Primera semana de Adviento: Él regresará en gloria

Lecturas devocionales de Adviento de Christianity Today.

Illustration by Jared Boggess

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Christianity Today November 28, 2020

Ir a la lectura diaria: Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes | Sábado

Domingo: En medio

Lectura de hoy: Apocalipsis 1:4-9; 19:11–16; 21:1–5, 22–27; 22:1–5

Casi de inmediato, el capítulo inicial de Apocalipsis eleva nuestros ojos para contemplar una gloria que trasciende por completo nuestras circunstancias terrenales. «Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (1: 8). Nuestro Salvador «que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados» regresará: «Miren que viene en las nubes» y «todos lo verán con sus propios ojos» (1:5,7-8). Juan continúa describiendo una maravillosa visión de Cristo, un encuentro tan asombroso que Juan cayó «a sus pies como muerto» (v.17).

Pero justo en medio de estos dos gloriosos pasajes hay una línea que fácilmente podríamos pasar por alto: la breve descripción de Juan acerca de su propia vida y de las vidas de los destinatarios de su carta. Juan escribe que él es un «compañero en el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia que tenemos en unión con Jesús» (v. 9). Juan escribió Apocalipsis mientras estaba en el exilio, y el texto circuló entre una iglesia que sufría y enfrentaba presiones y persecuciones que solo empeorarían en las décadas subsiguientes. Los destinatarios iniciales del libro de Apocalipsis vivían en dos realidades superpuestas: su seguridad en el reino soberano de Cristo y su glorioso regreso, y su experiencia terrenal y cotidiana de espera y sufrimiento.

Dos mil años después, todavía vivimos en medio de estas realidades superpuestas. Aquí, entre la primera venida de Cristo y su glorioso regreso, nuestras vidas también pueden sentirse como una mezcla de confianza en el reino de Dios, y un tiempo de espera y sufrimiento.

No es de extrañar que las honestas palabras de Juan sobre el sufrimiento y la necesidad de perseverar con paciencia estén entretejidas en sus visiones de gloria, porque es esta visión de lo que está por venir lo que permite y nos da el valor para tal perseverancia. Considere las realidades retratadas en el gran final de Apocalipsis: Cristo victorioso, montado en un caballo blanco y derrotando al mal. «Un cielo nuevo y una tierra nueva» sin dolor ni muerte, donde la morada de Dios está ahora entre los seres humanos (21:1,3); y una Ciudad Santa donde personas de todas las naciones se reúnen a la luz de la gloria de Dios. Con esta realidad última y eterna a la vista, cualquier circunstancia temporal, sin importar cuán terrible sea, pierde importancia.

La idea de la perseverancia paciente se repite varias veces en los primeros tres capítulos de Apocalipsis, a menudo junto con un lenguaje de victoria y conquista. La perseverancia no es solamente paciente, sino también tenaz, valiente y fuerte. Y esto es lo que Dios nos da mientras estamos en medio. En Cristo, como dice el himno clásico, encontramos «fuerza para hoy y una brillante esperanza para mañana».

Kelli B. Trujillo

Medite Apocalipsis 1:4–9; 19:11–16; 21:1–5, 22–27;

y

22:1–5.

¿Cómo impacta la meditación en este futuro su perspectiva sobre las circunstancias actuales? Ore, invitando a Dios a fortalecer su perseverancia y a reavivar su esperanza para el futuro.

Lunes: Profetice esperanza

Lectura de hoy: Zacarías 9:9-17; Romanos 5:3–5, 8:18–30

«La esperanza comienza en la oscuridad. . . ». Nunca pude deshacerme de estas palabras que plasmó Anne Lamott en Bird by Bird [Pájaro a pájaro]. Este lenguaje de la esperanza se ha convertido recientemente en uno de los temas de mi vida, no en un sentido abstracto, sino como una actividad viva, una lucha, un compromiso y una disciplina.

El teólogo Jürgen Moltmann arraigó el lenguaje de la esperanza en la resurrección de Jesús y la praxis de la protesta. A veces, la esperanza parece ser el único lenguaje lo suficientemente poderoso para contrarrestar la desesperanza. O tal vez sea, en palabras de Lamott, una especie de «paciencia revolucionaria».

No importa cómo definamos la esperanza, muy dentro de cada uno de nosotros hay algo que clama lleno de expectativa. A veces suena como un susurro, pero está ahí. Sin embargo, aunque la esperanza brota de las profundidades del alma, a menudo surge de las sombras. La esperanza comienza en el caos.

Algunos días sentimos como si nunca hubiéramos escapado de debajo de la nube que cubrió la faz de la tierra durante la crucifixión de Jesús. El quebrantamiento y el peso del pecado en nuestro mundo se parecen a la oscuridad que Elie Wiesel, al volver a contar los horrores de Auschwitz y el Holocausto, solo pudo llamar «noche». Tenemos que decir la verdad del dolor, incluso del dolor que la esperanza conlleva.

Me senté con mi abuela hace un tiempo y le pedí que me contara acerca de su vida. Al principio ella no quería. Uno apenas puede imaginar las profundas cicatrices que su alma ha cargado durante 80 años. Sus historias fueron duras. Resulta difícil describir lo que significó para ella vivir en el sur como mujer negra. Una sola palabra pareció captar la audacia de su supervivencia en medio de un mundo cruel: amor. «El Señor aún no me ha fallado», dijo.

El camino que Jesús enseña es finalmente el camino de un amor radical que cambia la vida, que cambia la comunidad y que cambia el mundo. Él vino predicando las buenas nuevas del reino y sanando toda clase de enfermedades y aflicciones. Profetizar esperanza es un amor que se arriesga.

Martin Luther King Jr. dijo: «El poder en su máxima expresión es en realidad un amor que pone en práctica las demandas de la justicia, y la justicia en su máxima expresión es un amor que corrige todo lo que se opone al amor». Esto es lo que significa levantarse en el mundo como profetas de amor, poder y justicia o, para usar el lenguaje bíblico de Zacarías, ser «cautivos de la esperanza» (9:12). Como alguien dijo una vez: «No sé lo que depara el mañana, pero sé quién sostiene el mañana». Mientras el mañana está en camino, hoy voy a profetizar esperanza.

Danté Stewart

Esta es una adaptación de un artículo más extenso titulado «Por qué todavía profetizamos esperanza», publicado el 21 de octubre de 2019 en ChristianityToday.com.

Lea Zacarías 9:9–17

y

Romanos 5:3–5, 8:18–30.

Reflexione sobre cómo se ve la esperanza «en la oscuridad». ¿Cómo el sufrimiento produce esperanza y amor? ¿Cómo pueden la primera venida y el futuro regreso de Cristo permitirle profetizar esperanza hoy?

Martes: Ven, Señor Jesús

Lectura de hoy: Juan 1:1–5, 14; Apocalipsis 22:12-13, 20

En su evangelio, Juan dice: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios . . . Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» (1:1,14). Tenemos un Dios que vino. Él vino a hacer tangible lo intangible y visible lo invisible. Vino para hacerse conocible. Pero nuestra esperanza no es solo que Él haya venido; también es que Él vendrá de nuevo.

¡Él ya viene! Es esta promesa lo que puede dar sentido al dolor y la frustración que experimentamos hoy en el planeta Tierra. Cuando Él regrese, los justos serán vindicados. Cuando Él regrese, traerá consigo su reivindicación por el ridículo que usted ha sufrido por creer en un Dios que no podía ver. Cuando Él regrese, todos los seres humanos que intentaron hacerse potentados y gobernantes serán echados por tierra, y veremos que siempre ha habido un solo Gobernante de gobernantes y un Rey de reyes. De repente, nuestra fe se convertirá en vista. Veremos a Aquel con el que hemos hablado y del que hemos hablado.

En Apocalipsis 22, Jesús dice: «¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (vv. 12-13). Juan registra: «El que da testimonio de estas cosas, dice: “Sí, vengo pronto”» (v. 20). Y es como si Juan no tuviera nada más que decir antes de cerrar su carta: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (v. 20).

Cuando miramos hacia el futuro, es posible que las cosas no salgan como queremos en nuestra nación. Es posible que la economía no se desarrolle como quisiéramos. Más niños pueden resultar heridos por armas de fuego en la calle, por el tráfico sexual o por las drogas. Los matrimonios pueden tener dificultades, podemos enfrentar enfermedades, podemos estar preocupados por nuestros nietos. Pero aún en todo esto, hay esta esperanza: ¡Aun así, ven, Señor Jesús!

Sea lo que sea que enfrentemos, sabemos que Él regresará. Uno de estos días, el cielo se va abrir, el ángel va a hacer sonar su cuerno y todo el mundo lo verá al mismo tiempo. Toda la creación responderá cuando nuestro Señor baje del balcón del cielo para decir: Ahora es el tiempo en que he venido a redimir a mi iglesia. Amén. Ven, Señor Jesús.

-Charlie Dates

Este artículo es una adaptación de un sermón que Charlie Dates predicó el 22 de diciembre de 2019. Usado con permiso.

Medite en Juan 1:1–5, 14

y

Apocalipsis 22:12–13, 20

, considerando el enfoque dual del Adviento: Jesús vino y vendrá otra vez. ¿Qué significa para ti decir: “Aún así, ven Señor Jesús”?

Miércoles: Adviento y Apocalipsis

Lectura de hoy: Marcos 13:24–37; Lucas 21:25-28

Durante el Adviento, con frecuencia escuchamos pasajes de las Escrituras que están impregnados del lenguaje de las tinieblas, la tribulación y el apocalipsis. Mateo, Marcos y Lucas tienen cada uno un capítulo completamente apocalíptico. En Marcos 13, Jesús dice: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino» (v. 8). El pasaje solo se vuelve más oscuro a medida que avanza. «Pero en aquellos días, después de esa tribulación, “se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”» (vv. 24-25).

¿Por qué Jesús habla de esta forma de muerte y destrucción en lugar de hablar de ovejas, pastores y huestes celestiales?

En las Escrituras, los textos apocalípticos surgen de una catástrofe. Los israelitas eran un pueblo favorecido; Dios les había prometido un futuro de seguridad y prosperidad. Pero luego [a causa de su pecado] fueron conquistados y forzados al exilio en el imperio babilónico. Humanamente hablando, no había esperanza para ellos. Cuando los israelitas se encontraron en crisis, hubo «una emergencia teológica». Fue a partir de esta emergencia que tomó forma una nueva forma de revelación apocalíptica. Comenzó con la segunda mitad del libro de Isaías (capítulos 40-55), la cual fue escrita durante el cautiverio babilónico, cuando toda esperanza parecía perdida, y comenzó a florecer a partir de entonces. Para la época de Jesús, el lenguaje apocalíptico estaba en todas partes.

La teología apocalíptica es, sobre todo, la teología de la esperanza, y la esperanza es el polo opuesto del optimismo. El optimismo falla cuando es consumido por la oscuridad. Por el contrario, la esperanza se encuentra en algo que va más allá de la historia humana. Se encuentra en un Dios encarnado.

En el evangelio de Lucas, cuando Jesús habla apocalípticamente de «señales en el sol, la luna y las estrellas», de la «angustia de las naciones», y que la humanidad «verá al Hijo del Hombre venir en una nube con poder y gran gloria» (21:25-27), en realidad está hablando de su segunda venida. Nos está diciendo que nuestra gran esperanza no proviene de ningún desarrollo humano, sino de Él mismo. Él posee un poder soberano que es independiente de la historia humana. A pesar de la aparente oscuridad, Dios, en Cristo, está moldeando nuestra historia de acuerdo con sus propósitos divinos.

El Adviento nos dice que miremos directamente a la oscuridad y la nombremos por lo que es. Pero este no es el final de la historia. Jesús dijo: «Cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención» (Lucas 21:28).

-Fleming Rutledge

Esta es una adaptación de un artículo más extenso titulado «Por qué el Apocalipsis es esencial para el Adviento», publicado el 18 de diciembre de 2018 en ChristianityToday.com.

Lea Marcos 13:24–37

y

Lucas 21:25–28.

¿Por qué partes de la enseñanza de Jesús usted se siente más atraído? ¿Cuáles le resultan más difíciles de abordar? ¿Cómo estas descripciones del poder soberano de Dios sobre la historia ayudan a profundizar su esperanza?

Jueves: Una pregunta más importante

Lectura de hoy: 2 Pedro 3:8-15

¿Qué está tomando tanto tiempo? ¿Por qué no ha regresado Jesús todavía como prometió? Los destinatarios de la segunda carta de Pedro podrían haberse estado haciendo preguntas como estas —preguntas que continúan resonando en nuestro tiempo—. Pedro se dirigió a ellos con una extraña seguridad: primero, que el tiempo de Dios refleja su paciencia y su amor salvador (3:8-9) y, segundo, que el día del Señor será terrible e implicará destrucción por fuego.

Un lenguaje apocalíptico como el de Pedro (similar al de Jesús en Marcos 13 y Lucas 21) ciertamente nos obliga a tomar una pausa. ¿Qué se entiende por «destruido por el fuego» y «los cielos serán destruidos por el fuego»? (2 Pedro 3:12) ¿Es esto algo que deberíamos temer?

Los versículos anteriores de Segunda de Pedro brindan una perspectiva para entender el lenguaje de la destrucción que se usa en el capítulo 3. En 2:5, se nos da un símil con el tiempo de Noé, donde Dios destruyó la tierra con agua. Ese juicio pasado no significó que Dios destruyera toda la creación por completo. De manera similar, el juicio final por fuego probablemente no significa que Dios incinerará la tierra para dar paso a la llegada de la nueva tierra y los nuevos cielos. Como lo describió Pedro en Hechos, Cristo está en el cielo «hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas» (3:21). El nuevo mundo vendrá a través de la gran restauración y rediseño que Dios hará del mundo que tenemos ahora.

Entretejido en esta discusión, Pedro plantea una pregunta importante que merece mayor atención que nuestras preguntas sobre los tiempos de Dios o sobre cómo será el regreso de Cristo. A la luz del día venidero del Señor, Pedro pregunta: «¿Qué tipo de persona debería ser usted?» (2 Pedro 3:11). Pedro nos insta a responder con una vida santa y una anticipación llena de esperanza, «esperando ansiosamente» el cielo nuevo y la tierra nueva (vv. 11-14). Vemos estos temas enfatizados en la Primera Epístola de Pedro, cuando insta a los creyentes a vivir con confianza y gozo, y enfocados en estar alerta y llenos de esperanza en la venida de Cristo (1 Pedro 1:3-5, 13).

Somos gente de esperanza, como los que pueden contar el final de una novela llena de giros y hechos inesperados. Conocemos el final de la historia. Nuestro conocimiento del final asombroso que nos espera debe afectar la forma en que afrontamos el presente. Puede que no entendamos cuándo o cómo sucederá, pero podemos confiar en que el fin incluirá tanto el juicio como la reivindicación del pueblo de Dios. ¿Cómo es que la noticia del juicio final es motivo de aliento en lugar de temor? Dios hará que incluso las mejores partes de este mundo sean mejores de lo que podemos imaginar. Se acercan el juicio, la reivindicación y la transformación. La verdadera Tierra Prometida espera.

-Vincent Bacote

Medite en

2 Pedro 3:8–15.

(Opcionalmente, lea también 1 Pedro 1:3–5, 13). ¿Qué preguntas surgen para usted a partir de este pasaje? ¿Qué emociones despierta? ¿Qué influencia tiene su esperanza en el próximo «día del Señor» en su discipulado diario?

Viernes: Esperando que comience la fiesta

Lectura de hoy: 1 Tesalonicenses 4:13–5:11

Una de mis cosas favoritas como profesor es mostrar películas que podríamos etiquetar como «cine escatológico». Muchas de estas películas se enfocan en el Rapto, una interpretación de Primera de Tesalonicenses 4:17 donde se entiende que «ser arrebatados» se refiere a un regreso invisible de Cristo cuando viene a llevarse a su iglesia al cielo con Él antes de que comience la Tribulación. El objetivo de estas películas es crear conciencia de que Jesús puede regresar en cualquier momento.

La gama de opiniones con respecto al Rapto y otros asuntos relacionados con los últimos tiempos es amplia, y cuando llegamos a Primera de Tesalonicenses 4 y 5, fácilmente podríamos encontrarnos enfocándonos solo en esa parte del pasaje. Pero hay muchos otros puntos importantes ahí sobre el regreso de Cristo que también merecen nuestra atención, incluido lo que parece ser el mayor énfasis de Pablo: cómo animar a los cristianos que están vivos ahora con respecto al estado de los creyentes que ya han muerto. ¿Serán «dejados atrás» y se perderán el momento cuando Jesús regrese?

Pablo anima a los tesalonicenses (y a nosotros) a no preocuparnos de que Dios olvide a los que han muerto. La resurrección de Cristo es una garantía de que la muerte no es un obstáculo para poder participar en el nuevo mundo que llegará con la segunda venida de Cristo. Ya sea que estemos vivos o muertos, nuestra relación con Cristo es todo lo que necesitamos para estar en la lista de invitados cuando llegue el Día del Señor.

Cuando Cristo llegue, tendrá una gran entrada, celebrada con fanfarrias. Incluirá el llamado de «la trompeta de Dios» (4:16) —un lenguaje que los tesalonicenses habrían entendido como el regreso del líder más victorioso de todos—. A diferencia de cualquier otro llamado de trompeta, este resucitará a los muertos en Cristo, quienes se unirán a los vivos para recibir a Cristo.

Vemos temas similares en la primera carta de Pablo a los Corintios en la que también aborda las preocupaciones sobre la muerte: «el último enemigo» que Cristo destruirá (15:26). Pablo asegura a los corintios que «sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados» (15:52). El «aguijón» de la muerte se volverá impotente mediante la victoria final de Cristo.

Mientras esperamos ese Día, la Palabra nos llama a prepararnos, estando «protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación» (1 Tesalonicenses 5:8). Esta llegada como «ladrón en la noche» será una sorpresa porque solo Dios sabe cuándo sucederá, pero será la fiesta sorpresa más grande de todos los tiempos para nosotros, los que anticipamos con ansias su llegada.

-Vincent Bacote

Reflexione sobre

1 Tesalonicenses 4:13 y 5:11.

(Opcionalmente, lea también 1 Corintios 15:51–58). ¿Cómo describiría el énfasis y el tono de Pablo aquí? ¿Cómo influye la esperanza? ¿Por qué es significativo que la Segunda Venida vendrá «como ladrón en la noche»?

Sábado: Esperanza para los disfuncionales

Lectura de hoy: 1 Corintios 1:1–9

Cuando leemos sobre el regreso de Cristo en Primera de Corintios, es importante recordar el contexto de la carta de Pablo. La iglesia de Corinto era una comunidad profundamente disfuncional. En la epístola de Pablo, nos enteramos de facciones en la iglesia que estaban comprometidas con diferentes líderes, prácticas sexuales escandalosas, controversias sobre la carne sacrificada a los ídolos y mucho más. Aunque esta comunidad cristiana estaba llena de disfunciones, en Primera de Corintios 1:1–9, Pablo los identifica como personas que han sido santificadas. Continúa recordándoles que Dios ha sido generoso con ellos al bendecirlos con dones espirituales y los describe como personas que «esperan con ansias» el regreso de Cristo. Pablo enfatiza la gracia de Dios (v. 4) y el compromiso con ellos: «Él los mantendrá firmes hasta el fin» (v. 8). A pesar de las formas en que su débil fe se manifiesta en comportamientos y actitudes pecaminosas, la fidelidad de Dios hacia ellos (y hacia nosotros) incluye el compromiso de Dios de ayudar a su pueblo a crecer, y transformarnos para ser semejantes a Cristo.

Mientras que el primer capítulo enfatiza que Dios, mediante su gracia, mantendrá a los cristianos de Corinto «firmes hasta el fin», en la misma carta Pablo describe el regreso de Cristo e insta a sus lectores: «Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles» (15:58, énfasis agregado). Los llama a una determinación que es parte indisoluble de la esperanza en el regreso de Cristo. A pesar de sus fallas y fracasos, Pablo los llama tanto a la transformación como a la determinación.

Vemos una imagen similar de determinación en otra de las cartas de Pablo: «. . .mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo», la gracia de Dios «nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas» (Tito 2:11-14).

No podemos leer Primera de Corintios o las otras cartas de Pablo sin notar cuán fuertemente Pablo habla del pecado y la disfunción, pero como lo revela Primera de Corintios 1:8–9, Pablo está abordando estas preocupaciones con una gran esperanza como telón de fondo. Estamos llamados a hacer nuestra parte mientras Dios, en su gracia, hace su obra en nuestras vidas.

Este es un ejemplo y un estímulo para nosotros. Es probable que la mayoría de nosotros hayamos tenido nuestros propios momentos de disfunción espiritual, pero no deberíamos enfocarnos en primer lugar en nuestros fracasos. En cambio, miremos a Jesús, quien no solo ha hecho posible nuestra reconciliación con Dios, sino que también está comprometido con nosotros para que seamos presentados a Dios irreprensibles cuando llegue su reino. Gracias a Dios porque su fidelidad es mayor que nuestra disfunción.

-Vincent Bacote

Considere

1 Corintios 1:1–9

a la luz de las disfunciones en esta iglesia. (Opcionalmente, también vuelva a visitar 1 Corintios 15:51–58 y lea Tito 2:11–14.) ¿Qué enfatiza Pablo acerca de Dios? ¿Qué enfatiza sobre la formación espiritual? ¿Y sobre el regreso de Cristo? ¿Cómo le da esto esperanza?

Colaboradores:

Photos courtesy of contributors; Fleming Rutledge photo by Gregory Schreck.
Photos courtesy of contributors; Fleming Rutledge photo by Gregory Schreck.

Vincent Bacote es profesor asociado de teología en Wheaton College. Es autor de The Political Disciple: A Theology of Public Life.

Charlie Dates es pastor principal de la Iglesia Bautista Progresista de Chicago. Tiene un doctorado en teología histórica de Trinity Evangelical Divinity School.

Fleming Rutledge, sacerdotisa episcopal, pasó 21 años en el ministerio parroquial antes de convertirse en conferencista, escritora y maestra de otros predicadores. Es autora de The Crucifixion.

Danté Stewart es escritor y predicador que estudia en la Escuela de Teología Candler de la Universidad de Emory.

Traducido por Livia Giselle Seidel

La esperanza es un salto lleno de expectativa

El Adviento nos recuerda que la esperanza cristiana está formada por lo que ya ha sucedido y lo que va a suceder nuevamente.

Fabrizio Conti / Unsplash

Fabrizio Conti / Unsplash

Christianity Today November 27, 2020

Mi madre, Young Kim, nació en Corea en 1948 cuando la nación estaba al borde de la guerra civil. Para cuando cumplió cinco años, el país se había dividido en dos: Corea del Norte y Corea del Sur. Su familia, que una vez había disfrutado de la prosperidad, lo había perdido todo. Sus dos padres murieron cuando ella era apenas una adolescente. También perdió a sus dos hermanos mayores algunos años después. Más tarde, mi madre sufrió también las dificultades de un matrimonio con problemas. Se separó de mi padre y, cuando tenía poco más de 30 años, emigró a los Estados Unidos como madre soltera con una bolsa de ropa al hombro, unos dólares en una mano y yo en la otra, que en ese momento era un niño pequeño. Su vida ha sido una historia de lucha, dolor y pérdida. Y sin embargo, a pesar de los desafíos, siempre ha sido la persona más llena de esperanza que conozco.

Si usted tuviera la oportunidad de preguntarle, ella le diría sin la menor duda o vacilación que Jesús es la única fuente de su esperanza. Ella le diría que desde el día en que se encontró con el Cristo resucitado hace casi 40 años, las circunstancias han pasado constantemente a un segundo plano, teniendo siempre a la vista algo mucho más inmutable y permanente. Pero este no es un sofisticado o prístino cuento de hadas utópico construido sobre pensamientos felices o sobre fantasías de una vida libre de problemas. La esperanza de mi madre consiste en aferrarse valiente e incansablemente a algo mucho más sustantivo; en asirse con determinación y sin titubeos de lo que ya ha sucedido y lo que sucederá.

En Primera de Pedro 1:13 leemos: “Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, pongan su esperanza completamente en la gracia que les es traída en la revelación de Jesucristo” (RVA-2015). En el griego original, la palabra traducida como “preparada para actuar” (anadzonumi) es un término que describe la preparación física. Se deriva de una práctica bastante común en el antiguo Oriente Próximo: las personas recogían su larga prenda exterior y se la ceñían para prepararse para la acción física, ya fueran agricultores dirigiéndose al campo, soldados que iban a la batalla o atletas que querían correr libremente y sin obstáculos.

Me pregunto si Pedro estaba pensando en uno de sus primeros encuentros con el Cristo resucitado cuando escribió estas palabras en su primera epístola. Al final del evangelio de Juan, leemos la historia en la que Jesús, después de haber resucitado, se le apareció a sus discípulos junto al mar de Galilea. Pedro y los demás estaban pescando, pero tan pronto como reconocieron a Jesús llamándolos desde la orilla, Pedro “se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar” (Juan 21:7). Se ciñó el manto: su prenda exterior. Es la misma palabra e imágenes que usa en Primera de Pedro 1:13. Cuando Pedro vio a Jesús en las costas de Galilea, inmediatamente se ciñó el manto y se preparó para actuar. Varias décadas después, [en su epístola], Pedro invita a los primeros seguidores de Jesús —y a nosotros también— a emprender la misma acción hacia la esperanza que tenemos en la gracia que nos es traída en la revelación de Jesucristo.

Expectativa y acción

Algunos lingüistas sugieren que la palabra esperanza en inglés (hope), comparte raíces etimológicas con la palabra salto (hop), lo que transmite la idea de que tener esperanza es dar un salto con expectativa, saltar hacia la posibilidad de algo. Cierto o no, la idea plantea un punto interesante. En nuestros días, la idea de esperanza ha sido cooptada por la pasividad, privándola de su naturaleza orientada a la acción. Esperamos quelas colas parapagar enla tienda noseandemasiado largas. Esperamos un buen diagnóstico. Esperamos que todo salga bien.

Hoy en día, esperar se considera a menudo como una versión adulta de desear. Por eso, cuando nuestras esperanzas parecen un poco extravagantes, podemos llamarlas “ilusiones”. Pero la esperanza cristiana no es una ilusión. La esperanza cristiana es un salto hacia delantellenode expectativa. Actuamos. Vivimos en movimiento. En la paráfrasis de la Biblia realizada por Eugene Peterson llamada The Message [El mensaje], él pone Primera de Pedro 1:13 en estas palabras: “Así que remángate”. La esperanza cristiana se trata de remangarse y poner manos a la obra. Es una especie de esperanza del trabajador que nos prepara y nos permite estar dispuestos a ensuciarnos las manos, a trabajar y esforzarnos en nuestro camino hacia la expectativa y la promesa.

Esta naturaleza radicalmente contraintuitiva de la esperanza cristiana está moldeada por una resiliencia y fortaleza que lamentablemente falta en las representaciones populares de la esperanza. La esperanza cristiana no rehuye, sino que se apresura hacia el sufrimiento y el dolor en nuestro mundo. Tim Keller afirma: “Mientras que otras cosmovisiones nos llevan a sentarnos en medio de los gozos de la vida, previendo los dolores venideros, el cristianismo empodera a su gente para sentarse en medio de los dolores de este mundo, saboreando el gozo venidero”. La esperanza cristiana no se deja engañar por las promesas que el mundo ofrece de comodidad y tranquilidad en esta vida, mientras espera con ansiedad el siguiente golpe. En cambio, la esperanza cristiana encuentra su lugar en la experiencia humana de lucha, con fuerza y ​​determinación. Sí, hay dolor y sufrimiento en esta vida, pero la esperanza cristiana nos permite mantenernos erguidos con cada gramo de imago Dei [la imagen de Dios de la que somos portadores] posible.

Pienso en mis amigos Landon y Sarah Baker. Nuestra comunidad se regocijó cuando compartieron la noticia de que estaban esperando un bebé; pero cuando nació la bebé, hubo complicaciones. En medio de una pandemia global, entré en la unidad de cuidados intensivos neonatales del hospital con una mascarilla sobre mi rostro para dedicar a una hermosa niña cuya vida en la tierra duraría menos de tres días. Con lágrimas en los ojos, los jóvenes padres oraron por su hija y la abrazaron mientras ella exhalaba por última vez y entraba en la eternidad. Leyeron los Salmos sobre ella y cantaron acerca de su amor por Jesús. Aún en medio de su dolor, su esperanza nunca vaciló.

Pienso en mi amigo Darren Johnson, que pasó más de un año sin trabajo. Con una familia que mantener y facturas que pagar, la situación era desesperada. No estaba desempleado por no intentar obtener un empleo. Las cosas simplemente no estaban funcionando y no entendía por qué. Pero, en su confusión, él continuó orando, adorando, guiando a su familia con valentía y sirviendo a su comunidad. Estaba convencido de que Dios todavía estaba trabajando y moviéndose incluso en los detalles más pequeños de sus desconcertantes circunstancias, aunque no sabía cómo. En su incertidumbre, fue un ejemplo de fe monumental. Su esperanza nunca vaciló.

Pienso en mi amiga Christina Tang. Una talentosa compositora de poco más de 20 años de edad. Había estado trabajando en una colección de canciones cuando recibió la noticia de que tenía cáncer de estómago, y era agresivo. Se sentía la tristeza y la confusión por todas partes. Pero después, ella mostró determinación. Incluso mientras su cuerpo se debilitaba, Christina continuó escribiendo y grabando. Encontró fuerza para dirigir el tiempo de adoración en la iglesia de vez en cuando. Cuando sus manos ya no podían tocar la guitarra, reclutó amigos músicos para tocar. Un par de semanas después de su muerte, les dimos a todos en la iglesia una copia de su nuevo álbum: seis canciones originales escritas y grabadas minuciosamente en sus últimos meses de vida. Su esperanza nunca vaciló.

Este es el rostro de la esperanza cristiana. No ignora el miedo, la ansiedad o la duda: los afronta. Se mantiene firme, aferrada a la paz en medio del caos. A través de las muchas tormentas traicioneras de la vida, ya sean pandemias, divisiones políticas, disturbios sociales o luchas personales, la esperanza cristiana se ve impulsada por algo más grande que ya ha sucedido y algo más grande que va a suceder nuevamente.

Él regresará, así que remángate

El Adviento es nuestro gran recordatorio de todo esto. Hacia fines de noviembre, comenzaremos a ver los patios de las casas convertirse en nacimientos. Pero esta temporada en la que estamos a punto de entrar no es simplemente un viaje a la historia: en más de un sentido es un viaje hacia el futuro. El Adviento viene del latín adventus que significa ‘llegada’, y es nuestra mirada larga y firme hacia adelante, iluminada por la historia. La luz de la historia navideña irrumpe en la oscuridad de nuestra culpa pasada, nuestro dolor presente y nuestras ansiedades futuras, apuntando a un futuro más brillante.

En Hechos 1:11, cuando los primeros seguidores de Jesús presenciaron su ascensión al cielo, se les recordó que: “Este Jesús, quien fue tomado de ustedes arriba al cielo, vendrá de la misma manera como le han visto ir al cielo”. Él volverá. Esta es la promesa que celebramos y recordamos durante el Adviento, y es la roca firme que sustenta la esperanza cristiana. Recuerde las palabras de Pedro: “Pongan su esperanza completamente en la gracia que les es traída en la revelación de Jesucristo”. Nos remangamos y seguimos con la obra de la esperanza cristiana porque Cristo viene de nuevo. Podemos afrontar cualquier cosa con resiliencia, fortaleza y paciencia porque el Adviento nos recuerda cómo termina la historia. Por eso Pablo escribe: “Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada… Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia lo aguardamos” (Romanos 8:18, 24–25).

Mi madre cumplió 70 años hace un par de años. Visitar Hawái había estado en su lista de deseos durante mucho tiempo, así que fuimos. Nos alojamos cerca de la playa de Waikiki, y desde la ventana de nuestro hotel podíamos ver la toba volcánica de Diamond Head, una de las caminatas más populares y extenuantes de la isla. Le pregunté a mi madre si quería intentarlo. Sin dudarlo, ella dijo que sí. El recorrido a pie en Diamond Head es de 1.6 millas (2.5 km) de ida y vuelta, casi en línea recta, subiendo casi 600 pies (182 m) desde el comienzo del sendero hasta la cima. Inmediatamente lamenté haberle preguntado: no estaba seguro de que pudiera hacerlo a su edad.

A la mañana siguiente, conducimos hasta el acceso al sendero. Le pregunté de nuevo si realmente quería intentarlo, y le aseguré que, si quería, podíamos regresar e ir a disfrutar de unos deliciosos poke bowls en la playa. Ella sonrió y comenzó a caminar. Aproximadamente a la mitad del camino, al ver su agotamiento y estando agotado yo mismo, le pregunté de nuevo si quería volver. Me miró, sonrió y se remangó. Seguimos hacia adelante y finalmente disfrutamos de la espectacular vista desde la cumbre. Por supuesto que lo logramos. Así es como funciona la esperanza para mi madre. Y así es como funciona la esperanza cristiana. Nos remangamos y damos un paso agotador tras otro hasta llegar.

Una vez que regresamos al hotel para descansar, usamos FaceTime para llamar a mis hijos, sus nietos, que estaban en casa. Mi madre sonreía mientras le contaba a su nieto recién nacido todo sobre su conquista de Diamond Head. Él había nacido solo tres meses antes y ella le había dado su nombre coreano: So-Mahng, que significa ‘esperanza’. Por supuesto.

Jay Y. Kim es pastor principal de enseñanza en la iglesia WestGate Church, maestro residente en Vintage Faith Church y autor de Analog Church. Vive con su familia en Silicon Valley.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Cuando las profecías políticas no se cumplen

La Biblia incluye a falsos profetas y a profetas verdaderos cuyas palabras resultaron ser falsas.

Christianity Today November 25, 2020
Spencer Platt / Getty Images

Profecía es decir lo que Dios dice, cosa que a menudo tiene más que ver con la proclamación que con la predicción.

En ocasiones, sin embargo, las profecías sí predicen el futuro. A finales de octubre Pat Robertson declaró haber escuchado de parte del Señor: «Sin lugar a dudas, Trump va a ganar las elecciones». Hay que darle crédito a Robertson en que Trump hizo un papel mucho mejor de lo que se esperaba. Si tomamos en consideración los 70 millones de votos que obtuvo Donald Trump, el segundo resultado más alto de la historia de los Estados Unidos, según se señala, podríamos pensar que, de hecho, Robertson sí escuchó algo. ¿Pero tenía toda la verdad?

En algunas elecciones, las profecías son más que adivinanzas a cara o cruz. En 2016, Jeremiah Johnson, pastor y profeta, predijo con exactitud el primer mandato de Trump antes incluso de que se hubiera alzado como líder en las primarias republicanas. Robertson no fue el único en ver otra victoria para el presidente en 2020. La mayoría de las profecías públicas, incluyendo las de Johnson, se postulaban a favor de Trump, mencionando en ocasiones unas elecciones reñidas.

Sin embargo, incluso algunos que votaron por Trump sintieron como si Dios estuviera diciendo que Biden ganaría esta vez. Ron Cantor, líder de judíos mesiánicos residente en Israel, dijo que escuchó dos veces de parte de Dios que Biden ganaría debido a cómo idolatra la iglesia a Trump. Les dijo a sus seguidores: «Aunque ocurriera un milagro y [Trump] fuera realmente reelegido, cosa que parece menos probable a cada hora que pasa, probando que los otros profetas tienen razón, la advertencia al respecto sigue siendo la misma».

Si los resultados electorales se mantienen a pesar de los recuentos y las impugnaciones en los tribunales, ¿quiere decir que todos los que predijeron la victoria de Trump son falsos profetas?

Los errores en la profecía no convierten en falso profeta al que se equivoca, del mismo modo que los errores en la enseñanza no convierten en un falso maestro al que se equivoca. Pero los falsos profetas existen: incluso los cesacionistas, quienes no creen que el don genuino de profecía sea para la actualidad, coinciden en esto.

Ya sea que provengan o no de falsos profetas, las profecías erróneas ampliamente divulgadas corren el gran riesgo de deshonrar el nombre de Dios, y se deben tratar con seriedad. Aquellos ya propensos a burlarse de los cristianos pueden encontrar más fundamentos para el ridículo. Deuteronomio 18 nos advierte contra las profecías erróneas que, sin embargo, se profieren «con presunción»; la palabra hebrea suele implicar una rebelión insolente (como en Deuteronomio 1:43 y 17:13).

«Si lo que el profeta proclame en nombre del Señor no se cumple ni se realiza, será señal de que su mensaje no proviene del Señor», se lee en Deuteronomio 18:22. «Ese profeta habrá hablado con presunción. No le temas».

Escuchar de parte de Dios

Aun así, la verdadera profecía puede ser más confusa de lo que a muchos nos gustaría. En la Biblia a menudo los verdaderos profetas actúan de formas que otras personas consideran excéntricas (Jeremías 19:10; Hechos 21:11), y solía ocurrir que sus contemporáneos les tachasen de ser mentalmente inestables (2 Reyes 9:11; Jeremías 29:26; Juan 10:20).

En contraste con las profecías acerca de los propósitos de Dios a largo plazo, la mayoría de las profecías de la Biblia acerca de sus propósitos a corto plazo son condicionales, ya sea que se manifiesten o no de ese modo. De ahí que la afirmación de Jonás de «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» (Jonás 3:4) no se cumpliera en la generación de Jonás, porque Nínive se arrepintió.

Jeremías explica este proceso con claridad: «En un momento puedo hablar de arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; pero, si la nación de la cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré del castigo que había pensado infligirles. En otro momento puedo hablar de construir y plantar a una nación o a un reino. Pero, si esa nación hace lo malo ante mis ojos y no me obedece, me arrepentiré del bien que había pensado hacerles» (Jeremías 18:7-10). Las perspectivas de cómo funciona la profecía condicional varían. Mi opinión es que Dios conoce de antemano las decisiones humanas o los resultados finales, pero también deja espacio para las personas limitadas por el tiempo dentro del tiempo.

Del mismo modo, en ocasiones Dios aplaza los resultados prometidos. Elías profetizó la destrucción de la estirpe de Acab (1 Reyes 21:20-24). Aun así, después de que Acab se humillara, Dios le dijo a Elías en privado: «Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo» (21:29). Igualmente, Dios le encargó a Elías tres tareas (1 Reyes 19:15-16). Elías cumplió directamente una, llamar a Eliseo. Las otras dos las realizaron Eliseo y otro profeta a quién él a su vez encomendó. La mayor parte de la misión la cumplieron otras personas.

A menudo, las profecías bíblicas indican más acerca del qué que del cuándo. Por ejemplo, los dos primeros capítulos de Joel describen una inminente invasión de langostas relacionada con el día del Señor, el tiempo de Dios para el juicio. Sin embargo, el último capítulo parece describir una invasión real en el día definitivo del juicio de Dios (3:9-17, en especial el versículo 14). Esto quiere decir que, en las profecías, los sucesos cercanos pueden augurar otros posteriores, sin molestarse en especificar el tiempo intermedio. Los cristianos ven las profecías del Antiguo Testamento acerca de la venida del Mesías de este modo: nadie reconoció con antelación que Jesús vendría dos veces.

Pero ¿han sido condicionales la mayoría de las profecías acerca de las elecciones en los Estados Unidos? ¿O simplemente estaban equivocadas? Después de todo, cualquiera puede decir: «El resultado de las elecciones será tal y cual… siempre que haya suficientes personas votando por fulano o mengano». (Conociendo las probabilidades en contra de Trump, sin embargo, las profecías acerca de su reelección eran bastante osadas).

Escuchar nuestros propios ecos

Sin embargo, incluso las personas fieles a Dios a veces pueden malinterpretar lo que escuchan. No todo el mundo escucha a Dios con tanta claridad como Moisés, cara a cara (Números 12:6-8). Natán tuvo que corregir la certeza que le había dado a David después de que el Señor le habló (2 Samuel 7:3-5). Incluso profetas de la corte cercanos a Dios como Natán pueden realizar afirmaciones erróneas en tiempos favorables.

Este problema, sin embargo, no se limita a los profetas de la corte. Cuando Juan el Bautista escuchó que Jesús estaba sanando gente, se cuestionó acerca de su identidad (Mateo 11:2-3; Lucas 7:18-20). Probablemente Juan lo hizo porque antes había escuchado de parte de Dios que aquel que vendría bautizaría en el Espíritu y en fuego (Mateo 3:11; Lucas 3:16). Hasta donde Juan podía ver, Jesús no estaba bautizando a nadie en fuego. Lo que Juan había escuchado de parte de Dios era correcto, pero la conclusión de Juan estaba equivocada porque, al igual que todos los profetas, solamente tenía una parte de una imagen mucho más grande.

No solo todas las profecías son parciales, sino, lo que es más peligroso, a veces podemos confundir nuestra interpretación errónea con el mensaje de Dios. Algunos recordaremos tiempos en los que oramos por el cónyuge adecuado o un trabajo; cuanto más implicados estamos emocional y personalmente en una decisión, más difícil resulta a menudo pensar y escuchar con claridad.

Por esa razón quizá Lucas evita llamar «profecía» al discurso guiado por el Espíritu en Hechos 21:4. Los amigos de Pablo le dijeron «a través del Espíritu» que no fuera a Jerusalén. No obstante, Dios mismo ya le había dicho a Pablo que sí fuera a Jerusalén (el significado probable de Hechos 19:21). Los amigos de Pablo escucharon correctamente que él sufriría en Jerusalén (20:23; 21:11) pero concluyeron erróneamente a partir de esta información que no debía ir allí (21:12-14; ver también 2 Reyes 2:3-5, 16-18). La subjetividad es a menudo problemática, pero mientras necesitemos sabiduría de parte de Dios tendremos que vivir con cierta subjetividad.

Este es el caso porque toda profecía es «imperfecta», igual que como maestros «conocemos (…) de manera imperfecta» (1 Corintios 13:9). Hasta que Jesús regrese, nuestro conocimiento seguirá siendo limitado y parcial (vv. 9-12). Decir que todas las profecías que forman parte de la Biblia son perfectas no significa que ninguno de los siervos de Dios haya expresado nunca profecías imperfectas. Por eso Pablo insiste en que cada profecía debe ser evaluada (1 Corintios 14:29). Nos advierte de no apagar el Espíritu ni despreciar las profecías; en cambio, debemos someter todo a prueba, aferrándonos a lo bueno y evitando toda clase de mal (1 Tesalonicenses 5:19-22).

Ciertas enseñanzas populares han hecho que las profecías contemporáneas sean aún más problemáticas. Creo que el exceso de enseñanzas sobre la «confesión positiva» ha introducido una gran fuente de errores potenciales en la profecía. Incluso en muchos círculos donde hoy se repudia la teología del «decláralo y reclámalo» se enzarzan ahora en «declaraciones proféticas». Algunas de estas declaraciones se supone que son afirmaciones de fe. Después de todo, Jesús nos invita incluso a dar órdenes a las montañas a través de nuestra fe (Marcos 11:23). Pero la fe solo puede llegar a ser tan buena como lo es su objeto, que Jesús especifica en los versículos anteriores que es Dios (v. 22). Las «declaraciones proféticas» están vacías a menos que se autoricen y se dirijan por Dios. Como dice Lamentaciones: «¿Quién puede anunciar algo y hacerlo realidad sin que el Señor dé la orden?» (Lamentaciones 3:37).

Escuchar cosas diferentes

Las personas importantes que aseguran hablar por Dios no siempre tienen razón, pero eso no significa que Dios no hable. En 2008 un ministro etíope que no sabía nada de mí profetizó con exactitud acerca de mi hijo, y que yo estaba escribiendo dos grandes libros. Lo que me confundió fue que dijo que mi segundo libro sería más largo que el primero. Yo esperaba que mi comentario al libro de Hechos saliera primero; al final superó las cuatro mil páginas. Aunque me impresionó en parte, pensé que Mesfin se equivocaba acerca de un libro más grande. Sin embargo, mi libro sobre milagros, que solamente tenía 1100 páginas, terminó saliendo antes que mi comentario de Hechos. Mesfin tuvo razón, y yo me equivoqué.

Este año muchos cristianos han escuchado a líderes profetizar que Trump ganaría de nuevo las elecciones. Algunos, como Jeremiah Johnson, han seguido afirmando que su profecía resultaría cierta al final. Otros, como Kris Vallotton, se han disculpado públicamente. Por ahora, muchos decidirán que la profecía era contingente, fuera de tiempo o, más probablemente, equivocada.

Aunque no he sido de los que han apoyado a Trump, sí soy de los que quieren ver probadas como ciertas las profecías divinas y puedo entender la decepción.

Yo no soy profeta, pero mis propios sueños me generan dudas. Por ejemplo, en marzo de 2016, ocho meses antes de las elecciones, soñé que Trump podría ser como el Jehú bíblico (2 Reyes 10:28-31) y necesitaba arrepentimiento. En mayo de 2016 soñé que Dios estaba furioso por el (futuro) maltrato de Trump a los niños refugiados. Más tarde soñé que sus palabras provocaban disturbios raciales. Después de las elecciones de 2016, escribí en mi diario: «Me preguntó por qué, si yo he tenido estas pesadillas acerca de él, muchos otros no están viendo lo mismo». Al año siguiente soñé que estaba advirtiendo a los partidarios de Trump acerca de una inminente reacción violenta: «Sembraron vientos y cosecharán tempestades» (Oseas 8:7).

No fui capaz de quitarme de encima esos sueños, aunque mucha gente a la que yo respetaba apoyaba al presidente, y por razones que podía comprender. A veces mi perspectiva vaciló, puesto que soy provida y aprecio el respeto del presidente hacia los evangélicos. En agosto de este año soñé que Trump perdía las elecciones de 2020. Solo fue un sueño. Tengo toda clase de sueños, y aunque algunos parecen más significativos, no siempre estoy seguro de cómo interpretarlos. Probablemente muchos están influidos por leer las noticias de la BBC antes de irme a dormir. Los sueños, al menos, me motivan a orar.

Las perspectivas difieren, y cada uno de nosotros tiene solamente una parte de una imagen más grande. Podemos estar seguros de algo: el Señor sigue teniendo el control de la historia, y podemos vivir por su Palabra certera en las Escrituras, sin importar lo que ocurra.

Si, en contra de todo pronóstico, de repente Trump se convierte en presidente, las profecías atraerán la atención del público a la obra de Dios. De otro modo, puede ser que Dios está llamando la atención hacia la necesidad de hacer limpieza en muchos círculos carismáticos. El ánimo del Espíritu no siempre se traduce en las palabras que queremos escuchar; las «declaraciones proféticas» pueden ensordecernos para no escuchar lo que Dios está diciendo realmente; y depender de lo que otros dicen que Dios ha dicho puede ser un asunto bastante arriesgado (ver 1 Reyes 13:11-32).

Como cristiano carismático que soy, me gusta ver que las profecías se hacen realidad. Pero hay que evaluarlas. Siempre que sea posible, antes de hacerlas públicas. Y, cuando sea necesario, después.

Craig Keener es profesor de Estudios Bíblicos con la cátedra F. M. Y Ada Thompson en el Seminario Teológico de Asbury. Es autor de Christobiography: Memories, History, and the Reliability of the Gospels, que ganó en 2020 el CT Book Award.

Traducido por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Conozca a las personas que ministran a los inmigrantes que trabajan en el campo de los Estados Unidos

Cómo los pastores, productores y activistas en ambas costas están cuidando a los trabajadores agrícolas que producen nuestros alimentos.

Christianity Today November 23, 2020
Brian L. Frank

A principios de la primavera, la pandemia por coronavirus provocó un desorden en la cadena mundial de suministro de alimentos. En las tiendas de comestibles estadounidenses los precios subieron y muchos artículos simplemente desaparecieron de los estantes—no solo el papel higiénico—.

Para algunos productores agrícolas del país, en particular los que venden directamente a tiendas y consumidores, el mercado se mantuvo estable o incluso mejoró. Pero otros productores vieron cómo el mercado de sus productos se secó de la noche a la mañana, obligándolos a cerrar sus operaciones, a retirar del mercado tierras de cultivo y a enfrentar la tristeza de tener que derribar plantíos que estaban listos para la cosecha.

En la base de este tambaleante sistema se encuentran los trabajadores agrícolas migrantes. Poco menos del 10 % de estos trabajadores llegan a los Estados Unidos con visas H-2A, las cuales les permiten trabajar en el sector agropecuario hasta por 10 meses. El otro 90 % de los trabajadores agrícolas de temporada viven en el país y ganan el salario mínimo, teniendo que combinar trabajos en hoteles y restaurantes con su horario rotativo en las plantaciones. Casi la mitad de estos no tienen permiso para trabajar en los Estados Unidos.

Para muchos trabajadores, la pandemia ha hecho que una vida que era de por sí difícil sea aún más desalentadora. Muchas empresas productoras y empacadoras despidieron trabajadores. El virus se movió rápidamente a través de huertas y edificios que albergan trabajadores agrícolas, muchos de los cuales no tienen seguro médico.

CT se reunió con pastores, productores agrícolas, trabajadores del campo y activistas en California y Carolina del Norte que estaban ministrando a los trabajadores agrícolas migrantes antes de la pandemia y continúan haciéndolo hoy. A través de ministerios de palabra, misericordia y justicia, estos cristianos atienden los complejos desafíos que enfrentan los trabajadores de formas variadas y, a veces, incluso contradictorias.

Palabra

Valle de San Joaquín, California

El sol no había salido del todo cuando Tom Ríos se sentó con los hombres en su estudio bíblico matutino. Para adaptarse a los horarios de los trabajadores participantes, se acordó que el estudio comenzara a las 5:30 a.m. Hoy, se estaban reuniendo en el patio trasero de Tom, a las afueras de Kingsburg, California, ubicado entre campos y huertos a lo largo de las orillas del río Kings.

Hablaron de Romanos 1:16-17. Solo Cristo es suficiente para satisfacer a un Dios justo, explicó Ríos en español. Él es el único mediador entre Dios y el hombre.

“No hay otro”, dijo Ríos en español. "No hay otro".

José Macías asintió con la cabeza. Esta verdad cambió su vida, dijo más tarde. Él trabaja para una empresa de riego que bombea agua a los huertos frutales que llenan el árido valle de San Joaquín en California. Trabaja con otros inmigrantes, así como con mexicoamericanos de segunda y tercera generación, y durante la mayor parte de su vida, dijo, encontró formas de juzgarlos, de pensar en sí mismo como mejor. Su actitud lo estaba metiendo en problemas en el trabajo y provocando conflictos con sus hijos y su esposa.

Después de que el Evangelio lo hizo humilde, dijo: "Simplemente trato a las personas con respeto".

El estudio bíblico concluye puntualmente a las 6:30 a.m. la mayoría de los días. Los hombres tienen que irse a trabajar. José ya tuvo que tomarse una hora libre para asistir, sin embargo, no será penalizado. Los dueños de la plantación para la que trabaja, los Jackson, lo quieren en el estudio bíblico.

Tom Ríos predicando ante trabajadores agrícolas en un convivio en Kingsburg Orchards cerca de Fresno, California.Brian L. Frank
Tom Ríos predicando ante trabajadores agrícolas en un convivio en Kingsburg Orchards cerca de Fresno, California.

El evangelismo y el discipulado son parte integral del modelo de negocio de los Jackson. Fue precisamente por eso que contrataron a Tom Ríos en 2015. Oficialmente, él es el gerente de seguridad de Kingsburg Orchards, empresa que produce albaricoques (chabacanos), ciruelas, duraznos (melocotones) y otras frutas de hueso. Ríos tiene muchas obligaciones en ese frente. Tiene que asegurarse de que los trabajadores estén capacitados en el uso del equipo que operan, informados sobre métodos ergonómicos de cosechar, así como de que pongan en práctica otros protocolos, todo lo cual ayuda a la empresa productora a cumplir con las regulaciones federales y lograr varias certificaciones de calidad.

Pero la presencia de Ríos ahí tiene un propósito más elevado: el discipulado.

“Considero que es una de nuestras mejores inversiones. Invertir en las personas. Que podamos compartir el evangelio con nuestros propios empleados”, dijo Brent Jackson.

El tío de Brent, David Jackson, comparte esa visión misionera. En un video realizado para la cadena de supermercados de Texas H-E-B (uno de los grandes clientes de la granja familiar), David describe la agricultura como el llamado de la familia. “Como personas que buscamos imitar a Cristo, se nos dijo que proclamáramos el evangelio”, le dijo a CT.

Ríos ofrece una lección bíblica semanal al mediodía en una de las plantas empacadoras de Kingsburg Orchards, con bandas transportadoras de varios pisos que zigzaguean en el fondo transportando cajas de ciruelas. La hora del almuerzo cambia todos los días, dependiendo de la hora a la que los trabajadores comienzan a cosechar.

Ríos limita su mensaje a unos 12 minutos, dijo, para que los trabajadores puedan usar el resto de su breve descanso para almorzar, relajarse y socializar. Durante la pandemia, es uno de los únicos momentos del día en que los trabajadores pueden quitarse las mascarillas.

La mayoría de los trabajadores de la planta empacadora son mujeres. El número de mujeres que trabajan en la industria agropecuaria en los Estados Unidos cada vez es mayor. En Family Tree Farms, un huerto cercano propiedad de David Jackson, entre el 30 y el 40% de los trabajadores son mujeres.

En Kingsburg Orchards, Aida Villaseñor prefiere los campos. “Las plantas empacadoras son muy silenciosas, y si los trabajadores hablan en la línea de trabajo, el supervisor se enoja", dijo.

A ella le encanta recoger fruta con otros trabajadores, charlando y cantando juntos mientras caminan entre los árboles. El ambiente más informal hace que valga la pena para ella trabajar en los campos, donde las temperaturas regularmente superan los 100 °F [37.7 °C] en el verano.

Trabajadores seleccionando manzanas en el Valle de San Joaquín en California. A menudo, las casas empacadoras contratan mujeres, las cuales trabajan en espacios reducidos, siendo una fuente potencial de contagio del coronavirus.Brian L. Frank
Trabajadores seleccionando manzanas en el Valle de San Joaquín en California. A menudo, las casas empacadoras contratan mujeres, las cuales trabajan en espacios reducidos, siendo una fuente potencial de contagio del coronavirus.

Ríos también interactúa con los trabajadores de las plantaciones. Además del tiempo que dedica a convivir con los trabajadores y a implementar los protocolos de seguridad, también predicó un mensaje del evangelio en el convivio de fin de cosecha organizado por Brent Jackson.

Una mañana a finales de julio, Jackson y su equipo de administración (varios son miembros de su familia), encendieron una enorme parrilla circular que adaptaron en su taller de soldadura, y la colocaron bajo el toldo de un granero que usan para almacenar equipo. Los trabajadores se reunieron a la sombra, frente a un bufé extendido sobre la plataforma de un remolque. Jackson se paró frente al remolque mientras compartía en español su agradecimiento por el arduo trabajo que habían llevado a cabo durante el transcurso de la temporada. El caporal dijo algunas palabras de gratitud y luego Ríos pasó al frente para compartir el evangelio. Los trabajadores podían tomar Biblias rústicas de una gran pila ubicada al final del bufé.

Villaseñor tomó una antes de pasar a la fila para servirse comida. Ella dijo que apreciaba el mensaje y las palabras de gratitud del jefe. "Es bueno que todos escuchen", dijo.

Ríos dijo: “Es difícil saber cuál de las semillas del evangelio dará fruto”.

Brent Jackson sabe que no todas las personas que escuchan la Palabra de Dios responderán, pero algunas lo harán, dijo. Y para ellos, él no solo busca un asentimiento casual: quiere ver vidas transformadas bajo el señorío de Cristo.

“Siempre que pensemos en nosotros mismos como si fuéramos el rey, nos meteremos en problemas”, dijo, “pero siempre que sirvamos al Rey Jesús, Él nos guiará con paciencia y nos sacará de la opresión de cualquier adicción o esclavitud que nos tenga controlados”.

Él discipula a 16 de sus empleados directamente y ha integrado el discipulado en la estructura administrativa de la empresa. Él no puede llegar a conocer personalmente a sus 4 000 empleados, por lo que tiene que contratar personas que formen relaciones en toda la empresa. “Mi misión es construir el reino de Dios y para mí eso significa evangelismo”, dijo.

Los trabajadores de Kingsburg ganan aproximadamente 15 dólares por hora. Brent Jackson sabe que en California, incluso en el Valle de San Joaquín, y aun cuando algunos trabajadores reciben pago de comisiones, todavía entran en la clasificación de pobreza. (El salario mínimo en California para los grandes empleadores es de 13 dólares por hora y aumentará a 14 dólares en 2021).

Los Jackson se irritan al hablar de los esfuerzos para exigir salarios más altos para el sector agropecuario. Eso hace que algunas plantaciones de frutas de hueso sean insostenibles, explicaron, porque los consumidores no pagarán lo suficiente por melocotones o nectarinas para permitir salarios más altos para los trabajadores. Cuando los precios de la mano de obra aumentan demasiado, algunos agricultores optan por convertir sus campos en plantaciones de almendras u otros cultivos que requieren menos mano de obra.

En cambio, David Jackson enfatiza la dignidad del trabajo y los salarios recibidos a cambio. "Los estadounidenses no creen que sea bueno trabajar ahí afuera, en los campos" dijo, "pero sí es bueno [trabajar] ahí afuera. Es honorable".

Aquellos que han sido ayudados por los Jackson y la iglesia a la que asisten con Ríos en Kingsburg, Grace Church of the Valley, se apresuran a contar historias de [cómo han recibido] flexibilidad de horarios, asistencia financiera y otras formas de apoyo según ha sido necesario.

Pero David Jackson dijo que no puede proporcionar estos beneficios de forma preventiva o a gran escala. No tiene ese margen de ingresos. Sus trabajadores a menudo tienen que depender de la caridad —la de él o la de otros—. Eso es parte del llamado de la iglesia, explicó, citando Mateo 26:11, donde Jesús dijo: "A los pobres siempre los tendrán con ustedes".

“Para algunos trabajadores, los campos de Family Tree Farms sirven como una plataforma que los conduce a trabajos con salarios más altos, ya sea dentro del mismo campo o en otras industrias. Pero no se le puede garantizar a todo el mundo que esto será así. Sin embargo, sí puedo darles a Jesús”, explica. "Las verdaderas riquezas son espirituales".

Misericordia

Condados de Santa Bárbara y San Luis Obispo, California

En el lapso de una hora, cuatro personas se presentaron a la puerta del pastor Mario García en Oceano, California. Los visitantes se apresuraron a ponerse sus mascarillas para entrar a la casa, mientras su esposa María y su hija adolescente daban instrucciones en inglés y español. Los visitantes luego tomaron algunos víveres y siguieron su camino. Era día de entregas, nos explicó Mario, día en que su familia se dedica a coordinar a los voluntarios para distribuir cajas de comida a los diversos sitios designados alrededor de la comunidad.

“Si quiero servir a estas personas, necesito poder brindarles algo”, dijo.

“Si no fuera por la pandemia, estaríamos todavía más ocupados”, dijo. Por lo general, su iglesia organiza clínicas de fútbol y ventas de garaje, pero la mayoría de esas actividades se desaceleraron a medida que las órdenes de permanecer en casa fueron variando durante el verano en el estado de California.

A pesar de algunos ajustes, el ministerio de García no se vio tan afectado como otros. Financiado por Grace Bible Church en Arroyo Grande, su ministerio, Grace Hispana, se ha descentralizado desde 2019. No se reúnen en el espacioso edificio de la iglesia con vista al Océano Pacífico. De hecho, ya nunca se reúnen en grupos grandes.

En cambio, García se adentra en las comunidades ubicadas al otro lado de la autopista 101: Grover Beach y Oceano, donde la población es mayoritariamente latina y los precios promedio de las viviendas son entre 250 000 y 300 000 dólares menos que en Arroyo Grande.

"No quiero ser pastor de una iglesia", dijo García. “Quiero ser pastor en la comunidad”.

Tomó algún tiempo encontrar un modelo que funcionara en esta comunidad en particular.

Cuando García asistió a una entrevista para un trabajo como pastor de habla hispana para el condado de San Luis Obispo hace 18 años, el pastor de Grace Bible Church lo llevó a recorrer los extensos campos de Santa María, donde se encuentran grandes empresas de producción agrícola como Bonipak y Teixeira Farms. Estas eran las personas a las que querían llegar, le dijo el pastor.

Parecía un empalme perfecto. García había trabajado en campos productores de fresas en el sur de California durante varios años después de su llegada a los Estados Unidos cuando tenía 22 años, proveniente de México.

Sin embargo, los años siguientes serían una lección constante sobre la diferencia entre la cultura de su lugar de nacimiento y la cultura de su segundo nacimiento. Él entendía la cultura mexicana. Y también entendía los campos. Pero la forma en que había aprendido a “hacer iglesia” en el sur de California no estaba funcionando.

García rápidamente descubrió cómo conectarse con la comunidad —las ventas de garaje y los campamentos de fútbol fueron éxitos tempranos—, pero hacer que la gente fuera a la iglesia fue más difícil.

Entre la fuerza laboral ampliamente hispana se encuentran miembros de varias comunidades de inmigrantes mexicanos, grupos muy unidos provenientes de diferentes estados mexicanos. Trabajan muchas horas y muchos de los que trabajan en el campo no tienen libres los domingos. Dos grupos en particular, los de Michoacán y Guanajuato, dijo García, sospechaban de él. Cuando llegó por primera vez en 2001, un diácono católico le dijo: "Sentirás la resistencia".

Sintió resistencia al evangelicalismo, dijo, ya que es visto por muchos como una expresión de fe estadounidense blanca. Para algunos de sus vecinos, el catolicismo se trata tanto de su lugar de origen, como del cielo mismo. Cuando se les insta a cambiarlo por algo que encontraron en Estados Unidos, explicó García, sienten como si se les pidiera que renuncien a algo más que a la confesión y la transubstanciación. Sienten que se les pide dejar de ser mexicanos.

La conexión que logró tuvo que comenzar con el servicio y la cultura. Las ventas de garaje fueron una gran actividad social, así como una especie de esfuerzo de ayuda mutua en los vecindarios, y los campamentos de fútbol para niños ayudaron a los padres trabajadores a transmitir a sus hijos el deporte que muchos de ellos jugaban cuando eran pequeños. García también se involucró en las escuelas y en la comunidad. Sirvió como intérprete para sus vecinos cuando terminaron en un tribunal de tránsito por conducir sin licencia, lo que era muy común antes de 2013, año en que California dejó de exigir prueba de presencia legal en el territorio para obtener una licencia de conducir.

“Encontramos formas de conectar con la gente para poder establecer relaciones”, dijo García.

La iglesia de Diane Martinez encontró una forma de conectarla con los trabajadores agrícolas, sirviéndolos con un estilo diferente de ministerio de misericordia: el derecho migratorio.

Al principio, ella no se veía a sí misma abogando por los inmigrantes. “Dios simplemente me rodeó de población inmigrante”, dijo Martínez. Su vecindario en Santa Bárbara, Westside, es el hogar de más familias de bajos ingresos que el resto de la famosa y pintoresca ciudad costera. Muchos no hablan inglés, o son estudiantes del colegio universitario Santa Barbara City College, donde ella estaba enseñando.

La iglesia de Martínez, Shoreline Community Church, había estado tratando de encontrar un ministerio que atendiera las necesidades prácticas de las personas de la comunidad. ("Siempre puedes saber cuándo es tu idea y no la de Dios: cuando no funciona", dijo). Finalmente, su pastor la envió a ella y a otro representante a una conferencia sobre inmigración en San Diego.

Ese era el ministerio que habían estado buscando.

Diane Martínez trabajó junto con su iglesia para abrir una oficina de asistencia legal después de que otros esfuerzos por alcanzar a la comunidad fueron insuficientes.Brian L. Frank
Diane Martínez trabajó junto con su iglesia para abrir una oficina de asistencia legal después de que otros esfuerzos por alcanzar a la comunidad fueron insuficientes.

“Salí de allí simplemente sabiendo que ese era”, dijo Martínez. "El Espíritu Santo lo trajo a la luz".

Pasó los siguientes dos años estudiando derecho migratorio y obteniendo las certificaciones necesarias para abrir una oficina de asistencia legal. Su iglesia se conectó con Immigrant Hope, una organización nacional sin fines de lucro que opera oficinas de asistencia legal en ocho estados. En mayo de 2014, ella abrió la sucursal de Santa Bárbara, la cual funciona de forma independiente pero tiene sus oficinas dentro del edificio de la iglesia Shoreline.

Para ser realmente efectiva, la oficina no podía simplemente esperar a que llegaran los clientes: la mayoría trabaja largas horas y utiliza los autobuses de la ciudad como medio de transporte. Martínez comenzó a ir a las comunidades de inmigrantes en el condado circundante, lo que finalmente la llevó a New Cuyama, un área agrícola a dos horas de distancia hacia al este, al otro lado del Bosque Nacional Los Padres. La organización Immigrant Hope ahora trabaja a través del centro comunitario de ese lugar para ayudar a los trabajadores de las plantaciones y a sus familias a solicitar residencia legal permanente, naturalización y, hasta hace poco, el estatus de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia [DACA por sus siglas en inglés], la cual permite a aquellos inmigrantes que fueron traídos a los EE. UU. cuando eran niños permanecer y trabajar en el país legalmente (la administración Trump ha intentado acabar con este programa).

Aproximadamente la mitad de las personas a las que atiende la oficina de asistencia legal tienen un camino prometedor hacia el estatus legal. Ese porcentaje es alto, dijo Martínez, porque aquellos que saben que no tienen opciones no suelen programar una cita para confirmarlo.

“Hay muchas personas que, debido a la forma en que llegaron [a los Estados Unidos], no tienen forma de conseguir la residencia legal permanente”, dijo Martínez. Sin embargo, si una persona en la familia puede naturalizarse, a veces se abren caminos para otros. Para los padres e hijos de un ciudadano naturalizado, el proceso es corto comparado con el de los hermanos y hermanas, que puede tardar hasta 20 años.

Más allá de ofrecer servicios de asistencia legal, Immigrant Hope ayuda a sus clientes a estudiar para los exámenes de ciudadanía, a aprender inglés y a solicitar exenciones a los costos del trámite de naturalización, los cuales la USCIS recientemente elevó en un 80 % a 1 160 dólares.

Immigrant Hope brinda diversas clases para ayudar a los trabajadores agrícolas y a otros inmigrantes a obtener la ciudadanía estadounidense.Brian L. Frank
Immigrant Hope brinda diversas clases para ayudar a los trabajadores agrícolas y a otros inmigrantes a obtener la ciudadanía estadounidense.

La oficina de asistencia legal también forja relaciones con clínicas médicas, bibliotecas, escuelas y departamentos de servicios públicos. En Santa Bárbara, el representante local de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias trabajó con Immigrant Hope y el departamento de bomberos para crear el primer Equipo Comunitario de Respuesta a Emergencias en español del país, un programa voluntario de preparación para desastres.

Aunque nunca requieren que los clientes oren o se sienten a escuchar una presentación del evangelio para recibir ayuda, Immigrant Hope también ofrece apoyo espiritual a sus clientes. “Rara vez tenemos a alguien que rechace nuestro ofrecimiento para orar”, dijo Martínez. A veces, los clientes muestran curiosidad y quieren escuchar más. "Tenemos la oportunidad de decirles acerca de una ciudadanía en la que las solicitudes nunca se niegan".

Martínez también se siente llamada a otro tipo de ministerio: la educación en la iglesia. Ella trata de ayudar a las iglesias evangélicas a ver la inmigración como algo más que un problema de justicia social. “Se trata de la justicia de Dios”, dijo. Ella respeta su deseo de que se cumplan las leyes, pero su experiencia le permite explicarles cómo las leyes de inmigración nunca han sido inmutables o absolutas. Las políticas públicas y los políticos han comandado la interpretación de la ley durante más de 100 años, explican los abogados de inmigración, mientras que las personas más afectadas (inmigrantes potenciales e indocumentados) no pueden votar y, por lo tanto, su opinión no es tomada en cuenta.

Justicia

Dudley, Carolina del Norte

Para que las personas marginadas ejerzan presión sobre sistemas injustos, deben organizarse, explicó el líder sindical Baldemar Velásquez. Y deben tomar buenas notas.

En sus 53 años con el Comité Organizador del Trabajo Agrícola [Farm Labor Organizing Committee, FLOC, por sus siglas en inglés], Velásquez se ha vuelto muy bueno para documentar, es decir, para tomar el testimonio de los trabajadores y traducirlo en campañas para resolver problemas.

Su relación con los productores es "muy respetuosa", dijo Velásquez. "Así es como debe de ser". Si un trabajador se queja porque se le quita parte de su salario o porque no se le dan sus descansos regularmente, el comité intenta presentar el reclamo de manera profesional, como un asunto de recursos humanos, sin acusar al dueño de la plantación de malas intenciones ni pidiendo favores especiales.

Resolver las cosas "como en familia" simplemente no funciona, dijo, porque los propietarios y los trabajadores no se sientan a la mesa como miembros iguales de la familia. “Son como una familia hasta que (los trabajadores) defienden sus derechos”, dijo Velásquez. "Entonces tienes una mala disputa familiar".

En Washington, el director de operaciones de Roy Farms, John Erb, cree que las relaciones laborales son parte fundamental de la restauración general que necesita la industria agropecuaria. “Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. Esa oración fue lo que motivó a Erb a trabajar como consultor, ayudando a los dueños de empresas de producción agrícola a invertir en sus trabajadores y en sus comunidades, antes de unirse a Roy Farms, empresa productora de frutas y lúpulo del Valle de Yakima que ofrece al mercado sus prácticas éticas y sostenibles. Erb cree que la mayordomía bíblica de la tierra y de las relaciones humanas pueden traer un poco de paz y justicia a un mundo quebrantado.

Empoderar a los trabajadores es clave, dijo. Y a veces eso significa dar la bienvenida a los sindicatos.

Erb dijo que a menudo ha aconsejado a los productores que "si (los trabajadores) quieren representación, no deben impedírselo".

No es que Erb crea que los sindicatos sean la mejor manera de garantizar que los trabajadores sean tratados bien. Establecer estándares y asegurarse de su cumplimiento ha demostrado ser el mejor salvaguarda, dijo, y los minoristas de comestibles y los compradores dueños de servicios de alimentos también pueden ayudar a través de sus opciones de compra. "Realmente todo se reduce al liderazgo a través de toda la cadena de suministro", dijo Erb, "comenzando con un compromiso con los trabajadores por parte de los compradores".

Velásquez tiene intereses similares. Considera la organización laboral como una forma de reconciliación. El proceso de negociación puede parecer litigioso y formal al principio, mientras que los empresarios abren los ojos para ver cómo se sienten sus trabajadores respecto a la forma en que son tratados. A menudo es un proceso emocional, y el hecho de que sea formal hace que todos rindan cuentas.

Pero después de dos años de trabajar con trabajadores sindicalizados, dijo Velásquez, observa un cambio en la forma en que los productores ven a sus empleados. Ya no se sorprenden cuando los trabajadores quieren mejoras en sus condiciones laborales. Los trabajadores migrantes de la industria agropecuaria se vuelven como cualquier otro empleado con expectativas.

"Ahí es cuando podemos empezar a resolver las cosas sentados a la mesa de la cocina con una taza de café", dijo Velásquez, una vez que el respeto está ahí.

Baldemar Velasquez, FLOC union president.Brian L. Frank
Baldemar Velasquez, FLOC union president.

Velásquez no busca castigar a nadie. No desde que su relación con Jesús cambió su vida. Cuando era joven, él se sentía herido por los abusos que había experimentado en las plantaciones de diversas empresas de Texas y el Medio Oeste en las que trabajó con su familia desde que tenía cinco años. Velásquez primero vio a las organizaciones [sindicales] como

“una forma de obtener venganza”, dijo. “Cuando llegué a conocer al Señor, eso cambió radicalmente. Ya no se trataba de venganza: se trataba de reconciliación. La reconciliación es más difícil que estar enojado y buscar venganza".

A mediados de las décadas de 1970 y 1980, Velásquez dirigió al comité a través de un boicot contra la marca de sopas Campbell que duró casi ocho años. Él piensa que también fue parte de un proceso de reconciliación, y sirvió como modelo de la unión entre los trabajadores y las pequeñas empresas productoras para su supervivencia mutua.

"Económicamente, estamos en el mismo barco", dijo Velásquez. Al igual que Erb, cuando analiza un problema relacionado con la mano de obra agrícola, analiza toda la cadena de suministro para encontrar la fuente de la injusticia. Cuando se trata de salarios, los problemas generalmente no comienzan con el empresario productor, sino más bien con los precios de los alimentos en el mercado minorista.

Los trabajadores agrícolas de Ohio querían protestar contra salarios que consideraban injustos, pero Velásquez sabía que los productores no obtenían lo suficiente de la compañía de sopas Campbell como para poder incrementar los salarios. Si los trabajadores se declaraban en huelga, los productores podrían simplemente cambiar de cultivos y producir maíz o soja (cultivos comerciales que exigen poca mano de obra).

Así que los trabajadores fueron a Campbell, quienes sí tenían el dinero para pagar más a las empresas productoras, y trabajaron para garantizar que estos productores pasaran las ganancias a los trabajadores que recolectan en los campos. Fue un proceso arduo que implicó, entre otras hazañas, una manifestación de 600 millas desde Ohio hasta Nueva Jersey. Pero al final, tanto los dueños de las plantaciones como los trabajadores recibieron un salario más alto, y Campbell también ofreció beneficios de atención médica a los trabajadores agrícolas.

Velásquez sabe que a los dueños de las plantaciones y a sus clientes de la industria alimentaria y de abarrotes no les gusta el conflicto de alto perfil. Pero a veces, dijo, nada más funciona. “Tienes que llamar la atención de la gente”.

En la costa oeste, John Erb está tratando de llamar la atención de otra persona: el consumidor. “El mercado no va a satisfacer una demanda que no existe”, dijo. A menos que la gente reconozca el valor de pagar un poco más para ayudar a los productores a cuidar a sus trabajadores, sus tierras y sus comunidades, dijo Erb, sacar unos centavos de la cadena de suministro seguirá siendo la única forma de que sobrevivan las pequeñas y medianas empresas productoras.

Erb ha trabajado con los productores y sus clientes minoristas para crear conciencia sobre esfuerzos como el comercio justo y la iniciativa de alimentos equitativos [Equitable Food Initiative], las cuales certifican que los alimentos se cultivan y se cosechan de manera ética. Obtener tales certificaciones puede ayudar a los productores a obtener un precio más alto por sus productos de parte de consumidores finales con conciencia social.

Los defensores de los trabajadores migrantes saben que los salarios más altos por sí solos no resolverán todos los desafíos que enfrentan los inmigrantes y las familias latinas de bajos ingresos.

En una reunión en julio, Velásquez y el equipo organizador en Dudley se reunieron en la sede de FLOC en Carolina del Norte. En 2006, este comité construyó un gran edificio de metal que podría servir como lugar de reunión, centro de distribución y refugio para huracanes. Es lo suficientemente grande como para que el grupo pueda reunirse y mantenerse socialmente distanciado. Ocho organizadores, usando mascarilla, se sentaron frente a sus computadoras portátiles. Otros diez se unieron a la reunión por Zoom. Hablaron de la necesidad de una educación bilingüe, así como de sus preocupaciones por las interacciones que han tenido con la policía. El comité se involucra donde sus miembros necesitan protección; saben bien que tanto el bienestar como la injusticia se extienden más allá de las plantaciones.

Durante la pandemia, la sede de FLOC también se ha convertido en un centro de suministros de salud y seguridad pública. Hay tarimas apiladas con cajas llenas de botellas de cloro (lejía) y desinfectante. Las lavadoras se encuentran alineadas en la pared trasera.

“Hemos estado usando el centro como un lugar para distribuir material para prevenir la propagación de la COVID”, dijo Velásquez. También hizo referencia a Martín Lutero, quien aceptó obedecer la ley durante un brote de Peste Negra, pero estaba dispuesto a arriesgar su salud en el ministerio. “Sabemos que estamos tomando riesgos. Pero cuando eres gente del pueblo … cuando se trata de amar, no reparas en el precio”.

Bekah McNeel es una reportera con sede en Texas que cubre los temas de inmigración y educación.

Traducido por Pedro Cuevas y Livia Giselle Seidel

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Cuando murió la tercera parte de la humanidad

¿Cómo respondieron los cristianos ante la peste negra, la mayor catástrofe en la historia de la humanidad?

Christianity Today November 23, 2020
Heritage Images / Contributor / Getty

En octubre de 1347, cuando un barco mercante genovés recién llegado de Crimea atracó en un puerto de Sicilia, hombres muertos o moribundos yacían sobre los remos. Los marineros tenían inflamaciones negras del tamaño de huevos en sus axilas e ingles, de las que supuraba sangre y pus, además de diversas lesiones y manchas negras por toda la piel. Los enfermos sufrían dolores intensos y morían en un lapso de cinco días a partir de que se presentaban los primeros síntomas.

Posteriormente aparecieron otros síntomas: los enfermos escupían sangre y padecían fiebre constante. Tosían, sufrían escalofríos y morían en tres días o menos —a veces en 24 horas—. Sin importar los síntomas, el olor de los infectados era fétido, y la depresión y la desesperación se apoderaban de ellos.

Esta enfermedad, la peste bubónica, era tan letal que algunos se acostaban sanos y morían antes de la mañana siguiente; algunos médicos contrajeron la enfermedad al atender a un paciente y murieron antes que el mismo paciente.

Transportada por los barcos que navegaban las costas y los ríos, para 1348 la plaga había penetrado en Italia, Francia, el norte de África, e incluso había cruzado el Canal de la Mancha. Al mismo tiempo, cruzó los Alpes alcanzando Suiza y extendiéndose hacia el este hasta Hungría.

En algunas áreas, la peste causó estragos durante cuatro o seis meses y luego se desvaneció. Pero en las ciudades más grandes se desaceleró en invierno solo para reaparecer en la primavera con mayor furia y permanecer durante otros seis meses. En 1349, París se vio infestada por segunda ocasión y esta vez la enfermedad se extendió a través de Inglaterra, Escocia e Irlanda, llegando hasta Noruega, Suecia, Dinamarca, Prusia e Islandia, a veces de manera escalofriante. Frente a la costa de Noruega, un barco a la deriva finalmente tocó tierra en Bergen. Al abordar la nave, la gente descubrió una carga de lana y a toda la tripulación muerta.

Para mediados de 1350, la plaga había asolado la mayor parte de Europa. La tasa de mortalidad fue del 20 por ciento en algunos lugares y del 90 por ciento en otros. Muchas aldeas rurales fueron abandonadas por los últimos sobrevivientes para ser invadidas por la maleza y convertirse en montículos cubiertos de hierba. En términos generales, los cálculos de un observador medieval coinciden con los de los demógrafos modernos: "murió una tercera parte del mundo", lo que habría significado cerca de 20 millones de muertes.

En otras palabras, desde 1347 hasta alrededor de 1350, la Europa medieval experimentó quizás la mayor calamidad de la historia de la humanidad. No debería sorprendernos que esta plaga o “peste negra”, como se le llama a menudo, haya dejado su huella en el cristianismo medieval. Y en muchos casos, la marca que dejó fue tan espantosa como los síntomas de la peste negra misma.

Abandonando a los seres queridos

Al principio de la pandemia, la gente estaba simplemente asombrada, y los testigos, atemorizados, tendían a exagerar sus informes. En Aviñón, Francia, los cronistas situaron la cifra de muertos en 62 000 (algunos hasta en 120 000), aunque la población de la ciudad era probablemente inferior a 50 000 habitantes. Exagerada o no, la plaga devastó ciudades y paralizó grandes proyectos. En Siena, Italia, debido a que la peste negra se llevó a más de la mitad de los habitantes, el proyecto de construcción de la gran catedral —planeada para ser la más grande del mundo— fue abandonado.

La mayor preocupación al principio era enterrar a todos los muertos. Cuando los cementerios se llenaron, la ciudad de Aviñón se vio en la necesidad de arrojar los cuerpos al río Ródano hasta que se cavaron fosas para entierros masivos. En Londres, los cadáveres se fueron amontonando hasta que se desbordaron de las fosas. Muchos cadáveres se dejaban simplemente frente a las puertas de las casas y, al amanecer, nuevos cuerpos eran revelados por la luz del día.

En lugar de alentar la ayuda mutua, la alta mortalidad de la plaga hizo que las personas se distanciaran unas de otras. Un fraile siciliano informó: "Los magistrados y notarios se negaron a venir para hacer los testamentos de los moribundos" y peor aún, "incluso los sacerdotes no se presentaron a escuchar sus confesiones". En un relato llamado el Decamerón, el autor escribió: "Un hombre rehuía a otro… los familiares se mantenían distantes, el hermano fue abandonado por el hermano, el esposo por la esposa y, aunque resulte difícil de creer, se encontró que padres y madres abandonaron a sus propios hijos a su suerte, sin atenderlos, sin visitarlos, como si se tratase de extraños."

Sin embargo, también hubo ejemplos de extraordinaria caridad cristiana. Según un cronista francés, las monjas de un hospital de la ciudad, "sin miedo a la muerte, atendían a los enfermos con toda dulzura y humildad". Nuevas monjas reemplazaban a las que morían, hasta que la mayoría murió. "Muchas veces renovadas por la muerte, creemos que descansan ahora, en paz con Cristo".

Calmando la ira de Dios

Para la mayoría de la gente solo había una explicación para tal calamidad: la ira de Dios. Un flagelo tan arrollador tenía que ser un castigo divino por el pecado. Un escritor comparó la plaga con el Diluvio.

Los esfuerzos para apaciguar la ira de Dios tomaron muchas formas, pero las más comunes fueron las procesiones, autorizadas al principio por el papa. Algunas duraron hasta tres días, y en otras asistieron hasta dos mil personas (lo que, por supuesto, sólo contribuyó a propagar la plaga). Los participantes iban descalzos y cubiertos con hábitos de penitencia; se cubrían el cuerpo con ceniza, lloraban, oraban, se arrancaban los cabellos y llevaban velas y reliquias. Vagaban por las calles de las ciudades, rogando por la misericordia de Jesús, María y los santos.

Cuando la plaga se negó a retroceder, las procesiones pasaron de las ceremonias de arrepentimiento a la autoflagelación. Los flagelantes creían ser redentores de la sociedad, y recrearon los azotes de Cristo sobre sus propios cuerpos para expiar el pecado humano.

Desnudos de la cintura hacia arriba, usando látigos de cuero con puntas de hierro para golpearse hasta sangrar, grupos de 200 a 300 personas (y a veces hasta 1 000), marchaban de ciudad en ciudad. Rogaban a Cristo y a María por piedad, mientras la población lloraba y gemía en simpatía. Estos actos se realizaban tres veces al día: dos veces en la plaza pública de la iglesia y otra en privado.

Se organizaban bajo la dirección de un maestro laico por lo general durante 33 días y medio, para representar los años de Cristo en la tierra. Se comprometían a cubrir sus propias necesidades y a obedecer al maestro. No se les permitía bañarse, afeitarse, cambiarse de ropa, dormir en camas, hablar o tener relaciones sexuales con mujeres sin el permiso del maestro.

El movimiento se extendió rápidamente desde Alemania a través de los Países Bajos a Francia. Cientos de bandas vagaban por esas tierras, ciudad tras ciudad, avivando emociones ya de por sí desbordadas. Los habitantes los recibían repicando las campanas de la iglesia y les ofrecían hospitalidad. Les llevaban niños para que los sanaran. La gente mojaba paños en la sangre de los flagelantes y se oprimían los ojos con ellas, para después preservarlas como reliquias.

Rápidamente los flagelantes se volvieron arrogantes y comenzaron a atacar la iglesia. Los maestros comenzaron a escuchar confesiones, conceder absoluciones e imponer penitencias. Los sacerdotes que trataron de detenerlos fueron apedreados; los opositores fueron denunciados como anticristos. Los flagelantes se apoderaron de iglesias, interrumpieron los servicios, ridiculizaron la Eucaristía, saquearon altares y proclamaron tener el poder para expulsar demonios y levantar a los muertos.

Expiación asesina

Después, los flagelantes y otros cristianos volvieron su ansiedad contra otro grupo: los judíos. Los judíos eran sospechosos de envenenar los pozos de la ciudad, con la intención de "matar y destruir a toda la cristiandad y obtener señorío sobre todo el mundo". Los linchamientos comenzaron en la primavera de 1348 tras las primeras muertes por la peste. En Francia, los judíos fueron arrastrados desde sus casas y arrojados a las hogueras.

El Papa Clemente VI trató de detener la histeria. Dijo que los cristianos que atribuían la peste a los judíos habían sido "seducidos por ese mentiroso, el Diablo", y que las acusaciones de envenenar los pozos, y las masacres eran "algo horrible". Instó a los sacerdotes a tomar judíos bajo su protección tal como él mismo se ofreció a hacer, pero su voz apenas fue escuchada en la urgencia por encontrar a quien culpar por la peste.

En una ciudad, una comunidad entera de varios cientos de judíos fue quemada en una casa de madera especialmente construida para ese propósito. Los famosos dos mil judíos de Estrasburgo, Francia, fueron llevados al cementerio, donde los que no se convirtieron fueron quemados en filas de estacas.

Eventualmente la iglesia y el estado lograron imponerse. Cuando Clemente VI pidió su arresto, los flagelantes se disolvieron y huyeron, "desapareciendo tan repentinamente como habían llegado", escribió un testigo, "como fantasmas nocturnos o fantasmas burlones".

Secuelas de coraje

La plaga volvió a brotar en varios lugares por lo menos una vez por década durante los siguientes sesenta años. Sin embargo, para tan excesivo dolor y muerte, muy pocos fueron los efectos profundos y duraderos en la sociedad.

Algunos notaron el triste efecto en la moral social, ya que "bajó la virtud en todo el mundo". Hubo una orgía de codicia debido al exceso de bienes disponibles tras la pandemia. Los campesinos se apoderaron de las herramientas y el ganado que quedaron sin dueño. Los pobres se mudaron a casas abandonadas, durmieron en camas y comieron en vajillas de plata. Proliferaron las demandas legales para obtener las tierras sin dueño.

Otros notaron una mejora: muchas personas que vivían en unión libre se casaron, y disminuyó tanto el uso del lenguaje obsceno y las apuestas, que los fabricantes de dados convirtieron su producto en cuentas de rosario para decir oraciones.

La educación superior se vio beneficiada. El emperador Carlos IV se sintió profundamente motivado a defender la causa del “conocimiento precioso que la rabia descontrolada de la muerte pestilente había sofocado en todos los reinos del mundo". Fundó la Universidad de Praga en el año de la peste de 1348. Para 1353, tres nuevos colegios universitarios fueron fundados en Cambridge, uno de los cuales fue financiado por los ingresos derivados de las misas por los muertos.

La iglesia también se enriqueció, primero por las ofrendas de los peregrinos que abarrotaron Roma en busca de la absolución de sus pecados en 1350. Además, un alud de donaciones inundó a las instituciones religiosas. En octubre de 1348, el Consejo de Siena suspendió temporalmente sus impuestos anuales para las organizaciones religiosas de beneficencia porque estaban "inmensamente enriquecidas y de hecho engordadas" por las donaciones.

Pero la iglesia también se ganó muchas críticas. La mayoría del clero resultó estar tan asustado y ser tan egoísta como el resto de la población, y algunos incluso hicieron cobros excesivos por sus servicios durante la crisis. Esto fue condenado severamente por el Papa Clemente VI y causó el profundo resentimiento del pueblo. Por ejemplo, en Worcester, Inglaterra, los ciudadanos rompieron las puertas de un priorato, atacaron a los monjes e intentaron incendiar los edificios.

Un contemporáneo escribió: "Cuando los que tienen el título de pastor se comportan como lobos, la herejía crece en el jardín de la iglesia". La mayoría de la gente siguió adelante como antes, pero la insatisfacción con el comportamiento de la iglesia en un momento tan crítico aceleró los movimientos de reforma, los cuales estallarían fuera de control siglo y medio después.

Mark Galli es editor de CHRISTIAN HISTORY.

Traducido por Pedro Cuevas

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Theology

Justo González: Los seminarios necesitan más latinos

La crisis de la educación teológica no es financiera. Es demográfica.

Christianity Today November 13, 2020
Portrait Courtesy of InterVarsity Press / Edits by Mallory Rentsch

Con un café cubano y una buena comida, el profesor de teología Benjamin Wayman discutió con Justo González en su casa en Decatur, Georgia, acerca de los últimos avances en educación teológica, particularmente entre pastores latinos. Reconociendo las fallas pasadas y presentes de la educación teológica en el Atlántico Norte, González identificó caminos prometedores para alcanzar a más pastores a nivel demográfico y global.

¿Podría describir la naturaleza de su trabajo para la iglesia aquí en Decatur, Georgia, así como en el extranjero?

Me considero, ante todo, pastor, si bien es cierto que no pastoreo una iglesia. Intento escribir como pastor, sirviendo tanto a la iglesia como a otros pastores. Dejé de enseñar a tiempo completo en 1977 (labor que llevé a cabo durante dieciséis años). Mi ocupación principal desde entonces ha sido doble: una ha sido escribir; la otra, tratar de crear agencias y sistemas para apoyar la educación teológica de hispanos y latinos.

¿Cuál es el enfoque principal de la Iniciativa Teológica Hispana? [Hispanic Theological Initiative, HTI por sus siglas en inglés]

La HTI se ocupa principalmente de producir personas que sean capaces de enseñar y estudiar al más alto nivel de educación teológica (doctorados o títulos similares). Ha tenido un gran éxito. Cuando fui a las conferencias de la Academia Estadounidense de Religión (American Academy of Religion) allá por la década de 1970 y principios de la década de 1980, era un gran placer encontrarme con amigos a quienes no veía con frecuencia. Éramos apenas unos cuantos. Cuando renuncié a la docencia, era el único latino miembro del profesorado en un seminario protestante del país. Cuando voy ahora, me da alegría ver a tanta gente que no conozco, latinos que no conozco, principalmente resultado de la HTI. La HTI ha tenido un gran impacto.

Todavía queda mucho por hacer. Me parece que las estadísticas muestran que aproximadamente el 4% del profesorado de los seminarios en los Estados Unidos, incluido Puerto Rico, son latinos y latinas. Ahora, la población latina en el país representa entre el 16 y el 17 %, de modo que la representación es casi una cuarta parte de lo que debería ser. Es probable que el cristianismo sea más importante en la identidad de los latinos y, por eso, ese porcentaje debería ser mayor, pero el objetivo podría ser el 16 %. Por tanto, la HTI es muy importante.

¿Cómo ha influido su vocación de escritor en su trabajo?

La mayoría de las cosas que escribo están dirigidas a los miembros de las iglesias, o a los líderes de las iglesias, pero no a mis pares. A veces me he quedado sorprendido por algunas de las cosas que hice. Hace unos años, un misionero retirado de la Iglesia Metodista Unida fue a Perú y preguntó: ¿Qué es lo que realmente necesitan aquí? Curiosamente, alguien le dijo: «Necesitamos las obras de Wesley en español». Lo que me sorprendió es que creí que estas obras serían adquiridas por algunas bibliotecas y seminarios, por lo que pensé que no comprarían más que unos cientos de copias, sin embargo, la primera edición se agotó en unos meses. Es una señal de la sed de la gente. Wesley no es fácil de leer, pero de alguna manera la gente quería este tipo de material.

El libro mío que más se ha vendido se titula en inglés The Story of Christianity [Historia del cristianismo]. Lo escribí originalmente en español en diez pequeños libros. Mi objetivo era el siguiente: Hay muchos pastores y líderes en América Latina que no tienen que leer la historia de la iglesia, pero que deberían saber algo de la misma, y que no van a leer ningún gran libro ni algo que alguien más les diga: «Tiene que leer esto». Por eso quise escribir una historia para ellos, para que comiencen a leer y se interesen. ¡Y la gente lo lee!

Su Historia del cristianismo es excelente, y también hace historia desde los márgenes, desde «arriba y abajo», como usted dice.

Lo que quería hacer, en parte, era unir la historia del cristianismo mundial: esa es la historia del cristianismo. No es la historia de lo que pasó en Europa. Tuve varias intenciones al escribir ese libro para América Latina. Una fue la que usted acaba de mencionar: escribir desde los márgenes. Un evangelio que invita al cambio, que llama a la acción en la sociedad, etc. También tuve una intención ecuménica: quería que todos estos pastores protestantes admiraran y aprendieran sobre los mártires, sobre Agustín, sobre Crisóstomo y sobre las cosas malas también, sobre toda su herencia. Básicamente, lo que he intentado es hacer todas estas cosas accesibles a todo público sin simplificarlas demasiado.

¿Qué opina de los desafíos actuales que enfrenta la educación teológica en los Estados Unidos?

Hay una gran crisis en varios seminarios acreditados por la Asociación de Escuelas Teológicas. Suelen pensar que la crisis es financiera, pero yo no lo creo. Especialmente en los seminarios denominacionales, creo que la crisis es demográfica. Lo que está sucediendo es que las iglesias que tradicionalmente han requerido estudios de seminario como requisito para la ordenación no están creciendo. La única iglesia de ese tipo que está creciendo es la iglesia católica, y eso no tiene nada que ver con los procesos educativos: tiene que ver con la inmigración. Pero, demográficamente, las iglesias protestantes históricas en este país no están creciendo. Tenemos todas estas instituciones que se construyeron en la década de 1950, las cuales crecieron durante algún tiempo, mientras que ahora compiten entre sí. Eso es una crisis.

Están intentando hacer algunas cosas para abordar el problema demográfico. Tienen programas hispanos y coreanos, y algunos tienen estudios afroamericanos. Obviamente, tenemos un par de seminarios muy importantes que son mayoritariamente afroamericanos pero, en términos generales, los seminarios que pertenecen a las denominaciones tradicionales blancas están encontrando formas de subsistir y explorando nuevas formas de servir a una población que ya no es de su denominación e, incluso, reduciendo enormemente sus servicios y clases.

El problema que veo en todo esto es que la mayoría de los seminarios lo están haciendo de modo barato. Están juntando a estos estudiantes [que tienen décadas de experiencia pastoral] con estudiantes de posgrado en Divinidad, cuyo entorno o lugar en la vida es muy diferente. Esa es la próxima crisis que veo venir para los seminarios que siguen ese patrón.

Usted ha escrito que muy pocas universidades y seminarios cristianos tradicionales incorporan latinos en sus comunidades educativas. ¿Por qué lo cree?

Eso está empezando a cambiar. En los últimos tres o cuatro años, la matrícula de latinos en las universidades se ha disparado en porcentaje. Todavía es muy pequeño pero, en comparación con lo que era años antes, hay una gran diferencia.

Por diversas razones, la gran mayoría de latinos en el país no cuentan con los requisitos académicos precisos que exigen los colegios universitarios, las universidades y los seminarios. En primer lugar, una licenciatura es un proyecto muy caro. En segundo lugar, si en los Estados Unidos uno proviene de una familia latina y obtiene una licenciatura, es muy probable que sea el primero en la familia que alcanza este logro. Y es muy probable que muchas personas hayan tenido que hacer grandes sacrificios [en el proceso]. En ese momento, uno no puede decirle [a su familia]: «Bueno, ustedes hicieron grandes sacrificios, pero ahora iré al seminario por tres años más, luego seré pastor y obtendré tal salario, [así que] no podré ayudar a mi hermana para que vaya a la universidad». Existe una cierta obligación [familiar], pero los seminarios no quieren adaptarse a ese tipo de situaciones y, muy a menudo, tampoco pueden.

Queremos dar la oportunidad de estudiar en el seminario a personas que, por diversas razones, no pueden obtener una licenciatura. No la tienen y no la pueden obtener. La iglesia necesita pastores capacitados, y la mejor manera de capacitar a estos pastores es abrirles esta oportunidad.

¿Qué papel juega el elitismo en estas instituciones al rechazar el beneficio de tener estudiantes latinos?

Esto lo ve uno principalmente en las áreas de admisión y reclutamiento. Cuando los seminarios reclutan estudiantes para el seminario, acuden a los colegios universitarios. A los latinos hay que reclutarlos en las iglesias: allí es donde está la gente. Y uno tiene que poder trabajar con sus problemas: «Yo trabajo, tengo un empleo y no puedo mudarme».

Obviamente, está la pregunta de qué tenemos (los seminarios) para ofrecer. En otras palabras, uno trae estudiantes latinos, pero no hay profesores latinos. La otra cara de esta situación es que si hay un profesor latino, entonces cualquier tema que tenga que ver con los latinos termina en su escritorio. Yo mismo he tenido esa experiencia. Cualquier minoría, en mi caso, que tuviera cualquier pregunta, terminaba en mi escritorio y yo tenía que involucrarme. Sobre todo porque uno goza de mayor credibilidad con personas que se sienten disminuidas, excluidas o tratadas injustamente. Y también porque si se tiene que tomar una acción dura, y uno lo hace, no pueden decir que hubo racismo. Pero un profesor en esta situación no tiene tiempo para hacer lo que otros profesores necesitan hacer en la escuela.

¿Cuál es la condición actual de la educación teológica?

La iglesia está haciendo más en otros países que lo que está haciendo aquí en los Estados Unidos. En Europa, incluso menos. Sin embargo, muchos de los recursos académicos y educativos todavía están en el Atlántico Norte: las grandes bibliotecas, las grandes editoriales, las grandes redes de comunicación. Todo eso está todavía principalmente en el Atlántico Norte. Si alguien es del Congo y ha completado toda la educación teológica disponible allí y realmente quiere aprender más, debe ir a Europa o los Estados Unidos. Esto empieza a cambiar, pero todavía sería necesario hacer eso. Y todavía hay una forma en la que eso tiene cierto sentido, pero la pregunta es, ¿cómo afectará esa asimetría a cada uno de los dos lados? ¿Qué sucede cuando Yale, Harvard, etc., tienen buenas bibliotecas pero no tienen estudiantes?

¿Tiene algún comentario final sobre la educación teológica desde la perspectiva de un profesor de la iglesia?

Creo que la educación teológica se está volviendo menos estándar. Están abiertas toda clase de opciones, y eso es aterrador, peligroso y maravilloso. Solía ​​suceder que todos los seminarios tenían programas de tres años, todos venían después de la licenciatura, y además uno tenía que hacer todas las cosas para entrar. Ahora aparecen todo tipo de opciones diversas en todas partes. Digo aterrador porque algunas de las cosas que encuentro en internet son espantosas, y la gente puede tomar cursos horribles. Pero también es tremendo. Creo que, de alguna manera, lo que está sucediendo es similar a lo que sucedió en Europa en torno a la Reforma. ¡Se acaba de inventar una máquina que puede producir miles de libros! Ahora la gente puede tener libros, y puede leerlos por su cuenta, y ya no se les puede controlar. También se publicó mucha basura; cuanto más barata se volvía la imprenta, más basura se publicaba. Bueno, lo mismo está pasando con internet. ¿Y cómo reaccionamos? No se puede reprimir. No se puede hacer una lista de libros prohibidos. La única opción que tenemos es ofrecer un mejor uso de internet. Tener la posibilidad de desarrollar una educación teológica a distancia, seria, aceptada y reconocida, y al mismo tiempo creativa, amena y aplicable es verdaderamente fantástico.

Benjamin Wayman ocupa la Cátedra James F. y Leona N. Andrews en Unidad Cristiana y es profesor asociado de Teología en la Universidad de Greenville. También es pastor principal de la Iglesia Metodista Libre de St. Paul en Greenville, Illinois.

Traducido por Iván Balarezo Pérez

Editado en español por Livia Giselle Seidel

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La carta más querida del Apóstol Pablo le fue encomendada a una mujer

Conozcan a Febe, la primera intérprete de Romanos.

Christianity Today November 10, 2020
Source Image by ZU_09 / iStock / Getty

A veces, los momentos más ordinarios de la vida permanecen en nuestra memoria para siempre. Recuerdo que cuando yo (Jennifer) tenía siete años, solía hacer mandados con mi madre. Una vez fuimos al banco y, como era costumbre en los Estados Unidos en ese entonces, mi madre dio su nombre como “Señora”, seguido por el nombre y apellido de mi padre. La combinación del término “Señora” con el nombre de mi padre me pareció extraña y comencé a reír a carcajadas con verdadero asombro. “Mamá, ese el nombre de papá”, dije desconcertada, “¡tú tienes tu propio nombre!”. Todavía recuerdo la mirada de sorpresa tanto de ella como del cajero. Esta escena resultó ser una pequeña muestra del cambio de perspectiva generacional que estaba teniendo lugar en los Estados Unidos en el siglo XX.

Mucho antes de que la cultura estadounidense comenzara a lidiar con cuál sería la mejor manera de usar los nombres de pila de las mujeres, las Escrituras ya estaban bastante adelantadas en este tema. De hecho, las Escrituras desafían constantemente las prácticas culturales de su propia época, pues a lo largo de sus páginas existen registros de nombres de mujeres ordinarias. Este registro de nombres de mujeres ordinarias en la gran historia de la creación y redención de Dios es uno de los ejemplos más importantes y poco conocidos de la coherencia textual de la Biblia.

Naturalmente, algunos de los relatos sobre mujeres en las Escrituras son más accesibles que otros. Si no se cuenta con experiencia previa en el Nuevo Testamento, cualquier mención de “Febe” (Romanos 16:1–2) dentro de nuestro contexto cultural suele relacionarse más con la adorable y despistada música de cabello rubio del programa de televisión de la NBC, Friends, que con la mujer de la que se habla en Romanos. La fe que busca el verdadero entendimiento siempre estudiará el texto de forma profunda y detallada. ¿Quién era Febe, y cuál fue su relación con esta influyente carta?

El Evangelio más puro de todos

Es cierto que toda la Escritura es inspirada por Dios, pero no todos los libros de la Biblia han tenido el mismo nivel de aceptación e influencia en la historia de la Iglesia que el libro de Romanos. Es difícil calcular el impacto que ha tenido esta carta en la teología de la Iglesia y en la formación de sus líderes. La lectura de Romanos nunca ha sido apta para los débiles de corazón.

En la historia del cristianismo hay evidencia de que la epístola a los Romanos ha tenido un papel especial en la transformación de algunos de los líderes más influyentes de la Iglesia. Cuando Agustín escuchó las palabras “toma y lee”, en el famoso episodio que le cambió la vida, abrió la Biblia en Romanos 13:13. La Escolástica medieval se formó con base en el libro de Romanos por medio de Los cuatro libros de sentencias de Pedro Lombardo, el libro de texto teológico por excelencia durante la época medieval hasta la llegada de Tomás de Aquino.

El creciente interés en las cartas paulinas durante la Reforma tuvo como resultado la publicación de más de 70 comentarios tan solo sobre el libro de Romanos, gracias al beneficio de la imprenta. La experiencia transformativa de Martín Lutero se vio influenciada por su lectura de Romanos 1:17 sobre el tema de la virtud. Él señaló el significado de la carta en el siguiente prefacio:

Esta carta es la verdadera parte principal del Nuevo Testamento y el evangelio más puro. Es digna de que todo cristiano, no sólo la sepa de memoria palabra por palabra, sino también de que se ocupe en ella como su pan cotidiano del alma. Pues nunca puede llegar a ser leída o ponderada lo suficiente; y cuanto más se la estudia, tanto más preciosa y apetecible se vuelve… en sí misma es una luz brillante, casi suficiente para iluminar toda la Escritura. [Trad. por Carlos Witthaus]

Siglos después, tras escuchar el prefacio a la carta a los Romanos de Lutero, en Aldersgate Street, el 24 de mayo de 1738, el corazón de John Wesley se sintió “extrañamente conmovido”, y su fe fue profundamente transformada. Más adelante, el teólogo suizo Karl Barth pasó del protestantismo liberal a el “extraño nuevo mundo de la Biblia” encapsulando su experiencia en su libro Römerbrief, el cual ha sido famosamente descrito como “una bomba en el campo de juegos de los teólogos”.

Cuando se piensa acerca de Romanos, el libro suele asociarse con titanes de la historia de la Iglesia, desde Agustín hasta Barth; sin embargo, la primera persona en interpretar y explicar la carta a los Romanos fue aquella a quien la carta fue encomendada. Su nombre era Febe.

Abriendo los caminos romanos

La mujer a la que Pablo le confió esta tarea tan importante es mencionada solamente en dos versículos del Nuevo Testamento, pero en esa referencia única, Pablo nos deja una valiosa perspectiva sobre la comunidad cristiana antigua.

Al final de su poderosa carta teológica, el tono de Pablo se vuelve increíblemente personal. Menciona a 29 personas: saluda a 28 y recomienda a una: Febe. Recomendar a alguien es avalarlo, apoyarlo, asegurar que se puede confiar en esa persona. Pablo pone su peso apostólico detrás de Febe.

De acuerdo con lo que Pablo dice, tal parece que Febe probó ser digna de tal confianza. Es una creyente en Cristo (Pablo la llama “nuestra hermana”), una miembro de la comunidad “en el Señor”, y digna de ser recibida como una santa. Pablo nos brinda detalles específicos acerca de la fe de Febe al describirla con dos títulos: diakonos y prostatis.

¿Qué significan estos términos? ¿Cuál era el papel de Febe?

El primer término, diakonos, del cual obtenemos la palabra ‘diácono’, es la forma masculina de la palabra ‘sirviente’ o ‘persona que está al servicio de’, e indica que Febe se dedicaba a ayudar a los demás de una manera constante, tal y como Jesús lo indicó (Marcos 9:35; 10:43), y como Él mismo también lo demostró (Romanos 15:8). Este término también podría indicar que Febe tenía el cargo de diácono en la iglesia de Céncreas, una ciudad porteña ubicada a unos cuantos kilómetros al este de Corinto. Pablo utiliza el mismo término en Primera de Timoteo al describir los requisitos para este papel tan importante (3:8-13). Ya sea que la traducción de la Biblia al español que usted tiene en sus manos diga “sirviente” o “diácono”, la única traducción que no corresponde con lo que dice el Nuevo Testamento en griego es “diaconisa”. Una versión femenina, ya sea del rasgo de carácter o del cargo eclesial, no existe en la literatura bíblica. Diversas teorías que fueron desarrolladas posteriormente y que posicionaron el papel de una diaconisa mujer como subordinado al de un diácono varón jamás tuvieron su fundamento en las Escrituras. Todos los diáconos y sirvientes, ya sean hombres o mujeres, siguen de igual manera los pasos de Jesús, quien vino a servir a todos.

El segundo término, prostatis, aparece únicamente aquí en el Nuevo Testamento; sin embargo, era bastante conocido en el mundo grecorromano. De acuerdo a la forma en que fue utilizado en la versión griega del Antiguo Testamento podría significar ‘líder’. No obstante, Pablo menciona que Febe fue una prostatis para él y, por lo general Pablo era bastante firme acerca de su posición de coliderazgo con otros, bajo Dios. El hecho de que Pablo haya usado este término puede significar algo tan simple como que Febe ayudaba a otros; sin embargo, la mayoría de los eruditos afirma que Pablo está usando el término en la forma en la que era más comúnmente utilizado en los libros seculares de su época: Febe era una benefactora; una persona que hacía uso de su riqueza e influencia social para abogar por los demás.

Lo anterior nos lleva a otra pregunta: ¿cuál fue específicamente el papel de Febe en Roma?

Los eruditos concuerdan ampliamente en que, al ponerla al inicio de su lista, Pablo presenta a Febe como la portadora de la carta. En nuestro contexto, si bien estamos agradecidos por el servicio que prestan los empleados del servicio postal, no necesitamos conocer sus antecedentes para confiar que podemos recibir el correo que nos entregan. El hecho de que Pablo dedique varias oraciones para describir a Febe, y que utilice numerosas frases empáticas para exhortar a los cristianos en Roma a que la traten bien indica que ella es más que solo la mensajera encargada de entregar el pergamino. Febe desempeñará algún papel en la manera en la que ellos recibirán la carta, por lo que Pablo quiere asegurarse de que confíen en ella.

Una corriente de pensamiento, popularizada por N.T. Wright, dice que Febe, como portadora de la carta, también habría sido su lectora. Wright dice, “Usualmente, el portador de la carta también la leería en voz alta a los destinatarios y les explicaría su contenido”.

Algunos eruditos como Peter Head han cuestionado la primera parte de la conclusión de Wright. En su análisis de cartas antiguas, Head sugiere que hay poca evidencia de que el mensajero de la carta fuera también su lector. Por el contrario, eran los destinatarios quienes la leerían en voz alta.

¿Esto le resta importancia al papel de Febe y la convierte de nuevo en una mera ayudante silenciosa?

En lo absoluto. Head reconoce que, aún cuando él considera poco probable que Febe haya leído la carta en voz alta, lo más probable es que ella “sí tuvo un papel en la explicación del contenido de la misma a los romanos”. Ella habría estado presente como representante de Pablo para responder a toda pregunta respecto a la carta. A través de la historia, las personas han tenido varias interrogantes acerca de la carta a los Romanos —por decirlo de forma amable—, y Febe hubiera sido una de las primeras personas en responder a esas preguntas.

La incertidumbre acerca de las palabras utilizadas para describir a Febe no debe oscurecer el consenso existente sobre la importancia de su papel. Debatir acerca de los posibles puestos eclesiales que ocupó Febe nos distraen de la realidad más significativa de estos versos: el hecho de que Pablo confió en ella para explicarles la carta a los Romanos. ¿De qué podríamos perdernos cuando no reconocemos la importancia del papel de Febe?

De Roma a la Reforma

A pesar de que Pablo le asignó a Febe el término ‘sirviente’ (diakonos) en su forma masculina, la tradición de la iglesia rápidamente la sustituyó por la versión femenina ‘diaconisa’. Es importante resaltar que tanto Juan Crisóstomo como Orígenes de Alejandría interpretaron la mención de Febe en la epístola a los Romanos como evidencia de que las mujeres eran ordenadas con el cargo de diáconos en las iglesias.

El diaconado femenino permaneció entre los cargos de la iglesia en distintas formas hasta el siglo VI. Radegunda (entre los años 520-587 d.C.), quien contribuyó a la expansión del cristianismo entre los francos en el siglo VI, fue una de las últimas mujeres ordenadas con el cargo de diácono por un obispo. En la época medieval, el cargo de diácono perdió su distinción tras subsumirse en el proceso de ordenación dentro del sacerdocio católico romano (masculino).

Durante la Reforma, Febe de nuevo ganó relevancia, en parte gracias a que el libro de Romanos llamó la atención de los comentadores bíblicos de forma desproporcionada. Además, las tradiciones de la iglesia en las que los predicadores exponían las Escrituras verso por verso (modelo conocido como lectio continua) se aseguraban de abordar a Febe directamente. Finalmente, fue la Reforma en Ginebra de Juan Calvino la que abrió el camino a la restauración del diaconado femenino en la tradición protestante.

El liderazgo de la iglesia en cuatro figuras (pastor, anciano, diácono y doctor) representaba el pilar de la eclesiología de Calvino y, de acuerdo con su obra La institución de la religión cristiana, las mujeres no estaban excluidas de estos cargos dentro del contexto del diaconado. Los diáconos se diferenciaban de los ancianos (presbíteros) por ser “ministros eclesiásticos laicos”. Además, Calvino adoptó de Romanos 12:8 la idea de dividir el diaconado en dos papeles distintos: dar (a los pobres) y mostrar compasión (entendido como el cuidado de los pobres y enfermos). Calvino asignó el primer papel como responsabilidad a las viudas, de acuerdo con su interpretación de Primera de Timoteo 5:9-10, pasaje que en la tradición católica romana se usa como base para sustentar los votos monásticos. El establecimiento de un diaconado abierto a las mujeres fue de gran beneficio para Ginebra, pues la ciudad buscaba la forma de atender a los miles de refugiados que pasaban por ella a causa de la persecución religiosa, provenientes de toda Europa, pero principalmente de Francia.

Dado que la reforma liderada por Calvino en Ginebra incluyó la clarificación de las responsabilidades de sus distintos líderes, así como su distinción de los líderes políticos, el diaconado era un cargo eclesiástico que, según la interpretación de Calvino, debía incluir a las mujeres. Si bien las “mujeres diácono” no eran exclusivas de Ginebra, el trabajo de Elsie Mckee ha señalado que “el diaconado de la reforma calvinista fue la única orden eclesial protestante o anabaptista que incluyó la enseñanza (mas no siempre la práctica) de una posición (subordinada) para las mujeres en los cargos comunes del ministerio”. Por lo tanto, la Reforma de Ginebra de Calvino es un modelo y un caso atípico de lo que significa tomar en serio a Febe.

La importancia de Febe se destacó aún más en las Biblias reformadas francesas. Al final de cada epístola del Nuevo Testamento se incluyeron colofones para proporcionar información sobre la autoría y la geografía de cada carta. Desde el siglo XVI y hasta el siglo XVIII, el papel de Febe en relación con la carta a los Romanos se describe en esos colofones como mensajera, sirviente o diaconisa de la iglesia. Ella es la única mujer que fue reconocida de esta manera en la tradición de los colofones reformados del Nuevo Testamento.

Pasemos el mensaje

Aunque la disputa sobre la importancia de Febe persiste entre los eruditos hasta la actualidad, el amplio consenso sobre su papel como mensajera apunta hacia conclusiones claras que no pueden ser ignoradas. Por un lado, se descarta la conclusión de que Pablo excluyó a todas las mujeres de la discusión teológica y exegética, e incluso de la instrucción. La forma en la que esto se pone en práctica tendrá matices distintos en diferentes iglesias e instituciones de distintas tradiciones; sin embargo, la historia de Febe no deja espacio para que ningún cristiano que busque comprender las Escrituras en su contexto histórico crea que ser mujer descalifica a alguien del ámbito de la teología. Si Pablo no menospreció la capacidad de las mujeres para conversar sobre los documentos teológicos más intrincados, nosotros tampoco debemos hacerlo.

La inclusión del nombre y el papel de Febe como portadora del Evangelio es otro recordatorio para la iglesia actual sobre cómo las Escrituras destacan a las mujeres como contribuyentes integrales y fieles al plan de redención de Dios a través de su Hijo, Jesucristo. Cuando Pablo presentó a Febe a la iglesia de Roma y animó a los creyentes a recibirla con honor, también nos la presentó a nosotros el día de hoy. A nosotros también se nos pide que demos la bienvenida a lo que ella trae. Como escribe Calvino, “hubiera sido algo deplorable en los servidores de Cristo, el no dispensarla [con] este honor y no comportarse humanamente con ella. Ciertamente es necesario amar a todos los creyentes; pero, sobre todo, rendir reverencia y honrar a los que ocupan algún cargo público en la Iglesia”. [Trad. por Claudio Gutiérrez Marín]

Además, al confiarle a Febe la comunicación de esta carta, Pablo estableció un precedente que seguimos hasta el día de hoy cada vez que escuchamos a alguien leer o explicar las Escrituras, lo reconozcamos o no. Con frecuencia escuchamos la Palabra de Dios proclamada a través de las voces de otros, de la misma forma en la que Febe habló y explicó las palabras de Pablo a la iglesia en Roma. Cualquiera que tome el libro de Romanos y lo comparta con los demás, está siguiendo los pasos de Febe, su primera intérprete.

¿Qué está comunicando Pablo en esta epístola? Su objetivo es responder a los problemas de la iglesia local (el desafío de integrar a judíos y gentiles) y a la vez presentar nuevas ideas (proclamar el Evangelio con fidelidad); sin embargo, logra atender ambos aspectos con la misma afirmación: Dios es digno de toda nuestra confianza.

La epístola a los Romanos es reconocida por su imponente verdad espiritual: podemos confiar en Dios respecto a nuestro problema con el pecado, la amenaza de la muerte y la salvación final. Dado que esto es verdad, Pablo argumenta en esta carta que a Dios también se le pueden confiar las realidades más mundanas, tales como la división y la ansiedad. El mensaje de Romanos es que podemos confiar en que Dios puede lidiar con todo esto.

Y este mensaje resuena con su mensajera. Dios es digno de confianza, por tanto, Pablo puede confiar en alguien hasta cierto punto sorprendente para que entregue este, su mensaje más influyente. Pablo no argumenta sobre Febe ni defiende su habilidad o sabiduría. Su presentación es poderosa pero concisa. No es necesario que haga una petición especial. Él confía en Febe porque ella confía en Dios, y esto es más que suficiente. Cuando nosotros, sin importar quienes seamos, confiamos en el Dios que es fiel y digno de confianza, tal y como lo hizo Febe, entonces también nosotros podemos transmitir el mensaje.

La verdad es que todo aquel que ha puesto su fe en Cristo tiene la responsabilidad de transmitir las Buenas Nuevas. Al hacerlo, el cual es el sacerdocio de todos los creyentes, vivimos lo que realmente significa estar conectados a través del tiempo el uno con el otro en el cuerpo de Cristo, por medio del poder del Dios viviente. Tanto nuestras hijas como nuestros hijos deben estar equipados para conocer la esperanza que yace en ellos, pues Dios los enviará como portadores del evangelio, en donde serán llamados a responder preguntas difíciles sobre nuestros textos sagrados.

Cuando transmitimos las Buenas Nuevas, no sólo estamos viviendo el legado de escritores como Mateo, Marcos, Lucas y Juan. También estamos viviendo el legado de María Magdalena al aposento alto, el de Priscila a Apolos, y el de Febe a la iglesia en Roma.

Nosotros también actuamos como mensajeros dentro de una cadena apostólica que se puede rastrear hasta el don de la revelación de Dios, el cual es la base del testimonio de la esperanza que tenemos en la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Jennifer Powell McNutt es la investigadora Franklin S. Dyrness en Estudios Bíblicos y Teológicos en Wheaton College, asociada parroquial en la Primera Iglesia Presbiteriana de Glen Ellyn, Illinois y cofundadora de McNuttshell Ministries Inc.

Amy Beverage Peeler es profesora asociada de Nuevo Testamento en Wheaton College y rectora asociada de la Iglesia de San Marcos en Geneva, Illinois.

Traducido por Alexa Arzate y Livia Giselle Seidel

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Llevé drogas a una conferencia de la iglesia. Horas después, Dios me encontró.

Mi feroz oposición e indiferencia no detuvieron al Espíritu Santo

Christianity Today November 6, 2020
Tony Luong

Nací en 1990 en El Cairo, hijo de padres religiosos y muy trabajadores. A los 40 días de haber nacido, me bautizaron por triple inmersión como a todo buen cristiano copto ortodoxo.

Crecer en este tipo de entorno religioso deja una marca eterna en tu alma. Aún puedo recordar los habituales y temidos momentos de confesión con el sacerdote. Esas experiencias fueron especialmente desalentadoras. Recuerdo que durante mi adolescencia terminaba mis confesiones, el sacerdote me instruía hacer algún tipo de penitencia para que Dios estuviera contento conmigo —al menos así lo percibía yo—, e inmediatamente después volvía a cometer los mismos pecados. Yo pensaba en Dios como si Él fuera malo, tanto como los maestros de la escuela Jesuita a la que iba, quienes nos castigaban físicamente por no cumplir con sus expectativas académicas o de comportamiento.

En el 2002, mi familia se mudó a los Estados Unidos. Los años de secundaria fueron bastante difíciles para mí: tan sólo imagínense a un niño regordete del Medio Oriente, que no hablaba inglés, tratando de hacer amigos poco después de los atentados del 11 de Septiembre. Además de las dificultades en la escuela, también sufría de acoso en el único lugar en donde esto no debería ocurrir jamás: en la iglesia. Mi familia seguía asistiendo a los servicios copto ortodoxos, pero mi corazón pronto se llenó de amargura contra la iglesia en la que fui criado y la que, honestamente, nunca me pareció atractiva. Cuando entré a la preparatoria, estaba tan desilusionado con la fe que pasé de ser un “buen chico religioso” a ser todo lo contrario.

Una clase distinta de cristiano

La preparatoria me permitió convivir con nuevos amigos, comenzar a tener citas, probar drogas y, una vez que obtuve mi permiso para conducir, ir a donde yo quisiera. Muy pronto adopté un estilo de vida lleno de fiestas, fornicación y drogas. Las cosas se pusieron tan mal que terminé vendiendo drogas. Lo más triste de todo fue la mala influencia que tuve sobre mi hermano menor, Joe, quien estaba apenas en secundaria y terminó por encontrarse en una situación similar a la mía.

Recuerdo una noche que llegué a mi casa cerca de las dos de la mañana durante mi último año de preparatoria. Mi madre estaba despierta, llorándole a Dios y pidiéndole a Jesús que me salvara. Más adelante me di cuenta de que, mientras yo huía de Dios, Él había estado trabajando en algunas personas cercanas a mí.

George, mi mejor amigo y cómplice, empezó a ir a una iglesia nueva con su hermano Mark. Esta iglesia —una iglesia bautista árabe a las afueras de Boston— no era copto ortodoxa, por lo que, naturalmente, reaccioné con tensión cuando me invitaron a visitar su grupo de jóvenes. Pero Mark no se daba por vencido. Todos los viernes por la noche, sin falta, Mark me recogía junto con mi hermano Joe en su genial Mitsubishi Eclipse rojo y conducía alrededor de una hora para llevarnos a la iglesia. Mark me llevó durante un año, a veces a regañadientes, hasta que aprendí a conducir.

En la iglesia bautista árabe me encontré con una clase muy distinta de cristianos. La gente en verdad amaba a Dios. Eran amables, no hipócritas. Me querían y me aceptaban. “Vaya” pensé, “estos cristianos se están divirtiendo y disfrutan de la relación que tienen con Dios. ¡Dios parece tan real para ellos!”. Al mismo tiempo que mi hermano y yo empezábamos a conectar con este grupo de jóvenes, la mujer que más tarde se convertiría en mi suegra, leía y rezaba la Biblia con mi madre por teléfono. Poco a poco, sentí como el ambiente en mi casa comenzaba a volverse más tranquilo.

Para finales del 2008, toda mi familia estaba asistiendo a esta nueva iglesia, y mis padres y mi hermano comenzaron a involucrarse mucho en ella. Mi padre empezó a organizar reuniones de estudio bíblico en nuestra casa, y pude presenciar cómo Dios lo transformó durante un estudio del libro de Hebreos. Yo iba a las reuniones de la iglesia porque amaba a las personas que asistían y porque me sentía querido por ellas; pero asistía siempre bajo el efecto de alguna droga. Aunque en verdad necesitaba a Jesús, seguía buscando satisfacción en los lugares equivocados.

En julio del 2009, durante el verano antes de comenzar mi segundo año en la Universidad, mi padre me obligó a ir a la conferencia anual del 4 de julio de la iglesia. Asistí “arrastrando los pies”, y llevé algunas drogas conmigo para ayudarme a pasar el rato. Yo no estaba abierto a escuchar la voz de Dios; pero ese fin de semana descubrí que incluso la oposición más feroz o la más fría indiferencia son inútiles una vez que Dios decide manifestarse en tu vida. En la conferencia, escuché el Evangelio con nuevos oídos; escuché que Dios me ama tanto que envió a su hijo a morir por mis pecados. Por primera vez comprendí que, al creer en Jesús, todos mis pecados me serían perdonados, y que Dios me aceptaría y haría las paces con Él.

Rindiéndome ante Cristo

Recuerdo claramente el sentimiento de lucha dentro de mi alma: ¿cómo podría Dios perdonar todos mis pecados? ¿cómo podría perdonarme cuando yo no podía perdonarme a mí mismo? En ese momento yo no tenía la capacidad de concebir la maravillosa misericordia de Dios ni su inmerecida gracia. Aun así, no podía dejar de sentir que Dios me había atrapado con su amor y que no tenía más opción que bajar mis defensas y rendirme. Me di cuenta de que lo que Jesús había hecho al morir en la Cruz por mí era suficiente para limpiarme de mis pecados y convertirme en un hombre nuevo.

Nací de nuevo en el momento en el que finalmente pude ver y atesorar a Jesús por medio de mi fe. ¡Fue un día tan glorioso! Esa conferencia del 4 de julio cambió mi vida para siempre. Mi gozo se duplicó cuando Joe, quien es actualmente pastor de nuestra iglesia, también fue salvado ese mismo fin de semana. Los dos tuvimos un tratamiento de rehabilitación de una sola noche con Jesús, y fuimos milagrosamente liberados de la adicción a las drogas. Cuando regresamos a nuestro automóvil después de la conferencia y nos dimos cuenta que aún teníamos algo de marihuana, de inmediato la tiramos y dijimos: “No podemos dar marcha atrás”. Nuestros padres estaban felices con los dos nuevos hijos que recibieron después de ese fin de semana. Fuimos transformados por completo.

Hubo otros cambios radicales e inmediatos que también tuvieron lugar. Por ejemplo, casi inmediatamente empecé a servir en la iglesia dentro del equipo de adoración y con el grupo de jóvenes. Fue así como conocí a mi esposa, quien en ese momento era la líder de estos dos grupos. Nuestro equipo de adoración viajó a diferentes conferencias y retiros. Durante esos viajes, un sentido de llamado comenzó a crecer en mi corazón y fue así como empecé a considerar un futuro en el ministerio.

Al mismo tiempo, devoraba las Escrituras, libros cristianos, podcasts, sermones y cualquier cosa que pudiera conseguir. Asistía con regularidad a los servicios de la iglesia y a las reuniones de oración entre semana, y fui bendecido con algunos mentores en la iglesia, quienes me discipularon. Todo esto me inspiró a buscar el ministerio como mi vocación de tiempo completo: primero asistí al Seminario Teológico Gordon-Conwell y poco después me ordené en la iglesia bautista árabe, en la que toda mi familia se convirtió a la fe.

Mi vida hoy es un testimonio de la bondad y gracia de Dios. El pasado mes de julio, cumplí un año más de caminar junto a Jesús y servirle, y lo celebré en la conferencia anual de la iglesia bautista árabe One Name Boston. He celebrado mi cumpleaños espiritual cada 4 de julio desde hace 11 años, y no se me escapa el simbolismo del “día de la independencia”. Aquella reunión a la que me presenté bajo los efectos de las drogas, con la intención de mantener a Dios lejos de mí, es ahora un recuerdo tangible de su obra milagrosa en mi vida. Gracias, Jesús, por no haber desechado este barro.

Fady Ghobrial es becario del Christian Union Ministry en la Universidad de Harvard.

Traducido por Alexa Arzate

Editado en español por Livia Giselle Seidel

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Por qué los evangélicos no están de acuerdo acerca del presidente

La razón por la que estamos divididos y cómo podemos reencontrarnos.

Christianity Today November 2, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Eddie Brady / Tasos Katopodis / Stringer / Getty Images / Jesse Zhou / Unsplash

Los cuatro evangelios describen violencia en el huerto de Getsemaní. Jesús estaba solo, llorando entre los olivos, orando que la copa de sufrimiento pasara de Él. Cuando regresó con sus cansados ​​discípulos, los soldados y líderes religiosos llegaron buscando aprehender a Jesús. Pedro respondió con la espada desenvainada y de un solo golpe le cortó la oreja a un hombre llamado Malco. “¡Guarda tu espada!” (Juan 18:11, TLA), le dijo Jesús mientras curaba a Malco. “La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?” (Ibid, LBLA).

Jesús fue llevado al sumo sacerdote y luego al gobernador romano. “Mi reino no es de este mundo”, le dijo a Pilato. “Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí.” (18:36)

El reino de los cielos es esquivo. No viene con espada, sino con sacrificio; no con una corona de hierro, sino con una corona de espinas. No llega a través de los poderes del mundo, sino a través del poder invertido de la cruz, es decir, el poder de la impotencia. Pedro blandió la espada, pero Jesús bebió la copa.

Esta historia me viene a la mente ahora que nos acercamos a una elección presidencial que ha causado una gran división. Creyentes evangélicos que durante mucho tiempo han trabajado lado a lado en el mismo campo ahora se encuentran divididos en campos enemigos. Un campamento declara que no puede comprender cómo personas que comparten su misma fe podrían apoyar al mandatario. El otro campo se pregunta cómo alguien alimentado por la Palabra de Dios podría rechazar a ese mismo mandatario. Los campos no solo están en desacuerdo, sino que no pueden entenderse entre sí. Incapaces de ver la razón en el punto de vista opuesto, cada lado afirma que el otro ha sucumbido a la sinrazón, al prejuicio, o a la codicia por el poder o la aprobación.

Nuestra incapacidad para comprender la racionalidad de un punto de vista opuesto es más a menudo una falla de imaginación de nuestra parte que una falla de racionalidad de parte del otro. La diferencia entre ambas partes no puede ser que un lado sea verdaderamente cristiano y el otro no lo sea, o que cualquiera de los lados posea el monopolio de las buenas ideas y las buenas intenciones. Innumerables hombres y mujeres que luchan con cada hueso y tendón por seguir a Jesús están de pie a ambos lados.

Si se tratara de una división entre evangélicos conservadores y progresistas, sería más fácil de comprender. Sin embargo, esta es una división entre los mismos evangélicos conservadores, y he batallado durante años para comprenderla. Quizás todavía no la he entendido, pero quiero esforzarme por explicarla. Detrás de las diferencias que nos separan he llegado a creer que hay una visión diferente del reino de Dios.

Tras el editorial del exeditor jefe, Mark Galli, publicado en diciembre, y mi declaración reafirmando la esencia de su preocupación, escuché que varios respetados y muy queridos amigos estaban desconsolados. “Trabajamos a diario, incansablemente, para salvar la vida de los no nacidos”, dijeron. “Estamos en primera línea defendiendo las libertades religiosas que permiten que las familias y las iglesias vivan de acuerdo con su conciencia. Estamos trabajando para lograr un gobierno y una cultura que escuche las preocupaciones cristianas y honre los valores cristianos”. Estas cartas fueron tan dolorosas de leer como deben haber sido de escribir, ya que amigos muy queridos sentían que traicionábamos la causa en un momento crítico.

Con algunas excepciones, el sentimiento generalmente provenía de personas que se formaron en entornos donde el cristianismo era, o había llegado a ser recientemente, la fuerza cultural dominante. La ética cristiana había sido durante mucho tiempo una influencia para el bien y, al observarla desvanecerse, vieron restringidas sus propias libertades, así como el deterioro del bien común de la comunidad. También creían que años de política exterior progresista habían disminuido nuestra posición global y habían cerrado los ojos ante la persecución cristiana en el extranjero. Estas inquietudes los llevaron a apoyar a un político que contradice los valores cristianos en su comportamiento personal pero, según creían, promovía los valores cristianos en el ámbito público. No admiraban su personalidad ni aprobaban su retórica, pero creían que él y el partido al cual representaba traerían consigo el bien superior de la sociedad en su conjunto.

Llamaré a este contingente la “Iglesia Reinante”. La Iglesia Reinante ve el reino de Dios, el fin por el que luchamos, como un mundo en el que hombres y mujeres son libres de seguir su fe, la vida se considera sagrada desde la concepción hasta la muerte, las familias pueden criar a sus hijos en la verdad bíblica, las iglesias lideran los actos de caridad, y el gobierno proporciona un orden estable para el florecimiento de iniciativas significativas.

Los miembros de la Iglesia Reinante están preocupados por la política exterior y la política económica, pero se sienten especialmente obligados a apoyar a la actual administración por sus posturas sobre la vida y la familia. Sienten que no votar por los republicanos empodera al partido que protege el espantoso régimen del aborto y que promueve una ética sexual que conduce a la confusión y a un inmenso sufrimiento.

Sin duda, hay corrientes más virulentas que apoyan al actual presidente; sin embargo, también hay partidarios amorosos y razonables, y creo firmemente que para enfrentar este desacuerdo bíblicamente es necesario que representemos a nuestros hermanos y hermanas de la mejor manera. No hacemos ningún favor a nuestra fe cuando caricaturizamos a otros creyentes.

No hay nada esencialmente irracional o inmoral en la posición antes mencionada. Lleva a la Iglesia Reinante a valorar más la adquisición y el uso del poder político. La Iglesia Reinante ve la elección simplemente como una batalla entre el bien y el mal. Los vicios del presidente parecen pequeños cuando la virtud del mundo pende de un hilo. Ganar poder político significa proteger el estilo de vida cristiano y sembrar semillas de verdad y bondad en la cultura y, así, traer la bendición de Dios a la tierra. La pérdida del poder político significa que la cultura se convierte en una espiral cada vez más profunda de inmoralidad y falsedad, erosionando los cimientos de la sociedad y provocando un mayor sufrimiento para todos. Para estos amigos, entonces, retirar el apoyo al presidente es socavar el poder de los cristianos para dar forma a la política de una manera que proteja a la iglesia y beneficie al mundo.

Por supuesto, otro grupo respondió de manera muy diferente al editorial de Galli. Llamaron por teléfono llorando. Enviaron globos a la oficina. Nos animaron a mantenernos firmes contra las críticas fulminantes. Estaban profundamente agradecidos de que alguien hubiera expresado sus profundas dudas éticas y espirituales sobre el apoyo evangélico al presidente Trump.

¿Cómo pudo suceder esto? La división entre estos grupos no tiene como base diferencias teológicas, y ambos se habrían considerado conservadores antes del movimiento Trump. Estudian las mismas Escrituras, afirman los mismos credos y cantan los mismos himnos. También comparten la mayoría de los valores éticos fundamentales, desde la libertad religiosa y la santidad de la vida, hasta la intención amorosa de Dios para el matrimonio y la sexualidad.

Llamemos al segundo grupo la “Iglesia Remanente”. A diferencia de la Iglesia Reinante, la Iglesia Remanente generalmente proviene de lugares donde el cristianismo no es la principal autoridad cultural o política. Por supuesto, estas son generalizaciones, pero la Iglesia Remanente tiende a ser más joven, más diversa y más urbana que la Iglesia Reinante. Es más probable que los miembros de la Iglesia Remanente vivan al margen del poder, a veces de forma deliberada y, a veces, por exclusión.

Este contingente es más grande de lo que podríamos imaginarnos. Cuando los evangélicos se definen por creencias y se incluyen todas las etnias, solo el 58 por ciento de los votantes evangélicos apoyaron a Trump en 2016 (sin contar a los que optaron por no votar).

La Iglesia Remanente está cautivada por una visión fundamentalmente diferente del reino de Dios. El reino, desde su punto de vista, es demasiado sagrado como para confundirlo con los triunfos electorales y la aprobación de leyes. No es una dispensación política ni un orden social. No es un reino de este mundo. En cambio, el reino irrumpe en el tiempo y el espacio cuando los hombres y mujeres enviados por el Rey buscan a los perdidos y sirven a los más pequeños. El reino de los cielos está entre nosotros cuando compartimos el Evangelio de palabra y de obra, servimos a los desamparados y refugiados, y nos unimos a nuestros vecinos en su sufrimiento.

Para la Iglesia Remanente, el reino de Dios tiene menos que ver con la adquisición de poder que con el despojo del poder, es decir, con renunciar a nuestros derechos y privilegios como lo hizo Cristo (Filipenses 2) para servir a los impotentes. En otras palabras, la cristiandad no es el reino, y representar a la cristiandad no es lo mismo que representar a Cristo. El reino de los cielos no se trata de la espada, sino de la copa; no se trata de defendernos, sino de morir a nosotros mismos.

Por esta razón, la Iglesia Remanente da mayor prioridad a la pureza de la Iglesia que a la prosperidad del país. La prosperidad nacional importa, pero las naciones florecen y caen, mientras que la Iglesia perdura por la eternidad. Su unidad e integridad dan testimonio del carácter divino de Cristo (Juan 17) y, precisamente por esto, no se pueden comprometer. Esto hace que la Iglesia Remanente sea más optimista sobre la pérdida de influencia cultural y política. El poder político posee una enorme atracción gravitacional que con demasiada frecuencia distorsiona nuestra capacidad de ver a Cristo con claridad y de testificar acerca de Él con fidelidad. A veces, la Iglesia necesita tiempo en el desierto para recordar quién es ella en realidad.

La Iglesia Remanente preferiría que la Iglesia perdiera su influencia antes que su integridad, incluso si la pérdida de las libertades religiosas condujera a la persecución. ¿Cuándo la persecución ha derrotado a la iglesia? Seguramente el mismo Dios que hizo que existieran las estrellas y que ha preservado a su Iglesia en todo el mundo durante dos mil años puede preservar a la iglesia estadounidense contra cuatro años de exilio político. La Iglesia solo puede morir desde su interior.

Pero si la iglesia pierde su integridad y, por lo tanto, su testimonio, la cultura que la rodea sufrirá. De hecho, para la Iglesia Remanente la acogida del presidente por parte de los evangélicos ha promovido ciertos valores corrosivos en la cultura, alentando el narcisismo, el materialismo, la codicia, la lujuria, el racismo y el sexismo, que son tan dañinos, si no más, que las políticas mal concebidas.

Los lectores agradecidos por el editorial de Galli no arrojaron piedras a los creyentes que votaron de mala gana por Trump. Estaban preocupados más bien por los líderes evangélicos que crearon la impresión de que toda la Iglesia se había unido a él, particularmente cuando esos líderes no mostraron voluntad de condenar públicamente su mala conducta, ni de defender a las víctimas de su retórica. Esto, en su opinión, empañó el testimonio del cuerpo de Cristo, llevando a sus amigos a abandonar las filas de la Iglesia, y a sus hijos a renunciar a su crianza. Ninguna cantidad de victorias políticas podría justificar esto. Ellos sintieron que los evangélicos blancos habían ganado las elecciones, pero habían perdido una generación.

El desacuerdo entre la Iglesia Reinante y la Iglesia Remanente no gira en torno a tener valores diferentes, sino en torno a priorizarlos de manera diferente. La Iglesia Reinante respondería que ellos también valoran el testimonio de la Iglesia y muchos de ellos dedican su vida al evangelismo y al servicio, sin embargo, los cristianos están llamados a luchar por las cosas que le importan a Dios, incluso cuando esto nos haga impopulares. La Iglesia Remanente diría que ellos también se preocupan por defender la santidad de la vida, la protección de la iglesia y la familia, sin embargo, están dispuestos a luchar por estas causas de otras maneras, pero no ganando influencia a costa de su integridad. Muchos también se apresuran a agregar que no pueden apoyar al candidato alternativo debido a sus puntos de vista a favor del aborto, por lo que se encuentran incapaces de votar por ninguno de los dos en conciencia.

Algunos dentro de la comunidad de Christianity Today pertenecen a la Iglesia Reinante y otros a la Iglesia Remanente. Si bien simpatizo con ambos lados, yo pertenezco a la Iglesia Remanente. Digo esto cosas no para avergonzar a mis hermanos y hermanas que opinan lo contrario, sino para que puedan entender mi corazón. Creo que la alineación evangélica con la administración Trump ha hecho avanzar los reinos de los hombres, pero no el reino de Dios. Me preocupa que haya dañado la cultura y empañado nuestro testimonio por varias generaciones. Por supuesto, podría estar equivocado. Espero estar equivocado. Sin embargo, lamento que haya tanta gente que hoy mira a los evangélicos y ve la imagen de Trump en vez de la imagen de Cristo. Asimismo, temo que mis hijos crecerán en una sociedad más hostil a su fe como resultado. Y estoy desconsolado de que tantos marginados, en particular los creyentes afroamericanos, hayan sido heridos por el apoyo de los evangélicos blancos al presidente.

Pero el amor me exige comprender a los hombres y mujeres (de todas las etnias) que pertenecen a la Iglesia Reinante. Estos también son mis hermanos y hermanas, hombres y mujeres de mente sana y buen corazón. Es por eso que Christianity Today seguirá siendo un lugar donde los evangélicos puedan tener estas discusiones, a profundidad y con amor. Presentamos nuestra serie Table a principios de este año como un espacio para discutir los diferentes puntos de vista del compromiso político evangélico. Hemos publicado argumentos elocuentes a favor y en contra de ambos candidatos. Nos hemos asociado en el First Principles Project para ir más allá del desacuerdo partidista y redescubrir los valores fundamentales que informan cómo y por qué los cristianos participan en la vida pública. Y la conversación continuará.

El último acto radical en una época radicalmente polarizada es amar y comprender a ambos lados. El año 2020 ya ha dejado muchos daños a su paso. Acérquese a aquellos que no están de acuerdo con usted y demuéstreles el amor de Cristo. Cualquiera que sea el resultado, tendremos que trabajar juntos para llevar el reino de Dios al centro del desastre, y ayudar a nuestra gente a encontrar esperanza una vez más.

Timothy Dalrymple es presidente y director ejecutivo de Christianity Today. Síguelo en Twitter @TimDalrymple_.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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De qué modo las iglesias enaltecen y protegen a los pastores abusivos

Una psicóloga explora las dinámicas de poder que ayudan a convertir a los pastores en lobos

Christianity Today October 30, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source image: Cynoclub / Envato Elements

La seducción del poder, tanto individual como institucional, es una historia que se viene contando desde el principio de los tiempos. Dentro de la iglesia, el mal uso y el abuso de la autoridad han causado estragos devastadores, dejando a su paso vidas y congregaciones rotas. Aun así, a menudo sigue sin conocerse ni explorarse la verdadera naturaleza del poder. En Redeeming Power: Understanding Authority and Abuse in the Church [Poder redentor: Comprender la autoridad y el abuso de poder en la iglesia], la psicóloga Diane Langberg aporta a este tema décadas de experiencia en consejería de líderes eclesiales y supervivientes del trauma. Tim Hein, pastor y profesor en Australia, y autor de Understanding Sexual Abuse: A Guide for Ministry Leaders and Survivors [Comprender el abuso sexual: Una guía para líderes de ministerios y supervivientes], habla con Langberg acerca de por qué los pastores y los líderes de ministerios a veces se alimentan de sus rebaños.

La palabra poder levanta controversias en nuestra cultura. ¿Cómo la definiría usted?

Básicamente, poder es influencia: la capacidad de producir un efecto. Si me acerco a ti, y soy más grande que tú, y te empujo, entonces he hecho algo que ha tenido un efecto. Y todo el mundo tiene alguna clase de influencia, incluso un niño pequeño. Si tienes un bebé recién nacido y comienza a llorar a las tres de la madrugada, ¿qué haces? ¡Te levantas!

Esto es parte de lo que significa ser portadores de la imagen de Dios. Él nos dijo: «¡Gobiernen! Gobiernen sobre la tierra». Esa es una palabra de poder. Como pecadores, por supuesto, lo hemos arruinado del mismo modo que lo hemos hecho con todo lo demás. Pero ejercer poder sigue siendo parte de nuestra esencia, aunque los individuos y los sistemas tiendan a hacer un mal uso.

Si todos ejercemos alguna clase de poder e influencia, ¿entonces por qué hay líderes cristianos, desde su punto de vista, especialmente susceptibles a abusar de su poder? ¿Qué es lo que no logran entender acerca del poder que tienen?

En términos generales, las escuelas que tenemos para educar a líderes cristianos no enseñan estas cosas. Los seminarios ofrecen conocimientos prácticos para saber cómo dirigir una iglesia o un ministerio, pero no están haciendo lo suficiente para iluminar la naturaleza del poder y las dinámicas que provocan que los casos de abuso aumenten… y que después sean encubiertos.

Otro problema es que no siempre los seminarios han hecho lo suficiente para enseñar a los nuevos líderes la importancia de comprenderse a sí mismos y su propia vulnerabilidad: los golpes y las heridas que nunca han reconocido, y mucho menos tratado. He trabajado con un sinnúmero de pastores a lo largo de los años, y muchos de esos buenos hombres y mujeres llegan a sus cargos sin haberse hecho estas preguntas acerca de sí mismos. Piense, por ejemplo, en un hombre que predica desde el púlpito, cuyo padre abusó físicamente de él y le habló como si fuera basura. Estará lleno de heridas, y eso va a afectar el modo en que usa su posición de liderazgo. Pero su ignorancia acerca de sí mismo y las heridas que no ha sanado le hacen proclive a alimentarse de sus ovejas. No puedo decir cuántos pastores se han sentado en mi oficina, llorando y diciendo: «No sé cómo he llegado hasta aquí» después de haberse comportado de forma abusiva.

Quizá algún pastor que lea esto piense: «Yo no me siento muy poderoso. Tengo encima a los ancianos, mientras manejo la presión del presupuesto, y los miembros de la iglesia critican mis sermones. ¿Me está diciendo que tengo niveles de poder peligrosos?».

No importa con qué se gane uno la vida. El poder es inherente al ser humano. Para los pastores, puede que tengan poder en casa, sobre su cónyuge o sus hijos. Pueden tener poder en cada conversación, porque sus palabras tienen un impacto en quienes los escuchan. Si no toman conciencia del poder que ejercen, es poco probable que vayan a examinar el modo en que lo utilizan.

Así que, sin darte cuenta, terminas alimentándote de las personas, usándolos para suplir tus necesidades o para disimular tu vulnerabilidad. Tal vez se manifieste en ir al supermercado y ser terriblemente maleducado con el cajero. O tal vez consista en llegar allí y codearte con todo el mundo, porque sabes que tu ego será alimentado cuando todos te hagan sentir que eres maravilloso. Siempre que se utilicen a las ovejas como alimento, uno deja de actuar como pastor y se convierte en un lobo. Ezequiel 34 nos advierte contra los pastores que proveen alimento y ropa para sí mismos antes que para sus ovejas, y Jesús habla de los fariseos en términos similares en Juan 10.

¿Cómo considera que la extensa cultura cristiana en Occidente, con sus inclinaciones hacia la fama y el estatus, alimenta el problema de los líderes de iglesia abusivos?

En fin, no es más que la naturaleza humana. Piense en el comienzo de la creación: aquel que nos engañó para que nos apartáramos de Dios quería ser como el Altísimo. ¡Qué ejemplo de abuso de poder! Entonces, el deseo de gloria y aprecio siempre estará ahí como parte de la naturaleza humana. En cierto modo, fuimos creados para buscar estas cosas, pero a causa de la Caída las buscamos de maneras ilícitas. El sexo es un modo muy obvio de buscarlas. Pero, de modos más sutiles, podemos encontrar gloria y aprecio en factores externos: cosas como comentarios positivos en redes sociales, la cantidad de asistentes a los cultos o el número de libros vendidos. Y también son cosas pequeñas: puedes ser pastor en una localidad diminuta y estar orgulloso de sentirte el tipo más importante del lugar.

Todos queremos ser amados, y, de hecho, es por el diseño de Dios que debemos serlo. Así que se vuelve algo farragoso, porque yo nunca diría que cualquiera que busca que le aprecien seguramente abusará del poder y no tendrá empatía. Pero necesitamos ser conscientes de cómo la Caída ha corrompido ese deseo y nos hizo expertos en el arte del autoengaño.

Dice que su experiencia como psicóloga le ha enseñado que puede saber con certeza qué es lo más importante para alguien porque eso es lo que la persona protegerá con más empeño. ¿Cómo se desarrolla esta dinámica en las filas del liderazgo de la iglesia?

Con la mayoría de personas es posible identificar eso que se niegan a que otros examinen, eso que no sacarán a la luz. Y si alguien lo averigua, buscarán otros modos de esconderlo. Un ejemplo obvio y concreto es la pornografía, pero también lo hacemos con cosas como el dinero y el estatus.

Y los sistemas como conjunto también tienden a hacerlo. Quizá el sentimiento sea: «Somos esta iglesia famosa, y ha ocurrido esto tan terrible. Tenemos que proteger nuestra reputación en vez de arrastrar este asunto a la luz y permitir que Dios haga su trabajo». Con iglesias y otras instituciones lo que se protege es lo que suele ser más importante y, con gran frecuencia, se trata de la propia institución.

¿Y, entonces, de qué modo puede la iglesia como sistema institucional redimirse de esta tendencia, y cómo puede apoyarlo la misma congregación?

Según la Biblia describe a la iglesia, Cristo es la cabeza y nosotros somos parte de su cuerpo. Así pues, hay un sistema implicado, pero es uno que se supone que ha de seguir a su cabeza. Mi padre estuvo enfermo durante muchos años. Era coronel de las Fuerzas Aéreas, un hombre brillante y un atleta fabuloso. Pero terminó con una enfermedad neurológica. Una de las lecciones que aprendí mientras prácticamente le vi desintegrarse durante treinta años es que un cuerpo que no sigue a su cabeza está enfermo. Es un sistema enfermo. El problema de la iglesia, pues, no es que sea un sistema, sino que a menudo ese sistema no logra seguir a su cabeza.

Y, por supuesto, la congregación tiene cierta responsabilidad de mantener el sistema, principalmente adorando a Cristo y solo a él. Pero la iglesia también necesita orar por sus líderes, que Dios los sostenga en un liderazgo piadoso: no en aras de conseguir las bendiciones materiales y la buena reputación que tanto hemos llegado a amar, sino para que el mismo Dios sea honrado por encima de todas las cosas.

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