La anticipación del Evangelio

Una lectura de Adviento para el 23 de diciembre.

Christianity Today December 23, 2021

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Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad


Esta semana, nos adentramos en los acontecimientos de la Natividad y consideramos el milagro de la entrada del Verbo eterno en el mundo como un niño humano. Aprendemos lecciones de fe de las personas que Dios eligió para participar en estos acontecimientos. ¡Y celebramos las Buenas Nuevas de gran gozo para todos los pueblos!

Lea Mateo 1:18-25

Cuando pensamos en la historia de la Navidad, a menudo nos imaginamos una imagen prolija y bien presentada en una vitrina de un bebé Jesús acostado en un pesebre con María y José serenamente a su lado. Sin embargo, los acontecimientos que condujeron al nacimiento de Jesús distaron mucho de ser agradables. De hecho, rebosaban de desorden y controversia. Se puede sentir la tensión en la voz narrativa de Mateo en 1:18-19 cuando describe el embarazo de María antes de su matrimonio y la consideración de José de divorciarse.

Podemos imaginar el grado de conmoción de José —y quizá incluso de vergüenza— ante la noticia del embarazo de María. Pero entonces, al igual que María, recibió la visita de un ángel. José respondió a las noticias del ángel con gran humildad y anticipación de que este niño que iba a nacer «salvaría a su pueblo de sus pecados» (v. 21). Esta noticia de salvación también habría sido impactante —maravillosamente impactante— para José.

En nuestro mundo abatido, hay momentos en los que el mensaje del Evangelio de salvación puede perder su factor de sorpresa para los cristianos. Podemos dar fácilmente por sentado que Jesús vino a salvar a los pecadores, lo cual incluye tanto a los inconversos como a los regenerados, es decir, a nosotros. Que en este Adviento y en esta Navidad, la conmoción por el acontecimiento tan esperado del nacimiento de Cristo (especialmente para José y María) no pierda su impacto en nosotros. Que nos asombremos y nos maravillemos de nuevo ante la decisión voluntaria de Jesús de ser el cordero del sacrificio que vino a salvar a su pueblo de sus pecados.

Mateo señala otro detalle que puede llevarnos a maravillarnos: en el nacimiento de Cristo Jesús, somos testigos del cumplimiento profético de Isaías 7:14: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel». Jesús es la Encarnación, Emanuel, que es «Dios con nosotros» (Mateo 1:22-23).

En esta época de agitación mundial, la Encarnación de Jesús nos anima al menos de dos maneras. Puede impulsar a los creyentes hacia una fe profundamente arraigada en un Salvador que habita en su pueblo a través del Espíritu Santo. Dios está con nosotros. Podemos vivir con confianza y en victoria, no como víctimas sino como vencedores en la vida cristiana.

Y, para aquellos de nosotros que pueden haberse vuelto apáticos en nuestra fe, se nos recuerda que la historia del Evangelio despierta vitalidad y propósito, especialmente para que compartamos estas Buenas Nuevas con otros. Jesús vino como un bebé indefenso, pero volverá como un Señor justo y recto ante cuyo nombre toda rodilla se doblará y toda lengua confesará (Filipenses 2:10). Que compartamos estas Buenas Nuevas con libertad y generosidad. Este es el día de la salvación.

Matthew D. Kim es profesor de la cátedra George F. Bennett de Predicación y Teología Práctica en el Seminario Teológico Gordon-Conwell y autor de Preaching to People in Pain.

Lea Mateo 1:18-25.


Imagine estos acontecimientos desde la perspectiva de José: ¿Con qué emociones o preguntas podría haber luchado? ¿Cómo fue desafiada y cambiada su fe? Ahora considere su propia perspectiva: ¿Cómo enfatiza este pasaje las verdades clave del Evangelio?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La mayoría de los estadounidenses y muchos cristianos no creen que el Hijo de Dios existiera antes del pesebre

Existe un acuerdo generalizado acerca de que la Navidad es un evento histórico, pero una encuesta reciente muestra que las personas están confundidas acerca de la Trinidad.

Christianity Today December 22, 2021
Journey Box Media / Lightstock

La Navidad es la celebración de un evento real, según la mayoría de los estadounidenses. Pero no espere que sepan exactamente por qué Jesús nació y vino a la tierra.

Un nuevo estudio de Lifeway Research descubrió que cerca de 3 de cada 4 estadounidenses creen que Jesús nació en Belén hace más de 2000 años. Aún más dicen que Jesús es el hijo de Dios el Padre, sin embargo, menos de la mitad considera que Jesús ya existía antes de nacer en esa primera Navidad.

«La mayoría de los estadounidenses consideran el nacimiento de Jesús como un hecho histórico», dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research. «Puede ser fácil evaluar a Jesús como lo harías con cualquier otra figura histórica, pensando en cuándo vivió y qué hizo. Sin embargo, la Biblia también describe a Jesús de tal manera que cada quien debe evaluar quién cree que Él es. La mayoría de los estadounidenses creen que Él vino de Dios el Padre, sin embargo, solo la mitad creen que Él existía antes de su nacimiento».

Más de 9 de cada 10 estadounidenses (91 %) celebran la Navidad, según un estudio anterior de Lifeway Research publicado este año [todos los enlaces de este artículo redirigen a contenido en inglés]. Para la mayoría de los que celebran, la Navidad se trata de un hecho histórico. Más de 7 de cada 10 (72 %) dicen que el Jesús en el que creen los cristianos nació en Belén hace más de 2000 años, incluido un 49 % que está totalmente de acuerdo con esa afirmación. Pocos (9 %) no están de acuerdo, mientras que el 18 % no están seguros.

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La mayoría de los estadounidenses (80 %) están de acuerdo en que Jesucristo es el Hijo de Dios Padre, mientras que el 10 % no está de acuerdo y otro 10 % no está seguro.

La persona promedio no está tan segura de la existencia del Hijo de Dios antes del nacimiento de Jesús. Aproximadamente 2 de cada 5 (41 %) dicen que el hijo de Dios existía desde antes de que Jesús naciera en Belén. Casi 1 de cada 3 estadounidenses (32%) no está de acuerdo y el 28% dice que no está seguro.

«El estudio sobre el estado de la teología en el 2020 mostró que el 72 % de los estadounidenses creen que hay un Dios verdadero en tres personas: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo», dijo McConnell. «Profecías como las de Isaías 9 reflejan que el Mesías sería el Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de paz. Si bien estos títulos reflejan la Trinidad, algunos estadounidenses no relacionan al Jesús nacido en Belén con el Mesías que ya existía como Dios y que un día se hizo carne».

Es menos probable que las personas sin afiliación religiosa estén de acuerdo con cualquiera de las declaraciones sobre el nacimiento y la identidad de Jesús, pero algunos todavía creen a pesar de su desconexión declarada de la religión organizada. Casi la mitad (48 %) cree que Jesucristo es el hijo de Dios Padre. Un tercio (33 %) dice que Jesús realmente nació en Belén hace más de 2000 años. Y un pequeño número (15 %) cree que el Hijo de Dios existió antes de que naciera Jesús.

Entre los cristianos, los que asisten a la iglesia cuatro veces al mes o más, son más propensos a creer cada una de las declaraciones sobre Jesús y Su nacimiento: el 98 % cree que es el Hijo de Dios el Padre, el 95 % dice que nació hace 2000 años en Belén, y el 63 % está de acuerdo en que el Hijo de Dios existía antes de que Jesús naciera.

¿Por qué Navidad?

Los estadounidenses no siempre están seguros acerca de las motivaciones que Jesús habló de sí mismo y de su venida a la tierra. Cuando se les ofrecieron a los entrevistados siete opciones, cuatro correctas y tres incorrectas, acerca de las razones que la Biblia registra de lo que Jesús dijo acerca de su venida, solo una opción obtuvo una pequeña mayoría.

Es más probable que los estadounidenses elijan una respuesta correcta que una falsa. La mitad (51 %) afirmó que la Biblia dice que Jesús dijo que vino a dar su vida por muchos, lo cual Jesús sí dice en Marcos 10:45 («Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos»).

Aproximadamente 3 de cada 10 estadounidenses (31 %) dicen con razón que Jesús vino a dar vida en abundancia («… yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia», Juan 10:10) y testificar de la verdad («Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad», Juan 18:37).

Un número significativamente menor (9 %) cree que la Biblia registra que Jesús dijo que vino para traer división en lugar de paz, a pesar de que sí hizo esa afirmación en Lucas 12:51. En total, solo el 3 % de los estadounidenses reconoció las cuatro opciones en la lista que coinciden con las citas bíblicas de Jesús.

Menos de 1 de cada 10 estadounidenses identificó falsamente otras razones para la venida de Jesús a la tierra: el 9 % cree que Jesús dijo que vino para ser servido (lo que contradice Marcos 10:45), el 8 % cree que Él dijo que quería abolir la ley del Antiguo Testamento y los profetas (lo que contradice Mateo 5:17), y el 8 % dice que Jesús vino a condenar a los pecadores (lo que contradice Juan 3:17).

«A pesar de la creencia generalizada de que Jesús realmente vino a la tierra como un bebé, hay mucha menos familiaridad con las razones por las que Jesús dijo que vino», dijo McConnell. «Sin embargo, la mayoría de los estadounidenses cree que Jesús vino a dar su vida por muchos, lo cual se refleja en las palabras del ángel a José en Mateo 1:21: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”».

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Una promesa de concepción

Una lectura de Adviento para el 22 de diciembre.

Christianity Today December 22, 2021

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Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad


Esta semana, nos adentramos en los acontecimientos de la Natividad y consideramos el milagro de la entrada del Verbo eterno en el mundo como un niño humano. Aprendemos lecciones de fe de las personas que Dios eligió para participar en estos acontecimientos. ¡Y celebramos las Buenas Nuevas de gran gozo para todos los pueblos!

Lea Lucas 1:39-56

La primera actividad registrada de María durante su embarazo fue visitar a su prima Elisabet. Ambas mujeres recibieron un embarazo milagroso, y Lucas enlaza sus historias para que las leamos como una sola unidad narrativa. Esto nos recuerda que las experiencias personales de estas dos familias están integradas en la misma historia de redención.

Algunos ven ecos de Segunda de Samuel 6 en la visita de María a Elisabet. En ese pasaje leemos que el Arca del Pacto permaneció en la región montañosa de Judea durante tres meses; que David se preguntaba: «¿Cómo podrá venir a mí el arca del Señor?» (v. 9, NBLA); y que David acabó saltando y danzando en su presencia (véase también Lucas 1:39,41,43,56). Estas similitudes llevaron a muchos padres fundadores de la iglesia a considerar que el Arca del Pacto (que representaba la presencia de Dios) prefiguraba en cierto modo a María (que llevaba al Hijo de Dios en su propio vientre). La presencia del Señor, que una vez cubrió el arca en el tabernáculo (Éxodo 40:35), ahora había venido a reposar sobre una humilde virgen (Lucas 1:35). María es honrada a lo largo de la historia de la Iglesia porque la Encarnación comenzó dentro de ella.

María recibió esta bendición bendiciendo a Dios. Su cántico de alabanza expresa la gratitud por el favor de Dios (vv. 47-49), pero inmediatamente amplía su alcance para describir la misericordia de Dios hacia todos los que le temen (v. 50). Retoma muchos temas bíblicos, mostrando que los actos de Dios hacia ella están en continuidad con la gran narrativa bíblica. Dios no solo ha hecho grandes cosas por una mujer, sino que ha cumplido su promesa de rescatar a su pueblo de la opresión.

El cántico de María fue también profético. Al declarar los actos poderosos de Dios, utilizó de forma exclusivamente el tiempo pretérito perfecto: ha hecho proezas, ha esparcido a los soberbios, ha exaltado a los humildes. La llegada de Jesús garantiza la victoria de Dios. Aunque todavía no la veamos en su plenitud, Dios ya ha asegurado nuestra salvación y la redención de nuestro mundo.

Aunque el papel de María es único, es un ejemplo para todos los cristianos. Podemos imitar su respuesta de adoración y esperanza a las promesas de Dios, incluso cuando parezcan invisibles. También podemos recordar su cántico como la demostración del cumplimiento de la misma promesa que ella proclama: los humildes serán exaltados (vv. 48, 52). Dios la eligió a ella, una joven pobre y desconocida, para llevar la bendición y la presencia del Mesías. Este privilegio comienza con María, pero le pertenece a todos los que temen a Dios, a todos los que tienen hambre y sed de justicia.

Hannah King es sacerdote y escritora en la Iglesia Anglicana de Norteamérica. Trabaja como pastora asociada en la iglesia Village en Greenville, Carolina del Sur.

Medite en Lucas 1:39-56. (Opcional: lea también 2 Samuel 6.)

¿Qué conclusiones saca de la comparación entre María y el Arca del Pacto? ¿Cómo le hablan las reacciones de Elisabet y María ante estos acontecimientos? Reflexione sobre el cántico de María y luego exprese sus propias palabras de alabanza a Dios.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Por qué el 25 de diciembre?

Durante los tres primeros siglos de la Iglesia, la Navidad no se celebró en diciembre ni en ningún otro momento del calendario.

Christianity Today December 21, 2021
Enciktepstudio / Shutterstock

Es muy duro para nosotros, los norteamericanos, imaginarnos a María y a José caminando fatigosamente hacia Belén en medio de, tal y como describió Christina Rosetti, «el pleno invierno más desolador», rodeados de «nieve, nieve y más nieve». Para nosotros, la Navidad y diciembre son inseparables. Pero durante los tres primeros siglos del cristianismo la Navidad no se celebró en diciembre… ni en ningún otro momento del calendario.

Si acaso se celebraba, el nacimiento de Cristo normalmente se agrupaba con el día de la Epifanía (el 6 de enero), una de las primeras fiestas establecidas de la iglesia. Algunos líderes incluso se oponían a la idea de celebrar el nacimiento de Jesús. Orígenes de Alejandría [enlaces en inglés] (c. 185 d.C. – c. 254 d.C.) predicó que estaba mal honrar a Cristo del mismo modo que se honraba al faraón o a Herodes. Los cumpleaños eran para dioses paganos.

No todos los contemporáneos de Orígenes estaban de acuerdo en que no se debía celebrar el nacimiento de Cristo, y algunos comenzaron a especular sobre la fecha (los registros reales, por lo visto, llevaban mucho tiempo perdidos). Clemente de Alejandría (c. 150 d.C. – c. 215 d.C.) sentía preferencia por el 20 de mayo, pero señaló que otros habían defendido el 18 o 19 de abril, y algunos otros el 28 de mayo. Hipólito (c. 170 d.C. – c. 236 d.C.) abogaba por el 2 de enero. El 17 y el 20 de noviembre, así como el 25 de marzo también tenían seguidores. Un tratado latino escrito alrededor del 243 d.C. afirmaba que el 21 de marzo sería la fecha idónea porque se creía que era la fecha en la que Dios había creado el sol. Policarpo (c. 69 d.C. – c. 155 d.C.) había seguido una línea de razonamiento similar para llegar a la conclusión de que el nacimiento y el bautismo de Cristo posiblemente habían tenido lugar en miércoles, puesto que el sol fue creado en el cuarto día.

La elección final del 25 de diciembre, realizada quizá tan temprano en la historia como el año 273 d.C., refleja una convergencia, tanto de la preocupación de Orígenes sobre los dioses paganos, como de la identificación del hijo de Dios como el sol celestial de parte de la iglesia. El 25 de diciembre ya se celebraban otros dos festivos relacionados: natalis solis invicti (el «nacimiento del sol invicto» romano) y el nacimiento de Mitras, el «sol de justicia» persa cuya adoración era muy popular entre los soldados romanos. El solsticio de invierno, otra celebración relacionada con el sol, caía unos cuantos días antes. Viendo que los paganos ya estaban exaltando a deidades con ciertos paralelos con la deidad real, los líderes de la iglesia decidieron tomar control sobre la fecha e introducir un nuevo día festivo.

Los cristianos occidentales celebraron la Navidad por primera vez el 25 de diciembre de 336 d.C. después de que el emperador Constantino declarara el cristianismo la religión oficial del imperio. Los cristianos orientales, sin embargo, mantuvieron el 6 de enero como la fecha del nacimiento y el bautismo de Jesús. La mayoría de los orientales finalmente adoptaron el 25 de diciembre, celebrando el nacimiento de Cristo antes y su bautismo en una fecha posterior, pero la iglesia armenia sigue celebrando su nacimiento el 6 de enero. La iglesia occidental celebra la Epifanía el 6 de enero, pero como el día de la llegada de los sabios de Oriente —los Reyes Magos—, en vez de la fecha del bautismo de Cristo.

En el siglo XVI se le añadió otro giro, cuando el papa Gregorio legalizó otro calendario que fue adoptado de manera desigual. Los ortodoxos orientales y algunos protestantes mantuvieron el calendario juliano, lo que significó que celebraban la Navidad 13 días antes que sus homólogos gregorianos. La mayoría —pero no todo— el mundo cristiano ahora está de acuerdo con el calendario gregoriano y la fecha del 25 de diciembre.

Los orígenes paganos de la fecha de Navidad, así como los orígenes paganos de muchas de las costumbres navideñas (los regalos y la celebración de la Saturnalia romana; las decoraciones con ramas o árboles de hoja perenne, las luces y la caridad del nuevo año romano; los troncos de Navidad y otras comidas de los festivos teutónicos) siempre han alimentado argumentos contra esta festividad. «Solo es paganismo envuelto con un moño cristiano», dicen los detractores. Pero, aunque el postrarse ante la mundanalidad siempre debe ser una preocupación para los cristianos, la iglesia generalmente ha visto los esfuerzos por reformar la cultura —incluyendo las festividades— de manera positiva. Como afirmaba un teólogo en 320 d.C.: «Nosotros hacemos santo este día, no como los paganos que celebraban el nacimiento del sol, sino porque celebramos a Aquel que lo creó».

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Que así sea

Una lectura de Adviento para el 21 de diciembre.

Christianity Today December 21, 2021

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Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad


Esta semana, nos adentramos en los acontecimientos de la Natividad y consideramos el milagro de la entrada del Verbo eterno en el mundo como un niño humano. Aprendemos lecciones de fe de las personas que Dios eligió para participar en estos acontecimientos. ¡Y celebramos las Buenas Nuevas de gran gozo para todos los pueblos!

Lea Lucas 1:26-38

La obediencia sería fácil si lo que se nos pide tuviera sentido. Y si estuviéramos de acuerdo. O si pensáramos en el plan nosotros mismos. Pero supongo que entonces no sería realmente obediencia, ¿verdad?

Cuando leemos las historias de mujeres y hombres de gran fe, nos imaginamos que no tuvieron ningún conflicto, que escucharon la palabra del Señor y se apresuraron a obedecer de inmediato. Pero la verdad es que, incluso cuando la palabra del Señor es clara, la obediencia es un desafío.

Un ángel del Señor se le apareció a María. ¡Un ángel! Podríamos decirnos a nosotros mismos que si tuviéramos una visita angélica, la obediencia sería fácil, pero nos estaríamos engañando. María, nos dice la Biblia, «se perturbó» (Lucas 1:29, NVI). Más que eso, María tenía algunas preguntas serias. «Entonces María dijo al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?”» (v. 34, NBLA). Buena pregunta.

En muchos aspectos, la pregunta de María no es tan diferente de la de Zacarías. Cuando el ángel le dijo que él y su esposa, igualmente anciana, iban a tener un hijo, Zacarías preguntó: «¿Cómo podré estar seguro de esto?» (v. 18, NVI), también traducido como «¿Cómo podré saber esto?» (NBLA). Sin embargo, Zacarías se quedó mudo.

Podríamos analizar la gramática de sus respectivas preguntas y buscar pistas en el lenguaje, pero sospecho que la respuesta no está tanto en la respuesta inicial como en sus reacciones posteriores. No tenemos ninguna razón para pensar que Zacarías fue más allá del desconcierto o la incredulidad durante este encuentro inicial. (Aunque con el tiempo, por supuesto, lo hizo.) Pero en los versículos 26-38, María parece pasar rápidamente a una disposición de rendición. «Entonces María dijo: “Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”» (Lucas 1:38, NBLA).

Más adelante, Pablo pediría en oración que Cristo sea formado en nosotros, los seguidores de Jesús (Gálatas 4:19). Pero fue María quien realmente recibió a Cristo para que fuera formado en ella, ¡en su propio vientre! Si bien el nacimiento virginal y la Encarnación son milagros fundamentales en la confesión cristiana, también encontramos en este momento de María un paradigma de formación espiritual. Para que Cristo sea formado en nosotros, al igual que María, debemos atravesar nuestras turbulencias, incertidumbres y dudas hasta llegar a la sumisión. La participación en Cristo se produce cuando oramos: «Aquí tienes al siervo del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra». Incluso cuando seamos tentados a fijarnos en la pregunta «¿Cómo podrá ocurrir esto?», que Dios nos dé la gracia para llegar a decir «Hágase conforme a tu palabra» en fe.

Glenn Packiam es pastor asociado de la iglesia New Life en Colorado Springs. Sus libros incluyen Worship and the World to Come y The Resilient Pastor (febrero de 2022).

Reflexione sobre Lucas 1:26-38.


¿Por qué es significativo que María se sintiera inicialmente perturbada y expresara una pregunta? ¿Cómo ejemplifica ella aquí la formación espiritual? ¿Cómo lo desafía o inspira la respuesta de María? Ore expresando su total entrega a Dios.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Tiempo de silencio, tiempo sagrado

Una lectura de Adviento para el 20 de diciembre.

Christianity Today December 20, 2021

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Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad


Esta semana, nos adentramos en los acontecimientos de la Natividad y consideramos el milagro de la entrada del Verbo eterno en el mundo como un niño humano. Aprendemos lecciones de fe de las personas que Dios eligió para participar en estos acontecimientos. ¡Y celebramos las Buenas Nuevas de gran gozo para todos los pueblos!

Lea Lucas 1:5-25, 57-66

Si usted creció en un lugar donde nieva en Navidad, sabe que no hay nada como el silencio de una fría noche de invierno. Esto no es solo una idea sentimental, sino que forma parte del diseño de la creación de Dios. La nieve fresca absorbe y amortigua el sonido. El padre Joseph Mohr fue un hombre que reflexionó sobre el fenómeno de una fría noche de invierno. Mohr fue el joven sacerdote que escribió las palabras que se convirtieron en el querido villancico que cantamos a menudo en esta época del año, «Noche de Paz».

En la historia del nacimiento de Jesús, encontramos a otro sacerdote, Zacarías, y a su esposa, Elisabet. Lucas nos cuenta que ambos eran de ascendencia sacerdotal y que eran personas fieles y piadosas. Pero también sufrían mucho: en su largo matrimonio no habían tenido hijos y ya eran ancianos. Entonces ocurrió un milagro: el ángel Gabriel le dijo a Zacarías que Dios respondería a sus angustiosas oraciones de décadas. ¡Iban a tener un hijo!

Esta historia podría terminar ahí, y sería un encantador cuento de Navidad en el que la tristeza es sustituida por la alegría. Pero hay una nota inesperada y oscura en la melodía que no podemos ignorar. Como Zacarías tuvo dificultades para creer el mensaje de Gabriel (¿y quién no?), se quedó mudo durante todo el embarazo de Elisabet. Se quedó callado. Zacarías pasó de ser un respetable y elocuente sacerdote de Dios a ser un anciano que solo podía comunicarse por medio de señas. Fue una lección de humildad, incluso una que le trajo humillación. ¿Qué debemos hacer con este preocupante giro?

Dios siempre está haciendo mil cosas buenas en cada situación, incluso cuando no podamos verlas. El corazón compasivo de Dios sigue obrando cuando le proporciona a esta pareja de ancianos un hijo de gozo. El poder de Dios se manifiesta al usar este hijo para abrir el camino a la redención que venía al mundo. Se convertiría en el famoso profeta que bautizaría en el desierto, que llamaría al pueblo de Dios y que señalaría a Jesús.

La historia de Zacarías nos muestra que Dios sigue haciendo su obra de bondad y de gracia incluso en medio de nuestro quebranto e incredulidad. La fe tambaleante de Zacarías no fue un obstáculo para el poder de Dios. Aunque el silencio forzado de Zacarías fue frustrante y una lección que le enseñó humildad, en realidad fue un regalo. A través de este milagro negativo, Dios mostró a Zacarías y al mundo que estos hechos que estaban ocurriendo no eran meras coincidencias. No, este periodo de silencio demostró que Dios en realidad se estaba moviendo de una manera nueva y poderosa para traer vida al mundo. Como resultado, la historia de Zacarías no terminó con un juicio, sino con Dios abriendo su boca una vez más para proclamar la belleza de la misericordia de Dios.

Jonathan T. Pennington es profesor de Nuevo Testamento en el Southern Seminary y pastor de formación espiritual. Entre sus libros se encuentra Jesus the Great Philosopher.

Lea Lucas 1:5-25, 57-66. (Opcional: lea de nuevo los vv. 67-79.)

Zacarías fue el primero en enterarse de que Dios estaba haciendo algo sorprendente, algo que el pueblo de Dios había estado esperando. ¿Qué cree que pensó o se preguntó Zacarías durante sus meses de silencio? ¿Qué destaca esta historia sobre Dios y la salvación?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Los verdaderos doce días de la Navidad

Celebremos el nacimiento de Cristo con los santos en la fe durante la auténtica temporada navideña.

Feast of St Nicholas by Richard Brakenburgh

Feast of St Nicholas by Richard Brakenburgh

Christianity Today December 20, 2021
WikiArt

Para la generación presente, la «temporada navideña» comienza en algún momento de noviembre. Las luces cuelgan en las calles, las tiendas están decoradas con rojos y verdes, y no puedes encender la radio sin escuchar canciones acerca del espíritu de la temporada y la gloria de Santa Claus. La emoción llega a su clímax la mañana del 25 de diciembre y después se interrumpe abruptamente. Se acabó la Navidad, comienza el año nuevo y la gente vuelve a sus vidas normales.

Sin embargo, la celebración cristiana más tradicional de la Navidad indica justamente lo contrario. La temporada de Adviento comienza el cuarto domingo antes de Navidad, y durante casi un mes los cristianos esperan la llegada de Cristo con un espíritu de expectativa, cantando himnos de anhelo. Entonces, el 25 de diciembre, el mismo día de Navidad, comienzan doce días de gran celebración que terminan el 6 de enero con la festividad de la Epifanía.

Las exhortaciones a seguir este calendario en vez del secular se han vuelto comunes en esta época del año. Sin embargo, a menudo la invitación llama a prestarle al Adviento la atención debida, relegando los doce días de Navidad a las palabras de un villancico tradicional. La mayoría de las personas, sencillamente están demasiado cansadas después del día de Navidad como para seguir celebrando.

Los «verdaderos» doce días de la Navidad son importantes no solo como un modo de echar por tierra la idea secular de «la temporada navideña». Son importantes porque nos ofrecen una manera de reflexionar en lo que significa la Encarnación en nuestras vidas. La Navidad conmemora el suceso más trascendental de la historia humana: la entrada de Dios en el mundo que Él creó, en la forma de un bebé.

El Logos a través del cual fueron creados los mundos hizo su morada entre nosotros en un tabernáculo de carne. Una de las oraciones del día de Navidad en la liturgia católica encapsula lo que significa la Navidad para todos los creyentes: «Oh, Dios, que maravillosamente creaste la dignidad humana, y aún más maravillosamente restauraste, concédenos participar de la divinidad de Cristo, quien se humilló a sí mismo para compartir nuestra humanidad». En Cristo nuestra naturaleza se unió a Dios, y cuando Cristo entra en nuestros corazones, Él nos lleva dentro de esa unión.

Las tres fiestas tradicionales que siguen a la Navidad (que se remontan a finales del siglo V) reflejan diferentes maneras en las que el misterio de la Encarnación se hace real en el cuerpo de Cristo. El 26 de diciembre es el día de San Esteban: un día dedicado tradicionalmente a dar las sobras a los pobres (como se describe en el villancico «El buen rey Wenceslao»). Como uno de los primeros diáconos, Esteban fue el precursor de todos aquellos que manifiestan el amor de Cristo mediante la generosidad con los necesitados. Pero, más allá de eso, fue el primer mártir del Nuevo Pacto, testigo de Cristo a través del don definitivo de su propia vida. San Juan el Evangelista, conmemorado el 27 de diciembre, tradicionalmente es el único de los doce discípulos que no murió como mártir. En cambio, Juan fue testigo de la Encarnación a través de sus palabras, poniendo la filosofía griega de cabeza con su afirmación: «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» (Juan 1:14, NVI).

El 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes: los niños asesinados por Herodes. Estos no fueron mártires como Esteban, quien murió heroicamente en una visión del Cristo glorificado. A ellos no se les inspiró como a Juan para que hablaran la Palabra de vida y comprendieran los misterios de Dios. Ellos murieron injustamente antes de haber tenido la oportunidad de conocer o desear: pero, de todas maneras, murieron por Cristo. En ellos vemos la larga agonía de los que sufren y mueren por medio de la injusticia humana, sin saber nunca que han sido redimidos. Si Cristo no hubiera venido también por ellos, entonces ciertamente Cristo habría venido en vano. Al celebrar a los Santos Inocentes recordamos a las víctimas del aborto, la guerra y el abuso. Renovamos nuestra fe de que la venida de Cristo trae esperanza a los más desesperanzados. Y, del modo más radical posible, confesamos que, al igual que los niños asesinados, nosotros somos salvos por la mera misericordia de Cristo, no por nuestras acciones ni por nuestros conocimientos.

En la Edad Media estos tres festivos se dedicaban a diferentes partes del clero. Esteban, convenientemente, era el patrón de los diáconos. El día de Juan el Evangelista estaba dedicado a los sacerdotes, y el de los Santos Inocentes a los jóvenes que se preparaban para el clero y servir en el altar. Los subdiáconos (una de las «órdenes menores» que se desarrollaron en la primera iglesia) objetaron que ellos no tuvieran un festivo propio. Así que se volvió costumbre celebrar «la Fiesta de los Locos» alrededor del 1 de enero, a menudo en conjunción con la celebración de la circuncisión de Cristo (también fue uno de los primeros días dedicados a la Virgen María, y se sigue celebrando hoy como tal por los católicos romanos).

Los doce días de Navidad vieron celebraciones similares de los revoltosos y los rebeldes. A menudo se elegía en Navidad un «Señor del Desgobierno» que regía las festividades hasta Epifanía. Tradicionalmente se solía escoger a un muchacho en edad escolar como obispo el 6 de diciembre (el día de San Nicolás) y cumplía con todas las funciones del obispo hasta el día de los Santos Inocentes. La temporada navideña también a veces incluía «la Fiesta del Asno», que conmemoraba el tradicional presente del asno en el pesebre. Ese día se suponía que la gente tenía que rebuznar como un burro en los lugares de la misa donde normalmente se decía «Amén».

Es fácil despreciar todas estas costumbres como restos de paganismo (cosa que son muchas de ellas) o, en el mejor de los casos, como tonterías irrelevantes e inocentes. De hecho, la iglesia medieval desaprobaba la mayoría de estas prácticas, y los reformadores del siglo XVI terminaron el trabajo de suprimirlas. Pero, quizá, aquí haya un mensaje que es digno de considerar: que, en palabras de los paganos horrorizados de Tesalónica, el mensaje de Cristo «vuelve el mundo entero del revés». En el nacimiento de Jesús, Dios ha sacado a los poderosos de sus tronos y ha exaltado a los miserables. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías.

Nada volverá a ser seguro o normal. En palabras de Michael Card, somos llamados «a seguir al necio de Dios». Y, aun así, paradójicamente, este, el mayor de los revolucionarios, no era un rebelde. Aquel que reveló el sorprendente significado de la ley de Dios y tiró al suelo las mesas de las tradiciones humanas, no obstante, se sometió a ser circuncidado según las enseñanzas de Moisés.

Finalmente, en la Epifanía (el 6 de enero), la celebración de la Navidad llega a su fin. «La duodécima noche» (como saben los amantes de Shakespeare) es la celebración final de la locura de la Navidad (la obra de Shakespeare presenta a uno de sus muchos «tontos sabios» que comprenden el verdadero significado de la vida mejor que aquellos que creen estar cuerdos). La Epifanía conmemora el comienzo de la proclamación del Evangelio, la manifestación de Cristo a las naciones, como se muestra en tres sucesos diferentes: la visita de los magos, el bautismo de Jesús y la conversión del agua en vino. En la tradición occidental, los magos predominan. Pero en las iglesias orientales el bautismo de Jesús tiende a ser el tema principal.

En el metro de Bucarest, los niños guían a corderos caminando por los trenes, conmemorando al Cordero de Dios a quien señalaba Juan. Los cristianos ortodoxos tradicionalmente bendicen sus hogares con agua bendita en este día o uno cercano. En ningún otro lugar se celebra la Epifanía con más alegría que en Etiopía. Peregrinos de todo el país convergen en la antigua ciudad de Axum, donde se bañan en grandes tanques cuyas aguas han sido bendecidas por un sacerdote.

La Epifanía a menudo es un festivo olvidado (aunque, por la circunstancia de que el cumpleaños de la madre de Edwin cayese en el 5 de enero, su familia desapegada a la liturgia preservó la antigua tradición de mantener la decoración navideña hasta Epifanía). Como el verdadero punto final de la temporada navideña, sin embargo, la Epifanía nos devuelve al mundo para vivir la Encarnación, es decir, para ser testigos de la luz de Cristo en la oscuridad. Siguiendo a Jesús hemos sido bautizados en su muerte y resurrección. Ya sea que seamos llamados al martirio, al testimonio profético o simplemente a vivir con fidelidad en los gozos y sombras de nuestras vidas cotidianas, vivimos todos nuestros días en el conocimiento de nuestra dignidad, redimidos por medio de Cristo y unidos a Dios.

Somos parte de la extraña sociedad de personas cuyo mundo ha sido puesto del revés, y salimos a ser testigos de esta revoltosa verdad: «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria (…). De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia» (Juan 1:14, 16).

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Lo que significa ser Dios

Una lectura de Adviento para el 19 de diciembre.

Christianity Today December 19, 2021

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Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad


Esta semana, nos adentramos en los acontecimientos de la Natividad y consideramos el milagro de la entrada del Verbo eterno en el mundo como un niño humano. Aprendemos lecciones de fe de las personas que Dios eligió para participar en estos acontecimientos. ¡Y celebramos las Buenas Nuevas de gran gozo para todos los pueblos!

Lea Filipenses 2:5-11

Una forma común de entender el hermoso himno de alabanza a Jesucristo que encontramos en Filipenses 2:5-11 es ver la paradoja totalmente incomprensible que nos muestra: el poderoso Hijo de Dios, quien, junto con su Padre, había dado origen a la creación, se dignó posteriormente a convertirse en un humilde ser humano, lo cual sería como si un poderoso monarca se hubiera reducido a un escarabajo escurridizo.

Esta forma de leer Filipenses 2 subraya el desajuste entre la gloria del Hijo antes de la Encarnación y la humillación que sufrió durante su vida terrenal. La pequeña palabra «aunque» en la mayoría de las traducciones bíblicas ha sido la clave vital para esta interpretación: «[Jesús], aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres» (vv. 6-7, NBLA, énfasis añadido). A pesar de que compartía la igualdad con Dios Padre, aun así el Hijo Jesús decidió renunciar a esa condición por nosotros.

Ciertamente esta puede ser una interpretación correcta de las palabras de Pablo. Sin embargo, el lenguaje usado en el texto original es ambiguo, y es posible traducirlo de otra manera, aunque dejando fuera el conector contrastivo aunque. Pablo bien podría haber querido decir algo sutilmente diferente: porque Jesús existía en forma de Dios, por lo tanto se despojó a sí mismo.

En la primera forma de leer este pasaje, hay algo fundamentalmente incongruente entre la gloria del Hijo de Dios y su vaciamiento. La primera se entiende a pesar de la segunda. Y claramente hay mucha verdad en esa forma de interpretar las palabras de Pablo, lo cual nos recuerda y señala el costo que Dios aceptó pagar para acercarse a nosotros.

Pero en la segunda forma de leer el himno de Pablo, hay algo misteriosamente congruente entre el esplendor eterno del Hijo de Dios y su autoabnegación voluntaria manifestada en la Encarnación. Esta última revela o explica lo que es realmente la primera, y resulta que el carácter de Dios es el amor de entrega «hasta el último recurso», por así decirlo.

En otras palabras, si queremos entender lo que significa realmente la igualdad de Jesús el Hijo con Dios Padre —lo que se ve cuando se traduce en forma de vida humana—, debemos mirar a ese pequeño bebé en los brazos de María, a esa figura desamparada en la cruz del Calvario y a ese jardinero de corazón tierno que habló palabras de paz a sus amigos en esa primera mañana de Pascua. Al vivir por nosotros, morir por nosotros y resucitar por nosotros, Jesús no solo nos revela la verdadera humanidad, sino que también nos muestra en qué consiste fundamentalmente la deidad de Dios.

Wesley Hill es sacerdote en la Catedral Episcopal de la Trinidad, en Pittsburgh, Pensilvania, y profesor asociado de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Western, en Holland, Michigan.

Reflexione sobre Filipenses 2:5-11. (Opcional: reflexione también sobre Juan 1:14.)

¿De qué manera la Encarnación nos señala verdades profundas sobre el amor y la naturaleza de Dios? ¿En qué medida estas verdades son fundamentales para el Evangelio? ¿Cómo influyen en su vida diaria? Ore expresando su respuesta a Dios.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Rey niño

Una lectura de Adviento para el 18 de diciembre.

Christianity Today December 18, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 9:6-7

En mi experiencia, ver películas de dibujos animados ha sido una parte esencial de ser padre de tres niños pequeños. Un jefe en pañales [Bebé jefazo] es una de esas películas. La película caricaturiza a un niño que es «todo un adulto» y que constantemente da órdenes a su hermano de siete años a espaldas de sus padres.

La ironía de Isaías 9:6-7 es una yuxtaposición similar: un bebé recién nacido que es «todo un adulto». Isaías describe a este prometido como un niño recién nacido, un gobernante y el «Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz».

El asombroso testimonio de este texto profético es que Jesús es todo esto, y mucho más. Jesús, nacido como un niño humano, era a la vez plenamente humano y plenamente divino: el Dios-hombre, el Rey niño.

Isaías se dirigía a una comunidad judía desanimada, que había andado a tientas en la oscuridad con la esperanza de encontrar un camino para liberarse de su «aflicción, tinieblas y espantosa penumbra» (8:22). En este contexto, Isaías profetiza: «Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre» (9:7). Esta referencia al trono de David hace resonar la promesa que Dios le había hecho a David: «Yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. … Yo afirmaré su trono real para siempre» (2 Samuel 7:12-13). Dios es un Dios que cumple su pacto. Y nada se interpondrá en el camino de este milagro prometido: «Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso» (Isaías 9:7). Dios es celoso para cumplir sus pactos con su pueblo.

Dios también es celoso y apasionado por el Evangelio. Las Buenas Nuevas de que Jesús se hizo carne es que en Cristo ya no hay oscuridad (Isaías 9:2; Juan 1:4-5,14). Dios está obrando, en todo el mundo, en todos los continentes, en todas las naciones, exponiendo las tinieblas mediante el poder de la primera venida de Cristo y su inminente regreso. La entrada de Jesús en el mundo a través de la Encarnación significa un nuevo día, «porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo» (Isaías 9:6).

Estas son las Buenas Nuevas, el Evangelio, que debemos compartir con el mundo. La luz ha llegado: ¡la luz es Jesús! Ya no tenemos que vivir en las tinieblas, y podemos compartir esta luz con un mundo que necesita oír hablar de nuestro «Dios fuerte», nuestro «Príncipe de paz». Que lo proclamemos con libertad: Jesús, el Niño Rey, está aquí, y desea reinar en nuestros corazones.

Matthew D. Kim es profesor de la cátedra George F. Bennett de Predicación y Teología Práctica en el Seminario Teológico Gordon-Conwell y autor de Preaching to People in Pain.

Medite en Isaías 9:6-7. (Opcional: reflexione también sobre Juan 1:14)


¿De qué manera esta promesa apunta a los principios fundamentales del Evangelio? ¿Qué aspectos de esta profecía le llaman más la atención? ¿Por qué? Ore alabando a Cristo por cada aspecto de su identidad descrito en Isaías 9:6-7.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La Luz del mundo viene pronto

Una lectura de Adviento para el 17 de diciembre.

Christianity Today December 17, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 9:1-2

No será fácil olvidar un breve intercambio de mensajes de texto que tuve recientemente con un amigo de fuera de la ciudad. Este amigo estaba haciendo todo el recorrido turístico de Nueva York. Le pedí un resumen de su itinerario. Me respondió por mensaje de texto: «La primera parada es el Monumento al 11 de septiembre». Leer esas palabras me llevaron a un estado de reflexión inmediato y no forzado.

Verán, aunque soy neoyorquino de nacimiento, nunca he estado en el Memorial del 11 de septiembre. No es que no sepa cómo llegar. El lugar me da una sensación de oscuridad. Tendría que enfrentarme a la oscuridad de ese día y recordar las continuas manifestaciones de tinieblas que impregnan nuestro mundo: las guerras, el racismo, la pérdida y la fragilidad de la vida. Tanta oscuridad.

Sin embargo, con toda la oscuridad ante nosotros, el Adviento sitúa nuestro mundo dentro de una historia más amplia y esperanzadora. Es la historia de la luz sobrecogedora de Dios en su pueblo. Una luz que ilumina la oscuridad individual y colectiva que experimentamos y presenciamos. Una luz sanadora.

El Adviento nos invita a una espera nutrida por la oración, a una espera santa, a una mirada atenta. ¿Qué es lo que esperamos? Una luz resplandeciente. La luz de Dios.

Isaías anuncia que viene una gran luz que proviene de una fuente inesperada. Se abre paso a través de un niño, el Mesías. Esta luz no se encuentra en algún nuevo poder político, o en algún movimiento cultural. No se encuentra en una ideología particular, sino que se encuentra a través del Dios vivo en la carne. Este es un tema importante en las Escrituras, recogido por Juan, el escritor del Evangelio. En palabras de Juan, la luz que ha llegado no es una radiación electromagnética impersonal. Es la asombrosa verdad de la manifestación personal de Dios mismo en Jesucristo. Jesús es la luz que resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla (1:5).

Isaías habla proféticamente de un día que vendría, un día que ya ha llegado en Jesús. Sin embargo, también esperamos otro día cuando las tinieblas serán plena y finalmente vencidas. Esta es la promesa de esta temporada.

El Adviento nos recuerda que, por muy oscuro que se vuelva todo alrededor, la luz ya ha venido, y la luz está viniendo. ¡Tengamos buen ánimo! La oscuridad que pueda sentir hoy no tendrá la última palabra. Tampoco la pena ni la incertidumbre ni la desesperación. Como dijo una vez Wendell Berry: «Se vuelve más y más oscuro, y entonces nace Jesús».

Rich Villodas es el pastor principal de la iglesia New Life Fellowship en Queens, Nueva York. Es autor de The Deeply Formed Life: Five Transformative Habits to Root Us in the Way of Jesus.

Medite en Isaías 9:1-2. (Opcional: lea también Mateo 4:12-17 y Juan 1:1-5)


¿Qué oscuridad en este mundo o en su vida es a veces difícil de afrontar? ¿Cómo le anima la promesa de Isaías? ¿Cómo ha superado Jesús —la Luz— las tinieblas en su vida?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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