Estén alerta y oren

Una lectura de Adviento para el 29 de noviembre.

Christianity Today November 29, 2021

Para descargar nuestro devocional «El Evangelio de Adviento» completo, ingrese en este enlace.

Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Lucas 21:25-36

La Segunda Venida de Jesús no será sutil en absoluto. Toda la creación, desde los cielos hasta los mares rugientes, se estremecerá; todos los pueblos del mundo verán y caerán en desesperanza. No habrá literalmente ningún lugar donde esconderse, ningún lugar donde encontrar protección de Aquel que finalmente vendrá a traer justicia. No habrá ningún lugar, excepto en aquel que viene de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos. Mientras las naciones se angustiarán, a los seguidores de Jesús se les dirá que no se agachen y se cubran, sino que se pongan de pie y levanten la cabeza. Puesto que se han escondido en Cristo que está sentado en el cielo, no tendrán que temer cuando Él vuelva a la tierra.

Jesús quería que sus discípulos comprendieran que este acontecimiento llegaría rápida e indudablemente. Hay un gran debate sobre quién es «esta generación» (Lucas 21:32). Tal vez se refiere a los oyentes inmediatos de Jesús, para quienes la caída de Jerusalén sería una señal y una muestra del fin venidero. Tal vez se refiere a la generación que verá las señales de la Segunda Venida, es decir, que el regreso de Cristo ocurrirá poco después de estos brotes, metafóricamente hablando. En cualquier caso, Jesús promete que el acontecimiento será más firme que el propio mundo natural.

¿Qué deben hacer los discípulos mientras tanto, en la espera? Aquellos de nosotros que venimos de ciertos contextos dentro de la iglesia podemos esperar un llamado a evangelizar y discipular a otros porque la gente debe saber acerca de esta calamidad venidera. Y sí, debemos hacerlo. Los que venimos de otros contextos podemos esperar un llamado a practicar la justicia, porque estamos llamados a amar lo que Dios ama y a odiar lo que Él odia. Y sí, debemos hacerlo.

Sin embargo, en este momento específico de Lucas 21, Jesús llamó a sus discípulos a tener cuidado, a estar alerta. La brusquedad y la ferocidad del final hacen que la imagen apropiada sea la de una trampa con resorte. ¿Quién es tan arrogante para suponer que podrá escapar? Las tentaciones mundanas de la fiesta desenfrenada o de la aprehensión indebida son ambos ejemplos de cómo cualquier corazón humano puede verse agobiado. Y algo grávido, que lleva cargas pesadas, no puede saltar rápidamente para escapar.

Ni el escapismo ni la preocupación pueden cumplir lo que prometen. El primero no hace desaparecer la realidad; el otro en realidad no nos prepara. Jesús nos llama, en cambio, a estar alerta y orar. Nos llama a prestar atención, confiando plenamente en el Dios que verdaderamente vendrá. Jesús quiere que sus discípulos sean capaces de presentarse ante Él cuando venga. Él responderá a esa oración.

Rachel Gilson forma parte del equipo de liderazgo de Cru para el desarrollo teológico y la cultura. Es autora de Born Again This Way: Coming Out, Coming to Faith, and What Comes Next.

Reflexione sobre Lucas 21:25-36.

¿Qué emociones o reacciones suscita en usted este pasaje? ¿Cómo le convence o inspira? ¿Qué destaca de Jesús y del Evangelio? Invite a Jesús a que le ayude a obedecer su llamado a velar y orar.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El fin

Una lectura de Adviento para el 28 de noviembre.

Christianity Today November 28, 2021
Nicole Xu

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Tito 2:11-14 y Apocalipsis 1:7-8

Empezamos por el final. No en el pesebre. No con los Magos ofreciendo regalos de adoración ni con los pastores regocijándose con asombro. No con la visita de María a Elisabet ni con la aparición del ángel en el sueño de José. No empezamos con el primer advenimiento de Cristo, sino con el segundo.

Como un libro de cuentos que tiene todos los capítulos desordenados, la temporada de Adviento —y en realidad todo el año litúrgico cristiano— comienza con el final.

No es un final insulso y agradable de «todos vivieron felices para siempre». Es bello y temible, asombroso y aterrador. Es un final que se expande más allá de los límites de nuestra comprensión humana: Volverá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin.

El Adviento comienza con el éschatos: con el poder y la gloria de Cristo, su juicio justo, su victoria final y su reino eterno. Nos saca de nuestro sentimentalismo navideño y nos invita a entrar en una mucho más grande y amplia historia del cosmos, en la cual, el Dios encarnado que fue acostado en un pesebre y que luego fue a la cruz, un día se sentará en el trono, y toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es el Señor (Filipenses 2:6-11).

De forma similar a la respuesta de Isaías cuando vio la santidad de Dios, nuestra única respuesta natural al contemplar la maravilla y la gloria de la Segunda Venida de Cristo es decir: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros» (Isaías 6:1-5). Al contemplar la santidad y el poder de Cristo, nos arrodillamos en señal de arrepentimiento y humildad. Y al igual que Tomás en su encuentro con Cristo resucitado, también nosotros proclamamos: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).

La Segunda Venida deja claro que seguir a Jesús significa rendir todo a su señorío en obediencia y adoración. Respondemos al regreso prometido de Cristo, «la bendita esperanza», con un anhelo y una anticipación que moldean nuestra vida en el aquí y ahora, mientras decimos «no» a las tentaciones del pecado y vivimos como un pueblo «dedicado a hacer el bien» (Tito 2:11-14).

Cuando empezamos por el final, el Adviento nos sobresalta de la manera adecuada: nos sacude de nuestro cristianismo cómodo y del discipulado que conocemos, y nos atrae hacia un arrepentimiento, una devoción y una esperanza más profundos. Cuando comenzamos con esta visión escatológica, podemos acercarnos correctamente al pesebre, pues sabemos que allí, envuelto en pañales, está el Salvador cuyo glorioso regreso es realmente nuestra bendita esperanza, «nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo».

Kelli B. Trujillo es editora de Christianity Today.

Lea Tito 2:11-14 y Apocalipsis 1:7-8. (Opcional: reflexione también sobre Filipenses 2:6-11.)

¿Cómo influye el futuro regreso de Cristo en su vida aquí y ahora? Al reflexionar sobre el regreso, el juicio y el reinado de Cristo, ¿cómo desea responder?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Evangelio de Adviento: Una introducción

Lecturas devocionales de Christianity Today en preparación para la Navidad.

Christianity Today November 28, 2021

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«Les traigo buenas nuevas…» (Lucas 2:10, NBLA)

Con estas palabras, el ángel comenzó una impresionante proclamación del Evangelio: ¡había nacido el Salvador, el Mesías prometido, el Señor! Cuando pensamos en el Evangelio, en las Buenas Nuevas, es correcto que pensemos en la muerte y resurrección de Jesús. Pensamos en nuestro pecado, en el sacrificio de Jesús, en la salvación y en la vida eterna que Cristo ofrece. En este sentido, es natural pensar en la Pascua como la fiesta del «Evangelio», ya que narra los acontecimientos centrales que hicieron posible nuestra redención.

Sin embargo, en esta serie de devocionales le invitamos a considerar lo que la temporada de Adviento puede enseñarnos sobre las Buenas Nuevas. Muchos de los principios fundamentales del Evangelio resuenan con fuerza en las lecturas y los temas tradicionales del Adviento. En el Adviento, reflexionamos sobre el misterio de la Encarnación, sobre el propósito de Cristo como el tan esperado Mesías, sobre nuestro pecado y la necesidad del arrepentimiento, sobre las promesas de salvación y justicia de Dios, y sobre nuestra firme esperanza en el regreso de Cristo y su reino que permanecerá para siempre. Nos preparamos para celebrar al «Rey recién nacido» que «nació para que el hombre no muera más», como declara el querido villancico de Charles Wesley. Y, a lo largo del Adviento, se nos recuerda una y otra vez que el Evangelio no es solo para nosotros, sino que es un mensaje de «gran gozo para todo el pueblo» (Lucas 2:10): es una buena noticia que debe ser compartida.

Mientras lee y reflexiona en la Palabra de Dios cada día durante estas cuatro semanas de Adviento, nuestra esperanza es que renueve su compromiso con las verdades fundamentales del Evangelio y que, tal como los pastores que encontraron al niño Jesús, glorifique y alabe a Dios por todas las cosas que escuche y vea.

Kelli B. Trujillo es editora en Christianity Today.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Lecturas devocionales de Adviento 2021 de Christianity Today

Todas las lecturas devocionales en preparación para la Navidad en un solo lugar.

Christianity Today November 25, 2021

Aquí encontrará todas nuestras lecturas devocionales que lo ayudarán a prepararse para la Navidad en esta temporada de Adviento.

Primera Semana: El regreso de Cristo y el reino eterno

Segunda Semana: Pecado y redención

Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación

Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad

Epifanía

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Theology

Cómo las Escrituras siguen sorprendiéndome

Cuando era niña, guardé la Palabra de Dios en mi corazón. Ahora, sale a la luz cuando menos lo espero.

Christianity Today November 20, 2021
Illustration by Rick Szuecs

Mi papá solía cantar por la casa todo el tiempo. Conoce unos ocho versos de cada canción pop alegre que se ha escrito desde finales de los 40. Cualquier parte que no se sabe, simplemente se la inventa. Conozco algunas de sus canciones inventadas mejor que las versiones reales.

Esas canciones todavía me vienen a la mente, y a veces se quedan pegadas a mi mente por largo tiempo cuando escucho la radio, cuando escucho una canción en un restaurante o cuando alguien dice una frase o un cliché que proviene de una canción. Tengo que sonreír cuando canto accidentalmente la versión mejorada de papá en lugar de la letra real.

Además del canto de mi papá, también memoricé muchos versículos de las Escrituras. Los escribí en fichas, los estudié en la escuela dominical y pensaba en ellos durante el día. Para mí, las palabras de la Biblia se volvieron como esas canciones que solía cantar mi papá.

Mi papá me enseñó a cantar. Mi mamá me enseñó las Escrituras fielmente y me invitó a memorizar algunos de sus pasajes favoritos. Ahora, las palabras están dentro de mí. No es de extrañar, entonces, que cuando veo un águila calva en un viaje al Oeste, las palabras del Salmo 103 me vengan a la mente. O que, cuando estoy descalza en la playa, medite en el Salmo 139, recordando cómo los millones de granos de arena son como el número de los pensamientos de Dios. O que, cuando conduzco por las montañas, reflexione en el Salmo 104:32 cuando dice que Dios toca los montes y los hace echar humo.

Incluso antes de que tengamos comprensión, tenemos imaginación. Cuando somos niños, hablamos acerca de la imaginación. Pero como adultos, cambiamos la imaginación por el pragmatismo. Adoptamos formas de pensar más racionales y concretas. Sin embargo, en la oración y la formación espiritual, la imaginación es esencial para que podamos crecer y avanzar hacia una conversación más cercana con Dios.

Las Escrituras dan vida a la teología, pero además de conceptos teológicos, también hay en ella poesía, sueños, parábolas y registros históricos. La Palabra de Dios es coherente y nos da una mejor visión de Dios, de nosotros mismos y de nuestro lugar en el mundo.

Aprender y memorizar las Escrituras resultó ser la inversión más importante que pude haber hecho en mis primeros años. Lo celebro ahora, cuando es mucho más difícil aprender un idioma o memorizar un poema de Robert Frost. Estos días están llenos de responsabilidades y ruidosas distracciones. En estos días, mi mente es menos absorbente.

A cualquier edad, cuando permitimos que las Escrituras penetren en nuestros corazones y saturen nuestras raíces como el árbol del Salmo 1, somos alimentados por el nutrimento de la Palabra de Dios. No hay nada que sea más esencial para la vida, aun cuando parezca que tomar el tiempo para ello nos hace improductivos.

Hay veces que es inevitable recordar que nuestro vehículo necesita un cambio de aceite, o la pila de platos en el fregadero, o alguien a quien olvidamos llamar, o la hipoteca que hay que pagar. A veces tengo una libreta junto a mi Biblia en la que voy anotando cosas pendientes, de tal forma que anotar esos recordatorios me ayude a mantener las distracciones a raya. Otras veces, traigo esas mismas distracciones delante del Señor en oración, incluyendo así mis tareas diarias en mi conversación con el Espíritu de Dios.

Cuando nos sentamos con su Palabra, estamos creando un espacio para dejar que esas palabras reboten dentro de nosotros. Esto me recuerda al juguete de Fisher-Price Corn Popper que hace circular bolas de colores cuando un niño pequeño lo empuja, o una bola de nieve llena de confeti blanco que circula dentro del recipiente cuando se le agita.

Cuando las palabras de Dios circulan dentro de nosotros, estamos llenos de su vida; somos receptivos a su Espíritu cuando activa esas palabras dentro de nosotros, aplicando la verdad a las experiencias de nuestra vida diaria.

Muchas veces he recitado el Salmo 139 o el Salmo 23 cuando no podía dormir por la noche, primero cuando era niña, y muchos años después en períodos en los que padecí insomnio, cuando el mundo ya no se sentía como un lugar de paz. Luego de años de usar las Escrituras para ayudarme a dormir, en el 2002 escribí una canción llamada «Now and Then» [De vez en cuando], una paráfrasis accidental.

Quédate conmigo de vez en cuando.
De todos lados, atráeme
Cántame una canción
Para que pueda cerrar los ojos.
Antes de que yo naciera,
Todos los días registraron
Tus pensamientos como los granos de arena;
A través de las noches en que no pude cerrar los ojos
Y de la luz de la mañana,
«Como demandan tus días».

(«Now and Then» del álbum Gypsy Flat Road, 2001)

Para la última frase tomé prestada una línea del himno «Qué firmes cimientos». Es una doble referencia: hice eco de un himno antiguo de la misma forma en que ese himno hizo eco del texto de las Escrituras.

Cuando comencé a escribir canciones como vocación, las Escrituras y la imaginación fueron las herramientas que utilicé para ponerle letra a las melodías. Letras de himnos y frases de las Escrituras se derramaron en mis canciones desde mis primeras grabaciones, tales como «Sunday Morning» (Isaías 44), «Now and Then» (Salmo 139), «Gypsy Flat Road» (Isaías 55) y, con el paso del tiempo, comencé a hacerlo cada vez más literalmente hasta el día de hoy, cuando recientemente me he centrado más en escribir canciones cristianas específicamente para ser cantadas en la iglesia. Muchas de estas nuevas canciones están destinadas a ayudarnos a cantar las palabras directamente de la página.

Mirando hacia atrás, puedo ver que la infusión de las Escrituras en mi trabajo es tan central como importante. No es algo que me propuse hacer en mi música, ni sucede específicamente porque soy compositora. Las Escrituras son personales, pero nunca son privadas. La Palabra de Dios es nuestra, de nosotros juntos. Las Escrituras nos llenan hasta el borde y se derraman en nuestra vida diaria.

En cualquier lugar donde dediques tu vocación y trabajo, ya sea enseñando a estudiantes o trabajando en el departamento de finanzas, ya sea cuidando niños, haciendo jardinería, procesando hojas de cálculo de contabilidad o entregando el correo, todo tipo de trabajo es tocado por las palabras de Dios.

Recuerdo que alguna vez aprendí que el Espíritu Santo sacaría a la luz esas palabras que había memorizado en el momento en que las necesitara, ya fuera en la escuela o cuando tuviera miedo por la noche. Fue como plantar semillas. Mi mamá me ayudó con la memorización, sin embargo, confiaba en que el Espíritu Santo nutriría esas semillas y las haría fructíferas en mi vida.

Asistí a una escuela pública para mi educación primaria. Matemáticas no era mi materia favorita y, en segundo grado, tenía una maestra que me intimidaba. Me aterrorizaba cada vez que tenía que acercarme a su escritorio, tanto porque no estaba segura de mis habilidades matemáticas, como porque temía que ella me regañara por mi desempeño.

Recuerdo cómo pensaba en las promesas de las Escrituras cuando me inundaba el temor, consiguiendo así reunir el valor para caminar hacia su escritorio y tener una conversación. Si bien eso es algo pequeño para una niña pequeña, fue una práctica que me ayudó a crecer y de la que todavía saco provecho en la actualidad.

La primera canción que recuerdo haber escrito y compartido públicamente fue para mi graduación de octavo grado. Fue la primera vez que sentí la conexión entre escribir un diario, un himno del himnario y una canción compartida dentro de mi comunidad escolar. Más tarde, continué escribiendo canciones que me ayudaron a procesar eventos mundiales, experiencias humanas y cosas que experimenté de primera mano.

Mi mamá nos llevaba todos los domingos por la mañana a la iglesia en St. Louis, donde crecí. Siempre tenía pañuelos de papel en su bolso, mentas Tic Tac y un lápiz labial Clinique con estuche de rayas plateadas. Recuerdo los Himnarios de la Trinidad acomodados en fila junto a las Biblias en las bancas. Me sentaba a su lado, con los pies cruzados, y con ese libro de himnos abierto, estudiando detenidamente las palabras durante todos los momentos del servicio en los que permanecíamos sentados.

Estudiaba las líneas del pentagrama y me encantaba la poesía y la forma en que las palabras se movían en forma rítmica. Me gustaban también las palabras antiguas que no eran palabras de uso diario. Tenía curiosidad por saber qué significaban esas palabras.

De vuelta al piano, me sentaba con las manos en las teclas e inventaba mis propias melodías antes de poder siquiera leer las notas. Seguía las estrofas de esas canciones de la iglesia y de esta forma las hice mías.

Estas palabras antiguas me recordaban que había historias previas a la mía. Los himnos transmiten emociones, apuntan al cielo, aumentan nuestra esperanza y activan nuestra conciencia mutua —leerlos es una práctica muy útil en esta era de aislamiento—.

Los himnos eran para mí como testimonios armonizados de personas reales que veían a Dios obrando en el mundo: el mismo mundo. [En inglés, hay una frase que se traduce literalmente como «pararse sobre los hombros de alguien» y, en términos generales, se refiere al uso del conocimiento obtenido por alguien en el pasado a fin de elaborar sobre el mismo y conseguir un conocimiento aún mayor].

Así, mientras yo descubría verdades mayores a partir de las canciones de los escritores de los himnos, «parada sobre los hombros» de quienes me precedieron, absorbí sus letras y las usé como base para encontrar mi propio lugar en la historia.

Hay una visualización de esta herencia en el primer verso de una canción que escribí en 2001, poco después del 11 de septiembre, llamada «Age After Age».

Al borde del río, el poderoso Misisipi
Dos niños pasaban sus veranos a las orillas del dique.
Cuando las aguas rompieron y destrozaron la presa,
Fueron tragados por una ola de arena.
Sacaron al más joven de la mano
Porque estaba parado sobre los hombros de su hermano.

(«Age After Age», del álbum Best Laid Plans, 2004)

He venido cantando esta canción durante muchos años, y cuando escribí la letra por primera vez, recordé esta historia, esta imagen heroica de un niño salvando la vida de otro niño. Me ayudó a procesar la inmensa tragedia de ese septiembre.

Pero esta historia sobre los niños volvió a cobrar vida recientemente cuando alguien me escribió un correo electrónico preguntándome si conocía algún detalle histórico de esta historia, o si era solo folclore. Investigué al respecto, pero no pude encontrar información certera para responder a su pregunta. Esta persona no dejó de investigar acerca de la historia y, al cabo de unas semanas, me envió una pila de recortes de periódicos digitales fechados en abril de 1985.

Timothy Murphy y Darren Ellis eran dos de un total de cinco niños que jugaban en unos montículos de arena en St. Louis, cerca del río Misisipi, cuando la arena empapada por la lluvia se movió y, tras un derrumbe, enterró a los niños. Timothy quedó cubierto por la arena, pero levantó a su amigo Darren sobre sus hombros, salvando así su vida.

En algún lugar, cuando era niña, escuché esta historia y me la tomé muy en serio. Incluso recordaba detalles y descripciones con algunas de las mismas palabras que encontré en los artículos de noticias y que, a su vez, se reflejaban en la letra de las canciones. No fue una investigación deliberada, pero nuestros corazones tienen la capacidad de imprimir una historia, de guardar recuerdos mutuos para una comunidad, y de registrar estos recuerdos para las generaciones venideras.

De la misma manera, los himnos nos conectan con aquellos que nos han precedido, con aquellos sobre cuyos hombros nos levantamos. Desde allí, podemos ver más lejos y con más claridad de la que vemos por nosotros mismos. Jesús nos ha sostenido sobre sus hombros y nos ha resucitado por medio de su propia muerte. Él está con nosotros cuando la arena nos envuelve, y nos alza sobre sus hombros para que podamos respirar. Él nos levanta y escribe su canción de resurrección en nosotros, para que la cantemos siempre que la necesitemos.

Sandra McCracken es cantautora en Nashville. Este artículo está adaptado de su último libro, Send Out Your Light: The Illuminating Power of Scripture and Song (B&H).

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

En realidad, Dios está haciendo algo antiguo

En la era de la autenticidad, no necesitamos nuevas palabras de parte de Dios; más bien, necesitamos repetir lo que Él ya ha dicho.

Christianity Today November 16, 2021
WikiMedia Commons / Edits by Christianity Today

Hace años, yo era parte del equipo editorial de una revista publicada por una organización cristiana conservadora. Debido a que el nombre de la organización estaba en la cabecera, la reputación de la misma estaba asociada con las ideas y los autores que aparecían dentro de sus páginas. Algunos de nuestros lectores también eran donantes que, de vez en cuando, se quejaban cuando el «pedigrí» de un autor o la naturaleza de las ideas expresadas no parecían estar en línea con la perspectiva teológica que distinguía a la organización.

El resultado era bastante predecible. Algunos de mis amigos bromeaban diciendo que nuestro lema debía ser: «La revista que no tienes que leer para saber lo que va a decir».

A los escritores, al igual que ocurre con compositores u otros artistas, se les regaña cuando se repiten mucho. Especialmente hoy en día, cuando se trata de expresión creativa, la novedad es valorada por encima de todo lo demás.

Sin embargo, enfocarse en exceso en la originalidad hace que perdamos de vista un principio básico de lo que posibilita la originalidad en primer lugar: concretamente, los fundamentos. Esa es la razón por la que los chelistas más destacados siguen practicando horas de escalas y otros ejercicios técnicos y la razón por la que Michael Jordan practicaba tiros libres hasta que podía encestarlos con los ojos cerrados. Solo por medio de la confianza que se construye a través de la repetición infinita los grandes intérpretes se sienten libres para improvisar melodías o para deslumbrar en la ofensiva de maneras que demuestran sus dones únicos e individuales.

En lo que respecta a la fe, la repetición también es una virtud. Esto es precisamente lo que las Escrituras demandan de la iglesia. En Primera de Corintios 1:10, el apóstol da un mandamiento: «Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito» (NVI).

En griego, la idea es que deberíamos «hacer todos lo mismo». Este lenguaje, sacado del ámbito político, no nos llama a hablar al unísono, sino que llama a la armonía a través de un acuerdo con la verdad. En la fe existen ciertos fundamentos, y nosotros hemos de trabajar juntos para interiorizarlos y reforzarlos si queremos que la iglesia ejerza su efecto en el mundo a mayor escala.

En una era que celebra la diversidad, eso podría parecer una desventaja. Sin embargo, difícilmente sería un nuevo correctivo. En Si Dios no escuchase (Cartas a Malcolm), C. S. Lewis se queja de que las iglesias en aquellos días estaban demasiado interesadas en la innovación. «Creo que, como legos, nuestro trabajo es tomar lo que nos es dado y sacar lo mejor de ello», dijo Lewis. «Y creo que [nuestra labor] nos resultaría mucho más fácil si aquello que se nos diera fuera siempre y en todo lugar la misma cosa».

Doctrinas de diseñador

Esta capacidad para decir las mismas cosas está en el núcleo de la noción bíblica de la unidad de la iglesia. Pero, para hacerlo, la iglesia primero debe escuchar las mismas cosas. Aunque es cierto que una buena enseñanza a veces imparte nueva información, a menudo consiste más en que se nos recuerde y se nos muestre cómo aplicar cosas que ya sabemos. La directriz de Pablo a Timoteo fue: «No dejes de recordarles esto» (2 Timoteo 2:14).

En la cultura contemporánea hemos llegado a ver la unidad como una emoción en vez de una convicción. Buscamos maneras de tener buenos sentimientos hacia todo el mundo. No obstante, cuando Pablo les dijo a los corintios que estuvieran de acuerdo unos con otros, no estaba escribiendo acerca de un sentimiento, sino más bien de una confesión. El llamado bíblico a la unidad es un llamado a estar en paz, sí, pero no paz a cualquier precio. Aquellas cosas en las que se espera que la iglesia esté de acuerdo ya están definidas: son cuestiones que tienen que ver con la verdad.

Cualquier llamado a la unidad basado en el acuerdo con la verdad es difícil de vender en estos días. La verdad ampliamente aceptada en la modernidad es que la gente puede cultivar su propia verdad. Aceptamos o rechazamos «verdades» basándonos en cómo nos sentimos con respecto a ellas. Si una nos hace sentir cómodos, la aceptamos; si no, la consideramos falsa.

Como resultado, ya no pensamos en términos de teología, sino de teologías. No celebramos «una sola fe» como lo dice Efesios 4:5. En cambio, hemos visto la fragmentación de la iglesia en innumerables teologías. En vez de apreciar la belleza de una fe común sostenida por personas de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, como se describe en Apocalipsis 7:9, la iglesia contemporánea ha invertido el énfasis: una teología para cada tribu, identidad sexual e interés político.

En consecuencia, nuestra celebración de la diversidad dentro de la iglesia está en peligro de desintegrarse en facciones, cada una con su versión de «fe de diseñador». En el esfuerzo por reconocer y celebrar la diversidad, la iglesia corre el riesgo de olvidarse de aquellas áreas cruciales en las que se le ha encomendado ser lo mismo.

Esta tendencia hacia una visión subjetiva e individual de la verdad fue lo que dio inicio a mi primera crisis de fe como recién convertido. Aunque crecí en el área de Detroit con valores judeocristianos nominales, nuestra familia no se identificaba con una denominación en particular. Cuando llegué a la fe a comienzos de la década de 1970, algunas enseñanzas cristianas me hacían sentir incómodo. Me disgustaba especialmente la doctrina de la iglesia sobre el infierno, así que decidí ignorarla. Acepté los mensajes bíblicos del amor de Dios, la esperanza de la cruz e incluso acepté considerarme un pecador. Pero deseché las enseñanzas sobre el castigo eterno. Mi visión era tan peculiar que, durante un breve tiempo, creí tanto en la salvación a través de la fe en Jesús como en la reencarnación.

Si se está preguntando cómo podía reconciliar estas visiones contrapuestas, la respuesta es que no lo hacía. Ni siquiera sentía la necesidad de hacerlo. En las primeras etapas de mi fe, mis perspectivas teológicas no se basaban en el fruto de una cuidadosa reflexión acerca de la verdad, sino que se encontraban más en una decisión emocional. Yo creía lo que me gustaba y rechazaba lo que no.

Sin embargo, cuanto más asistía a la iglesia, más escuchaba las predicaciones y más leía la Biblia por mi cuenta, más veía que Jesús hablaba una y otra vez de algunas de las cosas que yo quería rechazar. Me di cuenta de que, si iba a aceptar a Jesús, también tendría que aceptar todo lo que Él enseña. No tenía la libertad para escoger solo aquellas enseñanzas que eran de mi gusto.

El gozo de los límites

Los cristianos, al igual que los artistas, inevitablemente operan dentro de la esfera de la tradición. Una de las conjeturas fundamentales de la doctrina cristiana es la de que esta no se origina en nosotros (1 Corintios 14:36; 2 Tesalonicenses 3:6). Nosotros creemos y enseñamos cosas que hemos recibido como legado. Pero esto no significa que no haya espacio para la creatividad o la originalidad. Aquí hay un paralelo con el trabajo de un músico, tanto en términos del peligro que supone la monotonía, como el de trabajar con materiales que existen dentro de un orden dado.

En su libro Resounding Truth: Christian Wisdom in the World of Music [Verdad que resuena: La sabiduría cristiana en el mundo de la música], Jeremy Begbie observa: «[A los músicos] no se les da una vocación de repetición idéntica, recreando el pasado». Begbie menciona la música improvisada para mostrar que puede existir una libertad considerable dentro de los límites dados y defiende que la iglesia debe hacer algo similar. «La iglesia necesita improvisar con imaginación, es decir, tener tan aprendidos estos textos y tradiciones escriturales que pueda (por fuerza de hábito, idealmente) actuar de modo que sea veraz con los textos y aun así involucrarse con el mundo tal cual es ahora, respondiendo de un modo fresco y fructífero a cualquier cosa que la vida nos envíe».

Begbie también invoca a Johann Sebastian Bach, quien escribió dentro de unas reglas específicas establecidas y desarrolló temas sencillos con una variedad extraordinaria. Begbie explica: «Una aria simple, como la que empieza las Variaciones Goldberg, o incluso el material de apertura aún más corto de la “Chacona” de la partita para violín en Re menor, renace repetidamente, en efecto, a través de unas variaciones elaboradas de manera sorprendente, pero sin dejar la impresión de que las posibilidades se han extinguido».

Del mismo modo los teólogos, los predicadores y los maestros son libres para realizar su trabajo dentro de un orden dado que podemos caracterizar como la consistencia de la verdad. Ellos deben reflejar la antigua verdad que ha sido revelada en las Escrituras y a su vez hablar hacia nuestro contexto presente, extendiendo sus implicaciones para el pueblo de Dios incluso en circunstancias muy lejanas a aquellas a las que se referían los escritores originales. Esta libertad permite diferencias de estilo e, incluso, una clase de personalidad que permite que la fe de todo el mundo se exprese de muchas maneras, de tal modo que podamos decir lo mismo, pero no siempre del mismo modo.

En resumen, la ortodoxia no es una camisa de fuerza, sino un regalo. La fe que se le entregó a la iglesia es una herencia, no una carga.

A menudo se encuentra un gran consuelo en lo familiar. Lo notamos siempre que releemos un libro que amamos, vemos una película clásica por décima vez o escuchamos nuestra música favorita. Pero el consuelo que obtenemos de la ortodoxia bíblica es más que una cuestión de estética o incluso del placer de revisitar lo familiar. La ortodoxia bíblica define la zona de seguridad para las creencias y las prácticas de la iglesia.

En 2006, los arquitectos paisajistas de la Universidad Estatal de Mississippi llevaron a cabo un sencillo estudio [enlaces en inglés] para determinar los efectos que tenían las cercas o vallas —a menudo consideradas un elemento restrictivo u opresivo en la vida de los niños— sobre los preescolares. Durante el recreo, los profesores llevaron a los niños a una zona de juegos de la localidad que no estaba cercada, donde los niños estuvieron intranquilos merodeando alrededor del profesor. Más tarde llevaron al mismo grupo a una zona de juegos similar a la primera, pero que incluía un límite vallado. Los niños se sintieron libres para explorar.

Los límites responsables son esenciales para la libertad y la creatividad. La repetición de la ortodoxia define los límites dentro de los cuales podemos expresar de forma única nuestra fe y practicarla. Solo cuando nuestra fe opera dentro de estos límites podemos hablar legítimamente de una perspectiva teológica culturalmente distintiva, o lo que Leonora Tubbs Tisdale, profesora de Yale, ha denominado «teología local».

Que diga ¿qué?

Si se supone que tenemos que seguir repitiendo lo mismo acerca de lo que la iglesia cree, ¿qué es exactamente lo que debemos decir? No tendría sentido negar que hay muchas diferencias doctrinales entre los cristianos. Algunas son menores; otras, no tanto. No obstante, en Segunda de Timoteo 1:13-14 Pablo da un mandato: «Con fe y amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí aprendiste. Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza que se te ha confiado». Al menos, Pablo sentía que el corazón de la fe cristiana era suficientemente claro como para encargarle a Timoteo que lo preservara. Y, más aún, el estándar que el apóstol estableció para la ortodoxia fue aquel basado en su propia enseñanza.

Esto significa que podemos usar los resúmenes que hizo Pablo del núcleo de la doctrina cristiana para identificar lo que al final resulta elemental en esta «preciosa enseñanza».

Primero, es cristocéntrica. Lo que hace que la iglesia sea cristiana no es solo sus enseñanzas acerca de Dios y la moralidad, sino lo que tiene que decir acerca de la persona y la obra de Jesucristo. Es el Evangelio, o las «buenas nuevas» acerca de Jesucristo (Romanos 15:19; 2 Corintios 9:13; Filipenses 1:27). El resumen que Pablo hace de este mensaje descansa invariablemente en la encarnación de Cristo, su muerte redentora y su resurrección (1 Corintios 15:3-4). Segundo, es una promesa de perdón y transformación que llega como un don por la fe. La palabra para esto es gracia. Pablo vio claramente que cualquier concesión en este punto era una perversión de la verdad (Gálatas 1:6-7). Tercero, descansa en las implicaciones de la obra de Cristo para aquellos que creen. Esta es la promesa, no solo del perdón, sino de la vida nueva. En cierto sentido, este es el mensaje de todas las epístolas del Nuevo Testamento.

Es casi imposible orientar nuestras vidas hacia esta clase de enseñanza sin la institución de la iglesia y las reuniones de alabanza. Esto se debe a tres prácticas que han sido elementales en la formación y la preservación de la ortodoxia: la instrucción, el canto y la acción.

La Biblia claramente enfatiza la importancia primordial del ministerio educativo de la iglesia para transmitir la verdad a las siguientes generaciones. Pero también la iglesia tiene un rico legado dentro de las artes, sobre todo en su tradición cada vez más contracultural del canto comunitario. Debido al poder que ejerce la música sobre la mente y el corazón, es una herramienta muy útil para mucho más que la mercadotecnia o la determinación de nuestro estado de ánimo: la iglesia primitiva la veía como una forma de instrucción (Colosenses 3:16).

La iglesia también se apoya en las prácticas repetidas cuyo significado práctico y simbólico refuerza las verdades explícitas que la iglesia expresa en la enseñanza y la música. Algunas de esas tradiciones, como la observancia de la Santa Cena, son universales y están prescritas en las Escrituras. Otras son más personales y permiten a la congregación expresar la fe que es común a todos en su propio contexto único. Ya sea que se trate de recitar las oraciones programadas del oficio diario o incluir una invitación [a tomar una decisión de fe] al final de cada servicio, cada congregación observa su propio estilo de liturgia.

Estas liturgias, tanto las grandes como las pequeñas, permiten que la iglesia demuestre sus verdades más importantes. Como destaca James K. A. Smith, «no son solo cosas que hacemos», sino prácticas «que hacen algo por nosotros». Refuerzan lo que la iglesia enseña al convertirse en «hábitos del corazón» que dan forma al modo en que vivimos.

Restricciones que nos hacen libres

Parece paradójico defender que la ortodoxia —limitada por naturaleza— sea un camino hacia la exploración, la creatividad y la libertad. Normalmente pensamos en la libertad como lo opuesto. No obstante, Jaroslav Pelikan, historiador de la iglesia, observó que una de las características de una ortodoxia auténtica es la aceptación y la dependencia de una exploración libre y responsable.

En un discurso de 1966 en la Universidad de Valparaíso, Pelikan señaló el debate que surgió en el siglo IV y que dio como resultado la articulación de la doctrina de la Trinidad por parte de la iglesia. «Sin esa exploración, ni el credo de Nicea ni la teología de San Atanasio hubieran sido posibles», explicó. La ortodoxia invita al examen y a la investigación porque expresa la verdad. «La tradición ortodoxa, pues, no tiene ninguna razón para temer una exploración libre y responsable», afirmó. «Pero sí tiene razones para temer el sentimentalismo, la trivialización y la indiferencia».

La libertad que la ortodoxia ofrece es una libertad de restricción. En contraste, nuestra era es la era de gritos sin restricción. Es una recreación moderna del improductivo proyecto de Babel: voces por todos lados reclamando nuestra atención, nuestra lealtad y acción, a menudo contradiciéndose entre sí. Quienes hablan de la rúbrica de la libertad con la voz más alta a menudo emplean esa retórica para contradecir las simples enseñanzas de la Biblia.

La ortodoxia bíblica proporciona un filtro para saber qué voces ignorar. Nos muestra cuáles de las «nuevas» comprensiones acerca de la conducta personal, el deseo, la sexualidad y la moralidad no son más que viejas mentiras de la Serpiente con ropajes modernos.

Sin embargo, si todo lo que necesitáramos fueran límites, la ley de Moisés nunca habría dado paso al evangelio de Cristo. Los límites son un punto de partida esencial para la libertad, pero no son suficientes. Jesús advirtió que para ser verdaderamente libres necesitamos más. Necesitamos a aquel que está en el núcleo de toda la ortodoxia bíblica. La verdad en este sentido no es solo personal. Es una persona. Para aquellos que creen en Él, Jesús hizo esta promesa: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31-32).

La liberación que Jesús promete implica más que una lista de verdades que afirmar. Es perdón, emancipación de la esclavitud del pecado y la capacidad de vivir una nueva vida. Es tener un lugar permanente en la casa de Dios. «Si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres» (Juan 8:35-36). Esta es la libertad de la que hablaba G. K. Chesterton cuando señaló: «Es solo desde que conocí la ortodoxia que he conocido la emancipación mental». Pero Chesterton continuó señalando que, debido a que esta ortodoxia se encarnó en la persona de Jesús, esto también le concedió un don más grande: el gozo. Tal y como Chesterton lo expone, «el gozo, que es la pequeña publicidad del pagano, es el gigantesco secreto del cristiano».

Las diferencias teológicas, las facciones culturales y los desacuerdos no son algo peculiar de la iglesia del siglo XXI. La iglesia ha batallado con estas cosas desde sus comienzos. Pero esta historia no debería hacernos sentir satisfechos. Si nos tomamos en serio las advertencias del apóstol Pablo, el mayor riesgo al que nos enfrentamos hoy no es a la amenaza que representa el mundo incrédulo, sino a aquel que se alza desde nuestra propia falta de vigilancia en el área de la doctrina (Hechos 20:29-31; 1 Timoteo 4:1).

La iglesia no necesita suprimir su diversidad innata para ser veraz con respecto a la fe. Las Escrituras dejan claro que ambas cosas pueden coexistir. Pero Judas 1:3 también deja claro que, para ser fieles a su mensaje, la iglesia debe luchar por la fe «que Dios ha confiado una vez y para siempre a su pueblo santo» (NTV). Hace mucho que lo sabemos. Lo que no esperábamos era tener que luchar con nosotros mismos.

John Koessler es profesor emérito del Instituto Bíblico Moody. Su último libro es Dangerous Virtues: How to Follow Jesus When Evil Masquerades as Good.

Traducción por Noa Alarcón

Edición por Livia Giselle Seidel

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La verdadera esperanza

Una lectura de Adviento para el 15 de diciembre.

Christianity Today November 15, 2021

Para descargar nuestro devocional «El Evangelio de Adviento» completo, ingrese en este enlace.

Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 42:1-7

A veces olvidamos que somos fabricantes de ídolos. Nos aferramos a los ídolos del poder, la riqueza, el orgullo, los demás, las instituciones, la desinformación, la tradición, etc. Y a veces también olvidamos que Dios no se calla ante la idolatría y la maldad. Expone sus promesas vacías y revela a Cristo como el remedio para nuestras tendencias idólatras.

En Isaías 42, Dios responde a la idolatría vacía y a los insignificantes dioses falsos —a los que se había dirigido en el capítulo anterior— anunciando la llegada de su Siervo en quien se deleita, y a quien eligió, y en quien habita su Espíritu. Mientras que los ídolos son débiles e impotentes, el siervo fiel prometido por Dios hará justicia en todo el mundo. No hollará a los vulnerables ni se jactará con orgullo. Por el contrario, mostrará su tierna compasión hacia aquellos que son débiles, que están heridos o cuya fe está tambaleando.

En nuestro mundo actual ocurren tantas cosas que nos hacen preguntarnos dónde está Dios cuando la atracción de los ídolos engaña incluso a los más fieles de entre nosotros, cuando la injusticia envuelve nuestro mundo como una niebla oscura, y cuando los débiles apenas pueden respirar porque sus gritos clamando por alivio los han extenuado. Este pasaje nos recuerda que el siervo prometido tomará un día todo lo que está mal en el mundo y lo arreglará. Él ha sido elegido por Dios para hacer justicia con humildad y amor. Ha sido llamado por Dios para ser un pacto para su pueblo, el mediador intachable para llevar el mensaje y cumplir la voluntad de Dios.

En Mateo 12:15-21, después de que Jesús había sanado a muchas personas que formaban parte de una gran multitud que le seguía, la Palabra nos dice que «esto fue para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías» (NVI) en Isaías 42:1-4. Todas las promesas de Dios residen en Jesús y tienen su cumplimiento en Él (Mateo 5:17; 2 Corintios 1:20). Jesús encarna la verdad, la justicia, la rectitud, la fidelidad, la humildad, la mansedumbre y todo el fruto del Espíritu. Y para todos los que lo llamamos «Señor», a través de nuestra unión con Él, nuestras vidas deben reflejar lo mismo, aunque sea imperfectamente. Porque solo Jesús tiene el poder de sacar a las naciones de las tinieblas y llevarlas a su maravillosa luz. Solo Jesús puede liberar a los prisioneros del pecado y las tinieblas.

Al reflexionar en esta temporada de Adviento sobre la fidelidad de Dios al enviar a su siervo, recordemos que, si bien la justicia fue cumplida en última instancia en la cruz, esta justicia es también una realidad futura que anhelamos mientras esperamos la Segunda Venida.

Kristie Anyabwile es editora de His Testimonies, My Heritage (publicado en español como Sus testimonios, mi porción) y autora de Literarily: How Understanding Bible Genres Transforms Bible Study (marzo de 2022).

Reflexione sobre Isaías 42:1-7. (Opcional: lea también Isaías 41)


¿Qué le llama la atención de esta descripción del siervo de Dios? ¿Cómo cumple Jesús estas promesas y cómo las cumplirá? Confiese en oración las formas en que ha puesto su esperanza en los ídolos contemporáneos. Pídale a Dios que le ayude a poner toda su esperanza en Él.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

El catecismo de la persona soltera

21 preguntas y respuestas para ayudar a los cristianos no casados a desarrollar una teología de la soltería.

Christianity Today November 11, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Emma Bauso / Pexels

Soy una afroamericana de 38 años que tuvo su primer (y último) beso apenas unos días después de cumplir los 34. Y no estoy sola. Con los años, algunos amigos me han confiado la soledad, las penas y las dudas que plagan su soltería.

Desarrollar un catecismo me ha animado a meditar en la bondad de Dios —y en su Palabra— tanto en los días tristes como en los días felices. Mi esperanza es que estos principios se puedan leer como el brazo de Dios extendido sobre un hombro caído y, para los que se sienten sobrecargados, como un abrazo de apoyo y consuelo.

Sección 1: La soberanía de Dios sobre mi estado civil

1. ¿Cuál es el objetivo principal de mi soltería?

Que mi alma esté tan consumida por el deleite de amar y ser amada por Dios, y tan hipnotizada por su singular suficiencia para saciar mi profunda sed de amor, aceptación, pertenencia y significado, de tal forma que testifique ante el mundo las excelencias preeminentes de Dios como Señor, amante y amigo.

Salmo 27:4; 63:3; 73:25–26; Isaías 29:13; 54:5–6; Jeremías 29:13; Salmo 37:4

2. ¿Cuál es nuestra única recompensa en la soltería o en el matrimonio?

Que podamos conocer mejor a Cristo. No tengo otra recompensa. La libertad de la soltería y la intimidad del matrimonio no son más que restos y desechos sin su supremacía sobre ellos. Ambos estados florecen o trastabillan en la medida en que podemos conocer a Cristo a través de ellos.

Salmo 16; Filipenses 3:7–11

3. ¿Cuál es nuestro llamado seguro?

Bienaventurados somos de ser llamados a aquello que también satisface nuestro deseo más profundo; de no tener otros dioses delante de Dios y de amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Bienaventurados somos de no tener otra lealtad sino lealtad hacia el Altísimo; de no buscar otro fin para nuestras acciones más que hacer visible su gloria; de no tener mayor afecto que aquel que es por Cristo, quien es nuestra vida. Sean cuales sean nuestras circunstancias, todos tenemos que cumplir con este llamado a través de nuestro conocimiento de Él, quien nos ha llamado por su propia gloria y bondad.

Y el segundo llamado es similar a este: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Éxodo 20:3; Mateo 22:39; Lucas 10:27; 1 Corintios 10:31; 1 Pedro 1:6–7; 2 Pedro 1:3; Colosenses 3:4; Mateo 5:16

4. ¿Qué ocurre cuando convertimos el matrimonio en un ídolo?

Hemos sido dominados por nuestro deseo de tener un matrimonio cuando no podemos concebir ningún bien aparte de obtenerlo, si estamos dispuestos a ir deliberadamente en contra de la voluntad de Dios para asegurárnoslo, o si usamos el matrimonio o la búsqueda de él para que sirva para nuestra gloria en vez de la suya. Al hacerlo, afligimos a nuestro Amado, que es celoso de nuestros corazones, y nos exponemos a una decepción innecesaria, porque las penas se multiplican para aquellos que siguen a otros dioses. Pero una de las mayores misericordias que Dios puede tener hacia nosotros es enseñarnos la diferencia entre Dios y todo lo que no es Dios y, así, hacernos conocedores de lo divino con un sabor de lo eterno.

Salmo 96:7; Isaías 41; 44:9; 57; Jeremías 8:19; Salmo 16:3; Lucas 12:7; Santiago 1:14; 1 Corintios 6:12

5. ¿Cómo puedo crecer sin una pareja?

La belleza de la salvación y del crecimiento es que ambos dependen de un solo hombre y nada más: Cristo. Tenerlo a Él es tener todo lo que necesitamos. Y yo, como parte de su iglesia, estoy comprometida con Aquel que pagó mi dote a un precio desorbitado para que yo fuera hecha santa y fuera limpiada por su palabra. Su celo y su compromiso con mi crecimiento van mucho más allá de los míos propios, y su amor no deja ningún instrumento sin uso —incluyendo la soltería— a fin de hacer que me presente ante Él gloriosa, sin mancha ni tacha.

Gálatas 3:3; Efesios 5:27

Sección 2: La soberanía de Dios sobre mi autoestima

6. ¿Cuál es mi verdadero valor?

He sido hecha a imagen de Dios, redimida por la perfecta sangre de Cristo, y soy el lugar donde actualmente reside el Espíritu Santo de Dios. Fui adoptada por la Familia más Real de todas las familias reales, fui buscada y traída de vuelta al rebaño por el Buen Pastor, y disfruto de la compañía del Espíritu de consuelo, libertad y verdad. Puede que otros me rechacen, pero aun así he sido elegida y soy preciosa a los ojos de Dios, coheredera con Cristo, quien reina sobre la vida y la muerte. Estoy coronada con gloria y honor, y soy sostenida como una diadema real en la palma de mi Dios.

Génesis 1:26; Efesios 1:5–7; 1 Corintios 3:16; 6:19–20; Lucas 15:4; Salmo 8:5; Romanos 8:17; Juan 14:16; 2 Corintios 3:17; Juan 16:13; Isaías 62:3–5

7. ¿Alguien me ve?

Cuando lloramos con el alma agotada «¡Hazme caso! ¡Mírame! ¡Ámame!», Dios se inclina hacia nosotros, nos cubre con su manto, nos acerca a Él y nos susurra con ternura: «Lo hago, querida mía, lo hago. Yo soy El Roi, el Dios que ve. Mis ojos están abiertos día y noche sobre ti, porque he puesto mi nombre sobre ti». Pero a menudo sucede que nosotros, después de haber recuperado el aliento sentados en su regazo, nos damos la vuelta para buscar la afirmación del mundo, como un niño que persigue las burbujas, mientras nos perdemos la dicha de escuchar su llamado a nuestras espaldas: «¡Hazme caso! ¡Mírame! ¡Ámame!».

Salmo 18:35; Ezequiel 16:8; Salmo 34:18; Oseas 2:14; Génesis 16:13–14; 22; 29:32; 31:42; 2 Crónicas 6:20; Salmo 11:4

8. ¿Por qué no he sido elegida?

No se debe a que sea deficiente, sino a que la sabiduría íntima y trascendente del Dador de todo don bueno y perfecto encontró que esto era lo mejor para mí. Puedo confiar en que Aquel que conoce el número tanto de las estrellas en el cielo como de los cabellos de mi cabeza, y ante el cual todos mis anhelos yacen abiertos a plena luz, me concede una porción placentera. Porque yo he confiado mi ser a Aquel que me eligió a mí primero y mejor, y cuyo libro contiene todos mis días.

1 Pedro 2:9; Deuteronomio 7:6; Salmo 33:12; Hageo 2:33; Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 1:4; Apocalipsis 17:14; Efesios 1:4; Salmo 38:9; Santiago 1:17; Salmo 139:16

9. ¿Soy digna de ser amada?

El matrimonio no es el único contexto en el que uno es amado, así que no es sabio fusionar la idea de ser amado con la de estar casado. El amor de los humanos nunca nos hace dignos: es periférico en el mejor de los casos. Pero en Cristo podemos entender el orden correcto del amor y la dignidad: no somos dignos de ser amados, sino que somos dignos porque somos amados. La dignidad es un privilegio inalienable y una realidad irrefutable que se nos ha conferido en Cristo. ¿En dónde más podemos encontrar un amor emancipador como este?

Romanos 5:5–8; 1 Juan 3:1; Gálatas 4:7; Romanos 8:30; Efesios 2:3, 8; Deuteronomio 7:6–9; 1 Corintios 1:26–30; Salmo 8:4

10. ¿Qué es la alabanza que proviene del ser humano?

Una trampa y un engaño. Nosotros mismos somos testigos de que, como seres finitos, volubles y cortos de vista, a menudo alabamos de forma incorrecta: alabamos de más aquello que no merece la pena, alabamos de menos lo que es realmente digno y alabamos superficialmente: distrayéndonos por lo externo y perdiéndonos la sustancia.

Gálatas 1:10; Proverbios 29:25; 1 Samuel 16:7

11. ¿Qué es lo que me hace una persona completa?

Solo la asombrosa cruz de Cristo.

Sección 3: La soberanía de Dios sobre mi dolor

12. ¿Cuánto más, oh Señor?

Si sufro otro tiroteo de preguntas en Navidad de parte de mis bien intencionados familiares; si soy la última soltera que queda entre mis amigos; si debo desechar mis esperanzas de tener un hijo, o si mi anhelo de tenerlo golpea mi fe hasta el límite, que Yahvé avive mi corazón para regocijarme del todo en Él aun desde el valle. Él se levantará para calmar mi dolor crónico, para eliminar mi sensación de vergüenza, y para ser mi paciente camarada en la batalla. Benditos aquellos que esperan en Él. Mientras el día y la noche sigan su curso, las misericordias necesarias para cada día me saludarán de nuevo cada mañana.

Salmo 13; 119:22–23; Isaías 54:1; Habacuc 3:18; Jeremías 33:20; Lamentaciones 3:22–23; Isaías 30:18

13. ¿Qué poder tenemos frente a los pensamientos de desesperanza?

Que el Dios que escucha cada uno de mis gritos de aflicción y discierne mis pensamientos desde lejos ha provisto consuelo para los asaltos que provienen no solo desde fuera, sino también desde dentro. Porque Él desea la verdad en los lugares más íntimos, y que yo conozca su descanso, Él me ha empoderado divinamente para tomar cautivo cada pensamiento rebelde, que niega la esperanza, distorsiona la verdad y oscurece a Dios, y traerlo a la obediencia de Cristo por medio del Espíritu que habita en mí, y quien me guiará a toda la verdad.

Salmo 51:6; 139:2; 2 Corintios 10:5; Salmo 94:11; Juan 16:13; Efesios 6:16

14. ¿Le importa a Dios mi dolor?

Difícilmente se menciona en las Escrituras alguna aflicción que Dios no vea o escuche de cerca. En realidad, Él conoce nuestro dolor aun antes de que nuestras vidas pasen siquiera por ese marco. Antes de que llamemos, Él responde; en medio de nuestro clamor, Él inclina su oído. Es imposible que Dios no se sienta conmovido por nuestras heridas, porque son suyas. Él llevó nuestro dolor y soportó nuestra pena antes de que nosotros supiéramos siquiera que teníamos necesidad. Barramos cuidadosamente los escombros de los demás apegos de nuestro corazón para que esté despejado el camino para que Él pueda venir rápidamente en nuestra ayuda para liberarnos de la desesperanza y la duda.

Isaías 65:24

15. ¿Qué poder tiene el pecado sobre nosotros?

Ninguno, excepto aquel que nosotros le concedemos a través de la desconfianza en el carácter y las promesas de Dios. El vencedor sobre el pecado ha llegado, y en Cristo somos nuevas criaturas. Lo viejo ha pasado. El pecado ya no es nuestro señor.

Romanos 8; Santiago 1:14

16: ¿Qué he de hacer con mis deseos incumplidos?

La invitación a depositar nuestras preocupaciones en el Señor no tiene fecha de caducidad. Así pues, no nos cansemos de traerlas a sus pies. Si somos pacientes con un amigo nuestro que nos pide oración una y otra vez, cuánto más paciente será el Señor que soporta nuestras cargas junto con nosotros.

1 Pedro 5:7; Filipenses 4:6–7; Lucas 11:7–8; Salmo 5:3

17: ¿Dónde está mi bendición?

Cristo murió para que nuestro vacío fuera llenado, para que nuestros ojos pudieran ver, para que nuestras mentes se pudieran iluminar, para que pudiéramos hallarlo glorioso, para que nuestros corazones se ablandaran, y para que el amor por Él pudiera palpitar por todo nuestro ser. Nuestra bendición se encuentra en un espíritu pobre, en el duelo, en la mansedumbre, en el hambre y la sed de justicia; en la muestra de misericordia, en un corazón puro, en ser pacificadores, y en soportar dificultades por honor a Cristo. Si no podemos encontrar bendición ahí, no la encontraremos en ningún otro sitio, porque, aunque Dios nos haya dado todas las cosas para que las disfrutemos, todas ellas se estropearán en nuestra boca si nuestros corazones no están llenos de Él en primer lugar.

Mateo 5:3–11; 1 Timoteo 6:17; Números 11

Sección 4: La soberanía de Dios sobre mi futuro

18. ¿En qué podemos poner la esperanza para nuestro futuro?

En el Señor quien, al ver todos los días de mi vida antes de que cada uno de ellos llegue a ser, dirige mis pasos para que sus buenos propósitos prevalezcan. Él ha afirmado mi suerte. Al igual que proveyó maná para los israelitas en el desierto, también proveerá para mí el pan diario. Ya sea que me case o no, Cristo me ha prometido una vida de abundancia, y su palabra no regresa a Él vacía.

Salmo 71:3; Proverbios 16:9; 19:21; Isaías 55:11

19. ¿Qué puedo agradecer mientras espero?

Dios llevó a Israel por el desierto como un padre lleva a su hijo después de escuchar su clamor por misericordia, y los liberó de la opresión de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, y con grandes señales y maravillas. Los guió a salvo con una nube de día y con luz de fuego en la noche. El Señor convirtió las aguas amargas de Meribá en agua dulce para calmar su sed. Para su hambre, ordenó a los cielos que abrieran sus puertas e hicieran caer para ellos el maná que habían de comer, dándoles pan del cielo. Comieron pan de ángeles. Y lloraron porque no había carne, diciendo: «¡No vemos nada que no sea este maná!».

Números 11:6; 14:11; Deuteronomio 1:31; 26:8; Éxodo 20:2; Salmo 78:14, 23–25

20. ¿Realmente puede ser bueno el plan de Dios para mí si no incluye el matrimonio?

Es bueno dar gracias cuando Dios responde con un a una oración, y es encomiable confiar cuando Dios nos hace esperar; pero lo que evidencia más claramente el triunfo de la presencia del Altísimo en nuestro corazón es cuando hacemos sacrificio de alabanza frente a un no. La confesión más pura que podemos hacer es la de que Él no fue hecho para nosotros, sino nosotros para Él. Lo alabamos cuando para el mundo nuestras copas están vacías, aunque sabemos que en realidad están rebosando. Él es nuestra gran recompensa y ha prometido que nunca dejará de hacernos bien.

Génesis 15:1; Isaías 45:9; Jeremías 32:40; 1 Corintios 2:9; Mateo 7:11

21. ¿Puedo sobrevivir a esto?

El Señor sabe cómo rescatar al justo del juicio y, después de un tiempo, Él me restaurará y me fortalecerá. Cuando sea tentada, Él puede redirigir mi camino. Cuando me sienta agotada, Él puede refrescar mi alma. Cuando mi corazón esté roto, Él puede traer puntos de sutura y aliviar mis heridas. Aunque puede que no cambie mis circunstancias, Él fortalecerá mis manos. A la soltería se sobrevive un día a la vez; el mañana traerá sus propios males. Hoy, aquí, en medio de mis deseos, puedo brindar por Dios, la alegría de mi corazón.

Porque Él vive, triunfaré mañana
Porque Él vive, ya no hay temor
Porque yo sé que el futuro es suyo
La vida vale más y más solo por Él.

2 Crónicas 16:9; Hebreos 11:6; Nehemías 6:9; 9:19–21; Mateo 6:13; Jeremías 31:25; 2 Samuel 22:17–20; Hebreos 2:18; 1 Pedro 5:10; Isaías 65:14; 2 Corintios 4:9; Colosenses 1:11; Isaías 40:29

Alicia Akins es escritora y estudiante del Seminario Teológico Reformado. Es la autora del próximo libro Invitations to Abundance (Harvest House Publishers). La versión original de este catecismo fue publicada anteriormente en el blog personal de la autora, Feet Cry Mercy.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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10 países donde los cristianos perseguidos necesitan sus oraciones

Un recurso para el Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida.

El Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida

El Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida

Christianity Today November 6, 2021
Mallory Rentsch / Christianity Today

«Bienaventurados los que son perseguidos… »; sin embargo, ellos necesitan nuestras oraciones.

«La Biblia nos dice que debemos orar por los que son maltratados como si nosotros mismos lo fuéramos (Hebreos 13:3) y que si un miembro del grupo sufre, todos sufrimos (1 Corintios 12:26)», dijo la Alianza Evangélica Mundial (AEM).

Desde hace más de dos décadas, la AEM organiza el Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida (IDOP, por sus siglas en inglés). Anualmente, el IDOP se celebra el primer o el segundo domingo de noviembre.

Este recurso ha sido creado por la AEM «a modo de ayuda para orar de manera informada por nuestros hermanos y hermanas en Cristo que sufren persecución por su fe en diferentes partes del mundo»:

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10 países en el punto de mira

India:

La India, uno de los países más poblados del mundo, alberga a más de 65 millones de cristianos. El nacionalismo hindú es el principal impulsor de la persecución de cristianos en el país. En muchos estados, la conversión es un delito punible. Además, aquellos que se convierten al cristianismo se enfrentan a la presión de sus familias para que se retracten de su fe. Los líderes cristianos y las iglesias han seguido sufriendo ataques violentos e intimidaciones por parte de grupos extremistas hindúes, que los consideran seguidores de una fe extranjera. Las mujeres cristianas dalit son particular y extremadamente vulnerables a la persecución debido a su condición de género y de clase.

Nigeria:

Casi el 50% de los 200 millones de habitantes de Nigeria son cristianos. El principal impulsor de la persecución en el país es el extremismo islámico. Las comunidades cristianas se enfrentan a ataques violentos por parte de grupos extremistas islámicos como Boko Haram y los Fulani, especialmente en las zonas del norte y el cinturón en la zona central del país. Según Puertas Abiertas, en Nigeria son asesinados más cristianos que en cualquier otro país. Las niñas cristianas, en particular, se enfrentan a la amenaza del secuestro y el matrimonio forzado.

Nepal:

Hasta 1990, Nepal era el único reino hindú del mundo. El principal impulsor de la persecución en el país es el extremismo hindú. Aquellos que se convierten del islam al cristianismo se enfrentan a la persecución de sus familiares y allegados. Según la ley, la conversión está prohibida en Nepal. Los líderes cristianos a menudo enfrentan acoso y con frecuencia son detenidos por parte de las autoridades por dedicarse a la evangelización. Asimismo, las organizaciones y ministerios cristianos encuentran dificultades a la hora de solicitar el reconocimiento legal y el registro ante el gobierno.

Somalia:

La mayoría de los 16 millones de habitantes de Somalia son musulmanes. Sin embargo, se desconoce el número exacto de cristianos. En Somalia, la religión del Estado es el islam. Además, los cristianos tienen enormes dificultades para revelar su identidad en público. Los conversos, por su parte, se enfrentan a una intensa presión por parte de sus familiares y allegados, quienes buscan obligarlos a retractarse de su fe. Además, los cristianos también se enfrentan a ataques violentos por parte de grupos extremistas como Al Shabaab.

Myanmar:

Myanmar es el hogar de más de cuatro millones de cristianos. El nacionalismo budista es el principal impulsor de la persecución en el país. En los estados afectados por el conflicto y con una gran población cristiana, las iglesias se enfrentan a restricciones y discriminación por parte de las autoridades, así como a ataques por parte de los militares. Además, los cristianos conversos se enfrentan a la oposición de sus familias, quienes buscan obligarlos a retractarse de su fe. Por si fuera poco, la ley regula la conversión religiosa, misma que conlleva un amplio proceso de aprobación.

Afganistán:

Los cristianos sufren una intensa persecución en Afganistán. Por ejemplo, la apostasía es un delito castigado con la muerte en el país, en cumplimiento de la ley islámica. Los cristianos, por tanto, no revelan su fe en público. Además, no hay espacio para ninguna forma de expresión cristiana en el país, ya que grupos como los talibanes mantienen un enfoque radical del islam.

Pakistán:

De los 200 millones de habitantes de Pakistán, unos cuatro millones se identifican como cristianos. Más del 95% de la población del país es musulmana. El extremismo islámico es la principal fuente de persecución en el país. En particular, aquellos que se convierten del islam al cristianismo se enfrentan a una gran amenaza de persecución. Las niñas cristianas también corren el riesgo de ser secuestradas y obligadas a casarse. Además, las leyes sobre la blasfemia en Pakistán son una herramienta de opresión en manos de los extremistas, quienes las utilizan para atacar a los cristianos. Además, las iglesias se enfrentan a la amenaza de ataques y los cristianos sufren una fuerte discriminación en la sociedad, especialmente en relación con el empleo.

Argelia:

Menos del 1% de la población argelina se identifica como cristiana. El principal impulsor de la persecución en el país es el extremismo islámico. Quienes se convierten del islam al cristianismo se enfrentan a un mayor riesgo de persecución, especialmente por parte de sus padres, familias y la comunidad en general. En el pasado, las autoridades estatales también han cerrado por la fuerza muchas iglesias. Además, el ordenamiento jurídico contiene leyes que regulan cualquier culto no musulmán e incluye estipulaciones legales que prohíben cualquier cosa que «sacuda la fe de un musulmán» o que pueda utilizarse como «medio de seducción con la intención de convertir a un musulmán a otra religión».

Irán:

Hay unos 800 000 cristianos en Irán. Esto representa menos del 1% de la población total. Los cristianos conversos corren un gran riesgo de ser perseguidos por sus familias y comunidades. Además, las autoridades realizan periódicamente redadas en iglesias clandestinas y detienen a sus líderes. Decenas de líderes cristianos siguen siendo encarcelados por su fe. El gobierno suele ver el cristianismo como una amenaza para el dominio islámico en el país.

Eritrea:

Más del 60% de la población de Eritrea se identifica como cristiana. Sin embargo, los cristianos evangélicos o pertenecientes a iglesias no tradicionales se enfrentan a una dura persecución por parte del Estado. Muchos de los cristianos que son detenidos en el país enfrentan el encarcelamiento en condiciones inhumanas. Además, los cristianos conversos sufren acoso e intensas presiones de sus familias para que se retracten de su fe. Los líderes eclesiásticos también se quejan de que las autoridades vigilan intensamente sus actividades, hacen redadas en las iglesias y confiscan material cristiano.

¿Deberían los cristianos participar en las celebraciones del Día de los Muertos?

La celebración mexicana está más presente que nunca. Tres evangélicos que han vivido de cerca el Día de los Muertos opinan.

Christianity Today November 1, 2021
Maogg / Getty Images

El Día de los Muertos es una fiesta mexicana que también se celebra en muchas comunidades estadounidenses. Tiene sus raíces tanto en las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, así como en creencias indígenas mexicanas sobre los muertos.

Según la antigua religión de México, las tradiciones del Día de los Muertos (o Día de Muertos) ayudan a los espíritus de los difuntos a regresar a sus familias, los mantienen felices y previenen las dificultades que los muertos podrían infligir a los vivos. Las celebraciones varían según la región, pero tienen mucho en común: altares con ofrendas a los familiares difuntos, caramelos en forma de calavera, caléndulas (conocidas en México como «flores de cempasúchil»), incienso, veladoras y comida; cementerios a la luz de las velas; adornos de papel picado y calaveritas por doquier.

CT preguntó a algunos cristianos que sirven en el ministerio en lugares donde se celebra el Día de los Muertos: «¿Pueden los cristianos participar en esta celebración en buena conciencia? Si es así, ¿cómo?».

Sally Isáis (Ciudad de México, México): Los cristianos no deberían participar en absoluto, dada la naturaleza de la festividad.

Cada año, a finales de octubre y antes del Día de los Muertos, mis padres recibían una nota de mi escuela en la Ciudad de México que decía: «Si su hija no trae su parte para la ofrenda del salón, reprobará la clase de civismo».

Mi madre decía: «Lo siento, pero como cristianos evangélicos, no podemos ser parte de esta celebración, aunque eso signifique que Sally no apruebe el curso». Entonces le preguntaba a la profesora si había alguna forma de que yo pudiera compensar mi falta de participación. Algunos años simplemente no aprobaba el curso; otros, se me permitía presentar algún otro proyecto. A mis compañeros siempre les molestaba que no colaborara en la decoración del altar del Día de Muertos de la clase. Mis hijos tuvieron experiencias similares en las escuelas de la Ciudad de México.

Algunas personas ven el Día de los Muertos simplemente como una forma de arte cultural mexicana y una celebración familiar colorida, decorativa y dramática. Incluso algo romántica. Sin embargo, hay un lado espiritual oscuro en la festividad que ha venido creciendo constantemente y se ha vuelto más evidente y desenfrenado.

Al igual que otros evangélicos en México, creo que el Día de los Muertos consiste en honrar a la muerte —no solo a los muertos— y en participar (consciente o inconscientemente) en prácticas ocultas que Dios le prohíbe a su pueblo (Deuteronomio 18:10-14).

Pedí a otros líderes evangélicos mexicanos que opinaran, y fueron consistentes en su visión al respecto. No he encontrado a ningún cristiano evangélico en México que participe activamente en esta tradición en la que nuestra cultura, como la del profeta Daniel, nos empuja a comprometer nuestra adoración al único Dios verdadero.

«Bajo ninguna circunstancia un creyente verdaderamente nacido de nuevo debe celebrar el Día de los Muertos», dice Victoriano Báez Camargo, líder pastoral y exdirector de la Sociedad Bíblica Mexicana.

El pastor Cirilo Cruz, presidente de la Fraternidad Nacional Evangélica de México, afirma: «Todo altar de muertos tiene ídolos. Daniel decidió no contaminarse con las cosas que se les ofrecían».

Gilberto Rocha y su esposa, Clara, pastores de la megaiglesia Calacoaya, dicen que la normalización del Día de los Muertos no debe ser un factor que cambie nuestra opinión: «Nuestra base debe ser la Palabra de Dios y no la cultura o lo que está de moda».

«Nuestra participación durante estos días debe ser de testimonio», dice Cruz. Muchas iglesias evangélicas celebran reuniones de oración que duran toda la noche y realizan esfuerzos de evangelización durante estos días especialmente oscuros.

En el centro de las objeciones de muchos cristianos mexicanos con respecto al Día de Los Muertos está su celebración de la muerte. «Esta celebración es en realidad el culto a la muerte. Jesús nos enseñó a celebrar la vida y que la muerte no tiene la victoria», dice Camargo.

Los Rocha señalan que «las Escrituras son muy claras con respecto a la muerte: es el último enemigo que será destruido (1 Corintios 15:26). No podemos celebrar a nuestro enemigo. Debemos elegir entre la vida (una bendición) y la muerte (una maldición)».

«La única muerte que celebramos los cristianos es la de nuestro Salvador y la vida que su sacrificio nos ha proporcionado. Celebramos a Jesús, el Pan de Vida, no a los muertos. Participamos en la mesa de Cristo, no en la de los demonios» afirma la pastora Edna Porras.

Los creyentes no deben participar en el Día de los Muertos. Hacerlo es jugar con fuego. Durante los días de la celebración del Día de los Muertos, los cristianos aprovechamos para celebrar y compartir la vida que Jesucristo —quien venció a la muerte— nos ofrece.

Sally Isáis es directora de Milamex, un ministerio sin fines de lucro que guía y empodera a los mexicanos en su llamado a caminar junto a la Iglesia y servir a Cristo en todas las áreas de la vida.

Heidi Carlson (San Diego, California): Los cristianos deben evitar el culto a los ancestros, pero podemos llorar con los que lloran.

No nací en una familia que participara en los rituales del Día de los Muertos. Así que, cuando me di cuenta de que tenía que preparar a mis hijos para las festividades en nuestro barrio de San Diego, el contexto en el que me basé principalmente fue mi crianza en África.

En nuestra comunidad de Sherman Heights, en San Diego, se celebran las festividades del Día de los Muertos más tradicionales de la región, en las que el centro comunitario local alberga una sala de altares y los residentes participan en una procesión a la luz de las velas. La gente monta altares en sus patios delanteros con velas, ofrendas y fotos. Estos altares, cuidadosamente elaborados, son más frecuentes en nuestros paseos nocturnos que las telarañas falsas u otras decoraciones de Halloween.

En Mozambique, donde crecí, el culto a los ancestros desempeñaba un papel importante en la vida de la gente. En el culto a los antepasados [enlace en inglés], no se honra simplemente a los muertos; el objetivo es apaciguar sus almas, ya que pueden mejorar o empeorar la vida de los vivos. Los antepasados son venerados como entidades espirituales que se comunican con su familia en la tierra y actúan como mediadores ante un dios lejano. Son una presencia en la vida cotidiana. El miedo es un tema común en el culto a los antepasados.

Para la gente de todo el mundo, honrar a los antepasados puede convertirse en una religión llena de miedo. En las culturas en las que la veneración de los antepasados forma parte integral de la identidad cultural, los cristianos que no participan en los rituales a menudo se arriesgan a ser perseguidos. Su aparente falta de veneración a los antepasados puede traer vergüenza y mala fortuna a la familia. Es un aparente rechazo de su identidad cultural.

Teniendo esto en cuenta, mi instinto siempre fue permanecer alejada y no participar en ningún evento del Día de los Muertos en nuestro barrio. Pensé que estar presente en los eventos podría representar un conflicto en mi testimonio cristiano, pues hay quienes podrían pensar que apoyo tácitamente el culto a los ancestros si participo en esas actividades. Pero las personas que hacían estas celebraciones eran nuestros vecinos, nuestra comunidad. ¿Cuál era nuestra vocación en este contexto?

Una vez, durante un paseo nocturno, nos encontramos con un vecino sentado en el pórtico de su casa, preparando cuidadosamente un altar. Sus escalones delanteros estaban revestidos con un hermoso arreglo de flores y velas, intercalado con fotos familiares enmarcadas. Él nunca había hecho un altar, pero su padre había fallecido el año anterior, así que este año quería recordarlo. Con alegría, señaló fotos y compartió recuerdos. Para este vecino, el altar funcionaba como un monumento conmemorativo.

Me enteré de que para muchos residentes, el Día de los Muertos es una fiesta de recuerdo. Compartir historias y el acto de recuerdo comunitario puede ser un evento significativo. El Día de los Muertos en Sherman Heights es también un festival que celebra la herencia cultural.

La secularización y la comercialización han hecho que se pierda de vista su conexión con el ocultismo y el culto a los antepasados, del mismo modo que muchos de los que celebran Halloween no participan en un ritual pagano.

Sin embargo, no se puede negar el fuerte componente espiritual del Día de los Muertos. Algunas personas, incluso las que asisten a la iglesia, oran a sus familiares muertos y dejan ofrendas de comida, por temor a lo que ocurrirá si no lo hacen.

Mezclar el cristianismo con otras prácticas y llegar a creer que seremos salvos por las obras puede ser un sincretismo evidente cuando juzgamos a los demás. Pero hay formas en las que también puedo ser sincretista, confiando en Jesús y en otra cosa, que no son tan diferentes espiritualmente de una ofrenda a un familiar muerto.

No importa en qué lugar del espectro se encuentren quienes celebran el Día de Muertos o cómo lo celebren sus vecinos y su comunidad, esta no es una fiesta a la que se deba temer. Cuando veo la calavera sonriente, pienso en las palabras de Pablo: «“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (1 Corintios 15:55-57, NVI).

Cuando el vecindario se engalana con calaveras de azúcar, velas y macetas de caléndulas, me involucro, preguntando a mis vecinos sobre los familiares queridos fallecidos y compartiendo la alegría de sus recuerdos.

Y quizás tenga la oportunidad de compartir con ellos la alegría y la seguridad que tenemos nosotros porque servimos al Dios de los vivos, no de los muertos; el Dios que nos acoge, no por los rituales que realizamos, sino por la obra que Él hizo en la cruz.

Heidi Carlson es una escritora que ahora vive en el Reino de Bahrein con su marido y sus cuatro hijos.

Alexia Salvatierra (Pasadena, California): Este es un tema en el que los cristianos podemos estar en desacuerdo, siempre y cuando pongamos la salud espiritual de nuestros vecinos en primer lugar.

Pablo tuvo que enseñar a la iglesia primitiva más de una cuestión moralmente espinosa. En lugar de presentar una lista de lo que se debe y no se debe hacer, el apóstol planteó un principio teológico más fundamental: ¿Cómo afectará esta elección a tu prójimo?

«“Todo está permitido”, pero no todo es provechoso. “Todo está permitido”, pero no todo es constructivo. Que nadie busque sus propios intereses, sino los del prójimo» (1 Corintios 10:23-24).

Como luterana, entiendo las fiestas de la iglesia como recordatorios físicos de principios espirituales: útiles para las personas con cuerpo, para quienes el aprendizaje se refuerza con la experiencia física. El Día de Todos los Santos —una de las tradiciones de las que procede el Día de los Muertos— es un vehículo para transmitir el mensaje bíblico de que el cuerpo de Cristo es a la vez terrenal y celestial, proporcionando un momento de tranquilidad, un sentido de apoyo y un regalo de perspectiva.

Por supuesto, el Día de los Muertos no es el Día de Todos los Santos. Para algunos, es una forma de culto a los ancestros o una excusa para una fiesta de borrachera. Para otros, es un momento para recordar a los seres queridos y valorar el regalo de la familia.

Yo nací en Los Ángeles, en el seno de una familia que procedía de la tradición socialista y antieclesiástica de México, que consideraba que dicha fiesta fomentaba la superstición. Finalmente me convertí al cristianismo con el Jesus movement de los años 70.

Me uní a iglesias evangélicas de habla hispana que consideraban que la fiesta promovía una peligrosa distorsión de la vida después de la muerte, que distraía a la gente de las consecuencias eternas de aceptar o rechazar a Jesús como Señor y Salvador, y que fomentaba creencias paganas.

Cuando me convertí en pastora luterana, me encontré con un debate entre pastores que compartían la perspectiva anterior y otros que pensaban que la fiesta era una práctica cultural positiva por su énfasis en el valor de la familia y el respeto a los mayores, resaltando incluso su utilidad como herramienta de enseñanza.

¿Cómo deben responder los cristianos? ¿Participamos en los mejores aspectos de la fiesta e ignoramos los peores? ¿Nos ausentamos y la denunciamos? En el contexto luterano hispano, así como en la comunidad del Centro Latino del Seminario Teológico Fuller, podemos encontrar ambas perspectivas.

En última instancia, se trata de una cuestión de evangelismo: ¿Cómo podemos proclamar el Evangelio con palabras y hechos para que el amor de Cristo y el camino de Cristo sean experimentados y nombrados?

Por ejemplo, Martín Lutero utilizó la melodía de una famosa canción alemana para su himno característico «Una fortaleza poderosa es nuestro Dios», porque quería comunicar el concepto de Emanuel —Dios con nosotros— en medio de nuestras vidas, en cada rincón humano oscuro que necesita su misericordia y su luz.

A veces, en el Libro de los Hechos, Pablo señaló la presencia de Dios en lo familiar y lo utilizó como señal para llevar a la gente al conocimiento salvador de Cristo. Otras veces, denunció el culto a los ídolos y las prácticas culturales pecaminosas.

En todas las culturas que conozco bien, la gente honra la memoria de sus familiares muertos. No puedo imaginar por qué consideraríamos eso en sí mismo como un pecado. En cuanto a los altares o santuarios del Día de los Muertos, construir un santuario es pecaminoso o no dependiendo de a quién se esté adorando allí. Si se adora a un ídolo, entonces es un pecado. Si se adora a Dios, no lo es.

Sin embargo, en el contexto latinoamericano, un cristiano tendría que hacer un trabajo intencional para aclarar que la imagen de un familiar en un santuario del Día de los Muertos no estaba siendo tratada como un ídolo.

Es posible utilizar el Día de los Muertos como una ocasión para predicar sobre la familia terrenal y la celestial, para hablar de la vida eterna, para preguntar qué se necesita para reírse de verdad de la muerte, y tal vez incluso para hacer todo eso en la mesa en la que celebran los «recaudadores de impuestos y pecadores» (Marcos 2:15-16).

También es posible utilizar el Día de los Muertos para hablar de cómo separarse del mundo y buscar una vida de pureza y fidelidad, encarnando la Palabra en la negativa a participar.

Participar o no en la fiesta es una cuestión de discernimiento en el contexto, utilizando el principio rector del amor al prójimo. Este es un ejemplo de lo que Martín Lutero llamó adiaphora, un tema sobre el que los cristianos fieles pueden estar en desacuerdo sin romper la unidad por la que Jesús oró.

Alexia Salvatierra es decana académica del Centro Latino del Seminario Teológico Fuller y pastora ordenada desde 1988.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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