¡Ayuda! Siento que Dios ya no me importa

Por qué los cristianos caen en la apatía espiritual (y cómo pueden salir de ella).

Christianity Today May 19, 2022
Fuente de imagen: Alex Mccarthy / Unsplash / Edición por Rick Szuecs

A menudo los creyentes describen la vida cristiana como una serie de picos y valles, con periodos de alegre discipulado seguidos de etapas de languidez espiritual. Uche Anizor, profesor de la Facultad Talbot de Teología de la Universidad Biola, escribe para aquellos que caminan fatigosamente por el valle en Overcoming Apathy: Gospel Hope for Those Who Struggle to Care [Cómo superar la apatía: La esperanza del evangelio para aquellos a los que ya casi no les importa]. Matthew LaPine, pastor y autor sobre temas de teología y psicología humana, habló con Anizor acerca de las causas de la apatía espiritual y el camino de regreso a una búsqueda apasionada de Dios.

Overcoming Apathy: Gospel Hope for Those Who Struggle to Care

Overcoming Apathy: Gospel Hope for Those Who Struggle to Care

Crossway

192 pages

$12.49

¿Qué le motivó a escribir un libro sobre la apatía entre los cristianos?

Tuve principalmente dos motivaciones. Una, fueron mis propias experiencias a comienzos de mi vida cristiana, en particular de cuando trabajé con Campus Crusade for Christ. Mi trabajo consistía principalmente en servir como orientador de estudiantes y hacer evangelismo. Sin embargo, había muchos días en los que temía enfrentarme a estas tremendas tareas espirituales. Eso me atormentaba: había recaudado fondos para hacerlo, pero, cuando llegaba el momento, realmente no quería hacerlo. El miedo al evangelismo seguramente era un factor. Pero, sobre todo, había una «insipidez» general en mi actitud. Durante aquella época le contaba a la gente una y otra vez que mi mayor vicio como cristiano era ser una persona apática. Así que quería entender por qué era así.

Mi otra motivación viene de haber servido como orientador a un sinnúmero de estudiantes durante mis años en Biola. Ellos sufren por las cosas comunes, pero creo que su principal preocupación es que sienten que, sencillamente, no les importa su vida espiritual. Intelectualmente, conocen la importancia de saber teología, amar a Jesús y llevar una vida cristiana. Pero no logran que les importe del modo en que, muy dentro de su corazón, saben que debería importarles.

Cuando hablamos del tirón de la apatía, ¿ve usted diferencias generacionales?

Hay apatía en todas las generaciones. Pero la gente la procesa y la evalúa de diferentes maneras. La ironía es que, ahora mismo, los jóvenes suelen tener mucha mayor conciencia emocional que sus mayores. Son conscientes de su mundo interior, lo suficiente como para querer hablar de ello abiertamente. Pero no estoy seguro de que esa conciencia los esté llevando a lidiar con lo que está pasando en su interior. Puede que sus amigos digan: «Sí, me identifico totalmente con eso». Pero todos están estancados en este atolladero de la autoafirmación.

Quizá las generaciones previas eran menos conscientes de sus emociones. Aunque tuvieran sentimientos de apatía, solo se empeñaban, bajaban la cabeza y hacían el trabajo; sin embargo, los miembros de esta generación consciente de sus emociones, en cuanto dejan de sentir una pasión genuina, dejan de hacer lo que estaban haciendo. Cuando se sienten apáticos acerca de las cosas de Dios, se sienten menos inclinados a seguir buscándolas.

¿Cómo distingue usted entre apatía y otros primos cercanos como la depresión, el desánimo y lo que se podría llamar «temporadas de sequía»?

Es importante señalar que no estoy utilizando el término apatía en un sentido clínico, sino en lo que se refiere a cosas que los cristianos supuestamente valoran, es decir, las cosas de Dios. Hay una superposición entre esta clase de apatía espiritual y la depresión. Pero hay ciertas características únicas en cada una. La depresión se relaciona con cosas como pensamientos suicidas y una falta generalizada de energía o de motivación en todas las áreas de la vida.

La apatía, sin embargo, suele ser más selectiva. Los jóvenes varones a los que he orientado no se sienten apáticos con respecto a todo. Pueden estar muy emocionados por los deportes o por sus novias. La depresión suele ser más generalizada, y puede que requiera terapia u otras formas de tratamiento que no es necesario en el caso de la apatía.

En cuanto al desánimo, yo lo defino como una tristeza o un desconcierto profundos, especialmente en lo relativo a las cosas de Dios. Si estuviéramos tratando con desánimo en vez de apatía, lo que la persona desanimada necesitaría más que nada sería ser reconfortada.

Con las «temporadas de sequía», lo que podríamos llamar «la noche oscura del alma», usamos estos términos para referirnos a algo que es bueno y está orquestado por lo divino. Dios lo destina para nuestro bien. La persona que atraviesa una temporada de sequía solamente necesita perseverar y seguir buscando a Dios.

En el libro, usted señala varias posibles causas para la apatía, que pueden ir de lo situacional a lo espiritual. ¿Cómo puede alguien distinguir entre estas posibles causas?

Mucha gente se siente desconcertada por su apatía. En el libro, presento siete posibles causas, una mezcla entre factores internos y externos. Soy consciente de que podría haber listado más, pero el objetivo era simplemente ofrecer algo de ayuda para el autodiagnóstico: algunos espejos para ayudar a cada uno a entender dónde está. Tal vez, por ejemplo, mi descripción de la duda espiritual te parezca acertada para tu caso. O quizá has estado inmerso en la trivialidad y sientes que prácticamente todo dejó de importarte. O tal vez has dejado de hacer cosas relacionadas con Dios, y de forma natural te sientes cada vez más indiferente. Si cualquiera de estas causas no parece ajustarse a ti, simplemente pasa a la siguiente. El libro tiene la intención de ser algo así como un compañero de conversación.

En su experiencia personal, usted describe cómo su época de apatía surgió tanto de la duda como de la depresión. ¿Pueden las causas espirituales y las no espirituales reforzarse unas a otras?

La apatía puede tener causas que no son claramente morales o espirituales. Piensa en el duelo, por ejemplo. Las Escrituras no tratan el duelo como algo problemático o pecaminoso. Todos pasamos por duelos, aunque se supone que no los pasaremos igual que aquellos que no tienen esperanza. Entonces, aunque el duelo es una categoría amoral, puede contribuir a la desesperanza, que algunas veces tiende hacia la apatía. Hay otras cosas —como el consumo de los medios o experimentar ciertas formas de duda— que puede que no sean inherentemente problemáticas, pero que pueden conducir a la apatía si no se atienden adecuadamente o con demasiada indulgencia.

Usted recomienda combatir la apatía por medio del cultivo, mezclando una metáfora militar con el lenguaje de la jardinería. ¿Por qué esta combinación?

La metáfora del combate comunica que hemos sido llamados a enzarzarnos en una batalla espiritual real contra la carne y contra el enemigo. Esto no es cristianismo pasivo. No es decir: «Que sea lo que Dios quiera». Estamos en medio de una batalla.

Sin embargo, esta batalla no cambia de rumbo en algún momento decisivo en el que yo tome la espada del Espíritu, recite algunos versículos, mate al Diablo y siga adelante con mi vida. Superar la apatía implica cultivar una vida de virtud, integridad y santidad.

Usted escribe acerca de la importancia de cultivar la comunidad, el afecto, el significado, la misión, la generosidad y la fortaleza. ¿Cuál ha sido la más importante en su viaje lejos de la apatía espiritual?

Yo diría que la comunidad, tanto la comunidad de la iglesia como la cristiana, hablando en términos generales. Estar con el pueblo de Dios me ha hecho seguir adelante en mis temporadas de sequía, especialmente cuando batallaba con la duda. Simplemente estar con cristianos normales y tomar parte en la vida de la iglesia han sido la clave. Ha sido de ayuda tener amistades íntimas con personas que son apasionadas.

Me di cuenta de que era muy importante no solo pasar tiempo con personas que se sentían estancadas como yo. No digo que debamos rechazar a todos los que lo estén pasando mal. Pero es importante tener a alguien a quien rendirle cuentas con respecto a este asunto, especialmente si se trata de aquellos que pelean con verdadero celo de Dios y son ejemplos reales de ello.

¿Cuál es la mayor esperanza que tiene para este libro?

Espero que aquellos que estén batallando con la apatía puedan llegar a tener una sensación clara de que Dios está de su lado y está con ellos. El Padre nos ha dado a su Hijo y al Espíritu, quien nos empodera para ir más allá de la apatía de nuestras vidas. Yo espero que este libro pueda dar a las personas una esperanza real de que el cambio es posible, aunque no haya remedios mágicos. La apatía no tiene que ser nuestro destino. Lo ideal sería que este libro pudiera ofrecer algunas herramientas para ayudar a las personas a dar pequeños pasos para superarla.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Ministerios cristianos: digan no a los orfanatos

La pandemia puso presión sobre muchas naciones afectadas por la muerte de millones de padres y cuidadores. Pero se debe priorizar el cuidado familiar de los menores.

Christianity Today May 16, 2022
Anthony Kwan/Getty Images

Más de 5.2 millones de niños a nivel global han perdido al menos a uno de sus padres o cuidadores a causa de la pandemia, según un nuevo informe publicado por la revista The Lancet Child & Adolescent Health [enlaces en inglés].

El número de niños que perdieron a uno de sus cuidadores aumentó tan rápidamente entre marzo de 2020 y octubre de 2021, que los expertos de los ministerios cristianos de atención a los huérfanos solo pueden comparar esta crisis con aquella provocada por el VIH/sida, que ha dejado huérfanos a un total de 16.5 millones de personas desde la década de 1980. La respuesta, esperan, será tan seria como la que se dio en respuesta al sida.

Pero también esperan que sea diferente.

Los ministerios de atención a los huérfanos consideran que la crisis actual es una oportunidad para alejarse totalmente del sistema institucionalizado de orfanatos, y volcar todo el apoyo hacia un modelo de atención familiar.

«Hemos aprendido del pasado», dijo Elli Oswald, directora ejecutiva de Faith to Action Initiative, a Christianity Today. «Sabemos que los centros de atención residencial, los orfanatos y los hogares para niños son respuestas que funcionan como una venda, pero que no abordan los verdaderos retos a los que se enfrentan los niños y las familias y, de hecho, pueden causar más trauma y daño a los niños».

En el siglo XIX, las organizaciones cristianas construyeron orfanatos como una solución rápida a la extrema necesidad de los niños abandonados y descuidados. Los protestantes estadounidenses financiaron orfanatos en todo el mundo, y los cristianos se convirtieron en el principal proveedor de atención a los huérfanos. Sin embargo, lo que podría haberse considerado una solución temporal, se convirtió en muchos casos en permanente.

«Aunque fue increíblemente generoso y bienintencionado, causó un daño del que no nos dimos cuenta», dijo Oswald.

Se calcula que los cristianos estadounidenses donan anualmente 3,300 millones de dólares a los orfanatos. Y, en algunas situaciones, los orfanatos pueden seguir siendo la mejor opción disponible a corto plazo, dijo Oswald. Pero a largo plazo, Faith to Action Initiative y otros ministerios líderes en el cuidado de los huérfanos tratan de apoyar soluciones familiares y comunitarias.

Una coalición de ministerios religiosos, dirigida por Faith to Action Initiative, le escribió una carta a las Naciones Unidas el pasado otoño en apoyo del cuidado familiar. En ese momento, 1.5 millones de niños habían perdido al menos a uno de sus cuidadores a causa de la COVID-19.

En 2019, las Naciones Unidas aprobaron una resolución en la que se daba prioridad al cuidado basado en la familia y se pedía la eventual eliminación de los hogares institucionales. Todos los Estados miembros firmaron la resolución. Sin embargo, la crisis actual puede hacer que algunas naciones se desesperen por encontrar opciones más fáciles. Los ministerios cristianos esperan que la ONU les ayude a consolidar el apoyo de los gobiernos a las mejores prácticas en la materia.

«Al igual que hicimos durante la epidemia de VIH/sida, World Vision pretende ser líder en una respuesta global de apoyo a las familias que garantice que los niños puedan permanecer con cuidadores que los aman», dijo Lisa Bos, directora de relaciones gubernamentales de World Vision US. «Pero también necesitamos que los líderes gubernamentales den prioridad a los niños y aborden cuestiones como la pérdida de padres y cuidadores como parte de su respuesta a la crisis causada por la pandemia».

Jenny Yang, vicepresidenta sénior de defensa y política de World Relief, dijo que la pandemia ha borrado 20 años de trabajo para reducir la pobreza extrema en todo el mundo. Los países más afectados, entre ellos India y Brasil, sienten la necesidad urgente de responder a la crisis.

«Cuanto antes seamos capaces de intervenir, [mejor] podremos abordar las causas profundas de lo que está provocando el aumento de la pobreza extrema», dijo.

Sin embargo, incluso en tiempos de crisis, hay una razón para apoyar a las familias, ya sea que se trate de un hogar monoparental, un pariente o una familia extensa.

«Las familias son la institución dada por Dios a través de la cual los niños pueden experimentar el apoyo social, emocional y económico», dijo Yang, «así que… asegurarse de que los huérfanos puedan estar con sus familiares, si pueden cuidarlos, es extremadamente importante».

Que un miembro de la familia cuide de un niño no solo se alinea con los principios bíblicos, sino que hay pruebas de que es la solución más práctica, según Phil Green, uno de los coautores del informe de The Lancet y líder de World Without Orphans. Hay diversas investigaciones sobre el tema, dijo, pero la mayoría de ellas muestran que la atención basada en la familia es más rentable.

«El mito de que la construcción de orfanatos es más barata, y que los países no pueden permitirse atender el problema de otra manera no se sostiene frente a la evidencia», dijo. «Sabemos lo que funciona. Hagamos la diferencia en las vidas de estos niños, porque los niños son resilientes y pueden llegar a prosperar».

Green dijo que su investigación también ha permitido a las organizaciones ver las áreas de mayor necesidad. La mayoría de las muertes de cuidadores han sido de hombres, lo que priva a muchos niños de tener una figura paterna. La mayoría de los niños afectados por las muertes causadas por la COVID-19 (el 64 %) tienen entre 10 y 17 años.

Se enfrentan a una mayor vulnerabilidad a la pobreza, la violencia sexual y otros tipos de explotación. Existe la posibilidad de que las repercusiones negativas de la pérdida de un cuidador se propaguen en el futuro, pero también existe la oportunidad de que la iglesia actúe ahora para prevenir futuros daños, dijo Green.

Las organizaciones religiosas que en su día se encargaron de dirigir orfanatos pueden desempeñar un papel fundamental en la colocación de niños en familias. Los líderes religiosos pueden estar íntimamente integrados en una comunidad, según Green, lo que les permite identificar las necesidades, capacitar a las comunidades para encontrar soluciones y conectar a las personas con los recursos necesarios.

«Estamos viendo en todo el mundo que las iglesias son un lugar excelente para fortalecer a las familias», dijo.

Así lo ve también Bethany Christian Services.

«Tenemos trabajadores sociales sobre el terreno que caminan junto a las familias, y les proporcionan o los conectan con los servicios para que puedan fortalecerse y empoderarse», dijo Leena Hill, vicepresidenta de servicios globales de Bethany.

Con el paso de los años, sus trabajadores sociales también han aprendido que es importante ayudar de la forma adecuada.

Dijo que la respuesta natural al ver las horribles estadísticas que dejó la pandemia es querer hacer algo —lo que sea—. Y eso está bien, pero es importante respetar y fortalecer a las comunidades que necesitan ayuda.

«A menudo la solución está en las propias comunidades», dijo. «La mayoría de las veces, estos niños tienen un familiar vivo».

La gran necesidad de atender a los huérfanos podría devolver a algunos a los viejos modelos, pero Hill espera que, por el contrario, la gente piense en cómo vincular a los niños con soluciones locales, o trabajar junto a las soluciones locales ya existentes.

Podría ser un momento realmente crítico para los cristianos, dijo.

«Qué increíble oportunidad», dijo, «para demostrar más poderosamente el amor de Cristo al responder de la forma correcta».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Una nueva perspectiva de la sexualidad cristiana?

Después de exigirle cuentas a la cultura de la pureza, necesitamos un nuevo enfoque.

Christianity Today May 13, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Marina Reich / Unsplash

Me gustaría haber guardado los ejemplares de los libros populares sobre sexualidad y noviazgo que leí en mi adolescencia para ver qué frases subrayé cuando tenía quince años. Estoy segura de que en algún lugar está una lista que escribí a mano titulada: «Lo que quiero en mi futuro esposo» (aunque siendo honesta, la lista era muy concisa: quería a Jonathan Taylor Thomas).

Cuando escribí Talking Back to Purity Culture [Una respuesta a la cultura de la pureza], releí ejemplares nuevos de esos libros. Al volver a las palabras que nos moldearon a mí y a mis compañeras, pude sentir el cristal rompiéndose bajo el peso de las creencias que interioricé. Me avergoncé al darme cuenta de cuántas cosas acepté como verdaderas, y que en realidad no tenían nada que ver con la sexualidad bíblica ni con la gracia de Dios.

Before You Meet Prince Charming [Mientras llega tu Príncipe Azul] de Sarah Mally describe el corazón de una mujer como un pastel de chocolate. Y afirma que si alguien se come un pedazo de ese pastel antes de la fiesta (es decir, el matrimonio), el pastel, y por consecuencia, el valor relacional de la mujer, permanecerá incompleto. En la introducción a Every Woman’s Battle [La batalla de cada mujer], Stephen Arterburn le advierte a sus lectoras que cada vez que un hombre tiene sexo con una mujer, él toma «una parte de su alma».

Junto con estos mensajes antibíblicos sobre el valor humano, que se oponen directamente a la doctrina de la imago Dei, están las falsas promesas de matrimonio, sexo espectacular e hijos para todo aquel que practique el celibato prematrimonial.

Sin embargo, como una adolescente que creció en la iglesia, el mensaje omnipresente de que las mujeres son las responsables por la pureza sexual de ambos géneros fue lo que se convirtió en mi más grande carga.

En su libro For Young Women Only, [Solo para chicas], Shaunti Feldhahn y Lisa A. Rice reportaron que «los adolescentes entran en conflicto con sus poderosas urgencias físicas» y que «muchos chicos no sienten que tengan la habilidad o la responsabilidad para detener el desarrollo del proceso sexual». ¿Su conclusión para las mujeres?: «Los chicos necesitan su ayuda para proteger a ambos».

A pesar de que las palabras de Jesús dicen lo contrario, recuerdo haber creído que los hombres eran incapaces de controlar su lujuria si las mujeres no asumían la responsabilidad de vestirse y comportarse de forma que los disuadiera. Esos libros me dejaron en claro que la responsabilidad por el pecado sexual, la tentación e incluso el abuso recae irremediablemente sobre los hombros de las mujeres. No podía creer todas las mentiras que me tragué tan solo porque venían envueltas en versículos bíblicos y estaban acompañadas de tácticas efectivas y premios relucientes. Lloré y, en una ocasión, aventé el libro al otro lado de la habitación.

Hay un movimiento creciente de cristianas conservadoras que sienten un descontento santo por la forma en que el movimiento evangélico ha tratado los temas del sexo, matrimonio y género. Hemos visto enseñanzas antibíblicas dañinas que aun así han perdurado por muchísimo tiempo, y ahora es tiempo de que se exija una necesaria rendición de cuentas.

Sheila Wray Gregoire, bloguera y autora de The Great Sex Rescue [El rescate del gran sexo, enlaces en inglés], ha visto cambiar su propia propuesta al aprender más sobre las experiencias de mujeres en matrimonios cristianos, incluyendo una encuesta masiva sobre satisfacción marital, fe y creencias sobre el sexo.

«He pasado el último año quitando viejas publicaciones de mi blog y solicitando que mis libros más antiguos sean sacados de imprenta», me dijo. «Estoy revisando y refinando. Quiero asegurarme de que la información que doy es realmente sana».

Su esperanza es que los autores cristianos populares que han promovido lo que ella considera mensajes dañinos y falsos sobre el sexo y el matrimonio, incluyendo a Emerson Eggerich (Love & Respect [Amor y respeto]), Stephen Arterburn y Fred Stoeker (Every Man’s Battle [La batalla de cada hombre]), hagan lo mismo.

Aun cuando nuestros ojos han sido abiertos a las deficiencias y equivocaciones de nuestras enseñanzas pasadas, no ha sido fácil articular lo que se debería enseñar en su lugar. Si no enseñamos la doctrina de la cultura de la pureza que fue tan popular en la década de 1990, ¿qué deberíamos enseñarles a nuestros hijos sobre la sexualidad?

Enseñemos discernimiento

La pregunta que me hacen con mayor frecuencia es: «¿Qué libro le puedo dar a mi adolescente?». Los libros son tangibles. Podemos tocarlos, recomendarlos, y escuchar sus páginas. Si alguien firma una tarjeta de compromiso de pureza, la puede poner en su pizarrón de recordatorios en casa o dentro de su diario. Si alguien compra un anillo de pureza, puede llevarlo en su mano todos los días. Amamos portar la obediencia en nuestras manos.

Pero mi temor es que en nuestros intentos de reformar las enseñanzas pasadas, podamos caer fácilmente en la trampa de crear un juego de reglas nuevo y tratarlo como la nueva definición de sabiduría, obediencia, y cristianismo para todos los creyentes.

Nuestras nuevas reglas pueden verse diferentes, pero muy pronto pueden volverse tan dogmáticas y extrabíblicas como las anteriores. Además, las reglas escritas en piedra, especialmente en este tipo de temas —cosas como dejar los besos hasta el matrimonio o a qué edad los adolescentes pueden comenzar a tener relaciones de noviazgo— pueden disminuir nuestra necesidad de estudiar la Palabra de Dios, practicar el discernimiento, y desarrollar nuestras propias convicciones.

Ciertamente, los niños y adolescentes necesitan nuestra guía, y crear reglas y estructuras para nuestra familia es sabio. Pero subestimamos a nuestros adolescentes si asumimos que no pueden lidiar con estos temas. Démosles una oportunidad. (¡Usted siempre puede usar su poder de veto!) Tener estas conversaciones puede parecer más intimidante que simplemente poner reglas, pero al final, esas discusiones le dan a sus hijos las herramientas para navegar estos temas con sabiduría y discernimiento, mucho antes de que salgan de su cuidado.

La cultura de la pureza empezó con conceptos bíblicos. La santidad es bíblica, y las advertencias sobre la fornicación también lo son. Pero me pregunto cuán diferentes hubieran sido las cosas para muchos de nosotros si, en vez de que nuestro grupo de jóvenes en la iglesia se hubiera convertido en otro debate sobre el cortejo, hubiéramos estudiado juntos y a profundidad los atributos de Dios. O si, en vez de organizar un desfile de moda modesta, hubiéramos estudiado con detenimiento los evangelios y la vida de Cristo. Aislar y enfatizar de más ciertas ideas de la Biblia siempre implica el riesgo de malinterpretar, e incluso, de crear nuestro propio cristianismo, nuestra justificación, e incluso nuestra propia salvación.

Cuando daba clases de inglés en un bachillerato cristiano [high school], los estudiantes me preguntaban a menudo: «¿Qué vendrá en el examen?». Lo hacían tan seguido que dejé de aplicarles exámenes y comencé a dejarles proyectos y ensayos. Esto los forzó a pensar con más profundidad y a meditar en los detalles, lo cual era más complicado. Pero no son solo los estudiantes los que prefieren las respuestas más claras y directas. Como maestra, me habría resultado más fácil abrir una novela, decirles qué pensar sobre ella y explicar su cosmovisión, que pedirles que lo hicieran ellos mismos mientras leíamos juntos el texto. Tomó más tiempo, más discusión y más frustración enseñar literatura con matices y reflexión. Pero valió la pena.

El discernimiento es una carrera de toda la vida. Si reemplazamos la cultura de la pureza con una nueva serie de libros y conferencias sobre qué hacer y qué no, estaríamos cayendo en las mismas prácticas que ahora criticamos. Cuando nuestros hijos son pequeños, podemos pegar una lista de reglas en el refrigerador. Los niños necesitan una guía clara. Todavía están creciendo y no son capaces de discernir como lo hace un adulto. Hay un lugar para las reglas que va más allá de las Escrituras, que incluye cosas como: «recoge tus juguetes antes de sacar otros» o «nada de bocadillos azucarados después de cenar». Pero como cristianos maduros, debemos ir más allá de alimentarnos solo de leche.

«El que solo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual» (Hebreos 5:13-14, NVI).

La iglesia no necesita un nuevo y mejor juego de reglas para la sexualidad. Necesitamos formación espiritual. Cuando reducimos las áreas grises de las Escrituras a reglas extrabíblicas, ya sean conservadoras o progresivas, nos quitamos nosotros mismos la oportunidad de discutir, pensar a profundidad, luchar con la palabra de Dios y de ser moldeados a la imagen de Cristo.

Siempre reformándose

Hay una línea en el nuevo libro de Gregoire que dice: «Es de suma importancia que, como cultura, confrontemos el daño que hemos hecho —incluso por accidente— para poder avanzar en la vida abundante que Jesús quiere para nosotros». Mi esposo Evan sugirió un término para referirnos a este proceso. Es un término que se utilizó primero en la Reforma protestante: semper reformanda, «siempre reformándose».

Debemos estar dispuestos a mirar lo que hemos creído y reflexionar con humildad. La meta de estar «siempre reformándonos» consiste en conformarnos cada vez más a la Palabra de Dios y a la persona de Jesucristo. No es Dios quien necesita reformarse, sino nuestro entendimiento y nuestros corazones.

Habrá un tiempo en el futuro cercano en el que miraremos hacia este periodo de la historia de la iglesia, en el que los cristianos decidieron reevaluar la cultura de la pureza y descubrieron críticas que se alejaban del evangelio y en el que el péndulo se movió tanto que tuvo que ser corregido. Mi libro estará en la lista. Y muchos otros más. Así es como funciona.

Somos discípulos imperfectos, batallando continuamente para entender mejor a Dios y su Palabra. Cometeremos más errores en nuestro camino, y eso nos obligará a reflexionar con regularidad, a reevaluarlo todo, a reformarnos. La humildad no se requiere solo al momento de la conversión, sino durante toda la vida cristiana.

En todo lo que hacemos, decimos y promovemos, debemos dar un paso atrás y preguntarnos: «¿Esto proviene de Cristo?». Es agotador, pero también es un trabajo santo.

Rachel Joy Welcher es la autora de Talking Back to Purity Culture: Rediscovering Faithful Christian Sexuality y también columnista y editora de la revista Fathom.

Traducción por Hilda Moreno Bonilla.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Rut en la época de los Jueces: una realidad alternativa en medio del conflicto

El contraste entre los dos libros del Antiguo Testamento puede ayudar a los cristianos a navegar la polarización de nuestros días.

Christianity Today May 12, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

Este artículo fue escrito originalmente en mandarín.

El drama coreano Squid Game [El juego del calamar] fue un éxito en 2021, pues lo vieron más de 140 millones de usuarios de Netflix en todo el mundo. La serie usó juegos que les resultan familiares a los niños coreanos para describir la patología social de los adultos en el contexto de la «competencia justa» del mundo moderno. A su vez, satiriza el sistema en el cual las personas tienen que hacer cualquier cosa para sobrevivir, aunque sea a expensas de los demás.

En la vida real, la guerra entre Rusia y Ucrania es el evento más reciente que pone de manifiesto la fealdad de los conflictos humanos. Cada uno trae división, con partidarios y opositores cada vez más polarizados.

Sin embargo, ¿los cristianos tienen que escoger solo entre los extremos polarizados de apoyo u oposición total en los conflictos del siglo XXI? Dos libros del Antiguo Testamento sugieren que no.

Distintas narrativas

Los israelitas del Antiguo Testamento muchas veces fueron víctimas de la crueldad humana. Sufrieron agresiones por parte de extranjeros y estaban en guerra continuamente. El hijo de Gedeón, Abimélec, mató a 70 de sus hermanos en un día para poder volverse rey de Siquén (Jueces 9:1-6, NVI). Un levita iba de regreso a casa acompañado de su concubina, pero un grupo de malhechores locales la violaron hasta matarla. Las noticias de dicho incidente llegaron a las otras tribus y desencadenaron una guerra que casi acaba con toda la tribu de Benjamín (Jueces 19-21).

El escritor de Jueces resume la situación de ese periodo con la repetición de la frase: «En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor» (Jueces 21:25). Cuando los miembros de la sociedad hacen lo que les parece mejor, cada decisión está basada en sus propios intereses, lo que trae como resultado una generación despiadada. La palabra misericordia no se hallaría en su diccionario.

Fue durante este período que Rut, una mujer moabita, llegó a Belén de Judá para comenzar su vida como extranjera en esa tierra (Rut 1:22). La oración de su suegra, Noemí, la impulsó a seguir adelante: «Que el Señor tenga misericordia de ustedes…» (v.8, NBLA). La oración de Noemí por misericordia para sus dos nueras puede ser entendida como lealtad, pero también puede ser entendida como bondad amorosa. Esta oración motivó el camino de gracia de Rut.

Antes de que Rut dejara Moab, ella discutió con su suegra. Noemí le aconsejó no ir a Judá porque allí no había misericordia de Dios, sino solo su juicio (Rut 1:12-13). Ella pensaba que sus nueras debían permanecer en Moab para buscar la misericordia de Dios (vv. 8, 15). La respuesta de Rut fue todo lo contrario: «—¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas» (v.16, NVI).

Su decisión de emigrar es enigmática. ¿Por qué escogería Rut la sociedad cruel y despiadada que se describe en Jueces cuando cualquier persona normal escogería emigrar a un país en paz, seguro y con potencial económico? ¿Podría haber elegido el lugar equivocado?

El final del primer capítulo de Rut parece ofrecer una respuesta. Ellas llegaron a Belén cuando «comenzaba la cosecha de cebada» (v.22). Había una ley que protegía a las personas como Noemí y Rut en la sociedad israelita: «Cuando recojas la cosecha de tu campo y olvides una gavilla, no vuelvas por ella. Déjala para el extranjero, el huérfano y la viuda. Así el Señor tu Dios bendecirá todo el trabajo de tus manos» (Deuteronomio 24:19).

Esta era la manera de Dios de mostrar misericordia a las personas más desafortunadas. Pero, en una generación en la que «cada uno hacía lo que le parecía mejor», ¿acaso alguien guardaba la ley? Las palabras que Booz le dirige después a Rut sugieren que la gente de Belén no lo hacía, y que incluso la acosaban (Rut 2:8-9).

De hecho, la cuestión a la que se enfrentaba Rut no era solo si los israelitas estaban dispuestos a obedecer la ley, sino también si ellos estaban dispuestos a quebrantarla. Aunque la ley descrita en Deuteronomio protegía a las viudas que vivían en la tierra, también le prohibía a los moabitas como Rut ingresar a la comunidad de Israel (Deuteronomio 23:3). A menos que alguien tuviera la gracia suficiente para omitir esta prohibición, aquellos que se esforzaban por cumplir la ley se abstendrían de ayudarla.

Tal parece que esta cosecha no era solo una señal del favor renovado de Dios hacia Belén (Rut 1:6), sino también una prueba de la generosidad del pueblo. Rut parece haber estado al tanto de las dificultades que enfrentaría y la misericordia que necesitaría (2:2).

Lo que sigue es una serie de eventos providenciales. Rut fue detrás de los segadores para espigar; «y dio la casualidad» de que los siguió a un campo en específico; y «en eso» Booz, el dueño del terreno, llegó de Belén (Rut 2:3-4). Booz no solo le permitió a Rut segar el trigo de su campo, sino que también la protegió (vv. 8-9). Le ordenó a sus sirvientes que no le hicieran pasar vergüenza y que no la reprendieran (vv. 15-16).

Rut encontró la bondad que necesitaba, y fue mucho más de lo que había esperado (v. 10). Cuando no pudo resistirse a preguntarle a Booz por qué era tan bueno, su respuesta indicó que él creía que lo que había sucedido no fue una coincidencia, sino un acto misericordioso del Señor en recompensa por su fe (v. 12). Noemí llegó a la misma conclusión después de escuchar a Rut contarle todo lo que había pasado en el campo (v. 20).

Fuertes contrastes sociales

En la narrativa del libro de los Jueces hay israelitas apóstatas, jueces idólatras y lujuriosos (Gedeón y Sansón, respectivamente), sacerdotes levitas de santuarios idólatras, benjamitas perentorios y la turba de Guibeá que violó a la concubina del levita. La tierra de Israel era un lugar con invasiones constantes por parte de extranjeros y guerras tribales que surgían de problemas internos.

Sin embargo, en la narrativa de Rut, el lector ve una sociedad bondadosa y cariñosa, una Belén en la que el Señor demostró su misericordia y gracia a través de los israelitas. No es solo Booz, que estaba lleno de gracia para con los moabitas, sino también los diez ancianos que bendicen el matrimonio de Rut y Booz (Rut 4:11-12).

Vemos contrastes agudos entre los dos libros. Jueces nos cuenta la historia de una mujer extranjera que es abusada y asesinada en Guibeá, mientras que Rut muestra a una mujer extranjera que no solo fue aceptada en Belén, sino también honrada como uno de los ancestros de Israel; al igual que Raquel y Lea.

El escritor de Jueces atribuye el caos una y otra vez al hecho de que «en esos días no había rey en Israel». En vez de criticar el ambiente, el libro de Rut termina deliberadamente con la genealogía del Rey David (4:17-22), dando a entender que el rey esperado durante el tiempo de los jueces era David, quien prefiguraba a Cristo, el Príncipe de Paz.

La narrativa de Rut ofrece lo que Charles Taylor describe como una «realidad social alternativa», similar a la «conciencia alternativa» proclamada por los profetas del Antiguo Testamento, tal como lo describe Walter Bruggemann en The Prophetic Imagination [enlaces en inglés].

La conciencia social polarizada

En años recientes, ha habido un repunte en los incidentes de polarización entre los cristianos, siendo un claro ejemplo los debates sobre las restricciones de salud pública durante la pandemia provocada por la COVID-19. Las razones detrás de estos conflictos no son necesariamente bíblicas, sino más bien surgen de nuestras polarizadas visiones en temas de política, relaciones raciales, teoría de género, ética sexual, nacionalismo cristiano y otros muchos asuntos.

Entre los evangélicos, cada lado define el evangelicalismo de acuerdo con su propio conjunto de valores. Como dijo Jim Cymbala, pastor principal de The Brooklyn Tabernacle [el Tabernáculo de Brooklyn] de la ciudad de Nueva York, durante un sermón en enero: «Los cristianos de Norteamérica ya no definen a una persona evangélica por si cree en Jesús, sino por si es demócrata o republicana, por si está a favor o en contra de la vacunación, y por si lleva o no mascarilla».

«Esta era mi gente, pero ahora no sé quiénes son, o tal vez, yo no sé quién soy», dijo Timothy Dalrymple, CEO y editor en Jefe de Christianity Today, citando a un amigo [enlace en español]. En febrero, él le dijo a David Brooks para New York Times: «Uno de los factores más sorprendentes es que me he dado cuenta de que había gente con la que estaba de acuerdo en casi todos los temas, y ahora nos separa un abismo de indiferencia e incomprensión mutua. Nunca hubiera pensado que eso podría suceder tan rápido» [enlace en inglés].

Uno de los elementos que ha llevado las relaciones evangélicas hasta este punto es la formación de burbujas de información divisiva, creadas por las redes sociales y los medios de comunicación polarizados. Cada bando elige absorber o diseminar solo la información de su propio círculo. La realidad social detrás de los valores de cada lado se vuelven los ojos del observador, culminando en una distinción abrupta entre enemigos y amigos. Muy pocas personas le creen al bando opuesto, y cada uno habla su propio lenguaje. Para cada círculo, la realidad social vista por sus pares es la verdadera realidad social, mientras que la realidad social de otros círculos es vista como «noticias falsas» o «desinformación».

Casi se trata de un fenómeno más en el que «cada uno hace lo que le parece mejor».

Esta realidad de polarización social no deja espacio para la realidad objetiva. Si los dos bandos están en riesgo, ninguno de los dos podrá detectarlo debido a la falta de visión objetiva. Aún más lamentable es el hecho de que dentro de nuestra propia comunidad cristiana haya rivalidades y enemistades. Aquellos que buscan la verdad están en desventaja. Mucha gente ha creado un mundo de narrativas frías y crueles, sin la gracia y misericordia del Señor.

Una realidad alternativa

El libro de Rut brinda algo de luz e incluso ofrece un modelo para los cristianos que se enfrentan a los conflictos de conciencia de estos días. Rut nos muestra que incluso en medio del caos más oscuro, hay narrativas positivas que contar en este mundo que Dios ha creado. Al igual que los escritores bíblicos, los cristianos pueden crear una realidad social más saludable al usar los ejemplos positivos que existen en medio del conflicto. Tal realidad social no niega el lado oscuro del presente, pero se centra en las historias positivas dentro de la sociedad.

Por ejemplo, en la guerra entre Rusia y Ucrania, podemos enfocarnos en el apoyo humanitario provisto por muchas organizaciones de beneficencia y asociaciones cristianas. Como cristianos, deberíamos ser especialmente conscientes de las contribuciones de las congregaciones y misioneros en estos tiempos. Muchos misioneros eligieron quedarse aunque pudieron haber sido evacuados de la zona de guerra. (Los padres de uno de mis estudiantes de teología decidieron permanecer en Ucrania para servir y acompañar a los cristianos locales en apuros).

Otro ejemplo es el reporte reciente de CT sobre Shanghai, en el que explican que entre las dificultades y el caos del confinamiento de la ciudad debido al confinamiento por la COVID-19, los cristianos locales han ayudado a sus vecinos y su comunidad con generosidad.

Desafortunadamente, el enfoque diario de los medios de comunicación polarizados de hoy en día ignora con frecuencia el ministerio de estos cristianos, que rara vez se escucha incluso dentro de la iglesia. Sus historias necesitan hacerse públicas para que podamos crear un sentido de realidad alternativo dentro de una realidad social antagonista tan prevaleciente. El Señor aún está en control en medio del caos, y aún está ejerciendo su misericordia entre las masas. Esta es la narrativa que necesita escuchar la gente que está confundida entre realidades sociales opuestas. Necesitamos enseñarles que en esta época tan fría, los seres humanos aún pueden disfrutar de la calidez humana gracias a la intervención de Dios.

De hecho, lo que Jesús nos dio con sus tres años y medio de ministerio fue una realidad social diferente. Él a menudo estaba atrapado entre los judíos que estaban a favor de Roma y los que estaban en contra, y sus seguidores incluían a personas de ambos bandos. Al enfrentar semejante polarización, Jesús escogió proclamar la realidad alternativa del reino de los cielos: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4:17). Una lectura cuidadosa de los relatos de los evangelios revela que tanto el mensaje de Jesús como su ministerio de sanidad fueron más allá de la imaginación de los profetas del Antiguo Testamento, quienes no pudieron concebir un reino eterno en el que hubiera amor tanto para enemigos como para amigos, tal como el que Jesús describió.

Jesús dijo que antes de su regreso, las guerras continuarían haciendo estragos en el mundo y que los seres humanos estarían divididos «nación contra nación, y reino contra reino» (Mateo 24:7). No importa de qué lado estuvo la gente, ni sus posturas políticas sobre la guerra, al final todo pasará. El enfoque de los cristianos no debe desdibujarse ante la realidad abrumadora de las guerras y las luchas. Nuestra narrativa debe ser como la de Jesús: la de una realidad celestial alternativa. Debemos orar como Jesús oró al Padre: «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mateo 6:10), y ayudar a las personas a ver una realidad social alternativa en medio de una generación dividida y un mundo en crisis.

El Dr. Samuel Goh tiene dos maestrías en teología y un doctorado. Fue pastor de una iglesia en Singapur durante muchos años y actualmente es profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico de Brisbane en Australia.

Traducción por Sergio Salazar e Hilda Moreno Bonilla.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Traducido al inglés por Sean Cheng.

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Nuestro activismo provida no debería verse limitado por nuestras lealtades

Como cristianos, no debemos permitir que los aliados políticos determinen selectivamente quién es nuestro prójimo.

Christianity Today May 11, 2022
The Washington Post / Contributor / Getty Images

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Los enlaces redirigen a contenido en inglés].

Según todos los indicios, la Suprema Corte parece estar lista para anular el precedente de casi cincuenta años que consagra el aborto legal como un derecho constitucional. Como era de esperar, esto no fue bien recibido entre quienes apoyan Roe v. Wade (que, según la mayoría de las encuestas, es gran parte del país).

Algunos están sugiriendo que esto es una manifestación de una especie de teocracia blanda, es decir, que aquellos de nosotros que somos provida ahora estamos imponiendo nuestros puntos de vista religiosos al resto del país. Para otros, la acusación no es que los estadounidenses provida, estén demasiado apurados con el aborto, sino que el aborto es solo un caballo de batalla para los intereses reales, que son la supremacía blanca y el nacionalismo cristiano.

El primer argumento se remonta casi a los días del propio caso Roe: la idea es que la mayoría de las personas que se oponen al aborto lo hacen por un compromiso religioso. Claro, podría haber un ateo provida aquí o allá, dice el argumento, pero la mayoría de las personas en la Marcha por la Vida, o quienes trabajan en los centros de atención al embarazo en situación de crisis son católicos, romanos, protestantes, evangélicos o, a veces, judíos ortodoxos.

Según este razonamiento, oponerse al aborto legal es imponer un cierto punto de vista religioso a otras personas y, por lo tanto, violar la libertad religiosa de quienes no creen que el feto sea una persona humana.

Eso sería cierto, por supuesto, si lo que se pretendiera fuera imponer un dogma religioso. Por eso me opongo, por ejemplo, a que los maestros de escuelas públicas ofrezcan una invitación evangélica al final de un período de clase o a que los gobiernos municipales declaren que la Trinidad es la verdad. Una religión no puede ni debe ser coaccionada.

Creo en la libertad religiosa para todos (judíos, musulmanes, wiccanos, ateos, mis compañeros cristianos evangélicos, etc.) porque creo en los principios fundacionales de este país. Pero también creo en ella porque creo que, sobre la base de la revelación bíblica, el evangelio debe recibirse por la fe, no por la fuerza.

Creo que es importante no obligar a las personas a aceptar mis doctrinas religiosas, no solo porque creo que eso es evidentemente malo para la sociedad, sino porque creo que confunde el evangelio y daña a la iglesia. Pero eso no significa que las motivaciones religiosas no deban servir como fuente de información con respecto a lo que es importante para los cristianos, o para otros grupos.

Hay todo tipo de problemas que podrían preocuparnos hoy. La pregunta siempre es por qué alguien está motivado para prestar atención a algunos de ellos. En mi comunidad, por ejemplo, personas con diferentes motivaciones trabajan con refugiados afganos y los ayudan a reasentarse, encontrar trabajo y sacar adelante a sus familias.

Una persona podría ser alguien como yo, un cristiano evangélico que cree que debido a que mi historia en Cristo incluye haber huido de Faraón y Herodes, debo preocuparme por las personas en un lugar similar de vulnerabilidad. Alguien más podría preocuparse por estos refugiados porque ella o él mismo fue refugiado(a) proveniente de Cuba hace una generación, y siente cierta afinidad con los que sufren de esa manera.

Una persona podría ser un veterano de la guerra de Afganistán que vio la humanidad de los afganos sufriendo bajo el régimen talibán y por eso quiere ayudarlos. Alguien más podría encontrar al presidente Joe Biden políticamente ofensivo y su motivación está en culpar a la administración por el sufrimiento causado tras haber retirado las tropas de aquel país.

Cada uno de nosotros está sirviendo a los refugiados por motivaciones muy diferentes, motivaciones que a menudo no compartimos entre nosotros. Eso le dice a usted por qué cada uno de nosotros se siente impulsado a actuar, pero no le dice si la acción es correcta o incorrecta.

En algunos lugares, se están redactando leyes para acusar penalmente a las personas sin hogar por dormir en parques públicos. Aquella persona que se opone a esta ley porque se da cuenta de que no se puede maltratar a las personas sin hogar cuando Jesús mismo no tenía hogar, ¿está imponiendo su religión a todos los demás? No, solo está diciendo cuál es su motivación para preocuparse por ciertos seres humanos.

Su religión dicta su responsabilidad para con el prójimo sin hogar que tiene enfrente, y la noción de que son seres humanos no es una enseñanza específicamente religiosa. El hecho de que el Corán les diga a los musulmanes que cuiden de los pobres no hace que los refugios para las personas sin hogar sean un fruto de la ley sharía. El hecho de que la Biblia le diga a los cristianos que cuiden de «los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones» (Santiago 1:27) no hace que el sistema de protección social de acogimiento familiar de los EE. UU. sea una señal de teocracia.

La segunda acusación que se formula a menudo, a saber, que el tema provida se trata realmente de la supremacía blanca, es plausible para muchas personas en este momento. Eso se debe a que hemos visto realidades terribles reveladas en la iglesia y en el mundo en los últimos años, sobre las cuales he escrito repetidamente.

El nacionalismo cristiano es real. Es una amenaza al testimonio de la iglesia, y es un repudio del evangelio de Jesucristo. Y, sí, hemos visto el tema provida ser utilizado a veces por personas cuyos puntos de vista —sobre las mujeres, los refugiados, los discapacitados y otras personas vulnerables— no reflejan de ninguna manera una visión provida holística con integridad o consistencia.

En su libro Bad Faith: Race and the Rise of the Religious Right [Mala fe: El tema racial y el surgimiento de la derecha religiosa], el historiador Randall Balmer, argumenta en contra de la idea de que Roe v. Wade movilizó a los evangélicos a la acción política, diciendo que esto es un mito. Balmer sostiene que el factor motivador fue, de hecho, la reacción violenta de los conservadores religiosos contra las iniciativas de la administración Carter para eliminar las exenciones fiscales de las «academias de segregación» racistas y exclusivamente blancas dirigidas por grupos eclesiásticos.

Balmer no es el único que defiende este caso.

Hace casi 30 años, el historiador Godfrey Hodgson citó al pastor Ed Dobson, hombre clave de Jerry Falwell Sr., diciendo: «La Nueva Derecha Religiosa no comenzó debido a una preocupación por el aborto. Me senté en la trastienda, en la sección de no fumar, con la Mayoría Moral y, francamente no recuerdo que se haya mencionado nunca el aborto como una razón por la que deberíamos hacer algo».

Mucho es lo que ha sido revelado en los últimos años. Hemos visto muchas causas morales defendidas por líderes cristianos, y los mismos no parecían preocuparse por esas cosas más tarde, sino que solo querían el poder que esos problemas podían traer consigo. Todo esto puede resultar desorientador.

Tal vez usted vio a un pastor predicar sobre evangelismo, y ahora descubre que en realidad solo estaba tratando de acumular números para su propio imperio personal. Pero, ¿ese uso cínico de la Gran Comisión significa que la Gran Comisión es una mentira?

Usar el llamado al evangelismo fue astuto, precisamente porque ese pastor estaba explotando algo verdadero para fines falsos. Eso no significa que todos los que han testificado de puerta en puerta o reunido el coraje para hablar sobre su fe con sus vecinos estén motivados por el ego y el poder.

Incluso con la visión más cínica posible, la pregunta no es si algunos líderes usaron el aborto cuando sus verdaderos objetivos eran contradictorios, es decir, eran cosas inmorales. La pregunta es, si ese es el caso, ¿por qué enfatizar el aborto? ¿Por qué no simplemente movilizar a las personas para preservar la segregación? Uno solo puede movilizar a las personas con algo que realmente les importe.

Cuando uno mira más allá de los agentes de poder y los políticos, uno puede ver innumerables pequeños ministerios provida en todo el país, donde las personas creen genuinamente en preocuparse por el sufrimiento de su prójimo, por el niño no nacido en peligro de muerte, por la mujer embarazada en peligro de enfrentar violencia o pobreza, y por el niño nacido que necesita alimentos y un hogar.

¿Hay quienes usan el aborto simplemente como un garrote para decir: «si no votas por tal o cual candidato o política —que en cualquier otro ámbito serían reprobables—, entonces eres culpable de asesinato?». Sí. Y, ¿hay empleadores a favor del aborto que presionan a las mujeres para que aborten porque se niegan a brindar apoyo y beneficios a las mujeres con niños pequeños? Por supuesto. ¿Cualquiera de estos casos anula la pregunta central? ¿Hay personas que apoyan la democracia porque es la forma en que pueden obtener votos para ocupar un cargo? Sí. ¿Eso significa que la democracia consiste solo en eso? No.

No deje que sus aliados determinen quién es su prójimo.

Una vez, mientras organizaba un evento sobre la dignidad humana desde el útero hasta la tumba, alguien me dijo que participaría, pero solo si prometía no mencionar a los refugiados, los niños migrantes o temas raciales. Esta persona dijo que era porque pensaba que el término «provida» aplicaba solo al aborto.

Pregunté si podíamos hablar también sobre adopción y acogimiento familiar. Él dijo que sí. Le pregunté si podíamos hablar sobre lo incorrecto de la eutanasia. Él dijo que sí. ¿Sobre la explotación sexual de mujeres y niñas? Sí. ¿Sobre ingeniería genética y otras cuestiones bioéticas? Sí. Entonces me di cuenta de que no quería que se mencionara nada sobre refugiados, niños migrantes o temas raciales porque eso lo metería en problemas con sus aliados políticos.

Me instaron a hacer invisibles a algunas personas porque reconocer su presencia sería inconveniente para alguien con poder. Pero para mí, eso sonaba exactamente como la cultura del aborto, y me negué a evitar hablar sobre esas personas «inconvenientes».

También lo he visto funcionar en el otro sentido. Muchas personas trabajan diligentemente en asuntos de migrantes, refugiados, víctimas de trata o pobreza, pero, ¿cuántos palidecen ante la mención de los no nacidos? No porque no crean que los no nacidos sean personas que merecen protección, sino porque los pondría del mismo lado junto con personas que no les agradan o por quienes no sienten respeto.

Sea cual sea el camino que tomemos, Jesús nos dijo que definir a nuestro prójimo de acuerdo con las expectativas de nuestros aliados tribales no puede conducir a nada bueno. Por eso Jesús eligió a un samaritano como prójimo en su parábola sobre el hombre junto al camino de Jericó. También es por eso que a Jesús no le importó que sus compañeros judíos pensaran que no debería hablar con Zaqueo, puesto que era un recaudador de impuestos que colaboraba ​​con Roma (Lucas 19:1-10). Jesús se preocupó por Zaqueo, no por su posición tribal.

Y nosotros tampoco deberíamos preocuparnos por eso.

Si los no nacidos están hechos a imagen de Dios —y creo que lo son—, cuidémoslos. Si las mujeres son hechas a imagen de Dios —y creo que lo son—, cuidémoslas. Si la supremacía blanca y el nacionalismo cristiano son del diablo —y creo que lo son—, opongámonos a ellos.

Seamos provida incluso si eso hace que algunos de nuestros aliados «projusticia» se sientan incómodos, y seamos projusticia incluso si eso hace que algunos de nuestros aliados «provida» se sientan incómodos. Y cada vez que nuestro grupo nos diga que el precio de entrada es hacer invisible a otra categoría de personas, entonces digámosles que el precio es demasiado alto.

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Nada que temer. Excepto hasta lo más mínimo

Cuando ser mujer se convierte en un estado de incertidumbre.

Christianity Today May 10, 2022
Valentina Yachichurova / Flickr

Varios meses después de que naciera nuestro hijo, estábamos los tres dando un paseo cuando mi marido me confesó algo acerca de nuestra aventura como padres: «No estaba preparado para lo miedosa que te has vuelto».

Yo no me considero una persona ansiosa. Mis amigos dicen que soy «despreocupada», y eso me agrada. Pero, con un recién nacido indefenso y llorón en los brazos, me encontré yendo de bajada por el bien conocido camino que la mayoría de mujeres, si no todas, toman: imaginando los peores escenarios, poniéndome nerviosa por incógnitas futuras y perdiendo el sueño por cosas que no podía controlar. El miedo me había tendido una emboscada.

Preocuparnos por nuestros hijos está entre los muchos miedos que asechan a las mujeres. En su libro Fear and Faith: Finding the Peace Your Heart Craves [Miedo y fe: Cómo encontrar la paz que tu corazón anhela], Trillia Newbell también explora otros miedos, tales como el miedo a otras mujeres, el miedo a la tragedia, a no ser suficientes, y el miedo a la intimidad sexual, entre otros. La lista no es corta.

¿Por qué nosotras, como mujeres, somos tan susceptibles al miedo? Algunas de las respuestas se encuentran en el modo en que hemos sido programadas. Por una combinación de naturaleza y aprendizaje, las mujeres estamos más sintonizadas con las necesidades de los demás. Las madres que acaban de dar a luz, por ejemplo, describen experimentar una reacción física al escuchar el llanto de sus bebés. Los latidos de sus corazones aumentan, la respiración se acelera y a veces segregan leche. Muy dentro de nosotras, nuestros cuerpos (y nuestros cerebros [enlaces en inglés]) sienten las necesidades de nuestros hijos. Nosotras también solemos ser las que llevamos comida casera a los enfermos, visitamos a los ancianos para ver cómo se encuentran y tejemos guantes para las personas sin hogar. Nuestro sentido de la hospitalidad a menudo está motivado por la preocupación por las personas que nos rodean.

Por supuesto, los hombres también viven en un mundo en el que se preocupan por sus seres queridos y se enfrentan a situaciones que van más allá de su control. Pero las mujeres responden al miedo de manera diferente a los hombres, impulsadas psicológica y socialmente a expresar abiertamente sus sentimientos. Un estudio realizado con hombres en artes marciales mixtas mostró que los hombres no son necesariamente menos temerosos que las mujeres, sino que tienden a canalizar ese miedo hacia la agresividad, mientras que las mujeres «atendemos a otros y hacemos amistades», y nos reunimos entre nosotras para compartir nuestros sentimientos y preocupaciones. (Como debatimos hace poco en Her.meneutics, nuestras emociones y miedos pueden llegar a despreciarse como algo irracional e incluso patológico, y las mujeres necesitamos nuevas maneras de comprender nuestras emociones, no solo como una aflicción, sino también como una habilidad dada por Dios).

Los desequilibrios sociales de poder entre hombres y mujeres también pueden propiciar la propensión femenina hacia el miedo. Históricamente, las mujeres han dependido de sus padres, hermanos y maridos para provisión y protección. Los hombres actuaban. Las mujeres seguían. En muchos contextos hoy en día las mujeres se siguen topando con instituciones y estructuras sociales que contribuyen a su sensación de indefensión. Una bloguera observó que el miedo es una posición que adoptamos cuando no podemos hacer otra cosa. Nos hace sentir que al menos estamos haciendo algo.

Por fortuna, la sociedad está cambiando de tal modo que permite a las mujeres mayor libertad, pero estos cambios también han alimentado nuestros miedos. ¿Somos suficientes para nuestros hijos, nuestros maridos, nuestro trabajo y nuestra iglesia? ¿Somos demasiado? ¿Nos hemos perdido alguna circular que el resto de las mujeres ya recibieron? En Fear and Faith, Newbell sugiere que toda nuestra frenética actividad a la hora de intentar ser supermujeres está motivada por el conocido miedo a «no dar la talla».

Del mismo modo, una pareja del libro de Jennifer Senior All Joy and No Fun [Toda la alegría y nada de diversión] encarna la diferencia entre hombres y mujeres frente a unas elevadas expectativas sociales. Angie y Clint son padres trabajadores con dos niños pequeños. Ambos pasan agotadoras horas con los niños en casa y en sus respectivos trabajos, pero Angie también carga con una sensación de culpabilidad y autorreproche, creyendo que «no está haciendo lo suficiente, que nunca hace lo suficiente y que debería estar haciéndolo todo, todo el tiempo». Incluso cuando se toma un descanso, Angie se preocupa porque debería estar pasando tiempo con los niños. Clint, por otro lado, lleva perfectamente bien el tomarse «tiempo para él mismo» y no se compara con ninguna clase de ideal inalcanzable. «Yo soy el estándar», dice él.

Los hombres aún tienen sus propios miedos e inseguridades. Los miedos de las mujeres, sin embargo, parecen haberse agravado en esta era en la que las expectativas sociales para las mujeres no están claras, son cambiantes y a veces llegan a ser ridículas. Una amiga me contó que lo más duro acerca de la maternidad no era la falta de sueño, sino que el hecho de que en todo momento se pregunta si podría haber hecho las cosas mejor. Lo mismo se podría decir probablemente de muchos otros papeles que las mujeres asumen en sus profesiones, iglesias y comunidades.

Las palabras de Newbell para las personas que temen no dar la talla son rotundas: «La dulce cura para nuestro miedo al fracaso es el evangelio, que nos recuerda nuestras limitaciones y nuestra debilidad, y nuestra necesidad de un Salvador». Cuando comenzamos a temer que otros nos juzguen, ella anima: «Olvídate de ti misma» y recuerda a tu Dios sabio, soberano, bueno y cariñoso.

Quizá, sin embargo, también necesitemos recordarnos a nosotras mismas nuestro verdadero yo escondido en Cristo. Vivir como una mujer genuina y fiel hoy día requiere volver a esa parte tranquila y silenciosa de nosotras donde habita la eternidad. Donde otras voces se disipan y escuchamos la voz de Dios llamándonos «amadas» con un amor que echa fuera todo el temor.

También hace falta una comunidad. Necesitamos a otras mujeres con las que podamos ser honestas acerca de nuestros miedos y luchas. La confesión, escribe Newbell, nos libera del control del miedo para que en su lugar aumente el temor del Señor. En comunidad también experimentamos la libertad de ser vistas y escuchadas de verdad. Me encanta leer las historias en primera persona de diversas mujeres en Fear and Faith que han luchado contra toda clase de miedos, e incluso algunas que han visto cómo sus peores miedos se hacían realidad. No estoy sola. Aunque me siento inclinada a temer, voy acompañada de mujeres que conocen mis luchas, y caminamos juntas hacia un Dios que nos conduce fuera del miedo y nos lleva a la confianza en Él.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Celebremos a los ‘padres de la iglesia’. Y a las madres también.

Recordemos a cuatro madres espirituales de la fe.

Christianity Today May 9, 2022
Jesse Freeman / Lightstock

Este artículo es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en noviembre de 2016.

Cuando yo era niña, asistía a una iglesia bautista del sur que se reunía para cenar los miércoles por la noche. Después de la cena, cantábamos juntos:

¡Soy feliz porque estoy en la iglesia de Dios!
Me limpió con su sangre mi Salvador
Cristo nos guía al hogar celestial;
Somos una familia, familia de Dios.

Esta letra tan sencilla se asentó sobre mí como una manta. Después del divorcio de mis padres, necesitaba sentir que mi iglesia era como mi familia. Y lo fue.

Así es como debería ser. En los Evangelios, Jesucristo empleó términos relacionados con la familia para referirse a sus seguidores: «Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mateo 12:49-50). El Libro de Hechos muestra a la iglesia primitiva compartiendo con tal generosidad que muchas familias podrían sentirse avergonzadas. Las epístolas se dirigen a sus oyentes como hermanos y hermanas. Pablo envía saludos a la madre de Rufo «que ha sido también como una madre para mí» (Romanos 16:13). Pablo le ordena a Timoteo que trate a los miembros ancianos de su iglesia como a padres espirituales, y a los miembros más jóvenes como a hermanos: «No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza» (1 Timoteo 5:1-2).

Los escritores del Nuevo Testamento creían que la iglesia debía ser un reflejo de la familia nuclear: padre, madre, hermano, hermana. Debido a su fe controversial, los creyentes del primer siglo no podían depender de las relaciones de la familia biológica. La iglesia se convirtió en una familia espiritual que unía al judío y al griego, al libre y al esclavo, al varón y a la mujer. Así como en el hogar, tanto los padres como las madres jugaban un papel fundamental en el bienestar de la familia.

La estructura típica del liderazgo de la iglesia se jacta más de lo debido de los padres de la iglesia. Sin embargo, no podemos olvidar la importancia de las madres de la iglesia, no sea que la iglesia se arriesgue a funcionar como una familia monoparental. Cuando celebramos a estas mujeres, reflejamos una imagen más completa del hogar dentro de la familia de Dios. En términos espirituales, obedecemos el mandamiento de honrar a nuestros padres y madres. La Biblia nos proporciona numerosos ejemplos de mujeres que desempeñan el rol de madre, tanto en una relación biológica como espiritual.

Las madres de la iglesia temen más a Dios que al faraón

En Éxodo 2, las parteras hebreas cuidaron de una forma maternal a las mujeres embarazadas del pueblo de Israel cuando las ayudaron en solidaridad ante un horrible decreto. Las parteras resistieron al faraón, dejando con vida a los varones y asegurando así el nacimiento seguro de Moisés. Su ejemplo nos lleva a preguntarnos: «¿Cómo debería la reverencia a Dios ayudarme a servir a la iglesia, incluso cuando enfrentamos oposición?».

Las madres de la iglesia defienden la causa de las mujeres

En Números 27:1–11, las sabias hijas de Zelofejad se acercaron para hablar con los jefes de Israel para interceder por sus descendientes. Ellas obtuvieron los derechos de herencia para ellas mismas y para sus hijos en una época cuando la ley solo reconocía a los varones como herederos. Su ejemplo nos plantea la pregunta: «¿Dónde puede mi voz y perspectiva ayudar a la iglesia a actuar con justicia hacia las mujeres y los niños?».

Las madres de la iglesia defienden a los indefensos

En su posición de juez de Israel, Débora habló con un lenguaje sorprendentemente maternal: «Me levanté como una madre en Israel» (Jueces 5:7). El pueblo de Israel de su tiempo sufría bajo la opresión de los filisteos. Su valiente liderazgo produjo una oportunidad para que Jael alzara la estaca de su tienda, poniendo así fin a la opresión que las mujeres hebreas sufrían por parte de un general perverso. Ambas mujeres arriesgaron mucho para proteger a los indefensos. Su ejemplo nos lleva a preguntarnos: «¿Quién necesita que yo lo defienda?».

Las madres de la iglesia nutren a otros hacia la madurez

Cuando Pablo le dijo a Tito que los ancianos y ancianas deben instruir a los hombres y mujeres jóvenes, sin duda estaba pensando en Eunice, Loida, Priscila y Febe, entre otras. Estas mujeres utilizaron sus recursos para educar a otros creyentes. Su ejemplo nos hace pensar: «¿Qué hijos espirituales ha puesto Dios en mi camino?».

La familia de Dios prospera cuando sus padres y madres son reconocidos y su ejemplo es imitado. A través de ambas figuras, la iglesia se convierte en el hogar estable que nuestra relaciones biológicas nunca nos pudieron garantizar. Viene a ser la base desde la cual ministramos al mundo que nos rodea, y una imagen más verdadera del hogar que nos espera, puesto que «[entraremos] en Sión con cantos de alegría… [Nos] alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido» (Isaías 35:10). Esa imagen me gusta. Un regreso al hogar de los creyentes, cantando a través de los siglos: ¡Soy feliz porque estoy en la iglesia de Dios!

Jen Wilkin es esposa, madre, y profesora de Biblia. Es autora de Women of the Word y None Like Him.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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La filtración del caso Roe contra Wade pone de manifiesto la crisis de credibilidad de EE. UU.

El aborto y la pérdida de confianza en las instituciones son dos partes del mismo problema.

Christianity Today May 6, 2022

Mientras escribo esto, los estadounidenses provida no saben si celebrar, y los estadounidenses proabortistas no saben cómo protestar. Esto se debe a que todos nosotros estamos viendo la noticia: una opinión mayoritaria filtrada, pero aún no emitida, de la Suprema Corte de los Estados Unidos que anula la decisión Roe contra Wade de hace casi 50 años [enlaces en inglés].

Durante años, muchos de los que trabajamos en el espacio provida hemos anticipado el día en que la Suprema Corte anunciara la derogación de Roe contra Wade. Hace años, cuando mi equipo y yo trabajábamos en la Comisión de Ética y Libertad Religiosa (ERLC, por sus siglas en inglés), planeamos un evento provida llamado Roe50 para conmemorar el aniversario de la decisión. Yo era la que argumentaba que el equipo debía prepararse para la clara posibilidad de que Roe no llegara a los 50 años.

Los que trabajaban en el espacio opuesto, en el lado del derecho al aborto, también estaban preparados para ese anuncio. Ninguno de nosotros estaba preparado para un anuncio como este, para un «anuncio» que no es un anuncio en absoluto.

Esto no había sucedido nunca antes: que una filtración desde dentro de la Suprema Corte revelara lo que el tribunal está planeando hacer. La confusión resultante significa que ahora la mayoría de la gente está 98 % segura de lo que el tribunal planea hacer. Pero no podemos actuar realmente en consecuencia, porque siempre existe la posibilidad de que la mayoría cambie de opinión de aquí a la publicación del dictamen.

Detrás de la confusión, sin embargo, hay una indignación latente. La noche previa a esta publicación, mi teléfono empezó a vibrar con un mensaje tras otro de abogados y políticos —la mayoría de ellos provida— indignados por la forma en que se filtró esta supuesta sentencia. Algunos especulaban que un funcionario proabortista lo había filtrado, con la esperanza de que la presión pública provocara una revocación del dictamen antes de su publicación.

Otros estaban seguros de que se trataba de un empleado provida que quería «sellar» la decisión antes de que los jueces pudieran cambiar de opinión. Pero para todos ellos, especialmente los que son abogados, existía la sensación de que la institución del poder judicial no podría sobrevivir a este tipo de falta de confidencialidad en su proceso de deliberación.

Sea cual sea la causa, en realidad no se trata de una «filtración» en el sentido en que solemos utilizar la palabra. Lo que algunos denunciarían como filtraciones en otros aspectos de la vida estadounidense (por ejemplo, en el proceso legislativo de negociaciones de ida y vuelta sobre asuntos de política pública) son altamente esperadas.

Lo mismo ocurre en el ámbito del poder ejecutivo. Un presidente suele filtrar información con antelación para ver qué tipo de respuesta pública se producirá. Incluso dentro de las instituciones no gubernamentales, las «filtraciones» son a menudo lo que aquellos que tratan de eludir la responsabilidad llamarán «acusaciones» sobre el mal comportamiento de los que están en el poder.

Aunque no sabemos quién filtró la opinión antes de tiempo, sí sabemos que detrás de la filtración hay una pérdida de confianza.

Sin embargo, ninguna de esas situaciones describe lo que ocurrió aquí. Sea o no cierto el cliché que dice que la Corte siempre tiene un ojo en los resultados electorales, el poder judicial no es lo mismo que un órgano legislativo y, de hecho, existe en parte para proteger los intereses de las minorías frente a cualquier mayoría.

Además, en este caso no hubo un escándalo del tipo de los «Papeles del Pentágono»: no se trató de un acusador filtrando noticias de mala conducta. Por el contrario, se trató de una decisión con la que el «filtrante» estaba de acuerdo y quería afianzar, o con la que no estaba de acuerdo, y quería detenerla.

Si esta práctica se convierte en la norma, cada decisión importante será una escaramuza entre los poderes del Estado, y entre la corte y la opinión pública. Y no solo eso, sino que también habrá contiendas entre figuras anónimas que intenten comandar a la opinión pública para influir en el proceso legal —un proceso que no debería ser influido por los datos de las encuestas o la movilización de los activistas, sino por el mandato constitucional, a fin de mantener la legitimidad pública—.

Esto es especialmente cierto cuando casi todas las instituciones de la vida estadounidense —desde el Congreso hasta las oficinas de salud pública, pasando por los Boy Scouts o las iglesias— están sometidas a la tensión de las crisis de credibilidad. Algunas de estas crisis tienen su origen en una mentalidad de «quemarlo todo» en este momento, pero muchas de ellas se basan en los errores de estas mismas instituciones.

La tentación en este momento sería separar la opinión de estas otras cuestiones de estabilidad institucional. Al fin y al cabo, parecen ser dos cuestiones diferentes. Uno puede apoyar u oponerse al resultado de la decisión en sí y tener una opinión exactamente opuesta sobre el caos que rodea la filtración de información.

Y, sin embargo, las cuestiones no están tan separadas en realidad. Aunque no sabemos quién filtró el dictamen antes de tiempo —o por qué lo hizo—, sí sabemos que detrás de la filtración hubo una pérdida de confianza. El secretario(a), empleado(a) de la corte o —mucho menos probable— juez(a) que lo hizo no confiaba en que los jueces dictaran una sentencia basada en su deliberación sobre la Constitución. Eso, o no confiaba en que el público aceptara esta sentencia. De hecho, el propio caso Roe fue una respuesta a una especie de pérdida de confianza.

Los que apoyan el aborto legal dirían que la sentencia Roe colocó la confianza en las mujeres para tomar estas decisiones. Los que nos oponemos al aborto legal diríamos que la Corte del caso Roe no confiaba en que la gente pudiera persuadirse mediante el proceso político de establecer la política correcta. Así que eludieron ese proceso con una intrincada normativa sobre el aborto basada en la etapa o el trimestre, prohibiendo el aborto solo al pasar un determinado momento del embarazo. Y más tarde, el concepto de «viabilidad» surgió de algún modo de la Decimocuarta Enmienda de la Constitución.

Aún más importante es que el aborto mismo es la señal de una peligrosa pérdida de confianza. La relación entre madre e hijo —especialmente durante el embarazo, el momento de mayor vulnerabilidad para ambos— se rompe de tajo por la violencia ejercida contra uno o ambos.

Además, la razón por la que el aborto existe siquiera es la pérdida del tipo de confianza social que le permitiría a las comunidades, los gobiernos y los organismos religiosos cuidar de las mujeres en crisis y de los niños, nacidos o no. Todos estos grupos necesitan ser, como escribió mi amigo Michael Gerson hace 20 años, «protegidos en la ley y acogidos en la vida».

Un bebé depende de la confianza de su madre, es decir, en la seguridad de un vínculo seguro desde el vientre materno. Una madre depende de la confianza de su comunidad —idealmente, del padre y de su familia extendida—. Pero también depende de quienes reconocen las responsabilidades comunitarias de cuidar de ella y de su hijo. Esto no solo ocurre en las mejores circunstancias, sino también en los casos que la iglesia del primer siglo llamaba «viudas y huérfanos en aflicciones» (Santiago 1:27).

Una sociedad en la que la violencia es utilizada como solución a los embarazos en situaciones de crisis es una sociedad que ha perdido la confianza y la credibilidad. Y una nación que se queda con la duda de si la Suprema Corte se ha pronunciado o no sobre la cuestión más controvertida del último siglo —todo porque no sabemos si creerle o no a un personaje anónimo—, también indica una crisis de confianza y credibilidad.

Si, de hecho, se anula Roe, los que estamos a favor de la vida debemos trabajar para convencer a nuestro prójimo de que podemos y queremos amar y proteger tanto a las madres como a los niños. Pero sea cual sea el resultado, la Suprema Corte debe trabajar para reconstruir la credibilidad necesaria para llegar a ser vista como algo más que otra institución que se tambalea entre otras tantas que han caído.

En ausencia de confianza, lo único que queda es el poder; y ese camino es el que nos ha llevado a la cultura del aborto. Y es el pasado el que nos ha llevado a este momento de cinismo: la incapacidad de creer siquiera en lo que nuestros líderes han hecho o dicho, y mucho menos de confiar en sus motivos.

Así que, al final, el aborto y la confianza institucional no son realmente dos cuestiones distintas.

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Review

No sobreestimes las recompensas de la fidelidad sexual. Tampoco las subestimes.

Las falsas promesas de la cultura de la pureza no deberían eclipsar las promesas de Dios.

Christianity Today April 29, 2022
Tom Pumford / Unsplash

En su libro clásico titulado Orthodoxy [Ortodoxia], G.K. Chesterton describió la sorprendente e incluso subversiva naturaleza de la verdad: «Cada que sentimos que hay algo raro en la teología cristiana, encontramos que generalmente hay algo raro en la verdad».

Él ofreció como ilustración el ejemplo del celibato: «Es verdad», escribió Chesterton, «que a lo largo de su historia, la iglesia ha enfatizado al mismo tiempo el celibato y la familia; a la vez… ha abogado tenazmente por tener niños y por no tenerlos. Ha mantenido ambos lado a lado como dos colores fuertes, rojo y blanco…. [La Iglesia] siempre ha tenido un intenso odio por el rosa».

Las palabras de Chesterton sirven para enmarcar el útil efoque de Rachel Joy Welcher en su libro más reciente, Talking Back to Purity Culture: Rediscovering Faithful Christian Sexuality [Una respuesta a la cultura de la pureza: El redescubrimiento de la sexualidad cristiana fiel]. Welcher registra la crítica sustancial contra el movimiento evangélico que llevó tarjetas de promesa, libros y reuniones masivas a los jóvenes americanos enloquecidos con el sexo. Pero ella no deconstruye dos mil años de enseñanza ortodoxa sobre la sexualidad cristiana. La pureza sexual importa, si bien no en la forma exacta en que la cultura de la pureza la definió. «Como ocurre con la mayoría de las respuestas sinceras y humanas», escribe Welcher, «no acertamos en todo».

Buenas intenciones y errores infames

Welcher, una hija de pastor, era una estudiante de preparatoria en 1997, cuando el libro de Joshua Harris I Kissed Dating Goodbye [Le dije adiós a las citas amorosas] «capturó la atención del mundo evangélico e inspiró innumerables libros sobre las relaciones de noviazgo y la pureza sexual», escribe. Ella nos sitúa en el contexto del movimiento, recordando a los lectores que la cultura de la pureza se gestó en un periodo en el que los embarazos adolescentes y las ETS estaban a la alza. Dadas las condiciones culturales de la época (y lo que ella llama «el viejo problema de la inmoralidad»), Welcher cree que la iglesia tenía razones de sobra para buscar formas de afirmar los benificios del matrimonio y lo bueno del sexo dentro de él. «Practicar la pureza», escribe ella, «es una forma de adoración».

A diferencia de muchos otros críticos de la cultura de la pureza —escritores del estilo de Linda Kay Klein y Nadie Bolz-Weber—, Welcher no propone reemplazar los entendimientos históricos de la fidelidad sexual. El sexo extramatrimonial no es un acto de «libertad» sin importancia o una expresión auténtica del «amor». El sexo está destinado para la gloria de Dios. Como un profeta de tiempos bíblicos, Welcher nos advierte: «Amados, no sean engañados por… el evangelio del yo». Ella se rehúsa a gritar «paz» ante el desastre inminente. Es posible pecar sexualmente —y sufrir por ese pecado— y Welcher tiene toda la intención de enseñar a sus propios hijos estas verdades.

Lo que se rehúsa a decirles es que «la virginidad los hace puros».

Sin importar qué tan buenas fueron las intenciones de la cultura de la pureza, también fue culpable de errores muy infames. Hizo de la pureza cristiana una función de la historia sexual y del comportamiento de las personas, no en un renacimiento espiritual. Cargó a las mujeres con la responsabilidad de la lujuria masculina y le falló a las víctimas de abuso sexual. Además, hizo promesas de un matrimonio feliz, hijos y sexo maravilloso para cada persona que prometiera esperar y lo cumpliera.

La historia personal de Welcher es de singular ayuda aquí, pues ella cumplió todas las reglas que estableció la cultura de la pureza,y no obtuvo el resultado esperado. Reservó su primer beso para el hombre que sería su esposo, pero la pareja no vivió feliz para siempre. A los pocos años su esposo abandonó la fe y a su matrimonio, dejándola con los pagarés de la cultura de la pureza a los 30 años, sin virginidad que ofrecer a otro marido. Welcher se dió cuenta que la cultura de la pureza había elevado una expresión temporal (aunque importante), es decir, el llamado a la fidelidad sexual (esperar hasta el matrimonio), por encima del llamado de toda la vida al autocontrol en materia sexual, un llamamiento que obliga a todos los cristianos, casados y no casados, jóvenes y mayores, atraídos por el sexo opuesto o por el mismo. «Somos llamados», escribe Welcher, «a buscar la pureza hasta el día de nuestra muerte o en el que Cristo regrese, lo que suceda primero».

Esta es la crítica más aleccionadora de Welcher: que la cultura de la pureza abstrajo la pureza sexual de una conversación más amplia sobre el discipulado. Pasó por alto ofrecer «una teología de la persona completa», una que nos enseñara a ofrecer cada centímetro de nuestras vidas a Dios. Si hay un mejor camino adelante, dice Welcher, será por medio de una conversación más robusta (y mucho más regular): una conversación informada por las Escrituras y guiada por menos reglas (aunque estas importan). Se necesita una conversación que haga espacio «para la pareja que se casó a los veinte, para el padre de tres que está divorciado y para el adolescente que se siente atraído por personas del mismo sexo».

Ella argumenta que la meta nunca es «fariseos castos» sino «discípulos imperfectos».

‘Promesas de recompensa sin rubor’

Creo que Welcher ha puesto el dedo exactamente en los problemas de la cultura de la pureza (muchos de los cuales no tengo espacio para mencionar aquí) y ha sugerido correctamente que la conversación sobre la fidelidad sexual sea una conversación para todos y cada uno en cada etapa de sus vidas.

El testimonio fiel de la iglesia de hoy es un contrapeso tan audaz a la ética sexual imperante en nuestra cultura como lo fue en los primeros siglos de la Iglesia. Nuestro testimonio sexual (o martirio, como la palabra griega original puede ser traducida) no se trata solo de esperar a tener sexo hasta el matrimonio, o de afirmar que el matrimonio es una pacto solo entre un hombre y una mujer. Nuestra «otredad» sexual radical debería ser evidente al honrar nuestras promesas de matrimonio; al invitar a los solteros a nuestros hogares y familias, haciendo así del celibato un llamado mucho menos solitario; al afirmar lo perfecto de la encarnación de la expresión sexual y rechazamos cualquier expresión sexual incorpórea, incluso mientras decimos junto con Welcher: «el sexo no es necesario para una vida abundante y que honra a Dios». Hay múltiples maneras en las que la iglesia puede preguntar: ¿cómo seguimos radicalmente el camino estrecho de Cristo, incluso si va en contra de nuestros deseos sexuales y afrenta los compromisos sexuales de nuestra cultura?

Es de gran importancia resaltar que la conversación sobre la pureza sexual requiere que se hable fielmente sobre la naturaleza de la obediencia: que tiene costos reales y recompensas reales. Y si hay algo que me hubiera gustado que Welcher resaltara aún más, es esto. Claro, ella quiere iluminar la infiltración del evangelio de la prosperidad en las enseñanzas de la cultura de la pureza. Muchos en el movimiento, incluida Welcher, entendieron que el compromiso por esperar al amor verdadero reconocía que necesariamente había un amor verdadero esperándole. ¡Primero viene el amor, luego el casamiento, luego el bebé! Pero estas no son promesas que deberíamos hacer o creer en este mundo roto y herido en el que los esposos se van, la infertilidad persiste, o la enfermedad y la muerte amenazan con terminar cada momento de felicidad. No podemos esperar tenerlo todo en este mundo.

«Nos hemos acostumbrado a buscar satisfacción para cada pequeño deseo y a pasar las necesidades a largo plazo en nuestros términos», nos advierte Welcher. Tiene razón y aún así: no podemos moderar ninguna de las promesas para la gente de Dios en las Escrituras. Para regresar a Chesterton, hemos sido advertidos de «el desvío silencioso de la exactitud por una pulgada». Como explica C. S. Lewis en The Weight of Glory [El peso de la gloria], Jesús solía hacer «promesas de recompensa sin rubor». El cristianismo no es una vida que se caracteriza por sonreír mientras soportamos, como si siempre eligiéramos lo difícil en lugar de lo satisfactorio; tampoco es un asunto mercenario, como si tuviéramos que disculparnos por querer las bendiciones que ofrece el cristianismo. La pérdida de nuestras vidas en nombre de Cristo no es, en última instancia, una pérdida. Es ganancia. De alguna manera, tenemos que entender lo que Cristo quiere decir cuando le dice a su pueblo que mientras el ladrón viene a robar, matar y destruir, Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Juan 10:10).

Esto no quiere decir que seguir a Cristo no tenga ningún costo, ni que haya que sufrir una muerte real. Pero sí quiere decir que el cristianismo es algo más que masoquismo, que podría ser incluso y paradójicamente, el compromiso más interesado que hagamos jamás.

Jen Pollock Michel es autora de Surprised by Paradox: The Promise of “And” in an Either-Or World. Ella, su esposo y sus cinco hijos viven en Toronto.

Traducción por Hilda Moreno Bonilla.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

El primer protestante mexicano se enamoró de la Biblia

Cómo Ambrosio Gonzales tuvo un encuentro con la Palabra de Dios y abrió el camino para futuros conversos latinos.

Christian History April 29, 2022
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Envato

Esta es una versión corregida de la traducción publicada en febrero de 2019.

Durante siglos, la iglesia católica fue la única presencia religiosa en las colonias españolas. En las colonias británicas, que luego se convertirían en Estados Unidos, los líderes protestantes priorizaron la evangelización de los colonos, y consideraron que su trabajo sería inútil entre los mexicanos. De hecho, pasaron casi cien años después de la fundación de los EE. UU. para que el protestantismo ganara un punto de apoyo y su primer converso en lo que hoy es Nuevo México. Como explicó el misionero metodista del siglo XIX Thomas Harwood:

Nuevo México debe recibir el crédito por comenzar la obra misionera [protestante mexicana] antes que nadie más. Revisemos… El primer sermón [protestante] que fue predicado en español, especialmente en América del Norte o del Sur, ocurrió en Nuevo México. El primer bautizo [protestante] tuvo lugar en Nuevo México. El primer edificio de la iglesia metodista fundado dentro de la obra en idioma español está en Nuevo México. El primer mártir murió en Nuevo México. El primer converso mexicano [protestante], Don Ambrosio Gonzales, se encontraba en Nuevo México.

Aunque se conocen pocos detalles sobre la vida de Ambrosio Gonzales, Harwood lo conoció personalmente. Su obra publicada en dos volúmenes, History of New Mexico Spanish and English Missions [Historia de las misiones inglesas y españolas en Nuevo México], cubre las décadas entre 1850 y 1910, y retrata a un hombre que fue radicalmente transformado por el poder del evangelio y que pasó su vida tratando de ayudar a su comunidad a conocer al Señor de la forma en que él lo hizo. Aunque no tenía ninguna formación teológica formal, la vibrante fe de Gonzales y su profundo interés por la Biblia lo llevaron a tener un impacto en Peralta, Nuevo México y sus comunidades aledañas. De esta manera, abrió un camino para que otros hombres y mujeres mexicanos siguieran sus pasos de fe.

El desorden político del suroeste

La conversión de Ambrosio puede ser entendida mejor cuando consideramos el contexto de las tensiones geopolíticas de mediados del siglo XIX que asolaban lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos. En 1821, México se independizó de España, y el nuevo país se extendía hasta lo que hoy es la frontera norte de los estados de California, Nevada, Utah y Colorado, con el océano Pacífico como su frontera occidental y Texas como su frontera oriental.

Sin embargo, en 1836 Texas declaró su independencia de México. Menos de diez años después, en 1845, Estados Unidos anexó Texas. En respuesta, esta acción provocó una guerra entre México y Estados Unidos. Cuando Estados Unidos ganó la guerra y superó militarmente a México, lo obligó a ceder lo que hoy es Utah, Nevada, Nuevo México, Arizona y California. De un día para otro, alrededor de 100 000 mexicanos cuyas familias habían vivido en estas tierras durante generaciones, que hablaban español y se identificaban como católicos, ahora eran «extranjeros» en sus propios hogares.

Aproximadamente una década después de que México declarara su independencia de España, algunos misioneros protestantes estadounidenses, como el ministro presbiteriano Sumner Bacon, comenzaron a distribuir Biblias en español en México. Estas Biblias en español y los Nuevos Testamentos en español fueron producidos en grandes tiradas por la Sociedad Bíblica Americana para los esfuerzos evangelísticos que se estaban llevando a cabo en todo el país, según escribió el historiador Paul Barton en Hispanic Methodists, Presbyterians, and Baptists in Texas [Metodistas, presbiterianos y bautistas hispanos en Texas]. Sin embargo, Bacon y otros dieron testimonio de lo difícil que fue hacer obra misionera en México. Independientemente de las intenciones de los misioneros, muchos mexicanos consideraban que el idioma inglés, la fe protestante y la idea estadounidense del destino manifiesto estaban conectados de una forma inquietante. Por lo tanto, conservar su tierra nativa también significaba rechazar la fe protestante. La guerra entre México y Estados Unidos solo contribuyó aún más a afirmar estas creencias. Para que las familias mexicanas se convirtieran al protestantismo tendrían que alinearse con la fe de aquellos que habían tomado sus tierras a través de la conquista militar.

‘Un encanto para mí’

En 1850, la Sociedad Misionera de la Iglesia Metodista Episcopal envió a Enoch Nicholson y su familia desde Independence, Missouri, a Santa Fe, Nuevo México. Tres años después, Nicholson conoció a Ambrosio Gonzales en el pueblo de Peralta, una comunidad cien millas (160 km) al sur de Santa Fe. Luego de conocer a Gonzales, Nicholson le dio una Biblia. En una conversación con Harwood, Gonzales relató haber recibido este regalo que cambió su vida:

Fue la primera Biblia de cualquier tipo que había visto jamás… El libro fue un encanto para mí. Cuando los demás se fueron, me senté y leí el buen libro. Leí casi todo el libro de Génesis. Luego me dirigí al Nuevo Testamento y leí varios capítulos en San Juan. Uno de esos capítulos fue el catorce —«No se turbe su corazón, etc.»—. Para mí era un libro nuevo. Leí hasta que las gallinas anunciaron el alba. Me acosté en una sala en la misma habitación y pronto me quedé dormido. Cuando desperté, el sol brillaba a través de la ventana sobre mi rostro, pero el Sol de Justicia brillaba intensamente en mi alma. Desde ese día he sido cristiano y protestante.

Aunque Gonzales había pasado toda su vida en una nación cristiana, nunca se había topado con una copia escrita de las Escrituras. La Biblia cautivó sus papilas gustativas espirituales hasta el punto en que leyó todo el Libro de Génesis y otras porciones de las Escrituras en una sola noche. Desde ese día, Gonzales y su familia atesoraron todas las Escrituras, y la Biblia que Nicholson le dio llegó a ser conocida como la «Biblia de Peralta». Según Harwood, «ese fue el punto de partida de la obra protestante en Peralta, si no es que en todo el territorio».

En 1855, la iglesia metodista envió a Dallas Lore para observar la situación en Peralta, Nuevo México, y dar un informe de su condición, según relata el libro de 1904 Our Mexicans [Nuestros mexicanos], del misionero presbiteriano Robert Craig. En los tres años posteriores a la conversión de Gonzales, Lore vio que el converso no había mantenido su fe en secreto. De hecho, 14 conversos mexicanos, siete hombres y siete mujeres, se reunían en su casa. «No hay razón para dudar de su sinceridad. Tienen un buen hombre como líder, Ambrosio Gonzales, y hay mucho que esperar de ellos», escribió Lore en una carta. Antes de irse de Peralta, Lore los constituyó como iglesia y nombró a Gonzales como el líder.

Después de este reporte hay pocos detalles de la historia de lo sucedido en Peralta hasta que Harwood llegó a Nuevo México en 1869. Para el deleite de muchos, «el pequeño grupo de 14 había aumentado a 42, señaló el misionero». Harwood otorgó una licencia oficial a Gonzales en esa visita y testificó: «No encontré ninguna otra organización en ningún otro lugar de Nuevo México donde los mexicanos tuvieran servicios religiosos».

Un ministerio en crecimiento

Una de las primeras personas que abrazó el protestantismo bajo el ministerio de Gonzales fue Juan Chávez. Chávez era pobre pero conocido como «rico en la fe», incluso cuando fue perseguido por su fe en diferentes ocasiones, presumiblemente por sus vecinos católicos después de haber sido librado «de la esclavitud de Roma». Estaba postrado en cama y a punto de morir, cuando su familia oró por él y tomó la comunión con él. Les dijo a los que estaban junto a su cama: «Mi alma tiene perfecta paz». Una mujer en la habitación, al presenciar el intenso dolor que sufría, comentó: «Cómo desearía que tuvieras un buen médico», a lo que él respondió: «Mi médico está en el cielo». Chávez falleció a la mañana siguiente.

Ambrosio Gonzales y su esposa criaron en su hogar a una joven durante ocho años: Luisa Sedillo. Durante este tiempo, la criaron como protestante a pesar de que la familia de ella seguía siendo católica. Lamentablemente, Sedillo falleció cuando aún era joven. Al igual que con Chávez, la iglesia se reunió alrededor de su cama mientras estaba enferma para cantar y orar con ella. Las oraciones de la iglesia la hicieron sentir «mucho mejor». La iglesia en Peralta también cantó con ella el himno Engrandecido sea Dios (All Hail the Power of Jesus’ Name).

Jesús mi amo es el Rey,
No hay más rey que él
Sacad las diademas ya,
Y coronad a Él

La familia de la iglesia que estuvo con ella en sus últimos días dio testimonio de la vitalidad de las convicciones de Sedillo —una fe que fue nutrida en la casa de los Gonzales—.

Muchos dentro y fuera de Peralta veían a Gonzales como un líder y pastor espiritual. Viajaba a las aldeas de las montañas cercanas predicando el evangelio y realizando diversos deberes pastorales. Una familia que vivía a un día de viaje de Peralta le contó a Hardwood cómo Gonzales había bautizado a algunos de sus hijos. En otra ocasión, Gonzales viajó con un misionero metodista a la aldea de Tijeras. Allí encontraron a una mujer que había sido católica por 50 años, pero que recientemente se había convertido al protestantismo después de visitar a sus amigos en Peralta. Allí escuchó «la lectura de las Escrituras y la explicación del camino a la salvación y, bajo el poder de la Palabra de Dios, el prejuicio que había tenido a lo largo de su vida [contra la fe protestante] cedió, y se convirtió a Cristo».

Estas historias de conversión no ocurrieron sin oposición, principalmente por parte de los católicos romanos. Muchos protestantes recibieron amenazas, fueron atacados con piedras, recibieron disparos de armas de fuego e incluso algunos fueron asesinados. La obra de Harwood relata al menos nueve incidentes diferentes de persecución antiprotestante en Nuevo México desde 1875 hasta 1891.

Gonzales murió en su hogar en Peralta en 1884 a la edad de 72 años. Guió a docenas de personas a poner su fe en Jesús, predicó muchos sermones y fue perseguido por sus creencias. Al igual que aquellos a quienes inspiró, la fe de Gonzales se mantuvo firme hasta el final. En 1908, Harwood, quien confirmó la afirmación de Gonzales de que él fue el primer converso protestante, reflexionó sobre su vida: «El hermano Ambrosio falleció hace mucho tiempo. Pero él siempre fue un cristiano decidido».

La iglesia latina hoy

Ambrosio Gonzales se encontró cara a cara con el Dios de la Biblia cuando leyó las Escrituras. La nueva vida que experimentó en Cristo se convirtió en el mensaje que predicó. A pesar de que carecía de una educación teológica formal, Gonzales plantó y fue pastor de una iglesia en Peralta, y fue testigo del crecimiento de la iglesia de 1 a 42 creyentes durante un periodo de 18 años. Para el año 1900, Nuevo México tenía al menos 87 iglesias establecidas con un total de 2487 miembros. De hecho, en «1900 había 5572 miembros activos en 149 congregaciones latinas en Texas, Nuevo México, Colorado, Arizona y California», según escribió Juan Francisco Martínez en Origins of Protestantism Among Latinos in the Southwestern United States (1836–1900) [Los orígenes del protestantismo entre latinos en el suroeste de Estados Unidos (1836–1900)].

La iglesia latina en Estados Unidos continúa siendo una iglesia en crecimiento con aproximadamente 7.5 millones de personas que se identifican como evangélicos o protestantes. Los protestantes hispanos de hoy en día no solo tienen ascendencia mexicana sino también caribeña, centroamericana y sudamericana.

La conversión de Ambrosio Gonzales del catolicismo a la fe protestante sigue siendo una experiencia común para muchos latinos. En Los Protestantes, Juan Francisco Martínez describe cómo los católicos hispanos se convierten al protestantismo hoy en día, de los cuales más del 80 % lo hacen porque están buscando una «experiencia más directa y personal con Dios», según estudios realizados en 2003 y 2007 por el Centro Hispano Pew. Si bien esta experiencia personal abarca una variedad de expresiones religiosas, una que siempre tiene un papel clave es la lectura de la Biblia. Así como la vida de Ambrosio fue transformada al leer la Biblia, el historiador y teólogo de la iglesia cubanoamericano Justo L. González observa un fenómeno similar es su libro Mañana:

El gran interés por el protestantismo se basaba en las mismas Escrituras que la Iglesia Católica nos había enseñado a respetar, pero no a leer. Para muchos hispanos, tanto en Estados Unidos como en América Latina, la experiencia de escuchar la Palabra por primera vez y poder estudiarla de una manera nueva fue revolucionaria y liberadora. Después de esto, ya no podían entender cómo alguien podía permanecer vinculado a una iglesia que prohibía o desalentaba la lectura de las Escrituras, y hacían todo lo posible para que otros hispanos pudieran darse cuenta de esta verdad.

La iglesia protestante latina en Estados Unidos está creciendo, con un rico legado que necesita ser explorado en mayor profundidad. Hay muchas más historias como la de Ambrosio que todavía no se han contado. De hecho, hay más historias como esta que todavía no han sucedido. A medida que el evangelio continúa difundiéndose entre los hispanos en Estados Unidos, hombres y mujeres de diversos orígenes latinos continuarán acudiendo a la salvación por la fe en Jesús y dirán, como lo hizo Ambrosio Gonzales, «el Sol de Justicia brilló intensamente en mi alma».

Eric Rivera (PhD, Trinity Evangelical Divinity School) es el pastor principal de The Brook en Chicago y el autor de Christ Is Yours: The Assurance of Salvation in the Puritan Theology of William Gouge (Lexham, 2019). Él y su esposa, Erikah, también son conferencistas en los retiros «Weekend to Remember» de FamilyLife.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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