La Navidad es alegría para los quebrantados de corazón

Gracias a Jesús, aun los afligidos tenemos esperanza.

Christianity Today December 23, 2022
Ilustración por Christianity Today / Source Images: Unsplash

La Navidad siempre ha sido el día más especial del año para mi familia.

Disfrutamos del Año Nuevo, la Pascua, el Día de Acción de Gracias y otras fiestas que se nos presentan a medida que pasamos las páginas del calendario. Pero la Navidad siempre ha tenido algo especial, con sus celebraciones bien establecidas, sus prácticas llenas de fe y las tradiciones que hemos adoptado.

Sin embargo, hace poco aprendimos una difícil lección: que los días más especiales también pueden ser los más dolorosos y que las penas a menudo se amplifican en épocas festivas.

Hace solo dos años, mi hijo Nick nos fue arrebatado inesperadamente. Era un estudiante universitario que progresaba adecuadamente en sus estudios, un prometido que esperaba con ilusión su próxima boda, un hijo fiel y un hermano cariñoso. Pero entonces, en un instante, nos fue arrebatado y nuestro mundo se hizo añicos.

No pasa un solo día sin que él esté en nuestros corazones y en nuestras mentes. No pasa un día sin que lo echemos de menos y le lloremos profundamente. No pasa un día sin que anhelemos oír su voz y ver su sonrisa.

Y a medida que se acerca este día tan especial, sentimos que ese anhelo crece y ese dolor se hace más profundo, porque sabemos que en Navidad sentiremos aún más su ausencia. Será imposible ignorarlo o pasarlo por alto, pues habrá menos regalos bajo el árbol, una silla menos alrededor de la mesa y una bota navideña ausente frente a la chimenea. Sabemos que, de todos los días, este será el que más echaremos de menos.

Esta Navidad cae en domingo y, por supuesto, nos reuniremos con el resto de nuestra iglesia para celebrar el día con un servicio de culto, cantos, oraciones, escrituras y predicaciones. ¿Cómo podríamos celebrar mejor la Navidad que así? Mi hija mayor y su marido estarán en la ciudad y se unirán a nosotros. Mi hija menor también estará con nosotros.

¡Qué no daríamos por adorar juntos como una familia entera, intacta y reunida! ¡Qué no daríamos por pasar esta Navidad como hemos pasado tantas otras, con todos sentados cantando y maravillándonos juntos del prodigio del día y de todo lo que representa!

Pero, a pesar de todo esto, no carecemos de esperanza ni de alegría. Aunque sabemos que la Navidad será un día de tristeza, también estamos convencidos de que será un día de felicidad. Debe ser un día de felicidad, pues, ¿cómo podríamos no estar alegres en Navidad?

Si la Navidad fuera solo una ocasión para que nuestra familia se reúna y nos disfrutemos unos a otros, entonces podríamos perder toda esperanza. Pero es mucho más que eso. La Navidad conmemora un acontecimiento histórico de enorme importancia: no solo el nacimiento de un niño, sino el advenimiento de nuestra esperanza.

Es en Navidad cuando recordamos a Jesucristo y la narración de su nacimiento: un bebé nacido de una joven desconocida, en un oscuro pueblecito de una oscura provincia del poderoso Imperio romano. Y, sin embargo, toda esa oscuridad no puede desmentir el hecho de que este niño era especial, pues era el propio Hijo de Dios.

Hay mucho en la fe cristiana que es único, pero seguramente nada es más único que esto: que Dios entró en el mundo y se convirtió en un ser humano de carne y hueso. Hablamos a menudo y con razón de que Jesús murió en una cruz. Profesamos que mediante su muerte salvó a su pueblo, y mediante su resurrección promete un futuro en el que todo mal será reparado y todo dolor será consolado.

Pero para que Jesús muriera tuvo que vivir, y para que Jesús viviera tuvo que nacer.

Deberíamos detenernos a considerar a uno de los oscuros personajes de los primeros años de la vida de Cristo y que a menudo pasamos por alto. Simeón era un anciano, descrito en la Biblia como justo y devoto. El niño Jesús fue llevado a Jerusalén, y allí lo vio Simeón y supo que aquel niño era el Salvador.

Tomando al niño en sus brazos, dijo: «Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos…» (Lucas 2:29-31, NVI).

Ahora que Simeón había visto a Jesús —lo había visto con sus ojos y lo había tenido en sus brazos—, estaba dispuesto a partir y morir en paz.

Y ahora que hemos visto a Jesús —lo hemos visto con los ojos de la fe y lo hemos tenido en nuestros corazones— estamos preparados para vivir y preparados para morir; preparados para soportar y preparados para partir. Las palabras de Simeón son nuestras palabras y su confianza es nuestra confianza.

Si nosotros tenemos esperanza como familia, es una esperanza arraigada y cimentada en la Navidad. Si tenemos esperanza en que nuestro interrumpido círculo familiar será reparado y restaurado, nuestra esperanza comienza con el nacimiento de Jesucristo. Si tenemos la esperanza de que llegará un día en que se aliviarán todas nuestras penas y se secarán todas nuestras lágrimas, es la misma esperanza que amanece en la mañana de Navidad, celebrando el día en que Jesús nació para salvar este mundo.

Por eso, aunque lloremos en Navidad, no lloramos sin esperanza (1 Tesalonicenses 4:13). Aunque lloremos, no lloramos sin consuelo. Aunque sea un día de tristeza, también es un día de alegría, porque la Navidad es justo lo que necesitamos en nuestros momentos más difíciles y en nuestros días más oscuros.

La Navidad es alegría para los corazones rotos. En Navidad, los rayos de luz atravesaron por primera vez la oscuridad, cuando la esperanza amaneció tras una noche larga e insoportable: la mañana en que nació Jesús.

Tim Challies vive con su familia en los suburbios de Toronto y tiene un blog diario en Challies.com. Es autor de Seasons of Sorrow: The Pain of Loss and the Comfort of God.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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En espera de Jesús: lecciones de Simeón y Ana

Los ancianos héroes del adviento esperaron décadas por la redención. Esto es lo que podemos aprender de ellos.

El cántico de alabanza de Simeón por Arent de Gelder.

El cántico de alabanza de Simeón por Arent de Gelder.

Christianity Today December 23, 2022
WikiMedia Commons

En un reciente artículo del New York Times [enlaces en inglés], Jeremy Greene, de la Universidad John Hopkins, resume el impacto físico que los dos últimos años tuvieron en la sociedad. Dice: «Lo que estamos viviendo ahora es un nuevo ciclo de consternación colectiva».

Consternación colectiva. Hay un dolor universal que clama por el fin de nuestra aflicción actual (Romanos 8:22). El lamento de «¿Cuánto más, Señor?» resuena mientras atravesamos un segundo adviento marcado por la pandemia.

Sentir que he estado en espera crónica me ha llevado de regreso al tema bíblico de la redención: consuelo en el albor de la pérdida o la decepción. En las narrativas del nacimiento de Jesús nos encontramos con Simeón y Ana, quienes también «aguardaba[n] con esperanza la redención» (Lucas 2:25). Ellos tienen mucho que decirle a nuestro presente.

La redención viene a nosotros en nuestra impotencia

Dos cosas destacan en estos personajes. Lo primero es que ambos son gente excepcional. Las Escrituras describen a Simeón como un ser justo y devoto (Lucas 2:25). Lucas asigna un lugar a Ana entre los profetas (v. 36), lo que quiere decir sin más, como lo explica Dan Darling, que «ella tenía un don y no tenía miedo de declarar la palabra del Señor».

Una segunda observación, más terrenal, es que ambos eran muy mayores. Simeón sabía que su final en la tierra estaba cerca. Ana tenía 84 años, muchos más de la esperanza de vida de la época (v. 37).

Aunque pueda parecer que su edad sea algo fortuito, en realidad está destacando su excepcionalidad. A pesar de ser justos y dignos de admiración, ellos no podían alargar sus propios días. Ambos eran conscientes de su fragilidad y de su incapacidad para cambiarla.

En otras palabras, estaban llegando a su final, que es precisamente cuando Cristo aparece. Muy a menudo, la gracia aparece cuando ya no nos quedan recursos propios para suplir la necesidad.

Una crisis global tiene la capacidad de poner de manifiesto los límites humanos y su falta de control. Al igual que muchos durante los dos últimos años, yo también me agoté mientras intentaba «entender» y crear estrategias para salir adelante, todo con un mínimo efecto. Aceptar la impotencia del momento ha dejado más espacio para ver la mano de Dios en ello.

La redención consiste en dar la bienvenida al cambio

Lucas presenta a Simeón con una palabra que normalmente se traduce como «en espera» (prosdejomenos). Pero también se podría transmitir como «preparado para recibir». El término expresa la disposición a dar la bienvenida.

Ese énfasis transforma el concepto de espera y pasa de ser una resistencia insoportable a ser una anticipación activa. Simeón contaba los días para que Dios revelase lo que le había prometido personalmente.

Del mismo modo, Ana se había plantado en la presencia de Dios durante décadas, convirtiendo el duelo de una joven viuda en una oración que duró una vida entera. Esperar en el Señor se convirtió en su práctica diaria. Ann Voskamp escribió una vez: «Esta espera en Dios es el verdadero trabajo del pueblo de Dios».

Mi propia espera a menudo se siente más como impaciencia e irritación. Aprieto los dientes e intento aguantar hasta que supero aquello que parezca ser la prueba del momento. Quiero salir, no dar la bienvenida.

¿Cómo sería pasar a una mentalidad en la que estemos dispuestos a recibir antes que a escapar? La dificultad parece diferente a través de los lentes de la curiosidad y de la bienvenida. Podemos adoptar la perspectiva de George MacDonald y decir: «Venga pues la aflicción, si es la voluntad de mi Padre, y que sea mi molesta amiga».

El propio nombre de Simeón nos da una pista de cómo hacerlo, porque viene de una palabra que significa «escuchar inteligentemente». Yo tengo mucha más práctica en escuchar con miedo. O enfadado. O sin ganas. Simeón, por otro lado, es retratado como un alguien que escuchaba deliberadamente al Espíritu de Dios. Se nos dice que el Espíritu Santo estaba con él (v. 25), que el Espíritu Santo le revelaba cosas (v. 26) y que el Espíritu Santo lo movía (v. 27).

Escuchar inteligentemente significaba que Simeón discernía la diferencia entre sus propios impulsos y la guía de Dios. Significaba estar dispuesto a asumir los mensajes difíciles y no solo lo que quería escuchar. Y significaba dar un paso en obediencia y actuar con base en lo que había escuchado.

La redención sobrepasa nuestras expectativas

El resultado de la escucha de Simeón es una de las escenas más tiernas de las Escrituras: Simeón entra al templo para descubrir a María y José con su recién nacido. Entonces toma en brazos al bebé Jesús (v. 28). Él tiene la distinción de ser la única persona en la Biblia de la que se dice explícitamente que tomó a Cristo niño en sus brazos.

Al hacer esto, proporcionó una imagen impactante no solo de haber conocido a Jesús, sino de haberlo recibido en sí mismo. Cuando Simeón miró a los ojos nuevos del anciano de Días, para él Cristo pasó de ser «Dios con nosotros» a ser «Dios conmigo». El consuelo no tiene un significado real hasta que la verdad general se enfrenta a dimensiones personales y concretas.

Aparentemente, no cambió nada en la vida de Simeón, aunque él le dijo a Dios que ya podía morir en paz (Lucas 2:29). Su inquietud interna había sido calmada por Cristo, y su alma descansaba. Simeón sabía que la redención de Israel no era un suceso o un cambio, sino una persona.

Ana respondió a Jesús en gran medida igual que Simeón. Su mera existencia era la única evidencia que ella necesitaba para reconocer la mano redentora de Dios. Cristo —un bebé que todavía no sabía ni andar— se convirtió en el foco de atención de su alabanza.

Ponemos nuestra esperanza en las respuestas más que en aquel que responde. Podemos orar teniendo en mente respuestas muy específicas y únicas, y podemos pensar que solo eso aceptaremos como respuesta adecuada de parte de Dios. Cuando Él no responde según nuestras estrechas directrices, nos desesperamos. Mientras tanto, Cristo se acerca a nuestra aflicción sin hablar, como un bebé, envuelto de una forma que no esperábamos.

La iglesia que pastoreo se reunía en una escuela secundaria antes de la pandemia. Debido al confinamiento, de repente nos encontramos con que éramos una congregación sin hogar. Y siguió siendo así durante 18 meses. Regresar a los servicios en persona el otoño pasado fue como empezar de nuevo. Los números siguen siendo bajos. Y nuestras capacidades se encuentran limitadas. Las tradiciones navideñas se han reducido.

Pero estamos aprendiendo a estar presentes en esta pequeñez, preparados para recibir. Y abrazamos la vulnerabilidad. A fin de cuentas, Cristo se ha dado a conocer de maneras inesperadas a través de las mismas limitaciones que nosotros nos esforzábamos por superar. Resulta que un bebé no solo es pequeño: también es precioso y maravilloso.

La redención crece al compartirla.

Ana insistió en hablar de Jesús a todo aquel esperaba la redención (v. 38). De nuevo, Lucas regresa a la palabra prosdejomenos. Las innumerables multitudes a las que Ana habla de Jesús están marcadas por esa misma disposición a recibir.

Ana no veía a Jesús como una revelación secreta exclusivamente para ella. Nada de tacañería posesiva, nada de mentalidad de escasez. Como ocurrió en la alimentación de los cinco mil, el evangelio siempre se multiplica para saciar a las multitudes hambrientas e incluso deja sobras. Se supone que el consuelo de Dios va a alcanzar incluso a los de fuera.

Ana no esperó a ver cómo se desarrollaba la vida de Cristo antes de esparcir la palabra. Ella no esperó a ver primero cómo iban las cosas. Y el hecho mismo de compartirlo expandió su propio gozo.

Todos somos parte de la audiencia de Ana. Todo el mundo busca que lo rescaten, que los males se resuelvan, que el sufrimiento se acabe en estos tiempos desconcertantes que nos asedian. Con alegría Ana nos señala a todos hacia el niño y repite el mensaje: Él lo es todo. Él es nuestra redención. Y no hay escasez en Él, y como dice Isaías 9:7, su paz cada vez mayor no tendrá fin.

Jeff Peabody es escritor y pastor de la Iglesia New Day en Federal Way, Washington.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Un rebaño de pastores

Una lectura de Adviento para el 23 de diciembre.

Lucas 2:8

Lucas 2:8

Christianity Today December 23, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 2:1–21

Cuando mi esposa Karin estaba en preescolar, hizo el papel de María en la puesta en escena del pesebre. Aunque era un plan adorable, para una niña de tres años la idea de tener animales vivos tan cerca resultó aterradora. Comenzó a llorar descontroladamente, y quiso salir de la escena. Para consolarla, su padre entró en el escenario y se recostó en el suelo entre ella y los animales, haciendo de barrera humana para que su hija se sintiera segura. Se cubrió totalmente de paja para que los visitantes del pesebre viviente no notaran que estaba allí.

Es una imagen sorprendente de la tarea del pastoreo. En Lucas 2 vemos que los pastores «pasaban la noche en el campo … para cuidar su rebaño», lo cual señala los peligros reales de la oscuridad. Era el momento en que los ladrones y los depredadores representaban una amenaza mayor. Así que los pastores se colocaban en medio del peligro, protegiendo a sus ovejas con sus propias vidas.

Sin embargo, en el relato del nacimiento de Jesús, los pastores también resultan ser ovejas. Esa primera Navidad, el Señor se reveló a sí mismo como el Buen Pastor de la historia, cuidando de los pastores como si fueran parte de su propio rebaño.

Piense en cómo toda esa atención que Dios presta a los pastores se parece a la forma en que David describe a Dios como un pastor en el Salmo 23. Dios suplió las necesidades de los pastores, una necesidad que quizá no hubieran expresado. Aquietó sus almas por medio de las palabras del ángel: «No tengan miedo». Les condujo por caminos de justicia justo hasta el pesebre. Les mostró que estaba con ellos de la manera más humilde y cercana: como un bebé en un pesebre. Restauró sus almas con un mensaje de esperanza y pertenencia: un mensaje que resultó ser exactamente «como les habían contado». Él llenó su copa a rebosar «por lo que habían visto y oído». No solo suplió sus necesidades, también ungió sus cabezas con perfume de alegría. Les mostró la bondad y la misericordia que sin duda los seguirían el resto de sus vidas.

Yo necesito esta clase de cuidados. Como pastor, me siento agradecido por este recordatorio de que los pastores también son parte del rebaño. Estoy agradecido por un Salvador que conoce tan bien a sus asustadizas ovejas al punto que deja su vida ahí mismo, sobre el heno, colocándose entre nosotros y cualquier peligro.

Estoy agradecido porque, cuando nuestras almas ansiosas necesitan ser cuidadas y protegidas, el Señor sigue hablando palabras de paz sobre la tierra en la voz reconocible de nuestro Buen Pastor. Realmente son buenas nuevas de gran gozo para toda la humanidad.

J. D. Peabody es pastor de la Iglesia New Day en Federal Way, Washington, y es autor de Perfectly Suited: The Armor of God for the Anxious Mind.

Reflexione sobre Lucas 2:1–21.
Opcional: Lea también el Salmo 23 y Juan 10:2–4, 11, 14.


¿De qué manera ve el cuidado —y el carácter— de Dios en el relato de los pastores? ¿Qué enfatiza esto acerca de Jesús?

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El silencio de José

Una lectura de Adviento para el 22 de diciembre.

Mateo 1:25

Mateo 1:25

Christianity Today December 22, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Mateo 1:18–25

La fama que mejor puede reclamar José es por aquello que no era. Le conocemos como «el que no es el padre real» de Jesús. Mateo enfatiza lo poco que José tuvo que ver con el desarrollo de la historia de la redención, desde el embarazo de María hasta la ubicación del nacimiento de Cristo, pasando por los sucesos que condujeron al viaje de la familia a Egipto.

Las Escrituras también muestran a José como alguien visiblemente silencioso. No pronuncia ninguna palabra registrada. Como resultado, a menudo pasamos por alto a José o lo convertimos en sujeto de conjeturas. Queremos saber más. No obstante, quizá la no contribución de José es precisamente lo que Dios quería que recordáramos.

El rol más importante de este hombre es, aparentemente, que carece de rol alguno. Su reducida participación encapsula un principio central del evangelio: la salvación le pertenece solo a Dios. La historia de José nos recuerda que no somos nosotros los que orquestamos nuestro propio rescate. El ángel no le dijo a José: «Esto es lo que Dios quiere, así que anda y hazlo». En esencia, lo que dijo fue: «Esto es lo que Dios ha hecho que sucediera, y así es como se ha de recibir esta verdad».

Sería comprensible que José se sintiera resentido porque la vida no se desarrolló como él esperaba. Sin embargo, en vez de centrarse en todo lo que se le pidió que entregase, José dejó espacio para una realidad mayor: este niño era el Prometido, la clave para la redención de Dios de toda la humanidad. Y si el nacimiento de Jesús era en verdad buenas nuevas para todo el mundo, eso le incluía a él. El gran plan para la humanidad también significaba salvación personal para él.

Vale la pena señalar que el silencio de José se rompe con una sola palabra. No se lo cita directamente, sino que se nos dice que él habló, y la palabra fue Jesús. Fue José el que tuvo el honor de darle al niño un nombre que significa «Dios salva».

Mateo enlaza este nombre con el texto de Isaías que identifica al Mesías como Emanuel, Dios con nosotros. Jesús y Emanuel son básicamente nombres intercambiables: la presencia de Dios hace posible nuestra salvación, y nuestra salvación nos permite permanecer en su presencia.

Para José, otorgar este nombre significaba más que seguir las órdenes del ángel. Era una declaración. El hombre sin palabras anuncia a gran voz. En su desesperanza, cuando su mundo fue puesto de cabeza, la respuesta de José fue Jesús. Dios salva.

A medida que fueron sucediendo cosas sobre las que tenía poco control, José pudo personalizar las palabras del profeta: Emanuel. Dios está conmigo. Y cuando pronto enfrentó tal peligro que él y su familia tuvieron que huir para salvar sus vidas, José llevó la verdad en brazos. Jesús. Dios salva. Emanuel. Dios va con nosotros.

Aunque el espacio que se le dedica a José en la narración es pequeño, quizá eso sea una buena señal. En José podemos ver nuestra pequeñez y recordar que la salvación pertenece al Salvador, quien está con nosotros hasta el final.

J. D. Peabody es pastor de la Iglesia New Day en Federal Way, Washington, y es autor de Perfectly Suited: The Armor of God for the Anxious Mind.

Reflexione sobre Mateo 1:18–25.


¿De qué modo el acto de José de poner nombre a Jesús le interpela a usted? ¿Qué cree que significó este nombre para José mientras cuidaba al bebé Jesús?

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Dios de misericordia y poder

Una lectura de Adviento para el 21 de diciembre.

Lucas 1:68

Lucas 1:68

Christianity Today December 21, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 1:57–80

Los humanos no manejamos muy bien la tensión entre la misericordia y el poder. Los que obtienen poder a menudo lo disfrutan y tienden a querer más, mientras que aquellos que son compasivos suelen entregar el poder (o les es arrebatado). Sin duda, hay excepciones, pero por lo general sabemos y podemos observar que este equilibrio no es fácil de conseguir. Sin embargo, a diferencia de nosotros, Dios de alguna manera es ambas cosas, el más poderoso y el más compasivo, perfecto en cómo demuestra cada una de ellas.

Vemos el poder compasivo de Dios destacado de varias maneras en esta historia acerca del nacimiento y los primeros días de Juan el Bautista. De hecho, este tema del poder compasivo está escondido a plena vista de quienes leen la Biblia en español. Sabemos que Elisabet quería llamar al niño Juan para mantenerse fiel al mensaje que Gabriel le dio a Zacarías (Lucas 1:13). Aquellos que la escuchan se sorprenden, ya que esto no seguía la costumbre de poner al niño el nombre de alguien de la familia. Entonces ¿por qué Juan (Yohanan en hebreo)? Significa «Dios muestra compasión», y este niño proclamaría las obras de misericordia de Dios en favor de toda la humanidad.

Zacarías había sido incapaz de hablar desde el día en que supo que su mujer tendría un bebé. Pero tan pronto como escribe el nombre del niño, recupera el habla, e irrumpe en alabanzas. Por medio de esta señal, la gente sabe que este niño es especial. Se preguntan unos a otros: ¿Qué llegará a ser este niño?

Sin embargo, Zacarías desvía la mirada en la dirección correcta. Sí, el niño tiene un papel especial, pero es el Señor quien ha de ser adorado. El poderoso Dios de todas las cosas «vendrá a nosotros», dice Zacarías, y estará en medio de su pueblo.

Pero la demostración del poder del Señor no será con opresión. Más bien, será con liberación. El Señor «nos envió un poderoso Salvador… para mostrar misericordia a nuestros padres» y «rescatarnos» (vv. 69, 72, 74).

La idea de Dios mostrando misericordia está asociada a la idea del pueblo de Dios que está en pecado. Al igual que sus ancestros, quienes recibieron profecías similares (1 Samuel 2:10; Miqueas 7:20; Ezequiel 16:60), merecen el castigo, pero han recibido sobreabundancia de gracia.

¿Por qué hace Dios esto? Para que podamos servirle. Es un regalo para que podamos experimentar verdaderamente a «Dios con nosotros». El canto de Zacarías promete perdón por nuestros pecados y luz para guiarnos por «la senda de la paz». A medida que avanza la narración de su evangelio, Lucas regresa a estos temas muchas veces, destacando cómo la venida del Mesías trae consigo restauración y justicia: una paz verdadera y duradera.

Madison N. Pierce es profesora asociada de Nuevo Testamento en el Western Theological Seminary. Entre sus libros se puede mencionar Divine Discourse in the Epistle to the Hebrews.

Reflexione sobre Lucas 1:57–80.


¿En qué lugar de este pasaje siente el gran poder de Dios? ¿Dónde ve usted la misericordia y la gracia de Dios? Ore expresando su respuesta a Dios.

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Los 20 artículos más leídos en 2022 de Christianity Today en español

El contrabandista de Dios, los países donde los cristianos son perseguidos, la lista secreta de pastores acusados de abuso y la respuesta de la iglesia ucraniana ante la guerra.

Christianity Today December 20, 2022
Illustration by Christianity Today

En esta serie

Estas son las 20 historias más leídas de CT en español durante el 2022, en orden descendiente.

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La invitación de la encarnación

Una lectura de Adviento para el 20 de diciembre.

Lucas 1:45

Lucas 1:45

Christianity Today December 20, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 1:39–56

Pocas interrupciones en la vida son más disruptivas que viajar, especialmente con la fatiga y las náuseas matutinas que a menudo acompañan los comienzos de un embarazo. El viaje de María desde Nazaret hasta las colinas de Judea no fue fácil ni seguro. Aun así, alentada por su fe, pero también por su necesidad de apoyo, María se aventuró a emprender esta travesía embarazada, pobre y probablemente perpleja. ¿Por qué decidió ir en primer lugar?

Gabriel le había dicho a María que su pariente Elisabet también estaba esperando un hijo: un milagro para una mujer de avanzada edad. Como sabía que Elisabet sería la única persona sobre la tierra capaz de entender lo que ella estaba pasando, María fue a verla. Y cuando llegó, Elisabet le brindó exactamente la afirmación que María necesitaba: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz!». Elisabet elogió a María por su respuesta de fe. Con estas palabras, me puedo imaginar cómo los miedos que María tenía con respecto a su inesperado embarazo y las consecuencias desconocidas para su vida empezaron a desvanecerse para dar paso a una fe aún mayor.

Las palabras de ánimo por parte de Elisabet le recordaron a María que la interrupción que el Señor hizo en sus planes también era una invitación, que consistía no solo en gestar y dar a luz a Emanuel, «Dios con nosotros», sino también en ser parte de una idea de comunidad más profunda, «nosotros con nosotros». Alentada por la bendición de Elisabet, María respondió con un canto de alabanza. Y reflexionó en esta invitación a la interdependencia en las palabras finales de su magníficat: «Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre». En su regocijo, María meditó sobre cómo el mismo Dios que «habló a nuestros padres» en tiempos de Abraham ahora le había hablado a ella y a Elisabet.

María creyó en «Dios con nosotros», y dijo que sí cuando Gabriel se le apareció. Pero su fe todavía necesitaba ser alimentada. La Encarnación representó una gran interrupción en la vida de María; por supuesto, fue maravillosa, pero también fue pesada. A ella le había ocurrido algo que nunca había ocurrido antes en la historia del mundo, y necesitó apoyo y ayuda para aceptarlo y prepararse para ello.

Así que acudió a la fiel Elisabet. Solo podemos imaginar lo fortalecedoras que fueron para María las palabras de bendición de Elisabet. De hecho, yo me atrevería a argumentar que no tendríamos el magníficat de María sin las palabras de ánimo de Elisabet.

Ese es el poder de la interdependencia, de la fe en comunidad. En nuestra sociedad individualista, a menudo es difícil abrirnos para ser bendecidos por los demás. Estamos condicionados para considerar las posibilidades de salir heridos más que la potencial ayuda de la comunidad. Pero la verdad es que, al igual que María, todos necesitamos palabras como las de Elisabet. La Encarnación es una interrupción y una invitación para conocer a «Dios con nosotros», y también para abrazar el «nosotros con nosotros».

Rasool Berry es el pastor de la iglesia The Bridge en Brooklyn, Nueva York. También es el presentador del pódcast Where Ya From?

Reflexione sobre Lucas 1:39–56.


¿Qué verdades ve en este pasaje acerca de Jesús, Dios con nosotros? ¿De qué modo las palabras de Elisabet y su rol en la vida de María le hablan a usted también acerca de la naturaleza del «nosotros con nosotros» de la fe?

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Jugadores cristianos y sus acciones brillan en la Copa del Mundo

Recordemos las heroicidades y buenas obras de atletas, entrenadores y aficionados.

Christianity Today December 19, 2022
Associated Press

Este tercer domingo de Adviento, mientras millones de cristianos estaban en la iglesia, millones también estaban pegados a una pantalla, mirando ansiosos cuando el mejor jugador argentino de todos los tiempos por fin levantó la Copa del Mundo. Aunque su mejor momento ya ha pasado, Lionel Messi, el capitán del equipo de 35 años de edad, ha tenido una actuación sublime en el campeonato y, con siete goles y cuatro asistencias en el bolsillo, ganó el Balón de Oro en su quinto Mundial.

Si bien el reservado Messi, cuyo brazo derecho lleva un tatuaje de Jesús coronado de espinas, no ha expresado abiertamente su fe más allá de señalar al cielo tras sus goles, este Mundial ha contado con numerosas heroicidades de cristianos confesos. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Liderando la ofensiva francesa contra Argentina estuvo el delantero Olivier Giroud, de 36 años, quien lleva tatuado en el brazo derecho el Salmo 23 en latín: «El Señor es mi pastor, nada me faltará». Durante este Mundial, Giroud se convirtió en el máximo goleador histórico de Francia con cuatro magníficos goles.

FOX Soccer tuiteó: «GIROUD LO CONSIGUE. Con este gol, Olivier Giroud se convierte en el máximo goleador histórico de la selección masculina de Francia».

Aunque el talismán del equipo, Kylian Mbappé, ha estado a la altura de las circunstancias con su velocidad vertiginosa y sus disparos letales, Giroud ha proporcionado un punto de apoyo confiable para el ataque, mientras que su estilo desinteresado de juego ha abierto muchas oportunidades para sus compañeros. «Trato de hablar de mi fe siempre que puedo», declaró tras ganar el Mundial de 2018. «Siento que debo utilizar mi perfil mediático para hablar de mi compromiso con Jesucristo».

Durante la mayor parte de la década pasada, mientras Giroud jugó en dos clubes de Londres, asistió a la iglesia St. Barnabas en Kensington, que pertenece al lado evangélico de la Iglesia de Inglaterra. Durante el partido de cuartos de final de Francia contra Inglaterra, en el que marcó un gol de cabeza para asegurar la victoria 2-1 para Les Bleus, se encontró con una nueva generación de jugadores ingleses que viven su fe cristiana con gracia.

Con tres goles cada uno, Marcus Rashford y Bukayo Saka tuvieron una participación estelar en Catar. Ambos se criaron en iglesias pentecostales negras, y Rashford, de 25 años, ha ganado reconocimiento como activista y filántropo contra el racismo y la falta de vivienda. A sus 21 años, Saka apareció en la portada de Time tras ganar el premio al mejor jugador masculino del año de Inglaterra, y ha compartido que lee la Biblia todas las noches para conseguir «paz y felicidad». Aunque Rashford y Saka recibieron insultos racistas en internet tras fallar los penaltis en la final de la Eurocopa 2020, ambos han sido elogiados por su resiliencia y por fomentar una sana camaradería en la selección inglesa.

Inglaterra se enfrentó a la selección nacional masculina de Estados Unidos en la fase de grupos, y la férrea defensa estadounidense, liderada por Walker Zimmerman, les consiguió un respetable empate a cero contra un oponente que era favorito a todas luces. Zimmerman, natural de Georgia e hijo de un pastor, lleva a su hijo de un año a los entrenamientos y ha sido un líder imponente en la defensa y un defensor del control de armas y de la igualdad racial y de género, especialmente en lo que respecta a la igualdad salarial en la selección estadounidense de soccer femenino.

Zimmerman tiene un correligionario en Christian Pulisic, mejor conocido como «Capitán América», quien marcó el gol de la victoria contra Irán y con el que envió a la selección estadounidense a la fase eliminatoria mientras quedó lesionado en el abdomen tras chocar con el portero [arquero] rival. Pulisic declaró a GQ el año pasado que su fichaje por el Chelsea F.C., por valor de 73 millones de dólares, lo acercó más a Dios a pesar de la fuerte competencia por su posición clave y de las lesiones que sufrió allí. Dos meses antes del Mundial, publicó el Salmo 147:11 como pie de foto en Instagram. El versículo dice: «El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia» (NBLA).

En el otro extremo del campo, el guardameta número uno de Brasil, Alisson Becker, ha realizado paradas espectaculares para dejar su portería en cero en dos ocasiones, y concedió tan solo dos goles en cuatro partidos. Aunque un desafortunado gol desviado de Croacia en el minuto 117 eliminó a los favoritos en cuartos de final, Alisson regresará al Liverpool F.C., donde está rodeado de fieles hermanos en Cristo. Su carismático entrenador, Jürgen Klopp, es un cristiano que habla abiertamente de su fe, y Alisson bautizó a Robert Firmino, su compañero de equipo, en la piscina de su casa. Su compañero de equipo Virgil van Dijk incluso ha apodado a Alisson, quien es miembro de la iglesia Hillsong de Liverpool, como «portero [arquero] santo».

A pesar de la decepción que supuso la eliminación en cuartos de final, Tite, el entrenador brasileño saliente, le dio a su equipo muchos motivos para alegrarse. Católico devoto, Tite le concedió minutos de juego a los 26 jugadores de su lista en Catar y bailó con sus jugadores para celebrar la cascada de goles durante el 4-1 de Brasil a Corea del Sur. Durante el Mundial de 2018, asistió a misa en Rusia y se le vio con un rosario durante el entrenamiento en Catar.

En su cuenta de Twitter, @septimusajprime publicó: «Brasil tiene al entrenador haciendo celebraciones de baile».

Quizás el equipo más devoto ha sido Ecuador. Un día antes de que comenzara el torneo, el centrocampista Carlos Gruezo compartió un video en el que se veía cómo oraban él y sus compañeros. «Hoy comienza una nueva historia y quien guía nuestros pasos es Dios», escribió en el pie de foto. «Sin ti no podemos hacer nada. Te damos toda la gloria y el honor».

https://www.instagram.com/p/ClLWSLJvyvb/

Después de que Enner Valencia, compañero de Guerzo, anotara un penalti en el partido inaugural de Ecuador en el Mundial contra el país anfitrión, él y sus compañeros se reunieron de rodillas en círculo, levantando las manos para alabar a Dios.

Mientras que muchos esperaban derribar el dominio de los equipos europeos en los últimos Mundiales, el seleccionador marroquí Walid Regragui saltó a los titulares por llevar a la primera nación árabe o africana a una semifinal. Aunque se desconoce su fe, sin duda encarnó el imperativo bíblico de honrar al padre y a la madre al invitar a las familias de sus jugadores a reunirse con ellos en Catar de forma gratuita. Una de las imágenes más conmovedoras del Mundial fue la del lateral derecho marroquí Achraf Hakimi corriendo hacia su madre en las gradas para darle un beso tras la histórica victoria de Marruecos sobre Bélgica. «Nuestro éxito no es posible sin la felicidad de nuestros padres», dijo Regrarui.

Si bien los hinchas marroquíes se unieron a las filas de los hinchas argentinos y brasileños como algunos de los más fervientes durante este Mundial, los más queridos fueron los hinchas japoneses. Las imágenes de los japoneses limpiando los estadios y llenando bolsas de basura azules tras las sorprendentes victorias de su país sobre dos pesos pesados, Alemania y España, se hizo viral e inspiró actos similares de limpieza. Los Samurai Blues también dejaron sus vestidores impecables después de cada partido, lo que les granjeó el respeto de la FIFA.

El Mundial de Catar no habría sido posible sin los cientos de miles de trabajadores inmigrantes de países del sur de Asia que construyeron el estadio, a menudo con un costo considerable para ellos mismos. Más de 2000 trabajadores nepalíes han muerto en Catar desde 2010 mientras construían extravagantes estadios en condiciones atroces y bajo un calor tórrido. Otros sufrirán dolores crónicos durante el resto de sus vidas, mientras sus familias siguen sumidas en la deuda y la pobreza.

«Sus muertes [las de los trabajadores migrantes] fueron aceptadas y no fueron investigadas. Sus familias no han sido indemnizadas adecuadamente», escribió Philipp Lahm, el cristiano excapitán de Alemania y ganador de la Copa Mundial de 2014, sobre los motivos por los que saboteó su visita a Catar.

Entre las últimas palabras del periodista de fútbol estadounidense Grant Wahl, fallecido durante el Mundial, se encontraba una mordaz reprimenda a la apatía ante el sufrimiento ajeno.

«Simplemente no les importa», escribió, refiriéndose a la muerte de otro trabajador inmigrante ocurrida durante este campeonato en uno de los centros de entrenamiento para los equipos.

Cuando adoremos a Dios tras haber celebrado la victoria de Messi del domingo pasado, quizá podamos detenernos a reflexionar sobre si la acusación de Wahl nos aplica a nosotros también.

J. Y. Lee es estudiante de doctorado en el Seminario de Princeton y escritor independiente que sirvió como reportero desde Brasil durante la Copa del Mundo de 2014.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Una hermosa paradoja

Una lectura de Adviento para el 19 de diciembre.

Lucas 1:31-32

Lucas 1:31-32

Christianity Today December 19, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 1:26–38

El concepto abstracto de poder nos puede hacer pensar en terremotos y tormentas eléctricas, o quizás en presidentes y multimillonarios. El poder en bruto nos detiene en seco, y nos obliga a prestar atención a aquel o aquello que lo ha ejercido. Pocos de nosotros, sin embargo, asociamos el poder con el vientre materno. No obstante, el vientre de María portó el poder verdadero, oculto en la oscuridad, invisible a la vista, difícil de imaginar.

Aquí nos encontramos con una de las paradojas más hermosas de la fe cristiana: el Espíritu Santo dio vida a un bebé diminuto en el vientre de esta mujer, sangre de su sangre, su primogénito; este mismo bebé no era otro sino el Hijo de Dios, identificado como el «Hijo del Altísimo».

Entonces, ¿Jesús es el hijo de María o el hijo de Dios? ¿Es humano o divino? ¡Así es! Ambas cosas son verdad en una persona, en este bebé. Nos podemos imaginar a Dios trayendo salvación, o podemos describir a un humano heroico haciendo cosas revolucionarias. Pero ¿una sola persona que es al mismo tiempo tanto completamente Dios como completamente humano, sin comprometer la integridad de ninguna de las dos cosas? Esta es verdaderamente una hermosa paradoja: una paradoja en el núcleo de la salvación de la raza humana.

Este poder no es una fuerza simple e infinita aislada del resto de sus definiciones, sino la compasión del Dios eterno, glorioso y santo vestido de carne humana. Su poder toma la forma de la debilidad en solidaridad divina con la humanidad, todo ello provocado por su amor santo.

El ángel anunció a María —y a nosotros— un acontecimiento glorioso. Jesús toma su completa humanidad de María, tomando forma semejante al resto de nosotros en todo aspecto excepto en que Él rehusó el pecado (Hebreos 4:15). Aun así, el hijo de María existía antes que María, porque este es el Hijo eterno de Dios que, como declara el credo de Nicea, es «Dios verdadero de Dios verdadero». Al tener la naturaleza eterna de Dios, el Hijo viene por el Espíritu, del Padre; Él nunca deja de ser Dios Fuerte y aun así se convierte realmente en lo que no era: una humilde criatura humana. Jesús: verdadero Dios y verdadero humano.

Como escribió León I (400–461 d.C.) en una carta hablando acerca de la encarnación del Hijo: «Lo que [Él] hizo fue para enaltecer la humanidad, no disminuir la deidad. Ese vaciarse a sí mismo, por medio del cual el que es invisible se reveló a sí mismo y se hizo visible, y por medio del cual el Creador y Señor de todas las cosas eligió ser contado entre los mortales, fue un acercamiento en misericordia, no una falta de poder». Desde el vientre de María viene el Rey Salvador, cuyo «reino no tendrá fin». Que nosotros, al igual que María, respondamos como los «siervos del Señor», dispuestos a confiar en el Dios Todopoderoso que amó su creación tanto como para habitar en ella convirtiéndose en este humano, y trayendo así vida nueva al mundo. Su completa divinidad y su completa humanidad proclaman su poder y Él nos dice: «No teman».

Kelly M. Kapic es teólogo en el Covenant College y autor o editor de numerosos libros como Embodied Hope y You’re Only Human.

Reflexione sobre Lucas 1:26–38.


¿Qué le impresiona más del mensaje de Gabriel? ¿Cómo desea usted responder a Jesús y a la hermosa paradoja de su encarnación?

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Esperar en una promesa

Una lectura de Adviento para el 18 de diciembre.

Lucas 1:13

Lucas 1:13

Christianity Today December 18, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 1:5–25

El Antiguo Testamento culmina con la promesa de Aquel que haría «que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres». Aquellas palabras que concluyen el libro de Malaquías resonaron durante siglos de silencio. Durante el periodo de espera entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, nuestro Dios Fuerte estaba preparando el tumultuoso escenario mundial para la llegada del Príncipe de Paz.

Todo tiene su momento oportuno, y Lucas 1 nos muestra un intrincado tapiz de preceptos divinos. El escenario era un tiempo señalado en la historia: durante el reinado de Herodes. Zacarías fue designado para cumplir con una labor que los sacerdotes podían llevar a cabo solo una vez en la vida. Los largos años de infertilidad de Elisabet eran una situación imposible que precedería a la milagrosa concepción de Juan el Bautista. El linaje sacerdotal de la pareja era una herencia designada para criar a un hijo ungido. Y Gabriel fue el mensajero encargado de anunciar el propósito señalado por Dios para Juan el Bautista.

Seguramente Zacarías y Elisabet estaban llenos de esperanzas sobre su futuro cuando eran jóvenes y comenzaron su vida juntos. Pero cuando los meses de infertilidad se convirtieron en años, menguó la esperanza de tener un hijo y se sintió como una carga de «vergüenza» (Lucas 1:25).

Cuando las Escrituras nos presentan a esta pareja, ya son «de edad avanzada», y sin embargo siguen caminando con Dios. Es su fidelidad lo que amerita nuestro reconocimiento, más que la crítica a Zacarías por su momento de incredulidad. Después de todo, este hombre mayor se había acostumbrado a la decepción.

Zacarías había perseverado en oración a lo largo de años de aparente oscuridad y silencio. Pero aquel día, mientras el sacerdote encendía el fuego para quemar el incienso, Gabriel apareció y le anunció que Dios había escuchado su oración. Dios estaba con Zacarías, incluso cuando el cielo parecía guardar silencio. La Luz del mundo no se había olvidado, sino que estaba preparando soberanamente la historia para el momento señalado.

La historia de Zacarías y Elisabet nos ofrece una perspectiva sobre nuestras propias temporadas de espera. Se nos recuerda que nuestras oraciones no tienen fecha de caducidad. La fidelidad de esta pareja se fue desarrollando hasta llegar a una esperanzadora época de gozo cuando la promesa de Dios se cumplió a través de su hijo, aquel que anunciaría la llegada del Mesías.

Sin embargo, cuando conocemos su historia, no podemos saltarnos sus décadas de infertilidad. Conocemos también la parte dolorosa de sus vidas. Y es precisamente en sus largos años de aflicción donde vemos la fortaleza de su fe.

Elisabet comprendió que Dios le había mostrado un favor especial al obrar este milagro. Muchos héroes bíblicos no recibieron lo que esperaban o lo que se les había prometido en este lado de la eternidad (Hebreos 11:39). El cumplimiento final de su fe estuvo más allá de ellos, al igual que ocurre con nosotros. En este tiempo de Adviento, durante nuestra espera, hay una obra más amplia y trascendente en proceso, y que se desenvuelve en el tiempo señalado por Dios. Emanuel —Dios con nosotros— sigue siendo fiel a sus promesas al día de hoy.

Dorena Williamson es plantadora de iglesias, oradora y autora de ColorFull, The Celebration Place, Crowned with Glory y Brown Baby Jesus.

Reflexione sobre Lucas 1:5–25.


¿De qué modo ve la fidelidad en esta historia? ¿Y la fidelidad de Zacarías y Elisabet? ¿La de Dios? ¿De qué manera ve la soberanía de Dios? ¿Y la presencia de Dios?

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