesperado. Mis dolores de estómago empiezan. Y todos los miembros de nuestra red de apoyo simultáneamente se encuentran fuera de la ciudad. En algunas ocasiones los desastres no son tan diminutos, y el dolor se amplifica.

Muchos de nuestros amigos describen este tipo de bombardeo como un ataque espiritual. Si es así, nos preguntábamos en voz alta esa noche, ¿Cuál es exactamente la finalidad del ataque? ¿Está el Malvado tratando de impedirnos que terminemos el ministerio que tenemos a la mano? Eso raramente funciona. ¿Quiere distraernos, para que no lo hagamos bien, o para que no permanezcamos en el Señor mientras lo hacemos? ¿O es la finalidad desanimarnos para que no digamos “si” a nada parecido nunca más?

Esa noche llegamos a la conclusión que si esta es la táctica de Satanás, que puede ser que sí funcione.

Existen muchas razones por las cuales el trabajo del reino con frecuencia se encuentra rodeado de dificultades personales. Pero esa semana el Señor hizo resaltar una razón en particular, y era la que yo más necesitaba ver.

Poco después de nuestra conversación de aquella noche, yo estaba leyendo 2 de Corintios 12. Parecía ser que el Señor me había enviado ese pasaje como por paloma mensajera. En este pasaje, Pablo describe no el propósito del Enemigo, sino el del Señor al permitir que las dificultades envuelvan el servicio del reino. Pablo descubre que Dios está permitiendo sus problemas con el fin de “impedir que me sintiera orgulloso” (v.7). Aunque el misterioso “aguijón” en la carne de Pablo puede ser la obra del Enemigo (Pablo lo llama un “mensajero de Satanás”), Dios le dio otro propósito. Dios lo está usando para sus fines, es decir para rescatar a Pablo de la arrogancia. Frecuentemente mi agotamiento en el ministerio ha tenido el mismo efecto que llena de humildad.

Pero las dificultades de Pablo tenían un doble propósito. No solo estaba Dios usándolas para obrar en Pablo, las está usando para obrar a través de Pablo. Jesús le dice: “basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.” (v. 9). Las dificultades de Pablo preparan el camino para que opere el poder de Dios, perfectamente, a través de su vida.

Así que, nuestros problemas personales pueden lograr dos cosas. Los problemas empequeñecen nuestro orgullo, y los problemas permiten que Dios presuma su fortaleza. En ambos casos, eso hace a un lado cualquier noción que podamos tener que servir a Dios tiene todo que ver con nosotros.

Por cierto, Pablo no fue el primero en descubrir estas verdades. El Antiguo Testamento está lleno de gente que vio a Dios obrar poderosamente en sus debilidades: Abraham el que no podía tener hijo, José el que fue traficado, Moisés el tartamudo, David el niño pastor—y la lista sigue.

Pero mi favorito es Gedeón el debilucho. Me identifico con su clara incredulidad frente a lo que Dios le pide que haga. Su historia, que aparece en Jueces capítulos 6-8, es quizás la ayuda visual más clara que demuestra la fortaleza de Dios en nuestras debilidades. El Nuevo Testamento habla de Gedeón como uno de aquellos cuya “debilidad se convirtió en fortaleza” (Hebreos 11:32-34). En su historia, veo ambos papeles de la debilidad en juego: la debilidad crea espacio para el poder de Dios, y la debilidad frena nuestra arrogancia.

Nuestra debilidad: el escenario de Dios

De la misma manera que Pablo describe sus dificultades como un aguijón en la carne, Gedeón también vivía en medio de israelitas que sufrían lo que el Antiguo Testamento denomina como espinas en los costados (Jueces 33:55; Jueces 2:3). La espina de ellos era acoso de los cananeos. Cuando nos encontramos con Gedeón, su pueblo se encuentra desesperado después de siete años de saqueo de sus cosechas por parte de los cananeos.

La historia de Gedeón empieza en un lagar donde estaba trillando trigo para esconderlo del enemigo. El ángel del Señor se le aparece y le dice, “¡Guerrero valiente, el Señor está contigo! ¿De verdad? Este “guerrero valiente” en particular se está escondiendo—no exactamente un acto valiente. La respuesta de Gedeón es sorprendentemente franca: “Ah Señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?” (Jueces 6:13, cursiva del autor). Con frecuencia esta es nuestra primera pregunta también. ¿Cómo pueden la presencia de Dios y mis dificultades ocupar el mismo espacio?

Gedeón lucha por reconciliar las acciones de Dios en el pasado con su aparente silencio en el presente: “¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El Señor nos sacó de Egipto”? Pero ahora el Señor nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas” (v. 13). En esta parte de la historia, descubrimos que Gedeón está hablando con Dios: “Y mirándole Jehová, le dijo: ‘Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?’” (v. 14).

La pregunta del Señor—“¿No te envío yo?”—hace eco a la pregunta que Gedeón le acaba de hacer: “¿Acaso no dijeron: “El Señor nos sacó de Egipto”? Ambas preguntas empiezan con la misma palabra hebrea, halo’. Es una palabra que se usa para introducir una pregunta cuando el interlocutor asume que la respuesta va a ser “sí.” Así que esencialmente lo que Gedeón dice cuando pregunta “¿acaso no nos sacó el Señor de Egipto”? ¡Sí, sí lo hizo! Y el Señor contesta, “¿No soy yo quien te envía?” La respuesta es muy obvia. ¡Sí, soy yo! Estoy interviniendo. No te he abandonado.

Pero Gedeón no está convencido. Le contesta, “Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.” La pregunta de Gedeón es una respuesta directa a la comisión del Señor: “Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel.” Dios le dice que vaya en su fuerza y Gedeón le responde, “¿con qué?” En otras palabras, “¿Con qué fuerza? Soy el hombre más débil en el clan más débil. ¿De qué fuerza exactamente estás hablando?”

El señor simplemente le contesta, “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.” (v. 16). En otras palabras, el Señor dice: No te midas a ti mismo, Gedeón. Mídeme a mí. Toma lo que sea que tengas, marcha con la poca fuerza que tengas, y preséntate al campo de batalla. Yo estaré allí.

Gedeón sigue navegando su incertidumbre sobre las instrucciones de Dios. Decide obedecer a Dios y destruir los altares a Baal, pero lo hace en medio de la noche, para que nadie sepa que fue él. Luego pronuncia su famosa oración del “vellón” para asegurarse por segunda y tercera vez que Dios hará lo que ha prometido. Pero al final, Gedeón obedece. Reúne un ejército y se prepara para luchar contra los medianitas. Dios usa el candidato que menos se hubiera esperado—el más débil de los débiles—para lograr el rescate de su pueblo.

La primera parte de la historia de Gedeón nos enseña a mirar con cautela nuestra inseguridad. Aprendemos a desconfiar de la voz que nos dice que somos insuficientes para la tarea que Dios nos ha dado. Cuando sentimos que no tenemos ninguna fuerza, cuando estamos convencidos de que no tenemos nada más que dar, recordamos que vale la pena simplemente schlep (usando un buen término prestado yiddish que significa ir de acá para allá) a ir a donde sea que Dios nos está enviando. Sí Él está con nosotros, eso será fuerza suficiente. Si empezamos a medirnos a nosotros mismos, el peligro es que no nos moveremos, no nos arriesgaremos, o no iremos. Haremos un cálculo, y llegaremos a la conclusión que la tarea es demasiado grande, y nos quedaremos en casa. Gedeón nos recuerda en lugar de hacer eso, que midamos a Dios. Si Él está con nosotros, no importa cuán poca fuerza tengamos cuando salgamos.

Me recuerdo de una noche en que mi esposo y yo íbamos en camino a una cena con una pareja que habíamos conocido a través de Craiglist. Aunque los encontramos de personalidades algo dificultosas, parecían tener hambre espiritual, y queríamos presentarles la Palabra de Dios. Pero acabábamos de salir de una de muchas estadías en el hospital con nuestro hijo recién nacido y estábamos totalmente exhaustos.

En el carro, nos recordamos el uno al otro que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo. Si no podíamos hacer nada más que arrastrar esos templos al lugar de necesidad, el simple hecho de hacer eso le daría la oportunidad a Dios de hacer algo poderoso a través nuestro si así él lo quería. Si hubiéramos medido nuestros recursos esa noche, nos hubiéramos quedado en casa.

Nuestra debilidad: Mata orgullo

Mientras que Gedeón estaba muy consciente de su propia debilidad, Israel no era tan humilde. La siguiente parte de la historia de Gedeón nos muestra cómo Dios usó la disminución para empequeñecer el orgullo. Gedeón recluta un ejército de 32,000. Mientras tanto se nos dice, “Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud” (Jueces 7:12).

Pero el Señor le dice a Gedeón, “El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado.” ¿Gedeón tiene demasiada gente? ¡No puedes ni contar los camellos del lado enemigo! Pero Gedeón escucha al Señor y aplica dos pruebas tornasol sucesivas a sus soldados. En dos olas, envía a 31,000—más del 90 por ciento—de ellos a casa.

¿Por qué razón está Dios reduciendo dramáticamente los recursos de Gedeón en víspera a la lucha? ¿Por qué está separando las fuerzas de Israel? Para que Israel no presuma. O, en las palabras de Pablo, para impedirles que se vuelvan orgullosos. De esta manera, cuando Gedeón se enfrente a los camellos que son como la arena del mar con solo 300 hombres, no habrá duda la fortaleza de quien está en exhibición.

Y vaya exhibición que se deja ver. Esta pequeña banda de guerreros israelitas llega al margen del campamento de los madianitas, suena sus trompetas, descubre sus antorchas, grita, y luego simplemente observa mientras los soldados medianitas se atacan entre sí y empiezan a huir. Esta victoria, “el día de los madianitas” se convierte en el ejemplo singular de la habilidad de Dios para vencer cuando su pueblo está en desparejo y los rescata (Sa. 83:9; Is. 9:4; 10:26).

Si la conversación de Gedeón con el ángel nos enseña a dudar de nuestras propias inseguridades, la reducción de su ejército nos enseña a tener cuidado con nuestro orgullo. Exceso de confianza parece ser un asunto muy importante para Dios. Algo que se debe evitar a todo costo. Pone en serio peligro nuestras almas. Observe todo lo que Dios está dispuesto a hacer para ayudar a su pueblo a evitarlo. Se reduce el ejército de Gedeón. Se permite que el “aguijón” de Pablo persista. Dios permite retos dramáticos en nuestras vidas, una reducción significativa de nuestros recursos, para así salvarnos de la arrogancia.

Esto es bondad. Nuestra arrogancia y el espíritu crítico que le acompaña estorban la obra de Dios en nosotros y a través de nosotros. El orgullo es pecado, y nos puede matar. Cuando enfrentamos temporadas de cansancio, debilidad, ola tras ola de desgaste, podemos asumir que Dios está obrando. En las palabras de un letrero que vi recientemente frente a una iglesia: “Cuando te has desgastado hasta llegar a nada, Dios está por hacer algo.”

El orgullo de la inseguridad

Al ver la historia de Gedeón, descubrimos que tanto la inseguridad como la arrogancia son dos formas del orgullo en el sentido de que las dos exhiben el pecado de pensar que todo tiene que ver con nosotros (que somos el centro del drama). La inseguridad dice, “todo tiene que ver conmigo, y porque soy débil, voy a perder la batalla del día.” La arrogancia dice, “Todo tiene que ver conmigo, y porque soy fuerte, voy a ganar la batalla del día.” Pero la humildad dice, “No tiene nada que ver conmigo en lo más mínimo; mi única esperanza es que Dios es fuerte.” La fortaleza de Dios es todo lo que importa. Y él nos ha dicho, al igual que a Gedeón: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días” (Mat. 28:20). Tenemos mayor razón para creerle, porque hemos visto “a Dios con nosotros,” Emanuel, que vino en forma de hombre. Jesús nos ha mostrado en su mejor manera como se deja ver el poder de Dios en nuestra debilidad. No hay mejor ayuda visual que la debilidad y el poder de la cruz.

En los últimos años, la experiencia de que todo parece estarse derrumbando alrededor de nuestro ministerio solamente se ha acelerado en mi vida. Con el bolsillo lleno de títulos de universidades prestigiosas del Ivy League y con el deseo de servir a la iglesia, he pasado la mayor parte de la última década navegando como padre de un hijo con necesidades especiales, luchando contra un enfermedad de mi sistema de autoinmunidad, y viviendo con un presupuesto muy limitado en medio del llamado de mi esposo a ir al seminario y a plantar nuevas iglesias. Muchas de mis horas las paso haciendo cosas que nunca fueron parte del plan, cosas que pueden (en mis peores días) parecer como una pérdida de tiempo. Me identifico con Gedeón, viendo como los recursos con los que contaba se van disipando frente a mis ojos. Con frecuencia me siento como que estoy parada frente a un valle mirando fijamente una playa llena de camellos y yo con solo 300 soldados de infantería a mi disposición.

Aunque siento pesar por las pérdidas inherentes en estas dificultades, también veo cómo Dios les puede estar dando un nuevo propósito para mi bien. La debilidad está haciendo su doble trabajo en mí. El Señor está limando las asperezas de la arrogancia que amenaza mi vida. Y lo he visto mostrar su poder en medio de mi agotamiento. Parafraseando a Pablo, estoy aprendiendo a estar bien operando en una capacidad disminuida, a operar con limitaciones serias, porque cuando estoy en mi lugar más bajo, la obra de Dios a través de mí está a su mayor rendimiento. Mi debilidad le da a Dios la oportunidad de hacer acto de presencia y de presumir.

Sarah Lebhar Hall es profesora adjunta de estudios bíblicos en Gordon-Conwell Theological Seminary y Trinity School for Ministry.

Embarazada y en misión en territorio zika: ¿Me quedo o me voy?

El brote llegó a Honduras durante el tercer trimestre de mi tan esperado embarazo

Christianity Today April 28, 2016
Lucy Hewett

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Meses antes de mi boda, mi prometido comenzó una empresa fabricadora de juguetes para crear trabajos en Honduras. Nos mudamos a Tegucigalpa como marido y mujer en el 2010, comenzando nuestra vida juntos en un país con el índice más alto de asesinatos.

Obviamente, pasamos por alto la etapa de la luna de miel. Además del impacto de un nuevo país, idioma, y cultura, enfrenté la violenta realidad de la vida en la capital de Honduras.

Los índices de robo, violación, y asesinato subieron a niveles inimaginables en Los Ángeles, donde vivíamos antes de nuestra mudanza.

Desde el 2010, la empresa tomó vuelo, y nos hemos acostumbrado en la vida de Centro América. Pero la transición nunca me fue fácil. Traté distintos trabajos y ministerios, incapaz de encontrar el perfecto para mí. Batallamos para concebir, y los doctores tanto en Honduras como en EE.UU. no podían adivinar por qué éramos infértiles.

El verano pasado, dejamos los tratamientos para darles a mi cuerpo y corazón un descanso. Y luego, en agosto, me embaracé.

Hace años decidimos que si alguna vez concebíamos, nos quedaríamos en Tegucigalpa para el parto. A pesar de la revuelta política y los temores de salud, incluso el brote de virus transmitidos por mosquitos portadores como el dengue y la chikunguña, creíamos que aquí es donde Dios nos había llamado. Cuando por primera vez escuchamos del virus zika propagarse a lo largo de Honduras y en otras partes de Centroamérica a principios del 2016—como a la mitad de mi embarazo—decidimos no titubear.

Sin embargo el zika rápidamente demostró ser diferente. Además de síntomas como fiebre, sarpullido, y artralgia, se cree que el virus representa graves amenazas para los niños aún no nacidos aunque los investigadores todavía están buscando esta conexión. Las mujeres embarazadas que contraen el zika peligran dar a luz bebés con microcefalia, un defecto que causa que la cabeza y el cerebro sean anormales. No hay inoculación para detener el virus, y los expertos no saben si el peligro está limitado a cierto período durante el embarazo o continúa después del nacimiento. Algunos funcionarios del país han aconsejado a las mujeres a que traten de demorar el embarazo hasta por dos años; muchos pacientes del zika aún no tienen síntomas o se dan cuenta que han sido infectados.

A principio del año, Chris y yo comenzamos a usar guantes largos, pantalones, calcetines, zapatos cerrados, y repelente para mosquitos cada vez que salíamos de la casa. Nuestro doctor midió la cabeza de nuestro hijo en cada ultrasonido.

Durante una sola semana en enero, vimos el número de casos del zika en Honduras subir de 300 a 1,000. Para febrero, eran mucho más que 3,500. Nuestras amistades y familia nos llamaban preocupados: ¿Vendrás a casa? ¿Qué tal si te infectas y tu hijo contrae daño cerebral?

Hace años, decidimos que Honduras sería donde criaríamos a nuestros hijos e invertiríamos en los empleados de la empresa de mi esposo. El partir a causa del zika no sería como cancelar unas vacaciones caribeñas o posponer un viaje misionero de dos semanas. Eso transformaría nuestras vidas.

Hemos pasado los últimos seis años desarrollando no tan sólo una empresa sino también una comunidad de gente para trabajar al lado y alcanzarlos con el evangelio. En los últimos meses, finalmente he encontrado ímpetu con un estudio bíblico para mujeres en la fábrica y tengo planes de comenzar a ofrecer alimentos y educación (o clases) a nuestros empleados. Me parece erróneo salir ahora, especialmente cuando conocemos a otras mujeres embarazadas que enfrentan los mismos riesgos, y que no pueden escoger el salir.

Sabemos lo que muchos hondureños se suponen sobre los norteamericanos: que todos somos ricos, que no estamos aquí por largo tiempo, que podemos irnos cuando nos sea de beneficio. Cuando nuestras amistades nos ruegan regresar a casa, nosotros a su vez pensamos en nuestro equipo y lo que nuestra salida indicaría. La última cosa que queremos demostrar es que nuestra fe depende de nuestras circunstancias.

Antes bien, estos seis años en Honduras me han enseñado lo contrario. En los Estados Unidos, absorbimos la creencia de que Dios nos posiciona para confort, y seguridad. Aquí, estoy aprendiendo que la voluntad de Dios a menudo choca con nuestras preferencias personales. Cuando me mudé a Tegucigalpa, Dios inmediatamente me ajustó a través de incomodidades e inconveniencias. Batallando para aprender español, navegando una nueva ciudad, y observando el crimen me enseñó más sobre quién es Dios y lo que Él quiere para mí y para nuestro matrimonio. Recuerdo esto cuando soy tentada a pensar que puedo controlar el destino de mi familia si opto por el camino seguro.

En estos días a menudo pienso en el misionero del siglo veinte William Borden. Antes de morir de meningitis cerebral a la edad de 25 años, dejó un futuro en la empresa de su familia para compartir el evangelio en la China. A pesar de las amenazas de su padre, nunca regresó a una vida de confort. Vivió bajo el dicho, “Sin reservas, sin retroceso, sin remordimientos.” Nosotros también queremos vivir sin remordimientos.

En cambio, habiendo esperado tanto por la bendición de ser padres, Chris y yo sentimos intensamente el peso de esa responsabilidad. El regresar a los Estados Unidos casi elimina la posibilidad de que yo me infecte con el virus del Zika. Sin embargo trae otros desafíos. Yo dejaría nuestra iglesia y comunidad. Tendría que buscar un nuevo médico y comenzar una nueva serie de clases de preparación para el parto. Aunque Chris me visitaría siempre que le fuere posible, yo iría sola a las citas del médico y a las clases de preparación para el parto. Tal movimiento sería especialmente muy estresante en la etapa en que cada libro de consejos para nuevas madres y otras madres dicen que uno se esté quieta y descanse.

He luchado con Dios sobre cuál opción es motivada por confianza y fidelidad. Finalmente, mi esposo y yo humildemente nos dimos cuenta de todas las cosas que no podemos controlar en nuestras vidas y en la de nuestro bebé. Basamos nuestra decisión en la más grande prioridad que Dios nos ha dado en este momento. Justo ahora, nuestro llamado a ser padres fieles sustituye nuestro llamado a Honduras.

Una vez más, estoy sacrificando la familiaridad y rutina—esta vez por el bien de nuestro bebé.

Confío en que Dios le concederá a nuestro hijo la oportunidad de una vida saludable. Al mismo tiempo, confío en que Dios dirija nuestro equipo en Honduras mientras estamos lejos. Confío en que ninguna de estas cosas depende de nosotros, sino en el Dios en quien se le pueden confiar todas las cosas. El entregarnos completamente significa que Dios puede pedir cualquier cosa de nosotros—ya sea el quedarnos ahí o el salir.

Una vez más, me encuentro preparando dos maletas para viajar a otro país por un tiempo indefinido. Más esta vez, regresar a “casa” a los Estados Unidos es en realidad salir de casa.

Cindy Haughey fue estudiante universitaria en Taylor University y tiene una maestría de Trinity Evangelical Divinity School. Además de trabajar en la empresa de juguetes Tegu, es escritora, oradora, y viajera del mundo.

Por qué seguimos necesitando a Kierkegaard

Los evangélicos no deben olvidarse de su misión de hacer la fe más “difícil.”

Christianity Today April 28, 2016
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Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Hace años, Christianity Today publicó una caricatura ilustrando a Francis Schaeffer frente a las puertas del cielo. Al revisar el Libro de la Vida, Pedro le dice, “Déjeme ver Dr. Francis. Creo que a Tomás Aquino le gustaría hablar con usted.”

El teólogo medieval Católico no fue el único luminar Cristiano que se vio en conflicto con Schaeffer. Søren Kierkegaard fue otro de los blancos populares. ¿Quién se puede olvidar del ataque de Schaeffer de que la noción del “brinco de fe” del danés melancólico aceleró el “escape de la razón” de la civilización Occidental y nos hundió en la “línea de la desesperación”? Debido a esta y otras caricaturas similares, los evangélicos con frecuencia han visto a Kierkegaard con sospecha.

Afortunadamente, el libro escrito por Mark Tietjen Kierkegaard: A Christian Missionary to Christians (IVP Academic) [Kierkegaard: Un misionero Cristiano a los Cristianos] debe poder corregir el récord, en primer lugar sobre lo que Kierkegaard quiso decir con el concepto del “brinco.” Muchos eruditos Cristianos han elogiado a Kierkegaard como un aliado ortodoxo. Pero Tietjen, capellán en Stony Brook School en Nueva York, va más allá. Al escribir para aquellos que no saben la jerga filosófica o teológica, muestra cómo el cúmulo de su obra da testimonio al hecho de que el Cristianismo nominal no es Cristianismo en lo más mínimo.

Para hacer a un lado la basura, Tietjen primero presenta un vistazo de la vida y el pensamiento de Kierkegaard. Escondido en esta defensa de las credenciales teológicas de Kierkegaard se encuentra una buena explicación de por qué los Cristianos no deben sospechar de la filosofía. El retrato que surge es de un pensador Cristiano riguroso laborando dentro de la tradición Luterana Reformada: un heredero auténtico de Lutero en su mejor momento, y un precursor de héroes que vendrían después como Bonhoeffer. En particular, Kierkegaard preparó el camino para analizar cómo la iglesia toma parte en el “abaratar del Cristianismo.”

Tietjen útilmente explica que la misión de Kierkegaard fue hacer el Cristianismo más “difícil” para los Cristianos. En el Dinamarca del siglo diecinueve, nos dice, “las declaraciones del Cristianismo se deterioraron hasta llegar a ser nada más que la simple doctrina que uno tiene que memorizar para ser confirmado. En lugar de maravillarnos frente a la gran paradoja de que Dios se hizo humano para salvarnos de nuestros pecados, el Cristianismo como una institución cultural meramente asumió esa creencia, encontrándola trivial y fácil de creer.” Pero Kierkegaard advirtió que el Cristianismo no puede ser “tan simple como el subirnos los calcetines.” En todos sus escritos, Kierkegard buscó mostrar que la fe en Jesús demanda pasión y dedicación absolutas, no un mero asentimiento a una “cosmovisión Cristiana.”

El resto del libro evalúa cómo Kerkegaard buscó inquietar a los Cristianos nominales lo suficiente para que ellos consideraran el evangelio. Como lo sugiere el subtítulo del libro de Tietjen, Kierkegaard se vio a sí mismo como un misionero al Cristianismo cultural. El libro provee comentario amplio sobre la perspectiva alta que Kierkegaard tenía de Cristo, su perspectiva relativamente baja sobre la naturaleza humana, y su perspectiva singular sobre el testimonio Cristiano, y su convicción de que la fe es más que recibir una letanía de doctrinas.

Las secciones más potentes de Tietjen tratan el ataque de Kierkegaard contra el Cristianismo y sus líderes. Al predicar una versión cognitiva o cerebral de Cristo, los pastores contemporáneos de Kierkegaard convencían a los oyentes a que admiraran a Cristo y aun a que creyesen en él como el Hijo de Dios. Pero como Kierkegaard aclaró, Jesús no vino para ser admirado, sino a ganar seguidores, para ser imitado” (1 Co. 11:1). Como contestó Kierkegaard en Práctica en el Cristianismo, “La predicación ha sido abolida,” con los líderes de la iglesia reducidos a hacer “observaciones” teológicas interesantes” que no cambian la vida de la gente.

Históricamente, los evangélicos se han enfocado casi obsesivamente en la apologética y la precisión doctrinal. Esas no son cosas malas, diría Kierkegaard. Pero no son la esencia del Cristianismo. Ser puro de corazón significa arrepentirnos de nuestros pecados, reorientando nuestra voluntad a obedecer a Jesús, y a sufrir voluntariamente en nombre de él. Todavía necesitamos un “misionero a los Cristianos,” y Tietjen nos reconecta con alguien que llena la descripción del cargo tan bien como siempre.

Gregory Alan Thornbury es presidente de The King’s College en la ciudad de Nueva York. Es el autor de Recovering Classic Evangelicalism: Applying the Wisdom and Vision of Carl F. H. Henry (Crossway) [Recobrar el pensar evangélico clásico: Aplicar la sabiduría y visión de Carl F. H. Henry].

Por qué el color de piel de Jesús sí importa

Que Él era una minoría étnica forma la manera en que ministramos hoy.

Christianity Today April 28, 2016
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Después de una de mis conferencias recientes, una estudiante de una universidad cristiana se me acercó y me preguntó si la gente de color se siente incómoda por el hecho de que Jesús es blanco. Le respondí, “Jesús no es blanco. El Jesús de la historia probablemente se parecía más a mí, una mujer negra, que a usted, una mujer blanca.”

No me sorprendí de la suposición de este estudiante de que Jesús era de descendencia europea, o de la certeza con que lo afirmó. Cuando estoy en el ámbito cristiano en EE.UU., me encuentro con esta suposición tan a menudo que he llegado a creer que esa es la suposición natural con respecto a la apariencia de Jesús. Efectivamente, el Jesús blanco está por doquier: una estatua de 30 pies de altura del Salvador de piel blanca está en el centro del campus de Biola University; la mayoría de las tarjetas navideñas presentan a un Jesús blanco; y la reciente miniserie The Bible en el History Channel de manera dramática presentaron a un Jesús blanco a más de 100 millones de televidentes. En casi todo el mundo occidental, Jesús es blanco.

Aunque Cristo el Señor trasciende el color de piel y las divisiones raciales, el Jesús blanco tiene consecuencias reales. Con toda probabilidad, si usted cierra sus ojos y se imagina a Jesús, usted se imaginará a un hombre blanco. Involuntaria o inconscientemente, muchos de nosotros hemos sido discípulos de un Jesús blanco. No tan sólo nuestra imagen de un Jesús blanco es inexacta, sino también puede impedir nuestra habilidad de honrar la imagen de Dios en las personas que no son blancas.

Jesús de Nazaret probablemente era de piel más oscura de la que nos imaginamos, no distinta a la piel aceitunada que es común entre la personas del Medio Oriente el día de hoy. El erudito bíblico de Princeton, James Charlesworth llega incluso a decir que Jesús era “con más probabilidad de piel café oscuro y bronceado.” Las más antiguas ilustraciones de un Jesús adulto lo mostraban de “aspecto oriental” y de piel café. Sin embargo para el sexto siglo, algunos artistas bizantinos comenzaron a pintar a Jesús con piel blanca, barba, y cabello con el partido en medio. Esta imagen llegó a ser el estándar.

En el tiempo colonial, la Europa occidental en la mayor parte exportó su imagen de un Cristo blanco al mundo entero, y un Jesús blanco a menudo formó la manera en que los cristianos entendieron el ministerio de Jesús y su misión. Algunos cristianos del siglo 19, deseosos de justificar las crueldades de la esclavitud, hicieron todo lo posible para presentar a Jesús como blanco. Al negar su verdadera identidad como persona de piel oscura, miembro de una minoría oprimida, los dueños de esclavos podían justificar mejor la jerarquía de amo-esclavo y olvidar el ministerio de Jesús de poner en libertad a los oprimidos (Lucas 4:8).

Como judío, Jesús era una minoría étnica en el Imperio Romano. Los judíos fueron marginados por los romanos, griegos, y otros grupos no judíos en muchas ciudades imperiales. Cuando niño, Jesús era el blanco del infanticidio aprobado por los gobernantes, huyó de Egipto como refugiado, y se enfrentó a la explotación de los cobradores de impuestos romanos. Durante su vida, Él supo el dolor de ser miembro de una etnia cuya cultura, religión y experiencias eran marginadas por los que estaban en el poder.

Porque Jesús pertenecía a una minoría étnica, estamos obligados a reevaluar quién fue Jesús y con quiénes se identificaba al cumplir su misión. Cuando la gente que estaba en la periferia se juntaba, Jesús estaba entre ellos—no tan sólo porque les ministraba sino porque Él era uno de ellos. Como una minoría étnica, Jesús no simplemente se interesaba por la gente que eran víctimas de la violencia aprobada por Roma, sino que Él también fue víctima de dicha violencia. Jesús no tan sólo se interesa por los refugiados, sino que Él también fue un refugiado. Jesús no simplemente se interesa por los pobres, sino que Él mismo era pobre. Para Jesús, el ministerio significaba conocer por sí mismo el dolor de los más marginados por la sociedad.

Para poder seguir a Jesús en su misión hoy, a menudo debemos escoger un amor que se basa en la solidaridad. Muchos cristianos bien intencionados ministran a lo largo de la brecha social pero los blancos pueden ministrarle a la gente de color sin realmente verlos como sus iguales, y gente de altos ingresos puede servir a gente de bajos ingresos y saber poco de su vida cotidiana. La identidad étnica de Jesús y su posición social requieren que no tan sólo ministremos los marginados, sino que también debemos apoyarlos como Jesús los apoya.

Esto incluye ver las perspectivas culturales y costumbres no europeas como válidas y valiosas, escuchando a la gente marginada, y demostrando con nuestras palabras y hechos que tanto la liberación espiritual como la social son esenciales para el evangelio.

Pero primero, los que aún perciben a un Cristo blanco deben preguntarse si pueden adorar a un Jesús de piel oscura y si lo harán.

Christena Cleveland es profesora adjunta de la práctica de la reconciliación en la School of Divinity de Duke University.

El sonido de la reconciliación

El primer paso para tratar con los conflictos sociales es escuchar—verdaderamente escuchar.

Christianity Today April 28, 2016
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

En un viaje reciente a Israel, un grupo de líderes evangélicos de EE.UU. escucharon a personas israelitas y palestinas. Los israelitas se quejaron de que su historia no era escuchada en los Estados Unidos, mientras tanto los palestinos se quejaban de que los medios de comunicación de EE.UU. no presentaban ninguna historia aparte de la de los israelitas. Me acordé de la verdad a menudo repetida que los conflictos no tan sólo son sobre la justicia sino también, y quizá más importantemente, sobre la historia de grupos opuestos. Los puntos importantes para el contexto de EE.UU. eran obvios. Experimentamos diariamente historias opuestas de musulmanes, negros, hispanos, asiáticos, blancos, protestantes, evangélicos, los pro elección, pro vida, homosexuales, heterosexuales, hombres, mujeres, la crema y nata, los pobres—para mencionar sólo algunos.

Considere dos historias opuestas en vecindarios urbanos. Para simplificar demasiado: En gran parte de la comunidad negra, el curso de la historia se centra en los policías blancos enfocándose racialmente en hombres jóvenes negros, acosando, golpeando y asesinando sin consecuencias. Aun así los agentes del orden público cuentan la historia de que enfrentan presiones enormes en su búsqueda de mantener la paz en los vecindarios atrapados en las drogas y las guerras de pandillas.

Nuestras historias tienen diversos propósitos. En una reveladora entrada de blog, John Hagel, copresidente de Deloitte Center for Edge Innovation, dice, “Como seres humanos, nos resistimos a la atomización y fragmentación; anhelamos conectarnos y construir sobre los esfuerzos de otros. También buscamos significado, propósito, e identidad. . . algo que las historias, y poco más, están diseñados para proveer.” En otras palabras, las historias definen el conflicto, nombran los antagonistas, y especifican la resolución.

Las historias son, por supuesto, parciales. Raramente mienten sobre los hechos, sin embargo son selectivos en su uso. En la historia completa de la raza americana, los blancos pueden elocuentemente hablar en exceso sobre la genialidad de la Constitución no obstante apenas prestar atención al Three-Fifths Compromise que relegó a los esclavos a un estatus infrahumano. Muchos norteamericanos negros ahora dan voz a la tragedia que mucho del éxito de los EE.UU. fue desarrollado en los hombros de los esclavos, sin embargo siguen rechazando la democracia americana como nada más que una agresión sistemática a cuerpos negros, desde el primer día hasta el presente.

La verdad no está en algún lugar en el centro, como estamos acostumbrados a decir, sino en ambos lados. El experimento americano es un logro extraordinario de gobierno, derechos humanos, y libertad de expresión—y está lleno de hipocresía y racismo.

No obstante es difícil tomar en serio las historias de otros. Tememos que si lo hacemos, saboteamos el valor de nuestra propia historia. Por consiguiente, los intentos de negar las historias de alguien más, normalmente a través de calificar a la otra persona como “racista” o “conflictiva” o “marxista” o “islamofóbica”, eficazmente terminan la conversación.

También es difícil tomar en serio nuestra propia culpabilidad. Si lo admitimos, tratamos de mitigarlo: “Sí, muchos jóvenes negros son violentos, pero es el racismo sistemático que los hace de ese modo.” “Sí, muchos policías son excesivamente crueles, pero es la presión de tratar con criminales sin ley que provoca fuerza excesiva.” Al final, muchas historias son auto justificante y maniqueístas: nos imaginamos al mundo como dividido entre el bien y el mal, y le damos gracias a Dios que no somos como los otros malos.

La fe cristiana tiene recursos para tratar con la deficiencia de nuestras historias. Los cristianos admitimos que la imago Dei también contiene un corazón que es terriblemente malvado (Jer. 17). El mal no simplemente opera a través de sistemas sino también a través del corazón humano (Solzhenitsyn). Y aún más importante, podemos admitir nuestra culpabilidad y entablar una conversación con el que también es culpable porque ambos estamos bajo la Cruz, quien juzga la injusticia y perdona al injusto, todo en el camino para rectificar el mal.

También sabemos que somos llamados a poner nuestras identidades sociales y políticas, por más importantes que sean, a los pies de la Cruz, para que sean juzgadas y redimidas.

Prácticamente hablando, esto significa que debemos verdaderamente escuchar las historias de los demás. No tenemos derecho de esperar que ellos nos escuchen si nosotros no nos tomamos la molestia de escucharlos. Entonces significa que nos hablamos el uno al otro con valor y honestidad. En ese diálogo, descubriremos tanto la verdad como la deficiencia de nuestras narrativas, conforme surge una nueva narrativa.

Esto no es una fantasía sino una afirmación de la nueva realidad que Cristo ya ha creado. Cuando entramos en un diálogo como este, no estamos realmente creando una nueva narrativa, sino descubriendo la narrativa preeminente de Jesucristo (Ef. 1:9-10): “Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad . . . que de antemano estableció en Cristo, . . . reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra.”

Mark Galli es editor de Christianity Today.

La desigualdad en la educación demanda una respuesta cristiana

Esto es urgente. Vidas enteras dependen de ello.

Christianity Today April 28, 2016
Elizabeth Albert / Flickr

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Miles de norteamericanos van a la iglesia el domingo sin darse cuenta de que millones de niños norteamericanos no reciben una buena educación. Nos preocupa nuestra salud espiritual y la educación de nuestros hijos y se nos olvida que una vida espiritual Cristocéntrica está fundada en el amor a Dios y al prójimo.

Simple y sencillamente, los Estados Unidos no proveen una educación de calidad consistente a las personas que viven en pobreza o en áreas de bajos recursos. Las estadísticas “indican una cosa segura”, dice Rassoul Dastmozd, presidente del Saint Paul College en Minnesota, “hay una gran disparidad en la educación”, y “la mayor parte de esta deriva de la pobreza”.

Los niños que crecen en la pobreza o en hogares de bajos recursos enfrentan un sinnúmero de retos en la educación, los cuales nada tienen que ver con la calidad de sus escuelas.

“Las familias que viven en pobreza enfrentan desventajas que pueden entorpecer el desarrollo de sus hijos en muchas maneras,” de acuerdo al resumen de The Future of Children (El futuro de los niños, en español) de la obra de Greg Duncan, Katherine Magnuson, y Elizabeth Votruba-Drzal. “En la medida que las familias que viven en pobreza enfrentan dificultades económicas y tienen que vérselas con viviendas de calidad inferior, vecindarios inseguros, y educación inadecuada, experimentan más estrés en su diario vivir que las familias más pudientes, con la consiguiente serie de consecuencias sicológicas y de desarrollo.

Un sistema de educación pública de calidad buscaría mitigar esas desventajas, pero eso por el momento no está ocurriendo. “Mientras algunos norteamericanos jóvenes—la mayoría blancos y pudientes—reciben una educación de primera clase, aquellos que asisten a escuelas en vecindarios muy pobres obtienen una educación parecida a la educación de escuelas en naciones en desarrollo,” de acuerdo a un reporte del 2013 report de la Comisión para la Igualdad y Excelencia del Departamento de Educación.

Los niveles salariales explican en parte la disparidad educativa, pero la raza y la etnicidad son factores que juegan también un papel. El U.S. News & World Report señaló el año pasado que la educación en los Estados Unidos permanece “separatista y desigual”.

En promedio, las escuelas que sirven mayormente a poblaciones minoritarias tienen maestros con menos experiencia, con salarios más bajos, los cuales muy seguramente no tienen certificación. Un reporte del Center for American Progress (Centro para el Progreso Americano, en español) descubrió que a un aumento del 10 por ciento en los estudiantes de color en una escuela corresponde una disminución de $75 en gasto por estudiante.

Las disparidades en los cursos que se ofrecen significa que los estudiantes de color tienen menos oportunidades de experimentar desafíos a través de cursos más difíciles—el tipo de cursos requeridos para prepararse para una educación universitaria de cuatro años o una carrera bien pagada….

Esta desigualdad no es solamente alarmante a nivel personal; tiene implicaciones más amplias a nivel social y nacional. “Con la tasa más alta de pobreza en el mundo desarrollado, intensificada por la inadecuada educación que reciben muchos niños en escuelas de bajos recursos, los Estados Unidos están amenazando su propio futuro,” declaró la Comisión para la Igualdad y Excelencia.

Hay una disparidad en la prosperidad y las expectativas para el futuro bienestar económico en los Estados Unidos que parece no tener muchas importancia para muchos cristianos cuyos hijos tienen acceso a recursos educativos superiores. Algunos padres cristianos con salarios adecuados, confiables y consistentes trabajan duro para proveer toda oportunidad para sus hijos, pero parecería que les importan poco los hijos de los menos privilegiados.

Es simplemente difícil imaginar que Jesús tuviera una actitud igualmente insensible. Es difícil imaginarlo porque las Escrituras lo describen como alguien profundamente preocupado por la suerte del pobre y el necesitado.

La mayoría de los cristianos informados sabe lo que Jesús dijo al respecto de ministrar a los “más pequeños de estos” –a aquellos que tienen hambre, sed, que son extranjeros, que están desnudos, enfermos o en prisión (Mateo 25:31-46). Lo que parece más difícil de entender es que el ministrar a aquellos en necesidad nos cuesta a aquellos de nosotros que no estamos en necesidad, así como le costó al buen samaritano de las Escrituras.

Los niños de hoy que sufren pobreza y discriminación a menudo encajan en las primeras cinco categorías de Mateo 25. Si no hacemos nada para ayudarlos en sus necesidades actuales, existe la posibilidad de que muchos de ellos terminen también en la sexta categoría: en la prisión.

Esto es urgente. Vidas enteras dependen de ello.

Mis hijos son adultos ya, pero cuando eran chicos siempre respondía de inmediato cuando algo amenazaba su futuro. Por amor a ellos trabajé duro a fin de beneficiarlos. Nuestros hijos son nuestra primera, mas no nuestra única responsabilidad.

Los niños de hoy que sufren pobreza y discriminación necesitan ayuda de individuos, iglesias, escuelas y el gobierno. Las personas y las iglesias están mejor equipadas para encarar algunos de los problemas mencionados –las preocupaciones del diario vivir y los retos sicológicos que las personas enfrentan. Las escuelas y el gobierno están mejor equipados para otros –viviendas de calidad inferior, vecindarios inseguros y escuelas inadecuadas.

Esta situación requiere un esfuerzo amplio y concertado. Es un gran reto, pero los Estados Unidos no han dejado que la grandeza de un reto los desanime—el haber mandado a un hombre a la luna y el haber vencido a los países del Eje en la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo.

La conocida historia de la estrella de mar viene a la mente. Mientras el hombre devolvía al vasto océano algunas de las muchas estrellas de mar, no permitió que su incapacidad de salvar a todas las estrellas de mar le impidiera salvar a las pocas que pudo.

Uno de mis vecinos, ya jubilado, sigue trabajando por honorarios para una escuela pública del distrito local. Chris decidió trabajar específicamente con niños “en peligro” enseñándoles matemáticas. Él es un buen samaritano contemporáneo; está “salvando” a cuantos niños le sea posible salvar.

Necesitamos más gente como Chris y más iglesias, distritos escolares y organismos gubernamentales a fin de derribar este obstáculo. El futuro depende de ello, y aquellos de nosotros que buscamos seguir a Jesús tenemos la oportunidad de tener un impacto en la eternidad futura de algunos de los niños que ayudamos.

Ferrell Foster es el Director de Ética y Justicia de la Comisión de Vida Cristiana.

Traducido por Elsa Romero, de la Universidad Bautista de las Américas en San Antonio.

Un año nuevo, Un nuevo Llamado a la Equidad en la Educación

Para más que solo los niños en nuestra propia casa

Christianity Today April 28, 2016
jrandallc / Flickr

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Mi hija dice que soy un comercial para el aprendizaje de toda la vida. Quizás tiene razón. No solo les enseñe a la mayoría de mis hijos en casa (después fueron a una escuela cristiana y publica) pero hoy en día como abuela, estoy trabajando hacia un EdD en Liderazgo Educativo. Hay mucho que aprender, y al iniciar el 2016, estoy comprometida a amar a Dios con toda mi mente.

La educación es importante para mi familia (un valor que nos dio mi mama), pero esto no quiere decir que ha sido fácil. Me enfrente a desafíos a una temprana edad en la escuela elementar, porque el inglés es mi segundo idioma. Por la gracia de Dios, pude aprender conceptos, el desarrollo del idioma junto con coloquialismos y terminar siendo la primera generación de mi familia en graduarse del colegio. El Señor me ayudo para ganarle a las estadísticas y considerar como podemos ayudar a otros para que hagan lo mismo, y no hay nada mejor que un año nuevo para reforzar ese deseo.

Hemos entrado 16 años al nuevo siglo, pero todavía familias hispanas ven como en una parte de la ciudad hay acceso a mejores oportunidades de educación (incluyendo la preparación para colegio) – vemos claramente como las oportunidades de educación varean de un código postal al otro. No todas las familias tienen la oportunidad de considerar enseñarles a sus hijos en casa o enviarlos a una escuela privada. Por esto, tenemos que comprometernos a no solo asegurar que nuestros propios hijos tengan equidad en la educación, pero que todo niño lo tenga, incluyendo los que asisten a las escuelas públicas.

Una equidad en la educación para todo niño se trata de justicia Bíblica, y nuestras iglesias son el lugar apropiado para donde empezar. Animo a todo líder eclesiástico y miembro que consideren como pueden apoyar la equidad educativa para todos los estudiantes de su comunidad. Puede empezar preguntándose lo siguiente:

¿Cuales escuelas necesitan apoyo y que nos involucremos? ¿Cómo puedes expresar el amor de Cristo a estudiantes que están luchando y a sus familias? ¿Que necesitan las familias en tu vecindario e iglesia para ayudarle a sus estudiantes lograr el éxito?

Al iniciar este año, un paso sencillo que puedes tomar en hacer la educación un tema para discusión en tu iglesia es registrarte para el domingo de la Educación. Miles de iglesias participan en el Domingo de la Educación el primer domingo de septiembre, y esto inicia una discusión de todo el año sobre el valor de amar a Dios con toda nuestra mente. Conversaciones y actividades fluyen naturalmente todo el año; la tutoría de estudiantes, ayudando a padres entender el valor de las reuniones con las maestras, ofrecer recursos para becas escolares y llevar a estudiantes a los planteles de universidades y colegios para una gira. Simplemente en preguntarnos como podemos apoyar a estudiantes iniciara el proceso de mejorar el resultado educativo en nuestras comunidades.

Su congregación puede creativamente apoyar la educación en el 2016 en muchas maneras. Anteriormente, nuestra iglesia local ofreció un ministerio semanal llamado “Aprendiendo como Aprender”. Estudiantes de la iglesia y la comunidad recibieron puntos prácticos para estudiar, ayuda con tarea, e información básica de modales de voluntarios. Esta instrucción suplementar de herramientas del salón de clase fue complementada por una introducción básica de modales, por ejemplo, modales para cenar en la mesa y la manera correcta de introducirse uno con otra persona. Enfocándose de una manera holística al entrenamiento, animando, y celebrando el avance de los estudiantes los ayudo y vemos la evidencia en los frutos hoy al mirar el desarrollo de estas lecciones para toda la vida en ellos.

Hay tanto que nuestras iglesias y nosotros como individuos y creyentes, podemos hacer para impactar a estudiantes positivamente este año. Podemos asegurarnos que todo estudiante tenga la oportunidad de aprender, y alcanzar el potencial que Dios ha puesto en cada uno, y que sean equipados para estar preparados para el colegio. Juntos, podemos elevar los estándares para todos los niños en nuestras comunidades para que alcancen su potencial en Dios – este año y todos los años venideros.

Leticia Reyes está en la fase de su disertación para su doctorado en el Liderazgo en la Educación en Dallas Baptist University. Es una orgullosa abuela de ocho.

Información para el Domingo de la Educación : www.faithandeducation.com

Apoyando la Educación Para Todos los Hijos de Dios

Preguntas y Respuestas con el Rev. Rigo Méndez sobre educando estudiantes discapacitados

Christianity Today April 28, 2016
GoneApey / Flickr

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

La Dra. Andrea Ramírez recientemente invito al Rev. Rigo Méndez para dialogar sobre las oportunidades educativas para niños discapacitados o con retrasos de desarrollo

La vida de Rigo Méndez fue para siempre marcada cuando inicio su vida como educador. Hoy como el fundador de USpeak International, Rigo es un orador, maestro, y tutor y se desempeña para empoderar a las personas alcanzar su potencial. Rigo se graduó con honores de la Universidad Ashford con una licenciatura en Psicología y fue nombrado Maestro del Ano por sus contribuciones a estudiantes en el salón de clase en la escuela primaria. Tiene experiencia personal con personas discapacitadas, su hermano tiene síndrome de Down y ha trabajado como trabajador social para niños discapacitados. Actualmente sirve como coordinador de programas para disminuir los comportamientos de alto riesgo entre los estudiantes de la escuela secundaria y diacono de la Casa del Alfarero en Denver.

Rev. Méndez, usted enseno en una escuela primaria por una década y hoy sirve a familias como supervisor de casos para niños con discapacitaciones. ¿Cómo fue que su trabajo como educador lo llevo a su posición actual?

Como educador, fui testigo a muchas situaciones involucrando estudiantes con discapacitaciones. Algunos de estos estudiantes fueron cuidados, y otros no recibieron el cuidado apropiado o fueron malentendidos o ignorados y en casos, maltratados. Siendo testigo de lo bueno, lo malo y lo feo, me ayudo transicionar a mi nuevo papel donde puedo ofrecer información, guianza, recursos y servicios, ensenar defensa propia y ser voz para los que no tienen voz.

Si un padre sospecha que su bebe recién nacido quizás tenga una discapacidad, ¿qué es el primer paso?

Antes de contestar la pregunta, la palabra “discapacidad” es demasiada general y en veces es malentendida como un diagnostico.

Prefiero llamarlo retraso de desarrollo, que simplemente implica que un niño está demostrando problemas en un área en particular que quizás no sea serio, pero requiere apoyo y servicios de un profesional (por ejemplo, un retraso en el habla). En algunos casos, recién nacidos quizás tengan una condición establecida o demuestren señas de tener una discapacidad. Un equipo especializado de médicos puede determinar alguna diagnosis después de dar varios asesoramientos y exámenes.

Si un padre sospecha que su recién nacido está experimentando algún retraso en el desarrollo, el primer paso es una cita con su médico. El pediatra puede entonces referir al niño para más exámenes. Pero, si la siguiente cita no es hasta semanas o meses en el futuro, o el médico no está dirigiéndose a las preocupaciones de los padres, recomiendo que los padres no esperen. Un padre o cualquiera con preocupaciones sobre el desarrollo de un niño, puede buscar la Mesa Directiva del Centro de Niños (Child Center Board, CCB) y llamar para hacer una cita. Es imperativo que los padres sepan que pueden ellos mismos llamar y hacer una cita sin la ayuda de un medico.

También pueden comunicarse con Child Find, que es parte del Acta de Individuos con Discapacitaciones (IDEA) que requiere que los estados identifiquen, localicen e evalúen a todos los niños con discapacitaciones desde nacimiento hasta los 21 años, si están en necesidad de intervenciones o servicios especiales en la escuela. Estos servicios son gratis, y varean de estado por estado. Cualquier servicio dentro de una escuela es siempre gratis.

Si un diagnosis es dado a un recién nacido, ¿que quiere decir esto para la educación futura de ese niño?

En veces, un diagnostico no es dado, y lo que encuentran es un retraso de desarrollo en algún área. Entonces, un terapista puede dirigirse a estas áreas mientras que el supervisor del caso ayuda con las necesidades de la familia en el proceso. En veces, algunos niños se gradúan de programas de intervención antes de tiempo, porque alcanzan las metas de desarrollo y ya no tienen entonces, un retraso. Si un niño tiene una diagnosis fija, entonces el objetivo es proveer apoyo necesario para que el niño se desarrolle bien, mientras que el terapista sigue trabajando con ese niño. Al mismo tiempo, el supervisor del caso asiste con la transición del proceso, que incluye colaborar con la familia, el terapista y la escuela, para asegurar que los servicios para el niño continúan en la escena educativa.

Describa los tipos de recursos disponibles, en escuelas públicas, para la educación de estudiantes con discapacidades físicas.

Dependiendo en la diagnosis, los servicios del departamento de la educación especial de la escuela de la familia proveerán servicios y apoyo específicos y deletreados a través de un IEP (Un Plan Educativo Individual). Los maestros siguen estas modificaciones en el plan específico e individual para la instrucción de este alumno. En algunos casos, estudiantes reciben terapias durante el día escolar con especialistas, como terapia física, terapia ocupacional o terapia de habla. Estos especialistas sirven al estudiante en incrementos de tiempo, ya sean sesiones de 30 o 60 minutos, una vez por semana, o varias veces por semana, dependiendo en el acuerdo de los proveedores de servicios de la escuela, la administración y los padres.

¿Y que de los estudiantes discapacitados mentales? ¿Cuales opciones educativas recomienda para este tipo de estudiante?

Salud mental es un término que abarca mucho. Hay enfermedades mentales que pueden impactar las áreas sociales, emocionales y áreas cognitivas del estudiante, y pueden impedir su aprendizaje drásticamente. Los servicios de la educación especial para los discapacitados mentalmente son provistos en una variedad de maneras como instrucción directa, enseñanza en asociación, consultas, modificaciones a la instrucción, tal como fue identificado en el IEP del estudiante. Para asegurar mejoramiento y éxito, los padres tienen que estar bien informados y su involucramiento personal es recomendado en todo momento.

Tienes un hermano con sindroma Down, y esto te permite una conexión personal con las familias que sirves. ¿Que mensaje quieres dar a familias sobre su hijo/a con discapacitaciones?

El mensaje que quisiera dar es que entiendan que sus hijos son regalo de Dios, y fueron hechos maravillosamente. Las familias deben de tratar a un niño con discapacidades tal como tratan a los otros niños de familia. La discapacidad no limita a su hijo; sino que tratándolos diferente limita su grandeza, virtud y potencial.

Pueden haber estigmas, aun dentro de la iglesia, sobre un niño con discapacidad. ¿Que sugerencia nos das para miembros de iglesia que quieren demostrar amor a los niños con discapacidad y sus familias?

Tengo tres sugerencias para miembros dentro de una iglesia que quieren demostrar amor a niños con discapacitaciones y son; se sensible, se empático y se cuidadoso; estas cosas ayudaran inmensamente.

  • Se Sensible: Escoge tus palabras cuando estés hablando con la familia. No necesitan que les tengas lastima. Trátalos con respeto y dignidad.
  • Se Empático; Nunca asumas como será tener hijos con discapacitaciones. Si no, trata de comprender el peso que llevan y abraza sus luchas y frustraciones. Ofrece ayuda quizás en cargar sus artículos personales o cuidado si apropiado.
  • Se cuidadoso; si un padre comparte un diagnosis contigo, se cuidadoso y no platiques esta información personal con otros, al menos que te den permiso.

Para más información sobre ayudar a familias con niños discapacitados, envíele un correo al Rev. Rigo Méndez al uspeakllc@gmail.com

La luz de Cristo brilla entre los refugiados

Veremos como Dios ve cuando ya no veamos refugiados “extranjeros.”

Christianity Today April 6, 2016
Russell Watkins / Department for International Development

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Los cristianos estadounidenses les preguntaron a los niños reunidos que si alguna vez habían experimentado falta de perdón hacia alguien. Un niño pequeño levantó su mano y dijo que le era difícil perdonar a los hombres armados que habían hecho explotar un auto, matando así a su tío.

Esta comprensible y muy pública confesión ocurrió en un campamento bautista en el Valle de la Becá en Libia. Los bautistas de Texas apoyan ministerios para refugiados sirios en esa comunidad a través de la Ofrenda contra el Hambre de los Bautistas de Texas y a través de los esfuerzos a favor de los refugiados en Libia.

A pesar de la lucha que el niño experimenta con el perdón, este también expresó “su confianza en Jesús y en el gozo que tiene en su vida”, de acuerdo a un cristiano de California que presenció el incidente. “Era obvio para nosotros que a pesar de las cosas terribles que estos niños han visto y experimentado, el mensaje del amor de Jesús está llegando a ellos y tiene un impacto en sus vidas”.

Es posible que a los habitantes de Norteamérica les parezca fácil despegarse del sufrimiento causado por la guerra en el Medio Oriente, pero los seguidores de Jesús no pueden darse el lujo de esa apatía. El Salvador nos dijo que cuidar a aquellos que sufren es lo mismo que servir a Cristo personalmente. En otras palabras, Jesús es un refugiado y nos necesita.

Las Escrituras dicen que Dios puede sacar un bien de cualquier situación y eso es lo que Él está haciendo en el Líbano. Otro de los cristianos estadounidenses nos dijo de su experiencia al entrar a una casa “muy pequeña”: La familia tenía muy poco, pero “saltaban de gusto. No podían esperar la oportunidad para compartir cómo habían conocido a Jesús y cómo esa experiencia los había cambiado para siempre”.

Vemos imágenes de gente desesperada invadiendo la costa de Grecia o amontonada en los caminos en Hungría y nosotros en el occidente podemos sentir que nos invaden. El reto para los cristianos es quitarnos los anteojos de nacionalismo o de la cultura, por medio de los cuales vemos tales eventos, y ver a través de los anteojos que las escrituras proveen.

Cuando la Biblia habla de temas relacionados con gente que vive en un país que no es el suyo, la palabras que generalmente se usan se traducen al inglés como fuereño, forastero, residente temporal o extranjero. Probablemente no hay una manera más clara de expresar cómo Dios ve a los inmigrantes que la de Salmos 146:9.

El Señor protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los impíos. (NVI)

Dios ve a los refugiados y a los inmigrantes como ve a todos las personas vulnerables. Que Dios “cuida a los extranjeros” implica no solo verlos, sino también cuidarlos y protegerlos. Aquí se describe como lo opuesto a lo que Dios hace por los malvados. Dios trae destrucción al perverso; Dios cuida al refugiado y al inmigrante.

El Antiguo Testamento conecta la preocupación de Dios por los inmigrantes con la experiencia de los israelitas en Egipto, cuando fueron refugiados que cruzaron una frontera nacional en busca de mejores condiciones económicas y nivel de vida.

Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel. (Levíticos 19:33-34, NVI)

En el Nuevo Testamento, Jesús se refiere a los inmigrantes como a “los más pequeños” en los famoso versículos acerca del juicio de las naciones.

Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron”. (Mateo 25:32-36, NVI)

El aceptar al extranjero es señal de que las personas viven de acuerdo a la voluntad de Dios y de que están más enfocadas en el reino de Dios que en las fronteras de este mundo.

Jesús dijo también, en otra frase muy conocida, que amáramos a Dios con todo nuestro ser y que amáramos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Un abogado entonces le peguntó: “¿Y quién es mi prójimo? Jesús le respondió contándole una historia de un “buen samaritano”, la cual le reveló que el ser el prójimo de alguien es no reconocer fronteras –raciales, étnicas o de nacionales.

Jesús, por supuesto, había sido refugiado alguna vez. Después de su nacimiento, sus padres huyeron a Palestina a los confines seguros de Egipto.

Cuando ya se habían ido [los sabios], un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. (Mateo 2:13, NVI)

La familia escapó frente a la amenaza de muerte y vivió como extranjera hasta que fue seguro regresar a su lugar de origen.

Para Dios no hay diferencia entre las personas de diferentes tribus o grupos. Existe una unidad en la raza humana que trasciende todas las categorías que nos puedan separar.

Veremos como Dios ve cuando ya no veamos refugiados “extranjeros”, cuando ya no nos parezcan tan diferentes. Los veremos como hijos de Dios, como nuestro prójimo.

Ferrell Foster es el director de la ética y la justicia para Texas Baptists.

¿Deben los cristianos votar por el menor de dos males?

Aun en las urnas electorales, la moralidad no es relativa.

Christianity Today April 4, 2016
Shealah Craighead / SarahPAC

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Por años, he rogado a los cristianos a tomar en serio sus obligaciones como ciudadanos, empezando con ejercitar el derecho a votar. En la plaza pública y en las urnas, debemos estar más involucrados, no menos.

¿Pero qué pasa en una elección donde los cristianos se enfrentan a dos alternativas moralmente problemáticas? ¿Deben los votantes dar su voto al menor de los males? Este ciclo electoral impredecible puede tomar un sinnúmero de rumbos, y me siguen haciendo esta pregunta frecuentemente.

Para empezar, a menos que Jesús de Nazareth sea uno de los candidatos en la papeleta, cualquier elección nos obliga a escoger el menor de los males. A lo largo de cualquier partido o plataforma, todos han pecado y están lejos de la gloria de Dios. Sin embargo, la pregunta es válida. Creer en la depravación humana no niega nuestro sentido de responsabilidad. Según el estándar de la ley de Dios, toda persona es un mentiroso, pero eso no significa que debemos ocupar a un empleado que sabemos tiene un patrón de hablar con la mentira. Jesús enseñó que todos los que tienen lascivia en su corazón son adúlteros, pero eso no quiere decir que una mujer debe encogerse de hombros cuando descubre que el que pudiera ser su nuevo marido es un mujeriego.

Cuando consideramos la pregunta sobre escoger entre el menor de dos males, debemos empezar con lo que es el voto dentro de nuestro sistema de gobierno. En nuestro sistema, ciudadano(a) es un puesto o función; nosotros también cargamos con la responsabilidad de las acciones del gobierno. De la misma manera que el sacerdocio de Cristo hizo demandas a favor de la justicia pública de aquellos que tenían un cargo oficial en el Nuevo Testamento (Lucas 4:15), lo mismo es verdad para aquellos que gobiernan como ciudadanos.

El apóstol Pablo enseñó que la espada de César ha sido dada por Dios para recomendar el bien y castigar el mal (Ro. 13:1-5). La Biblia presenta los límites de dicho papel, mencionando a aquellos que usan la espada en maneras injustas y que serán sujetos al juicio (i.e. Apocalipsis 13).

En una república democrática, la autoridad sobre el estado resta sobre el pueblo mismo. En las urnas, nosotros les delegamos a otros el uso de la espada de la justicia pública en nombre nuestro. Si pensamos en una campaña política como si fuese una entrevista de empleo, no podemos éticamente hacer un contrato con alguien para que haga el mal en nuestro nombre.

¿Puede un candidato hacer promesas sobre ciertos asuntos y luego hacer algo diferente cuando sea elegido al puesto? Sí. ¿Puede un candidato presentar un sentido de buen carácter en público y luego después que se descubra que es un fraude? Seguro que sí. Lo mismo pasa con pastores, cónyuges, empleados, y virtualmente en cualquier otra relación. Pero ese sentido de sorpresa o desilusión no es lo mismo como delegar de antemano nuestra autoridad a alguien que sabemos que tiene un carácter pobre o posiciones públicas malévolas. Hacer eso nos hace a nosotros culpables como votantes. Decir, “la alternativa sería peor” no es una excusa válida.

Piense en el servicio militar, otro puesto de responsabilidad pública, como un ejemplo. Miembros del ejército no necesitan aprobar todo lo que un general decide para poder ser fieles a sus deberes para con el país. Pero si los generales dieran la orden de matar a personas inocentes que no son combatientes o desertar y enlistarse con los enemigos de nuestro país, el cristiano no puede meramente escoger la menos peor de estas dos opciones. Debe concluir que ambas son erróneas y que no puede verse implicado en ninguna de las dos. Si una doctora cristiana fuese obligada a escoger entre llevar a cabo un aborto o ayudar en un suicidio, ella no puede escoger el menor de estos dos males sino que debe objetar concienzudamente.

Después de haber dicho todo eso, no todos los asuntos políticos son iguales. He votado por candidatos con quienes he estado en desacuerdo sobre asuntos como reforma inmigratoria o descanso médico por asuntos familiares porque he estado de acuerdo con ellos sobre la santidad de la vida humana. Sin embargo, yo no podría votar por un candidato pro-vida (contra el aborto) que al mismo tiempo está a favor de la injusticia racial o los crímenes de guerra, o cualquier otro de una serie de asuntos morales de primer nivel. Hay algunos candidatos con los que estoy de acuerdo sobre asuntos como crecimiento económico o seguridad nacional pero por los que no pudiera votar porque niegan la persona del que está por nacer o restringen la libertad religiosa para todos.

Dadas estas convicciones morales, ha habido ocasiones en que me he enfrentado con dos candidatos, cuando ambos fueron descalificados moralmente. En una ocasión, un candidato era pro-vida pero provocaba en asuntos raciales, que competía con un candidato pro-elección (que abogaba por la libertad para abortar). No podía en buena consciencia poner mi nombre bajo cualquiera de los dos candidatos. Escribí el nombre de otro líder. En otras ocasiones, he votado por un candidato de un partido menor.

Los candidatos de partidos que están fuera de los partidos principales algunas veces ganan. Abraham Lincoln corrió como Republicano en una era cuando los partidos principales eran los Whigs y los Demócratas. Aun cuando los candidatos de partidos de tercer rango no ganan las elecciones, pueden introducir asuntos y crear un movimiento para el futuro. En algunas ocasiones, han ganado candidatos cuyos nombres no aparecen en la papeleta (y el votante tiene que agregar a mano); la senadora de EEUU Lisa Murkowski de Alaska ganó su reelección de esa manera en el 2010.

En aquellos casos en que yo he votado por un candidato independiente o que no aparece en la papeleta, no necesariamente esperaba que ese candidato ganara—mi principal objetivo era participar en el proceso sin respaldar el mal moral. Como cristianos, no somos responsables de la realidad de nuestro sistema de dos partidos políticos o por la manera en que otros ejercitan su responsabilidad civil, pero sí rendiremos cuentas por cómo delegamos nuestra autoridad. Nuestra primera responsabilidad no es la fiesta de la noche de victoria electoral del partido, sino el Trono de Juicio de Cristo.

Cuando los cristianos enfrentamos dos opciones claramente inmorales, no podemos racionalizar un voto por la inmoralidad o la injustica simplemente porque consideramos la alternativa peor. La Biblia nos dice que rendiremos cuentas no solo de las cosas malas que hacemos sino también porque damos nuestra aprobación “a quienes las practican” (Rom 1:32).

Desde este lado de la Nueva Jerusalén, nunca vamos a tener un candidato perfecto. Pero no podemos votar por el mal, aun cuando esa sea nuestra única opción.

Russell Moore es presidente de la Ethics and Religious Liberty Commission del Southern Baptist Convention y autor de Onward: Engaging the Culture Without Losing the Gospel [Adelante: Confraternizar con la cultura sin perder el Evangelio].

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