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Falleció Loren Cunningham, movilizador de viajes misioneros de corto plazo

El fundador de JuCUM (YWAM) tuvo la visión de «olas» de jóvenes llevando el Evangelio a todas las naciones.

Christianity Today October 10, 2023
Cortesía de Juventud con una misión / edición por Rick Szuecs

Loren Cunningham, el carismático visionario que inició Youth with a Mission (Juventud con una misión, JuCUM en América Latina; YWAM, por sus siglas en inglés) y movilizó a millones de jóvenes para viajes de corta duración, falleció el viernes por la mañana a la edad de 88 años.

Cuando tenía 20 años, Cunningham estaba orando y vio la imagen de un mapa, pero el mapa se movía. Las olas se estrellaban en las costas de todos los continentes, retrocedían y luego volvían a cubrir las costas. La imagen le pareció «una película mental», dijo después en su libro, y cuando miró más de cerca, las olas eran personas jóvenes, «chicos de mi edad e incluso más jóvenes», cumpliendo la Gran Comisión: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas noticias a toda criatura» (Marcos 16:15, NVI).

Esta visión se convirtió en la idea central de JuCUM. La organización la describió como «un pacto fundacional de Dios, iniciado por Dios, que define el destino, para dar nacimiento a un nuevo movimiento misionero» [enlaces en inglés].

Según Cunningham, le llevó varios años comprender lo que había visto. Sin embargo, al final fue lo que lo capacitó para «desregular» las misiones, enviando más gente, más rápidamente, a más lugares donde pudieran «proclamar la verdad de Dios y mostrar su amor».

Actualmente, JuCUM opera en más de 2000 lugares de casi 200 países. La organización dejó de contar cuántos jóvenes enviaba a misiones de corto plazo en 2010, cuando la cifra total rondaba los 4.5 millones.

«Lo que me gusta del espíritu de JuCUM es la disposición a arremeter contra el infierno con una pistola de agua», dijo Steve Douglass a CT unos años antes de su fallecimiento, cuando era presidente de Campus Crusade for Christ International (en español Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, ahora conocida internacionalmente como Cru).

Kris Vallotton, líder de la conocida iglesia carismática Bethel en Redding, California, dijo el viernes que JuCUM «[es] probablemente la mayor organización misionera en la historia del mundo». Dijo que Cunningham es «uno de los mayores héroes de la fe en la historia moderna».

El evangelista Franklin Graham compartió una valoración similar.

«Qué vida tan increíble vivió este hombre», escribió el presidente de Samaritan’s Purse en las redes sociales. «Loren dejó que Dios lo usara, y fue una fuerza movilizadora para el Evangelio durante décadas».

Cunningham nació el 30 de junio de 1935 en Taft, California, pero sus primeros recuerdos son de cuando se encontraba bajo una carpa en algún lugar de Arizona. Él, sus padres y su hermana mayor estaban haciendo ladrillos de adobe a mano para construir una pequeña iglesia pentecostal.

Un mensaje de Dios

Tom y Jewell Cunningham eran ministros ordenados de las Asambleas de Dios y evangelistas pentecostales de segunda generación. Jewell aprendió a predicar de niña cuando viajaba de un templete a otro por Oklahoma, Texas y Arkansas. Cuando la pareja se casó, vivían en su coche mientras predicaban en las calles de Tyler, Texas.

La pareja enseñó a sus tres hijos a sacrificar la comodidad personal por el evangelio y a escuchar a Dios personalmente. De adulto, Loren Cunningham recordaba haber aprendido que la guía del Espíritu podía ser una cuestión de vida o muerte. Una vez, su padre estaba predicando en la calle en un pueblo del sur de California cuando su madre dijo de repente: «Tenemos que irnos ya. ¡Dios ha dicho que tenemos que irnos ya!».

Mientras la familia se alejaba en el auto, un terremoto sacudió la ciudad y una pila de ladrillos cayó sobre la acera donde habían estado parados.

«Si Dios tiene algo importante que decirte, te hablará directamente», solía decir Jewell Cunningham.

El joven Cunningham escuchó la voz de Dios por primera vez cuando tenía seis años, y más tarde contaría que para la edad de nueve, era una experiencia habitual, a veces diaria. Cuando tenía 13 años, recibió un llamado al ministerio mientras oraba en una tienda de campaña en Arkansas con varios primos. Oraron durante varias horas un lunes por la noche y Cunningham sintió un toque de Dios.

«Dios se abrió paso y me dejó muy claro su llamado», dijo más tarde. «No tenía ninguna duda de que estaba llamado a predicar».

Para celebrar, su madre lo llevó a la ciudad y le compró zapatos nuevos, por lo que dice Romanos 10:15: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (RVR1960). Ese jueves, Cunningham predicó su primer sermón en la iglesia de su tío.

Tuvo su primera experiencia en la obra misionera a los 18 años, cuando viajó a México en Semana Santa con un grupo de jóvenes para predicar por las casas y en la calle en un país predominantemente católico. Cunningham terminó el viaje en el hospital con disentería, pero lo consideró un éxito porque 20 personas se habían arrodillado en la calle para profesar que Jesucristo es el Señor.

Al año siguiente, Cunningham asistió al Central Bible College, una universidad de las Asambleas de Dios en Springfield, Missouri. Él y otros tres estudiantes formaron un cuarteto de música góspel llamado The Liberators, y viajaron por el país cantando y predicando. Durante un viaje al Caribe en 1956, tuvo su visión de las olas de jóvenes unos días antes de cumplir 21 años.

«Dios habla en tu idioma», le diría en broma al televangelista Pat Robertson en 2022, «y yo de adolescente era surfista en California, y vi estas olas».

Al principio, Cunningham pensó que tal vez la visión significaba que debía dedicarse a la enseñanza o a la formación de maestros. Se graduó de Central Bible College en 1957 con títulos en Biblia y educación cristiana, y después fue a la University of Southern California para una maestría en educación.

El fracaso de las escuelas bíblicas

Sin embargo, mientras Cunningham trabajaba en una tesis sobre las escuelas bíblicas, se desilusionó. Estudió a 72 instituciones de todo el mundo y descubrió que pocas, o casi ninguna, tenían un impacto significativo en la evangelización mundial. La mayoría de los graduados ni siquiera se dedicaban al ministerio, y mucho menos se convertían en misioneros capaces de llevar el Evangelio hasta los fines de la tierra.

Al mismo tiempo, Cunningham empezó a servir en el ministerio de jóvenes en las Asambleas de Dios en el sur de California, donde su padre era ahora superintendente adjunto y se centraba en la plantación de iglesias y las misiones. Pero Cunningham se desilusionó ahí también.

«Los jóvenes eran todos tan brillantes y apasionados», dijo a la revista Charisma en 1985. «Pero tuve que admitir que la mayoría de las actividades que planeaba para ellos eran superficiales. No llegaban al corazón de los jóvenes porque no presentaban ningún desafío. Eso es lo que todos anhelamos, sobre todo en la adolescencia y en los veinte: el gran desafío».

Cunningham descubrió que era bueno para despertar el interés en los jóvenes y para convencerlos de hacer cosas audaces por el evangelio, pero luego no había nada que ellos pudieran hacer. Las Asambleas de Dios decían que si querían ser misioneros, tenían que ir a la universidad y completar unos siete años de educación y capacitación.

«Para cuando terminen», se quejaba Cunningham, «la mayoría habrá olvidado su celo ardiente».

Comenzó a experimentar con las misiones a corto plazo, y llevó a unos 100 jóvenes pentecostales a Hawái durante las vacaciones de primavera de 1960. Hubo dificultades —muchos de los jóvenes consideraron el viaje como unas vacaciones de primavera—. Pero aun así, Cunningham se convenció de que este era el nuevo modelo para la evangelización global: los jóvenes, llenos de celo ardiente, harían viajes cortos, pagando sus propios gastos o recaudando sus propios fondos, y le hablarían de Jesús a todo el mundo.

Ese verano, Cunningham hizo un viaje para explorar lugares donde los jóvenes misioneros podrían ir. Fue a Japón, Hong Kong, Tailandia, Camboya, India, Pakistán, Egipto, Líbano, Jordania, Israel, Turquía, Grecia, Escandinavia y Gran Bretaña. Empezó a hacer grandes planes para 1961.

Sin embargo, los dirigentes de las Asambleas de Dios pensaron que sus planes eran demasiado grandes. La denominación le ofreció un sueldo para lanzar un programa de misiones juveniles, pero querían empezar de forma más modesta.

Como Cunningham recordó más tarde la conversación, le dijeron: «Puedes seguir con tu visión, Loren, pero llevarás un número más manejable, como 10 o 20 jóvenes al año».

Él protestó diciendo que su visión era «mucho, mucho más grande que 20 personas al año y mucho más grande que cualquier denominación». En línea con lo que sus padres le enseñaron acerca de escuchar a Dios personalmente, Cunningham decidió dejar las Asambleas de Dios y salir por su cuenta. JuCUM se constituyó oficialmente como organización en el estado de California en febrero de 1961.

Sin embargo, en los primeros años, JuCUM no consiguió que 20 jóvenes hicieran viajes misioneros de corto plazo al año. Ni siquiera 10.

Darlene Cunningham pone en marcha la visión

Cuando Cunningham conoció a una joven llamada Darlene Scratch en 1962, la organización misionera en dificultades enviaba apenas unos cinco jóvenes al año. Pero Darlene, que había soñado con el ministerio transcultural después de que su tío fuera encarcelado por su trabajo misionero en la China comunista, tuvo algunas ideas para poner en práctica la visión de JuCUM. Cunningham se casó con ella al año siguiente y la declaró, desde entonces, cofundadora de la organización.

«Nunca habría habido nada duradero sin Darlene», dijo.

En 1964, Darlene organizó un «verano de servicio» en las Bahamas y en República Dominicana. Se anotaron casi 150 jóvenes cristianos estadounidenses. Cuando regresaron a Estados Unidos en otoño para comenzar las clases en la universidad, dieron cuenta de miles de conversiones y algunas sanidades milagrosas.

JuCUM organizó más tarde viajes a México, Puerto Rico y las Islas Vírgenes. En 1966, enviaron 90 personas en 17 equipos en el Caribe y otros 25 en cinco grandes camiones postales que recorrieron México, Guatemala, Nicaragua y Honduras. Todos los misioneros eran jóvenes, recaudaron sus propios fondos y no dejaron que los requisitos de formación mermaran su celo.

Por supuesto, en aquellos primeros años hubo numerosos retos y muchos errores básicos. Más de un vehículo se quedó atascado en el barro de una carretera intransitable. Uno de los primeros folletos tenía un error en el nombre de Cristo en inglés, e invitaba a los jóvenes a pasar el verano «representando a “Chist [en lugar de Christ]». Los jóvenes de JuCUM aprendieron a confiar en Dios, a orar y a ingeniárselas.

Y de hecho, los informes sobre los desafíos atrajeron a más jóvenes.

«Van a dormir en el suelo, a comer comida diferente, a sufrir climas calurosos y pegajosos, y a estar rodeados de mosquitos», les decía Cunningham. «Van a llegar emocionalmente agotados y espiritualmente atacados. Pero es parte del crecimiento en el Señor».

Un laboratorio para la evangelización

En 1968, JuCUM tenía 30 empleados a tiempo completo y 1200 misioneros a corto plazo. A la organización le pareció que sería útil que los miembros recibieran un poco de capacitación, y abrió un instituto en un hotel en Suiza. Entre los primeros profesores se encontraban los padres de Cunningham, el apologeta evangélico Francis Schaeffer, el ingeniero mecánico y teólogo laico Harry Conn y el evangelista escocés Duncan Campbell.

«No es una escuela bíblica», explicó Cunningham, «sino un laboratorio de evangelización».

JuCUM abrió más escuelas, y llegó a dirigir la Universidad de las Naciones en más de 600 lugares. Un líder dijo que eran la «máquina de olas» que producía las olas de jóvenes que Cunningham había visto en su visión. Las escuelas ofrecen formación en evangelización, pero también títulos en deportes, ciencia y tecnología, educación, comunicación y arte.

Cunningham dijo que tuvo una revelación sobre siete aulas, cada una de las cuales correspondía a las siete esferas de la sociedad en las que los cristianos debían incidir para provocar el cambio.

Él fue a compartirle la visión a su amigo, el fundador de Cru, Bill Bright, en 1975. Pero antes de que pudiera comenzar a compartir su propia visión, Bright le dijo que él mismo había tenido una revelación, y procedió a presentarle una lista básicamente idéntica de siete esferas. Unas semanas más tarde, Cunningham escuchó a Schaeffer exponer un argumento muy similar sobre llegar a dominar estas siete esferas diferentes para Cristo: familia, religión, educación, medios de comunicación, arte, economía y gobierno.

La idea fue popularizada más tarde por el pastor de Bethel Bill Johnson y otros como el «Mandato de las Siete Montañas». Se convirtió en la base teológica para que muchos carismáticos estadounidenses abrazaran a Donald Trump [artículo en español].

Sin embargo, Cunningham no se involucró en la política. Él veía las siete esferas como un marco para el evangelismo y las «estrategias de la Gran Comisión».

Cuando Cunningham cumplió 50 años en 1985, JuCUM enviaba a más de 15 000 jóvenes en viajes de corto plazo cada año. El ministerio operaba en 1100 puntos en 170 países. Y aun así, el líder visionario estaba convencido, como escribió en su primer libro, de que esos jóvenes eran «solo una fracción de una fracción de lo que se necesitaba» y que «los obreros seguían siendo pocos, muy pocos».

Continuó enfocándose en crecer, en expandirse y en innovar.

Acusaciones de abuso espiritual

JuCUM se ha enfrentado a críticas por la forma en que trataba a las «olas» de jóvenes. En la década de 1980, un miembro del personal con mucha experiencia, Gregory Robertson, dijo que el ministerio era abusivo y manipulador. Afirmó que a los que no estaban de acuerdo con los líderes se les decía que se estaban rebelando contra Dios o incluso que estaban poseídos por demonios.

Más recientemente, exmiembros de JuCUM han publicado videos en las redes sociales en los que afirman haber sufrido abuso espiritual.

«Estas cosas pasan en todas las bases», dijo una mujer. «Su capacidad para “escuchar la voz de Dios” siempre es considerada como superior a tu propia conexión con el Espíritu Santo».

JuCUM no dio una respuesta oficial a las acusaciones, pero un líder en el Reino Unido dijo que es probable que algunos líderes jóvenes hayan actuado de manera inapropiada.

«Eso sucede cuando estamos comprometidos con el llamado de movilizar a los jóvenes en todo el mundo», dijo el líder en ese momento. «[Los líderes jóvenes] van a cometer algunos de los errores que yo cometí cuando tenía 18, 19 y 20 años».

También señaló que el abuso ocurre en muchos contextos, y argumentó que el historial de JuCUM era mejor que el de la mayoría.

El modelo descentralizado del ministerio deja la supervisión en manos locales. Las quejas no iban a Cunningham, puesto que él no gestionaba la capacitación o el trabajo en la escuela local, sino que se centraba en el panorama general. Su trabajo, tal como él lo veía, consistía en abrir las compuertas a posibles misioneros.

En 1999, Cunningham viajó a Libia y con eso se convirtió en el primer misionero en ir a todas las naciones del mundo, así como a 150 islas y territorios.

Cuando el COVID-19 y luego el cáncer limitaron sus viajes en los últimos años de su vida, Cunningham empezó a utilizar la plataforma Zoom para hablar con personas de todos los continentes. A menudo hablaba de la necesidad de más traducciones de la Biblia en más idiomas, y exhortaba a la gente a «vivir “completamente” para Jesús».

«Ha sido una gran vida», dijo. «Mi consejo para cualquiera sería… ten un propósito. Ten un llamado. Asegúrate de que lo haces por Dios y por sus propósitos. Él es amor y debes mostrar su amor».

A Cunningham le sobreviven su esposa Darlene y sus hijos Karen y David. Se prevé celebrar un servicio memorial en Hawái el 4 de noviembre.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cuidado con nuestra Torre de Babel

La historia de Génesis 11 habla sobre el orgullo, pero no en la forma en que creemos.

Christianity Today October 9, 2023
Ilustración por Jared Boggess

En esta serie, eruditos bíblicos reflexionan sobre un pasaje en su área de especialización que ha sido formativo en su propio discipulado y continúa hablándoles hoy.

Mientras crecía en la iglesia, el relato de la Torre de Babel (Génesis 11:1–9) siempre despertó mi curiosidad. Una de las pocas imágenes en mi Biblia era una representación de la torre de Babel, y pasé muchos sermones reflexionando sobre ella. La imagen era colorida y vibrante, representando una escena animada y llena de personas; un escenario de la industria humana: humo que salía de innumerables hornos, bueyes y hombres que transportaban pesadas cargas de ladrillos, y trabajadores que usaban andamios y cuerdas para construir una estructura de varios pisos de altura.

Años más tarde, en mi trabajo de doctorado, decidí hacer mi disertación sobre este pasaje que tanto había estimulado la imaginación popular, pero que había sido desatendido en los medios académicos. Es una historia increíble; fundamental, pero a menudo incomprendida. Es una de esas historias que asume un gran conocimiento cultural por parte del lector, sin el cual intuitivamente impondremos suposiciones modernas que pueden conducir a una interpretación sesgada.

Hoy, y durante siglos en el pasado, la interpretación común de este pasaje ha sido que los constructores estaban tratando de asaltar los cielos, en una escena no muy diferente de los Titanes de la mitología griega, con cualquier variedad de intenciones dependiendo de la imaginación del intérprete. Fueron juzgados culpables del grave pecado del orgullo y, según algunas lecturas, de negarse a llenar la tierra, desobedeciendo así el mandato de Génesis 1:28. La lección inevitable advierte contra los peligros del orgullo desmesurado, la arrogancia de la ambición y la necedad de la desobediencia.

Sin duda, los humanos son culpables de tales comportamientos caprichosos; sin embargo, según esta interpretación, la torre se reduce a una metáfora de rebelión y extralimitación.

Sentía que faltaba algo importante.

Finalmente, llegué a la conclusión de que tal lectura de este pasaje, a pesar de su amplia aceptación en la interpretación cristiana y judía tradicional, no se sostiene cuando se somete a un escrutinio minucioso, incluido el conocimiento reciente obtenido de los antiguos textos mesopotámicos. Esta historia es sobre algo más.

Ambas ofensas potenciales de los constructores, a saber, el orgullo y la desobediencia, comienzan a parecer explicaciones inestables cuando se les examina de cerca. Génesis 11:4 dice: «Y dijeron: “Vengan, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra”» (RVA-2015).

Las personas «se hacen un nombre» a través de cualquier cosa que les haga ser recordados por las generaciones futuras. Hacernos de un nombre es una frase que habla de honor y reputación admirable. En el Antiguo Testamento, se usa con mayor frecuencia para referirse a Dios haciéndose un nombre, un gran nombre que realza su reputación (ver Isaías 63:14; Nehemías 9:10). En algunas ocasiones, se refiere a Dios haciendo un nombre para alguien (como Abram en Génesis 12:2 o David en 2 Samuel 7:9 y 1 Crónicas 17:8). Siempre es algo positivo.

Génesis 11 es el único momento en las Escrituras donde las personas están haciendo un nombre para sí mismas, pero eso no significa que sea inherentemente un acto ofensivo. Cuando agregamos información que encontramos en otros textos antiguos del Cercano Oriente (como La Epopeya de Gilgamesh y La Epopeya de Etana), aprendemos que querer hacerse un nombre es un esfuerzo honorable, caracterizado por buenas acciones y grandes logros. La forma más común en que las personas se hacían un nombre en el mundo antiguo era teniendo hijos; sus descendientes eran los que los recordarían cuando se fueran. No tenemos evidencia para corroborar la idea de que «hacerse un nombre» era inherentemente algo malo en el mundo antiguo, aunque en la cultura actual podemos estar inclinados a pensar en ello como un acto egoísta. En el mundo antiguo era algo similar a dejar un legado.

Cuando dirigimos nuestra atención a su deseo de no dispersarse, nuevamente encontramos poca evidencia de ofensa. Génesis 1:28 es explícitamente una bendición, no una orden de esparcirse la cual estos constructores luego desobedecen. Una bendición no puede ser desobedecida porque no conlleva ninguna obligación. Es cierto que, gramaticalmente, el versículo es un imperativo, pero en hebreo, los imperativos tienen muchas funciones además del mando. En este versículo, llenar la tierra es una cláusula de resultado que indica un permiso ilimitado para ser fructíferos y multiplicarse.

Es cierto que en Génesis 11 las personas no quieren dispersarse, pero eso no es lo mismo que no querer llenar la tierra. Son familia, y las familias se resisten a la dispersión. Vemos la misma renuencia en la historia de Abram y Lot (Génesis 13). En Génesis 11, la renuencia a dispersarse es lo que los motiva a buscar una solución, misma que encuentran lógicamente en la urbanización.

Si querer un legado (hacerse un nombre) y el deseo de comunidad (renuencia a dispersarse) son algo normal e inobjetable, entonces nos queda comenzar desde cero para descubrir de qué se trata este pasaje. Si limitamos el relato de la Torre de Babel a una lección moral sobre el orgullo o la desobediencia, nos perderemos la comprensión más profunda que nos ofrece sobre Dios y nuestra relación con Él. Comenzar con una investigación del mundo antiguo puede proporcionar una nueva dirección.

Al comenzar mi investigación, surgieron dos elementos importantes para iluminar este pasaje de las Escrituras y revitalizar su interpretación. La primera es que casi todos los intérpretes ahora reconocen que torres como la descrita aquí se llaman zigurats y, lo más importante, ahora saben por qué se construyeron.

Los zigurats no eran construidos para que las personas ascendieran al cielo, sino para que el dios descendiera del cielo.

En la antigua cultura del Cercano Oriente, los zigurats eran una parte importante de un complejo de templos. Eran construidos junto a los templos y eran considerados espacios sagrados reservados para los dioses. No eran construidos para que las personas ascendieran al cielo, sino para que el dios descendiera del cielo. La idea era que la torre o zigurat proporcionara una vía por la cual el dios pudiera hacer una gran entrada al templo donde sería adorado.

Una vez que tenemos esa información, no podemos evitar notar que, en el centro mismo del relato, en Génesis 11, Dios desciende (v. 5), pero no está complacido. Las personas no pretendían hacerse un nombre para sí mismas debido al orgullo; probablemente creían que se harían un nombre al proporcionar un medio para que Dios descendiera y fuera adorado. Entonces, ¿cuál es el problema aquí? ¿Por qué Dios está disgustado? Además, dado que no estamos construyendo zigurats hoy, ¿qué significaría este pasaje para nosotros ahora?

Aquí debemos tener en cuenta el otro elemento que hemos aprendido sobre los zigurats. Se creía que el dios bajaba y entraba en el templo para recibir adoración, y en el antiguo Cercano Oriente, la adoración consistía en rituales diseñados para satisfacer las supuestas necesidades de los dioses. Los babilonios, entre otros, creían que los dioses tenían necesidades (comida, vivienda, ropa, etc.) y que los dioses habían creado a las personas para satisfacer esas necesidades. Eso es todo lo que les importaba a los dioses.

La práctica religiosa en este sistema no estaba definida por la fe o la doctrina, ni por la ética o la teología: se definía esencialmente como el cuidado y la alimentación de los dioses. El resultado de esta mentalidad era una codependencia en una relación simbiótica entre dioses y humanos que era completamente transaccional: las personas cuidaban de los dioses, y los dioses protegían a las personas y les brindaban prosperidad. El éxito se encontraba al encontrar el favor de un dios, y ese favor se encontraba al satisfacer sus necesidades; de hecho, todos sus caprichos. Deidades mimadas hechas para ciudades florecientes.

Esto nos ayuda a ver por qué las personas en Génesis 11 creían que construir la ciudad con su torre los llevaría a «hacerse un nombre». Harían que un dios estuviera en deuda con ellos, florecerían y su fama se extendería: serían personas favorecidas por un dios.

El problema no era que quisieran hacerse un nombre. El problema es que para lograrlo, sacarían provecho de su relación con Dios. Y eso es algo con lo que podemos identificarnos. La construcción de espacios sagrados debería estar motivada por querer engrandecer el nombre de Dios, no el nuestro. ¿Cuántos de nuestros grandes esfuerzos en la iglesia: nuestros programas, nuestros proyectos de construcción, nuestros pódcasts de gran alcance, nuestras grandes multitudes se centran en nuestra gloria y éxito, y no en los de Dios?

En mi deseo de ser un intérprete atento y fiel, he aprendido que las narraciones en la Biblia no se leen mejor si se leen de forma aislada. Los narradores las entrelazan conforme a sus propósitos literarios y teológicos. El relato de la Torre de Babel concluye la secuencia de narraciones de Génesis 1–11 y también sirve como conector con los muy diferentes tipos de narraciones que siguen en el resto del libro.

Génesis 1 establece la presencia de Dios en la Creación, un punto que se aclara en Éxodo 20:8–11. Cuando Dios descansó en el séptimo día, no simplemente cesó (shabbat en hebreo) su trabajo; más bien, tomó su asiento en su trono («su reposo»; ver Salmo 132:14). El relato del Jardín del Edén describe personas que viven en un espacio sagrado. Regularmente nos lamentamos de que su acceso a la presencia de Dios haya sido cortado en Génesis 3.

Lo que podemos perder de vista es que en el capítulo 11, los constructores están lanzando una iniciativa para restablecer la presencia de Dios entre ellos. Solo después de muchos años de estudio hice la conexión de que, después de que Dios rechaza la iniciativa equivocada y egoísta del hombre para buscar su presencia, el siguiente capítulo lanza lo que se erige como la iniciativa de Dios: el pacto ofrecido a Abram.

De manera sorprendente para la visión del mundo antiguo, este pacto no se basa en la idea de que Dios tiene necesidades. Él ofrece el mismo tipo de beneficios a Abram que se creía que los dioses ofrecían en el mundo antiguo: ofrece engrandecer el nombre de Abram. Pero hay una diferencia increíble: esta oferta no se basa en un transaccionalismo codependiente, sino que ofrece una forma diferente de estar en relación con Dios.

Aunque las narraciones en Génesis 1-11 a menudo se ven como «historias de ofensas», una lectura alternativa sugerida por el teólogo J. Harvey Walton es que representan estrategias inadecuadas mediante las cuales las personas intentan establecer un orden para sí mismas a través de medios comunes en el mundo antiguo. Ser como Dios (Génesis 3), establecer una familia (Génesis 2), desarrollar la civilización (Génesis 4), construir ciudades y aprovecharse del favor de Dios resultan inadecuados para establecer un orden duradero. Dios había hecho a los humanos a su imagen para trabajar junto con Él a fin de traer el orden que Él mismo diseñó. Sin embargo, los humanos decidieron que preferirían ser contratistas independientes que traerían orden para sí mismos.

Génesis 1–11 rastrea modelos inadecuados para alcanzar el orden, de manera similar a la que Eclesiastés usa para rastrear modelos inadecuados a fin de resolver la falta de sentido. En contraste con estos intentos humanos de encontrar el orden, Génesis ofrece el pacto como el medio para establecer el orden.

Esta comprensión forma un fuerte vínculo entre Génesis 1-11 y Génesis 12-50 acerca de cómo los intentos inadecuados de la humanidad sirven como preludio del único camino exitoso: una relación con Dios a través de un pacto no basado en la necesidad mutua. Se trata de un pacto que eventualmente restablece la presencia de Dios (en el tabernáculo y el templo); un pacto que Dios provee como el medio para traer orden a través de su pueblo.

Si hay una ofensa en Génesis 11, se encuentra en las motivaciones egoístas de las personas que piensan que podrían beneficiarse y construirse una reputación mimando a Dios. Pero quizás aún más importante es la idea de que, una vez más, los intentos de los pueblos de producir orden por sí mismos por sus propios esfuerzos y para su propio beneficio están condenados al fracaso. Dios ofrece el único camino al orden, y es a través de una relación adecuada con Él. Él es la fuente y el centro del orden. Así ha sido siempre, y así será siempre.

A la luz de esta exégesis del texto bíblico y la comprensión de su antiguo contexto del Cercano Oriente, ¿cómo debemos pensar en el relato de la Torre de Babel? ¿Cómo puede nuestro entendimiento del mismo extenderse a través de nuestras vidas como seguidores de Jesús?

Los planes y propósitos de Dios siempre han sido estar en relación y morar entre las personas que Él creó.

Ciertamente, este pasaje nos lleva a darnos cuenta de que, tan a menudo como nuestro acercamiento a Dios apesta a transaccionalismo, tal pensamiento no merece cuartel en nuestra comprensión de nuestra relación con Él. La ganancia potencial en esta vida o en la próxima nunca debe ser el principal motivador de nuestra fe: Dios es digno, y eso por sí mismo debería ser suficiente para que nos comprometamos con Él en todos los aspectos de la vida. Diariamente, me desafía la realidad de que Dios no necesita mis dones, mi atención, mis oraciones, mi adoración o mi compañía. Yo estoy en deuda con Él, no Él conmigo.

Además, debemos reconocer que así como la civilización y la cultura pueden ser instrumentos del orden, también pueden ser perjudiciales. No podemos confiar en ellos para poner orden en nuestras vidas o en nuestro mundo. Encontramos descanso (orden) al tomar el yugo de Cristo, no al tener todas nuestras inseguridades y pruebas resueltas a nuestra satisfacción.

Este pasaje, y todo el libro de Génesis, también nos recuerda que Dios ha planeado desde el principio estar con nosotros. Necesitamos tener una teología de Emmanuel —Dios con nosotros, que refleja su deseo y nuestro privilegio—. Emmanuel no es solo una historia de Navidad. Los planes y propósitos de Dios siempre han sido estar en relación y morar entre las personas que Él creó. Esto se inició en el Jardín del Edén y se reflejó en el propósito del templo. Explotó en una nueva realidad en la Encarnación y alcanzó alturas inimaginables en Pentecostés, cuando Babel se revirtió y las personas se dispersaron por todo el mundo, esta vez no como resultado de un proyecto fallido, sino con la presencia de Dios dentro de ellos.

Anhelamos la culminación de estos planes y propósitos en la nueva creación: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios» (Apocalipsis 21:3, NVI).

El relato de la Torre de Babel juega un papel en Génesis para ayudarnos a entender lo que significa ser un seguidor de Dios: ser alguien que ha elegido ser un participante en los planes y propósitos de Dios. No es de extrañar que esto sea lo que Jesús le pidió a sus seguidores: renunciar a sus propios deseos y caminos para seguirlo. Su nombre debe ser santificado, no el nuestro; que se haga su voluntad, no la nuestra; que venga su reino, no el nuestro.

Personalmente, tengo el desafío de ser un verdadero seguidor de Jesús al adoptar estas perspectivas sobre la naturaleza de mi fe y la razón de mi compromiso con Cristo. La historia bíblica que me fascinó cuando era niño continúa hablándome muchas décadas después, aunque ahora entiendo su mensaje en términos muy diferentes. Personalmente, me siento desafiado a vivir como un verdadero seguidor de Jesús, y a recordar diariamente que mi fe no se trata de mí, sino del Dios al que busco servir.

John Walton es profesor de Antiguo Testamento en Wheaton College y autor de numerosos libros, incluyendo Ancient Near Eastern Thought and the Old Testament y Wisdom for Faithful Reading: Principles and Practices for Old Testament Interpretation.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

El universo no es un espectáculo de terror

Vivimos en un mundo atormentado por el pecado y el sufrimiento. Pero también es un mundo que apunta hacia una gloria inimaginable.

Christianity Today October 6, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Unsplash

Este artículo ha sido adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Enlaces en inglés].

Rara vez paso suficiente tiempo en la aplicación antes conocida como Twitter como para llegar a enfadarme por cualquier cosa; sin embargo, lo hice la semana pasada.

Una amiga mía publicó una petición de oración por su hijo, hospitalizado por esquizofrenia, con la que lleva luchando mucho tiempo. La mayoría de las respuestas fueron lo que cabría esperar: muestras de cariño y preocupación.

Una, sin embargo, fue la de un cristiano que le dijo a mi amiga que podía resolver el problema fácilmente: quitándole la televisión, la música y los videojuegos «seculares». Esa respuesta sería repulsiva en sí misma, pero entonces fui y miré algunos de los otros mensajes de esta persona.

En uno de ellos, de hace algún tiempo, advertía a la gente sobre pensar en asuntos como el Holocausto. Citaba a un famoso músico cristiano que fue a Auschwitz y perdió su fe en Cristo. Es mejor pensar en las cosas bellas y puras.

Incluso los amigos de Job tenían mejores consejos. Sí, muchas personas han perdido la fe —o nunca han llegado a tenerla— porque no podían conciliar la idea de un Dios bueno con las atrocidades y el sufrimiento que ven en el mundo. Pensemos, por ejemplo, en los escalofriantes argumentos que Dostoyevsky puso en boca de Iván Karamazov. Sin embargo, la ignorancia voluntaria ante el mal no es una respuesta cristiana a estas cuestiones.

Si esta postura no fuera más que las divagaciones de una persona cualquiera en internet, no le habría dado mucha importancia. Pero el sentimiento expresado en esa cuenta —aunque ahí fue expresado de manera cruda y grosera— es el que muchas personas adoptan sin darse cuenta: si me quedo quieto y no pienso en el mal que acecha en el mundo, entonces desaparecerá.

Hace unas semanas, unos amigos y yo hablábamos del Libro de Job, tras haber leído juntos la traducción de Robert Alter. Les mencioné algo que ya señalé en uno de los primeros números de mi boletín: cómo el libro de Job despertó la imaginación del joven Stephen King.

En 2020, King —quizás el escritor estadounidense más famoso de ficción de terror desde Lovecraft— dijo en una entrevista de la National Public Radio con Terri Gross que, tras haber crecido en una iglesia metodista, le fascinaba cómo gran parte de lo que ocurre en el libro de Job tiene lugar «tras bastidores». Usted y yo, como lectores, podemos ver la conversación entre Dios y el enemigo sobre la vida de Job, pero él no.

Esa lectura llevó a King a preguntarse si existe, de hecho, un mal fuera de nosotros o más allá de lo que creamos para nosotros mismos. «La Biblia intenta mostrar las dos cosas», dijo.

Como cristiano, yo diría que la Biblia intenta mostrar las dos cosas porque las dos cosas son reales. Hay un mal fuera de nosotros, y a veces vemos la repugnante enormidad de ese mal. Parece que lo sabemos intuitivamente, y por eso todas las culturas cuentan historias de terror e intentan idear formas de distraernos para que no veamos ese horror. También sabemos que hay mal dentro de nosotros, y por eso todas las culturas tienen categorías de culpa, vergüenza, injusticia o expiación.

Pero es más que esto. La Biblia habla de ambas maneras, aparentemente contradictorias, sobre el cosmos que nos rodea. «Dios miró todo lo que había hecho y consideró que era muy bueno», nos dice el Génesis (1:31, NVI). El apóstol Juan, en cambio, escribe que «sabemos que somos hijos de Dios y que el mundo entero está bajo el control del maligno» (1 Juan 5:19).

¿No parece que todos nosotros —incluso los que rechazan la idea de una revelación sobrenatural— sabemos intuitivamente que ambas realidades son ciertas, y que si negamos cualquiera de ellas, nos estamos mintiendo a nosotros mismos?

Algunos cristianos descartan el problema del mal haciendo tanto hincapié en los decretos de Dios que, como escuché decir a un pastor calvinista hace más de 25 años, «acaban empujando el mal hasta el corazón de Dios», contradiciendo directamente que el Dios que conocemos se revela en Jesucristo «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14). Otros, deseando proteger a Dios de acusaciones de injusticia, intentan explicar el mal de formas que recuerdan terriblemente a los consejeros de Job, aquellas personas a quienes Dios mismo repudió.

En el debate de nuestro grupo sobre Job, uno del grupo —un sabio pensador judío— respondió a las críticas de quienes han escrito a lo largo de los siglos que el libro no ofrece una respuesta satisfactoria al problema del mal. Señaló que el libro de Job no trata el problema del mal: trata de los límites de la sabiduría humana. Dios no responde a las quejas de Job con un silogismo, sino con su presencia.

El mal es real. El sufrimiento es real. No podemos comprenderlo, y quizá por eso se le llama «el misterio de la maldad» (2 Tesalonicenses 2:7). La cuestión, sin embargo, es si el mal es normal, o si nuestros deseos e imaginaciones aciertan al indicarnos que esto no debería ser así.

El novelista John Updike escribió una vez: «Si Dios no existe, el mundo es un espectáculo de terror». Admitió que hay muchas pruebas de que el mundo es un espectáculo de terror: «deslizamientos de tierra, plagas, masacres, caídas de aviones y una incesante carnicería», por no hablar de la universalidad de la muerte.

Sin embargo, al final Updike se convenció no solo de los horrores del mundo, sino de la existencia de Dios:

Sin embargo, esta y todas las malas noticias merecen ser contadas porque nuestra expectativa general es buena: una visión instintiva de salud y paz subyace a nuestras historias de horror. La existencia en sí no se siente horrible; más bien se siente como un éxtasis, y solo tenemos que estar quietos para llegar a experimentarlo. El hábito y la costumbre han pintado el oro puro con una pintura opaca que, sin embargo, puede rascarse para revelar la base brillante. Según nuestra intuición, el mundo es bueno, lo que confirma la valoración de su Creador, tal como se relata en el primer capítulo del Génesis.

Lo que dice Updike es cierto. Por otro lado, la bondad última del mundo y de Dios no puede significar que ignoremos el mal. La tierra no es solo el lugar de los antiguos hábitats del Edén y Belén. También es el lugar del Gólgota.

El apóstol Pablo no nos dijo que la vida en Cristo implicaría una tranquila ignorancia de la crueldad y el horror del mundo. De hecho, nos dijo que la creación misma gime y que, por el Espíritu, nosotros también «gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo» (Romanos 8:23). A veces se trata de «gemidos que no pueden expresarse con palabras» (Romanos 8:26). De hecho, lo que el Espíritu suscita es en sí mismo un grito: un grito que dice «¡Abba! ¡Padre!» (Romanos 8:15).

Jesús no niega que caminemos por el «valle de sombra de muerte», ni tampoco nos da una hoja de ruta y un calendario detallado para ese viaje. Simplemente nos dice que estará con nosotros.

No nos dice que en el mundo no hay nada que dé miedo. Más bien nos dice que lo que nos persigue, en última instancia, es bondad y misericordia (Salmo 23).

Normalmente no podemos ver eso en un mundo que, de hecho, a menudo parece una historia de terror. Pero, como dice Pablo, si parte de lo que significa ser transformados según la imagen de Cristo es esperar, «¿quién espera lo que ya ve?» (Romanos 8:24).

Vivimos en un mundo atormentado por el pecado, la muerte y el sufrimiento. Vivimos en un mundo que es un anuncio de una gloria demasiado grande para que podamos imaginarla. Ambas cosas son verdad. Si olvidamos cualquiera de las dos, nos habremos convertido en un pueblo de algo distinto a la Cruz; en un pueblo de alguien distinto a Cristo.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today, donde dirige el Proyecto de Teología Pública.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

La educación teológica no va a la par del crecimiento global de la iglesia

Muchos seminarios siguen en posiciones de privilegio. Entretanto, la mayoría de los líderes de las iglesias locales necesitan capacitación.

Una Biblia en una reunión de alabanza en África.

Una Biblia en una reunión de alabanza en África.

Christianity Today September 29, 2023
Rob Birkbeck / Lightstock

Recientemente recibí una carta escrita a mano por un pastor de la India.

Su nombre es Roy. Yo no conocía a este caballero y nunca habíamos intercambiado correspondencia. De alguna manera encontró la forma de contactarme, y me habló de las dos congregaciones que dirige en Andhra Pradesh y de su gran deseo de estudiar la Biblia.

El final de su carta me sacudió: «No tengo dinero».

Roy no es el único. Innumerables líderes pastorales en todo el mundo están ansiosos por dirigir fielmente sus iglesias, pero carecen de acceso a la capacitación. Este es especialmente el caso en contextos mundiales mayoritarios en América Latina, África y Asia, donde el evangelio continúa creciendo rápidamente, con cientos de nuevas congregaciones que nacen diariamente.

Fundada en 1846, la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés) ahora representa iglesias de más de 130 países y estima que 50 000 nuevos creyentes son bautizados cada día. Estos creyentes necesitan líderes pastorales que estén capacitados para dirigir eficazmente a sus congregaciones.

El desafío se pone de relieve cuando lo comparamos con Estados Unidos, donde hay un pastor capacitado por cada 230 personas. En comparación, las iglesias del mundo mayoritario tienen un pastor capacitado por cada 450 000 personas.

Este colosal desequilibrio en el liderazgo solo se expandirá a medida que la iglesia del mundo mayoritario continúe creciendo. La educación teológica ya está teniendo dificultades para responder a la demanda y, a menos que algo cambie, la brecha solo aumentará en el futuro.

Si queremos satisfacer las necesidades de capacitación de miles de pastores como Roy, debemos reiniciar la tendencia mundial. La educación teológica, sin importar su forma, tiene una larga historia de fragmentación, y la mayoría de los programas operan de forma aislada, sin un sentido de colegialidad. Lamentablemente, esta postura introspectiva hace que la capacitación sea aún menos accesible para los ministerios locales, debilitando la capacidad colectiva de preparar líderes para la iglesia del Señor.

La educación teológica necesita una nueva postura.

Esto quedó en clara evidencia en noviembre pasado en Esmirna, Turquía. La 18.ª consulta del Consejo Internacional para la Educación Teológica Evangélica (ICETE, por sus siglas en inglés), lanzada por primera vez por la WEA en 1980, reunió a aproximadamente 500 líderes de 80 países, que representan a más de 290 ministerios de capacitación en todo el mundo, a fin de dilucidar un enfoque global integrado para las demandas de liderazgo de la iglesia, tanto en el presente como en los años venideros.

Al unir una red de casi mil seminarios de todas las regiones del mundo, ICETE ha sido visto históricamente como un paraguas de servicios para los sectores formales de la educación teológica. Los ejemplos estadounidenses incluyen Lancaster Bible College, Wesley Biblical Seminary y Moody Bible Institute, junto con sus homólogos internacionales como la Escuela de Posgrados en Teología de Etiopía, el Seminario Teológico Asiático y Bethlehem Bible College.

Pero en los últimos tres años, nuestra base se ha expandido significativamente para incluir la educación teológica no formal y menos estructurada. De hecho, en ese momento no teníamos ninguna de estas instituciones.

Recientemente, ICETE ha dado la bienvenida a ministerios de capacitación como el Consorcio Internacional de Liderazgo con sede en Cru, la Coalición Internacional de Capacitadores de Pastores (TOPIC) (por sus siglas en inglés) y la Red de Asociaciones de Crecimiento de Programas de Formación para Líderes de las Iglesias en toda Asia, con el objetivo de honrar su deseo de beneficiarse de nuestra interconexión global. Esto incluye crear relaciones con los seminarios tradicionales para compartir con estudiantes no formales las herramientas y cursos cortos a menudo asociados con la educación superior, como comentarios bíblicos, teología simplificada y homilética innovadora.

Además, muchos de estos programas quieren garantizar un control de calidad, validado bajo la guía de líderes académicos. Al elevar su credibilidad, los programas no formales ofrecen caminos, no solo hacia una mayor eficacia ministerial, sino también hacia una educación más rigurosa.

Hoy en día, casi la mitad de nuestros miembros asociados son instituciones no formales.

El aspecto formal de la educación teológica también ha acogido con satisfacción una mayor interacción. En todo el mundo, los seminarios han luchado por operar con toda su fuerza, especialmente después de la pandemia de COVID-19, y han disminuido gradualmente su capacidad para comprender y satisfacer las necesidades contextuales del liderazgo de la iglesia.

A través del diálogo con líderes no formales que generalmente están más estrechamente conectados con la vida de la iglesia, los seminarios se vuelven más conscientes de la realidad diaria dentro de las iglesias y pueden ajustar sus programas para producir más graduados preparados para el campo. Inspirado por la conferencia ICETE, el Seminario Bíblico Shalom en India ya ha colaborado con organizaciones paraeclesiásticas para crear un nuevo curso para el liderazgo eclesiástico de la próxima generación.

En todo el mundo, líderes de todas las regiones y de todo tipo de ministerios están cada vez más convencidos de que, sin importar cuál sea la tarea que tengan por delante, es demasiado grande para cualquiera de ellos por sí solo. El tema en la reunión de Esmirna fue «Educación teológica formal y no formal: más allá del diálogo», y ya vemos indicios de una renovación práctica.

En Nigeria e India se están elaborando normas para medir la eficacia de la formación espiritual. Se han iniciado programas de liderazgo pastoral oral en Sudán del Sur, Uganda y Etiopía, y pronto lo harán en Tanzania y Senegal. Y se están estableciendo centros de colaboración regional en América del Sur y África para vincular a socios en contextos locales similares.

También se le ha pedido a ICETE que reúna a líderes clave para discutir y garantizar la calidad a través de microcredenciales y la educación teológica basada en la competencia. A medida que estos enfoques innovadores se perfeccionen aún más, abrirán nuevas oportunidades para certificar un número más amplio de programas, fortaleciendo la colaboración entre diversos sectores de la educación teológica.

En cada región representada por ICETE, escuchamos informes sobre cómo nuestra conferencia estimuló una reflexión seria que ya ha fijado nuestra agenda para la próxima consulta global en marzo de 2025: ¿Cómo puede toda la educación teológica unirse para equipar a la próxima generación?

Aunque sabemos que el Señor Jesús construirá su Iglesia en última instancia, durante la era presente debemos hacer todo lo posible para acompañar este esfuerzo a fin de que la Iglesia se fortalezca para permanecer en la misión hasta el regreso de Cristo. No podemos continuar con una educación teológica desconectada y fragmentada, y esperar satisfacer las necesidades de líderes eclesiales como Roy en la India, y muchos otros como él. La renovación ha comenzado y el ICETE servirá para cultivarla.

En la noche inaugural de nuestra semana en Esmirna, dirigí a las personas a repetir conmigo la siguiente petición: «Señor, que nuestra consulta no se mida por nuestros números, sino por nuestra reciprocidad en un objetivo común: fortalecer la iglesia de Cristo».

Que esta sea nuestra oración constante.

Michael Ortiz es el director internacional de ICETE.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

Cómo la arqueología afirmó la importancia histórica de David

Alguna vez, la «casa de David» parecía un cuento popular. Ahora, las rocas dan testimonio de su significado histórico.

Christianity Today September 27, 2023
Ilustración por Tim Peacock

La Biblia describe a David como un hombre conforme al corazón de Dios, y como un rey que reinó durante 40 años, y estableció firmemente la «ciudad de David» y el reino israelita que le heredó a su hijo Salomón (1 Samuel 13:14; 1 Reyes 2:10-12).

Para los arqueólogos, sin embargo, el registro no es tan claro. Al observar la evidencia de las excavaciones en el Israel moderno, algunos expertos han argumentado que la Biblia exageró enormemente el significado histórico de David. Algunos han sugerido incluso que David es solo un mito, una ficción heroica y un cuento popular nacionalista.

«Obviamente, en David encontramos una figura construida sustancialmente de romance, leyenda y una buena elaboración literaria», escribió el erudito británico Philip R. Davies. El erudito danés Niels Peter Lemche afirmó que «es bastante probable» que «las historias sobre él sean tan históricas como las leyendas sobre el Rey Arturo».

Pero después de décadas de debate, hay nuevos descubrimientos que están afirmando la historicidad de David. Este creciente número de evidencias, que van desde inscripciones monumentales hasta restos de construcciones antiguas, respalda con solidez el relato bíblico.

«Ahora tenemos una imagen completamente diferente a la que teníamos hace 50 años», dijo Michael Hasel, profesor de estudios y arqueología del Cercano Oriente en la Southern Adventist University, refiriéndose a la creciente pila de evidencias arqueológicas.

El primer avance se produjo en 1993 con el descubrimiento de la estela de Tel Dan cerca de la frontera con Siria. Una inscripción en una losa, escrita por un rey arameo que celebra una victoria militar, nombra al reino derrotado como la «casa de David». La estela data de unos 140 años después de la muerte de David, lo que convierte a David en el primer personaje bíblico nombrado en el registro arqueológico y, según los estándares del campo, en una persona histórica establecida.

Parte del desafío de establecer evidencia para David fuera del recuento bíblico es que él se ubica en una línea de falla histórica.

«Está justo en el punto de transición entre el periodo en que la Biblia no tiene muchas fuentes externas para confirmar eventos y personas, y el período en el que sí tenemos fuentes», dijo Kyle Keimer, profesor adjunto en Jerusalem University College y coeditor del libro de texto The Ancient Israelite World. La estela de Tel Dan, sin embargo, colocó firmemente a David del lado para el que sí hay fuentes.

Sin embargo, unos años después del descubrimiento, estalló una feroz lucha académica en Israel sobre si David realmente tuvo un imperio. ¿Era el reino, la casa de David, una verdadera fuerza política y militar? Israel Finkelstein, un arqueólogo israelí de gran prestigio, dijo: «No, en realidad no». En un artículo emblemático, afirmó que David no era un monarca importante, sino tal vez una especie de jefe guerrero. Según Finkelstein, el reino conocido como la casa de David fue establecido más tarde, y en realidad era solo un estado vasallo de la casa de Omri en el norte de Israel.

«Alguien para quien la Biblia representa la palabra de Dios ve lo que digo con total sorpresa», dijo Finkelstein más tarde a The New Yorker. «La descripción habla de un reino glorioso, un gran imperio, autores en la corte del rey, un gran ejército, conquistas militares, y luego aparece alguien como yo y dice: “Espera un momento. No eran más que unos pueblerinos”».

Sin embargo, no fue solo la fe lo que provocó que otros eruditos objetaran el argumento de la «baja cronología» de Finkelstein. Su interpretación de las evidencias y las afirmaciones basadas en la falta de pruebas generaron muchas preguntas. También parecía estar haciendo suposiciones muy amplias sobre cómo sería un imperio en el siglo X a. C.

Un monumento conocido como la estela de Tel Dan se jacta de derrotar a «la casa de David».WikiMedia Commons
Un monumento conocido como la estela de Tel Dan se jacta de derrotar a «la casa de David».

Keimer le dijo a CT que el argumento en torno a la falta de arquitectura monumental que date del gobierno de David resultó ser una proposición tergiversada intencionalmente, la cual es fácilmente derribada al mirar lo que la Biblia realmente dice sobre el reino de David, en vez de usar ideas modernas sobre el poder político.

«El mundo antiguo tiene su propio entorno cultural», dijo Keimer. «Permitir que el texto hable por sí mismo nos pone en sintonía con los detalles políticos y sociales que hemos preservado allí».

En esa época, los monumentos eran solo una forma de expresar el poder. Los reyes también usaban la autoridad carismática y relacional, mostrando su fuerza al hacer que las personas los obedecieran. El patrimonialismo, es decir, el modelo en el que todo el poder fluye directamente del líder, no deja el mismo registro de evidencias; sin embargo, eso no significa que no sea poderoso o que no sea un imperio.

Los relatos bíblicos del rey David no enfatizan sus proyectos de construcción; resaltan más bien sus relaciones, razón por la cual su hijo Absalón montó una rebelión casi exitosa cuando buscó socavar la autoridad relacional de su padre. Absalón no erigió una estela; él «fue ganándose el cariño del pueblo» (2 Samuel 15:6).

Keimer sugiere que el reino de David podría haberse extendido desde Dan hasta Beerseba (24:2), mientras que su influencia podría haberse extendido mucho más lejos, incluso hasta Egipto o el río Éufrates, donde habría menos evidencia arqueológica de ese tipo de poder.

Erez Ben-Yosef, profesor de la Universidad de Tel Aviv, ha argumentado recientemente que existe un sesgo arquitectónico en la arqueología bíblica. Sugiere que muchas más personas de las que se pensaba anteriormente todavía vivían en tiendas de campaña hace 3000 años.

«Esta era una sociedad que no estaba construyendo grandes ciudades», dijo Dan Pioske, profesor de teología en la Universidad de St. Thomas. «Tenemos que vigilar nuestras suposiciones sobre cómo se veían las capitales o los reinos».

Los arqueólogos también han encontrado más evidencia del periodo en el que Jerusalén fue importante, incluso si no tenía la arquitectura monumental para competir con otros reinos de esa época. Pioske señala las Cartas de Amarna, una serie de comunicaciones de varias ciudades cananeas a un faraón egipcio, que describen a Jerusalén como una ciudad de cierto prestigio.

«Si sumas todas las pequeñas piezas —algo que tienes que hacer ya que Jerusalén es una ciudad habitada actualmente y no es fácil hacer arqueología allí—, en realidad es un sitio bastante impresionante», dijo. «Tenemos muchos ejemplos de la antigüedad donde un lugar pequeño tuvo una gran influencia».

Sin embargo, los arqueólogos también han encontrado algo de arquitectura monumental cerca del Monte del Templo. La difunta Eilat Mazar descubrió los cimientos de un gran edificio público, lo que corresponde claramente con el relato de un proyecto de construcción mencionado en 2 Samuel 5:17. Ella lo pudo fechar en el siglo X a. C. de forma concluyente. Mazar, quien murió en 2021, le dijo a CT que no era religiosa, pero que era una arqueóloga eficaz porque leía la Biblia como un documento histórico.

«Esta es Jerusalén, misma a la que conocemos mejor por la Biblia», dijo, «y contiene en su interior descripciones de una realidad histórica genuina».

Fuera de Jerusalén, los arqueólogos han encontrado más pruebas que apuntan al poder y la influencia de los primeros reyes israelitas. Hasel, de Southern Adventist University, excavó un sitio llamado Khirbet Qeiyafa con los arqueólogos israelíes Yosef Garfinkel y Saar Ganor. Qeiyafa domina el Valle de Elah, donde David se enfrentó a Goliat.

Los arqueólogos descubrieron fortificaciones masivas en su excavación, con muros construidos con varios cientos de miles de toneladas de piedra.

«No se trataba de alguien que estaba construyendo un corral para sus ovejas por la noche», dijo Hasel. «Esto nos da nueva información para el debate».

No hay evidencia de que dicha estructura fuera cananea o filistea, así que la mejor explicación es que fue construida por el creciente poder político israelita en las colinas de Judea.

Hasel señaló que en años anteriores, los argumentos sobre el imperio de David generalmente se basaban en excavaciones en el norte de Israel. Ahora que se están excavando más sitios en las faldas de las montañas entre las tierras altas de Judea y la costa, los arqueólogos están descubriendo artefactos cuya existencia Finkelstein había negado.

Hasel cree que los resultados de Qeiyafa y otros dos sitios donde su equipo ha trabajado han restablecido sólidamente la «alta cronología» tradicional, y constituyen un registro arqueológico de la importancia histórica de David.

Y es bueno que así sea.

«Si no tienes a David, no tienes muchas cosas», dijo Hasel. David se menciona alrededor de 1000 veces en la Biblia. Se le acredita como el autor de 73 salmos. Su historia está ligada al hecho de que Jerusalén se convirtió en la capital de Israel y en la sede del templo. Y Dios prometió al Mesías a través de la línea de David.

«Sin David, todo eso está en duda», dijo Hasel. «Es una figura muy significativa no solo para Israel sino para la historia del cristianismo y el judaísmo. Todas estas entidades remontan su identidad de vuelta a esa persona».

Los arqueólogos no han terminado aún. Es probable que encuentren más evidencia extrabíblica del reinado de David.

En 2017, la excavación de lo que parece ser una ciudadela en Tel Abel Beth Maacah, al norte de Israel, arrojó una cabeza de cerámica vidriada, una «fayenza» de dos pulgadas de alto que algunos creen que podría representar al rey David. Otros eruditos piensan que es el rey Acab o el rey Jazael de Aram-Damasco, pero no hay forma de saberlo.

La cabeza de cerámica de un rey que terminó entre las ruinas un siglo después del reinado de David.Associated Press
La cabeza de cerámica de un rey que terminó entre las ruinas un siglo después del reinado de David.

«Todo lo que podemos decir con seguridad sobre la cabeza de fayenza es que se encontró en un contexto de finales del siglo IX [a. C.] y representaba a un personaje de élite: un comandante militar, gobernador, rey, etcétera», dijo Robert Mullins, profesor de estudios bíblicos y religiosos en la Universidad Azusa Pacific, quien codirige la excavación. «Nunca descartaría a David como una posibilidad, ya que Abel también era una gran ciudad en ese momento… tal vez se originó en el siglo X [a. C.], pero alguien encontró la cabeza rota en el suelo y la guardó como recuerdo».

En 2022, un equipo de investigadores usó nuevas tecnologías para leer una estela instalada en la actual Jordania por un rey moabita más de 800 años antes del nacimiento de Cristo. La piedra había sido dañada, pero estos eruditos pudieron reconstruir la escritura con una resultado 3D. Solo tiene 34 líneas, pero en la línea 31 vieron las palabras casa de David.

La importancia política de David y la precisión del registro de las Escrituras fueron afirmadas nuevamente, en un testimonio de piedra.

Gordon Govier escribe sobre arqueología bíblica para Christianity Today, presenta el programa de radio de arqueología The Book & The Spade y es el editor de Artifax.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

El terremoto de Marruecos inspira a las iglesias marginadas a la caridad cristiana

Aunque su fe no es reconocida por el gobierno, los creyentes locales sirven a los desplazados que buscan descubrir la voluntad de Dios y encontrar refugio.

Una mujer camina entre los escombros de un edificio dañado por el terremoto en Marruecos.

Una mujer camina entre los escombros de un edificio dañado por el terremoto en Marruecos.

Christianity Today September 25, 2023
Carl Court / Getty

Cristianos locales y extranjeros se han unido a los esfuerzos de rescate y socorro tras el terremoto masivo que tuvo lugar el pasado 8 de septiembre en Marruecos.

Casi 3000 personas perdieron la vida y más de 5000 resultaron heridas. Con una intensidad de 6.8 grados en la escala de Richter, es el sismo más violento que ha sacudido el país norteafricano desde 1969, y el más mortífero desde 1960.

Pero lejos del epicentro, cerca de la histórica ciudad de Marrakech, todos los creyentes reunidos se hacían la misma pregunta.

«Cuando ocurren catástrofes, nadie nunca se pregunta: “¿Por qué les pasó a ellos?”», dijo Youssef Ahmed, miembro de la Iglesia del Norte de Tánger, a 350 millas de distancia. «Pero cuando te golpea a ti, todo el mundo quiere conocer la voluntad de Dios».

El servicio de culto de esta iglesia que se reúne en una casa duró mucho más de lo habitual.

Aunque Marruecos solo reconoce el islam y el judaísmo como confesiones nacionales, los cristianos locales suelen decir que el gobierno les permite celebrar sus reuniones de culto tranquilamente en sus casas, pero no sin una minuciosa protección y vigilancia. El alcohol y el cerdo, prohibidos por la ley sharia, también se pueden adquirir libremente en el país. Alrededor del 15 % de los ciudadanos se declara no religioso, mientras que solo el 25 % expresa confianza en el liderazgo clerical [enlaces en inglés].

«En Marruecos no sufrimos restricciones», afirma Ahmed. «Simplemente no debemos molestar».

El último informe del Departamento de Estado estadounidense sobre Marruecos indica que, aunque «socavar la religión islámica» se castiga con hasta cinco años de cárcel, no se conocen casos de cristianos que hayan infringido dicha ley.

Pero ese domingo, los [cristianos] exmusulmanes tenían otras preocupaciones en mente.

«¿Por qué ocurrió? No podemos saberlo. ¿Fue por culpa del pecado? No podemos saberlo. ¿Fue una prueba, como en el caso de Job? No podemos saberlo», dijo Ahmed, que dirigió el largo debate. «Todo lo que sabemos es que Dios permitió que sucediera, y que sus caminos son justos. Mantenemos nuestra fe en Él».

Animados en su caminar, salieron a servir.

La congregación forma parte de la Unión de Iglesias Cristianas que Ahmed fundó en 2010 y que cuenta con 36 iglesias. Los miembros de la congregación viajaron al sur con suministros para ver qué podían hacer.

Al intentar llegar a algunas aldeas aisladas en la Cordillera del Atlas, donde muchas casas de adobe quedaron destruidas, fueron rechazados por controles de carretera que solo permitían la entrada a familiares. Siguieron hasta la plaza Jemaa al-Fnaa de Marrakech, donde se encontraron con una multitud en un gran campamento por miedo a las réplicas. Rápidamente se unieron a la multitud de marroquíes y turistas que distribuían agua y mantas.

Gran parte del sitio, que data del siglo IX y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no sufrió daños, incluida la mezquita medieval Kutubía, que mira hacia la plaza. Sin embargo, un alminar menos famoso se había derrumbado, al igual que partes de la muralla que data del siglo XII. La mezquita de Tinmel —construida por el Imperio almohade en un valle del Atlas a 100 km de distancia, antes de que el califato bereber conquistara Marrakech y se trasladara a España— también resultó gravemente dañada.

Un pastor marroquí calcula que el 80 % de la iglesia cristiana del país pertenece a las etnias bereber.

Mientras tanto, desde la ciudad meridional de Agadir, 150 millas al suroeste del epicentro, Rachid Imounan también hacía lo que podía para ayudar. Como líder de una red local de unos 150 cristianos, trabajó con su comunidad para distribuir alimentos, ropa y medicinas, así como para visitar a los heridos en el hospital de la ciudad. Mostrando gran atrevimiento donde consideró adecuado, acompañó su ministerio con un «agradable mensaje espiritual» sobre la salvación.

«Esto es lo que nos enseña la Biblia, estar juntos en el gozo y en la tristeza», dijo Imounan. «No tenemos mucho [materialmente], pero tenemos poder espiritual».

Según el Departamento de Estado de EE. UU., la Asociación Marroquí de Derechos Humanos calcula que hay 25 000 ciudadanos cristianos en el país,, mientras que los líderes extranjeros estiman una comunidad de expatriados de aproximadamente 10 000 protestantes y 30 000 católicos romanos.

El domingo después del terremoto, el Papa Francisco mostró solidaridad y oró por las víctimas del terremoto.

«Estamos con el pueblo de Marruecos», declaró, y ofreció la ayuda del Vaticano.

En 2016, Marruecos recibió a cientos de líderes musulmanes para emitir la Declaración de Marrakech, en la cual se comprometieron a proteger a las minorías cristianas históricas mientras ISIS asolaba Siria e Irak. En 2019, Francisco visitó el país monárquico como parte de su política de acercamiento al mundo musulmán. Y como anfitrión de una conferencia parlamentaria mundial en junio pasado, el rey marroquí Mohammed VI reiteró el compromiso de su nación de garantizar el «libre ejercicio del culto religioso» a todos los cristianos extranjeros.

Unos días después del terremoto, el rey hizo una donación personal de 100 millones de dólares para la ayuda del terremoto.

Ahmed dijo que las iglesias protestantes internacionales de Tánger, Casablanca y Marrakech se han unido al esfuerzo general.

También lo ha hecho PM Internacional, una agencia latinoamericana que trabaja en naciones musulmanas. En comunión con muchos otros colegas, han establecido un campamento base para distribuir suministros de emergencia mientras recaudan fondos para ayudar a los desplazados [enlace en español].

«Estamos tratando de ser las manos y los pies de Jesús, de encarnar su amor», dijo el coordinador de campo de PM Internacional, quien solicitó el anonimato por política de la agencia. «Y en apoyo de la iglesia, día a día vemos más unidad a medida que los expatriados y los creyentes locales trabajan juntos».

Estos últimos no pueden trabajar solos legalmente.

«La iglesia no está registrada, por lo que no puede prestar ayuda oficial», explica Adam Rabati, presidente de la Unión de Cristianos Marroquíes, una agrupación de 65 iglesias que se reúnen en casas. «Siempre hemos sido rechazados por nuestras familias y por la sociedad conservadora».

Rabati, que vive a 200 millas al norte del epicentro, en Rabat, dijo que su pueblo de origen también resultó dañado por el terremoto. Aunque su unión también intenta ayudar a los desplazados, lleva mucho tiempo haciendo campaña para conseguir el reconocimiento oficial de los cristianos locales y los derechos religiosos de matrimonio, entierro y educación de los hijos.

Y aunque la situación de los creyentes se deterioró durante la década anterior bajo el gobierno de políticos islamistas, Rabati declaró que los cristianos tendrán que seguir luchando por sus reivindicaciones bajo el gobierno liberal elegido en 2021.

Puertas Abiertas sitúa a Marruecos en el puesto 29 de su Lista Mundial de Persecución, la cual incluye la naciones donde es más difícil ser cristiano, considerando que la ley prohíbe «sacudir la fe de un musulmán».

Una joven de 25 años de edad, hija de un pastor cristiano de segunda generación, comparte la opinión de Rabati. Cuando era estudiante, le molestaba tener que memorizar el Corán y los rituales de oración islámicos, y nunca le dijo a nadie acerca de su verdadera fe.

«El cristianismo marroquí es muy débil», dice ella sobre el impacto de la falta de reconocimiento. «Vivimos nuestra fe en secreto y hacemos nuestros servicios de culto en la clandestinidad».

Sin embargo, el terremoto puede estar sacando a algunos cristianos de su caparazón.

Su casa en Casablanca se sacudió, pero no sufrió daños materiales. No quiso dar su nombre ni el de su agencia por razones de seguridad, pero con la ayuda de la misma y de otros cristianos ha distribuido alimentos, ropa, tiendas de campaña y otros artículos de primera necesidad.

Dondequiera que va, se encuentra con la muerte de alguna forma. Navegando por las casi infranqueables carreteras de montaña para llegar a los pueblos más aislados, ha sido testigo de cómo otros conductores se desviaban hacia el abismo. Y cuando llega, se topa con una realidad punzante: el hedor de los cuerpos en descomposición atrapados bajo los escombros.

El trabajo de socorro la mantiene despierta hasta las 2 de la mañana, y por una razón muy concreta.

«Es tan importante para nosotros como cristianos tener un impacto positivo en nuestra sociedad», dice, «y mostrarle al mundo quién es Jesús».

La Asociación Al Yassamine existe por la misma razón.

Al Yassamine fue creada en 2007 por Mustafa Soussi, un exactivista islámico convertido, porque quería que su fe en Cristo brillara en el mundo. En aplicación de Santiago 2:26 —la fe sin obras está muerta—, su organización trabaja por el desarrollo sostenible en las mismas zonas marroquíes que fueron devastadas por el terremoto. Soussi es originario de Taroudant, a 150 millas al sur de Marrakech.

Conocida por su liderazgo cristiano, Al Yassamine fue la primera organización en llegar al lugar de los hechos.

Al igual que otros creyentes, Soussi distribuyó alimentos, ropa y medicinas, yendo primero a las zonas remotas a las que aún no había llegado el gobierno ni otras agencias de ayuda. Pero, a diferencia de otros cristianos entrevistados por CT, su grupo está registrado ante las autoridades competentes y, por tanto, es oficial.

«No podemos brindar ayuda tras el terremoto en nombre de la Iglesia», afirma Soussi. «Pero como asociación, tenemos derecho legal a ayudar a los afectados».

Él da empleo tanto a musulmanes como a cristianos, y ayuda a ambos por igual. Menos preocupado por dar testimonio verbal que por encarnar Mateo 7:16 —por sus frutos los conocerán—, Soussi no sirve como creyente en Jesús, sino como ciudadano orgulloso, a la espera de cualquier pregunta acerca de su fe.

Pero tiene una motivación predominante.

«Mi país me convirtió en lo que soy hoy», afirma Soussi. «Quiero que entendamos que Marruecos no es solo para los musulmanes».

Criado en una familia musulmana devota, sus padres y hermanos se negaron a hablar con él tras su conversión al cristianismo en 1994. Nueve años después, él y otras personas bautizaron su iglesia con el nombre del profeta Job, ya que se identificaban con la paciencia del personaje del Antiguo Testamento ante el sufrimiento.

No obstante, en 2009, la familia de Soussi lo aceptó de nuevo y ahora incluso busca su consejo.

Job, por supuesto, es un profeta perfecto para tiempos de desastre nacional. Y cuando los colegas de Ahmed distribuyeron agua a los desplazados en Marrakech, al igual que Soussi, no anunciaron ninguna distinción religiosa particular.

Pero sí buscaban incitar a la gente a reflexionar sobre la voluntad de Dios.

«Lo único que les dijimos fue: Dios te ama», dijo Ahmed. «Pero eso podría abrir conversaciones: Si me ama, ¿por qué ha ocurrido esto?».

Algunos receptores se involucraron en la conversación; otros no. Con todo, los creyentes trataron de actuar con prudencia, sabiendo que el gobierno podría estar vigilando. Pero no hay ninguna ley que prohíba hablar con la gente, dijo, y las acciones hablan más alto que las palabras.

«Los musulmanes son nuestro prójimo», dijo Ahmed. «Puede que ahora no haya impacto, pero estamos plantando una semilla».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La iglesia es la vida en común o no es nada

Es hora de que los evangélicos redescubran la obra más conocida de Bonhoeffer sobre la naturaleza de la comunidad cristiana.

Dietrich Bonhoeffer

Dietrich Bonhoeffer

Christianity Today September 19, 2023
WikiMedia Commons

En Estados Unidos está teniendo lugar una salida masiva de la iglesia y se han señalado como culpables desde el abuso religioso hasta la apatía y los medios digitales. Este debate ha dado lugar a muchas hipótesis y a otras tantas soluciones inverosímiles. Pero la mayoría de los análisis sobre la salida de la iglesia evangélica pasan por alto el problema más profundo: que a los feligreses se les enseña y se les modela una teología anémica de la iglesia. El llamado a salir de la iglesia puede, de hecho, venir del interior del edificio.

Daniel Williams escribió recientemente para CT que muchas luminarias evangélicas rara vez asistían a la iglesia de manera consistente, y esto iba acompañado de una eclesiología débil. Williams afirma que el problema de la salida de la iglesia en la actualidad no se debe simplemente al mal precedente sentado por los líderes evangélicos. El problema es también el supuesto evangélico básico de que la vida cristiana es, en última instancia, una aventura individual, fundamentalmente entre Dios y el alma.

Dentro de los círculos evangélicos, intencionadamente o no, la iglesia se ha tratado con frecuencia como una faceta opcional de la vida cristiana, principalmente como un medio para ayudar a cada uno de nosotros a vivir una fe personal. La iglesia es algo que existe para facilitar el crecimiento o la experiencia espiritual del individuo. Pero esta interpretación no tiene en cuenta que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, es intrínseca a la vida de fe.

Tratar de abordar la crisis de la salida de la iglesia apelando a los beneficios prácticos que la iglesia ofrece para el individuo es, por lo tanto, tratar de revivir los mismos problemas que nos trajeron aquí en primer lugar. Apelar a la experiencia individual no es el camino a seguir. El pecado es, desde el principio, una obra de división y separación; la transformación de un pueblo en individuos dispersos. Y, por supuesto, la cura de Dios no puede tomar la forma de la enfermedad.

Como ha dicho Gerhard Lohfink [enlace en inglés], Dios tendrá un pueblo, no solo un conjunto de individuos. Ser un pueblo es existir colectivamente a través de nuestra oración, nuestra piedad y nuestro propósito, inseparables unos de otros. Cuando las Escrituras nos ordenan reunirnos, es porque así es como Dios nos ha llamado y lo que Dios nos ha llamado a ser: un pueblo nuevo entre los pueblos del mundo, un templo santo en el que se han unido las piedras individuales (Hebreos 10:25; Efesios 2:21).

Entonces, ¿qué deben hacer las iglesias para recuperar su identidad como pueblo? ¿Cómo redimimos, en palabras de Williams, una eclesiología evangélica?

Dietrich Bonhoeffer escribió Vida en comunidad en otra época de crisis eclesiástica, cuando Bonhoeffer ayudaba a fundar un nuevo seminario para la incipiente Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión. La Iglesia Confesante se había establecido como alternativa a la Iglesia Nacional Alemana, la cual había modificado su confesión de fe para incluir una nueva cláusula que ofrecía lealtad al Führer.

Al vincularse plenamente a Adolf Hitler, la Iglesia Nacional intentó establecerse como una verdadera «iglesia del pueblo», sin duda una estrategia para la supervivencia a largo plazo, pero a un costo herético. Aunque el contexto de Bonhoeffer era diferente, los desafíos a la supervivencia cultural de la iglesia nos obligan hoy a plantearnos la misma pregunta: ¿Qué es «la iglesia» que intentamos salvar?

La iglesia, escribe Bonhoeffer, no se centra en la experiencia individual ni en la capacidad de un líder fuerte para proyectar una visión convincente. Esto puede sostener a las iglesias, pero solo durante un tiempo. Por el contrario, la iglesia en todas sus prácticas está destinada a ser una comunidad, un pueblo que se encuentra con Cristo de manera colectiva, y no simplemente un grupo de individuos que viven unos junto a otros.

Esta comunidad debe centrarse en Cristo, quien está presente en medio de ella. Cristo ha llamado a cada persona a ir más allá de sí misma para formar parte de este cuerpo corporativo. Cristo es por quien la iglesia sobrevive y tiene éxito, y Cristo es quien convoca a un cuerpo centrado en ser el pueblo de Dios en el mundo.

Si nos acercamos a Bonhoeffer con la esperanza de que nuestras iglesias tendrán éxito si las convertimos en comunidades, nos estaríamos perdiendo su mensaje central: que la comunidad es lo que hace que sea una iglesia.

Para Bonhoeffer, una vida cristiana individual es imposible. Puesto que el Espíritu de Dios ha reunido un cuerpo, nos encontramos con Cristo a través de las palabras que nos dirigimos unos a otros, a través de la Comunión que comemos juntos, y a través de las Escrituras que leemos y vivimos en comunidad. Las prácticas que recomienda en Vida en comunidad no tienen tanto que ver con el éxito de la iglesia como con hacer de la iglesia una comunidad.

Pero el trabajo de convertirse en un pueblo no significa adoptar un nuevo programa. Significa volver a prestar atención a las prácticas que nos resultan más familiares de la vida cristiana —el canto congregacional, la lectura de las Escrituras, compartir los alimentos— solo que con un fin más profundo en mente: llegar a ser una comunidad. De este modo, aunque Vida en comunidad es un libro totalmente práctico, también es profundamente teológico.

Cuando leemos juntos las Escrituras, por ejemplo, Bonhoeffer aconseja seleccionar pasajes más largos que nos recuerden la obra continua de Dios entre su pueblo, una obra en la que está injertada la iglesia de hoy. Esos pasajes se centran en la historia secular que compartimos con los cristianos a lo largo de la historia, en lugar de centrarse en el contexto individual de una persona. Elogia los Salmos en particular, el libro de oraciones de Israel que dirige nuestra atención a la conexión permanente de la iglesia con Israel y a nuestro llamado a ser un pueblo.

Del mismo modo, cuando cantamos juntos, recomienda cantar al unísono para centrar nuestra atención no en nuestras experiencias individuales, sino en la realidad de que Dios nos ha convertido en un solo pueblo. Y cuando oramos juntos, Bonhoeffer nos aconseja que oremos primero por las cosas que conciernen a nuestra vida común, no por las concernientes al individuo.

Cuando nos dispersamos durante la semana, hay tiempo suficiente para que Cristo hable a nuestras preocupaciones individuales y a nuestras vidas personales a través de las Escrituras. Pero incluso estos tiempos, dice Bonhoeffer, son para la edificación del cuerpo más amplio, para que podamos reinvertir en la iglesia las cosas que Cristo nos ha dado mientras estábamos separados unos de otros.

Un ethos similar se aplica a la forma en que leemos las Escrituras, compartimos los alimentos y pensamos en las misiones. Si el objetivo de la práctica eclesial es que nos unamos como pueblo, entonces no solo importa lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.

Como nos recuerda Bonhoeffer: «La fraternidad cristiana no es una idea que debamos comprender; es más bien una realidad creada por Dios en Cristo en la que podemos participar». Las prácticas de oración, canto y culto no son píldoras mágicas, sino invitaciones de Dios a una realidad más profunda que Cristo ha hecho posible [enlaces en inglés].

Invitamos a todos los creyentes —no solo a los excelentes lectores— a ser lectores de la Escritura. Comemos de tal manera y a tal hora que todos puedan reunirse. Hacemos misiones no para convertir a la gente en individuos religiosamente afiliados, sino para que se conviertan en miembros de una comunidad en la que los dones serán resaltados y en la que podremos recibir las palabras de Cristo por medio de los demás.

Al comentar la naturaleza recíproca de la oración, Bonhoeffer dice que lo que hace posible que un individuo ore por el grupo es «la intercesión de todos los demás por él y por su oración». Se pregunta: «¿Cómo podría una persona elevar la oración de la comunidad sin ser sostenida en la oración por la comunidad misma?».

Cualquiera que sea la vida espiritual que tenga el individuo, esta depende primero de la comunidad que Dios está creando en Cristo. La iglesia aquí no es una ocurrencia tardía: es la presunción. Dios está creando un pueblo cuya vida en común en Cristo hace posibles todas las aventuras individuales de los creyentes para adentrarse en el mundo.

El Espíritu nos atrae de todas partes y va con nosotros a todo el mundo, estemos reunidos o no. Pero este salir tiene como meta que volvamos. Estamos llamados a ser un pueblo que vive unido, no un pueblo que se las arregla solo.

Si hay que abordar la cuestión de la salida de la iglesia, la respuesta no puede ser más de aquello que nos ha traído hasta aquí. Porque la iglesia nos ofrece algo que no puede clasificarse en la jerarquía de necesidades de Maslow: la iglesia nos da a Jesús y nos hace parte del cuerpo de Cristo. Y es en este cuerpo en el que nos convertimos en cristianos, en el que experimentamos la presencia de Cristo y somos transformados.

Al igual que los discípulos aprendieron juntos a escuchar la voz de Jesús, nosotros también debemos hacerlo. No debemos limitarnos a revisar nuestra deficiente eclesiología evangélica que ve a la iglesia como una ayuda adicional a las necesidades de una vida de fe; por el contrario, debemos abandonar por completo esa forma de pensar. Y si la salida de la iglesia trae como resultado el abandono de esta visión errónea de la iglesia, tanto mejor.

Myles Werntz es autor de From Isolation to Community: A Renewed Vision of Christian Life Together. Escribe en Christian Ethics in the Wild y enseña en la Abilene Christian University.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Dejé la iglesia por tres años

Mi soledad espiritual me hizo regresar.

Christianity Today September 19, 2023
Illustration by Christianity Today / Source Images: Getty

La fe y la iglesia han sido difíciles para muchas personas después de la pandemia. Yo soy uno de ellos. Los últimos tres años trajeron para mi esposa y para mí dos cambios de trabajo, una mudanza a través del país y meses encerrados en casa, tratando de mantener a nuestros hijos pequeños sanos y a nosotros mismos cuerdos. Cuando el mundo empezó a reabrirse, muchas cosas se sentían diferentes. [Enlaces en inglés].

Hasta hace poco, podía contar con una mano la cantidad de veces que había asistido físicamente a un servicio religioso desde marzo de 2020. Podría dar muchas razones para nuestra ausencia: un niño pequeño y un recién nacido, la desilusión de una iglesia tradicional que alguna vez fue mi hogar, disfrutar de dos mañanas cada fin de semana, cansancio puro y muchas más.

Pero si soy realmente honesto, destaca una razón: cuanto más me alejo de la iglesia, menos sentido tiene para mí la fe cristiana. El alejamiento físico engendra un alejamiento intelectual.

Aunque pueda parecer un cristiano advenedizo, soy algo así como un pura sangre. Nací y crecí en lo que ahora es una megaiglesia evangélica. Me gradué en religión y filosofía en una destacada universidad cristiana y terminé mis estudios de seminario en otra. Tengo las credenciales.

Pero cuando se trata de creer en mi fe, siempre ha sido lo mismo. Durante cualquier etapa de la vida en la que he estado separado de cristianos de ideas afines, mi fe comienza a parecerme tan ajena como les resultaría a mis amigos no cristianos. Espera, espera, ¿crees que un hombre era Dios? ¿Que realmente resucitó de entre los muertos? ¿Crees que su sangre y sus entrañas se enfriaron y luego su corazón empezó a latir de nuevo? Es ridículo, ¿no?

Parte de mi experiencia de fe (y parte de mi naturaleza) es que siempre he buscado los mejores argumentos contra mis propias posturas. Y con el cristianismo hay muchas buenas críticas. Feuerbach, Nietzsche y Freud ofrecen opiniones sustanciales y describen la fe cristiana como una forma más de hacerse ilusiones. La hipocresía es otro buen motivo para dudar. El pasado y el presente de la iglesia está lleno de cristianos que no son fieles a su mensaje.

Podría decirse que la mejor razón para no creer es el problema del dolor, o la teodicea, como dicen los pensadores. Si Dios es tan grande, ¿por qué hay tanta maldad y sufrimiento en el mundo?

Una historia estremecedora me impactó el año pasado, en medio de mi ausencia de la iglesia: la noticia del fallecimiento de Jonathan Tjarks, redactor de The Ringer que cubría principalmente el baloncesto de la NBA. Había escrito poderosamente sobre cómo enfrentó un diagnóstico de cáncer un año después de la llegada de su primogénito. Nunca conocí a Jon, pero mantuvimos una breve correspondencia sobre la escritura, la fe y los deportes. Jon también era cristiano y yo también soy un fanático de los deportes.

En el sitio web que narra su lucha contra el cáncer, en la entrada final antes de su fallecimiento, la esposa de Jon incluye una foto de Jon en una cama de hospital, claramente exhausto, con su gran cuerpo decaído, mientras lo ayudaban a besar a su hijo Jackson. Después de que la pandemia debilitó mi formidable aislamiento de la muerte, el título de la foto, «Los últimos besos de Jon a Jackson», me destrozó.

Esa noche, lloré junto a la cama de mis propios hijos dormidos, de cinco y dos años, mientras besaba sus cálidas frentes. Lloré por Jon. Lloré por Jackson. Lloré por mis hijos, al pensar en mi propia fragilidad y la de ellos. Realmente lloré por todos nosotros.

En el artículo que había escrito antes de fallecer, Jon había hablado sobre la importancia de vivir la vida intencionalmente junto a los demás, no solo con su familia sino también con su iglesia. Sus amigos le habían preguntado si había tenido mucho cuidado al aislarse durante la pandemia. ¿Su respuesta? No tuvo tiempo para hacerlo.

La historia de Jon me persuadió. Unos meses después de su fallecimiento, mi esposa y yo acordamos que era hora de ir a buscar una iglesia. Queríamos que nuestros hijos crecieran en la iglesia. Y a veces sentíamos un dolor sordo los domingos por la mañana que las donas y el café no podían aliviar.

El proceso fue duro. Entre un título de posgrado en teología y mi inclinación a cuestionarlo todo, yo era un poco como un lastre. Tengo suficientes inquietudes sobre la cultura de la iglesia como para prever que necesitaríamos visitar muchas de ellas.

Uno de los beneficios de la revolución de la transmisión por internet durante la pandemia fue la posibilidad de echar un vistazo a un servicio sin tener que dedicar un domingo entero a cada visita. Algunas mañanas, mi esposa y yo «visitábamos» tres iglesias sin levantarnos del sofá y sin siquiera dejar las donas a un lado. Cuando veíamos algo que no nos parecía, como, por ejemplo, una oración dirigida a la Madre Tierra, o un pastor que dirigía a su congregación al cantar «América la Bella», cerrábamos la página de internet y probábamos la siguiente.

Cuando encontramos una pequeña iglesia cerca de nuestra casa, tomamos a nuestros hijos y la fuimos a conocer. El primer grupo de personas que conocimos fue amable y acogedor, y ninguno de nuestros hijos odió el ministerio para niños. Así que regresamos. Y seguimos regresando, tanto como para sorprendernos a nosotros mismos cuando comenzamos a llamarla «nuestra iglesia» en conversaciones con familiares y amigos.

La iglesia estaba ubicada en el centro de la ciudad y era transparente en cuanto a su servicio a los residentes locales, especialmente a aquellos que sufrían en la comunidad. Los servicios eran bastante cortos, los sermones a veces eran conmovedores y otras veces no, la música no era ofensiva. El micrófono fallaba todos los domingos y todos los domingos el personal se apresuraba a descubrir por qué. Después de pasar años en iglesias donde las máquinas de humo superaban en número a los visitantes sin hogar, la simplicidad de esta iglesia fue un bálsamo.

Nuestra primera visita fue en diciembre pasado y, desde entonces, nuestra familia se ha estado adaptando a una nueva —vieja— rutina de domingo por la mañana. No siempre ha sido divertido que nuestros domingos por la mañana estén siempre ocupados. Pero estar ahí ha sido bueno. Profundamente bueno. Y cuando llegó la Pascua esta primavera, sabíamos dónde íbamos a estar y, de hecho, la estábamos esperando con ansias.

Ese día, al salir de la casa con rumbo a la iglesia con niños pequeños fue toda una escena al estilo kafkiano, y cuando nos estacionamos y entramos, incluso las sillas polvorientas del santuario estaban ocupadas. Algunos serviciales miembros de la iglesia desapilaron las sillas todavía más polvorientas para nosotros. El servicio parecía y sonaba normal, aparte de la multitud y el inconfundible tono eléctrico de las mañanas de Pascua. Celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte y la participación del cristianismo en el terreno de la historia humana. «Locura para los griegos», dijo el apóstol Pablo.

Mientras estaba allí cantando, no pude evitar reflexionar sobre el tiempo que pasé fuera de la iglesia. Extrañaba estar de pie en ese tenue resplandor, inundado por el coro de voces. Me había perdido el ambiente de una mañana de Pascua, la fuerza íntima de la comunión, el León y el Cordero.

Son ilusiones, sigo diciendo en mis días menos fieles.

Pablo oró una vez para que los efesios comprendieran el enorme alcance del amor de Cristo. Sin embargo, añadió una línea adicional: «Me arrodillo delante del Padre… Le pido que… puedan comprender, junto con todos los creyentes, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo» (Efesios 3:14-18).

La fuerza de la unión es una de las cosas que más he notado al regresar a la iglesia. Hoy en día, mi fe se siente menos como un recuento continuo de hechos y más como un interruptor de luz. Volver a estar juntos me ha recordado que el interruptor de la luz no era realmente tan difícil de encender.

Pero tampoco puedo evitar pensar en Jon y Jackson. Mientras Jon luchaba con su diagnóstico, al menos por escrito, nunca llegó a una paz gloriosa sobre su partida. Y ofrecerle (o a cualquier otra persona) respuestas simplistas ante ese tipo de sufrimiento sería, (tomando prestado del autor David Foster Wallace) «grotesco». Jon todavía tuvo que despedirse de su hijo con un beso, y ese dolor tiene su propio peso.

Después de mi primer servicio de Pascua de regreso en la iglesia, todavía estaba pensando en Jon y los pasajes de las Escrituras que él releía a medida que su estabilidad se reducía y su tiempo se acortaba. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones y conservarse limpio de la corrupción del mundo. Aprender a hacer el bien. Buscar la justicia. Restituir al oprimido. Abogar por el huérfano y defender a la viuda (Santiago 1:27; Isaías 1:17).

Jon estaba pensando en su esposa y su hijo, por supuesto. Pero si hay algo que nos han enseñado los últimos tres años de pandemia es que todos estamos en el mismo predicamento que Jon. Todos nuestros días están medidos. No podemos decidir cuánto tiempo viviremos. Sin embargo, podemos elegir si pasamos esos días juntos y para los demás, incluso en nuestros momentos más oscuros.

Me he dado cuenta de que esto es lo que estaba buscando en una iglesia: una comunidad que tome a Santiago e Isaías tan en serio como toma los escritos de Pablo sobre la Resurrección; una iglesia cuyo cuidado por los que sufren pueda ayudarme a mantener el interruptor de la luz encendido cuando la vida se siente tan insoportablemente fugaz y mortal.

Luke Helm es un escritor y entrenador que trabaja en Grand Rapids, Michigan.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Pastor ruso perdió su iglesia por pronunciarse contra la invasión de Putin

Mikhail Manzurin oraba por Ucrania durante los servicios de culto. Finalmente, tuvo que huir a los Estados Unidos.

Mikhail Manzurin

Mikhail Manzurin

Christianity Today September 14, 2023
Photography by Mike Kane for Christianity Today

En septiembre de 2022, cinco días después de que el presidente ruso Vladimir Putin anunciara la movilización de 300 000 reservistas militares para continuar la invasión de Ucrania, Mikhail Manzurin abordó un autobús en Rusia con destino a Kazajstán y no regresó.

El joven de 25 años estaba navegando por las redes sociales rusas en su teléfono cuando vio una publicación de su expastor: las personas que huyen de Rusia para evitar el reclutamiento son como «ratas que huyen de un barco que se hunde», escribió el pastor. «Son cobardes».

Manzurin comentó en la publicación: «Debe estar hablando de mí. Yo acabo de salir de Rusia también».

Ese pastor había sido «como un padre» para Manzurin y su esposa, Nailia, de 27 años. La había discipulado desde que ella se convirtió por primera vez al cristianismo y había pastoreado a los Manzurin durante años antes de dejar a Mikhail como líder de su iglesia en Moscú para que él pudiera ir a plantar una iglesia en otra ciudad.

Unos meses más tarde, en diciembre, cuando Putin firmó un proyecto de ley que prohibía promover, «alabar» o identificarse con la comunidad LGBT, ese pastor (y muchos otros evangélicos rusos) aplaudieron. Rusia, escribió el pastor de los Manzurin en las redes sociales, iba por mucho mejor camino que el «moribundo Estados Unidos», un país que estaba «promoviendo la oscuridad y el pecado».

Mikhail respondió: «¿Podemos realmente decir eso de toda una nación? Y si dices que Estados Unidos y Europa están propagando la oscuridad y el pecado, ¿qué está propagando Rusia en este momento? ¿Verdad y luz?».

Poco después de ese comentario, el pastor lo bloqueó de todas sus redes sociales.

Fue una de las muchas relaciones valiosas que los Manzurin perdieron debido a sus opiniones contradictorias sobre la guerra de Ucrania. Mikhail dijo que todavía aman al pastor y lo extrañan. «Pero ya no podemos llamarlo nuestro pastor. Nuestras posturas son completamente diferentes».

La división entre los Manzurin y el pastor es un microcosmos de la división más amplia entre los evangélicos en Rusia por la guerra en Ucrania. La crítica pública de los Manzurin contra la guerra no solo les costó relaciones; los llevó a buscar asilo político en Estados Unidos con sus dos hijos, ambos menores de tres años.

Los recuentos iniciales de países que han recibido inmigrantes rusos, incluido Estados Unidos, sugieren que al menos 500 000 rusos han abandonado su país desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022. La cifra real puede llegar al millón.

Más difícil de cuantificar es el costo espiritual de la guerra para Rusia. Rompió una relación estrecha de larga duración entre las iglesias ucranianas y rusas. Desde el colapso de la Unión Soviética, Ucrania había enviado más misioneros y plantadores de iglesias a Rusia que cualquier otro país. Más de la mitad de las iglesias evangélicas de Rusia están fundadas y dirigidas por ucranianos.

Las relaciones entre los cristianos de los dos países ya eran tensas después de que Rusia se anexara Crimea en 2014 y respaldara a los separatistas prorrusos en la región de Donbás.

Después de la invasión rusa de 2022, Pavlo Tokarchuk, un pastor bautista ucraniano en Lviv [Leópolis] que creció como un niño hijo de misioneros en Rusia, le dijo a CT que los ucranianos sienten que es casi imposible continuar cualquier relación significativa con las iglesias rusas, muchas de las cuales han guardado silencio o son partidarias de la guerra.

«Nunca había sentido tanta ira en mi vida», dijo. «No veo cómo los ucranianos podrían enviar misioneros a Rusia ahora. Es más fácil enviar misioneros a China que a Rusia. La relación entre las iglesias de Rusia y Ucrania está realmente dañada, y eso durará generaciones».

Dentro de las iglesias evangélicas de Rusia, las diferentes opiniones sobre la guerra —y cómo deberían responder los cristianos— también han fracturado a las congregaciones. Una iglesia llamada Casa del Padre, que tiene menos de 50 miembros, obtuvo más de 130 000 visitas en YouTube cuando publicó un video condenando la guerra como «el mal en forma humana» y acusando a otras iglesias rusas de ser cómplices de la devastación.

«Me dirijo a la iglesia rusa con dolor en el corazón: ustedes son responsables», dijo el pastor en el video, sentado frente al púlpito con otros 21 miembros de la iglesia. Dijo que desde hace años denuncia los actos de injusticia del país, pero «ustedes se quedaron callados, y ahora hay esquirlas (en la iglesia). Si se hubieran puesto de pie, no habría muertos, no habría lágrimas hoy… millones de personas en Ucrania no estarían sufriendo hoy».

Hace poco más de un año, los Manzurin habrían criticado a esta iglesia por volverse «demasiado política». Pero recientemente, Mikhail llamó al pastor de la Casa del Padre y se disculpó por no apoyar a su congregación: «Lo siento. Me equivoqué. Deberíamos ser cristianos en todas partes; no solo en la iglesia, sino también como ciudadanos».

Eso es lo que Mikhail también intentó hacer. Ahora él y su familia están pagando el precio.

Mikhail creció en la misma ciudad donde se encuentra la iglesia Casa del Padre, un pueblo en la frontera entre Rusia y Kazajstán llamado Orsk. Su madre era la única creyente en su familia. Cuando se mudó a Moscú para ir a la universidad, Mikhail se sentía perdido, con profunda nostalgia de su hogar. Comenzó a leer la Biblia y pronto se convirtió al cristianismo.

Nailia ManzurinPhotography by Mike Kane for Christianity Today
Nailia Manzurin

Nailia también buscó a Dios cuando estaba en la universidad en Moscú y se sentía sola y con el corazón vacío. Su hermana, la primera conversa de su familia tártara musulmana, le envió los sermones de un pastor ucranianoestadounidense de habla rusa en Seattle que estaba ganando popularidad en los países post soviéticos. Nailia asistió a un retiro cristiano de tres días en un suburbio de Moscú donde tuvo lo que ella llama una experiencia transformadora: «Llegué al retiro con un vestido ceñido y tacones altos, y salí como una persona completamente diferente».

Mikhail y Nailia se conocieron en la Iglesia Buenas Nuevas de Moscú, una de las iglesias evangélicas más grandes de Rusia, en un servicio de oración temprano en la mañana. Pocos adultos jóvenes estaban dispuestos a levantarse para orar a las 6 de la mañana, y aquellos que lo hacían (generalmente apenas un puñado; a veces solo Mikhail y Nailia) llamaban la atención.

No pasó mucho tiempo antes de que se fijaran el uno en el otro: Mikhail, un rubio alto y de ojos brillantes, y Nailia, una morena de ojos grandes y oscuros. Él la invitó a tomar un café. Después de repetidas citas para tomar café, Mikhail dejó caer la gran pregunta: él había estudiado mandarín en Hohhot, al norte de China. Desde entonces había sentido el llamado a ser misionero en ese país. ¿Iría ella con él?

«¿Por qué no?», dijo Nailia.

Cuando se casaron, Mikhail tenía 21 años y Nailia 23. Eran jóvenes y estaban llenos de sueños. Mikhail tenía un buen ingreso como tutor de inglés y mandarín, y ambos estaban ocupados pastoreando una congregación de Moscú llamada Iglesia Gloria del Reino, que veían como un campo de entrenamiento para futuros trabajos misioneros en China.

Luego, el 24 de febrero de 2022, su país invadió Ucrania.

Los Manzurin, como la mayor parte del mundo, se despertaron esa mañana y vieron las noticias conmocionados. Ya había señales de que algo se estaba gestando. El domingo antes de la invasión, de camino a la iglesia, habían visto tanques en la carretera. Pero nadie que ellos conocieran prestó mucha atención: la atención de todos parecía fijada en los Juegos Olímpicos de Invierno y en el escándalo de dopaje que se estaba desarrollando en torno a la patinadora artística Kamila Valieva.

Según los medios de comunicación estatales rusos, el ataque a Ucrania estaba justificado: dijeron que Ucrania había atacado a Rusia primero y que Rusia estaba desarraigando el nazismo de Ucrania y salvando a los ciudadanos de etnia rusa en Ucrania de la opresión estatal. Dijeron que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky era un drogadicto y homosexual, y que Ucrania era el último baluarte contra la inmoralidad liberal de Occidente y había que salvarla.

Mientras tanto, los Manzurin escuchaban una versión completamente diferente de los cristianos ucranianos, quienes entre lágrimas publicaron videos en Instagram que mostraban lo que los misiles rusos estaban haciéndole a sus vecindarios. Esto es lo que está pasando, dijeron. Esto es pura maldad. Si eres hermano o hermana en Cristo, di algo.

Los cristianos en Rusia rápidamente se dividieron en facciones. Algunos apoyaron abiertamente a Putin; algunos lo hicieron pasivamente. Otros se opusieron silenciosamente. Una minoría muy pequeña condenó abiertamente la guerra.

A medida que surgían más historias horribles de Ucrania, Mikhail y Nailia se sentían cada vez más inquietos. ¿Deberían hablar? «Para mí era una pregunta muy seria», recuerda Mikhail. Después de orar y ayunar durante una semana, tomó una decisión: «Había algo en mí que no podía quedarse en silencio».

Al principio, Mikhail quería unirse a las protestas contra la guerra en las calles. Pero Nailia, que estaba embarazada de su segundo hijo, se opuso. Entonces Mikhail habló desde el púlpito. Todos los domingos oraba por Ucrania —pero no por la victoria rusa—. Después del servicio, durante la hora del té con los miembros de la iglesia, les dijo que lo que Rusia le estaba haciendo a Ucrania estaba mal.

Los miembros mayores de la iglesia, especialmente aquellos que albergaban una cálida nostalgia por la era soviética, se erizaron. «Oh, eres demasiado joven», le dijeron. «Simplemente no puedes entender».

Algunos miembros intentaron debatirlo usando las Escrituras. Según Mikhail, un miembro de la iglesia le dijo: «Putin es como Josué. Josué también mató gente, pero esa era la voluntad de Dios». Otros argumentaron: «¿No dice la Biblia que se debe bendecir a las autoridades, no maldecirlas? Necesitamos bendecir y orar por nuestro presidente, no criticarlo».

Como nuevo creyente, Mikhail había sentido que los cristianos no deberían involucrarse en temas políticos, sino más bien centrarse en asuntos espirituales. Su expastor, Rick Renner, estadounidense y fundador de la Iglesia Buenas Nuevas de Moscú, modeló esta creencia. En una declaración pública de abril de 2022, por ejemplo, Renner escribió: «Nunca me he permitido hacer una declaración política… Dios me ha llamado a enseñarle a la gente la Palabra de Dios, sin importar dónde vivan o qué idioma hablen. Y si uso mi fama para algún otro propósito, significa que me estoy alejando de cumplir el llamado de Dios».

Mikhail y Nailia Manzurin huyeron de Rusia y ahora viven 40 minutos al sur de Seattle.Photography by Mike Kane for Christianity Today
Mikhail y Nailia Manzurin huyeron de Rusia y ahora viven 40 minutos al sur de Seattle.

Varios meses después, Renner predicó que Dios es un Dios de orden y no tolera el desorden ni la falta de respeto. «En el Nuevo Testamento, nunca, ni una sola vez, podemos encontrar un respaldo [bíblico] para ser irrespetuosos con la autoridad», dijo. «De hecho, me resulta totalmente sorprendente que el Nuevo Testamento, de principio a fin, enseñe respeto y sumisión en todos los ámbitos de la vida». Instó a los cristianos a «abstenerse de hablar palabras feas e irrespetuosas» sobre sus autoridades que «no reflejan la actitud de Jesucristo».

Por lo que Mikhail pudo ver, la mayoría de los evangélicos en Rusia respaldaron abierta o tácitamente a Putin. Incluso su madre y la hermana de Nailia, a quienes los Manzurin atribuyen su conversión al cristianismo, expresaron su apoyo a la guerra. (Poco después su madre cambió de opinión). A veces, Mikhail se preguntaba si se había equivocado al ser tan crítico.

Putin se ha presentado durante mucho tiempo como un defensor de los valores cristianos, criticando a las naciones occidentales por abrazar la cultura LGBT y por deshacerse de sus raíces religiosas y culturales. Muchos evangélicos que percibieron un cambio en la marea global de valores culturales, como el pastor que bloqueó a Mikhail en las redes sociales, vieron a Putin como un líder fuerte para un momento como este.

Cuatro días después de que Putin anunciara el reclutamiento militar en septiembre de 2022, el líder pentecostal Andrey Dirienko dijo que agradeció a Dios cuando escuchó el anuncio. Leyó en voz alta 1 Samuel 8, en el que los israelitas le piden a Samuel un rey, y dijo que el pasaje «señala el derecho del rey a formar un ejército. Este es el derecho bíblico del rey. No se puede discutir con eso». Dirienko, pastor de una megaiglesia al norte de Moscú y asesor religioso del Kremlin, comparó a Putin con Gedeón, quien, según dijo, respondió al llamado de Dios de formar un ejército.

Ilya Fedorov, pastor de la megaiglesia de Moscú Gloria de Dios, dijo en una conferencia: «El mundo yace en el mal, pero Rusia es un país bendito… Putin es el único que se opone al mal».

Mientras tanto, cuanto más hablaban los Manzurin contra la guerra, más se reducía su congregación, hasta que ciertos domingos las únicas personas que se presentaban al servicio eran los Manzurin. Cuando los padres de los estudiantes de Mikhail vieron sus publicaciones contra la guerra en las redes sociales, se quejaron con el director de la escuela de tutoría de idiomas, quien reprendió a Mikhail por ser antipatriótico y anticristiano. Mikhail se sintió obligado a dimitir y se centró en dar clases en línea. Pero incluso allí, al menos los padres de un estudiante se enteraron de sus opiniones sobre la guerra en Ucrania y lo rechazaron como tutor.

Una noche de abril de 2022, un par de meses después de que los soldados rusos entraran en Ucrania, Mikhail tuvo un sueño. En ese sueño, el pastor ucraniano estadounidense de Seattle —cuyos sermones Nailia escuchaba en la universidad— le escribía a los Manzurin, pidiéndoles que vinieran a servir en su iglesia en Seattle. En el sueño, él y su familia estaban en un aeropuerto con boletos de avión a Estados Unidos. Solo tenían tres horas hasta la salida cuando de pronto se daban cuenta de que no tenían visas. Mikhail se despertó asombrado. ¿Quería Dios que se mudaran a Estados Unidos? «Oremos por esto», aconsejó Nailia.

Nailia estaba embarazada de ocho meses en mayo cuando los Manzurin decidieron cerrar su iglesia y regresar a Orsk, la ciudad natal de Mikhail. Necesitaban ayuda de su familia con el cuidado de los niños, pero también sentían que era hora de una nueva faceta, aunque no estaban seguros de qué.

Los Manzurin esperan su primera audiencia para solicitar asilo político, misma que fue programada para julio de 2024.Photography by Mike Kane for Christianity Today
Los Manzurin esperan su primera audiencia para solicitar asilo político, misma que fue programada para julio de 2024.

Luego, el 21 de septiembre de 2022, Putin declaró una «movilización parcial» de reservistas a las fuerzas armadas rusas para apoyar la lucha en Ucrania. En ese momento, las tropas rusas en Ucrania estaban flaqueando después de un feroz contraataque de las fuerzas ucranianas que reclamaron miles de kilómetros cuadrados de territorio. Para entonces, el ministro de Defensa de Rusia había contado más de 5900 bajas rusas en Ucrania (aunque la estimación del Pentágono en ese momento era de 15 000 bajas rusas).

La movilización aterrorizó a muchos rusos. Aunque Putin dijo que solo se reclutarían reservistas que ya hubieran recibido entrenamiento militar, la gente en la región escuchaba algo distinto. Los Manzurin escucharon relatos de autoridades que detenían a conductores al azar, los sacaban a rastras de sus vehículos y los obligaban a alistarse. Mikhail tuvo que dejar de conducir durante el día. ¿Qué pasaría si la policía rusa lo paraba en la calle y hurgaba en sus redes sociales? Había oído hablar de personas arrestadas o desaparecidas por hablar. El reclutamiento era solo una señal más de que las cosas iban a empeorar para personas como él.

Los rusos ya estaban huyendo de la represión de Putin contra quienes tuvieran posturas en contra de la guerra, y de las consecuencias económicas de las sanciones y las pérdidas comerciales relacionadas con la invasión. Una semana después del reclutamiento, más de 200 000 rusos abandonaron el país, cruzaron a Kazajstán, a Georgia, o se dirigieron hacia el oeste, hacia Europa.

En Orsk, los Manzurin vieron kilómetros de vehículos esperando durante días para llegar a Kazajstán, el país vecino.

Al ser un buen conocedor de la zona, Mikhail sabía de una forma más rápida de cruzar la frontera. El 26 de septiembre, pagó 10 dólares por un boleto de autobús y en tan solo cuatro horas llegó a Kazajstán. Una semana más tarde, después de tener todos los documentos necesarios listos, Nailia y los niños (Mark y el pequeño Filip, de cuatro meses) se reunieron con él en Kazajstán. Juntos tomaron un tren a Uzbekistán, donde durante más de un mes compartieron un apartamento de una sola habitación con la familia de otro pastor que había huido de Rusia.

Los Manzurin no se sentían seguros en Uzbekistán, un país postsoviético con profundos vínculos económicos y culturales con Moscú. Consideraron mudarse a Turquía o a Georgia, ambos destinos populares para la creciente diáspora rusa.

Entonces unos amigos les dijeron a los Manzurin que estaban esperando en la frontera entre Estados Unidos y México para ingresar a Estados Unidos.

Mikhail recordó su sueño de ir a Seattle. Decidió buscar la guía de Dios. Para llegar a América del Norte, necesitarían dinero. Solicitó un préstamo a través de su banco en Rusia. Pidió 15 000 dólares, casi seguro de que el banco lo rechazaría; ya le habían negado su última solicitud de solo 1000 dólares.

Para su sorpresa, el banco aprobó el préstamo. Mikhail lo tomó como una señal de Dios. Reservó boletos de avión a la Ciudad de México con escala en Dubái. No tenía idea de cómo llegarían desde la Ciudad de México a la frontera. Pero buscó en Google organizaciones benéficas cristianas y encontró un ministerio llamado Practice Mercy con sede en McAllen, Texas. Se acercó a su fundadora y directora, Alma Ruth, quien lo puso en contacto con amigos en la Ciudad de México y la ciudad fronteriza de Reynosa. A finales de noviembre, estos amigos recibieron a los Manzurin en el aeropuerto y se aseguraron de que estuvieran a salvo, con comida y alojamiento.

Unas semanas antes, los Manzurin nunca habían oído hablar de Reynosa, y ahora eran una de las aproximadamente 150 familias rusas que Ruth estimaba se encontraban ahí esperando pasar a Estados Unidos. Ruth dijo a CT que empezó a ver inmigrantes de habla rusa en la frontera hace unos dos años, pero que, desde la guerra y la movilización militar de Putin, su número ha aumentado. Han surgido nuevas empresas para sacar provecho de su desesperación, con anuncios en ruso que prometen ayuda para ingresar a Estados Unidos a través de México.

Los Manzurin pasaron unos 40 días en un Airbnb en Reynosa, esperando que las autoridades estadounidenses procesaran su solicitud de parole humanitario, un programa de inmigración que permite a ciertos extranjeros vivir temporalmente en Estados Unidos, generalmente debido a una crisis humanitaria. En los meses transcurridos desde que salieron de Rusia, sus hijos solo habían dormido en una carriola y en un asiento de niños para el auto.

El 9 de enero de 2023, los Manzurin finalmente cruzaron el puente hacia McAllen para comenzar su vida en Estados Unidos. Han solicitado asilo político, un estatus migratorio que proporciona un camino seguro hacia la residencia permanente.

La gente en Rusia le había advertido a los Manzurin que nadie en Estados Unidos estaría dispuesto a ayudarlos. En cambio, gracias a las conexiones de Ruth, en cada punto desde la Ciudad de México hasta Seattle, los cristianos locales los recibieron con sonrisas y regalos. La Iglesia del Nazareno de Rio Valley les permitió permanecer en su salón parroquial durante tres semanas. En Austin, el pastor principal de Hope Community Church, Aaron Reyes, los recibió en su casa durante más de una semana.

Cuando llegaron a Seattle, la única pieza de equipaje de los Manzurin se había multiplicado: tres maletas, dos carriolas nuevas, dos asientos nuevos para los niños para el auto y mucha ropa para los niños. La iglesia Transformation Center Church, la iglesia de habla rusa del sueño de Mikhail, les permitió quedarse en una casa de huéspedes durante varias semanas hasta que pudieran mudarse a un hogar más permanente.

(En junio, la fiscalía general rusa calificó a esta iglesia, que está conectada a una red de iglesias en Europa del Este, como «indeseable». Acusó a la iglesia de recolectar donaciones para apoyar al ejército ucraniano e informar sobre «actividades antirrusas». El departamento dijo que la iglesia es «una amenaza» para la seguridad rusa, y cualquier persona en Rusia que los ayude podría enfrentar un proceso judicial).

Cuando encontraron un apartamento de tres habitaciones en Kent, a unos 40 minutos al sur de Seattle, la gente donó un sofá, una cafetera, dos cunas y una habitación llena de juguetes. Cuando se quedaron sin dinero, un extraño que leyó su historia en las publicaciones de Practice Mercy en las redes sociales pagó su alquiler del mes de abril.

«Esperábamos lo peor», dijo Mikhail. Eso es lo que la propaganda rusa le había dicho toda su vida sobre los estadounidenses. «Pero estábamos literalmente en manos de Dios gracias a estas personas de este lugar».

La primera audiencia judicial de los Manzurin para su solicitud de asilo está prevista para julio de 2024. Si el juez de inmigración no les concede asilo, tendrán que abandonar el país. Mientras tanto, cada mes tienen que pagar la renta.

Pero tal vez debido a su juventud —o debido a su fe— siguen siendo la pareja ardiente, visionaria y llena de sueños que se conoció en un servicio de oración matutino en Moscú hace unos años.

No han olvidado su sueño original.

Recientemente, Mikhail consideró postularse para un puesto de camarero en un restaurante chino local, con la esperanza de practicar su mandarín. También planea inscribir a sus hijos en lecciones de tenis de mesa.

«Porque, ¿qué país está loco por el tenis de mesa?».

China.

Sophia Lee es escritora en el equipo global de Christianity Today.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Jesús me salvó el día de mi funeral

Estaba listo para mi entierro cuando Jesús me dio la misión de proclamar su nombre.

Cedric Kanana

Cedric Kanana

Christianity Today September 7, 2023
Fotografía por Tracy Keza para Christianity Today

«Tu sangre me limpia. Te alabo, Salvador». Escuché que la gente cantaba estas palabras mientras me acercaba a la iglesia. Al verme, la muchacha que tocaba el tambor dejó caer sus baquetas y salió corriendo, gritando, como si hubiera visto a un fantasma.

I Once Was Dead

I Once Was Dead

160 pages

$9.39

Vestido únicamente con una túnica de mortaja, entré al servicio de la iglesia como un imán musulmán que proclamaba a Cristo.

Doce horas antes, mi corazón había dejado de latir.

Mi padre, un hutu, fue uno de los primeros jeques musulmanes en el oeste de Ruanda; mi madre, una tutsi, era bruja y sacerdotisa de un dios africano. Mi familia practicaba el islam popular, que fusiona el islam con el animismo tradicional. Quienes practican este tipo de islam defienden vigorosamente el Corán y a Mahoma, y luego recurren a la brujería cuando se sienten amenazados o buscan un beneficio.

Después de tener dos hijas y hacer todos los sacrificios conocidos, y apelar a Alá y a los espíritus africanos por un hijo, mi padre estaba listo para divorciarse de mi madre cuando yo llegué. Me llamaron Swidiq Kanana y desde que nací me dedicaron a Alá con la bendición de ser un líder de la comunidad musulmana de Ruanda.

Estos planes se vieron interrumpidos cuando el país cayó en una guerra civil que fue seguida por un genocidio. El odio étnico que desgarró al país también desgarró a mi familia. Mi padre se divorció de mi madre y se casó con otra bruja, mientras que mi madre y sus hijos quedamos a expensas de la caridad. A falta de comida, me acostumbré a vivir en la calle desde los nueve años.

Cuando era adolescente, aprendí a ahogar mi dolor en las drogas. Pero también aprendí a sacar provecho de ello. Después de ingresar a la escuela, me resultó fácil identificar a aquellos que buscaban escapar de los problemas y el dolor. Y me aproveché de ello. Empecé a hacer viajes mensuales al Congo para adquirir drogas para vender. Primero marihuana, después cocaína. Al convertir a otros estudiantes en adictos, podría exigirles que se convirtieran al Islam si querían seguir consumiendo drogas. Anhelaba la aprobación de mi padre y trataba de recordarle sus esperanzas de que yo me convirtiera en un líder musulmán.

La comunidad musulmana pronto notó el éxito de mi reclutamiento. Debido a que había memorizado el Corán, fui nombrado imán de la escuela musulmana. Incluso cuando era adolescente, obtuve renombre como apologeta musulmán a través del muhadhara, o predicación y debate al aire libre. Pocos cristianos de Ruanda entendían cómo encajaban el Antiguo y el Nuevo Testamento, y era fácil presentar a Mahoma como aquel que cumplía las profecías del Antiguo Testamento de que Dios levantaría otro profeta como Moisés, o de un rey que conquistaría a las naciones. Por fin estaba cumpliendo la bendición que me fue dada el día que nací.

Todo eso cambió un día en mi último año de escuela. Mientras calentaba para un partido de baloncesto, algo en mi cerebro pareció estallar y me sentí abrumado por sonidos e imágenes que daban vueltas. Tropecé varias veces tratando de escapar del rugido. Todos y todo era aterrador. Había perdido la cabeza. Los diagnósticos iban desde psicosis causada por las drogas hasta opresión espiritual.

El sacerdote de un dios local le dijo a mi madre: «Cuando nació, él te fue dado a causa de tus sacrificios [a los dioses], no a causa de este Alá musulmán. Él le pertenece a los dioses, pero ha roto las ataduras. Esta locura es su castigo». Se realizaron ceremonias y sacrificios, pero nada cambió. Luego mi madre me llevó a un hospital psiquiátrico occidental en la capital, donde permanecí varios meses y me dieron un sedante fuerte.

Los líderes musulmanes culparon a los espíritus malignos. Al intentar un exorcismo, colocaron un Corán sobre mi cabeza y comenzaron a recitar la Sura Al-Baqarah, la sección más larga del Corán. De repente me levanté de un salto y comencé a golpearlos hasta que llegaron los policías y me sometieron.

La Biblia personal de Cedric Kanana. Abajo: La iglesia de Cedric Kanana en Kigali, Ruanda.Fotografía por Tracy Keza para Christianity Today
La Biblia personal de Cedric Kanana. Abajo: La iglesia de Cedric Kanana en Kigali, Ruanda.

Después de haber pasado casi un año tomando medicamentos antipsicóticos, un amigo cristiano de mi madre le preguntó: «¿Por qué no probar a Jesús? Lleva a Swidiq a ver a nuestro pastor». Fueron a la iglesia anglicana en la colina cercana. El pastor abrió su Biblia y le mostró a mi madre la historia del hombre que le suplicó a Jesús que sanara a su hijo, diciendo: «¡Sí, creo!… ¡Ayúdame en mi falta de fe!» (Marcos 9:24).

El pastor y cuatro miembros de la iglesia ayunaron y oraron durante siete días, cantando canciones de paz e imponiéndome las manos cada noche. La séptima noche sentí como si estuviera subiendo a través del agua. Escuché el nombre Jesús una y otra vez hasta que comencé a reconocerme a mí mismo nuevamente. Esa noche, mientras iba de camino a casa, creí que Jesús me había restaurado, que Él era más fuerte que los espíritus malignos, más fuerte que la medicina occidental y más fuerte que el Corán. Pero yo no conocía a Jesús.

Lo que siguió fue una situación que enfrentan muchos musulmanes hoy en día. No podía negar el poder en el nombre de Jesús. Pero decir la verdad implicaba el riesgo de avergonzar a mi familia, e incluso de que me mataran. Durante el salaat, o el tiempo de las oraciones diarias, me encontré a mí mismo orando no a Alá, sino a Jesús.

Este dilema duró siete meses mientras intentaba nuevamente terminar mi último año de escuela. Un día, mientras trabajaba en una tarea, un fuerte dolor en el abdomen me paralizó. Sentí que algo me estaba destrozando los órganos, y con cada respiración sentía como que me cortaban con un cuchillo. La maestra se apresuró a buscar ayuda cuando me vio caer al suelo, echando espuma por la boca.

Mi padre me llevó a un famoso médico occidental que había estado en Ruanda durante décadas. Estaba desconcertado. «Las cosas andan mal», dijo, «pero no hay nada que pueda señalar como la causa. No hay una razón médica obvia». Al cabo de una semana, los médicos del mejor hospital de Ruanda comenzaron los cuidados paliativos. Con la primera dosis de analgésico, sentí una sensación de hormigueo que se deslizó desde mi columna hasta mis extremidades. Quedé completamente paralizado, sin forma de comunicarme.

Alrededor de las nueve de la noche, de forma imprevista pasé a un estado de plena y desconcertante conciencia. Al notar el cambio, la gente entró corriendo a mi habitación. Comencé a sentir como si me estiraran el corazón hasta sacarlo por la boca. Fue una sensación extraña, más espiritual que física. Al mismo tiempo, algo como un fuerte viento me arrastró, y de pronto mi corazón se detuvo.

A la mañana siguiente, doce horas después, mientras cavaban mi tumba y lavaban y vestían mi cuerpo para el entierro según la tradición musulmana, de pronto tosí, arrojé la sábana a un lado y me levanté. ¡La gente huyó gritando!

Confundido, miré a mi alrededor y me di cuenta de que alguien había muerto. Al volverme hacia un grupo de personas que me miraba fijamente, vi una cara familiar. Era Jesús. Levantó la mano y me miró con una sonrisa de complicidad.

En un instante, rápidamente recordé lo que había pasado durante las últimas 12 horas. Recordé haber visto en mi mente cuatro figuras con forma de hombre envueltas en túnicas negras empapadas de sangre. Cada uno sostenía un arma en sus manos nudosas y con garras. Me ataron y comenzaron a torturarme, burlándose de mi impotencia para resistir. Creo que eran demonios. Uno había puesto su hacha en mi pecho y la levantó en alto cuando alguien más entró. Supe inmediatamente que era Jesús. En su presencia, los otros retrocedieron consternados, y parecieron evaporarse.

No tengo idea de cuánto tiempo permaneció mirándome, pero tuve una sensación de perfecta satisfacción. Cuando finalmente habló, levantó las manos, mostrando agujeros en cada una, y dijo: «Tú estás entre aquellos por quienes morí, así que no lo niegues más. Debes decírselo a los demás. Revélalo».

Obedecí al Señor Jesús. Ese día fui directamente a una iglesia, todavía con mi sudario puesto. Y durante los últimos 18 años les he estado hablando a otros sobre Él. Aunque mi padre y la comunidad musulmana primero intentaron matarme, tanto él como mi madre, mis hermanos y muchos de esa comunidad musulmana, encontraron a Jesús. Hoy soy un pastor anglicano que predica en toda África, llamando a musulmanes y animistas a Cristo, y llamando a los cristianos a caminar en la luz.

El Señor me ha librado de varios atentados contra mi vida. Los que más se acercaron dejaron cicatrices en mi cuerpo. Pero conozco bien el significado de mi sufrimiento y sé que llevo la bendición del nombre de Jesús.

Cedric Kanana es el autor de I Once Was Dead: How God Rescued Me from Islam, Drugs, Witchcraft, and Even Death. El coautor, Benjamin Fischer, es rector de la Iglesia Anglicana Cristo Redentor en Idaho.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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