Loren Cunningham, el carismático visionario que inició Youth with a Mission (Juventud con una misión, JuCUM en América Latina; YWAM, por sus siglas en inglés) y movilizó a millones de jóvenes para viajes de corta duración, falleció el viernes por la mañana a la edad de 88 años.
Cuando tenía 20 años, Cunningham estaba orando y vio la imagen de un mapa, pero el mapa se movía. Las olas se estrellaban en las costas de todos los continentes, retrocedían y luego volvían a cubrir las costas. La imagen le pareció «una película mental», dijo después en su libro, y cuando miró más de cerca, las olas eran personas jóvenes, «chicos de mi edad e incluso más jóvenes», cumpliendo la Gran Comisión: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas noticias a toda criatura» (Marcos 16:15, NVI).
Esta visión se convirtió en la idea central de JuCUM. La organización la describió como «un pacto fundacional de Dios, iniciado por Dios, que define el destino, para dar nacimiento a un nuevo movimiento misionero» [enlaces en inglés].
Según Cunningham, le llevó varios años comprender lo que había visto. Sin embargo, al final fue lo que lo capacitó para «desregular» las misiones, enviando más gente, más rápidamente, a más lugares donde pudieran «proclamar la verdad de Dios y mostrar su amor».
Actualmente, JuCUM opera en más de 2000 lugares de casi 200 países. La organización dejó de contar cuántos jóvenes enviaba a misiones de corto plazo en 2010, cuando la cifra total rondaba los 4.5 millones.
«Lo que me gusta del espíritu de JuCUM es la disposición a arremeter contra el infierno con una pistola de agua», dijo Steve Douglass a CT unos años antes de su fallecimiento, cuando era presidente de Campus Crusade for Christ International (en español Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, ahora conocida internacionalmente como Cru).
Kris Vallotton, líder de la conocida iglesia carismática Bethel en Redding, California, dijo el viernes que JuCUM «[es] probablemente la mayor organización misionera en la historia del mundo». Dijo que Cunningham es «uno de los mayores héroes de la fe en la historia moderna».
El evangelista Franklin Graham compartió una valoración similar.
«Qué vida tan increíble vivió este hombre», escribió el presidente de Samaritan’s Purse en las redes sociales. «Loren dejó que Dios lo usara, y fue una fuerza movilizadora para el Evangelio durante décadas».
Cunningham nació el 30 de junio de 1935 en Taft, California, pero sus primeros recuerdos son de cuando se encontraba bajo una carpa en algún lugar de Arizona. Él, sus padres y su hermana mayor estaban haciendo ladrillos de adobe a mano para construir una pequeña iglesia pentecostal.
Un mensaje de Dios
Tom y Jewell Cunningham eran ministros ordenados de las Asambleas de Dios y evangelistas pentecostales de segunda generación. Jewell aprendió a predicar de niña cuando viajaba de un templete a otro por Oklahoma, Texas y Arkansas. Cuando la pareja se casó, vivían en su coche mientras predicaban en las calles de Tyler, Texas.
La pareja enseñó a sus tres hijos a sacrificar la comodidad personal por el evangelio y a escuchar a Dios personalmente. De adulto, Loren Cunningham recordaba haber aprendido que la guía del Espíritu podía ser una cuestión de vida o muerte. Una vez, su padre estaba predicando en la calle en un pueblo del sur de California cuando su madre dijo de repente: «Tenemos que irnos ya. ¡Dios ha dicho que tenemos que irnos ya!».
Mientras la familia se alejaba en el auto, un terremoto sacudió la ciudad y una pila de ladrillos cayó sobre la acera donde habían estado parados.
«Si Dios tiene algo importante que decirte, te hablará directamente», solía decir Jewell Cunningham.
El joven Cunningham escuchó la voz de Dios por primera vez cuando tenía seis años, y más tarde contaría que para la edad de nueve, era una experiencia habitual, a veces diaria. Cuando tenía 13 años, recibió un llamado al ministerio mientras oraba en una tienda de campaña en Arkansas con varios primos. Oraron durante varias horas un lunes por la noche y Cunningham sintió un toque de Dios.
«Dios se abrió paso y me dejó muy claro su llamado», dijo más tarde. «No tenía ninguna duda de que estaba llamado a predicar».
Para celebrar, su madre lo llevó a la ciudad y le compró zapatos nuevos, por lo que dice Romanos 10:15: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (RVR1960). Ese jueves, Cunningham predicó su primer sermón en la iglesia de su tío.
Tuvo su primera experiencia en la obra misionera a los 18 años, cuando viajó a México en Semana Santa con un grupo de jóvenes para predicar por las casas y en la calle en un país predominantemente católico. Cunningham terminó el viaje en el hospital con disentería, pero lo consideró un éxito porque 20 personas se habían arrodillado en la calle para profesar que Jesucristo es el Señor.
Al año siguiente, Cunningham asistió al Central Bible College, una universidad de las Asambleas de Dios en Springfield, Missouri. Él y otros tres estudiantes formaron un cuarteto de música góspel llamado The Liberators, y viajaron por el país cantando y predicando. Durante un viaje al Caribe en 1956, tuvo su visión de las olas de jóvenes unos días antes de cumplir 21 años.
«Dios habla en tu idioma», le diría en broma al televangelista Pat Robertson en 2022, «y yo de adolescente era surfista en California, y vi estas olas».
Al principio, Cunningham pensó que tal vez la visión significaba que debía dedicarse a la enseñanza o a la formación de maestros. Se graduó de Central Bible College en 1957 con títulos en Biblia y educación cristiana, y después fue a la University of Southern California para una maestría en educación.
El fracaso de las escuelas bíblicas
Sin embargo, mientras Cunningham trabajaba en una tesis sobre las escuelas bíblicas, se desilusionó. Estudió a 72 instituciones de todo el mundo y descubrió que pocas, o casi ninguna, tenían un impacto significativo en la evangelización mundial. La mayoría de los graduados ni siquiera se dedicaban al ministerio, y mucho menos se convertían en misioneros capaces de llevar el Evangelio hasta los fines de la tierra.
Al mismo tiempo, Cunningham empezó a servir en el ministerio de jóvenes en las Asambleas de Dios en el sur de California, donde su padre era ahora superintendente adjunto y se centraba en la plantación de iglesias y las misiones. Pero Cunningham se desilusionó ahí también.
«Los jóvenes eran todos tan brillantes y apasionados», dijo a la revista Charisma en 1985. «Pero tuve que admitir que la mayoría de las actividades que planeaba para ellos eran superficiales. No llegaban al corazón de los jóvenes porque no presentaban ningún desafío. Eso es lo que todos anhelamos, sobre todo en la adolescencia y en los veinte: el gran desafío».
Cunningham descubrió que era bueno para despertar el interés en los jóvenes y para convencerlos de hacer cosas audaces por el evangelio, pero luego no había nada que ellos pudieran hacer. Las Asambleas de Dios decían que si querían ser misioneros, tenían que ir a la universidad y completar unos siete años de educación y capacitación.
«Para cuando terminen», se quejaba Cunningham, «la mayoría habrá olvidado su celo ardiente».
Comenzó a experimentar con las misiones a corto plazo, y llevó a unos 100 jóvenes pentecostales a Hawái durante las vacaciones de primavera de 1960. Hubo dificultades —muchos de los jóvenes consideraron el viaje como unas vacaciones de primavera—. Pero aun así, Cunningham se convenció de que este era el nuevo modelo para la evangelización global: los jóvenes, llenos de celo ardiente, harían viajes cortos, pagando sus propios gastos o recaudando sus propios fondos, y le hablarían de Jesús a todo el mundo.
Ese verano, Cunningham hizo un viaje para explorar lugares donde los jóvenes misioneros podrían ir. Fue a Japón, Hong Kong, Tailandia, Camboya, India, Pakistán, Egipto, Líbano, Jordania, Israel, Turquía, Grecia, Escandinavia y Gran Bretaña. Empezó a hacer grandes planes para 1961.
Sin embargo, los dirigentes de las Asambleas de Dios pensaron que sus planes eran demasiado grandes. La denominación le ofreció un sueldo para lanzar un programa de misiones juveniles, pero querían empezar de forma más modesta.
Como Cunningham recordó más tarde la conversación, le dijeron: «Puedes seguir con tu visión, Loren, pero llevarás un número más manejable, como 10 o 20 jóvenes al año».
Él protestó diciendo que su visión era «mucho, mucho más grande que 20 personas al año y mucho más grande que cualquier denominación». En línea con lo que sus padres le enseñaron acerca de escuchar a Dios personalmente, Cunningham decidió dejar las Asambleas de Dios y salir por su cuenta. JuCUM se constituyó oficialmente como organización en el estado de California en febrero de 1961.
Sin embargo, en los primeros años, JuCUM no consiguió que 20 jóvenes hicieran viajes misioneros de corto plazo al año. Ni siquiera 10.
Darlene Cunningham pone en marcha la visión
Cuando Cunningham conoció a una joven llamada Darlene Scratch en 1962, la organización misionera en dificultades enviaba apenas unos cinco jóvenes al año. Pero Darlene, que había soñado con el ministerio transcultural después de que su tío fuera encarcelado por su trabajo misionero en la China comunista, tuvo algunas ideas para poner en práctica la visión de JuCUM. Cunningham se casó con ella al año siguiente y la declaró, desde entonces, cofundadora de la organización.
«Nunca habría habido nada duradero sin Darlene», dijo.
En 1964, Darlene organizó un «verano de servicio» en las Bahamas y en República Dominicana. Se anotaron casi 150 jóvenes cristianos estadounidenses. Cuando regresaron a Estados Unidos en otoño para comenzar las clases en la universidad, dieron cuenta de miles de conversiones y algunas sanidades milagrosas.
JuCUM organizó más tarde viajes a México, Puerto Rico y las Islas Vírgenes. En 1966, enviaron 90 personas en 17 equipos en el Caribe y otros 25 en cinco grandes camiones postales que recorrieron México, Guatemala, Nicaragua y Honduras. Todos los misioneros eran jóvenes, recaudaron sus propios fondos y no dejaron que los requisitos de formación mermaran su celo.
Por supuesto, en aquellos primeros años hubo numerosos retos y muchos errores básicos. Más de un vehículo se quedó atascado en el barro de una carretera intransitable. Uno de los primeros folletos tenía un error en el nombre de Cristo en inglés, e invitaba a los jóvenes a pasar el verano «representando a “Chist” [en lugar de Christ]». Los jóvenes de JuCUM aprendieron a confiar en Dios, a orar y a ingeniárselas.
Y de hecho, los informes sobre los desafíos atrajeron a más jóvenes.
«Van a dormir en el suelo, a comer comida diferente, a sufrir climas calurosos y pegajosos, y a estar rodeados de mosquitos», les decía Cunningham. «Van a llegar emocionalmente agotados y espiritualmente atacados. Pero es parte del crecimiento en el Señor».
Un laboratorio para la evangelización
En 1968, JuCUM tenía 30 empleados a tiempo completo y 1200 misioneros a corto plazo. A la organización le pareció que sería útil que los miembros recibieran un poco de capacitación, y abrió un instituto en un hotel en Suiza. Entre los primeros profesores se encontraban los padres de Cunningham, el apologeta evangélico Francis Schaeffer, el ingeniero mecánico y teólogo laico Harry Conn y el evangelista escocés Duncan Campbell.
«No es una escuela bíblica», explicó Cunningham, «sino un laboratorio de evangelización».
JuCUM abrió más escuelas, y llegó a dirigir la Universidad de las Naciones en más de 600 lugares. Un líder dijo que eran la «máquina de olas» que producía las olas de jóvenes que Cunningham había visto en su visión. Las escuelas ofrecen formación en evangelización, pero también títulos en deportes, ciencia y tecnología, educación, comunicación y arte.
Cunningham dijo que tuvo una revelación sobre siete aulas, cada una de las cuales correspondía a las siete esferas de la sociedad en las que los cristianos debían incidir para provocar el cambio.
Él fue a compartirle la visión a su amigo, el fundador de Cru, Bill Bright, en 1975. Pero antes de que pudiera comenzar a compartir su propia visión, Bright le dijo que él mismo había tenido una revelación, y procedió a presentarle una lista básicamente idéntica de siete esferas. Unas semanas más tarde, Cunningham escuchó a Schaeffer exponer un argumento muy similar sobre llegar a dominar estas siete esferas diferentes para Cristo: familia, religión, educación, medios de comunicación, arte, economía y gobierno.
La idea fue popularizada más tarde por el pastor de Bethel Bill Johnson y otros como el «Mandato de las Siete Montañas». Se convirtió en la base teológica para que muchos carismáticos estadounidenses abrazaran a Donald Trump [artículo en español].
Sin embargo, Cunningham no se involucró en la política. Él veía las siete esferas como un marco para el evangelismo y las «estrategias de la Gran Comisión».
Cuando Cunningham cumplió 50 años en 1985, JuCUM enviaba a más de 15 000 jóvenes en viajes de corto plazo cada año. El ministerio operaba en 1100 puntos en 170 países. Y aun así, el líder visionario estaba convencido, como escribió en su primer libro, de que esos jóvenes eran «solo una fracción de una fracción de lo que se necesitaba» y que «los obreros seguían siendo pocos, muy pocos».
Continuó enfocándose en crecer, en expandirse y en innovar.
Acusaciones de abuso espiritual
JuCUM se ha enfrentado a críticas por la forma en que trataba a las «olas» de jóvenes. En la década de 1980, un miembro del personal con mucha experiencia, Gregory Robertson, dijo que el ministerio era abusivo y manipulador. Afirmó que a los que no estaban de acuerdo con los líderes se les decía que se estaban rebelando contra Dios o incluso que estaban poseídos por demonios.
Más recientemente, exmiembros de JuCUM han publicado videos en las redes sociales en los que afirman haber sufrido abuso espiritual.
«Estas cosas pasan en todas las bases», dijo una mujer. «Su capacidad para “escuchar la voz de Dios” siempre es considerada como superior a tu propia conexión con el Espíritu Santo».
JuCUM no dio una respuesta oficial a las acusaciones, pero un líder en el Reino Unido dijo que es probable que algunos líderes jóvenes hayan actuado de manera inapropiada.
«Eso sucede cuando estamos comprometidos con el llamado de movilizar a los jóvenes en todo el mundo», dijo el líder en ese momento. «[Los líderes jóvenes] van a cometer algunos de los errores que yo cometí cuando tenía 18, 19 y 20 años».
También señaló que el abuso ocurre en muchos contextos, y argumentó que el historial de JuCUM era mejor que el de la mayoría.
El modelo descentralizado del ministerio deja la supervisión en manos locales. Las quejas no iban a Cunningham, puesto que él no gestionaba la capacitación o el trabajo en la escuela local, sino que se centraba en el panorama general. Su trabajo, tal como él lo veía, consistía en abrir las compuertas a posibles misioneros.
En 1999, Cunningham viajó a Libia y con eso se convirtió en el primer misionero en ir a todas las naciones del mundo, así como a 150 islas y territorios.
Cuando el COVID-19 y luego el cáncer limitaron sus viajes en los últimos años de su vida, Cunningham empezó a utilizar la plataforma Zoom para hablar con personas de todos los continentes. A menudo hablaba de la necesidad de más traducciones de la Biblia en más idiomas, y exhortaba a la gente a «vivir “completamente” para Jesús».
«Ha sido una gran vida», dijo. «Mi consejo para cualquiera sería… ten un propósito. Ten un llamado. Asegúrate de que lo haces por Dios y por sus propósitos. Él es amor y debes mostrar su amor».
A Cunningham le sobreviven su esposa Darlene y sus hijos Karen y David. Se prevé celebrar un servicio memorial en Hawái el 4 de noviembre.
Traducción por Sofía Castillo.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.