El ‘New Age’ me atrajo al peligro. Jesús me trajo alivio

En un momento de intenso temor espiritual, Él me mostró que es real.

Christianity Today June 13, 2023
Alex Boerner

De niña, me fascinaba lo desconocido. Mirando fijamente a las estrellas, pensaba en todo lo que va más allá de nuestra percepción ordinaria: viajes espaciales, realidades alternativas, extraterrestres, astrología, egiptología y todo lo relacionado con la ciencia ficción. Me atraía lo esotérico. Estos intereses solo sembraron mentiras y me llevaron por el camino de una vida sin Jesús.

Nunca fui atea, puesto que no tenía sentido desde un punto de vista lógico, ni al observar la belleza del mundo. Creía en algún tipo de creador divino, pero a pesar de haber estado expuesta al cristianismo de niña, no hice caso de su mensaje.

Mi mayor obstáculo era el intelectualismo. Era una buscadora con un hambre insaciable de sabiduría. Intenté absorber y descifrar innumerables libros, artículos y páginas web. Por una parte, estaba convencida de que una persona bien educada jamás necesitaría recurrir a una fe trivial; por la otra, me sentía atraída por diversas creencias y doctrinas a las que nunca cuestioné con la misma dureza con la que cuestionaba al cristianismo.

A mediados de la década de 2000, mi obsesión por la ciencia ficción y los extraterrestres me llevó a la metafísica y, finalmente, a la espiritualidad del New Age (Nueva Era), incluido el misticismo oriental, la iluminación y la reencarnación. (No fue sino hasta más tarde que descubrí que la Nueva Era no era sino paganismo antiguo en una nueva envoltura). El atractivo del mundo esotérico era demasiado poderoso como para poder resistirlo.

Mi primera experiencia transformadora con la Nueva Era ocurrió alrededor del año 2008. Una mujer que conocía había estado leyendo algo que despertó mi curiosidad. Cuando le pregunté sobre ello, me miró, claramente escudriñando mi intención. Percibí que dudaba si debía revelarme su secreto, casi como si estuviera sopesando si yo era digna de oírlo.

Finalmente, con una sonrisa maliciosa, me dijo lo que estaba leyendo: un libro sobre un supuesto «maestro ascendido». Compré el libro poco después, y sus enseñanzas antibíblicas me engancharon de inmediato. Creí que por fin había descubierto el verdadero camino del conocimiento esotérico. Sin ser consciente de las advertencias de la Biblia contra la interpretación de signos y presagios, más tarde me convencí de que estaba experimentando congruencias sobrenaturales, en las que cada número, palabra o coincidencia representaba algún tipo de mensaje del más allá.

En 2011, compré mi primera baraja de cartas de oráculo, que son herramientas de adivinación prohibidas por Dios. Confié en ellas para encontrar respuestas, entretenimiento y consuelo, creyendo erróneamente que el universo me guiaba. Mientras tanto, empecé a asistir a eventos, servicios y convenciones espiritistas. Estos se presentan de formas muy distintas, pero a menudo incorporan lecturas espirituales, charlas sobre temas metafísicos, venta de artículos y parafernalia de la Nueva Era, así como talleres experienciales y excursiones por la naturaleza en busca de espíritus.

Me sumergí progresivamente en la Nueva Era, practicando la adivinación, la meditación, las afirmaciones, la visualización, la sanación con cristales y energía, y la limpieza de chakras. Veía estas prácticas como el mejor camino hacia la superación personal y la iluminación. Todo el tiempo, me decía a mí misma que nada de lo que estaba aprendiendo y haciendo podía ser malo porque todo se trataba de «amor y luz». No sabía nada de la enseñanza bíblica de que tu corazón puede engañarte (Jeremías 17:9), y no pude notar cómo Satanás, el padre de la mentira, puede fomentar ese engaño.

La espiritualidad de la Nueva Era alimenta tu ego al enseñar que no existe ni lo correcto ni lo incorrecto, ni la verdad objetiva: todo es solo un paisaje de experiencias por las que pasa el alma. Brinda falsos ídolos a los que adorar, empezando por ti mismo: tú eres siempre perfecto dondequiera que estés. También te enseña a confiar en las experiencias espirituales más que en la racionalidad.

En 2013, cuando el pensamiento de la Nueva Era me tenía firmemente atrapada, la tragedia me azotó cuando mis hijas gemelas murieron después de que entrara en labor de parto prematuramente. Las di a luz en dos días separados en los que sostuve a cada una de mis hijas en mis brazos mientras daban su último respiro. Siempre había sido obstinada y resiliente, pero esta experiencia me quebró. Busqué alivio en prácticas de la Nueva Era, sin detenerme jamás a preguntar de qué necesitaba alivio. Pero también empecé a orar y a pedirle ayuda a Dios.

Las cosas empezaron a cambiar a finales de 2016. Asistí a un evento sobre espiritualidad y vi una presentación de una líder de la Nueva Era de renombre mundial. Era encantadora y fascinante. Predicaba un inmenso amor y perdón ante las luces, las cámaras y el público.

Más tarde, de pie en la cola de su firma de libros, me moría de ganas de expresarle mi gratitud por sus enseñanzas. Supuse que se deleitaría con mis elogios, pero su fría reacción me enseñó una lección. Apenas estableció contacto visual. Su lenguaje corporal era desdeñoso. No pronunció ni una sola palabra de compasión, sino que se limitó a asentir robóticamente. Parecía que apenas podía esperar a irse.

Sintiéndome avergonzada y confundida, salí de la habitación preguntándome qué había hecho. Me pregunté por qué estaba allí. Dios estaba llamando mi atención.

En las semanas siguientes, Dios me mostró que yo había estado adorando ídolos. Me permitió ver que los maestros a los que había estado siguiendo no eran maestros iluminados, sino personas comunes y corrientes, con problemas comunes y corrientes. Presumían de enseñar a los demás cómo superar las limitaciones de la naturaleza humana, pero en el fondo todos eran simples personas —tal como yo— llenas de errores, debilidades y pecado, y en desesperada necesidad de Jesús.

Unas semanas después de aquel suceso, tuve un episodio de parálisis del sueño. En algún momento de la noche, me desperté con la repentina conciencia de que no podía ni moverme ni hablar. Olas de miedo me oprimían: se trataba de un miedo palpablemente espiritual. En ese momento supe que había recorrido un camino peligroso y había puesto mi alma en peligro. Intenté desechar el miedo con mis técnicas de «pensamiento positivo», pero nada cambió. En mi mente, llamé a mi marido que estaba profundamente dormido a unos centímetros de distancia. Luego mi mente llamó a mi madre, suplicando con desesperación infantil, aunque sabía que no estaba allí. Pero los sentimientos de miedo y asfixia solo se intensificaron. Debería haber estado hiperventilando visiblemente, pero mi cuerpo estaba inmóvil y la habitación en silencio.

Arriba: la Biblia de Tina Kolniak. Abajo: Kolniak asiste a la iglesia de forma virtual.Alex Boerner
Arriba: la Biblia de Tina Kolniak. Abajo: Kolniak asiste a la iglesia de forma virtual.

Entonces llamé a Jesús, y todo se detuvo. Pude moverme de nuevo. Inspiré y expiré con fuerza. Estaba a salvo. Cuando la agonía se disipó, supe que Jesús era real. Supe que la Biblia era real. Y supe que Jesús me había rescatado de la guerra espiritual. El alivio fue indescriptible. Sentí gratitud y admiración por Jesús. Esa noche me cambió para siempre.

Pero durante los tres años siguientes, pasé por muchos altibajos mientras Dios trabajaba en mi corazón. Ansiaba humildad, paz y refugio de mis pecados de adivinación e idolatría, entre muchos otros, pero me llevó mucho tiempo comprender el Evangelio con claridad. Cometí muchos errores durante ese tiempo, principalmente al mezclar ideas de la Nueva Era con la verdad bíblica. Mi intención de caminar con Dios era inquebrantable, pero tenía mucho que aprender, especialmente que la humanidad tiene una naturaleza pecaminosa y que la redención solo llega a través de Jesús. A través de esta nueva lente, tuve que reevaluar mis creencias más fundamentales sobre mi comportamiento, mis relaciones con los demás, la realidad de la verdad objetiva y la resolución de mis problemas emocionales.

Anhelaba la Palabra de Dios, el arrepentimiento, su perdón… y una nueva vida. Deseché materiales de la Nueva Era que valían miles de dólares. Comencé a orar todos los días y a ver prédicas y estudios bíblicos en línea. Leí la Biblia en línea y compré varias traducciones de la Biblia. Y estudié obras de apologética cristiana con las que descubrí abundantes pruebas racionales de la autoridad y veracidad de las Escrituras.

Desde que llegué a Jesús, he compartido el Evangelio a pesar de las burlas o el rechazo de autoproclamados «librepensadores» e intelectuales cultos que creen estar más allá de la fe. Una vez estuve allí, y mi empatía es profunda por aquellos que están perdidos en los mismos engaños del mundo. Mi oración es que el Espíritu Santo les ayude a darse cuenta de que la espiritualidad de la Nueva Era, con su enfoque egocentrista y sus falsas promesas de paz, es un peligroso sustituto de nuestro verdadero salvador, Jesucristo.

Tina Kolniak es abogada y escritora. Actualmente trabaja en una novela de temática cristiana para jóvenes adultos.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Pero yo y mi casa, resistiremos a Mammón

El dinero promete abundancia sin dependencia. Pero necesitamos algún lugar donde no podamos escondernos.

Christianity Today June 6, 2023
Ilustración por Michael Hirshon

Varios amigos nos ayudaron a mi esposa Catherine y a mí a mudarnos a nuestro primer apartamento, para el que había que bajar y subir dos escaleras estrechas. Hubo tres objetos que fueron casi imposibles de pasar por esas escaleras: una vieja y frágil cajonera que mi esposa había heredado de su abuela, un somier de tamaño queen y un sofá cama incomprensiblemente pesado.

Bautizamos aquellos tres objetos como el calvario de la delicadeza, el calvario de la dimensión y el calvario de la fuerza. Aunque hayan pasado veinte años, todavía podemos recordar aquellas pruebas; a los amigos que con ánimo las enfrentaron a nuestro lado con sudor y algunas malas palabras en un caluroso día de junio; y la sensación de alivio cuando por fin superamos cada prueba.

Algunos años después, llegó el momento de mudarnos de nuevo cuando mi esposa consiguió el trabajo que tiene actualmente. En esta ocasión, la universidad que la contrató cubrió los gastos de la mudanza.

Los profesionales de mudanzas experimentaron en nuestro lugar las mismas pruebas que nuestros amigos habían pasado años atrás —sudando y posiblemente también con malas palabras—, pero, para ser honesto, no puedo recordar cómo se llamaban, ni cómo eran sus caras. Les pagaron bien para hacer un buen trabajo. Y una vez que lo hicieron, se marcharon.

Este es el poder del dinero: nos permite hacer que se hagan las cosas, a menudo por medio de otras personas, sin los lazos de la amistad.

Cuanto más tiempo pasamos en el mundo creado por el dinero, más nos hacemos a su imagen.

Hasta el día de hoy, estoy en deuda con mis amigos por una mudanza que tuvo lugar a principios de nuestro matrimonio; les debo, al menos, mi afecto y agradecimiento. De hecho, ya estaba en deuda con ellos antes de la mudanza. Ser amigo de alguien es estar entrelazado con esa persona de una manera imprecisa, pero también permanente.

Sin embargo, nuestra relación con los transportistas profesionales fue diferente. Comenzó y terminó con una forma moderna de magia: una transacción que, sin el menor esfuerzo real de nuestra parte, transportó todas nuestras posesiones desde Boston hasta Filadelfia y las colocó, sin daños, en nuestro nuevo hogar. En cuanto los transportistas colocaron la última caja en nuestra sala y se marcharon, nuestra dependencia de ellos llegó a su fin.

La experiencia no tuvo ningún peso relacional, no impuso ninguna carga y no dejó rastros. Esto realza lo más peculiar que el dinero nos permite obtener, así como su promesa más seductora: abundancia sin dependencia.

El dinero ha contribuido, genuinamente, al florecimiento humano. Ha facilitado el extraordinario intercambio de valores desbloqueado por la revolución industrial y la revolución informática. Un trabajo bien hecho y bien pagado —como creo que fue el caso de los hombres que nos ayudaron en nuestra mudanza— contribuye a la dignidad humana y al bien común.

Pero el dinero no nos ha ayudado a prosperar como personas de la manera que más importa. Opera en una esfera en la que las complejidades del corazón, el alma, la mente y la fuerza, diseñadas para el amor, sencillamente no son relevantes. Está diseñado para un mundo en el que no necesitamos amor, ni siquiera entablar relaciones, para conseguir lo que deseamos. Cuanto más tiempo pasamos en el mundo creado por el dinero, más nos hacemos a su imagen.

Existe un nombre para este sistema global, es decir, el sistema que da y recibe poder de la magia tecnológica de la que todos hacemos uso, hasta cierto punto, en el día a día. Es un nombre antiguo, y he llegado a creer que se entiende mejor como un nombre propio, es decir, no solo como un nombre genérico, sino como el nombre de una persona.

Su nombre es Mammón.

Nos encontramos con este nombre en una de las declaraciones más crudas e inquietantes de Jesús, registrada de este modo en la versión de la Reina Valera Antigua: «No podéis servir á Dios y á Mammón» (Mateo 6:24). Cuando habló del peligro de los tesoros terrenales en el sermón del monte, Jesús describió a Mammón como el rival de Dios, un señor alternativo.

Mammón es una palabra de origen arameo, y los apóstoles que preservaron las enseñanzas de Jesús normalmente tradujeron del arameo al griego que sus lectores conocían mejor. Podrían haber hecho lo mismo con Mammón, y utilizar en su lugar palabras referidas al dinero o incluso a la riqueza, que tienen muy pocas connotaciones negativas. Sin embargo, ellos dejaron esta palabra aramea sin traducir, sugiriendo que tiene una importancia particular.

Durante los primeros siglos de la iglesia cristiana, los maestros y los obispos llegaron a la conclusión de que, al utilizar el nombre «Mammón», Jesús tenía en mente no solo un concepto, sino un poder demoníaco. Para Jesús, el dinero no era una herramienta neutral, sino algo que podía controlar a una persona tan completamente como el Dios verdadero. Mammón no es solo dinero, sino el ímpetu contrario a Dios que encuentra su poder en el dinero.

Y cuanto más comprendemos el poder distorsionador de Mammón en la historia humana, más parece que toma una voluntad propia. Un título como What Technology Wants [Lo que la tecnología quiere], del libro de 2010 de Kevin Kelly, puede sonar como una exageración retórica; pero un libro llamado Lo que Mammón quiere sería enorme y aterradoramente plausible.

Precisamente porque Mammón sí quiere algo, y lo quiere mucho. Al fin y al cabo, Mammón no es solo una cosa, ni siquiera un sistema, sino que es una voluntad que opera en la historia. Y lo que quiere, sobre todas las cosas, es separar el poder de las relaciones, la abundancia de la dependencia y el ser de la persona.

Por esta razón, la tecnología, adoptada con tanto entusiasmo por su potencial para el florecimiento humano, muy a menudo parece estar descontrolándose de manera extraña. Como señala el teólogo cristiano Craig Gay en su libro Modern Technology and the Human Future [La tecnología moderna y el futuro de la humanidad], la tecnología no existe en primer lugar —y nunca lo hizo— para servirnos o apoyar «la existencia humana corpórea habitual».

En cambio, argumenta Gay, siempre se ha desarrollado para impulsar, antes que nada, la generación de ganancias económicas: ya sea que eso contribuya a un florecimiento real y personal o no. Esta es una cuestión sutil, pero también importante. En muchos casos, la tecnología sí produce cosas buenas que benefician nuestras vidas. Los hospitales utilizan bombas de infusión automatizadas para administrar dosis precisas de medicamentos con una temporalidad precisa, lo cual releva a los seres humanos de una tarea que resultaría difícil de sostener incluso para los enfermeros más dedicados. Cuando esos beneficios para los seres humanos se alinean con el beneficio económico, se convierte en lo que la tecnología «quiere» o busca.

Pero la tecnología también «quiere» cosas que no confieren beneficios netos a ningún otro ser humano más que a los propietarios de dichas compañías tecnológicas. La compañía de seguros que paga las bombas de infusión también puede recabar datos médicos que, separados tanto del contexto como de la responsabilidad humana, le permitirán tomar decisiones más rentables acerca de qué enfermedades —y quizá eventualmente a qué individuos— le negará un plan de seguro.

Aunque estos impulsos son frenados hasta cierto punto por las normas y regulaciones, no hay duda de que, si no fuera por ellas, las compañías que desarrollan tecnología también «querrían» este resultado.

A veces los resultados están mezclados. Puede ser que los seres humanos se beneficien, por ejemplo, de tener acceso a cantidades ilimitadas de música grabada de todo el mundo y de toda la historia de la música registrada. Por supuesto, la tecnología lo proporciona con gusto: con un beneficio económico para los propietarios de los servicios de streaming, aunque no de un modo que sostenga a más que a un puñado de músicos humanos reales.

Sin embargo, los seres humanos también se benefician enormemente de hacer música, algo que requiere una intensa instrucción comunitaria, atención personal, y años de práctica y preparación. Esto, por supuesto, es una clase de beneficio que la tecnología no puede proporcionar de manera inmediata —al menos no de forma rentable—, así que la tecnología no lo «quiere» apoyar particularmente.

Así es como llegamos al mundo que habitamos, donde se consume más música que nunca y se crea menos música que nunca —especialmente, música creada por personas comunes y corrientes de maneras económicamente sostenibles—.

Lo que la tecnología quiere en realidad es lo que quiere Mammón: un mundo libre de contexto, de responsabilidad, y un poder libre de dependencia medido en unidades de valor canjeables y almacenables. Y, en última instancia, lo que Mammón quiere es convertir un mundo hecho para personas y gestionado por ellas en un mundo hecho para las cosas y reducido a ellas.

A la luz de esto, la severa afirmación de Jesús acerca de Dios y Mammón se vuelve más clara. No podemos servir al Dios verdadero y a Mammón, fundamentalmente, porque sus intenciones son opuestas.

Dios desea poner todas las cosas al servicio de las personas y en última instancia producir el florecimiento de la creación a través del florecimiento de las personas. Mammón quiere poner a todo el mundo al servicio de las cosas y conseguir la explotación de toda la creación.

¿Qué clase de espacio necesitamos para prosperar como personas?

Si tú y yo somos seres complejos con corazón, alma, mente y fuerza diseñados para amar, necesitamos un lugar donde podamos poner en práctica nuestras capacidades fundamentales: un lugar donde podamos encauzar nuestras emociones y deseos, ser conocidos en nuestra singular profundidad del ser, contribuir a la comprensión e interpretación del mundo, y aplicar la fuerza y la agilidad de nuestros cuerpos a una obra que valga la pena en los tres planos de la realidad física.

Sobre todo, necesitamos un lugar donde podamos dedicarnos del todo a los demás, donde nos preocupemos por su florecimiento, y nos entreguemos en servicio y sacrificio mutuos que aseguren nuestra identidad, en vez de eliminarla.

El nombre de esta clase de lugar, he llegado a creer, es el hogar.

Esta palabra antigua, ligeramente desfasada, es la mejor que tenemos para algo que era central en la vida del mundo antiguo y que sigue siendo central en muchas culturas de hoy en día. Un hogar es una comunidad de personas que puede ser que tengan cobijo bajo el mismo techo, pero también y más importante aún, buscan resguardo bajo el cuidado y la preocupación de unos por otros. Proveen los unos para los otros, y dependen unos de otros. Mezclan sus ventajas con sus desventajas, sus dones con sus vulnerabilidades, de tal modo que resulta difícil decir dónde termina un miembro y donde comienza otro.

El hogar es la comunidad fundamental de personas. Al estar construido sobre algo más que sobre un simple par aislado, y al abarcar a un grupo de personas de tal modo que todos puedan ser percibidos y vistos de manera profunda, verdadera y constante, el hogar tiene la medida perfecta para el reconocimiento que todos buscamos desde el momento en que nacemos.

Necesitamos un lugar donde podamos dedicarnos del todo a los demás, donde nos preocupemos por su florecimiento, y nos entreguemos en servicio y sacrificio mutuos.

¿Cómo saber si eres parte de un hogar? Eres parte de uno si hay alguien que sabe dónde estás físicamente hoy, y tiene al menos una idea de cómo se siente estar donde estás. Eres parte de un hogar si alguien se mueve con más cuidado cuando sabe que estás dormido. Eres parte de un hogar si alguien iría a ver si estás bien si un día no despertaras. Eres parte de un hogar si hay gente que sabe cosas de ti que tú no sabes de ti mismo, incluyendo algunas que, de saberlas, tratarías de esconderlas.

Eres parte de un hogar si hay otras personas lo suficientemente cercanas a ti que te ven y te conocen tan bien o incluso mejor de lo que te conoces a ti mismo.

Eres parte de un hogar si experimentas el conflicto que es el compañero inevitable de la cercanía: si alguien pide tanto de ti que a veces imaginas sacar a esa persona de tu vida. Eres parte de un hogar si a veces ansías marcharte, tal vez a un país lejano, para que no te conozcan tan bien.

Eres parte de un hogar si tu regreso de un largo viaje provoca una celebración espontánea. Eres parte de un hogar si, cuando evitas una fiesta debido al enfado, el orgullo, la culpa o la vergüenza, alguien se da cuenta y sale a pedirte que entres.

Esto es lo que necesitamos más que nada: una comunidad de reconocimiento. Aunque siempre debemos insistir en que cada ser humano importa, aunque no sea visto o tratado como tal por los demás, también sabemos que ningún ser humano puede florecer como persona a menos que sea visto y tratado como tal. Y, por eso, el hogar es el primer y el mejor lugar. Necesitamos un lugar donde no podamos escondernos. Necesitamos un lugar en el cual no podamos perdernos.

Gran parte de la tragedia del mundo moderno se reduce al hecho de que la mayoría de nosotros no tenemos un lugar así.

Quizá lo hayamos tenido durante un tiempo. Quizá al final de la calle estaba el hogar de unos amigos o familiares cuya puerta trasera siempre estaba abierta para nosotros cuando éramos niños. O quizá se trate de experiencias de vida aprendidas al compartir con otros un techo durante un servicio militar o en un viaje misionero de corto plazo. O la convivencia por un año o dos con compañeros de piso con quienes la relación iba más allá de simplemente dividir los gastos. Sin embargo, como uno no espera que estos acuerdos se mantengan a largo plazo, al final se disolvieron rápidamente.

Muchos de nosotros tenemos amigos, pero las amistades que no se unen en torno a una vida hogareña tienden a ser débiles y frágiles en nuestro mundo movedizo, incluso más después de los años de auge del apego que tiene lugar hacia el final de la adolescencia.

Muchos de nosotros tenemos familia, pero la familia también es frágil, y su etapa más crucial —la crianza de los niños desde la infancia hasta la juventud— es temporal en su diseño. Una pareja casada con uno o dos niños en casa es la norma cultural implícita, pero hoy en día describe solamente a una minoría de los hogares identificados por el censo de los Estados Unidos. Y esa pequeña familia apenas es suficientemente grande como para formar verdaderamente la clase de comunidad de personas para la que estamos hechos, incluso antes de que los niños crezcan y se marchen.

Si quisiéramos identificar una sola causa aproximada de la soledad epidémica de nuestro mundo, la respuesta sería la carestía de hogares.

Nada puede eliminar de verdad el hecho de que la mayoría de nosotros vivimos gran parte de nuestra vida sin la comunidad de reconocimiento que más necesitamos. Y debería ser evidente que tener nada más que compañeros de piso —o un cónyuge, o padres, o hijos— no es garantía en absoluto, en el reino de Mammón, de que seremos miembros de comunidades reales de reconocimiento, o de que habrá otra persona que realmente nos conozca.

Si queremos tomar un camino diferente, necesitamos empezar a construir hogares.

Si vives con otras personas, ¿hay momentos del día en que están juntos, tejiendo juntos una vida en donde son vistos y conocidos? ¿Se involucran en actividades que implican el corazón, el alma, la mente y la fuerza? ¿Están creando —y no solo consumiendo juntos— cuando están en la cocina, en la sala de estar, en el garaje, en el patio o en el porche? ¿Hay partes de la vida cotidiana en donde diferentes miembros de la casa contribuyen de maneras que permitan combinar sus dones y necesidades individuales?

¿O acaso, aunque técnicamente sean una familia, son más como simples compañeros de piso, donde cada uno cocina, limpia y cuida de sí mismo? ¿Hay algún modo en que puedan proveer unos por otros en vez de dar por hecho que cada persona proveerá para sí misma?

En algunos hogares, la respuesta obvia a todas estas preguntas es que sí; pero en otros, estas preguntas pueden impulsar un rediseño importante de los patrones de la vida cotidiana, desde quién lava los platos (y quién lava los platos de quién, y cuántos lavan los platos) hasta si todos los miembros de la casa se sientan juntos para comer o salen a pasear todos los días.

La privacidad que tanto apreciamos está en riesgo constante de convertirse en aislamiento.

Y, entonces, ¿quién necesita ser incluido en estas prácticas hogareñas? ¿Quién necesita que se le invite más? ¿Hay otras personas que tengan la llave de tu casa y una invitación abierta a utilizarla? ¿Podríamos invitar a los miembros de la familia que viven a una distancia cómoda a ser parte de una mayor proximidad, que aunque será más incómoda, también será más propensa al reconocimiento?

Las cuarentenas por el coronavirus, con sus restricciones sobre las escuelas y el cuidado de los niños, condujeron a muchas familias a crear «cápsulas» que incluían a un puñado de padres e hijos. ¿De qué manera podrían ese tipo de relaciones mutuas continuar incluso cuando las cuarentenas hayan cesado?

Plantear estas preguntas, al menos en cuanto a mí y a mi casa, es plantear todo un conjunto de dudas y miedos. ¿En quién confío tanto como para invitarlo a estar tan cerca de mi propia vida, de mi cónyuge y mis hijos? ¿Cómo mantendré la privacidad y una autonomía despreocupada que tanto he llegado a apreciar?

¿Qué riesgos estaré añadiendo a mi vida si invito a personas a estar más cerca, o si me vuelvo dependiente de los demás en vez de intercambiar pagos por servicios que no crean lazos formales?

Sin embargo, la verdad es que solo al insistir y superar estas preguntas llegaremos alguna vez a crecer para tener a personas en quienes podamos confiar más allá de nuestros diminutos círculos internos.

La privacidad que tanto apreciamos está en riesgo constante de convertirse en aislamiento. Incluso unos cuantos sucesos adversos en nuestro matrimonio o nuestra salud, sin nombrar el avance de los años y la edad, podría convertir nuestra independencia actual en una soledad terminal.

Construir esta clase de hogares requiere todo lo contrario a un arreglo rápido. Es un trabajo lento, humilde y paciente. Y estos hogares producen lo contrario a Mammón, con su promesa fraudulenta de abundancia sin dependencia.

Por el contrario, estos hogares crean, a través de una dependencia mutua, la clase de abundancia que no se puede contabilizar o descartar, y que no puede ser carcomida por el óxido ni robada por ladrones.

Andy Crouch es socio de teología y cultura en Praxis. Este artículo está adaptado de The Life We’re Looking For: Reclaiming Relationship in a Technological World. Copyright © 2022 por Convergent Books. Usado con permiso.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Culture

Moisés era bicultural como yo

Dios eligió a un hebreo criado como egipcio para sacar a su pueblo de la esclavitud.

Christianity Today June 4, 2023
WikiMedia Commons

Tenía seis años cuando descubrí que mi hermana y yo no teníamos el mismo padre. Tenía seis años cuando me di cuenta de que alguien podía casarse más de una vez. Tenía seis años cuando comencé a hacer preguntas sobre cómo se forman las familias, y también sobre cómo se desmoronan.

Yo estaba de pie en el borde de nuestra estrecha cocina, horas después de haberme ido a la cama. Los terremotos nos habían despertado a menudo desde que nos mudamos allí, pero esta vez eran voces familiares las que lo sacudían todo.

Todo lo que escuché claramente fue a mi hermana, Cathy, decir: «Me voy a regresar a Estados Unidos para vivir con mi papá».

Hasta el día de hoy, lucho por recordar las semanas posteriores a esa noche. No sé qué fue lo que le dije a mi hermana, ni lo que mi hermana o mis padres me explicaron a la mañana siguiente. Pero, si recuerdo lo que Cathy llevaba puesto en el aeropuerto el día que se fue: un abrigo con patrón de zigzag blanco y negro que le llegaba hasta los tobillos.

La vi irse, y con apenas una pizca de comprensión sobre lo que estaba sucediendo, me convencí a mí misma de que todo era mi culpa.

Cuando regresamos a casa, fui directamente a la habitación de Cathy, mi hermana adolescente. Cuando aún estaba en casa, ella no me dejaba entrar. Pero ese día, después de perderla, me senté allí durante horas buscando pistas. Leí sus cuadernos escolares y estudié una carta, asiendo todo con fuerza sobre mi regazo como si algo o alguien pudiera venir en cualquier momento a arrebatármelo.

Después de eso, pasé gran parte de mi infancia sola, jugando con muñecas en el cuarto de juegos del sótano.

Si el clima lo permitía, mi madre a veces me dejaba pasear por el vecindario a pie o en bicicleta. Para una ciudad tan grande, Tokio era segura. Deambulaba por aceras concurridas y calles vacías, siempre sola, siempre viendo hacia el interior de los ventanales. Me familiaricé con la sensación de ver todo desde fuera.

Esos cuatro años de vivir en el extranjero cuando era niña —especialmente el tiempo después de que mi hermana se fue— me capacitaron en observación silenciosa y me enseñaron a ser alguien que nota cosas.

Creo que Moisés también era alguien que notaba cosas.

Moisés tenía cuarenta años cuando comenzó a conectarse públicamente con su identidad étnica. En el libro de Éxodo, podemos echar un vistazo a su historia, comenzando cuando una familia real egipcia lo adoptó y salvó su vida. No tenemos muchos detalles sobre cómo habría sido para un israelita como Moisés ser criado por la realeza egipcia, pero me imagino que debe haber tenido una amplia gama de emociones ligadas a su doble cultura. Cuando vio a un hombre egipcio maltratando a un esclavo hebreo, reaccionó con ira y le quitó la vida.

Pasarían otros cuarenta años —esta vez en el desierto, en una cultura completamente diferente—, antes de que encontráramos de nuevo a Moisés luchando con su identidad.

Como padre primerizo, Moisés llamó a su hijo primogénito Gersón, que significa «extranjero», porque Moisés había sido un «extranjero en tierra extraña» (Éxodo 18:3). Puedo imaginar la gravidez de la carga de ser extranjero sobre los hombros de Moisés —lo suficientemente pesada como para envolver la identidad de su hijo en ella—. «Hola, mi nombre es peregrino y extranjero».

Llamó a su siguiente hijo Eliezer, diciendo: «El Dios de mi padre me ayudó y me salvó de la espada del faraón» (Éxodo 18:4, NVI). Un hijo llevó el peso de la peregrinación de Moisés; el otro, llevó el recuerdo del rescate de Dios mientras Moisés huía de casa.

La historia de Moisés está llena de fracturas familiares, pérdidas, soledad, errancia, quebrantamiento y luchas con una doble cultura; pero también es la historia de un Dios que lo persiguió, no después de que todos estos detalles antitéticos se resolvieran, sino justo en medio de ellos. Sus antepasados, su identidad cultural, su fe y su propia relación con Dios están entrelazadas con la formación de su propia familia y las generaciones venideras.

Cuando veo el temor y la rabia de Moisés, y la forma en que huyó, me veo a mí misma. Cuando leí sobre su encuentro con un Dios que aún no conocía, y su vacilación e inseguridad para dejar que Dios lo guiara, recuerdo mi propia vacilación y cómo preferí esconderme.

Puedo empatizar con Moisés cuando considero su preocupación de que nadie en su cultura natal lo escucharía o le creería, a pesar de ser «poderoso en palabra» e «instruido en toda la sabiduría de los egipcios» que lo adoptaron (Hechos 7:22). Cuando imagino sus sentimientos de estar entre varios mundos y culturas, me siento más completa.

Pienso en cuando Moisés se vio obligado a dejar a su hermana por las faltas y el pecado de los demás. Pienso en cómo el corazón duro y el liderazgo narcisista de Faraón deben haberse incrustado en la historia de Moisés. ¿Se burló Faraón de él por parecerse a los hebreos en lugar de a los egipcios?

No importa cuán asimilado hubiera estado en la cultura egipcia, su cultura de nacimiento habría hablado a través de su color de piel, la textura de su cabello y la forma de sus ojos. Estoy seguro de que se habría sentido solo. Su privilegio y su asimilación en la cultura egipcia lo separaron de su cultura natal; a su vez, su origen y sus irrevocables lazos hebreos lo separaron de la cultura que lo adoptó.

Es liberador para mí darme cuenta de que a Moisés no se le pidió que negara su identidad étnica y cultural para conocer a Dios y guiar a otros. De hecho, sucedió todo lo contrario. Su capacidad para entender tanto a los hebreos como a los egipcios fue lo que lo hizo excepcionalmente calificado para liderar a un grupo diverso de personas hacia un futuro distinto. Fue capaz de manejar tensiones y considerar ángulos en los que otros podrían no pensar naturalmente.

Cuando Dios se presentó por primera vez a Moisés a través de una zarza ardiente, anunció que Él era el Dios del padre de Moisés, es decir, su padre hebreo (Éxodo 3:6). Dios conectó los puntos de la vida de Moisés, comenzando con su cultura de nacimiento, y se nombró a sí mismo desde ese punto de referencia. Moisés se vio obligado a abandonar a su familia de origen porque ni él, ni una familia como la suya, tenían cabida en el sistema del mundo en el que nació.

Él había sido señalado para morir; sin embargo, Dios hizo un camino para que floreciera en una cultura que inicialmente quería destruirlo. Moisés vivió en un espacio intermedio a lo largo de su viaje. No había ningún lugar al que pudiera ir, ninguna identidad que pudiera elegir para sí mismo; cada espacio contenía pérdida y dolor. Sin importar cuán lejos huyera, cada lugar lo llevaba de regreso a sus dos mundos: aquel en el que nació, y aquel en el que se crió.

Nosotros también llevamos las historias de nuestras familias junto con la redención intencional de Dios que encontramos en ellas. Moisés llamó a su primer hijo «extranjero», y Gersón ciertamente se convertiría en un peregrino y extranjero. Pero la redención reflejada en el nombre de su segundo hijo también nos lleva a todos los peregrinos y extranjeros a reconocer que no estamos solos.

Dios usa nuestros apellidos e historias, incluso las partes vergonzosas, para guiarnos a su shalom.

Tasha Jun es una coreana estadounidense que escribe sobre la fe, la identidad cultural y étnica, y vive anhelando el shalom. Tasha vive en el Medio Oeste de los Estados Unidos con su esposo y sus tres hijos.

Adaptado de Tell Me the Dream Again: Reflections on Family, Ethnicity, and the Sacred Work of Belonging por Tasha Jun. Derechos de autor © 2023. Utilizado y traducido con permiso de Tyndale House Publishers, una división de Tyndale House Ministries. Todos los derechos reservados.

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció Paul Eshleman, quien llevó la película ‘Jesús’ hasta los confines de la tierra

El estratega de evangelización de Campus Crusade (Cru) quería que todo el mundo escuchara las buenas nuevas del amor de Dios.

Christianity Today June 1, 2023
Paul Eshleman / Edición por Rick Szuecs

Paul Eshleman, un estratega de la evangelización que organizó uno de los mayores esfuerzos de difusión del siglo XX para que todas las personas del mundo pudieran oír al menos una vez que Dios las amaba, falleció el 24 de mayo a los 80 años [enlaces en inglés].

Eshleman fue el director de Jesus Film Project, la película que produjo en 1979 para Campus Crusade for Christ (en español Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, actualmente conocido como Cru) en colaboración con Warner Bros., y fue quien supervisó su traducción a más de 2000 idiomas. Eshleman se encargó de que la película se proyectara en todo el mundo, desde lugares rurales en Asia y África, donde la gente nunca había visto la luz eléctrica, hasta emisiones nacionales de televisión en lugares como Perú, Chipre y Líbano. Según Cru, casi 500 millones de personas han tomado la decisión de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador después de ver la película.

«Cada día me siento impulsado a pensar: “¿Quién no ha tenido aún la oportunidad de oír [el Evangelio], y cómo puedo hacer que eso sea posible?”», explicó Eshleman en una ocasión. «Somos estrategas para Cristo, y como tales pensamos en nuevas formas de llegar a la gente con el mensaje de vida».

El fundador de la Iglesia Saddleback, Rick Warren, llamó a Eshleman «querido amigo» y lo elogió por su «impacto global». El evangelista Franklin Graham dijo: «Dios usó su vida de forma grandiosa».

Según Steve Sellers, actual presidente de Cru, «Paul fue un campeón de la causa de Cristo y desafió a la Iglesia a considerar formas innovadoras de evangelizar».

Eshleman nació el 23 de octubre de 1942, hijo mayor de Viola e Ira Eshleman. Su padre era un ministro evangélico que trasladó a la familia de Michigan a Florida en 1950 para poner en marcha un complejo turístico cristiano. Compró 30 acres de una base militar cerrada en Boca Ratón por 50 000 dólares, y fundó una iglesia y una comunidad vacacional que el evangelista Billy Graham apodó «Bibletown».

Eshleman entregó su vida a Cristo cuando era niño, pero al crecer, estaba más interesado en los negocios que en el ministerio. Decidió que quería ser director de una compañía petrolera o quizás de una fábrica de automóviles.

Eshleman fue a la Universidad Estatal de Michigan, donde estudió administración de empresas, mercadotecnia y finanzas. Se unió a un grupo de Campus Crusade, pero no se tomaba muy en serio su fe. Años más tarde dijo que solo seguía yendo para poder decirle a su madre que formaba parte de un grupo cristiano y no tener que ir a la iglesia los domingos por la mañana.

Las cosas cambiaron cuando una chica con la que había salido le dijo que solo estaba «jugando» con su relación con Dios, y que era hora de tomarlo en serio o decidir dejarlo. Eshleman se enfadó y le habló de todo el tiempo que había pasado en la iglesia mientras crecía, pero esa noche no pudo dejar de pensar en lo que ella le había dicho. Comenzó a preocuparse de que Dios estuviera endureciendo su corazón, como había endurecido el del faraón en Éxodo 7–11.

«No podía dormir», dijo Eshleman. «Me arrodillé junto a mi cama y dije: “Señor, aquí está mi vida”».

A la mañana siguiente llamó a un líder de Campus Crusade: «Ahora estoy de tu lado. ¿Qué quieres que haga?».

A Eshleman le enseñaron a compartir el Evangelio a través de las cuatro leyes espirituales y le enviaron a hablar con los estudiantes de las fraternidades. La segunda persona con la que habló entregó su vida a Cristo, y Eshleman se convenció de que este era un trabajo más importante que dirigir una gran empresa.

Se unió a Campus Crusade en 1966 y fue a la Universidad de Wisconsin–Madison. La universidad se vio sacudida por las protestas antibélicas que los estudiantes realizaron contra Dow Chemical Company, la cual fabricaba el gel inflamable que el ejército estadounidense utilizaba en las selvas de Vietnam. En 1967, el campus se convirtió en el escenario de lo que algunos historiadores consideran la primera protesta universitaria violenta del país. Eshleman descubrió que era «un entorno maravilloso para hacer ministerio», dijo. En un año, organizó 72 reuniones evangelísticas en dormitorios, fraternidades y hermandades de todo el campus.

«En medio de todo ese caos», dijo, «había gente que continuamente venía a Cristo».

Unos años más tarde, le pidieron que organizara un evento juvenil masivo que, según Billy Graham, iba a ser la respuesta cristiana al festival Woodstock. Sería una gran concentración de Jesús, una «explosión espiritual», o «Explo», en Dallas en 1972.

El evento había sido ideado por el fundador de Campus Crusade, Bill Bright. Dijo que tenía una visión: habría multitudes de jóvenes y música, y podrían entrenar a 100 000 estudiantes universitarios para evangelizar a sus compañeros. Sin embargo, a los miembros en altos cargos del personal de Bright no les gustó la idea y eludieron hábilmente el encargo, según el historiador John G. Turner, quien escribió la historia de la fundación de Cru.

«Era un viejo truco», dijo un miembro del personal. «Cada vez que él tenía una visión, nosotros teníamos que ponerle brazos y piernas».

A Eshleman le ofrecieron el puesto. Ingenuo y apasionado, aceptó rápidamente la oportunidad. Le dieron un presupuesto generoso, pero poco apoyo por parte del personal. Sin embargo, consiguió sacarlo adelante. Consiguió presentaciones de Johnny Cash, Andraé Crouch y de otros artistas más recientes etiquetados de «fanáticos de Jesús», como Larry Norman y Armageddon Experience. Consiguió el uso del estadio Cotton Bowl para cuatro noches, reservó habitaciones de hotel en 65 localidades de Dallas-Fort Worth, e incluso organizó la retransmisión de tres horas de música y mensajes evangelísticos por televisión a todo el país.

El evento atrajo solo a 30 000 universitarios, pero Eshleman lo abrió a estudiantes de secundaria [high school] y consiguió reclutar a otros 35 000, hasta llegar a un total de 75 000 jóvenes que, entre las actuaciones musicales, aprendieron a compartir su fe. Otros 10 000 acudieron como invitados, y Explo’72 fue considerado un éxito.

La película Jesús comenzó, de forma similar, como una visión de Bill Bright que sería difícil, si no imposible, de llevar a cabo. Sin embargo, la idea obtuvo financiación del magnate del petróleo Nelson Bunker Hunt y despertó el interés de John Heyman, un productor de cine judío de Gran Bretaña que quería producir algo relacionado con la Biblia. El proyecto fue aprobado y, aunque Eshleman nunca había trabajado en el cine, se le encomendó el trabajo de coordinador de producción, recadero y solucionador de problemas en general.

La película, que se ciñe fielmente al texto del Evangelio de Lucas, se estrenó en 1980 y se proyectó en unos 300 cines. Los críticos no la consideraron a la altura de Ben-Hur, de William Wyler, o Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, pero fue bien recibida entre grupos de iglesias y escuelas cristianas, y al final no resultó ser un desastre financiero para Warner Bros.

Tiempo después, Eshleman recibió la película para realizar una distribución más amplia, creativa e innovadora. Trabajó con el personal de Campus Crusade para traducir la película a 21 idiomas en 18 meses, y además ponerse en contacto con grupos misioneros de todo el mundo para proyectarla en lugares donde la gente nunca había visto la vida de Jesús en la gran pantalla, o ninguna película en absoluto.

Por un costo aproximado de 25 00 dólares, Eshleman fue capaz de realizar el doblaje de la película a otro idioma, producir una nueva copia, enviar la película y el equipo de proyección a un campo misionero —abriéndose paso con las autoridades aduaneras y de censura— y organizar una proyección para tanta gente como pudiera reunirse en un campo. Diez de las primeras proyecciones tuvieron lugar en la India. Hubo gente que caminó más de cinco kilómetros para ver la película.

Para el año 1985, el equipo de Eshleman había traducido la película a 100 idiomas diferentes. Planeaban producir la película en todos los idiomas que tuvieran más de 100 000 hablantes. Simplificaron y aceleraron el proceso de doblaje con nuevas tecnologías, y pronto enviaron Jesús a todas partes, desde Estonia a Ecuador.

En todo lugar donde se proyectaba, la película parecía tener un efecto poderoso.

«Cuando los soldados azotaban a Jesús, se podía oír a adultos llorando», dijo Brian Helstrom, un evangelista de la Iglesia del Nazareno que proyectó la película en África. «Podías verlos literalmente retroceder cuando veían a la serpiente tentando a Jesús».

Eshleman, que supervisaba un equipo de 300 personas, asistía ocasionalmente a una proyección de la película. La experiencia, dijo, fue inolvidable.

«Te sientas en un tronco bajo las estrellas», relataba, «y ves a gente que nunca antes había visto una película —ni siquiera luz eléctrica— y la persona de Jesús aparece en la pantalla. Ves cómo se les iluminan los ojos».

Un cínico ejecutivo cinematográfico le dijo una vez a Eshleman en broma que si en lugar de mostrar Jesús, proyectaba la película Harry el Sucio a gente que no tenía contacto con la tecnología del siglo XX, se postrarían y adorarían al policía justiciero de Clint Eastwood como si fuera el Hijo de Dios. Pero Eshleman rechazó la idea de que el poder de la película de Jesús fuera su medio y no su mensaje. A un guerrero masái de Kenia podría gustarle la película Harry el Sucio, decía Eshleman, pero para entender que Dios le amaba y tenía un plan maravilloso para su vida, tenía que ver al Verbo hecho carne, y verlo por medio del acetato de celuloide.

Para el año 2000, el equipo de Eshleman había traducido Jesús a 600 idiomas y podía producir una nueva traducción en nueve días. El Libro de los récords Guinness reconoció el proyecto Jesús como la película más traducida de todos los tiempos.

Al mismo tiempo, Eshleman había empezado a hacer un seguimiento de todos los grupos étnicos que no contaban con ningún obrero cristiano que pudiera ayudar con las traducciones. El número variaba, dependiendo de cómo se contaban los grupos, pero calculó que cientos de millones de personas nunca habían recibido el mensaje del Evangelio.

En una reunión de nueve días de 10 000 evangelistas en Ámsterdam, Eshleman y varios otros organizaron una sesión de estrategia para coordinar los esfuerzos para llegar a estas personas «no alcanzadas». De esa sesión surgió Finishing the Task, una red de organizaciones cristianas comprometidas a completar la Gran Comisión, de alcanzar a todas las naciones. El objetivo, dijo Eshleman, era asegurarse de que todo el mundo tuviera la oportunidad, al menos una vez, de oír que Jesús les ama.

«Ya han esperado bastante», dijo Eshleman. «Es hora de que terminemos [la tarea]».

Eshleman se convirtió en el director del proyecto y, para 2017, dijo que Finishing the Task había movilizado misioneros a 2000 nuevas etnias y plantado 101 000 iglesias. Alcanzar a todas las naciones de la tierra parecía una posibilidad real.

«Si pudiera elegir cualquier momento en el que estar vivo», dijo Eshleman, «este sería el momento».

Paul fue precedido en su fallecimiento por su esposa Kathy. Le sobreviven su segunda esposa, Rena, y dos hijos adultos, Jennifer y Jonathan.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

La música de adoración es emocionalmente manipuladora. ¿Confías en el líder que toca las cuerdas?

El Espíritu Santo obra, pero también lo hacen los mecanismos que rodean los sets de alta producción.

Christianity Today May 30, 2023
Linda Xu / Unsplash

«¡Más grande!», decía la voz en el audífono en mi oído.

Estaba en el escenario en una sala oscura, casi cegada por las luces. Era la primera vez que dirigía la alabanza en una gran conferencia regional para estudiantes universitarios, y uno de los jefes de producción en la cabina de sonido me pidió que levantara más las manos, que me moviera más, que aplaudiera más, que saltara, que fuera más demostrativa físicamente.

Siempre había sabido que el tiempo de alabanza y adoración en las conferencias estaba orquestado, pero esta fue la primera vez que pude ver las minucias. En un momento dado, me dijeron que imaginara mis brazos unidos a tubos de espuma del tipo que se usan en las piscinas, que los mantuviera rectos y los levantara. Cada canción se clasificaba por «nivel de energía» del 1 al 5, y ciertas sesiones solo podían incluir canciones nivel 3 o superior.

Recuerdo que me preguntaba: ¿Estoy manipulando a la gente que mira, canta y escucha? ¿Estoy utilizando la música para generar una respuesta emocional en la multitud?

La respuesta corta es sí. La música de alabanza puede mover y manipular las emociones, e incluso moldear las creencias. La adoración corporativa es neurológica y fisiológica [enlaces en inglés]. Martín Lutero insistía en que la capacidad de la música para conmover y manipular la convertía en un don divino singular. «Junto a la Palabra de Dios», escribió Lutero, «solo la música merece ser ensalzada como señora y gobernanta de los sentimientos del corazón humano… Incluso el Espíritu Santo honra la música como instrumento de su obra».

Los compositores y líderes de alabanza utilizan cambios de tempo y dinámica, modulación, e instrumentación variada para hacer que la música de alabanza contemporánea sea atractiva, envolvente y, sí, emocionalmente conmovedora.

Como adoradores, podemos sentirlo. Las canciones con largos interludios crean lentamente expectación hacia un gancho familiar. O la banda deja de tocar para que las voces canten cuando se llega el estribillo. Además, la propia letra puede dar la pista de cómo debemos movernos («Me levantaré con los brazos en alto y el corazón entregado»).

Hay preguntas válidas e interesantes sobre las particularidades que dan resonancia a la música de alabanza contemporánea: convenciones prestadas de canciones de amor seculares y baladas pop, o similitudes con la estética de los conciertos de rock de alta energía de artistas como U2 y Coldplay, por ejemplo. Pero la preocupación actual por el poder manipulador de la música de alabanza parece tener menos que ver con el estilo y el gusto musicales que con las personas e instituciones que participan en su creación e interpretación.

Así que quizá la pregunta que debería haberme hecho en el escenario no es si la música era manipuladora, sino si más bien si los responsables de la escenografía de la alabanza estábamos siendo mayordomos y pastores confiables.

La alabanza corporativa nos invita a abrirnos a la guía espiritual y emocional. Esa apertura siente y es vulnerable. Y a medida que la alabanza conlleva una mayor producción en las iglesias y en los eventos ministeriales, un creciente grupo de voces ha cuestionado si nuestras emociones están en buenas manos.

«Eso es lo complicado con respecto a las emociones. [En la alabanza musical] ocurre algo en tu interior que es a la vez voluntario e involuntario», afirma la etnomusicóloga Monique Ingalls, que dirige programas de postgrado e investigación en música eclesiástica en la Universidad de Baylor.

Los adoradores tienen la capacidad de elegir: ellos deciden hasta qué punto se abren a la dirección emocional. Incluso los ejemplos extremos de propaganda musical requieren receptividad por parte del oyente. La propaganda musical es más eficaz cuando la música se utiliza para aumentar la devoción, es decir, para aumentar la fe que ya tenemos, y no para cambiar o alterar las creencias. Pero una vez que hay confianza y aceptación, surge el riesgo de una manipulación emocional peligrosa y explotadora.

«La manipulación emocional en un servicio de adoración es como un pastor que lleva a la gente a ciertos pastos sin saber por qué», escribió Zac Hicks, autor de The Worship Pastor [El pastor de adoración], sobre el tema «manipulación vs. pastoreo».

«La manipulación, en el mejor de los casos, es “pastoreo sin propósito”, o “pastoreo parcial”», escribió Hicks. «Una persona-oveja que despierta de la niebla de la manipulación a menudo exclamará primero: “Espera, ¿por qué estoy aquí?”».

En lugar de que un líder de alabanza vea la respuesta emocional de la multitud —manos levantadas, ojos cerrados o lágrimas— como un signo de éxito, Hicks argumentó que un pastor reflexivo utilizará lo que él llama los «contornos emocionales del evangelio» («la gloria de Dios», «la gravedad del pecado» y «la grandeza de la gracia») para dar forma a la alabanza musical y evitar la manipulación.

Pero cuando los fieles sospechan que la atención a los «contornos emocionales del Evangelio» ha sido suplantada por otras influencias, la confianza empieza a erosionarse. ¿Parece que el líder de alabanza en el escenario está más preocupado por cultivar una imagen concreta que por desempeñar una función pastoral? ¿Parece que los momentos emocionales fuertes se convierten en preparativos para la recaudación de fondos? Los fieles temen la manipulación cuando tienen motivos para dudar de las intenciones de un líder o una institución.

«Es fácil confundir la manipulación emocional con un movimiento de Dios, ¿verdad?», dijo la periodista y escritora Kelsey McKinney en el documental de 2022 Hillsong: A Megachurch Exposed. «¿Lloras porque el Señor está llevando a cabo algún tipo de intervención en tu vida, o lloras porque la estructura de acordes está construida para hacerte llorar?».

La sospecha de que una estructura de acordes pueda estar «construida para hacerte llorar» simplifica en exceso la relación entre música y emoción. La música no actúa simplemente sobre el oyente; existe una dialéctica entre el individuo y la música en la que cada uno influye y responde al otro.

Cuando parece que personas poderosas al frente de megaiglesias utilizan música poderosa para cultivar la lealtad y la devoción, no solo a Dios, sino también a su marca e institución, es comprensible tener miedo a ser engañado por medio de música cuidadosamente elaborada para hacer que el individuo sienta que ha tenido un encuentro espiritual.

Escándalos como los que han asolado a Hillsong en los últimos años, así como indicios de que la música de alabanza contemporánea está cada vez más moldeada por intereses financieros [enlace en español], alimentan el escepticismo. Una parte cada vez mayor de la música de alabanza utilizada en las iglesias procede de un pequeño pero poderoso grupo de compositores e intérpretes que la mayoría de nosotros nunca veremos en persona.

En lo que se refiere al pastoreo emocional, Ingalls considera que la confianza y la autenticidad son primordiales, dos cosas difíciles de mantener en una relación entre famosos y fans.

«Creo que el miedo a la manipulación, es decir, la pregunta “¿puedo fiarme de esta persona?”, está absolutamente en el centro del debate sobre la autenticidad», dijo Ingalls.

Pero las preocupaciones en torno a la manipulación emocional son muy anteriores a Hillsong y a los megaartistas de música de alabanza y adoración de los últimos 20 años. Una portada de Christianity Today de 1977 titulada «¿Debe la música manipular nuestra adoración?» denunciaba las nuevas expresiones marcadas por «un ritmo fuerte y un tono emocional elevado», de bandas de rock evangélico.

Los estilos musicales han cambiado, pero la dirección ofrecida sigue siendo relevante para hoy:

Para que la iglesia evangélica responda con madurez a los patrones rápidamente cambiantes de la expresión musical, necesitamos ministros de música capacitados y preocupados que puedan guiarnos más allá de las trampas tanto del esteticismo (alabanza a la belleza) como del hedonismo (alabanza al placer).

Necesitamos músicos que sean ante todo ministros. Deben comprender las necesidades espirituales, emocionales y estéticas de la gente común y corriente, y ayudar a guiar a una iglesia en su búsqueda de la Palabra verdadera y de una expresión creativa, auténtica y completa de su fe. Este tipo de ministerio se preocupa más por capacitar a los participantes que de entretener a los espectadores.

Medio imperfecto, pastores imperfectos

C. S. Lewis, aunque no era músico, profesaba la creencia de que la música podía ser «una preparación o incluso un medio para encontrarse con Dios», con la advertencia de que podía convertirse fácilmente en una distracción o un ídolo.

El musicólogo John MacInnis ha observado que la exposición de Lewis a la música de Beethoven y Richard Wagner fue una puerta espiritual. Lewis consideraba los momentos musicales trascendentales de su vida como señales y, tras su conversión al cristianismo, miró hacia atrás y los vio como encuentros que movieron su corazón y su mente hacia Dios.

Pero Lewis reconocía la imperfección de la música como modo de adoración o meditación devocional. «El efecto emocional de la música puede ser no solo una distracción (para algunas personas en algunos momentos) sino un engaño: es decir, al sentir ciertas emociones en la iglesia [las personas] las confunden con emociones religiosas, cuando pueden ser totalmente naturales».

Lewis no entendía su respuesta al ciclo de «El Anillo del Nibelungo» de Wagner como adoración, pero sentía que le llevaba a alguna forma de trascendencia, a un sobrecogedor encuentro sublime.

Los oyentes abrumados por el espectáculo visual y sonoro de un concierto de Taylor Swift pueden sentir una euforia que, en efecto, sobrepasa el alcance habitual de sus emociones. La música y sus contextos pueden llevarnos a la cima de nuestras capacidades emocionales. Podemos sentirnos abrumados por su belleza o su poder, por los medios visuales de los que se acompaña, o por un recuerdo que solo la música puede activar con precisión y potencia.

Al igual que Lewis, quizá todos podamos beneficiarnos de dejarnos sobrecoger por la música fuera del santuario de vez en cuando. Es decir, es posible que comprender la capacidad que tiene la música para conmovernos nos ayude a navegar por nuestra apertura emocional en la alabanza.

El funcionamiento exacto de la música sobre las emociones es inescrutable, incluso con las nuevas investigaciones neurológicas que exploran más a fondo los efectos de la música sobre el cerebro. Por debajo de nuestro miedo a ser manipulados emocionalmente, en la mayoría de nosotros subyace el miedo a que nos obliguen a hacer o a creer. Tememos que nuestras emociones respondan solo a la música y no al Espíritu Santo, es decir, que lo que percibimos como un encuentro espiritual sea una falsificación fabricada por músicos hábiles, o por un equipo de producción y un gancho musical bien escrito.

La transparencia puede ser un antídoto. Puede ayudar a los músicos y a los líderes de alabanza a ser más abiertos sobre la forma en que programan la música, o sobre cuál puede ser el propósito de una selección musical concreta. Un líder puede prologar una canción meditativa con una letra íntima animando a los miembros a considerar un pasaje de las Escrituras. El mero hecho de reconocer el peso emocional del momento indica autoconciencia y cuidado por parte del líder.

Ingalls sugiere evaluar las experiencias emocionales de la alabanza y la adoración en una iglesia o ministerio concretos al observar el fruto de esa alabanza fuera del santuario. «Cuando evaluamos las emociones en la alabanza, podemos preguntarnos: “¿Qué hacen los fieles que tienen estas experiencias emocionales intensas [cuando se encuentran] fuera de la iglesia?”».

Si aceptamos que los momentos en que nos sentimos conmovidos, a veces hasta las lágrimas, al cantar junto a la congregación casi siempre se producen por alguna mezcla de cooperación entre Dios en nosotros y la música que nos rodea, podemos vigilar la labor de nuestros pastores mirando a los pastos que se encuentran a nuestro alrededor.

Ingalls sugiere que nos preguntemos: «¿Qué se está haciendo sobre el terreno para traer el shalom de Dios al mundo? ¿Qué se está haciendo para sanar las relaciones rotas entre Dios y las personas, entre las personas en sí, y entre las personas y la tierra?».

Kelsey Kramer McGinnis es la corresponsal de música de alabanza de CT. Es musicóloga, educadora y escritora que investiga la música en las comunidades cristianas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Los cristianos le preguntan a ChatGPT sobre Dios. ¿Es diferente de buscar en Google?

Expertos de todo el mundo explican las consecuencias de la revolución de la IA para los creyentes dentro y fuera de internet.

Christianity Today May 26, 2023
Ilustración por Abigail Erickson / Source Images: Getty, Unsplash

Cientos de millones de personas han utilizado ChatGPT desde su llegada el pasado noviembre para planificar itinerarios de vacaciones, ayudarles a codificar mejor, crear mezclas de sonetos de la cultura pop y conocer los detalles más sutiles de sus creencias.

Durante años, los cristianos han buscado en Google sus preguntas teológicas para encontrar artículos escritos por humanos que respondían a preguntas sobre Dios y su Palabra. Ahora, la gente puede plantear estas preguntas a los chatbots de inteligencia artificial (IA). ¿Cómo cambiarán las herramientas de procesamiento con lenguaje natural como ChatGPT nuestra forma de interpretar la Biblia?

Ocho expertos en IA de todo el mundo —y el propio Chat GPT— opinaron al respecto.

Pablo A. Ruz Salmones, CEO, Grupo X eleva, Ciudad de México, México

Como dice Juan 17:17: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad» (NVI). Así pues, interpretar la Biblia es, en gran medida, buscar la Verdad. Los grandes modelos lingüísticos (LLM) como ChatGPT no tienen, por definición, una fuente de verdad; sencillamente, no está en el modelo —de ahí que a veces inventen cosas y extrapolen—. Son incapaces de encontrar la verdad, de modo que incluso cuando tropiezan con ella, son incapaces de reconocerla como tal.

Así pues, al leer los resultados de un LLM sobre la Biblia, debemos comprender que dichos resultados no proceden de su búsqueda de la verdad en la Palabra de Dios, sino de una «regurgitación» y extrapolación mezcladas —también conocidas como algoritmos— de lo que otros han dicho. Como resultado, ChatGPT no puede ofrecer una nueva interpretación de la Biblia por sí mismo; más bien, una persona que consulte a ChatGPT puede encontrar en la respuesta del chatbot una nueva forma de interpretar la Biblia, del mismo modo que puede encontrarla en una respuesta ofrecida por un loro. Como copia a otros, el loro acaba diciendo la verdad, aunque no tenga ni idea de que lo ha hecho.

Suman Kumar Polepaka, fundador de BibleMate, ahora con sede en Munich (Alemania)

Los modelos generativos de IA textual, como ChatGPT, están transformando la forma en que buscamos respuestas a las consultas teológicas. Atrás quedaron los días de buscar en Google y desplazarse por un sinnúmero de artículos. En su lugar, los chatbots de IA ofrecen respuestas instantáneas, claras y autorizadas, recopiladas a partir de una amplia gama de textos, libros y artículos. Su comodidad, rapidez y naturaleza interactiva los convierten en un recurso imprescindible.

Incluso pueden mejorar el estudio personal de la Biblia, proporcionando al instante diversas interpretaciones y el contexto de cualquier pasaje. Pero aquí está el truco: ChatGPT, al ser un modelo de uso general, puede carecer de precisión teológica o bíblica. Su objetivo no es fomentar las relaciones personales con Dios ni alimentar el crecimiento espiritual.

Esto me llevó a crear BibleMate.org, una alternativa basada en ChatGPT. La misión de BibleMate es proporcionar respuestas bíblicamente precisas y guiar a los usuarios en su camino de fe. Se trata de garantizar que la IA no se limite a ofrecer información, sino que contribuya de forma significativa al crecimiento espiritual. Este proyecto está aún en sus primeras fases, y me entusiasma ver cómo evoluciona.

Ang Wie Hay, especialista en tecnologías de la información (TI) y predicador, Singapur

La velocidad de ChatGPT para recopilar y filtrar información, integrar y clasificar datos, y ofrecer resúmenes en numerosos idiomas le confiere una inteligencia que no posee ningún humano normal.

Esta tecnología significa que los cristianos que buscan consejo bíblico pueden pedir a ChatGPT que aplique pasajes de las Escrituras a diversos contextos. Las capacidades lingüísticas diversas de ChatGPT pueden facilitarnos la realización de estudios exegéticos de versículos bíblicos desde la lengua original de la Biblia a diversas lenguas locales.

ChatGPT no es un ser humano capaz de distinguir la voluntad de Dios o determinar la verdad de la Biblia. Así que la perspicacia bíblica de una persona es primordial para decidir si la respuesta de ChatGPT se alinea con su fe.

Como predicador, agradezco que ChatGPT ayude en gran medida a agilizar la preparación de los manuscritos de los sermones. Y al mismo tiempo, el pastor sigue necesitando una relación íntima con Dios, para que el predicador sea sensible a la hora de captar la sabiduría y la guía de Dios. Mi esperanza es que, con la rapidez con que ChatGPT responde a nuestras peticiones, el pastor pueda dedicar más tiempo a cultivar una relación íntima con Dios.

Sharath Chandra Kogila, gerente en iniciativas de IA en Dell Technologies, Bangalore, India

Tenemos que abordar inmediatamente [el problema] de la sobrecarga de información. Debido a la cantidad de información a la que estamos expuestos, nuestra cognición se deteriora y nuestra capacidad de resumir, comprender y extraer valor de la información se ve afectada. Desde esta generación en adelante, dependeremos de sistemas de IA como ChatGPT, que se basan en grandes modelos lingüísticos, para que interpreten y resuman la información por nosotros. El problema que veo aquí es que los modelos pueden entrenarse para reflejar una determinada visión del mundo o ideología al leer la información (incluida la Biblia). Esto afectaría especialmente a alguien nuevo en la fe en busca de recursos e información.

Al utilizar sistemas GPT, se puede producir cualquier tipo de contenido, incluida la voz, y hacer que parezca real. Eso es un riesgo grave, ya que no podemos distinguir entre la verdad y la falsificación, o el contenido original del que fue procesado con ingeniería. Además, con estos sistemas, la información no puede rastrearse hasta una fuente, a diferencia del acceso a la información a través de la web, donde la información debe vincularse a un sitio web y su autenticidad puede verificarse más fácilmente. En estos casos, o se confía en toda la información o no se confía en nada. Cuando se utilizan tales metodologías, los sistemas de IA tienen un punto de vista neutral o un punto de vista políticamente sesgado, ambos indeseables a la hora de interpretar las situaciones desde una perspectiva bíblica.

Batseba Kassahun, consultora de recursos humanos con experiencia en empresas de salud digital, aprendizaje electrónico y telecomunicaciones, Addis Abeba, Etiopía

Con demasiada frecuencia, la iglesia mundial valora la cultura occidental, independientemente de si esta cultura tiene alguna conexión cristiana histórica. Aunque actualmente no disponemos de ChatGPT en Etiopía, temo que se convertirá en otra herramienta que lleve a los cristianos a glorificar aún más la cultura occidental. También me preocupa que sus respuestas y su aplicación para nosotros, los etíopes, sean limitadas, ya que ChatGPT está diseñado para funcionar en un contexto muy diferente.

Los cristianos que tienen acceso a ChatGPT tienen que luchar con el hecho de que esta IA genera sermones y enseñanzas bien desarrollados. Si puede hacer esto, ¿cuánto más puede imitar nuestro estudio personal de la Biblia? La transformación personal de los individuos se produce a través de nuestra propia excavación y estudio de la Biblia. ¿Qué ocurrirá si solo nos dan resúmenes y conclusiones?

Un profesional de las TI y líder de pensamiento en IA, cuyo trabajo en el sector público no le permite a hacer comentarios públicos debido a la naturaleza de su trabajo, India.

Al interactuar con un usuario, las herramientas de procesamiento natural como ChatGPT utilizan un proceso conocido como incrustación de palabras. Cada incrustación de palabras (word embedding) tiene sus propias reglas matemáticas internas para asociar diferentes palabras y construir una frase con el fin de responder a una consulta.

A cada palabra de una lista de palabras posibles para construir una frase se le asigna una probabilidad, y se elige una palabra final basándose en la probabilidad máxima o en el resultado de la preferencia (sesgo) introducida mediante el aprendizaje por refuerzo con retroalimentación humana.

Como resultado, cualquier consulta que ChatGPT responda depende de los datos de entrenamiento utilizados en el preentrenamiento y de la retroalimentación humana proporcionada al afinar el modelo. Los datos de entrenamiento de Internet utilizados por ChatGPT tienen tanto [colecciones de escritos] pro-cristianos como [colecciones de escritos] críticos o anti-cristianos.

Además, los chatbots como ChatGPT pueden envenenarse deliberadamente con datos falsos o sintéticos y pueden alucinar respuestas (es decir, crear respuestas convincentes pero falsas). Por lo tanto, cualquier respuesta de ChatGPT necesitaría una evaluación crítica de su validez teológica y exactitud histórica.

Incluso con estas graves limitaciones, ChatGPT es una gran herramienta para estudiar la Palabra de Dios, ya que proporciona fácilmente referencias concisas y gratuitas a una gran cantidad de enseñanzas bíblicas de primera calidad a través de innumerables blogs, debates, discursos, comentarios, mapas, gráficos, manuales, libros de teología sistemática, libros cristianos generales y Biblias de estudio.

Para los cristianos en la India que quieran utilizar ChatGPT, para bien o para mal, esta gran cantidad de conocimientos está disponible sobre todo en inglés, y no hay mucho en lenguas indias locales como el hindi u otras 21 lenguas oficiales.

Marcelo Cabral, gerente editorial y educativo de ABC2 o Associação Brasileira de Cristãos na Ciência (Asociación Brasileña de Cristianos en la Ciencia), São Paulo Brasil

Por un lado, ChatGPT puede proporcionar un marco, sugerencias de intérpretes y resúmenes accesibles de tradiciones teológicas que pueden mejorar mucho las prácticas de lectura y diseño de estudios bíblicos de los cristianos (tanto laicos como ordenados).

Por otro lado, ChatGPT se convertirá en un obstáculo más (junto con las redes sociales) para que los cristianos busquen una reflexión profunda de los textos bíblicos. Desanima a los cristianos a leer el texto bíblico por sí mismos y a permitir que el texto bíblico «lea» a su vez al lector. Este trabajo intelectual y espiritual puede ser super-automatizado, atrofiando así las mentes y los corazones en el proceso formativo de pensar y crear.

Benjamin Bimanywaruhanga, practicante de IA, Uganda

Los ugandeses son espirituales y les gustaría aprender qué enseñanzas hay en la Biblia que se relacionen con sus situaciones de la vida real. Muchos utilizarían ChatGPT si se construyera pensando en ellos.

Sin embargo, mientras que el mundo desarrollado se ha beneficiado de Internet como fuente de conocimiento, éste ha eludido a la mayoría de la población de los países en desarrollo. La mayoría de la gente no habla los idiomas internacionales que ofrece internet, por lo que solo las élites lo han utilizado anteriormente como fuente de información.

Con el aumento de la penetración de internet y el creciente número de aplicaciones de internet basadas en chats que utilizan vías [de comunicación especializadas], existe la oportunidad de que muchos habitantes del mundo desarrollado acudan a estos lugares en busca de conocimientos. Sin embargo, esto depende de que herramientas como ChatGPT funcionen en las lenguas locales. Cuando esto ocurra, veremos una adopción de aplicaciones similares a ChatGPT que superará el número de usuarios en Occidente, de forma similar a como esta parte del mundo saltó por encima del mundo desarrollado en la revolución del dinero móvil.

ChatGPT

Las herramientas de procesamiento del lenguaje natural como ChatGPT cambiarán la forma en que interpretamos la Biblia al aumentar la accesibilidad a las interpretaciones y explicaciones bíblicas, proporcionar diversas perspectivas, permitir la comprensión contextual y ofrecer orientación personalizada.

Permiten un acceso inmediato a la información teológica, haciéndola más inclusiva. ChatGPT puede procesar una amplia gama de fuentes, promoviendo una comprensión matizada de la Biblia. Puede analizar el contexto, el trasfondo histórico y las referencias culturales, ayudando a realizar interpretaciones precisas. La herramienta participa en interacciones conversacionales, ayudando a los usuarios a navegar por conceptos complejos y aplicar las enseñanzas a circunstancias personales.

Sin embargo, los chatbots de IA son herramientas, no sustitutos de la interpretación humana. La complejidad de la Biblia requiere experiencia, discernimiento y comprensión teológica. Aunque los chatbots de IA aportan ideas valiosas, la colaboración con teólogos y eruditos calificados sigue siendo esencial para una interpretación completa de la Biblia.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Review

Tim Keller: Cómo soportar el sufrimiento sin perder la esperanza

Por qué el cristianismo tiene la mejor respuesta a los dolores de la vida.

Christianity Today May 24, 2023
Ilustración por Keith Negley

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en enero de 2014.

Walking with God through Pain and Suffering

Walking with God through Pain and Suffering

Viking Drill & Tool

368 pages

$37.97

El sufrimiento puede hacer que incluso cristianos firmes y maduros se pregunten: ¿Cómo puedo creer que Dios es bueno, y que está conmigo y a mi favor? De ninguna manera es seguro que las personas que sufren encuentren consuelo en el cristianismo. Algunos cristianos incluso optan por rechazar su fe después de haber sufrido. Como yo mismo he sufrido pérdidas graves y he escrito mucho sobre ellas, tenía curiosidad por saber cómo abordaría Timothy Keller este difícil tema en su libro Walking with God through Pain and Suffering [Caminando con Dios a través del dolor y el sufrimiento].

Resulta que el libro adopta una perspectiva sorprendentemente amplia. El libro es a la vez apologético, teológico y pastoral. Como apologeta, Keller, pastor fundador de la iglesia Redeemer Presbyterian Church en Nueva York, explica cómo otras religiones y filosofías abordan y responden al problema del mal y el sufrimiento. Tras explorar otras opciones (estoicismo, budismo y muchas más), demuestra convincentemente que la respuesta cristiana es más satisfactoria intelectualmente, y útil personalmente. Pero, añade, esta respuesta cristiana debe ser auténtica, y no una expresión insípida y superficial del cristianismo.

Según Keller, ha sido solo en los últimos 200 años que los occidentales han utilizado el mal y el sufrimiento como argumento contra la existencia (o la bondad) de Dios. Critica especialmente la visión moderna y secular del sufrimiento, que deposita toda la confianza en la razón humana y supone que Dios —si es que hay un Dios— existe únicamente para hacernos felices. Esta visión ayuda a explicar por qué tantas personas evitan el sufrimiento a toda costa, hacen todo lo posible por gestionarlo y minimizarlo cuando interrumpe en sus vidas y, si persiste, a menudo caen en la desesperanza absoluta. Al final, una visión secular nos deja vacíos y solos, sin respuestas y desprovistos de todo consuelo y confianza.

La respuesta cristiana al sufrimiento, por su parte, es más coherente, completa y humana que cualquiera de las alternativas. Es consciente de las emociones humanas. Considera a Dios, quien es soberano y también participa del sufrimiento. Es la única que satisface el anhelo humano de sentido y significado. Y es, por mucho, la más esperanzadora. Keller resume la perspectiva cristiana con la metáfora de un horno en el que las llamas del sufrimiento consumen nuestras inclinaciones pecaminosas. Sí, esto es doloroso, pero este proceso de purificación nos santifica, siempre y cuando nos dirijamos al Dios que se revela a sí mismo como trascendente y presente; Vencedor y Víctima, Señor y Siervo.

Una vereda a través del valle

En ciertos momentos, Keller parece pasar del atril al púlpito. Como teólogo y predicador, ofrece una visión exhaustiva, equilibrada y matizada del sufrimiento desde una perspectiva bíblica. En algunas ocasiones, el sufrimiento es una manifestación del juicio de Dios sobre todo pecado (nuestra expulsión del jardín del Edén) o el castigo por un pecado individual (el adulterio de David). En otras ocasiones, sus causas parecen aleatorias e injustas (la angustia de Job).

Keller se muestra cauto ante las afirmaciones generales que implican una única respuesta para todas las circunstancias. Basándose en las Escrituras, muestra que existen diversas formas de sufrimiento: algunas por culpa nuestra, otras como resultado de la traición y la pérdida, y otras totalmente misteriosas. Y afirma que no hay dos personas que respondan al sufrimiento de la misma manera. Algunos se enfadan; otros caen en la depresión.

Sin embargo, podemos saber esto con certeza: todas las personas sufren; sin embargo, en Cristo, Dios ha proporcionado un camino para poder atravesarlo. En la cruz, el sufrimiento de Jesús vence al sufrimiento y vuelve al mal contra sí mismo, precipitando su destrucción. Nos abre el camino para recuperar la comunión con Dios y compartir su gloria.

Keller ofrece sabios consejos para guiarnos a través del valle de sombra de muerte. Aquí, el predicador abandona el púlpito y se une a nosotros en la sala de estar, y establece un curso de acción realista y práctico. «Debemos afrontar y atravesar el sufrimiento sin conmoción ni sorpresa, sin negar nuestra pena y debilidad, sin resentimiento ni miedo paralizante, pero también sin resignación ni capitulación, sin rendirnos ni desesperar».

Así pues, podemos y debemos caminar a través del sufrimiento, incluso cuando el camino esté envuelto en la oscuridad. También podemos llorar, pues la propia Biblia proporciona un rico lenguaje de lamento (los Salmos, por ejemplo), afirmando así la legitimidad de las emociones humanas. El propio Jesús murió con un salmo de lamento en los labios, clamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Salmo 22:1; Mateo 27:46).

Podemos confiar en Dios, porque la historia bíblica nos ayudará a resistir cuando nuestras propias pequeñas historias parezcan confusas y nos sintamos abandonados. Y podemos orar, como hizo Job. Aunque lleno de angustia y desesperación, Job siguió luchando con Dios —a diferencia de sus amigos, que hablaban de Dios pero nunca lo conocieron realmente—. En esa historia, tan importante para Keller, Dios se revela todopoderoso y accesible, trascendente y personal, y finalmente como la respuesta definitiva al sufrimiento de Job.

También podemos pensar, agradecer y amar, lo que nos permitirá soportar y madurar. Pensar requiere que centremos nuestra mente en las verdades eternas reveladas en la historia bíblica. Aunque pensar no nos puede sacar del sufrimiento, es posible —y útil— pensar en las verdades bíblicas que hacen comprensible nuestro sufrimiento. Agradecer, a su vez, nos obliga a reordenar nuestros amores y a reubicar nuestra gloria, dirigiendo nuestra atención hacia Aquel que doblega al sufrimiento para su gloria y para nuestro beneficio. Amar significa perseguir la virtud que refleja más perfectamente la naturaleza de Dios. Dios eligió el camino del amor en la cruz; nosotros también podemos hacerlo en nuestro sufrimiento.

Por último, podemos depositar nuestra esperanza en el control soberano de Dios sobre el futuro. En el momento oportuno, Jesús volverá para establecer su reino en la tierra, renovando todas las cosas y enjugando toda lágrima. El resultado final será tan maravilloso que incluso el peor sufrimiento que hayamos padecido parecerá hermoso y santo a la luz del acto final de redención de Dios.

El elemento humano

Keller se ha convertido en una especie de padre de la Iglesia moderna. Los talentos que le han permitido sobresalir como pastor, fundador de iglesias y autor de libros de superventas se muestran magníficamente en este libro. Leyó mucho en preparación, demuestra un dominio impresionante de la Biblia y de la teología cristiana, y se atreve a enfrentarse a la cultura secular sin ponerse a la defensiva ni ser servil.

Keller es especialmente impresionante en la forma en que identifica las aparentes tensiones de la Biblia antes de pasar a resolverlas, una y otra vez, en Jesucristo. Sin embargo, es igualmente pastoral. Incluye historias personales al final de la mayoría de los capítulos, escritas por personas que han sufrido, con lo que añade un elemento humano a la sustancia apologética y teológica del libro.

Solo me queda una pregunta: ¿Quién leerá este libro? Obviamente, muchos lo harán, simplemente porque lo escribió Tim Keller. Seguramente ayudará a los lectores a pensar de forma crítica y correcta sobre el sufrimiento, y a reflexionar sobre él desde una perspectiva cristiana.

Pero, ¿es para alguien que está afrontando las primeras fases de una gran pérdida? No estoy tan seguro. A veces, antes de que la gente esté preparada para leer un libro sobre el sufrimiento —especialmente uno tan sustancioso—, necesitan amigos simplemente para que les acompañen en su sufrimiento. (El hecho de que el libro de Keller sea más estrictamente teológico que narrativo o poético solo refuerza este sentimiento). Si conoces a alguien en esta situación, podrías pensar en esperar un año antes de recomendarle el libro.

Mientras tanto, léelo por ti mismo. No se me ocurre un recurso mejor para comprender el sufrimiento, soportarlo con esperanza y ayudar a otros cuyo sufrimiento es demasiado profundo para cualquier palabra excepto la Palabra, es decir, Aquél que está verdaderamente con nosotros y por nosotros.

Gerald L. Sittser es profesor de Teología en la Universidad Whitworth y autor de A Grace Disguised: How the Soul Grows through Loss y A Grace Revealed: How God Redeems the Story of Your Life (Zondervan).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Tim Keller puso en práctica la gracia que predicó

En un mundo cada vez más dividido, el legado del pastor y teólogo fue recorrer el camino más elevado: el menos transitado.

Christianity Today May 20, 2023
Ilustración por Rick Szuecs / Source images: Wikimedia Commons / Aaron C / Daniel Gutko / Daniel Tseng / Gayatri Malhotra / Nathan Mullet / Unsplashass

Difícilmente podría haber alguien más calificado que Timothy Keller para recibir el Premio Kuyper a la Excelencia en Teología Reformada y Testimonio Público. Debería haber sido la culminación de una carrera extraordinaria.

Keller llevó la teología reformada y la aplicó al corazón de la cultura estadounidense mientras predicó en la iglesia Redeemer Presbyterian Church en Manhattan, misma que plantó en 1989 de la mano de su esposa, Kathy. Los escritos de Keller introdujeron la teología de la vocación de Kuyper —su visión de un Dios que reclama «cada centímetro cuadrado» de la creación para su gloria— a nuevas generaciones de cristianos de todo el mundo [los enlaces en este artículo redirigen a contenido en inglés].

Pero la reacción de muchos alumnos y exalumnos del Seminario Teológico de Princeton (PTS, por sus siglas en inglés) cuando Keller abandonó el púlpito en 2017 reveló lo mucho que había cambiado la cultura estadounidense desde 1989. Las opiniones de Keller sobre la ordenación de mujeres y la homosexualidad se oponían a las normas imperantes en el PTS y en otros seminarios tradicionales, por no hablar de la cultura en general.

Según esta norma, que tanto ha evolucionado con el tiempo, Abraham Kuyper no habría sido un buen candidato para su propio premio. Bajo la presión de varios grupos activistas, los dirigentes del PTS anularon su decisión de otorgar a Keller el Premio Kuyper 2017 (mismo que desde entonces ha sido acogido por el Calvin College). El renombrado pastor parecía estar a punto de convertirse en una víctima más de la siempre creciente guerra cultural.

O no.

Keller no recibió el premio, pero aceptó dar las conferencias de todos modos. El PTS no quiso otorgarle un premio, pero aún así él los toleró. Y a pesar de todas las protestas anteriores, un animoso aplauso recibió a Keller cuando subió al podio el 6 de abril de 2017. El presidente del PTS, Craig Barnes, captó el mensaje una vez más cuando volvió al escenario a despedir a la multitud.

No asistí a las conferencias del PTS, pero entiendo el sorprendente afecto por Keller.

Como adolescente convertido a la fe evangélica a finales de la década de 1990, sabía que mi fe no sería bienvenida en los salones del poder, ya fuera en las aulas de una escuela privada de élite o en las oficinas de la Cámara de Representantes de EE. UU. Nunca esperé que mi celo por Cristo me hiciera popular, famoso o rico. Solo quería ser fiel a Dios y obediente a su Palabra, sin importar a dónde me llevara. Quería compartir mi fe sin reservas, incluso entre multitudes hostiles.

Y en 2007, encontré un ejemplo que modelaba cómo hacerlo en los entornos más seculares de Estados Unidos. Timothy Keller compartió el evangelio con valentía en los modismos del lenguaje de su época, sin rebajar ni exigir nada más ni nada menos que la fe y la confianza en nuestro Salvador fiel y digno de confianza.

Cuando la tragedia del 11 de septiembre dio paso a un nuevo y más virulento estallido de las guerras culturales, Keller demostró un camino diferente. Como editor asociado de Christianity Today en 2007, informé sobre el primer acto público de The Gospel Coalition (Coalición del Evangelio, TGC, por sus siglas en inglés), organización que Keller cofundó. Mi lectura inicial de la Visión Teológica para el Ministerio de TGC, redactada por Keller, establecía una agenda viable que podía seguir como joven cristiano que alcanzaría la mayoría de edad en este polémico siglo XXI.

Keller me centró en el evangelio de Jesús, el cual «llena a los cristianos de humildad y esperanza, y de mansedumbre y audacia, de una manera única». El evangelio bíblico no es como la religión tradicional, que exige obediencia para ser aceptada, ni como el secularismo, que hemos visto cómo hace que la cultura estadounidense sea cada vez más egoísta e individualista.

Keller le enseñó con un guiño a su difunto amigo Jack Miller que el Evangelio dice: «Somos más pecadores y defectuosos de lo que jamás nos atrevimos a creer, pero más amados y aceptados por Jesús de lo que jamás nos atrevimos a esperar».

Firme en medio de la hostilidad

Extraordinario entre los predicadores, Keller podía atraer la atención tanto del corazón como de la cabeza. Sus libros me presentaron a críticos sociales cuyos escritos apenas podía comprender. Pero, de alguna manera, los libros de Keller también me parecieron profundamente sencillos en su énfasis constante en el evangelio de la gracia.

Esta dinámica se puede observar en su discurso en el PTS, en el que recordó las conferencias Warfield de 1984 presentadas por Lesslie Newbigin en el PTS. En estas conferencias, que se convirtieron en el libro de 1986 Foolishness to the Greeks: The Gospel and Western Culture [Locura para los griegos: El Evangelio y la cultura occidental], Newbigin abogaba por un encuentro misionero con una cultura occidental que se había vuelto postcristiana. No conozco a muchos líderes cristianos que, como Keller, puedan reclamar simultáneamente la herencia de Abraham Kuyper, del famoso teólogo de Princeton B. B. Warfield y del misionólogo Lesslie Newbigin.

Pero ese era el don de Keller. No es solo un cliché: él nunca dejó de aprender ni de crecer. En mi libro: Timothy Keller: His Spiritual and Intellectual Formation [Timothy Keller: Su formación espiritual e intelectual], describo su desarrollo intelectual y espiritual como los anillos de un árbol.

Keller conservó el núcleo evangélico que aprendió de los evangélicos británicos de mediados de siglo, como J. I. Packer, Martyn Lloyd-Jones y John Stott. Fue incorporando a escritores tan variados como Charles Taylor, Herman Bavinck, N. T. Wright y Alasdair MacIntyre. Y de alguna manera los sintetizó con Kuyper, Warfield, Newbigin y docenas más en el medio.

La tarea final de Keller, el gran proyecto inacabado que nos dejó, fue trazar un rumbo para la misión en el occidente del siglo XXI que apenas si se parece al contexto de clase media de Allentown, Pensilvania, en el que él creció en los años cincuenta.

Keller ni siquiera creía que su propio exitoso ministerio en Nueva York pudiera ofrecer mucha orientación a las generaciones después de él. Keller siguió a Newbigin al identificar el occidente postcristiano como la frontera misionera más resistente y desafiante de todos los tiempos.

Ninguna de las reacciones cristianas tradicionales a la cultura bastaría como base para un programa misionero eficaz en estas condiciones contemporáneas. En todo caso, estas respuestas solo podrían advertir a los cristianos de lo que no deben hacer. Los cristianos no deben replegarse como los amish, ni perseguir la toma de posesión política como la derecha religiosa, ni asimilarse en la cultura como los protestantes tradicionales.

Keller adoptó estas categorías de involucramiento con la cultura circundante de la obra de su amigo James Davison Hunter titulada To Change the World: «A la defensiva» (como derecha religiosa), «en búsqueda de relevancia» (como los protestantes tradicionales) y «en búsqueda de preservar la pureza» (amish). Hunter propuso el modelo de «una presencia fiel a Dios desde el interior de la cultura» como una alternativa más prometedora, que Keller adoptó como su propia perspectiva en su libro Center Church [Iglesia de centro].

Cuando muchos cristianos estadounidenses empezaron a cambiar sus tácticas sociales y políticas en 2016, Keller se vio sometido a una mayor crítica y escrutinio por parte de sus compañeros evangélicos. Pero cualquiera que hubiera seguido su trabajo a lo largo de las décadas podía notar que no era él quien había cambiado.

Keller no cortejaba con esa clase de oposición. Cualquiera que haya trabajado con él podría dar fe de su extrema aversión al conflicto. En todas nuestras conversaciones personales, no recuerdo haber escuchado un solo comentario crítico de su parte con respecto a otro creyente.

Su firmeza bajo esta creciente hostilidad dio valor y consuelo a líderes más jóvenes que se desilusionaron con la caída de tantos de nuestros antiguos héroes. Incluso a mí me preocupaba descubrir secretos poco halagüeños cuando comencé a escribir su biografía. Pero, por el contrario, hablar con docenas de familiares y amigos íntimos de Keller que le conocían desde la infancia no hizo sino confirmar mi experiencia personal con él.

Sin embargo, mi acercamiento a Keller no me llevó a verlo como un ídolo. Simplemente me permitió atestiguar cómo se ve 2 Corintios 4:7 en acción, es decir, una vasija de barro encargada de transportar el tesoro más valioso: nada menos que el incomparable poder de Dios.

Amor por la iglesia local

Puede que Keller haya dudado de su capacidad para anticiparse a los nuevos retos del occidente tardomoderno. Pero aún así, puso de manifiesto una agenda que podría moldear radicalmente las prioridades de los evangélicos —si tan solo apagaran los noticiarios y escucharan—. Las conferencias del PTS de Keller proponían siete pasos para un encuentro misionero en el occidente postcristiano.

En primer lugar, él hizo un llamado por una apologética pública en la línea de la Ciudad de Dios de San Agustín. Para encontrar esta perspectiva, los lectores podrían empezar con Making Sense of God [Una fe lógica] de Keller, uno de sus clásicos olvidados. En segundo lugar, propuso una tercera vía entre la preocupación de los protestantes tradicionales por los problemas sociales y la preocupación evangélica por los problemas espirituales, a saber: «La justificación debe conducir a la justicia». En tercer lugar, desafió a los cristianos a ofrecer críticas al secularismo siempre desde su propio marco y no tomando como base un constructo exterior. Tomando prestado el concepto de Daniel Strange, Keller llamó a este proceso «el cumplimiento subversivo».

En cuarto lugar, como Keller había insistido tantas veces antes, animó a los laicos a integrar su fe con su trabajo. Los no cristianos deben ver la diferencia que la fe implica en la vida cotidiana. En quinto lugar, animó a los estadounidenses a aprender de la iglesia mundial. Keller admitió en su conferencia del PTS de 2017 que los evangélicos conservadores de Estados Unidos tienen demasiada fe en su propia metodología y les cuesta ver el reino de Dios al margen del interés nacional estadounidense.

En sexto lugar, Keller destacó la diferencia entre gracia y religión. Tal como le mostró Richard Lovelace a Keller en su primera clase en el Seminario Teológico Gordon-Conwell en 1972, los encuentros misioneros que producen un cambio social dependen de la gracia, no de las reglas de la religión. Solo la gracia produce una transformación espiritual. Sin el Espíritu de Dios, somos incapaces de efectuar un cambio duradero en este mundo caído.

Keller bien podría haber destacado como profesor si hubiera permanecido en el Seminario Teológico de Westminster en lugar de trasladarse a Nueva York con su joven familia para plantar la iglesia Redeemer. Ganaba suficiente dinero con sus libros y sus conferencias, de modo que nunca se le habrían acabado los espacios donde fuera invitado como ponente. Pero Dios llamó a Keller al ministerio pastoral, y eso es lo que a menudo le distingue.

Incluso cuando Keller reprendía a los evangélicos, hablaba y escribía como un pastor que sentía profundo amor por su rebaño. El único mentor de Keller, Edmund Clowney, le ayudó a amar a la iglesia local, con todo y sus verrugas. Keller buscaba edificar la iglesia local con la misma facilidad con la que citaba a oscuros académicos y a columnistas del New York Times. En el explosivo crecimiento inicial de la iglesia Redeemer, y de nuevo en los oscuros días posteriores al 11 de septiembre, Keller fue testigo de cómo el Espíritu de Dios se movía de forma inesperada y poderosa.

En séptimo y último lugar, Keller dejó a los evangélicos estadounidenses una visión de la comunidad cristiana que irrumpe con las categorías sociales de nuestra cultura. Estas comunidades prósperas dan credibilidad al poder transformador del Evangelio.

Keller citó el trabajo de Larry Hurtado en Destroyer of the gods: Early Christian Distinctiveness in the Roman World [Destructor de dioses: Los primeros rasgos distintivos de la iglesia cristiana en el mundo romano]. En este incisivo estudio, Hurtado mostró cómo la perseguida iglesia primitiva no solo era ofensiva tanto para judíos como para griegos. También era atractiva. Los primeros cristianos se opusieron al aborto y al infanticidio adoptando niños. No tomaban represalias, sino que perdonaban. Se preocupaban por los pobres y los marginados. Su estricta ética sexual protegía y daba poder a las mujeres y a los niños.

El cristianismo unió a naciones y grupos étnicos hostiles. Jesús rompió la conexión entre religión y etnia cuando reveló un Dios para toda tribu, lengua y nación. La lealtad a Jesús triunfó sobre la geografía, la nacionalidad y la etnia en la iglesia. Como resultado, los cristianos adquirieron perspectiva para poder presentar una crítica sobre cualquier cultura. Y aprendieron a escuchar las críticas de compañeros cristianos incrustados en diferentes culturas.

En lugar de pronunciar esta conferencia en el PTS, Keller podría haber desafiado a la administración y haber cancelado su charla. De ese modo habría conseguido una mayor atención y apoyo de sus compañeros evangélicos conservadores. Posiblemente, también habría recaudado más dinero para su ministerio. Pero Keller eligió poner en práctica sus enseñanzas. Llevaba años diciéndole a los cristianos que el evangelio ofrece una alternativa clara a la intolerancia del secularismo y al tribalismo de la religión.

Todavía no veo pruebas generalizadas de que los evangélicos hayan seguido el consejo de Keller, ni tampoco su ejemplo. La intolerancia se ha respondido con intolerancia y la hostilidad con más hostilidad.

Pero sospecho que, si el Espíritu Santo nos bendice con otro despertar, nuestras iglesias se parecerán más a lo que Keller imaginó: un espacio donde la gracia volverá a abrirse paso entre las marañas de la religión y el secularismo.

Collin Hansen es vicepresidente de contenidos y redactor en jefe de The Gospel Coalition.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció Tim Keller, pastor de Nueva York

«Somos más pecadores y llenos de faltas de lo que jamás nos atrevimos a creer, pero al mismo tiempo somos más amados y aceptados en Jesucristo de lo que jamás nos atrevimos a esperar».

Christianity Today May 19, 2023
Cortesía de la Redeemer Presbyterian Church / Edición por Rick Szuecs

Tim Keller, pastor de la ciudad de Nueva York que ministró principalmente a jóvenes profesionales urbanos y se convirtió en un ejemplo destacado de cómo un ministerio no beligerante y lleno de gracia es capaz de ganar una audiencia para el evangelio incluso en lugares improbables, falleció a los 72 años —tres años después de que se le diagnosticara cáncer de páncreas—.

Keller fundó y amplió una congregación evangélica reformada en Manhattan, lanzó una red de plantación de iglesias, cofundó The Gospel Coalition [Coalición por el Evangelio] y escribió varios libros de superventas sobre Dios, el evangelio y la vida cristiana.

Dondequiera que iba, predicaba sobre el pecado y la gracia.

«El Evangelio consiste en esto», dijo Keller una y otra vez: «Somos más pecadores y llenos de faltas de lo que jamás nos atrevimos a creer, pero al mismo tiempo somos más amados y aceptados en Jesucristo de lo que jamás nos atrevimos a esperar» [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Keller fue acusado con frecuencia —sobre todo en los últimos años— de acomodarse a la cultura. Rechazaba el antagonismo de la guerra cultural y la evangelización llevada a cabo con el enfoque de «irritar a los liberales». Con frecuencia fue acusado de poner demasiado énfasis en la «relevancia», y de diluir o incluso traicionar la verdad del cristianismo, motivado por un deseo inapropiado de ser aceptado socialmente.

Sin embargo, la idolatría fue un tema frecuente en sus prédicas y enseñanzas. Keller sostenía que los seres humanos son pecadores caídos y lo saben, pero no han comprendido que, en realidad, solo Jesús puede arreglar su situación y solo la gracia de Dios puede satisfacer sus anhelos más profundos.

En su iglesia de Manhattan, Keller le dijo a las élites culturales del país que adoraban a dioses falsos.

«Queremos sentirnos bellos. Queremos sentirnos amados. Queremos sentirnos importantes», predicó en 2009, «y por eso trabajamos tan duro, y ese es el origen del mal».

Keller le explicó a la revista New York que se trataba, en cierto modo, de un mensaje anticuado sobre el pecado. Pero muchas personas, cuando escuchan la palabra «pecado», solo piensan en cosas como el sexo, las drogas y quizá el robo. Sin embargo, la creativa clase moderna a la que intentaba alcanzar se veía acosada por muchos pecados más perniciosos que pugnaban por ocupar el lugar del amor de Dios en sus vidas.

La misión de la «relevancia» era identificar los ídolos que se apoderaban del alma de las personas. Y luego, decirle a esas mismas personas que podían ser libres.

La gente de Manhattan «había vivido toda su vida con padres, maestros de música, entrenadores, profesores y jefes que les decían que hicieran las cosas de una mejor manera, que fueran mejores, que se esforzaran más», reflexionó Keller en 2021. «Escuchar que Él [Dios] mismo había satisfecho esas exigencias de justicia y rectitud mediante la vida y la muerte de Jesús, y que ahora no quedaba ninguna condena para quien confiara en esa justicia, fue un mensaje asombrosamente liberador».

El propio Keller escuchó este mensaje cuando era estudiante universitario en Bucknell. Nació en septiembre de 1950, en Allentown, Pensilvania, hijo de William y Louise Clemente Keller. La familia asistía a una iglesia luterana. El joven Timothy asistió a clases de confirmación durante dos años, pero aprendió principalmente que la religión consistía en ser amable.

En 1968 comenzó sus estudios universitarios y se unió a la InterVarsity Christian Fellowship, en parte porque los cristianos parecían preocuparse por el movimiento de los derechos civiles. Pronto se convenció de que el cristianismo era verdadero y devoró las obras de los evangélicos británicos, especialmente John Stott, F. F. Bruce y C. S. Lewis.

En años posteriores, con frecuencia se refirió a Lewis como su santo patrón y citó sus argumentos para creer en Dios.

Tras concluir sus estudios de licenciatura en 1972, Keller fue al Seminario Teológico Gordon-Conwell. Allí conoció a una estudiante llamada Kathy Kristy, quien llegó a la fe leyendo a Lewis y mantuvo correspondencia con él hasta que Lewis murió cuando ella tenía 13 años. Keller y Kristy se enamoraron y se casaron justo antes de su graduación en 1975.

Keller se ordenó en la Iglesia Presbiteriana de América (PCA, por sus siglas en inglés), una denominación con unas 300 congregaciones que se había fundado dos años antes en Birmingham, Alabama. Aceptó la invitación a servir en una iglesia de Hopewell (Virginia), localidad situada al sur de Richmond, justo entre una prisión federal y el río James, mismo que había sido contaminado por el insecticida Kepone fabricado en Hopewell.

Como pastor novato a los 24 años de edad, Keller aprendió de sus errores.

«Así como le pasa a todo el mundo», declaró a la revista World, «… mis sermones eran demasiado largos, mis acercamientos pastorales con algunas personas no funcionaban; a veces era demasiado directo y otras no lo bastante [directo]. Puse en marcha nuevos programas que nadie quería. Pero como la congregación era tan comprensiva y cariñosa, pude cometer esos errores sin que nadie me atacara por ellos».

Keller aprendió a acortar sus sermones y a no lanzar programas no deseados. Y lo que es más importante, descubrió cómo fundamentar su trabajo pastoral en la confianza.

«Aprendí… a no construir un ministerio sobre el carisma del liderazgo (¡que de todas formas no tenía!) o la habilidad para predicar (que al principio no era tanta), sino sobre el amor pastoral a la gente y el arrepentimiento cuando me equivocaba», dijo. «En un pueblo pequeño, la gente te seguirá si confía en ti —en tu carácter— personalmente, y esa confianza tiene que construirse dentro de las relaciones personales».

Al cabo de nueve años, Keller abandonó Virginia y regresó a Pensilvania. Enseñó teología práctica en el Seminario Teológico de Westminster, centrándose especialmente en el tema de su tesis doctoral: el ministerio de los diáconos.

También empezó a trabajar para la PCA, ayudando en los esfuerzos de plantación de iglesias de la denominación. Sin embargo, cuando intentó reclutar a alguien para fundar una iglesia en Nueva York en 1989, fracasó.

Todas las personas a las que se dirigió lo rechazaron. Dijeron que era una mala idea.

«Casi todo el mundo me dijo que era una tontería», recordó Keller más tarde. «Manhattan era la tierra de los escépticos, los críticos y los cínicos. Y la clase media —el mercado convencional para una iglesia— huía de la ciudad a causa de la delincuencia y el aumento en el costo de vida».

Por supuesto, no todos podían permitirse huir. La huida de los blancos dejó atrás muchas iglesias urbanas vibrantes, que atendían a comunidades afroamericanas, asiático-americanas y latinas. La ciudad también atrajo a jóvenes blancos —ambiciosos, muy educados, aspirantes a líderes mundiales— que eran menos propensos que los demás a ir a la iglesia o a creer que el cristianismo tenía algo que ofrecer.

Keller y su esposa plantaron la Redeemer Presbyterian Church [Iglesia Presbiteriana Redentor] en Manhattan y empezaron a enfocarse en estos jóvenes.

Keller reflexionó sobre su propia experiencia de mudarse a Nueva York a los 40 años, y pensó en cuántos jóvenes habían tenido esa misma experiencia, provenientes de todo el país.

«En primer lugar, te sientes bombardeado por gente que es como tú, solo que mejor», dijo. «Puedes ser el mejor violinista de Hot Coffee en Texas, y te bajas del tren en Penn Station y, para tu horror, hay alguien ahí fuera pidiendo limosna, tocando el violín. Y es mejor que tú. Y eso te hace profundizar y practicar, practicar y practicar».

La segunda cosa que les ocurre a los recién llegados a Nueva York, dijo Keller, es que se ven golpeados por un tipo de diversidad que nunca podrían experimentar fuera de una gran metrópolis. Los recién llegados están rodeados cada día de personas que no piensan como ellos.

«Eso hace que, o bien te plantees lo que quieres hacer de mucho mejor forma de lo que lo habrías hecho antes», dijo, «o bien te hace incorporar nuevas ideas».

En la iglesia, Keller hizo ambas cosas. El núcleo de su misión y mensaje eran los mismos que en Hopewell, pero él y el personal también trabajaron para trasladarlos a un contexto diferente. Su directriz principal era «La iglesia de siempre no funcionará» y se repetían una y otra vez: «Los precedentes no significan nada».

La iglesia tuvo cierto éxito en su primera década. A finales de 1989, había una asistencia regular de unos 250 fieles. En otoño de 1990, la iglesia atraía a 600 personas, entre ellas algunos no creyentes que solo estaban interesados por lo que Keller tenía que decir.

El momento dramático que llevó a la iglesia Redeemer a la atención nacional se produjo después de que los atentados terroristas de 2001 destruyeran el World Trade Center.

El domingo siguiente a los atentados, más de 5000 personas acudieron a la iglesia. No cupieron todos, así que Keller prometió celebrar un segundo servicio. Cientos de personas volvieron. Para cuando la ciudad había vuelto a algo parecido a la normalidad, aproximadamente 800 personas se habían sumado a la asistencia semanal de Redeemer.

Keller y el personal de Redeemer empezaron a ayudar a otras personas que querían plantar iglesias en entornos urbanos. Para 2006, Redeemer tenía 16 congregaciones filiales dentro de la PCA y había ayudado a otras 50 iglesias de muchas denominaciones a establecerse en Nueva York.

Keller también asesoró a pastores urbanos desde Boston y Washington D.C., hasta Londres y Ámsterdam, sobre cómo contextualizar el evangelio en sus ciudades.

Unos años más tarde, Keller publicó una obra de apologética: The Reason for God [La razón de Dios]. El libro se tomaba en serio las dudas sobre Dios, pero pretendía mostrar a los escépticos sus propios «saltos de fe» y exponer los caminos que los cristianos han seguido históricamente para llegar al otro lado de la duda.

Keller se enfrentó a los críticos de la fe más populares del momento, los llamados New Atheists [Nuevos Ateos], y recurrió a una amplia gama de pensadores para defender las razones racionales de la fe, entre ellos C. S. Lewis y el teólogo N. T. Wright, pero también el filósofo Søren Kierkegaard, el sociólogo Rodney Stark y las escritoras Flannery O'Connor y Anne Rice.

The Reason for God alcanzó la séptima posición en la lista de libros de superventas del New York Times y le ganó a Keller una audiencia en algunos de los espacios culturales más elitistas del momento. Dio una charla sobre la fe en Google y fue entrevistado en Big Think, un nuevo sitio web que recopilaba conversaciones con «las mentes más brillantes y las ideas más audaces de nuestro tiempo».

Keller se convirtió, en su momento, en un modelo de involucramiento con la cultura para muchos evangélicos. Su enfoque era especialmente popular entre quienes sentían que las guerras culturales, tales como una fuerte identificación con los suburbios, la movilización política de las iglesias y una fuerte corriente de antintelectualismo, habían dañado su testimonio cristiano.

«Dentro de cincuenta años», escribió un editor de CT, «si los cristianos evangélicos son ampliamente conocidos por su amor a las ciudades, su compromiso con la misericordia y la justicia, y su amor al prójimo, Tim Keller será recordado como un pionero entre los nuevos cristianos urbanos».

Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo con esta visión. El profesor del Grove City College, Carl Trueman, por ejemplo, disentía con respecto al amor de Keller por las ciudades y su optimismo de poder alcanzar a sus habitantes.

«Para mí, las ciudades son un mal necesario cuyo único propósito es proporcionar a los chicos de campo como yo un lugar donde ir al teatro de vez en cuando», escribió Trueman. «Y definitivamente no soy un optimista de la transformación como él; créeme, las cosas van a empeorar antes de que, bueno, empeoren aún más».

Keller también se enfrentó a críticas menos amistosas. Algunos lo tacharon de marxista. Incluso, de ser «un marxista de alto perfil que es particularmente eficaz rempaquetando el marxismo para un público cristiano».

Cuando Keller argumentó que los cristianos ortodoxos no debían abrazar a un partido político en el sistema bipartidista estadounidense, algunos dijeron que había malinterpretado profundamente la forma en que la cultura había cambiado. El enfoque «no beligerante y lleno de gracia» no funcionaría en un mundo que ya era profundamente hostil a la verdad cristiana, argumentaron.

James R. Wood, editor de First Things, estaba tan comprometido con Keller que le regaló a sus padrinos de boda un ejemplar del último libro de Keller. Cuando él y su esposa compraron un perro, le pusieron el nombre del pastor neoyorquino.

Pero algo cambió para él en las elecciones de 2016.

https://www.youtube.com/watch?v=-A8b877Jvn0&ab_channel=BigThink

«Al observar cómo cambiaba la actitud de la cultura que nos rodeaba», escribió Wood, «dejé de confiar en que el estilo de evangelización que había aprendido de Keller sería guía suficiente para ese momento cultural y político. Muchos antiguos fans como yo están llegando a conclusiones similares. El deseo evangelístico de minimizar la ofensa para conseguir que se escuche el evangelio puede oscurecer lo que requiere nuestro momento político».

Keller respondió a algunas de las críticas que recibió a lo largo de los años, pero en general parecía imperturbable. Siguió pastoreando su congregación de Manhattan hasta que dejó el cargo a los 66 años.

Siguió trabajando con su red de plantación de iglesias, City to City, dando charlas y escribiendo.

En 2020, Keller anunció que había sido diagnosticado con cáncer de páncreas. Mientras se sometía a tratamientos exhaustivos, Keller, siempre pastor, siguió hablando y escribiendo sobre Dios, el evangelio y la vida cristiana. Siempre que tenía ocasión, volvía a señalar a la gente hacia el pecado y la gracia.

Volvió a pedirle a la gente que considerara cómo sus anhelos más profundos en la vida y en la muerte parecían apuntarles a Cristo.

«Si la resurrección de Jesucristo ocurrió realmente», dijo Keller al New York Times, «entonces, en última instancia, Dios va a arreglarlo todo. El sufrimiento desaparecerá. El mal desaparecerá. La muerte desaparecerá. El envejecimiento desaparecerá. El cáncer de páncreas desaparecerá. Ahora bien, si la resurrección de Jesucristo no ocurrió, entonces supongo que se acabaron las apuestas. Pero si realmente ocurrió, entonces hay toda la esperanza del mundo».

A Keller le sobreviven su esposa, Kathy, y sus tres hijos, David, Michael y Jonathan.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

La autoridad de las Escrituras no es el problema

Aunque los autoritarios la usan mal, la verdad de la Palabra de Dios permanece.

Christianity Today May 16, 2023
Ilustración por Jack Richardson

De vez en cuando, escucho a alguien que en términos generales describe con precisión la difícil situación actual de la iglesia sugerir que el problema es que hemos «reemplazado a Jesús con la Biblia» o que hemos enfatizado la autoridad bíblica hasta el punto de caer en el autoritarismo.

¿Está Jesús demasiado eclipsado en el evangelicalismo estadounidense? Indudablemente. ¿Hemos visto a algunos personajes autoritarios, desde dictadores fuertes hasta pastores explotadores, causar daños catastróficos? Sí. ¿Esto sucede porque conocemos y veneramos demasiado la Biblia? No, de ninguna manera.

Algunos quisieran que nos opongamos al autoritarismo con desconfianza de la autoridad en sí. Al final, nos dirían, todo se trata solo de poder y dominación, por lo que nuestra elección es, fundamentalmente, a quién cederemos el poder o sobre quién lo ejerceremos. Pero así como el poliamor no es una intensificación del amor, ni el politeísmo es una intensificación de Dios, así tampoco el autoritarismo es una intensificación de la autoridad. Estas son cosas completamente diferentes.

Como demostró el sociólogo Robert Nisbet el siglo pasado, los autoritarios de todo tipo prosperan en la ausencia de una autoridad legítima. Al hacerlo, reemplazan la autoridad (basada en la persuasión y la lealtad) por el poder (que Nisbet definió como arraigado en la coerción).

El Evangelio de Marcos presenta a Jesús al comienzo de su ministerio como alguien que asombraba a las multitudes porque enseñaba «como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley» (Marcos 1:22). Este es el tipo de autoridad que, sí, podía disipar los espíritus inmundos y calmar las tormentas, pero también era una autoridad que hablaba a los corazones humanos, diciendo: Ven y mira y Ven y sígueme.

Si la Biblia es la Palabra de Dios exhalada por el Espíritu Santo como creemos que es, entonces ese Espíritu es el Espíritu de Cristo (1 Pedro 1:11). Cuando escuchamos la Biblia, escuchamos a Jesús. Así conduce el Buen Pastor a sus ovejas: nosotros seguimos su voz (Juan 10:3,14,27).

Cuando no hacemos caso a esa voz, empezamos a escuchar otras voces, que nos llaman a otros pastos. A veces, estas otras voces se alegran de hacernos pensar que sus voces son las de nuestro Señor. A veces se alegran de que creamos que sus voces son las de nuestro propio pensamiento independiente. En cualquier caso, ese camino conduce a las lágrimas.

Hemos visto que la Biblia es utilizada por muchas personas diferentes hoy en día, incluidos algunos posibles autoritarios. A veces se usa la Biblia para hacer incuestionable la interpretación teológica de una tradición, otras veces se usa para hacer incuestionables los consejos prácticos de vida de un gurú, y otras veces se usa para hacer incuestionable la lealtad debida a un líder o a una ideología.

Sin embargo, el antídoto para esto es el que siempre ha existido: conciencias que conocen la Palabra de Dios lo suficientemente bien como para que, así como Jesús en el desierto, puedan reconocer cuándo se está torciendo la Palabra para convertirla en algo muy distinto.

El énfasis evangélico en la autoridad bíblica arraigado en el principio de la Reforma de la Sola Scriptura (‘solo las Escrituras’, por su significado en latín) puede ser fácilmente caricaturizado. Pero la Sola Scriptura nunca tuvo la intención de significar que la Biblia es la única autoridad, sino que la Palabra de Dios es la única autoridad que no puede ser juzgada o usurpada por alguna otra autoridad.

Mientras haya una Palabra de Dios, ningún ser humano o institución puede pretender ser incuestionable. Eso no es porque no haya nada conocible en existencia, sino porque hay un Dios verdadero, y Él ha hablado.

Hoy tenemos más recursos bíblicos que nunca. Tenemos más personas que saben cómo argumentar a partir de abstracciones extraídas de las Escrituras a favor de cualquier punto de controversia que quieran usar para devastar a sus oponentes.

Lo que no tenemos es una iglesia formada por personas que conocen profundamente el contenido de las Escrituras, que conocen la historia lo suficientemente bien como para reconocer un Betel o una Meribá o un Egipto o una Babilonia cuando se encuentran en alguno de ellos.

¿Cómo nos aseguraremos de que nuestros hijos sepan cómo resistir a aquellos que afirman falsamente la autoridad de Cristo? A nuestros hijos los familiarizamos con la voz del verdadero (Marcos 13:14–23). En una era en la que no se puede distinguir la autoridad del autoritarismo, nuestra contribución más importante es conservar el tipo de iglesia que puede decir: «Así dice el Señor». Una iglesia para quien esta frase realmente significa algo.

Russell Moore es editor jefe de CT.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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