Aunque el sistema de hogares de acogida no me quería, Dios me amaba

Pasé de un hogar a otro antes de encontrar al Padre que mi corazón anhelaba.

Christianity Today August 2, 2022
Fotografía por Chad Holder para Christianity Today

Estados Unidos afirma no tener orfanatos, pero nuestros hogares colectivos son en realidad bastante similares. Durante mi infancia y adolescencia, viví en uno con otras nueve chicas que habían absorbido un mensaje muy negativo del sistema de hogares de acogida: habían llegado a creer que no tenían valor alguno.

Las normas eran estrictas. Las cámaras nos vigilaban desde todos los rincones de la casa, excepto en los dormitorios y los baños. La escuela estaba en la misma propiedad que la casa, lo que significaba que no se nos permitía ir muy lejos con frecuencia. Sin embargo, los domingos nos permitían ir a la iglesia, lo que al menos brindaba un breve respiro del estéril entorno del hogar colectivo.

De hecho, los mensajes del pastor sobre el perdón —combinados con mis sesiones semanales obligatorias de terapia psicológica— me dieron los primeros atisbos de esperanza que puedo recordar. Incluso en alguna ocasión le pedí a Jesús que viniera a vivir a mi corazón, aunque no entendía realmente lo que esa oración significaba. Solo tomé la decisión de subir al altar y hacer la oración porque creí que tal vez sería una forma de escape del hogar colectivo. Pensaba que si seguía los pasos de la fe, encontraría alivio al dolor de ser una más en el sistema de hogares de acogida, y de la continua sensación de sentir que nadie me quería.

‘Problemas de papá’

A medida que pasaba por una sucesión de distintos hogares de acogida, mi corazón se volvía cada vez más insensible a Dios y a otras personas. Durante mi primer año de bachillerato [high school], asistí a una clase de inglés en la que leímos Atlas Shrugged, la novela de Ayn Rand. El libro me pareció intrigante, lo que me impulsó a aprender más sobre la filosofía objetivista de Rand.

Al ver los videos de Rand en los que hablaba y debatía, me pareció más afín que las mujeres cristianas que había conocido. No parecía amable ni abierta. Más bien, parecía bastante enfadada, que era lo que yo sentía. Pensé que yo debía ser atea como ella.

Mis compañeros se burlaban de mí, diciendo que tenía «problemas de papá». En aquella época, creía que, si tan solo hubiera tenido un padre, muchos de mis problemas se habrían resuelto. Quizá alguien habría estado ahí para quererme y calmar a mi mamá cuando entraba en uno de sus episodios maníacos. Quizá no habría entrado en el sistema de hogares de acogida en primer lugar. No podía evitar preguntarme: si Dios es tan bueno, ¿por qué no me concedió un padre?

Durante muchos almuerzos, me gustaba recluirme en el aula de mi profesor de inglés. Para una de mis clases de arte, recibí permiso para pintar un mural en su pared. Mientras pintaba, hablábamos. Nunca rehuyó mis preguntas difíciles ni un buen debate.

Un día me preguntó si creía en Dios. Le contesté que no. Desde mi punto de vista, parecía que la gente afirmaba creer en Dios debido al consenso social más que a una fe genuina. «Si la mayoría de la gente de la sociedad no creyera en Dios», pregunté, «¿la gente seguiría creyendo en Dios?».

Hizo una larga pausa. Pensé que estaba buscando una forma de refutar mi argumento. Pero, en cambio, respondió: «No lo sé». Aprecié su franqueza, poco frecuente entre los cristianos que había conocido. En lugar de decirme qué y cómo creer, admitió que no tenía todas las respuestas.

Yo tampoco las tenía, y mi actitud combativa era una manta que utilizaba para ocultar mi inseguridad. Pero la sincera admisión de incertidumbre de mi profesor me animó a empezar a hacer más preguntas, porque en el fondo de mi corazón buscaba al Padre que siempre había anhelado.

Hacía poco que me había mudado a mi undécimo hogar de acogida, donde los padres proclamaban el nombre de Jesús, me llevaban a la iglesia todos los domingos y hacían devociones en la mesa cada noche. Por aquel entonces, empecé a salir con el hijastro de un pastor pentecostal negro que celebraba servicios vespertinos para las personas que no querían levantarse temprano por la mañana.

La Biblia personal de Tori Hope Petersen abierta en un pasaje de Juan.Foto de Chad Holder para Christianity Today
La Biblia personal de Tori Hope Petersen abierta en un pasaje de Juan.

Entre los padres de mi hogar de acogida y mi novio, pasaba unas cinco horas en la iglesia cada domingo. Una vez más, me sentí atraída por la vida de Jesús. Tocó a los leprosos que no debían ser tocados, y se encontró con la mujer del pozo aunque su propia cultura la había rechazado.

Mi corazón se sintió tan atraído por el carácter de Jesús que publiqué un vídeo en YouTube en el que le pedía a la gente que me perdonara por ser una persona mezquina y enfadada. Me esforcé por ser amable y cariñosa con mis compañeros, porque comprendí que no debía herir a los demás como otros me habían herido a mí.

Una noche, mi novio vino a cenar a la casa de mi familia de acogida. Comimos al aire libre, y el Rottweiler corría por el patio. Todos nos reímos cuando mi madre de acogida le dijo a mi hermano de acogida que se pusiera la capucha y corriera por ahí, animando al perro a atacarlo.

Después, mientras recogíamos los platos y volvíamos a entrar, mi novio me detuvo, con la cara más seria de lo habitual. Mis padres de acogida se estaban comportando de forma abusiva, me dijo.

Me encogí de hombros, sugiriendo que era algo que hacíamos por diversión. Además, mi madre de acogida era una trabajadora social licenciada, ¿cómo iba a abusar de alguien? (Y de entre toda la gente, yo sabía lo que era el abuso. Lo había experimentado. Golpes, patadas, bofetadas, tirones, puñetazos).

Aun así, mi novio me abrió los ojos a una realidad más oscura. Justo antes de tener que confrontarme a la realidad del abuso y la manipulación de parte de personas que proclamaban a Jesús, había estado a punto de aceptar tener una relación con Él. Ahora, estaba más lejos que nunca. Cada vez más parecía que el cristianismo y el discurso de Jesús eran máscaras que la gente usaba para ocultar su pecado.

Y yo no quería una máscara. Quería que me vieran, me conocieran y me amaran tal y como era.

El regalo del dolor

Una vez más, cambié de casa de acogida. Mi madre de acogida esta vez era una mujer soltera que me llevaba a la iglesia todos los domingos, y mis oídos se estremecían al escuchar los sermones. Aprecié que la iglesia se esforzara por apoyar a las familias de acogida y a sus hijos.

Además, mi madre de acogida cambió su estilo de vida para adaptarse a mis sueños y esperanzas. Me encantaba el atletismo, y mi entrenador de atletismo creía que tenía talento para ganar una beca universitaria. Ella hizo muchos sacrificios tales como asistir a mis entrenamientos, comprarme los mejores zapatos de clavos para atletismo y modificar su dieta para adaptarla a mis necesidades nutricionales.

Iglesia en Defiance, Ohio, donde Tori Hope Petersen llegó a la fe.Foto de Reagan Williams para Christianity Today
Iglesia en Defiance, Ohio, donde Tori Hope Petersen llegó a la fe.

Más o menos al mismo tiempo, una líder juvenil a la que apenas había visto desde la escuela secundaria volvió a entrar en mi vida. Empecé a hacerles preguntas a ella y a mi madre de acogida sobre Dios, mismas que respondieron con paciencia y amabilidad. La única pregunta que no podía sacarme de la mente giraba en torno a los niños inocentes: si Dios es tan bueno, ¿por qué sufren? Lo único que ellas podían responder era: «No lo sé».

Yo tampoco lo sabía. Pero sí sabía que, cuando miraba las Escrituras, veía a un Dios que no temía ni rehuía el dolor, sino que lo abrazaba para que otros conocieran el amor. Y cuando miraba las vidas de aquellos que más me recordaban a Jesús, podía ver cómo se habían sacrificado por mi. No quería desperdiciar su sufrimiento, ni el mío propio, sino que quería recibirlo todo como un regalo, como un llamado a amar a los demás como ellos me habían amado a mí.

Mi salvación no se produjo en un único y grandioso momento, sino a través de pequeños milagros que fueron levantando lentamente las muchas capas de mi escepticismo. Cuanto más tiempo pasaba rodeado de personas que buscaban vivir una vida que agrada a Dios, cuanto más escuchaba a personas que me decían quién era en Cristo a pesar de todo lo malo que yo había hecho y que me habían hecho, sentí como si mis ojos se ajustaran gradualmente para ver a Dios con más claridad.

Al final, el padre que siempre había querido resultó ser el Padre que siempre estuvo ahí: el Padre que se me reveló en su propio tiempo.

Tori Hope Petersen es la autora de Fostered: One Woman's Powerful Story of Finding Faith and Family through Foster Care (agosto de 2022).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció Ron Sider, evangélico que impulsó la acción social

El autor de Cristianos ricos en la era del hambre defendió que la pobreza era una cuestión moral.

Ron Sider.

Ron Sider.

Christianity Today July 29, 2022
Edición por Mallory Rentsch.

Ronald J. Sider, organizador de la izquierda evangélica y autor de Rich Christians in an Age of Hunger (Cristianos ricos en la era del hambre), murió el miércoles a los 82 años. Su hijo le informó a sus seguidores que Sider sufrió un paro cardíaco repentino [enlaces en inglés].

Durante casi 50 años, Sider llamó a los evangélicos a preocuparse por los pobres y a considerar la pobreza como una cuestión moral. Defendió una comprensión amplia del pecado para incluir las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad y la injusticia, e instó a los cristianos a ver cómo su salvación debería obligarles a cuidar de su prójimo.

«La salvación es mucho más que una nueva relación correcta con Dios mediante el perdón de los pecados. Es un estilo de vida nuevo y transformado, visible en el cuerpo de los creyentes», dijo. «El pecado es una categoría bíblica. Teniendo en cuenta una lectura cuidadosa del mundo, de la Biblia y de nuestros patrones de donación, ¿cómo podemos llegar a otra conclusión que no sea la de decir que estamos desobedeciendo rotundamente lo que dice el Dios de la Biblia sobre la forma en que quiere que su pueblo se ocupe de los pobres?».

Sider fue un facilitador clave de la izquierda «nacida de nuevo» que surgió en la década de 1970, pero vivió lo suficiente para ver cómo los evangélicos estadounidenses se apartaban en gran medida de las preocupaciones sobre la guerra, el racismo y la desigualdad. Sin embargo, siguió alzando la voz y se convirtió, como lo describió una vez un escritor de Christianity Today, en la «espina en la montura ética» del caballo blanco evangélico.

Su libro de referencia, Cristianos ricos en la era del hambre, inspiró a generaciones de jóvenes cristianos, tras haber vendido 400 000 ejemplares en nueve idiomas. CT lo clasificó como uno de los títulos evangélicos más influyentes del siglo XX, justo después de Knowing God de J. I. Packer y The Living Bible de Kenneth Taylor.

Rich Stearns, presidente emérito de World Vision, llamó a Sider «una gran alma cristiana y un apasionado guerrero de la justicia». Adam Russell Taylor, presidente de Sojourners, dijo que era «un amigo y aliado desde hace mucho tiempo» y «un incansable defensor de la paz y la justicia». Ambos hicieron referencia al impacto del libro de Sider en sus vidas.

Sider nació en Fort Erie, Ontario, en septiembre de 1939. Criado en una granja de 275 acres, su padre era agricultor y pastor de la Iglesia de los Hermanos en Cristo, una tradición anabaptista y wesleyana que combinaba la preocupación por la santidad, el compromiso con la paz y una lectura literal del Sermón de la Montaña.

Sider fue el primero de su familia en cursar estudios superiores, pero llevaba consigo la convicción de que la fe cristiana no era un mero asentimiento intelectual: la verdadera fe debe conformar toda tu vida.

Estudió historia con el apologeta cristiano John Warwick Montgomery en la Universidad Luterana de Waterloo, en Ontario, y luego fue a la Universidad de Yale para estudiar la Reforma con el historiador Jaroslav Pelikan. Sider escribió su tesis sobre Andreas Karlstadt, un contemporáneo de Martín Lutero que renunció a los títulos académicos, vistió ropas de campesino y predicó la sencillez en la iglesia.

Sider estaba aprendiendo a adoptar un radicalismo similar en su propia vida. En lugar de vivir con los demás estudiantes de posgrado de Yale, encontró un hogar para su joven familia en el límite de un barrio negro de New Haven, Connecticut. Luego se trasladó al centro de la comunidad afroamericana, donde lloró con sus vecinos el asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968 y se involucró en la lucha local por los derechos civiles. Cuando no estaba leyendo latín y alemán para su disertación, Sider ayudaba a los activistas negros a registrar votantes y reclutó estudiantes de la comunidad InterVarsity de Yale para que se unieran a él.

Tras obtener su grado, Sider aceptó un puesto como profesor en el campus de Filadelfia del Messiah College y luego en el Seminario Teológico Palmer de la Eastern University. Se trasladó al barrio afroamericano de Germantown y centró sus clases en el racismo, la guerra y la pobreza.

Sider también se volvió más activo políticamente. Hizo campaña a favor de George McGovern y fundó Evangélicos por McGovern para recabar apoyo para el senador antibélico de Dakota del Sur, que fue calumniado por sus numerosos oponentes como el candidato del «ácido, la amnistía y el aborto».

Según el historiador David Swartz, Evangélicos por McGovern fue el primer grupo evangélico después de 1945 que apoyó a un candidato presidencial. Los grupos de la Derecha Religiosa, como la Mayoría Moral y la Coalición Cristiana, aún no se habían organizado, y aunque muchos líderes destacados como Billy Graham apoyaban al presidente Richard Nixon, la política evangélica en ese momento parecía estar «disponible y en juego». Sider, junto con personas como Tom Skinner, Jim Wallace y Richard Mouw, querían apoderarse de ella. Creían que los cristianos que amaban a Jesús y odiaban el pecado debían ejercer su voluntad política para oponerse a la guerra de Vietnam, a la política de la ley y el orden, y a las políticas económicas que empeoraban la pobreza.

Tras la aplastante derrota de McGovern, Sider organizó un grupo de unas 50 personas para reunirse en un sótano de la YMCA en Chicago antes del Día de Acción de Gracias de 1973 y redactaron juntos una declaración de «preocupación social evangélica».

«Reconocemos nuestras responsabilidades cristianas de ciudadanía», decía. «Por lo tanto, debemos desafiar la confianza que la nación ha puesto equivocadamente en el poderío económico y militar, una confianza orgullosa que promueve una patología nacional de guerra y violencia con la que se victimiza a nuestros vecinos tanto dentro como fuera del país. Debemos resistir la tentación de hacer de la nación y sus instituciones objetos de una lealtad casi religiosa».

En 1977, Sider publicó Rich Christians [Cristianos ricos], argumentando que la pobreza es una cuestión moral y no solo económica. Los cristianos que se toman la Biblia en serio deberían oponerse a la distribución desigual de la riqueza, decía, y ver la injusticia que hay detrás de las estructuras sociales que benefician a los poderosos a costa de los pobres.

«La hambruna y la inanición acechan la tierra», escribió. «Sabemos que el problema es que los recursos del mundo no están distribuidos uniformemente. Los norteamericanos viven en una isla de prosperidad en medio de un mar de humanidad hambrienta».

Los cristianos evangélicos habían predicado durante mucho tiempo contra algunos de los pecados que conducen a la pobreza, como el abuso del alcohol. Pero habían ignorado otros, especialmente cuando la condena suponía una responsabilidad corporativa.

«Si la palabra de Dios es cierta, entonces todos los que habitamos en las naciones ricas estamos atrapados en el pecado. Nos hemos beneficiado de la injusticia sistémica», escribió Sider. «Somos culpables de una escandalosa ofensa a Dios y al prójimo».

El libro fue duramente criticado por el reconstruccionista cristiano Gary North, que acusó a Sider de ser un «manipulador de la culpa», y por el filósofo de la cosmovisión cristiana Francis Schaeffer, quien dijo que Sider había sucumbido al humanismo secular y se había centrado demasiado en los problemas materiales de la sociedad.

No obstante, el libro encontró un público entusiasta entre muchos evangélicos. Fue especialmente popular entre los estudiantes de InterVarsity y en los ministerios universitarios de Estados Unidos y del extranjero. Rich Christians se tradujo al alemán, al holandés, al portugués, al japonés y al coreano, y siguió circulando entre los evangélicos de izquierda durante décadas.

«Sider se convirtió en una bujía», según un perfil de CT de 1992, «en medio de un pequeño grupo de evangélicos interesados en cuestiones sociales y políticas, la mayoría de los cuales eran jóvenes, bien educados, muy idealistas y compartían la preocupación por la justicia social y racial, así como por una vida sencilla».

Sider fundó Evangelicals for Social Action (ahora Christians for Social Action) en 1978. Sin embargo, las esperanzas de un fuerte movimiento evangélico progresista se vieron pronto anegadas por la popularidad de Ronald Reagan y los éxitos de la Derecha Religiosa. Los líderes republicanos cortejaron activamente a los evangélicos blancos, encontrando causas comunes, desde la Corte Suprema hasta el consejo escolar local. Mientras tanto, los principales demócratas —muchos de los cuales consideraban que el moralismo de Jimmy Carter era juicioso y ofensivo— evitaban o desechaban las preocupaciones religiosas y a los votantes religiosos.

No obstante, Sider continuó hablando y escribiendo sobre las preocupaciones morales evangélicas, incluyendo libros populares sobre la vida sencilla y estudios históricos sobre las enseñanzas holísticas de la iglesia primitiva a favor de la vida. Su organización Evangelicals for Social Action presionó para que se impusieran sanciones a la Sudáfrica del apartheid, puso en marcha una red evangélica a favor del medio ambiente, e hizo campaña a favor de normas más estrictas de eficiencia del combustible en los automóviles.

Sider también protestó por el apoyo estadounidense a los dictadores latinoamericanos en la década de 1980 y se opuso a la Guerra del Golfo en 1991 y a la invasión estadounidense de Irak en 2003.

«Sider se negó a aislar el aborto de las cuestiones de violencia e injusticia, instando a los evangélicos conservadores a ser “completamente pro-vida”», escribió el historiador Brantley Gasaway. «La carrera de Sider parece agridulce… un amargo recordatorio de lo que la política evangélica moderna podría haber sido, pero no llegó a ser».

Sider siguió proclamando a voz en cuello desde el desierto a los evangélicos hasta las elecciones de 2020, cuando editó una colección de ensayos políticos cristianos titulada The Spiritual Danger of Donald Trump [El peligro espiritual de Donald Trump].

Dijo que publicó el libro «con profunda tristeza y persistente esperanza», llamando a los cristianos estadounidenses de todo el espectro político a demostrar su «compromiso con la verdad, el respeto a los oponentes y la voluntad de negociar un compromiso bipartidista razonable». Entre los escritores de la colección se encuentran el ex editor jefe de CT, Mark Galli, el filósofo evangélico Michael Austin, el teólogo Samuel Escobar y el ex congresista republicano Reid Ribble.

«Creemos que los cristianos pueden contribuir enormemente a preservar un buen futuro para nuestros hijos y nietos», escribió Sider, «orando para que Dios nos guíe, sometiéndonos incondicionalmente a los principios bíblicos sobre la verdad, la justicia y la integridad moral, y aplicando fielmente estos principios bíblicos en todas nuestras decisiones políticas».

En marzo de 2021, anunció que padecía una forma agresiva de cáncer de vejiga y que iba a iniciar tratamientos de radiología y quimioterapia. Sider dijo que oraba para tener 10 años más de vida, pero también seguía cantando un himno de su infancia:

Paz, paz, maravillosa paz,
¡que viene del Padre de lo alto!
Desciende sobre mi espíritu para siempre, te lo ruego,
¡En insondables oleadas de amor!

«En Christians for Social Action sentimos la pérdida de este hombre humilde, amable y profético», dijo Nikki Toyama-Szeto, directora ejecutiva de la organización. «Mientras pasa la sorpresa inicial, guardamos una profunda gratitud por las formas grandes y pequeñas en que Ron dio testimonio del corazón de Dios, y por cómo siempre nos mostró una imagen más completa de lo que significa seguir a Jesús».

Toyama-Szeto dijo en un comunicado que, mientras Sider trabajaba en su autobiografía, «no temía a la muerte, seguro de que le esperaba una historia aún mejor».

El 28 de julio, el hijo de Sider, Ted, compartió en Facebook y en Substack que su padre había muerto repentinamente de un paro cardíaco y pidió a sus seguidores: «por favor, únanse a nuestra familia en duelo por él».

Le sobreviven su esposa de 59 años, Arbutus Lichti Sider, y tres hijos.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Quién pagará las facturas médicas de África?

Los lugareños cada vez abren más hospitales misioneros en África. El siguiente desafío: conservar donantes extranjeros.

Christianity Today July 29, 2022
Ilustración por Sarah Gordon / Source Images: Wikimedia Commons

Un día de marzo, Yowati Nthenga, el jefe de contabilidad del Hospital Misionero de Nkhoma, estaba sentado en su escritorio preguntándose de dónde sacaría el dinero para pagar las horas extra y las bonificaciones que se debían a los casi cuatrocientos empleados del hospital. Afortunadamente, ya había pagado los salarios, pero el personal contaba con esa prestación adicional que debería haberse entregado hace algunos días.

La oficina de Nthenga está junto a la puerta del hospital rural de 250 camas, que ofrece sus servicios a una región con una población de cerca de 460 000 personas en el centro de Malawi. Aquel día los pacientes llegaban en motocicleta, a pie y en minibuses: mujeres en trabajo de parto, ancianos con hipertensión, un niño con daño renal, etc. El hospital cuidó de ellos y les brindó los servicios necesarios; después, Nthenga y otros administradores tendrían que averiguar cómo pagarlo. Si los pacientes no pueden pagar las bajos costos subsidiados por el hospital —una consulta cuesta alrededor de 90 centavos de dólar estadounidense—, el personal de Nkhoma calcula una cantidad que los pacientes puedan pagar, o encuentran algún programa de caridad que cubra el costo. Su política es no negarle a nadie el tratamiento. Pero, al final, la atención se debe pagar de algún modo.

La Iglesia Presbiteriana de África Central, una denominación malauí, dirige el hospital. Puesto que es el único hospital que funciona en el distrito rural de Nkhoma, el gobierno malauí ayuda a financiar los salarios del personal. Sin embargo, el sistema de salud del condado recae en gran medida en recursos del extranjero, al igual que el hospital misionero. Y Nthenga ha observado cómo las donaciones del extranjero van a la baja.

Esto está ocurriendo en hospitales misioneros de toda África que atienden a poblaciones rurales y pobres. Las donaciones de las iglesias y organizaciones occidentales han disminuido, mientras que la necesidad de atención médica va creciendo conforme lo hace la población. La pandemia empeoró esta tendencia, dicen los administradores del hospital misionero, porque las iglesias de Estados Unidos se centraron en sus propias necesidades y las necesidades de sus comunidades inmediatas.

Mientras el mundo de las misiones médicas celebra [enlaces en inglés] que los hospitales misioneros están pasando cada vez más a ser dirigidos por iglesias africanas, con médicos y administradores africanos, muchos de estos hospitales enfrentan una paradoja: dejar de depender de médicos extranjeros ha sido el sueño durante mucho tiempo, pero alcanzar ese sueño a veces significa perder recursos que vienen del extranjero.

Nthenga está acostumbrado al estrés monetario: el hospital debe encontrar cerca de cuarenta mil dólares al mes en algún lado para cubrir los gastos de funcionamiento. El personal se reúne cada dos semanas para revisar los libros de cuentas y decidir qué pagos son prioridad.

Nthenga lleva doce años trabajando en Nkhoma, y de alguna manera los déficits mensuales siempre se solucionan. Los hospitales de la iglesia, históricamente, conseguían sus fondos de las denominaciones estadounidenses, pero ahora suelen buscar ayuda de organizaciones internacionales como Samaritan’s Purse y, en el caso de Nkhoma, African Mission Healthcare.

Aun así, los dos años de la pandemia han sido los más duros que él y otros administradores del Hospital de Nkhoma recuerdan. Los proveedores comenzaron a pedir dinero en efectivo por adelantado porque el hospital se retrasaba con sus pagos. El hospital ha estado trabajando en ideas para generar ingresos, pero hasta ahora ha estado funcionando en déficit.

«La realidad es que no podemos funcionar sin donantes», dice Nthenga.

Frank Dimmock ha trabajado con Nkhoma y en Malawi durante años y sirve como enlace entre el histórico hospital presbiteriano y la Iglesia Presbiteriana de EE. UU. (PCUSA, por sus siglas en inglés). Dice que las donaciones de la PCUSA para los gastos operativos del hospital se estancaron durante la pandemia, aunque unos cuantos presbiterios dieron cantidades importantes para que el hospital pudiera responder a la crisis de la COVID-19.

Los hospitales misioneros «están todos sufriendo, a menos que sus iglesias hermanas del extranjero sigan cubriéndolos», dice Dimmock. Pero el número de socios extranjeros disminuye. En 2011, él llevó a cabo una investigación con asociaciones médicas cristianas de toda África. Grupos desde Togo hasta Malawi informaron que las donaciones extranjeras estaban cayendo. Una asociación en Chad le dijo a Dimmock: «[Los europeos] nos piden que nos centremos en las oportunidades locales de recaudación de fondos».

Desde entonces, dice Dimmock, las iglesias extranjeras no mandan tantos misioneros —expatriados que a menudo traen con ellos visitantes y dinero— como solían.

Los hospitales misioneros son clave para el sistema de salud del África subsahariana, donde la mayor parte de la población es rural, pero las infraestructuras médicas se suelen concentrar en las ciudades capitales. Los hospitales religiosos como Nkhoma tienden a operar en áreas más remotas. En Malawi, el 70 por ciento del cuidado de la salud rural viene de clínicas y hospitales de la iglesia. Nkhoma también es un hospital universitario que forma a enfermeros, estudiantes de medicina, médicos de familia y cirujanos malauís.

Sin embargo, proporcionar personal capacitado y una infraestructura hospitalaria en lugares remotos es caro, y las poblaciones a las que atienden los hospitales misioneros no tienen el dinero para financiarlo. Una compilación de encuestas domiciliarias de catorce naciones africanas publicada en la revista médica The Lancet en 2015 mostraba que las instalaciones médicas religiosas tenían el mayor porcentaje de pacientes provenientes del quintil económico más bajo.

Una pintura del Hospital de Nkhoma de un artista local.Pintura por Eddie Amtonyo
Una pintura del Hospital de Nkhoma de un artista local.

En Nkhoma, la economía de la población para la que trabaja el personal era evidente: algunos pacientes venían descalzos, y una madre trajo a su frágil bebé de tres meses con el pelo cobrizo y las lesiones cutáneas características de la malnutrición, así como a su hijo de tres años que pesaba menos que un niño de uno. El hospital rehabilitó a los niños durante once días y después les dio el alta. En un control médico tres semanas más tarde, el bebé al que se le veían los huesos había ganado un kilo de peso (dos libras), y estaba rollizo y saludable.

En los últimos años, los desafíos económicos se han agravado y han puesto a prueba el temple de Nkhoma.

Durante la pandemia, las hospitalizaciones de corta estancia descendieron un ochenta por ciento. Según el personal del hospital, los pacientes tenían miedo de contagiarse de coronavirus en el hospital, y debido a los confinamientos tampoco tenían dinero para los servicios.

El kwacha malauí también se devaluó durante la pandemia, haciendo que los suministros fueran aún más caros. El personal del hospital también esperaba que la guerra en Ucrania afectara a su balance, haciendo que fuera más difícil obtener productos.

El precio de las medicinas, la partida presupuestaria más cara después de los salarios, ha subido. Hubo escasez de sulfato de magnesio, que el hospital utiliza para tratar la preeclampsia, y de diazepam, utilizado para tratar convulsiones. Decidir qué medicamentos tener a mano es difícil. Algunos son demasiado caros como para tener existencias de dicho medicamento para enfermedades poco comunes, y algunos caducan demasiado rápido para un hospital rural con un presupuesto limitado.

«Cada vez que vamos a pedir presupuesto para un mes o dos meses de medicamentos, siempre tienen nuevos precios. Los precios no solo suben un diez o un veinte [por ciento], sino un cuarenta, un cincuenta por ciento», dice Agness Nyanda, administradora del hospital. Pero los precios de las consultas y los tratamientos permanecen iguales.

Para recortar costos, el hospital comenzó a limitar el uso de sus vehículos, lo cual incluía a veces cancelar visitas que no fueran de urgencia a pacientes en aldeas. Intentaron reutilizar las batas protectoras sumergiéndolas en cloro (lejía), pero eso no funcionó, así que cambiaron a tejidos lavables.

En enero y febrero, los ciclones se sumaron a los problemas del hospital. Dejaron fuera de funcionamiento una de las cuatro plantas hidroeléctricas que proporcionan energía al país, desatando apagones continuos que duraban horas y continuaron durante meses. Las lluvias persistentes dañaron el cableado subterráneo que conectaba con uno de los generadores del hospital, obligando al hospital a confiar durante varios días en un generador de refuerzo demasiado pequeño.

Durante su noveno día en funcionamiento, el generador de refuerzo se apagó. El hospital se apresuró a traer tanques de oxígeno para los pacientes de COVID-19 y generadores portátiles para apoyar a los bebés prematuros de la sala de neonatología. Evacuaron un caso de cirugía urgente a otro hospital. Hubo mujeres que dieron a luz bajo la linterna de los celulares.

Por fortuna, ningún paciente murió. Pero Nyanda dice que reparar el cableado subterráneo le costó al hospital cerca de seis mil dólares. Cuando se presente otra emergencia como esta, es posible que el hospital tenga que retrasar otros pagos, como los pagos a los trabajadores. Aunque el personal es consciente de que hay que hacer sacrificios al trabajar en un hospital rural, donde puede ser que sus familias no tengan tantas oportunidades laborales o educativas, los retrasos en los salarios se suman a un estado de ánimo ya agotado.

Pero entonces, algo nuevo —algo esperanzador— ocurrió durante la pandemia, a principios de 2021.

El hospital hizo una llamada de emergencia a las iglesias locales, diciendo que estaba en problemas y necesitaba ayuda. Las iglesias respondieron con la mayor cantidad que hayan dado jamás: reunieron un total de 13 000 dólares estadounidenses. Fue muy significativo, aunque fuera suficiente para cubrir apenas una pequeña parte de los gastos mensuales del hospital.

«Dios nos ha ayudado», dice Nyanda.

El día que Nthenga trataba de averiguar qué hacer con los pagos del personal, el hospital recibió dos donaciones sin designar expedidas desde Estados Unidos. Una era por 12 000 dólares, proveniente de una iglesia presbiteriana de Seattle. Su problema estaba resuelto. Si los fondos hubieran estado designados, no podría haber pagado los salarios. Ordenó una transferencia de dichas donaciones directamente hacia la cuenta bancaria del hospital, que sumó el dinero suficiente para permitir los pagos al personal.

«Así que la cuestión es: ¡¿Qué pasará el mes que viene?!», dice Nthenga con una risa sincera. «Avanzamos por la gracia de Dios, y los años pasan. A veces me hace gracia y me sorprende: ¿Qué nos hizo superar el 2019? ¿Qué nos hizo superar el 2020? ¿El 2021, 2022? La gracia de Dios está sobre nosotros, pero nosotros también hacemos nuestra parte».

Emily Belz es reportera para Christianity Today. Reside en Nueva York.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Ideas

Los cristianos deberían abrir camino en materia de diversidad e igualdad

Nuestra fe nos llama a recibir a otros con los brazos abiertos, de la misma forma en que nosotros fuimos recibidos.

Christianity Today July 28, 2022
Edición por Christianity Today / Source Image: Juan Moyano / Getty

Para aquellos que creemos ser salvos por la fe y a quienes nos importan los demás como un elemento fundamental de lo que creemos, sabemos que lo primero debe preceder a lo último; sin embargo, aun así es fácil dejar que las tareas y los deberes se conviertan en las estrellas que guían nuestro camino.

Con un perfil de personalidad 3 en el eneagrama, entiendo muy bien con qué facilidad la búsqueda del progreso y los logros hacen que olvidemos por qué siquiera estamos en el camino. El reto viene cuando permitimos que nuestro qué y nuestro cómo sustituyan nuestro porqué, y rápidamente podemos comenzar a sentir la carga de la presión por completar nuestra «lista de tareas».

Al hacerlo, descuidamos la profunda transformación del corazón que se necesita para atender el quebrantamiento y el sufrimiento presente en nuestros vecindarios, nuestras comunidades y la sociedad en general.

Este es el problema al que se enfrentan hoy en día los que trabajan en áreas de diversidad, igualdad e inclusión (en adelante DII). Por ejemplo, un artículo [enlaces en inglés] sobre liderazgo de Forbes presentó cuatro razones por las cuales los programas de DII fallan: todos ellos están centrados en las tareas. Sin embargo, como cristianos, sabemos que hay mucho más en esta cuestión.

La diversidad, la igualdad y la inclusión deberían importarnos porque son la realización de una verdad importantísima arraigada en lo profundo de la fe cristiana. La verdad es que, a pesar de nuestras diferencias, todos hemos sido hechos iguales a imagen y semejanza de Dios y, en última instancia, le pertenecemos a Dios y nos pertenecemos mutuamente. Este es el porqué detrás de todo lo que hacemos, el combustible que mantiene nuestros ministerios en movimiento.

Sin embargo, el enfoque no solo debería estar en la DII, sino en la diversidad, la igualdad y la pertenencia (DIP), donde la palabra «inclusión» se reemplaza por un sentido más integral de pertenencia, algo que yo creo que es el eje central sobre el cual deben girar la diversidad y la igualdad.

Creo que los cristianos están en la mejor posición para hacer avanzar iniciativas DIP y movimientos que sobrevivirán al paso del tiempo y servirán como testimonio ante el mundo. Pero no podremos hacerlo sino hasta que hayamos asumido las dos realidades centrales de por qué debemos ver y elevar las voces y las vidas de los que no son como nosotros.

Primero, pertenecemos a Dios

Durante varios años, la comunidad a la que pertenezco ha tenido que mirarse seriamente al espejo para comprender de qué modo estábamos transmitiendo un sentido de pertenencia a aquellos llamados a servir bajo nuestro estandarte. Nuestro objetivo es introducir a personas provenientes de muy diversos ámbitos de la vida y ayudarlos a crecer en su fe, de tal modo que sientan y sepan que pueden prosperar en su llamado individual.

Para ese fin, hemos buscado establecer el fundamento para lo que esperamos que sea un trabajo sostenible a la hora de elevar e incluir a quienes provienen de diferentes trasfondos y experiencias. Yo tengo una profunda convicción al hacer esto porque creo que las iniciativas DIP están en el centro mismo del evangelio.

La razón es sencilla: hacemos este trabajo porque Cristo murió para que cada uno de nosotros —sin importar nuestras diferencias— pudiéramos pertenecer de nuevo al reino de Dios. Las Escrituras no dicen que Cristo murió por algunos según cierta jerarquía (p. ej.: por los blancos más que por los no blancos, por los ricos más que por los pobres, por los hombres más que por las mujeres, etc.).

En su bondad, Dios nos ofrece a todos una pertenencia verdadera: una sensación familiar de comunidad y la comprensión de que pertenecemos a Él y nunca tendremos que estar solos. El corazón de nuestro deseo de asegurar que la gente sea vista y escuchada no es que sintamos la urgencia de unirnos al momento cultural, sino reflejar la verdadera naturaleza de un Dios que ama a todo el mundo y que, por lo tanto, ama la diversidad.

Dios quiere que confiemos en Él, que nos acerquemos a Él y que seamos parte de su familia. Somos sus hijos. Cuando Él puso su impronta sobre nosotros, estaba afirmando que le pertenecemos.

¿Cuántos de nosotros necesitamos escuchar ese mensaje hoy? ¿Cuántos en nuestro prójimo, gente de piel negra y marrón, mujeres, discapacitados, pobres y abandonados necesitan saber que le pertenecen a Alguien que, en vez de juzgarlos y burlarse de ellos por lo que son, por cómo se ven, o por lo que la sociedad piensa de ellos, busca en cambio abrazarlos en Cristo?

Dios sabe algo que nosotros no sabemos (¿en serio?): las diferencias que vemos en los demás —y que a veces despreciamos— son un recordatorio de lo extravagantemente intencional, creativo, hermoso, generoso y desprendido que es nuestro Dios. La semejanza no es una virtud en la economía de Dios. Por el contrario, la semejanza en realidad limita nuestra capacidad para ver y apreciar toda la magnitud de la belleza del mosaico de diversidad que es la creación de Dios.

En The Next Evangelicalism [El próximo evangelicalismo], Soong-Chan Rah escribe: «Aunque nuestro individualismo occidental centra nuestra atención en el reflejo de la imago Dei en el individuo, necesitamos ver la imagen de Dios expresada como un reflejo colectivo». Es solo en nuestra diversidad que manifestamos la totalidad de la belleza de la imagen de Dios.

¿Cuál es la conclusión? Los brazos abiertos de Dios en señal de bienvenida no tienen límites. Como cristianos, nosotros mismos hemos experimentado la pertenencia a Dios y, por lo tanto, debe ser nuestro deseo que todas las personas lo experimenten: de parte de Dios y de parte de las personas.

Segundo, nos pertenecemos unos a otros

Los lemas existen por una razón. Cuando la pandemia golpeó en 2020, ¿cuántos escuchamos la expresión «nueva normalidad» hasta que ya no aguantábamos más? Y, aun así, esa era la expresión que necesitábamos en ese momento. Hoy en día, un término que he escuchado mucho es «proximidad»: la importancia de la cercanía en el espacio, el tiempo o las relaciones.

Creo que, simplemente, nunca conseguiremos que las iniciativas DII salgan bien sino hasta que cultivemos una sensación de proximidad entre nosotros y aquellos que nos rodean: cerrando las brechas de entendimiento entre nuestras experiencias y las personas de diferentes trasfondos (p. ej. étnico, racial, económico, generacional, etc.).

Aun a riesgo de sonar controvertido, a veces me pregunto si los creyentes convertimos ciertos temas o ideas en monstruos sin cabeza solo porque estamos buscando una manera sencilla de deshacernos de las conversaciones difíciles y de las tensiones. ¿Cuántos de nosotros hemos visto cómo se termina una conversación en cuanto aparecen términos como «teoría crítica de la raza» o «progresismo»?

La verdad es que ciertos aspectos de la teología estadounidense occidental no han conseguido darnos las herramientas para aceptar la tensión y la incomodidad. Esto puede hacer que seamos tristemente incapaces de apoyarnos en la dura realidad que la búsqueda de pertenencia requiere que veamos e integremos. Es mucho más difícil para nosotros ahondar en nuestros puntos de conflicto y explorar juntos nuestras diferencias.

En su libro Think Again [Piensa de nuevo], el psicólogo Adam Grant explica que a menudo escuchamos los puntos de vista «que nos hacen sentir bien, en vez de ideas que nos hacen pensar más» y «favorecemos la comodidad de la convicción por encima de la incomodidad de la duda». Vaya.

La realidad del reino de Dios es que todos nos pertenecemos unos a otros y, por lo tanto, no podemos ignorar las conversaciones difíciles que buscan honrar la imago Dei en todos nosotros. Ocurre demasiado a menudo que nos vemos a nosotros mismos y a los demás solo como individuos. Pero la obra de Dios en nosotros también es algo colectivo y comunitario: Él nos ha colocado en el contexto de una familia en el cuerpo de Cristo.

Por esto es que pensar en términos de DIP importa: porque el hecho de que todos trabajemos y vivamos juntos es importante para Dios. Él nos ha creado para vivir en comunidad con los demás y así reflejar su imagen en este mundo.

Extiendo una invitación a que reflexionemos no solo en el qué y el cómo de la diversidad, la igualdad, la inclusión y la pertenencia, sino también en el porqué elevamos estos valores. Como cristianos, debemos comenzar nuestra búsqueda de iniciativas DIP mientras permanecemos firmes sobre el fundamento que Dios ya ha establecido para nosotros.

Somos un pueblo que le pertenece a Él, y a su vez nos pertenecemos unos a otros, y Dios desea que esto sea cierto para todas las personas, en todos los lugares. Las Buenas Nuevas consisten en que Dios nos invita a participar en ayudar a que los que nos rodean experimenten esta verdad y descubran que también ellos pertenecen a su reino.

Arthur L. Satterwhite III es el vicepresidente de diversidad, pertenencia y estrategia de Young Life.

Speaking Out es una columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no necesariamente representa la opinión de la publicación.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

La evangelización en China comienza con el Big Bang

Mirar al pasado puede ayudar a los cristianos a entender y practicar la apologética de mejor forma.

Matteo Ricci (izquierda) y Xu Guangqi (en chino: 徐光啓) (derecha).

Matteo Ricci (izquierda) y Xu Guangqi (en chino: 徐光啓) (derecha).

Christianity Today July 26, 2022
WikiMedia Commons

En la primavera de este año, un ministerio canadiense organizó un bu dao hui o «encuentro de evangelización» para la diáspora china. Su tema: la ciencia y la fe. Durante una hora, los asistentes aprendieron a través de una transmisión en línea cómo la teoría del Big Bang demuestra el comienzo del tiempo y el espacio, y cómo la extrema complejidad de los sistemas biológicos y de codificación genética indican claramente la existencia de un creador y diseñador del universo y de la vida humana. Escucharon una explicación sobre la «revelación general» y la «revelación especial». Y recibieron una invitación a creer en el Evangelio.

Al final de la conferencia por Zoom, se le pidió a los más de 200 espectadores que indicaran cuál era su condición colocando una letra en la pantalla. Aparecieron numerosas «C», que indicaban «ya soy cristiano». Sin embargo, también hubo varias «A», que significaban «He aceptado a Cristo como mi salvador y Señor esta noche».

El uso de la ciencia como un imán para compartir el evangelio ha sido durante mucho tiempo una forma común en que los cristianos chinos de Norteamérica comparten su fe con sus amigos no creyentes. Un número importante de los evangelistas chinos más conocidos tienen una formación científica y suelen hablar en las iglesias sobre la relación entre la ciencia y el cristianismo. Muchas iglesias creen que las conferencias y debates relacionados con la ciencia atraen la atención de quienes buscan respuestas, convicción a la que han llegado tras una larga historia de cambios en los sentimientos de los intelectuales chinos sobre la relación entre la ciencia y la fe cristiana en el país.

La llegada de los misioneros

Mucho antes de que la Iglesia Católica Romana comenzara a enviar misioneros a China en el siglo XVI, la filosofía y la visión del mundo en ese país estaban dominadas por el confucianismo, el budismo (con características chinas) y el taoísmo. Los intelectuales y funcionarios chinos no valoraban la ciencia y la tecnología, y la ciencia estaba especialmente subdesarrollada [enlaces en inglés]. Aunque había habido avances significativos en algunas áreas de la tecnología en la historia primitiva del país, por ejemplo, en la dinastía Tang (618-907 d.C.), China se había quedado muy atrás en materia de ciencia y tecnología antes de la dinastía Ming (en el siglo XIV).

Cuando Matteo Ricci y sus compañeros misioneros jesuitas llegaron a China por primera vez en 1583, se hicieron rápidamente conocidos por su celo en la introducción de los conocimientos científicos en China. Los misioneros católicos (los más conocidos, además de Ricci, son Adam Schall y Ferdinand Verbiest) utilizaron esta estrategia para conseguir abrirse paso entre la élite china (que deseaba fortalecer a China aprendiendo de Occidente) y a la vez lograr el objetivo final de difundir su fe.

Entablaron amistad con los oficiales de alto rango de la corte del emperador y dialogaron con los eruditos oficiales confucionistas chinos que contaban con un alto nivel educativo (el más famoso de los cuales fue Xu Guangqi, que posteriormente se convirtió al catolicismo). Se ganaron el respeto por sus impresionantes conocimientos de astronomía, calendarios, matemáticas, hidráulica y geografía, y entraron como expertos en comisiones imperiales especiales en campos científicos y tecnológicos. Su contribución al desarrollo de China hizo que muchos simpatizaran con el cristianismo, y su influencia positiva en la sociedad y la cultura chinas sigue siendo recordada por los intelectuales chinos en la actualidad.

De izquierda a derecha: Ferdinand Verbiest, Matteo Ricci y Adam Schall.WikiMedia Commons
De izquierda a derecha: Ferdinand Verbiest, Matteo Ricci y Adam Schall.

Los misioneros protestantes empezaron a llegar a China a principios del siglo XIX y rápidamente comenzaron a construir hospitales y universidades. Por su creencia en una estrategia de misión holística, ayudaron al desarrollo de la ciencia y la tecnología en la China de las dinastías Ming y Qing, especialmente en la ciencia médica y la educación científica. Muchas de las mejores universidades y hospitales en China hoy en día tienen sus raíces en universidades y hospitales históricos establecidos por misioneros protestantes.

Oposición y persecución

A pesar de estas contribuciones, durante las dinastías Ming (1388-1644) y Qing (1644-1912), los intelectuales chinos, en su mayoría, consideraban al cristianismo como una «religión extranjera» perjudicial para la cultura y las creencias tradicionales chinas, y a los misioneros como «herramientas de la invasión cultural imperialista occidental» con una agenda oculta. En tiempos de agitación política, los gobernantes podían atizar los movimientos nacionalistas y fomentar la hostilidad hacia los misioneros occidentales. En la «Rebelión de los Bóxers» de 1900, decenas de misioneros occidentales protestantes, católicos y ortodoxos y miles de cristianos chinos fueron masacrados en todo el norte de China.

En la década de 1920 estalló en China el Movimiento Anticristiano, provocado por la adopción de las ideas occidentales de democracia y ciencia por parte del Movimiento del 4 de mayo de 1919. Influidos por el marxismo y otros pensamientos occidentales no cristianos, muchos intelectuales progresistas consideraban que el cristianismo era antidemocrático y anticientífico.

Después de que el Partido Comunista Chino (PCC), dirigido por Mao Zedong, tomara el poder en 1949, el gobierno comunista creó las llamadas iglesias de las «Tres Autonomías» (autogobierno, autosuficiencia y autopropagación) que estaban dispuestas a separarse de las fuerzas «imperialistas» y a cooperar con el PCC. Las iglesias de las Tres Autonomías se convirtieron en las iglesias sancionadas por el gobierno, y este persiguió y encarceló a los pastores y líderes eclesiásticos que se negaron a unirse al sistema.

Las iglesias que no se conformaron a las nuevas reglas terminaron por convertirse en iglesias clandestinas que se reunían en casas. Durante la Revolución Cultural (1966-1976), tanto las iglesias que se reunían en hogares como las iglesias de las Tres Autonomías fueron prohibidas y destruidas bajo el argumento de que eran «vieja basura imperialista». El cristianismo fue criticado y tachado de imperialista y anticientífico e, irónicamente, incluso la «ciencia capitalista occidental» fue considerada «reaccionaria». Para la iglesia perseguida china de esta época, la ciencia no era, comprensiblemente, una cuestión prioritaria.

Tras la muerte de Mao, China abrió sus puertas a Occidente. Las iglesias que se reunían en casas comenzaron a crecer a un ritmo asombrosamente rápido en las décadas de 1980 y 1990 y se expandieron desde el campo a las ciudades que estaban pasando por un rápido proceso de desarrollo. Las iglesias urbanas tenían una proporción significativamente mayor de intelectuales y profesionales entre sus miembros. Los cristianos de estas iglesias heredaron el pietismo y el fundamentalismo de los cristianos tradicionales de las iglesias rurales, pero al mismo tiempo tenían mucho más contacto con el mundo exterior (especialmente después de que se popularizara el internet) y fueron fuertemente influenciados por la teología y la filosofía occidentales.

La llegada del internet

Tras la represión del movimiento democrático de la Plaza de Tiananmen de 1989 por parte del PCC, muchos jóvenes intelectuales chinos desilusionados y desanimados emigraron a EE. UU. y Canadá, y un número importante de ellos se convirtió al cristianismo. La mayoría de estos inmigrantes eran estudiantes de posgrado y eruditos en ciencias naturales, por lo que tenían un interés específico en la relación entre la ciencia y el cristianismo.

Cuando el acceso a internet se generalizó en la década de 1990 (y antes de la creación del Great Firewall), los sistemas BBS y los foros en línea se convirtieron en un destino popular que los cristianos chinos de todo el mundo utilizaron para dialogar con los no creyentes y practicar la evangelización y la apologética por internet. Los debates más acalorados giraban en torno a la ciencia frente al cristianismo, especialmente en torno a la evolución frente a la creación, y la cuestión de si «la ciencia ha refutado a Dios». La controversia no es sorprendente si se tiene en cuenta que la ideología oficial de China ha sido el marxismo-maoísmo (el cual también fue conocido como «socialismo científico») y que la educación oficial en China había adoctrinado a los estudiantes con dogmas antirreligiosos.

Durante las dos últimas décadas, el libro de apologética más influyente en la iglesia china ha sido Song of a Wanderer [Canción de un viajero] (You Zi Yin), escrito por Li Cheng, un evangelista con un doctorado en biología. El libro contiene notablemente muchas discusiones sobre la ciencia y la fe, especialmente la crítica a la teoría de la evolución, y ha servido como la primera elección en materia de apologética cuando las iglesias chinas y los cristianos buscan un libro para regalar a amigos que se encuentran en busca de la verdad, muchos de los cuales tienen una formación científica.

Apologética y evangelización en la actualidad

En la actualidad, las iglesias urbanas de China que se reúnen en hogares (que ahora enfrentan una persecución aún mayor) y las iglesias chinas de la diáspora fuera de China siguen enfrentándose a los desafíos del secularismo y el materialismo. En su evangelización y apologética, los cristianos chinos siguen encontrando a menudo la oposición del cientificismo y otros pensamientos modernistas, así como del posmodernismo.

En la sociedad en general, la mayoría de los científicos de China siguen considerando el creacionismo cristiano (especialmente el creacionismo que defiende la teoría de la Tierra Joven) como un disparate religioso anticientífico que niega la verdad de la evolución. Sin embargo, la actitud hacia la apologética cristiana relacionada con la ciencia entre los intelectuales chinos actuales no es del todo hostil.

En julio de 2021, se publicó en internet la transcripción de un video del famoso físico Chen-Ning Yang, uno de los pocos chinos galardonados con el Premio Nobel y uno de los científicos más respetados entre los chinos. En el video, Yang respondía a una pregunta del público: «¿Existe Dios?».

«Si te refieres a un “dios” antropomorfo, no creo que tal ser exista. Pero si me preguntas si existe un Creador del Universo, creo que sí», dijo. «Porque no es casualidad que el mundo tenga una estructura tan delicada… Las leyes de la naturaleza están perfectamente ordenadas, pero las combinaciones son aleatorias, por lo que cualquier producto creado con un propósito debe ser producto de un diseño inteligente».

Aunque no hay ninguna otra prueba que indique que Yang se haya convertido al cristianismo, parece que se ha convertido en teísta o deísta debido a los nuevos descubrimientos científicos.

Dentro de las iglesias chinas, nacionales o de la diáspora, hay diversidad de opiniones de los cristianos chinos sobre la creación frente a la evolución. El creacionismo de la Tierra Joven sigue siendo el más aceptado por los cristianos chinos en China y en el extranjero. El año pasado, ReFrame Ministries tradujo al chino dos libros que discuten el debate creación vs. evolución. Un libro presenta las diversas perspectivas cristianas sobre la cuestión, y otro se centra más en el Diseño Inteligente.

En julio de 2022, la organización publicará otro libro, Above All Things: The Romance and War of Christianity and Science [Sobre todas las cosas: el romance y la guerra entre el cristianismo y la ciencia], escrito en chino en coautoría por Xiao Zao y Jidian (yo mismo), ambos evangelistas chinos con formación científica (química y física).

Todavía queda trabajo por hacer para que los cristianos chinos superen la mentalidad anticientífica (en su mayoría arraigada en el fundamentalismo) y para que el campo de la apologética aprenda a aprovechar los propósitos modernos de evangelización científica. La apologética y la evangelización cristiana deben ser específicas para cada persona y ser especialmente sensibles a los antecedentes culturales e históricos de aquel que está buscando respuestas. A su vez, los argumentos estratégicos de la apologética científica pueden tener un peso especial, específicamente cuando se trata de atraer a los intelectuales chinos. Espero que reflexionar sobre la historia narrada en este artículo pueda beneficiar a los cristianos a la hora de contextualizar sus esfuerzos apologéticos y de evangelización.

Sean Cheng es editor de CT Asia.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Church Life

Bill Maher, Donald Miller y John Piper tienen algo en común

De diferentes maneras, Dios los usó para guiarme a Cristo.

Christianity Today July 21, 2022
John Boal

Yo era un típico niño estadounidense, hasta que todo cambió. En la escuela secundaria, mi vida giraba en torno a los deportes y la popularidad. Más tarde obtuve una beca para jugar béisbol en la universidad Virginia Commonwealth. Al terminar la universidad, la mayoría de las personas estaban listas para asumir las responsabilidades de la edad adulta. Yo no.

Con cada año que pasaba, mi vida se salía cada vez más de control. Las fiestas de fin de semana de mi primer año en la universidad, en el último año se convirtieron en fiestas de una semana, mientras que la bebida casual se convertía lentamente en alcoholismo.

Sin dirección y sin aspiraciones, salí a la calle. Y durante los siguientes cinco años, perdí por completo el control de mi vida. Un amigo de la universidad con el que fumaba hierba con regularidad me puso en contacto con su traficante y comencé a vender drogas. Para complementar mis ingresos, comencé a trabajar en restaurantes como mesero y cantinero. Esto me permitió seguir de fiesta toda la semana, y además me brindó una base de clientes instantánea.

También me introdujo a la cocaína. Y la cocaína me robó el alma. Tan pronto como me la presentaron, me enganché. Salí tanto de fiesta que me despidieron de varios trabajos de barman. Luego comencé a vender cocaína. Me convertí en un monstruo: un mentiroso y un ladrón. Usé todo y a todos para servirme a mí mismo. No me importaba a quién lastimaba.

Casi toqué fondo una noche de verano de 2005. Acababa de regresar a mi casa después de hacer algunas ventas. Me estacioné, miré por el espejo retrovisor y vi un Crown Victoria negro detenerse de golpe. Supuse que estaba a punto de ser asaltado, arrestado o asesinado.

Mientras me dirigía a la puerta trasera de la casa, escuché que alguien me gritaba que me detuviera. Fingí estar hablando por teléfono. Gritó de nuevo. Me di la vuelta para ver a un hombre vestido con un abrigo negro de piel y jeans. Le dije que no sabía quién era. Así que sacó una cadena gigante de debajo de su suéter, revelando una placa de policía dorada. Me dijo que íbamos a entrar juntos en mi casa y que necesitaba abrir la puerta. Traté de ocultar que me temblaban las manos, pero quise cooperar. Tan pronto como giré la llave en la cerradura, dijo: «Está bien, todo está bien».

Me explicó que había informes de que alguien había iniciado incendios en los basureros de los callejones de mi zona y quería asegurarse de que yo realmente vivía allí. De lo que no se dio cuenta fue que justo del otro lado de mi puerta trasera había una mesa con pilas altas de cocaína que estaban listas para la venta. Celebré la ocasión consumiendo muchísima cocaína.

Para este momento, la fiesta constante se había convertido en una forma de evitar el gran agujero en mi alma. No podía conservar un trabajo. Había ahuyentado a todos los que se preocupaban sinceramente por mí. Era profundamente infeliz y, lo que es peor, no sabía cómo detenerme.

Intentos de cambio

Decidí hacer cambios drásticos en mi vida y en 2007 me alisté en la Guardia Costera de los Estados Unidos. Y aunque el campo de entrenamiento me dio la estructura y la disciplina que tanto necesitaba, no pudo cambiar mi corazón. Eso se volvió dolorosamente evidente cuando, después de presentarme para el servicio en Oregón, volví a caer en la misma forma de vida y comencé a luchar contra la depresión y la ansiedad.

Entonces Dios puso a Art Thompson en mi vida. Art era un joven patinador del norte de California que acababa de unirse a la Guardia Costera. Art amaba a Jesús, y también me amaba a mí. Él compartió fielmente el evangelio conmigo, siempre insistiendo en decir: «Jesús te ama, hermano». Me invitaba regularmente a cenar con su esposa e hijas, y en nuestras reuniones describía cómo Jesús había cambiado su vida. También me invitó a la iglesia, y aunque nunca fui (porque solía tener mucha resaca), nunca dejó de amarme. Art tenía una alegría sincera y profunda que yo quería en mi propia vida. Simplemente, no sabía cómo conseguirla.

En marzo de 2008, fui reubicado a California. Y a pesar del cambio de escenario, los mismos problemas con el alcohol y las drogas me siguieron hasta allá. Pero esta vez, también lo hizo Dios. Puso a un par de cristianos más en mi vida, uno de los cuales puso libros de Donald Miller en mis manos. Uno en particular, Blue Like Jazz, tocó una fibra sensible en mi corazón. Me hizo desear una relación con Dios como nunca antes.

Empecé a asistir a la iglesia, aunque de manera irregular, y salí pensando que ser cristiano significaba hacer cosas buenas. Entonces, comencé a hacer cosas buenas, como entrenar un equipo de béisbol de ligas menores y ser voluntario en eventos de servicio comunitario. Pero en realidad no estaba cambiando. Todavía iba a los clubes tanto como antes. Todavía mentía y usaba a la gente sin pensarlo dos veces.

En octubre de 2008, fui reubicado una vez más, esta vez a Baltimore. Sin amigos, pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo, jugando al póquer en línea y viendo películas.

A principios de 2009, alquilé el documental Religulous de Bill Maher. Sus objeciones al cristianismo me llamaron la atención porque cuestionaron algunas de las doctrinas fundamentales que Art me había explicado el año anterior. Después de verlo, me conecté a internet y busqué en Google «debate cristiano», con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera responder a estas objeciones. Encontré a Ravi Zacharias. Durante los siguientes seis meses, vi cada uno de sus videos y escuché cada una de sus charlas. Memoricé los argumentos a favor de la existencia de Dios. Sabía cómo responder a las objeciones al cristianismo. Llegué a creer en mi mente que todo era verdad.

Sin embargo, el problema era que todavía concebía el Evangelio como un llamado a cambiarme a mí mismo mediante el ejercicio de la fuerza de voluntad. Y durante la segunda mitad de 2009, en verdad comencé a convertirme en una mejor persona. Dejé de consumir alcohol y drogas, y comencé a ejercer autocontrol. Mi vida estaba en orden por primera vez desde la escuela secundaria. Yo me había salvado a mí mismo.

Mis cadenas cayeron

Y luego, mi suelo se hundió. Mientras celebraba la víspera de Año Nuevo con algunos viejos amigos, una ronda de bebida informal se convirtió en un atracón total. Estaba tan borracho que me desmayé, lo que no me había sucedido en años. Al día siguiente, mis amigos expresaron su preocupación por mi comportamiento imprudente.

Conduje a casa en un estado de total desesperanza, convencido de que nunca podría cambiar realmente. Al regresar, pensé en escuchar algún sermón para despejarme la mente. Un par de semanas antes había escuchado por primera vez de un predicador llamado John Piper, y pensé que valdría la pena escucharlo.

Empecé a desempacar mientras escuchaba el sermón, pero unos minutos más tarde me encontré de pie en la sala, cautivado. La predicación de Piper sobre Dios, el pecado, la justicia y el infierno no se parecía a nada que hubiera escuchado antes. Por primera vez entendí que era culpable de algo más que hacer «cosas malas»: había pecado contra Dios y merecía su juicio.

Dos noches después, escuché otro sermón de Piper, uno sobre Juan 3:16. Piper describió cómo el versículo contiene algunas de las verdades más importantes de las Escrituras. Dependiendo de cómo respondamos a ello, predicó, pasaremos la eternidad con Dios en el cielo, o separados de Él en el infierno.

Recuerdo claramente que el tiempo se desaceleraba mientras lo escuchaba decir esas palabras. Los últimos diez años de mi vida comenzaron a pasar por mi mente: la mentira, la embriaguez, el consumo de drogas y todos mis otros terribles pecados contra un Dios santo. Sentí su peso aplastante y supe que iba de camino al infierno. Y entonces, pude ver que eso no era necesariamente cierto.

La carga de mi pecado se desvaneció en un instante, cuando fue reemplazada por el conocimiento de que Jesús era el Señor, y Dios me había salvado. Ese momento provocó un cambio inmediato y radical en mi vida, ya que Dios quitó mi corazón de piedra y me dio un corazón de carne. Él me había liberado de mi pecado.

John Joseph es pastor principal de la Iglesia Bautista Cheverly en Bladensburg, Maryland.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

El evangelio no siempre tiene que venir con la llave de la casa

El poder de la hospitalidad introvertida en el extrovertido ministerio de la iglesia.

Christianity Today July 20, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Panuwat Dangsungnoen / the_burtons / Getty

Como cristiana introvertida y esposa de pastor, quizá el área más difícil para mí ha sido el llamado bíblico a la hospitalidad, así como la interpretación de ese llamado en nuestra cultura.

Las discusiones cristianas más populares acerca de la hospitalidad a menudo giran en torno a las mujeres, especialmente las amas de casa, e incluyen elementos claramente vinculados a una personalidad extrovertida, tales como extender invitaciones a vecinos y extraños, preparar comidas para mucha gente, instaurar una política de puertas abiertas, y abrazar el ruido y el desorden.

Aunque yo me he beneficiado y he sido desafiada por estas posturas, a menudo siento que establece estándares imposibles que yo nunca llegaré a cumplir.

Sin embargo, entonces recuerdo que Jesús no tuvo hogar en la tierra al cual invitar a otros. Cuando se sentó con la mujer junto al pozo o cruzó el mar para liberar a un solo hombre de sus demonios, no estaba tratando de atraer a la gente a una fiesta vecinal. A veces, nadie podía encontrarlo: se alejaba solo, exponiendo tendencias sospechosamente introvertidas.

Y, aun así, Él encarnó la hospitalidad —que se traduce de la palabra griega que significa amar al extraño— en todo lo que hizo y con todo el que se encontró.

Henri Nouwen escribió en Reaching Out: The Three Movements of the Spiritual Life [traducido como Abriéndonos: Los tres movimientos de la vida espiritual] que el término hospitalidad «no debería limitarse a su sentido literal de recibir a un extraño en casa —¡aunque es importante no olvidarse nunca de ello ni dejar de hacerlo!—, sino como una actitud fundamental hacia otros seres humanos, que se puede expresar de una gran variedad de maneras».

Cuando pensamos en Jesús, el concepto de hospitalidad quiebra el molde que lo envuelve y se revela como lo que realmente es: los ojos para ver a los marginados y los solitarios, el corazón para abrazar a los dolidos, y la capacidad para ofrecer una presencia amable y sin prisas en un mundo que va corriendo a toda velocidad mientras atiende sus muchas ocupaciones. Esto es algo que podemos y debemos cultivar como creyentes, sin importar nuestra personalidad o temperamento.

Ser introvertida no me excluye de seguir a Cristo al amar a mi prójimo; sin embargo, tampoco significa que tenga que amar a los demás de la misma forma en que lo hacen los extrovertidos. El evangelio no siempre viene con la llave real de una casa, pero siempre tiene que venir con una llave a nuestro corazón.

El ideal extrovertido de hospitalidad

En su libro Quiet: The Power of Introverts in a World that Can’t Stop Talking [En silencio: El poder de los introvertidos en un mundo que no puede parar de hablar], Susan Cain traza el crecimiento del ideal de la extroversión a lo largo de la historia y en muchas culturas.

Como cultura, hemos llegado a ver el ideal del yo como una persona gregaria, enérgica, orientada a la acción y que brilla con toda su fuerza cuando se encuentra rodeada de otras personas. «La introversión, junto con sus primos la sensibilidad, la seriedad y la timidez, ahora son vistos como rasgos de personalidad de segunda clase», escribe Cain.

Las discusiones acerca de la hospitalidad cristiana a menudo se inclinan hacia los mismos ideales de extroversión. Por ejemplo, The Turquoise Table [La mesa turquesa] de Kristin Schell desató un movimiento por todo el país que invitaba a colocar una mesa de picnic en el patio delantero con el objetivo de conectar con vecinos y extraños. Otros libros y artículos llaman a los cristianos a organizar cenas con frecuencia y a emitir una invitación permanente a todos los niños del vecindario.

Escritoras más introvertidas como Rosaria Butterfield, quien escribió The Gospel Comes with a House Key [El evangelio viene con la llave de la casa], reconoce que es posible que los introvertidos necesiten «prepararse [para el ministerio] de manera diferente que otros», pero sigue argumentando a favor de los mismos estilos de vida extrovertidos con comidas nocturnas con la comunidad, fiestas vecinales y hospedaje frecuente para las familias sin hogar.

No voy a decir que estas cosas tan «radicalmente habituales» no sean recomendables: lo son, muchísimo. Pero todas parecen sugerir que la única manera de mostrar hospitalidad fielmente es transformar nuestros hogares en cierta clase de comunas cristianas, o al menos apoyar activamente a aquellos que lo hacen.

En nuestro hogar todos somos introvertidos, y nuestro breve experimento de invitar feligreses a nuestra casa cada semana fracasó espectacularmente. ¿Qué podría significar una vida de hospitalidad habitual y radical para nosotros? Para personas como yo, que sufrimos incluso síntomas de enfermedad física tras someternos a periodos de interacción social prolongada, ¿es acaso la única respuesta ajustarse a un estilo de vida extrovertido un poco menos intenso compensado con más tiempo personal?

El poder de la hospitalidad introvertida

En una entrevista, Rosaria Butterfield habla sobre sus vecinos Ken y Floy Smith, quienes fueron piezas clave en su camino hacia la fe e inspiraron su propia visión de la hospitalidad. «En su hogar la puerta estaba abierta. Siempre había gente entrando y saliendo de la casa: gente de la iglesia y gente que no era de la iglesia». Ken, un pastor, recibía con calidez a todo el que llegaba a su casa.

Esto es hospitalidad extrovertida en su mejor y más bella expresión. Pero yo diría que no es para todo el mundo, y no es la única manera.

Por el contrario, recuerdo a mi amiga Rebekah. Cuando estaba en la universidad me tomé un año sabático para vivir y servir en un orfanato en Corea del Sur. Los primeros meses fueron los más difíciles de mi vida, porque tuve que lidiar con la soledad y la depresión.

Durante este tiempo tuve una amiga en Seúl llamada Rebekah a quien visitaba de vez en cuando. En su pequeño apartamento, me sentaba en su sofá amarillo y miraba por la ventana mientras ella hacía cosas en la habitación de al lado. A veces ponía un poco de música suave. Salíamos a caminar juntas por el hermoso otoño coreano y teníamos conversaciones profundas en cafeterías tomando té. Leíamos libros, veíamos películas y comíamos juntas. Su silenciosa amistad fue un bálsamo para mi alma.

Tanto Rebekah como yo somos introvertidas. Si ella hubiera abierto su casa a un torrente constante de interrupciones y hubiera invitado a una decena de sus amigos cada vez que la visitaba, su hospitalidad rápidamente habría perdido profundidad, poder e intimidad. Su puerta estaba protegida, y eso amplificó su capacidad de ofrecerme el tipo de hospitalidad que yo necesitaba en aquel momento. Ella fue un modelo de cómo una vida de amor puede fluir desde los ritmos y los salvaguardas de la soledad.

Al recordar a amigas como Rebekah, mi marido y yo hemos aprendido a darnos permiso para aceptar nuestra propia introversión en la hospitalidad y el ministerio. En vez de forzarnos a ser anfitriones de cenas semanales, llevamos la conversación fuera de casa y, en gran medida, lo hacemos durante la jornada de trabajo.

Cada mes le preguntamos a Dios hacia quién nos está dirigiendo, y entonces buscamos desarrollar amistades espirituales en lugares tales como senderos en la naturaleza, cafeterías o algún rincón tranquilo en la iglesia. Y realmente disfrutamos de estos momentos con amigos queridos, tanto nuevos como viejos.

Cuando invitamos a personas a venir a nuestra casa, es intencional, casual, planificado, informal y normalmente en grupos pequeños. Equilibramos esto con tiempo a solas y tiempo con nuestra familia, cuidando de nuestros horarios lo mejor posible, y dejando espacio para ser flexibles. Nuestra puerta no está siempre abierta, pero nuestros vecinos y amigos saben que estamos aquí para ellos con todo nuestro corazón cuando nos necesitan.

La introversión no es una desafortunada desventaja para el ideal de hospitalidad extrovertida de nuestra cultura: es una forma especialmente poderosa de hospitalidad en sí misma. Como introvertidos, compensamos con profundidad lo que nos falta en amplitud. Nos encontramos con el hombre solo al otro lado del mar y con la mujer en el pozo, en vez de con los miles en las colinas o las multitudes que levantaban el tejado.

Somos conscientes del modo en que Dios nos ha creado y no nos da vergüenza aceptar nuestra necesidad de pasar tiempo a solas. Nuestra soledad no solamente nos resulta vivificante, sino que rebosa en vida hacia el mundo. Nuestra clase de hospitalidad es vital para la salud de la iglesia.

El llamado comunitario y la tienda móvil de la hospitalidad

A menudo hacemos de la hospitalidad un llamado muy individualista; sin embargo, la iglesia tiene el llamado de practicarla de forma grupal: necesitamos extrovertidos, introvertidos y todos los que están en medio.

Quizá tú, como yo, no seas la mejor opción para el comité de bienvenida de la iglesia y te resulte difícil invitar a los vecinos a tu casa. Pero quizá seas un administrador, y tienes la habilidad para organizar eventos para que otros se reúnan. Quizá eres un artista que crea belleza que deja salir los deseos del corazón.

Quizá seas alguien que escucha con atención y estás abierto a interrupciones de parte de tus colegas como oportunidades para mostrar compasión. Quizá seas un profesor que ofrece un espacio para que tus estudiantes no solo aprendan, sino que sean escuchados y amados. Quizá lo tuyo sea siempre detenerte a hablar con las personas sin hogar que encuentras por la calle.

Sea cual sea tu temperamento, tu vocación o don, todos necesitamos una visión más grande de la hospitalidad: una que se extienda más allá de los muros de nuestros hogares. Necesitamos una visión de la hospitalidad que se parezca más a Jesús.

Cuando nos liberamos del concepto que tienen los demás de hospitalidad, podemos ser libres para descubrir nuestra manera única de bendecir a los que nos rodean. Y podemos comenzar a llevar el corazón de la hospitalidad adonde sea que vayamos.

Nunca olvidaré cuando mi familia y yo estábamos sentados en la habitación de un hotel una mañana, mientras estábamos de vacaciones, cuando el ama de llaves entró a limpiar. Ella tenía una actitud desagradable hacia nosotros mientras hacía las camas, y sentí que mi corazón comenzaba a enfurecerse. Mi suegra, introvertida también, había estado observando en silencio desde una esquina.

De pronto, mi suegra se levantó, tomó la otra esquina de la sábana y le dijo con una sonrisa: «Permítame que le ayude». La limpiadora se quedó sin habla, como yo. Esto era un corazón hospitalario en acción, y derritió en un instante la negatividad del ambiente con poder y belleza.

Jesús ha prometido que cuando lo amamos y le obedecemos, Él hace su hogar en nosotros (Juan 14:23). Por sobre todas las cosas, es a este hogar, al que invitamos a los demás cuando los recibimos con un espíritu de generosidad, bienvenida y cuidado. El hogar de Cristo en la tierra se parece más a una tienda de campaña que a una mansión establecida. Esta tienda va con nosotros a donde sea que vayamos, y Él es el tierno anfitrión de todos los que entran.

Gracias a Dios por su iglesia, y por la variedad de maneras en que Él muestra hospitalidad a un mundo solitario y hostil. Gracias por la gran mesa de su gran festín, que podemos degustar incluso ahora: ya sea en una casa llena de gente o en un silencioso apartamento de Seúl.

Sara Kyoungah White es editora en jefe del Movimiento de Lausana. Tiene un grado universitario por la Universidad de Cornell y ha trabajado como editora independiente, periodista y escritora. Vive en Grand Rapids, Michigan, con su marido Brian y sus dos hijos.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Las plantas nucleares de Alemania están cerrando, pero muchas preguntas éticas sobre la energía nuclear siguen vigentes

¿Cuál es la postura cristiana sobre los accidentes radioactivos, la tecnología y el reemplazamiento de los combustibles fósiles?

Christianity Today July 13, 2022
Sean Gallup / Getty

Emmy Janssen comprende la mecánica de la fisión nuclear. Como estudiante de Física en la Universidad Freie en Berlín, dice que las matemáticas pueden ser desafiantes, pero ama el modo en que sus estudios la enfrentan a lo que ella llama «la profundidad y la anchura del cosmos creado por Dios».

Pero como cristiana, no está tan segura de comprender sus responsabilidades éticas. Se pregunta acerca de «nuestro papel como hijos de Dios al traer al mundo la energía nuclear, en primer lugar».

Janssen no es la única. En todo el país, los evangélicos alemanes están sopesando la ética de la energía nuclear.

El gobierno se ha propuesto cerrar sus tres últimos reactores nucleares para finales de 2022. El cierre de Isar 2, Emsland y Neckarwetheim 2 completará el atomausstieg de la región, es decir, «el desplazamiento de la energía nuclear» y pondrá fin a toda una generación de debates políticos. Sin embargo, los debates, al igual que las partículas radiactivas, tienen lo que se conoce como una «semivida», y los evangélicos de Alemania siguen discutiendo los problemas de los residuos, los riesgos de accidentes catastróficos y los beneficios potenciales de la energía nuclear.

Definir una posición cristiana no es tan fácil como encender un interruptor de luz.

«Hay gente indiferente. Hay gente que está totalmente convencida de que la energía nuclear es sucia y peligrosa. Hay quienes la ven como una posibilidad de proteger el planeta y desarrollar una energía más limpia», dijo Matthias Boehning, director del Centro de Sostenibilidad de la Alianza Evangélica Mundial en Bonn.

Algunas de las diferencias parecen ser generacionales. Las perspectivas evangélicas más antiguas se vieron fuertemente influenciadas por la historia de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos y la URSS planeaban ataques y contraataques nucleares, así como por el recuerdo de los accidentes nucleares.

El programa alemán de energía nuclear arrancó en la década de 1950, produciendo energía para la nación mientras pasaba por el proceso de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial. El movimiento antinuclear alemán surgió más o menos en la misma época, exponiendo su preocupación acerca del potencial destructivo de las bombas atómicas y la increíble dificultad de lidiar con los residuos nucleares.

Pero, según los historiadores políticos [enlaces en inglés], la mayoría apoyaba el programa nuclear hasta 1986, año en que la tragedia de Chernobyl tuvo lugar.

Para Markus Baum, metodista de 59 años de edad y comentarista de radio en ERF Medien, ese accidente fue un punto de inflexión. Recuerda escuchar las noticias de que el reactor, en lo que ahora es Ucrania, se había derretido y quebrado, expulsando nubes de contaminación a la atmósfera. Hubo avisos de lluvia radioactiva. Él nunca volvió a pensar en la energía nuclear del mismo modo.

«Después de Chernobyl vimos las complicaciones, los peligros», dijo. «Decidimos que la senda nuclear por la que habíamos caminado no tenía futuro».

Creció la preocupación por la energía nuclear. El partido político de los verdes comenzó a argumentar la necesidad de un cierre inmediato de los reactores del país. «Chernobyl está en todas partes», decían. Solamente obtuvieron unos cuantos votos, pero el argumento se convirtió en una parte permanente del discurso político alemán.

En 1998, una coalición de gobierno entre los socialdemócratas y los verdes se comprometió a alejar a Alemania de la energía nuclear. La eliminación gradual comenzó en 2002.

Sin embargo, cuando Angela Merkel se convirtió en canciller en 2006 dijo que cerrar los reactores nucleares era «absurdo». Las plantas nucleares no solo eran «tecnológicamente seguras», sino que no emitían carbono, el cual es el culpable del cambio climático. Merkel, política de centroderecha, previamente había obtenido un doctorado en física cuántica. Ella comprendía la ciencia detrás de todo ello y creía en la seguridad de la energía nuclear.

Sin embargo, Merkel cambió de parecer en 2011. Un terremoto y un tsunami produjeron tres accidentes nucleares, tres explosiones de hidrógeno y contaminación radioactiva considerable en Fukushima, Japón, lo cual demostró de manera radical que sin importar lo segura que sea tecnológicamente, la energía nuclear siempre es peligrosa.

Merkel anunció que todas las plantas nucleares se cerrarían para finales de diciembre de 2022.

Algunos de los evangélicos más jóvenes del país, sin embargo, piensan que Merkel probablemente tenía razón al principio. Conocen los peligros de la energía nuclear, pero perciben que son menores comparados con el daño permanente causado todos los días por el uso de combustibles fósiles.

Al adoptar lo que se ha llamado una posición «ecomodernista», la generación Z y los millennials que buscan defender la Creación señalan que debe haber un aumento en los protocolos de seguridad, tecnologías aún más avanzadas y la urgente necesidad de una alternativa al carbón y al petróleo.

«Para ellos, la energía nuclear ofrece la posibilidad de producir energía limpia», dice Boehning, de la Alianza Evangélica Mundial. «Ellos están razonando de forma menos ideológica, más pragmática y más orientada hacia el presente».

Caroline Bader, cofacilitadora de GreenFaith’s International Network y coordinadora con las comunidades de fe alemanas, dice que esta clase de perspectiva tiene visión de corto plazo. La preocupación por el cambio climático no es una buena razón para regresar al poder nuclear, dice ella.

«Exigimos acceso universal a energías limpias y accesibles para todo el mundo, y la energía nuclear es dañina en ambos sentidos», dice ella. «Es cara, peligrosa, y no tan limpia como sus defensores sugieren».

Aun si no hubiera accidentes, señala Bader, las plantas nucleares producen desperdicios tóxicos y los alemanes tendrán que lidiar con ese gran problema técnico durante los próximos siglos.

Es posible que estos problemas se resuelvan con el avance de la tecnología, pero los problemas morales relacionados con la energía nuclear seguirán siendo complicados. Según el físico Robert Kaita, evangélico que ha trabajado en el Laboratorio de Física de Plasma de Princeton durante cuarenta años, esto se debe a que «como seres humanos creados a imagen de Dios, tenemos un tremendo poder para crear y destruir, para dar vida y quitarla».

Comprender la creación a un nivel atómico no es suficiente para que los cristianos acepten las cuestiones éticas de los reactores, dice él. Como científico, no desprecia las preocupaciones acerca de la energía nuclear. Más bien, ora por sabiduría y compasión.

«La energía nuclear no es inherentemente malvada», dice Kaita, «pero tenemos que ir más allá de los problemas técnicos y considerar las ramificaciones morales de lo que estamos haciendo».

Gerald Fink, especialista en protección contra la radiación que trabajaba para la Asociación de Técnicos de Inspección de Alemania, está de acuerdo. Dice que, como cristiano, quiere asumir una «perspectiva cosmológica», y señala a la narrativa de la creación de Génesis.

«El cristianismo forma parte de un proyecto muy grande de restauración y compleción. Nosotros somos una parte importante de esto, pero no se trata solo de nosotros», dice él.

Fink cree que las preguntas acerca de la tecnología, las energías limpias y la energía nuclear se pueden enfocar de manera más sabia y minuciosa si se empieza desde la perspectiva bíblica sobre la creatividad y el propósito humanos.

«Debes tener esta perspectiva en mente cuando llegas a la cuestión de la energía nuclear», dice, «y entonces te das cuenta de que se trata de algo más que solo separar o combinar átomos».

Fink sabe que esto no siempre responde a la pregunta de una cristiana de veinte años que estudia física en Berlín. Pero mientras que el gobierno alemán cierra sus últimas plantas nucleares y el debate político comienza un nuevo capítulo, este pasa a ser un punto desde donde los creyentes pueden comenzar su análisis.

Ken Chitwood es escritor y experto en religión global, y vive en Alemania.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Ideas

Abuso en la iglesia: lo que podemos aprender del camino a Jericó

President & CEO

No fue a los ladrones a quienes Jesús reprendió en la parábola del buen samaritano. Fue a los líderes religiosos.

Christianity Today July 13, 2022
Edición por Christianity Today / Source Image: WikiMedia Commons

La parte más dolorosa del informe sobre el comité ejecutivo de la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés) puede que sea el resumen de las entrevistas con los supervivientes de abuso sexual. Christa Brown habla con desgarradora elocuencia de las consecuencias, no solo del abuso en la iglesia, sino de la insensible falta de humanidad con la que los supervivientes fueron recibidos al intentar contar sus historias.

«Para la mayoría de la gente de fe», dice ella, «su fe es una fuente de solaz», una reserva de paz y un recurso que les ayuda a sanar. Para ella, sin embargo, la fe está «interconectada neurológicamente con una pesadilla». Fue violada repetidamente por su pastor cuando era niña y enfrentó un torrente de hostilidad cuando contó la verdad. «No solo es devastador física, psicológica y emocionalmente», dice, «sino que es espiritualmente destructivo. Es un asesinato del alma».

El patrón se repite por todo el informe. Un individuo sufre el horrible mal del abuso y después sufre el segundo mal de la monstruosa indiferencia de las autoridades religiosas. El segundo mal es particularmente desolador. Una cosa es sufrir a manos de un nefario hipócrita aislado. Otra cosa es cuando la compañía de los grandes y los santos te trata como si tu sufrimiento no significara nada.

Este mismo patrón, por supuesto, también se encuentra en una de las parábolas más amadas de Jesús. La parábola comienza con un viajero inocente en el camino entre Jerusalén y Jericó. En este sendero difícil y estrecho los ladrones lo asaltan, le quitan las ropas y lo golpean hasta casi dejarlo muerto. Un sacerdote pasa por allí, lo evita y lo deja a morir solo y desnudo. Un levita, un hombre cuyo servicio es la alabanza a Dios en el templo, hace lo mismo.

Entonces un samaritano, la última persona que la audiencia de Jesús hubiera esperado, le muestra misericordia al viajero. Derrama aceite y vino en sus heridas, le pone vendas, lo carga en su propio burro hasta una posada y lo atiende durante la noche. Le dio dinero al posadero y le dice: «Cuídemelo, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva» (Lucas 10:35).

Algunos paralelos con nuestras circunstancias presentes son obvias. El cuerpo de la iglesia está plagado del cáncer del abuso. Nunca se trató solo de la Iglesia Católica Romana. Seguramente no serán solo las iglesias bautistas del sur. Como han dejado tan dolorosamente claro las voces de los supervivientes y los defensores, hay ladrones y bandoleros entre nosotros que asaltan a los vulnerables y los dejan humillados, abusados y luchando por su vida.

La existencia de ladrones, sin embargo, casi se da por hecho en la parábola. Aunque debemos hacer todo lo que podamos para detenerlos, mientras siga habiendo pecado seguiremos teniendo abusadores entre nosotros. En la parábola, a quien se condena más duramente es a los líderes religiosos. El sacerdote y el levita no solo no hicieron lo correcto: se unieron a los ladrones en su deshumanización del abusado. Puede que hayan hecho una profesión de fe elocuente en los terrenos del templo, puede que hubiera multitudes esperándolos en Jericó, puede que tuvieran cosas más importantes que hacer. Pero tu fe será real tanto como trates a la imagen de Dios que tienes frente a ti.

Cuando alguien le preguntó a Jesús quién era el mayor en el reino de los cielos (Mateo 18:1-14), Él llamó a un niño y lo puso frente a Él. Les dijo a sus discípulos: «no menosprecien a uno de estos pequeños», sino que sean como el pastor que dejó a las noventa y nueve ovejas en la colina para buscar a la única oveja perdida y vulnerable. El reino de los cielos nunca descuida el sufrimiento de una persona para poder salvar a muchos. No descuida al número más pequeño, ni a la persona más pequeña. «El que recibe en mi nombre a un niño como este», dice, «me recibe a mí».

Ahora, imaginemos a la persona herida que vieron el sacerdote y el levita. Imaginemos que clamó por misericordia, pero no recibió nada de parte de estos hombres que se suponía que representaban el amor de Dios. ¿Cómo pudo esto haberlo afectado? ¿Puede ser que le hiciera cuestionarse todo lo que pensaba acerca de quiénes eran los justos y quiénes los malvados?

O imaginemos que la persona herida comienza a contar la verdad de lo que vio. Se corre la voz de la dureza del corazón del sacerdote y el levita, la inhumanidad de estos hombres putativos de Dios que sirven en el templo del Creador, pero muestran desprecio por la corona de su creación. Sin embargo, la persona herida no puede probarlo. ¿Acaso el sacerdote y el levita objetarían que «el mundo» los está atacando porque es hostil para con los justos? ¿Lo llamarían «plan satánico» para distraerlos de su misión?

Después de todo, es más fácil atacar al mundo que reconocer nuestro pecado. Quienes encuentran poco de qué culparse a sí mismos, tienden a culpar al mundo. Los que no ven la viga en su ojo se enfurecen contra la paja en el ojo secular. Son nuestros propios pecados los que deberían dolernos más. Son únicamente nuestros pecados, el haber perdido nuestro primer amor, lo que podrá destruir de verdad el testimonio de la iglesia, que es la esperanza del mundo.

Así que podemos vituperar contra «el mundo» hasta que perdamos la voz. Así es precisamente como la perdemos, de hecho, o al menos así es como perdemos cualquier voz que merezca la pena ser escuchada. Cuidado con el profeta que tiene más que decir acerca de los pecados del mundo que acerca de los pecados del pueblo de Dios. No fue «el mundo» el que abandonó al sufriente a la orilla del camino. Tampoco fue «el mundo» el que se opuso a la visión de Jesús del reino de Dios hasta llevarlo a la muerte. Fue «el justo». Fueron las autoridades religiosas.

Es decir, fuimos nosotros. Muchos de nosotros.

O imaginemos otro giro de la historia. La maldad del sacerdote y el levita (porque se trata de maldad) fue atestiguada por testigos. Pero las autoridades religiosas los rodearon y demandaron silencio. La verdad, decían, podía dañar la reputación del sacerdocio. Dañaría a la institución del templo. La verdad nunca debería salir a la luz. Era mejor sacrificar el alma rota de la víctima de abuso que socavar la fe de millones.

En nuestra época, hemos presenciado el sacudimiento de los cimientos de numerosas instituciones cristianas: desde megaiglesias hasta ministerios de apologética, pasando por centros de campamentos y denominaciones enteras. Pero recuerden esto: aunque las instituciones de la cristiandad se supone que deben servir al reino de Dios, ellas no son el reino de Dios. «El cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible» (1 Corintios 15:50). El reino de Dios es una irrupción del cielo en la tierra; una inversión del orden normal de las cosas en donde los primeros se convierten en los últimos y los últimos en los primeros y donde los perdidos son encontrados y los heridos sanados. Es el reino del Amor y la Verdad en persona.

Puede que la verdad dañe a la cristiandad, pero nunca hará daño al Reino. No es el reino de Dios cuando se abusa de un niño. No es el reino de Dios cuando los líderes religiosos denuncian y deshumanizan a ese niño cuando se convierte en adulto y cuenta la verdad. Es el reino de Dios cuando protegemos a nuestros niños: «El reino de los cielos es de quienes son como ellos» (Mateo 19:14). Es el reino de Dios cuando vendamos al herido, como hizo el samaritano con el que sufría en el camino. Es el reino de Dios cuando defendemos la verdad incluso cuando requiere sacrificio, porque una fe que puede ser derribada por la verdad no es fe en Jesucristo.

El posadero recibe menos atención en la historia, pero su papel es importante. Desde Ireneo y Orígenes, pasando por teólogos como Ambrosio y Agustín, se reconoce la idea de que el buen samaritano se parece mucho a Jesús, y el posadero se parece a la iglesia. Después de todo, Jesús es el gran médico. Solo Jesús puede sanar las heridas que han infligido estos ministros. Él se encuentra con el que sufre, el abusado, el humillado y abandonado en este camino pedregoso, donde parece que todo el mundo los ha abandonado. Solo Él los puede sanar con aceite y vino.

El sanador lleva al sufriente a la posada, cuida de Él y le da al posadero dos denarios, el equivalente a la paga de dos días de trabajo. Cuídemelo, le dice, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva. El posadero, entonces, en palabras [enlaces en inglés] de Bruce Longenecker, se vuelve «vulnerable a la pérdida». Asume el riesgo. Retoma el trabajo que comenzó el sanador. Proporciona refugio, seguridad y un hogar. Escucha la historia del que sufre y cuida de él hasta que sana. Desea amar al sufriente que el sanador ama.

A menudo nos gusta creer que nosotros somos los buenos samaritanos. Pero no somos nada buenos. No todavía. Hoy no. Pero podemos ser el posadero. Podemos inspirarnos en las acciones de un Sanador que es bueno más allá de lo que imaginamos para cuidar de sus enfermos hasta que Él regrese.

Merece la pena recordar por qué Jesús contó esta parábola, en primer lugar. Un «experto en la ley» le pregunta qué debe hacer alguien para heredar la vida eterna (Lucas 10:25). Jesús le da la vuelta a la pregunta, y el experto sugiere que debes amar a Dios completamente y a tu prójimo como a ti mismo. Pero entonces pregunta: « ¿Y quién es mi prójimo?» (v. 29).

Lo que él desea —como hacen a menudo los expertos en la ley— es definir los límites de la responsabilidad religiosa. En vez de preguntar hasta dónde puede extender su amor, pregunta hasta dónde debe llevarlo. Es fácil escuchar el eco de esta pregunta en nuestro tiempo. ¿Debo amarlos —a los abusados, los violados, los despreciados— o puedo encontrar alguna manera de evadirme de esta responsabilidad? ¿Cómo puedo poner límites al amor que Dios me exige? El experto en la ley pregunta quién merece ser llamado su prójimo. Jesús responde a una pregunta diferente: ¿Cómo puedo ser yo el prójimo de otros?

Tal vez esta sea la lección que debemos aprender de la parábola mientras reflexionamos sobre la enfermedad del abuso dentro de la iglesia. A veces la maldad viene con una sonrisa lasciva. A veces viene con el disfraz de un villano, un ladrón que se aprovecha de los vulnerables. A menudo también, sin embargo —si acaso no es más común—, la maldad viene vestida de justicia. Con un poco de impertinencia, una ceja alzada y un sinfín de afirmaciones de preocupación. La maldad viene en la forma de un sacerdote y un levita en el camino a Jericó. Viene en la forma de aquellos que escuchan los gritos de los abusados y abandonados, y deciden seguir con su camino.

La justicia bíblica, por otro lado, viene de lugares inesperados. Rara vez es del área de los grandes y poderosos. La bondad es Cristo en el camino solitario, y quizá amar a los heridos que Él pone en nuestro camino sea nuestro honor y lo mínimo que podemos hacer. No necesitamos preguntar si el que sufre merece que le hagamos caso. Necesitamos preguntar cómo nosotros podemos ser dignos de él.

Timothy Dalrymple es presidente, CEO y editor jefe de Christianity Today.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

República Dominicana: Evangélicos piden una reforma policial

Y otras noticias breves de los cristianos de todo el mundo.

Christianity Today July 12, 2022
Spencer Platt / Staff / Getty

La Confraternidad de Pastores e Iglesias Evangélicas de Ocoa está solicitando una reforma policial en la capital de la provincia, después de que un hombre de 32 años muriera bajo custodia policial. El personal médico había dicho inicialmente que José Gregorio Custodio había muerto por una golpiza policial, pero luego cambió su evaluación y dijo que los moretones en el cuerpo del fallecido habían sido causados por una reacción alérgica. «Cuando se detiene a un ciudadano, no hay que maltratarlo, y mucho menos asesinarlo», dijo el pastor Andrés Febles.

Anglicanos pierden 14 propiedades en litigio judicial en Carolina del Sur

La Corte Suprema de Carolina del Sur dictaminó que la Iglesia Anglicana de América del Norte deberá devolver 14 de 29 propiedades parroquiales en conflicto a la Iglesia Episcopal. Las congregaciones se habían separado de la Iglesia Episcopal en 2012 y se habían llevado consigo unos 500 millones de dólares en propiedades eclesiásticas después de que una convención general votara por permitir la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo. El tribunal estatal falló a favor de las congregaciones escindidas en 2017, pero la decisión fue apelada. En una segunda revisión, el tribunal decidió que 14 de las parroquias desafiliadas habían aceptado un estatuto previo de 1979 que decía que mantenían sus propiedades en fideicomiso para la denominación.

Estados Unidos: Falleció mujer que alegaba haber sido bautizada bajo coerción

La Oficina de Investigaciones de Tennessee está investigando la muerte de una mujer de 42 años que había demandado a un oficial de la comisaría por obligarla a bautizarse. Cuando Shandle Marie Riley fue detenida en un control de tránsito en 2019, le dijo al oficial Daniel Wilkey que llevaba un cigarrillo de marihuana. Ella afirmó que el oficial le ofreció dos opciones: ser arrestada o bautizarse. Riley eligió el bautismo. El ritual religioso fue filmado por un segundo oficial. Posteriormente, Riley presentó una demanda alegando que los agentes de la ley habían violado su libertad de religión. Un juez de Tennessee dictaminó en abril de este año que su demanda podía avanzar. Una semana después del dictamen, Riley fue encontrada muerta. Wilkey también ha sido acusado de registrar a la gente a la orilla de la carretera, ha recibido múltiples demandas civiles y ha sido acusado de cargos penales en Chattanooga.

Trinidad y Tobago: Escuela de Asambleas de Dios enfrenta auditoría financiera

El gobierno de Tobago está investigando las finanzas de una escuela secundaria perteneciente a Asambleas de Dios que cerró repentinamente. La escuela secundaria de la Fundación Luz y Vida, de denominación pentecostal, cerró en el mes de abril, un día después del inicio del ciclo escolar, y 23 de los 27 docentes de la institución abandonaron las instalaciones debido a preocupaciones por el estado del edificio. Otras dos escuelas que cerraron de forma similar, una católica y otra de los Adventistas del Séptimo Día, también serán sujetas a una investigación. La escuela de Asambleas recibe del gobierno un monto equivalente a unos 88 000 dólares por trimestre, parte del cual supuestamente es destinado al mantenimiento del edificio. El director de la escuela dijo que se trata de problemas de larga data, y criticó a la ministra de educación por hacer públicas sus preocupaciones en las redes sociales.

Francia: La libertad religiosa debe ser vigilada ‘como la leche al fuego’

Los evangélicos franceses han pedido al presidente Emmanuel Macron que priorice la libertad de religión en su segundo mandato. Thierry Le Gall, miembro del Consejo Nacional de Cristianos Evangélicos de Francia, dijo que «la libertad de expresión religiosa necesita ser vigilada como la leche al fuego», porque las recientes leyes dirigidas a los musulmanes han llevado a la nación a «pasar de un pacto republicano de tolerancia a una política de vigilancia de las religiones». Las encuestas muestran que la mayoría de los evangélicos apoyó a Macron, quien es agnóstico, frente a su oponente nacional conservadora Marine Le Pen.

Suiza: Cristiano solicitante de asilo gana apelación

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que las autoridades suizas no evaluaron correctamente el riesgo al que un converso del Ejército de Salvación se enfrentaría en caso de ser deportado a Pakistán. Aunque tuvieron en cuenta la persecución contra las iglesias, no consideraron los riesgos que los conversos enfrentan de forma individual. Los gobiernos europeos han tenido dificultades para desarrollar un sistema viable para evaluar la legitimidad de las conversiones de los solicitantes de asilo.

Nigeria: Pastores debaten sobre el matrimonio ‘bíblico’

El actor nigeriano Yul Edochie anunció su matrimonio con su segunda esposa, lo que provocó un debate a nivel nacional sobre la poligamia. Reno Omokri, exasesor del presidente Goodluck Jonathan y ministro independiente, dijo que en las Escrituras muchos hombres piadosos son polígamos y que la práctica solo está prohibida para obispos y ancianos de la iglesia. Según Omokri, la aceptación en África de la «construcción occidental» de la monogamia ha llevado a la aceptación social del adulterio y del matrimonio entre personas del mismo sexo. Kingsley Okonkwo, un pastor que aborda con frecuencia las relaciones de pareja, objetó que, a pesar de que algunos hombres de la Biblia tuvieron más de una esposa, las Escrituras claramente indican que ese nunca fue el plan de Dios para el matrimonio.

Israel: Homenaje a policía asesinado

Judíos ultraortodoxos colmaron autobuses para asistir al funeral de un policía árabe cristiano y honrarlo como un «héroe de Israel». Amir Khoury, de 32 años, acudió a la escena de un tiroteo terrorista en la ciudad de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv. Él y su compañero intercambiaron disparos con un palestino de 27 años que, al parecer, estaba enfadado porque una mujer de su familia había sido atacada por los pobladores. El palestino y Khoury fallecieron en el tiroteo. Los cristianos de Israel han tenido conflictos recientemente con las autoridades. Algunos afirman que el gobierno no los quiere en el país.

Corea del Sur: Cristianos envían 1 millón de dólares para inmigrantes judíos en Israel

Cristianos surcoreanos donaron un millón de dólares para ayudar a los judíos etíopes y ucranianos que emigran a Israel. La donación, que será recibida por la Agencia Judía para Israel, fue organizada por One New Man Family, un ministerio cuyo objetivo es reunir a judíos y gentiles para «celebrar la segunda venida de Cristo», según su página oficial de internet. La mayoría de los cristianos surcoreanos creen que la iglesia de Cristo es la nueva Israel, pero el pastor Eun Soo Seol —también conocido como el pastor Joshua— quiere persuadirlos de que «vean a Israel como el Israel de la Biblia».

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