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¿Por qué hoy dividimos las iglesias en carismáticas y sacramentales?

Vale la pena recordar que los primeros cristianos no hacían distinción.

Christianity Today August 22, 2022
Ilustración por Rick Szuecs / Source images: Envato

Es una peculiaridad del cristianismo contemporáneo, al menos en Occidente, que las iglesias que ponen un énfasis especial en los sacramentos no suelen hacer hincapié en los dones espirituales, y viceversa.

Este domingo, miles de creyentes entrarán en un santuario en el que todas las miradas estarán puestas en la mesa situada cerca del altar. Pasarán junto a una pila bautismal mientras buscan un asiento, cantarán himnos, recitarán las mismas oraciones que han sostenido a los creyentes durante siglos, confesarán de forma corporativa que creen en una iglesia santa, católica y apostólica, y recibirán el pan y el vino. Sin embargo, es poco probable que los dones espirituales hagan aparición en su reunión, tal vez con la única excepción de la enseñanza bíblica. Presenciar el don de la profecía o el de la sanación de los enfermos sería realmente sorprendente, si no inédito. El don de hablar en lenguas sin duda produciría en un silencio desconcertante y alguna que otra tos forzada en señal de vergüenza.

Sin embargo, otros miles de creyentes entrarán en un espacio de culto muy diferente, en el que todas las miradas se dirigirán al escenario. Esperarán, y tal vez experimentarán, una reunión en la que se practique la imposición de manos, la oración espontánea, la unción con aceite, la profecía, hablar en otras lenguas, sanación y cualquier otro don espiritual descrito en el Nuevo Testamento. Pero es muy probable que en tales reuniones no haya confesión corporativa de pecados, ni credo, ni salmos, ni liturgia compartida. Si se celebra la Cena del Señor, aparecerá en mesas plegables y rápidamente dará lugar a la siguiente parte del servicio sin tomar más tiempo que los anuncios.

En otras palabras, hay iglesias que son eucarísticas e iglesias que son carismáticas (así como un buen número de iglesias que no son ninguna de las dos cosas). Por eso es interesante que la iglesia del Nuevo Testamento de la que más sabemos sobre su culto corporativo, es decir, la iglesia de Corinto, fuera ambas cosas. Al parecer, los corintios no tenían consciencia de que esas dos vertientes del culto cristiano fueran incompatibles, y perseguían alegremente (aunque de forma algo errática) los dones sacramentales y espirituales al mismo tiempo. Tampoco Pablo lo consideró extraño o problemático. De hecho, los animó a seguir celebrando juntos la Comunión (1 Corintios 11:23-26) y a desear con entusiasmo los dones espirituales, especialmente la profecía (14:1, NVI). En ese sentido, Pablo quería que la Iglesia fuera «eucarismática», y esa invitación se extiende también a nosotros.

Carismática sin reservas

Los corintios eran ciertamente eucarísticos. Casi todo lo que sabemos sobre la práctica de la Cena del Señor en la iglesia primitiva procede de la carta de Primera de Corintios. Los diversos nombres que utilizamos para hacer referencia a la misma se originan aquí: «Comunión» (10:16), «partir el pan» (10:16), «la mesa del Señor» (10:21), «la Cena del Señor» (11:20) y «Eucaristía» (de la palabra griega eucharisteō, que significa «agradezco», 11:24). Es necesario admitir que era un desastre, tanto que Pablo llegó a decir que tal vez sus reuniones traían más perjuicio que beneficio (11:17) puesto que había provocado división, discordia, borracheras y demás. Sin embargo, Pablo dejó claro que era fundamental. Es posible que la Eucaristía se celebrara cada vez que la iglesia se reunía: Pablo comienza su reprensión de las reuniones corporativas en Corinto con una sección detallada sobre ellas, y de las siete veces que dice «cuando se reúnen», cinco de ellas lo dice en el contexto de compartir la Comunión. Tanto si la reunión tenía lugar alrededor de la mesa, como sugieren algunos, como si simplemente incluía la Cena como elemento central de la liturgia, está claro que partir el pan era un elemento fundamental.

Como es bien sabido, la reunión era también muy carismática. Las dos referencias restantes a «cuando se reúnen» se producen en el contexto de los dones espirituales; la primera distingue entre los efectos de la profecía y el don de lenguas en los no creyentes, y la segunda se refiere a una gama más amplia de dones: «¿Qué concluimos, hermanos? Que, cuando se reúnan, cada uno puede tener un himno, una enseñanza, una revelación, un mensaje en lenguas, o una interpretación. Todo esto debe hacerse para la edificación de la iglesia» (1 Corintios 14:26). Esto proporciona una ventana fascinante al culto corporativo en Corinto, tanto en la forma como en el contenido. En cuanto a la forma, porque muestra que un gran número de personas contribuía en la reunión, no solo los líderes reconocidos. En cuanto al contenido, porque incluye el canto, la enseñanza, la profecía, el lenguaje y la interpretación. (A la luz del capítulo 12, en el que también se mencionan los milagros, el discernir espíritus, la sanidad de los enfermos y las palabras de conocimiento y sabiduría, esta lista probablemente no sea exhaustiva). También están las referencias a no carecer de ninguno de los dones espirituales, y a que todos han sido bautizados en un solo Espíritu a fin de formar parte de un solo cuerpo. A pesar de sus muchos defectos, los corintios eran carismáticos sin reservas.

De hecho, sería posible construir una liturgia cristiana bastante completa basada solo en las referencias de Primera de Corintios. Además de proporcionar el material bíblico más extenso que tenemos sobre la Cena del Señor (capítulos 10-11) y la charismata, es decir, los dones carismáticos (12-14), Primera de Corintios también tiene más que decir sobre la predicación (1-2, 9, 15), el bautismo (1, 10), el liderazgo cristiano (3-4) y la disciplina eclesiástica (5) que ninguna otra carta. Tenemos una enseñanza clara sobre la ofrenda económica semanal (16:1-4), una referencia al calendario eclesiástico (16:8) y lo más parecido a un credo en todo el Nuevo Testamento (8:6; 15:3-8). En esta carta también se identifican y corrigen los abusos de ambos sacramentos: el caos en las reuniones con respecto a la Cena del Señor (11:17-34) y el bautismo por los muertos (15:29-34).

Más familiarmente, también tenemos saludos en nombre de Dios (1:3), saludos mutuos (16:19-21), oración (1:4-9), enseñanza ética (gran parte de los capítulos 5-10), la predicación de la cruz (1:18-2:5) y la resurrección (15:1-28), una exhortación basada en una narración del Antiguo Testamento (10:1-13), sabiduría litúrgica (15:54-55), y numerosas citas de las Escrituras (incluida la intrigante 4:6), una cita de los Evangelios (7:10-11), un anatema, un maranatha (16:22) y una bendición (16:23). De la veintena de prácticas litúrgicas que la Iglesia ha utilizado históricamente, quince aparecen en esta carta, y dos de las cinco restantes (a saber, la confesión y la certeza del perdón) aparecen al principio de Segunda de Corintios.

Es cierto que hay muy pocos de estos elementos que los corintios no hayan estropeado. No eran, en ningún sentido, una iglesia modelo. Sin embargo, el hecho de que hicieran estas cosas tan mal, en última instancia ha resultado útil para nosotros. En primer lugar, es la única razón por la que conocemos la mayoría de ellas y, lo que es más importante, nos muestra que Pablo consideraba que eran lo suficientemente importantes para el culto cristiano como para que la práctica de cada una de ellas debiera corregirse en lugar de abandonarse.

Hay quienes hoy en día, al ver que la comunión, el hablar en otras lenguas o la disciplina eclesiástica se hacen mal, resuelven el problema prescindiendo de estas prácticas por completo. Pablo, por el contrario, ve los sacramentos y los dones del Espíritu precisamente como dones, dados por un Dios bueno para nuestra edificación, por lo que su respuesta a tales abusos es muy diferente: «Así que, hermanos míos, ambicionen el don de profetizar, y no prohíban que se hable en lenguas. Pero todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden» (14:39-40). Así que si vemos a la congregación de los corintios, no como era, sino como Pablo quería que fuera, tendremos un excelente ejemplo de cómo debería lucir una iglesia «eucarismática».

Profundidad y rebote

Y eso nos lleva de nuevo a la iglesia contemporánea. No hay ninguna razón, más allá de una serie de accidentes históricos, por la que no podamos tener nuestro propio pastel eclesiológico y disfrutar de él. Es cierto que las iglesias que atesoran los dones espirituales suelen ser sorprendentemente diferentes, en sus tradiciones e historias, de las iglesias que atesoran los dones sacramentales. Pero si la orientación que Pablo nos ofrece como pastor sirve de algo, nada nos impide adorar con las manos levantadas y el rostro inclinado, con liturgia y humor, con oraciones fijas y profecías espontáneas, con danzas en los pasillos y ángeles en la arquitectura.

La perspectiva «eucarismática» tiene el potencial de aumentar tanto la altura como la profundidad de nuestro culto al mismo tiempo. Muchos, si no la mayoría de los cristianos de hoy, optan por pensar en términos de un espectro en lo que respecta a la práctica eclesiástica, con lo histórico, litúrgico, reflexivo y sacramental en un extremo y lo carismático, pentecostal, expresivo y celebratorio en el otro. Por diversas razones históricas, estas dos formas parecen estar en tensión entre sí: si quieres profundidad, ven por aquí, y si quieres rebote, ve por allá. La verdad, sin embargo, es todo lo contrario. Si quieres más altura, necesitas más profundidad. Pregunta a cualquier gimnasta con especialidad en el trampolín. O a un árbol, incluso.

Sin profundidad, la altura es insostenible. Si tenemos una liturgia anémica, los mensajes inspiradores, la música emotiva y las experiencias catárticas podrán llevarnos solo hasta cierto punto; aunque produzcan una respuesta emocional a corto plazo, no pueden construir el tipo de fe que, como la de Habacuc, se regocija en Dios incluso cuando no hay frutos en la vid ni rebaños en los establos (3:17-18). En lugar de intentar dar saltos de pie en el centro del trampolín, lo cual es agotador además de ineficaz, tenemos que sumergirnos en las profundidades de nuestra tradición, para saltar a nuevas alturas. Hacia abajo, en las oraciones históricas. Hacia arriba, en las oraciones espontáneas. Hacia abajo, en la confesión de los pecados. Hacia arriba, en la celebración del perdón. Hacia abajo, en los credos. Hacia arriba, en los coros. Hacia abajo, en el conocimiento de la presencia de Dios en los sacramentos. Hacia arriba, al sentir la presencia de Dios mientras lo adoramos. Llamada y respuesta. Viernes, luego domingo. De rodillas, luego saltando.

Sin embargo, esta metáfora es válida en ambos sentidos. Profundizar también requiere ir más arriba. Somos criaturas encarnadas y emocionales, y es más probable que las personas que bailan de alegría sean las mismas que caigan de rodillas en adoración, en contraposición a aquellos que simplemente se inclinan hacia delante y meten la cabeza entre las rodillas durante unos segundos.

Esto es precisamente lo que vemos en Levítico, cuando el fuego sale de la presencia del Señor al momento de la consagración del sacerdocio: «De la presencia del Señor salió un fuego, que consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra» (Levítico 9:24). Los que ríen en la iglesia son más propensos a llorar también allí. Si la presencia y los dones del Espíritu de Dios te cautivan durante el culto, es probable que la presencia y los dones del mismo Espíritu en los sacramentos te parezcan más maravillosos, no menos. Si vas más arriba, también irás más adentro.

Por tanto, esto es una invitación a ser «eucarismático». Adorar a Dios tanto con los dones sacramentales como con los espirituales puede profundizar nuestra alegría, enriquecer nuestra vida y recordarnos que hay cosas que podemos aprender de las prácticas de culto de otras tradiciones eclesiásticas. No garantizará nuestro crecimiento, madurez o avance espiritual: Primera de Corintios lo demuestra. Pero es casi seguro que ampliará nuestra experiencia en cuanto a los dones de Dios para su pueblo, «de modo que no les falte ningún don espiritual mientras esperan con ansias que se manifieste nuestro Señor Jesucristo»(1 Corintios 1:7). Ven a ver.

Andrew Wilson es pastor docente en la King's Church de Londres. Es autor de Spirit and Sacrament: An Invitation to Eucharismatic Worship (Zondervan), del que se ha adaptado este artículo. Traducido y usado con permiso.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Seis maneras de inspirar una fe firme y contagiosa en tus hijos

¿Cómo ayudar a los niños y adolescentes a enfrentarse a «las grandes preguntas»? Una apologeta ofrece su opinión.

Christianity Today August 22, 2022
Inbetween / Lightstock

En 2016, en una entrevista con CT, la nadadora Maya DiRado, medallista de oro por primera vez, contó que cuando empezó a «cuestionar [sus] creencias durante su adolescencia», sus padres cristianos «la apoyaron». «A través de algunas investigaciones, mucha lectura y conversando con mentores», dijo, «llegué a conocer y seguir a Cristo, y hacer mía mi fe» [enlaces en inglés].

Según William Wilberforce, «la fe auténtica no se puede heredar», lo que significa que tenemos que ayudar a nuestros hijos a que se apropien plenamente de su fe del mismo modo que lo hicieron los padres de DiRado. A medida que nuestros hijos crecen en una época postcristiana, tenemos que ayudarles a comprender los fundamentos de lo que creemos y también las excelentes razones que tenemos para tener esas creencias.

La pregunta no es si las opiniones de nuestros hijos serán cuestionadas, sino cuándo. Mis hijos se encontraron con objeciones de parte de compañeros de clase no cristianos antes de los 10 años, y es importante mencionar que ambos recibieron educación en casa. Las familias cuyos hijos reciben educación pública me dicen que los niños suelen empezar a hablar de sus creencias religiosas entre el tercer y el quinto grado. ¿Cómo deben responder cuando se encuentran con un escéptico que piensa que la Biblia es una colección de leyendas y fábulas? ¿O que la exclusividad del cristianismo es en realidad intolerancia? ¿O que Jesús nunca existió? ¿O que la ciencia moderna ha refutado el cristianismo de una vez por todas? (Por cierto, mi hijo de nueve años escuchó a un amigo hacer una de estas afirmaciones hace menos de dos semanas).

Las Escrituras dicen, en Primera de Pedro 3:15 que «… Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes». Según este mandato del apóstol Pedro, la apologética —que viene del griego apologia y que significa «hacer una defensa»— no es una práctica opcional, sino algo que se nos ordena hacer en un espíritu de amor y respeto. Aunque a menudo se denigra la apologética como una herramienta demasiado directa y anticuada, puede utilizarse de forma victoriosa y poderosa, a fin de, en palabras de Holly Ordway, «ayudarnos a llevar a la gente a conocer, seguir y amar a nuestro Señor Jesucristo». A su vez, también puede ayudarnos a apuntalar nuestras propias creencias y las de nuestros hijos.

Teniendo esto en cuenta, he aquí cinco sugerencias para padres, educadores cristianos y ministros de jóvenes sobre cómo inspirar y cultivar una fe segura y contagiosa en niños y adolescentes:

1. Empieza pronto

A menudo me preguntan cuándo debemos empezar a incorporar la apologética en la formación espiritual de nuestros hijos. Los niños empiezan a pensar de forma independiente en cuestiones teológicas y filosóficas a una edad mucho más temprana de lo que cabría esperar, incluso antes de la adolescencia o de la universidad, por lo que los primeros años de la escuela primaria parecen ser la época indicada para empezar.

Mi hijo mayor solo tenía siete años la primera vez que se cuestionó la verdad del cristianismo. Un día, de repente, preguntó: «Mamá, ¿cómo sabemos que todas estas cosas de la Biblia no son inventadas? ¿Cómo sabemos que Dios es real?». En respuesta, le di una versión simplificada del argumento cosmológico kalam, que explica que todo lo que tiene un principio debe tener una causa. Puesto que el propio universo tuvo un principio y contiene toda la materia, el espacio y el tiempo, su causa debe haber sido algo inmaterial, atemporal y muy poderoso, una caracterización que encaja perfectamente con la forma en que el cristianismo define a Dios. Mi hijo entendió y apreció esa explicación. También hay que tener en cuenta que él no es una anomalía: la mayoría de los niños preadolescentes pueden comprender la apologética básica.

Cuando te preguntes por dónde empezar, lo primero que debes hacer es prepararte. Busca recursos para principiantes como el libro The Case for Christianity [El Caso del Cristianismo] de Lee Strobel o Christian Apologetics [Apologética Cristiana] de Doug Groothuis, un libro de texto que cubre una amplia gama de temas. Sin embargo, no esperes comprar libros apropiados para la edad de tus hijos y que ellos hagan el trabajo por ti. Es importante que tú, como padre o profesor, tengas un conocimiento más amplio del tema que el que presentan los libros o los planes de estudio, de modo que estés preparado para facilitar y ampliar el debate.

En segundo lugar, anticipa escuchar «grandes preguntas»: ¿Cómo sabemos que Dios existe? ¿Cómo sabemos que la Biblia es fiable? ¿Cómo entendemos el problema del mal y el sufrimiento? ¿Entra la ciencia en conflicto con lo que la Biblia enseña sobre la Creación? ¿Es razonable creer que Jesús resucitó realmente de entre los muertos? ¿Y qué ocurre con las personas que mueren sin haber escuchado hablar de Jesús? Éstas son algunas de las preguntas habituales que se hacen los niños durante los años de educación primaria.

2. Educa, no adoctrines

Como niña y adolescente que creció en la iglesia, durante muchos años creí con todo mi corazón que el cristianismo era verdadero; sin embargo, mi fe era prestada. La había tomado prestada de mis padres, de las iglesias a las que asistía y del mundo bastante aislado en el que había crecido. Me dijeron lo que tenía que creer, pero no por qué debía creer en ello —salvo por miedo a la condenación eterna—. Tampoco me enseñaron a pensar en las afirmaciones de la verdad cristiana desde una perspectiva crítica para que pudiera apropiarme intelectualmente de mi fe.

Estudios recientes indican que este fenómeno de «fe prestada» ha desempeñado un papel en el alarmante ritmo de abandono de la Iglesia por parte de los jóvenes. Sin embargo, el problema de la fe prestada no es nuevo y tampoco lo son sus soluciones.

¿Cómo podemos detener la brecha? En primer lugar, tenemos que equipar a nuestros hijos con pruebas extrabíblicas, como escritos de la antigüedad, pruebas científicas y pruebas arqueológicas. En segundo lugar, tenemos que ayudarlos a desarrollar habilidades de pensamiento crítico, que les ayuden a detectar y evitar los malos razonamientos y a ser capaces de analizar las afirmaciones hechas a favor y en contra del cristianismo. En tercer lugar, tenemos que enseñarles los fundamentos de la argumentación lógica, ya que algunos de los mejores argumentos a favor y en contra de las afirmaciones de la verdad cristiana son filosóficos y a menudo se presentan de forma de argumentación lógica.

Si buscas recursos para el hogar o el aula, recomiendo El caso del Creador y El caso de Cristo de Lee Strobel [ambos disponibles en español], de los cuales hay ediciones disponibles para niños y para estudiantes; The Thinking Toolbox [La caja de herramientas del pensamiento] de Nathaniel y Hans Bluedorn; y Learning Logic [Aprendiendo lógica] de William Lane Craig.

3. Utiliza un enfoque conversacional

Al discipular a nuestros alumnos y niños, el objetivo es estimular su propio pensamiento autónomo, no dándoles un discurso, sino hablando con ellos. Este enfoque —a veces conocido como el método socrático de educación— consiste en hacerles preguntas más profundas con regularidad y darles espacio para que respondan.

Por ejemplo, si estás en el coche volviendo a casa del colegio o del entrenamiento deportivo y tu hijo o hija te cuenta que un amigo del colegio dice que Jesús es «solo un mito inventado por los escritores de la Biblia», podrías responder con preguntas como: «¿Tú qué piensas sobre eso?» o «Después de pensarlo, ¿qué podrías responder la próxima vez?» o «¿Sabes cómo sabemos que Jesús es real?». En lugar de arrojarles toda la información a la vez, proporciónales una o dos buenas pruebas y asegúrate de que logran entender cómo esas pruebas apoyan la afirmación de la verdad.

Para los niños más pequeños y los preadolescentes, a veces utilizo la apologética conversacional en forma de un juego de preguntas verbal. Mientras conducimos en el coche o por la noche antes de nuestras oraciones para dormir, les digo algo como: «¿Quién puede decirme una buena razón para creer que Jesús resucitó de verdad?» o «¿Quién puede darme una razón por la que nuestro universo tuvo que tener un creador?». Aunque a algunos les parezca que este enfoque es demasiado simplista o excesivamente guionizado, he comprobado que a los niños les encanta tener la oportunidad de demostrar sus conocimientos, y fortalece sus músculos intelectuales del mismo modo que la memorización de las Escrituras.

Para obtener recursos sobre apologética conversacional, considera Keeping Your Kids on God's Side: 40 Conversations to Help Them Build a Lasting Faith [Cómo mantener a tus hijos del lado de Dios: 40 conversaciones para ayudarlos a construir una fe duradera] de Natasha Crain y The Defense Never Rests: A Workbook for Budding Apologists [La defensa nunca descansa: Un libro de trabajo para apologetas en ciernes], de William Lane Craig y Joseph Tang.

4. Explícales otras visiones del mundo

Durante mis años de crecimiento, mi conciencia sobre otras religiones era muy vaga, y casi desconocía que algunas personas no creían en absoluto en Dios. Las pocas veces que estuve expuesta a afirmaciones no cristianas, los cristianos que me rodeaban respondían diciendo: «Oh, eso no es cierto, la Biblia dice lo contrario» o «Esa es una de las mentiras de Satanás. No te lo creas». Por tanto, en mi juventud no fui capaz de responder de forma significativa a quienes tenían otras visiones del mundo, incluidos mis amigos y compañeros de trabajo hindúes, musulmanes, agnósticos y universalistas. Perdí varias oportunidades de ser una voz para el reino, y todavía lo lamento.

Ahora, como madre y profesora, estoy convencida de que nuestros hijos deben tener un conocimiento básico de otras religiones del mundo —y de cómo se comparan sus enseñanzas con las enseñanzas cristianas— y también deben conocer el ateísmo y el agnosticismo. Si nuestros hijos, hijas y estudiantes tienen un conocimiento práctico de los puntos de vista opuestos, entonces, cuando llegue el momento, estarán preparados para mantener conversaciones competentes (e incluso amistades) con los no creyentes.

Empezando en la escuela primaria, podemos concientizarlos gradualmente de que otras personas suelen tener puntos de vista diferentes a los nuestros, y que no todo el mundo es cristiano. Los años de secundaria son un buen momento para mantener conversaciones más detalladas sobre otros sistemas de creencias. Sin embargo, ten cuidado al elegir recursos que comparen las religiones del mundo, no solo por el sesgo pluralista que prevalece, sino también por las caracterizaciones erróneas comunes de las distintas creencias.

Si buscas un punto de partida, prueba con World Religions: The Great Faiths Explored and Explained [Religiones del Mundo: Los grandes sistemas de creencias explorados y explicados], de John Bowker, un respetado sacerdote anglicano y estudioso de la Biblia.

5. No te asustes por la duda

No puedo evitar preguntarme si la historia de DiRado habría resultado muy diferente si sus padres no la hubieran apoyado en amor durante su periodo de escepticismo y duda. Tarde o temprano, la mayoría de los niños y adolescentes expresan sus dudas sobre algún aspecto del cristianismo, y aunque nuestros instintos paternales nos lleven al pánico, debemos recordar que es perfectamente normal cuestionar. De hecho, es un muy buen indicador de que nuestros hijos están madurando intelectualmente cuando empiezan a analizar sus propias creencias.

Como padres y profesores, queremos fomentar el pensamiento crítico de nuestros hijos y alumnos respetando sus preguntas. Por ejemplo, puedes responder diciendo: «Vaya, me impresiona mucho que hayas pensado en un punto tan profundo e importante. Hablemos de ello». O si simplemente expresan dudas sobre una afirmación bíblica, podrías preguntarles: «¿Qué crees que es problemático en eso?». Si siguen albergando dudas después de que les hayas dado buenas respuestas, dales tiempo y espacio. Esto les mostrará que respetas su autonomía espiritual e intelectual. Puedes retomar la conversación de vez en cuando y/o indicarles personas, pastores, libros o recursos en línea que les sean útiles. Cuando hablen, intenta evitar que se sientan como si estuvieran obligados a estar de acuerdo con tus conclusiones para no disgustarte.

Mis cuatro consejos básicos para tratar la duda son (1) expresar interés y preocupación con cariño, no con angustia; (2) reconocer y apreciar su pensamiento crítico; (3) discutir con calma las pruebas e ideas; y (4) retomar la conversación cuando hayas orado y leído más profundamente.

6. Apóyate en el Espíritu Santo y en los demás creyentes que te rodean

Recuerda que la carga de construir una fe confiada y contagiosa en tus hijos o alumnos no recae toda en ti. Piensa que eres un emisario obediente del Espíritu Santo: confía en Él para que te guíe en tu proceso de crianza y enseñanza, pero confía también en que haga la obra que es exclusivamente suya. Al fin y al cabo, los niños son individuos con mentes independientes: no podemos obligarlos a creer nada, ni debemos intentarlo. Nuestra mayor confianza debe estar en la agencia del Espíritu Santo.

También es crucial darse cuenta de que una de las mayores bendiciones de vivir en una comunidad de creyentes es que nos «afilamos» unos a otros. A veces nuestros hijos se benefician de escuchar buenas respuestas de mentores espirituales que no son sus padres. Un pastor de confianza o un estudiante mayor que tenga una fe madura e informada pueden ofrecer un valioso estímulo espiritual e intelectual a nuestros hijos. No debemos subestimar la importancia del discipulado basado en la comunidad.

A medida que edificamos a nuestros hijos en la comunidad, también edificamos la iglesia. «Las iglesias que ayudan a los jóvenes a crecer parecen experimentar un crecimiento misional, espiritual, relacional y, a menudo, numérico en todos los ámbitos», escriben Kara Powell, Jake Mulder y Brad Griffin en Growing Young: Six Essential Strategies to Help Young People Discover and Love Your Church.

Discipular a la próxima generación es una de las mayores contribuciones que podemos hacer al cuerpo de Cristo, así que enseñémosles a amar al Señor con todo su corazón, toda su alma y toda su mente. El futuro de la iglesia depende de ello.

Melissa Cain Travis es profesora adjunta de apologética en la Universidad Bautista de Houston. Es autora de la serie de libros de cuentos de apologética para niños Young Defenders (Apologia Press), así como de Science and the Mind of the Maker (Harvest House, 2018).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Qué creen los católicos?

La doctrina católica según el teólogo jesuita Avery Dulles.

Christianity Today August 18, 2022

Esta es una traducción de un artículo contenido en los archivos de CT. La entrevista fue publicada originalmente en inglés en noviembre de 1986. Avery Dulles falleció el 12 de diciembre de 2008.

Ciertamente, existen diferencias culturales entre los cristianos católicos romanos y los cristianos protestantes, pero «la» diferencia, en la mente de la mayoría de los protestantes practicantes, es doctrinal. Indagar en lo que creen los católicos puede resultar confuso y desconcertante, con siglos de tradiciones, concilios, encíclicas, etc.

Aunque ningún teólogo puede hablar por sí solo en nombre de toda la iglesia católica, un guía calificado es el teólogo jesuita Dr. Avery Dulles, profesor de teología en la Universidad Católica de América (Washington, D.C.). Dulles realizó estudios de doctorado en teología dogmática en la Universidad Pontificia Gregoriana en Roma, y ha escrito varios libros aclamados (incluidos Modelos de la Iglesia y Modelos de Revelación). Generalmente considerado un teólogo moderado, es expresidente de la Sociedad Teológica Católica de Estados Unidos. También tiene amplia experiencia en explicar la teología católica a los no católicos. Ha sido conferencista invitado en seminarios presbiterianos, luteranos y episcopales, y durante mucho tiempo ha participado activamente en diálogos ecuménicos.

Dulles estuvo en el Seminario Teológico de la Universidad de Dubuque para otro diálogo en marzo pasado. Entre los diálogos públicos, Christianity Today se unió a Dulles y a su compañero de diálogo Donald Bloesch, profesor de Dubuque y destacado teólogo evangélico, para una discusión de los temas doctrinales centrales.

1. Infalibilidad papal

La doctrina de la infalibilidad papal es uno de los principales obstáculos para un acercamiento protestante a la Iglesia católica romana. ¿Exactamente cómo describiría usted, como teólogo católico, esta doctrina?

Si alguien me pidiera que dijera en una palabra si el papa es infalible o no, diría que no. Ser infalible significa ser incapaz de caer en el error. El papa puede caer en errores en todo tipo de cosas, por lo que decir que el papa es infalible es una manera pobre de expresarlo.

Ahora, ¿y si afinamos la pregunta? Si preguntamos: ¿Hay alguna circunstancia bajo la cual se pueda confiar en que la enseñanza del papa esté completamente en línea con el evangelio? El Vaticano I [1869-1870] dijo que se puede confiar en el papa cuando está definiendo solemnemente un asunto relacionado con la revelación de Cristo, tal como está contenido en la Escritura y la tradición.

Tal vez podamos estar de acuerdo en que de alguna manera Dios, a través de su gracia, vigila que la Iglesia como un todo no se aparte del evangelio. Cristo dijo a los que comisionó para predicar y bautizar en su nombre: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia». La tesis católica es que Cristo está con la iglesia a lo largo de los siglos, vigilando que no se aparte del Evangelio.

Los católicos ven la infalibilidad, primero, en la iglesia como un todo, y segundo, en la jerarquía de la iglesia como un todo, es decir, los obispos. Finalmente, decimos que en ciertas situaciones excepcionales el papa, como cabeza del cuerpo de los obispos, puede actuar por todo el episcopado. Pero incluso en la teología católica, no hay un acuerdo total sobre cuándo es apropiado o posible que el papa hable por todo el episcopado sin consultarlo. Sería una desviación total de la tradición si el papa proclamara repentinamente un dogma que no fue aceptado con virtual unanimidad por los obispos católicos.

Usted ha hecho algunas calificaciones significativas sobre el uso del lenguaje de la infalibilidad. En el entendimiento católico, ¿se puede decir alguna vez que un papa habla por Dios?

Solo en el caso de un dogma proclamado infaliblemente tienes la seguridad máxima de que el papa está expresando la revelación de Dios. Ese es un caso muy raro. Pocos papas hablan infaliblemente, ex cathedra.

En los casos normales, la autoridad del papa es similar a la de cualquier pastor u obispo. Supongo que la mayoría de los cristianos protestantes creen que sus pastores les ayudan a escuchar y entender la Palabra de Dios. Si tienen algunas dudas sobre la interpretación del pastor, buscan evidencia de apoyo. Se preguntan si la encuentran o no confirmada por la Escritura o los documentos confesionales de la Iglesia, si tiene o no sentido para ellos en sus vidas, y si sus compañeros cristianos la aceptan o no como la Palabra de Dios. Estas preguntas surgen con respecto al papa como con respecto a cualquier obispo o pastor.

Parece que lo que usted está diciendo es que gran parte de lo que dicen el papa y el magisterio consiste en una especie de consejo o guía pastoral. ¿Cómo distinguimos entre la guía pastoral y las declaraciones infalibles a las que todos los fieles católicos deben adherirse?

Los documentos en sí son bastante claros. El Concilio Vaticano II (1962-1965), por ejemplo, dijo que sus declaraciones no son infalibles, a menos que el concilio deje muy claro que están imponiendo algo como doctrina infalible. No hizo ninguna declaración que declarara infalible, por lo que el consejo produjo unas 700 páginas de documentos sin una sola declaración infalible (a excepción de la cita de la doctrina infalible previamente aceptada).

2. La asunción de María

Otras dos dificultades que tienen los protestantes con el catolicismo romano tienen que ver con las doctrinas sobre María: su asunción y su concepción inmaculada. Comencemos con la asunción, es decir, la doctrina de que María fue llevada al cielo después de su muerte. ¿Cómo describirías esta doctrina?

El dogma de la asunción tiene tras de sí al menos mil años de tradición eclesiástica bastante unánime. Aunque no exactamente en los mismos términos, se ha creído tanto en la iglesia oriental como en la occidental. Esencialmente, significa que María ya está en la gloria con Cristo y que su gloria es la de una persona humana plena. No necesariamente significa que no hay nadie en la tumba de María —al menos así lo interpretan generalmente los teólogos contemporáneos—.

Exactamente, ¿en qué consiste el evento histórico de la asunción si no implica la presencia corporal y física de María en el cielo?

Implica una existencia personal plena. Pero hay mucha especulación y falta de claridad acerca de lo que sucede con los muertos que mueren en el Señor. ¿Pueden los seres humanos funcionar como almas separadas sin ningún elemento material, o es simplemente la naturaleza del ser humano ser un alma encarnada? Si vas a sostener que los cristianos muertos están ahora en la bienaventuranza de la eternidad, al menos algunos teólogos piensan que deben tener algún tipo de existencia corporal. [El teólogo católico] Hans Urs von Balthasar sugiere que los cristianos muertos se incorporan de alguna manera al cuerpo resucitado de Cristo. Pero eso no requiere que sus cenizas u otros restos sean transportados a algún lugar celestial.

La asunción ha sido descrita como una revelación especial de lo que le sucede a cada cristiano al morir. ¿Estás sugiriendo algo similar?

Para mí, eso tiene cierta plausibilidad. Hace que el dogma de la asunción sea más comprensible de lo que sería si imaginaras el cuerpo de María saliendo de la tumba y siendo transportado por los cielos.

Entonces, ¿diferiría en algo la incorporación de María de la de cualquier otro difunto que murió en Cristo?

No. Al menos no es evidente que lo haría.

Desde ese punto de vista, ¿cómo difiere María en significado de otros personajes bíblicos, digamos Marta o María Magdalena?

Tiene una cercanía muy especial con su hijo. Creemos en la maternidad de María como algo más que una mera maternidad física. Es una maternidad en la fe, una aceptación del mensaje de la anunciación. El consentimiento de María ante el Espíritu Santo estaba muy íntimamente relacionado con la salvación del mundo mismo. Su consentimiento fue la condición que hizo posible la salvación de la que disfrutamos.

Entonces, la vemos muy unida al misterio de Cristo. Sin duda, María ora por la iglesia en la tierra. Por su proximidad a Cristo, creemos que las oraciones de María tienen una eficacia especial.

¿No podría entenderse mejor el asentimiento de María al Espíritu Santo como un instrumento de la Encarnación de Cristo, más que como una condición de la Encarnación? Los cristianos reformados, al menos, dirían que María fue un instrumento de la gracia de elección de Dios, una señal de la Encarnación en lugar de una causa de ella.

Ciertamente, María no fue causa de la Encarnación. Pero si María hubiera dicho que no, probablemente no habría sucedido.

Si creemos en la gracia irresistible, María solo podría haber dicho que sí.

Creo que Dios sabía que ella iba a decir que sí.

3. La concepción inmaculada

¿Qué pasa con la doctrina de la «Inmaculada Concepción», es decir, la doctrina de que María fue concebida sin la mancha del pecado original?

La Inmaculada Concepción es un dogma aún más complicado. Realmente afirma que María, desde el momento de la concepción en el vientre de su madre, fue santificada por la gracia de Cristo. Ella nunca contrajo realmente el pecado original, aunque estaba sujeta a él en el sentido de que tenía que ser redimida de él por la gracia preventiva de Dios.

Ahora bien, nadie afirmaría que ninguno de estos dogmas con respecto a María estén fundados directamente en la Escritura. Pero indirectamente, tal vez se podría trabajar en términos de la santidad y la cercanía a Cristo que la Escritura le atribuyen a María.

Los protestantes se sienten incómodos con la descripción de María como corredentora, y se especula que esto podría declararse un dogma de la iglesia. ¿Le gustaría comentar al respecto?

Eso no es probable que suceda. El Vaticano II dijo repetidamente que Cristo es nuestro único Redentor.

Pero si se definiera como dogma, tendría que interpretarse en el sentido de que Cristo es activo a través de María, que sus sufrimientos y oraciones son eficaces a través de Cristo. Sería simplemente un tipo muy subordinado y derivado de la actividad redentora. Cristo le da toda la eficacia que tiene.

Como dice Pablo, «pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo» (Colosenses 1:24, t.l.). Por supuesto, ese es un pasaje algo difícil, pero parece haber una afirmación por parte de Pablo de que sus sufrimientos de alguna manera son absorbidos por los de Cristo. Tienen una eficacia redentora: no al lado de Cristo, sino con Cristo, obrando a través de Pablo como miembro del cuerpo.

La forma en la que haré esta pregunta es bastante directa, pero puede ayudarnos a ir un poco más allá: ¿Usted sería feliz con un cristianismo que no tuviera una estima especial por María?

Una cuestión de devoción no se puede legislar realmente. Las personas católicas son muy libres. Es su decisión si oran o no a los santos, o a qué santos orarán. Entonces puedo imaginarme un cristianismo que no cultivara particularmente la devoción a María. Podría ser a su manera muy auténtica.

¿Con oraciones directamente a Dios?

Ciertamente, se puede orar directamente al Dios uno y trino. No es necesario orar a través de los santos. Rezar a María es una forma particular de devoción que creemos que agrada a Dios, pero no es necesaria. Siempre que no se rechazara la devoción a María y a los santos como idolatría, se podría aceptar un cristianismo que practicara una forma de piedad diferente, puramente teocéntrica o Cristo céntrica.

4. Purgatorio

El purgatorio es otro asunto en el que difieren católicos y protestantes. ¿Cuál es la comprensión católica actual de esa doctrina?

Aunque no se enseña específicamente en la Escritura, el purgatorio es una creencia muy antigua. Aparece en conjunción con la antigua práctica cristiana de orar por los difuntos. Los católicos creen que incluso aquellos que mueren en el Señor pueden no estar aún en la posición exacta para entrar en el gozo de la gloria celestial. Pueden tener disposiciones o afectos pecaminosos que aún deben ser purgados.

Ahora bien, esto, como digo, no se enseña explícitamente en la Escritura, pero una vez que se establece la práctica de orar por los muertos, hay indicaciones en la Escritura que apuntan en esa dirección.

¿Cuáles serían algunos de esos?

El texto principal que se usa es uno que no aparece en las Biblias protestantes. Es Segunda de Macabeos 12:45, que dice que es un pensamiento santo y saludable orar por los muertos para que sean liberados de sus pecados. En el Nuevo Testamento, hay algunos pasajes que podrían interpretarse como que sugieren algo así como el purgatorio. Uno que me viene a la mente sería Primera de Corintios 3:12-15, que habla de individuos que se salvan, por así decirlo, a través del fuego.

Los protestantes a menudo señalan al ladrón en la cruz, a quien Jesús le dijo: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». De este pasaje, parece que un simple acto de fe es suficiente para llevar a uno al cielo.

Ciertamente, no sostenemos que todo el mundo vaya necesariamente al purgatorio. Es una cuestión de la disposición con la que uno muere. Posiblemente, la contrición del ladrón, especialmente considerando el sufrimiento de la crucifixión, pudo haber hecho por él en esta vida lo que el purgatorio hubiera hecho de otro modo.

5. La Escritura y la tradición

A menudo usted ha hecho referencia a la tradición. Los protestantes, como bien sabe, están preocupados por la comprensión católica de la tradición y su relación con las Sagradas Escrituras. ¿Podría elaborar al respecto?

La noción más básica de tradición es que es la transmisión del Evangelio en la iglesia. Esa transmisión no tiene por qué ser sólo mediante la lectura de un Libro. El Evangelio siempre se ha predicado tal como lo entendieron los pastores y las comunidades, con adaptaciones y cambios de lenguaje. Una cierta cantidad de interpretación entra en él, y ha pasado a través de los siglos. De hecho, la mayoría de los cristianos, incluso los cristianos evangélicos, obtienen su evangelio a través de la tradición en ese sentido de la palabra.

La interpretación católica de la Escritura depende de una tradición teológica (una tradición alimentada por la oración y la piedad) que se ha desarrollado durante muchos siglos. En algunos casos, se ha alejado bastante de lo que dicen las Escrituras. Pero el principio de que la Escritura se transmiten a través de la tradición goza hoy de un consenso bastante amplio entre protestantes y católicos.

Por supuesto, se necesitan algunos criterios para separar la buena tradición de la distorsión de la tradición. Los católicos generalmente confían mucho en el magisterio, el oficio de enseñanza del papa y los obispos.

Probablemente, no habría mucho desacuerdo sobre la tradición como un proceso que envuelve a todos los cristianos, cualquiera que sea su creencia. Pero ¿tienen los católicos, en cierto sentido, tradición con T mayúscula, es decir, tradición que no es parte del proceso de transmitir la fe, sino que es un depósito terminado que está a la par o por encima de la autoridad de la Escritura?

Los concilios han dicho que la Escritura y la tradición tienen igual dignidad y autoridad. Pero eso no significa que haya verdades que se conozcan solo por tradición. Si existen o no tales verdades es algo que se discute entre los católicos de hoy.

Hubo un periodo, desde alrededor de 1600 hasta 1950, cuando la mayoría de las personas pensaba que la posición católica era que hay ciertas verdades que se conocen solo por tradición. Se creía que estos se transmitían de boca en boca desde los apóstoles en adelante. Hoy, esa sería una opinión minoritaria. El Vaticano II hizo todo lo posible para decir que la Escritura y la tradición nunca están solas, sino que toda la verdad cristiana es conocida por la tradición y la Escritura juntas. La tradición quizás se entienda mejor como una aclaración e interpretación de lo que ya está en la Escritura.

Eso es útil. Aun así, parece difícil evitar el hecho de que hay dos fuentes de revelación en la Iglesia Católica, la tradición y la Escritura. Ha indicado que dogmas como la asunción de María y su concepción inmaculada realmente descansan más en la tradición que en la Escritura.

Sí, pero el Vaticano II evitó decir que hay dos fuentes de revelación. Lo que dijo en su «Constitución sobre la divina revelación» fue que la Escritura y la tradición son inseparables. La iglesia lee la Escritura a la luz de la tradición. Y una cierta lectura de la Escritura a la luz de la tradición da un sentido más profundo de las realidades de las que se habla en la Escritura. Así es como se desarrolla la doctrina.

Eso suena claramente diferente de un enfoque protestante. Seríamos más propensos a hablar de interpretar la tradición a la luz de la Escritura.

No insistiría demasiado en la diferencia, porque lo mismo es cierto hasta cierto punto para los católicos. Intentamos comprender mejor el significado de la Escritura a la luz de la tradición. Y revisamos la formulación de la doctrina a la luz de una mejor comprensión de la Escritura. Funciona en ambas direcciones.

6. Justificación por la fe

Habiendo adquirido cierta base en su comprensión del magisterio, la tradición y el enfoque general de la doctrina, ahora podemos considerar nuestra diferencia más básica: la doctrina de la justificación por la fe mediante la gracia. ¿Qué distancia hay entre los católicos y los protestantes contemporáneos en cuanto a esta doctrina?

Yo diría que realmente no estamos muy en desacuerdo sobre la forma en que el individuo llega a la justificación: por la gracia de Cristo, aceptada por medio de la fe. Esa es una doctrina bastante común entre nuestras iglesias, aunque no ha sido reconocida como doctrina común. Muchos católicos se asombran al oír esto: piensan que los católicos reciben la justificación por sus buenas obras. Pero esa nunca ha sido la enseñanza católica.

Eso sería una sorpresa para muchas personas, y no solo para los católicos. Por favor, elabore al respecto.

La respuesta a Lutero se hizo oficial en el Concilio de Trento (1545-1563). En su «Decreto sobre la justificación», el concilio describió el proceso de justificación e insistió en que es por la fe que uno es justificado.

Uno es primero justificado gratuitamente por la gracia de Dios, y luego uno está obligado a vivir a la altura de la fe que profesa. Las obras siempre van detrás en la vida de un creyente. Si brotan de la fe, son buenas a los ojos de Dios y serán recompensadas.

La Escritura dice varias veces que seremos recompensados ​​de acuerdo con nuestras obras (ver Mateo 16:27, 1 Corintios 3:8 y 2 Corintios 9:6). Así que las recompensas celestiales dependen un poco de las buenas obras que hemos podido realizar en la carne, en esta vida. Pero esas buenas obras presuponen la existencia de la fe.

Es interesante que usted habla del «proceso» de justificación. Los protestantes piensan que la justificación es como el embarazo: lo estás o no lo estás.

Los católicos creen que lo eres o no lo eres, pero normalmente hay una preparación gradual para la justificación, y después de que estés justificado, puedes estar aún más justificado. Es en parte una cuestión de terminología. La mayoría de los católicos y protestantes distinguen entre justificación y santificación. En la teología católica, el aumento de la justificación se llama comúnmente santificación y, por lo tanto, hay grados de santificación. Supongo que lo que realmente estás preguntando es sobre la santificación.

En la teología de la Reforma, la santificación y la justificación se describen como dos obras de gracia separadas. La justificación es el fundamento, una imputación externa de justicia al pecador que tiene fe en Cristo. La santificación es la purificación interior de esa persona. Los reformadores insistieron en que los dos no se confundieran.

Puede haber algo de diferencia, entonces, entre evangélicos y católicos. Sostenemos que la justificación no es simplemente extrínseca. Se origina fuera, pero se recibe en nosotros, por lo que no solo se nos considera justos, sino que se nos hace realmente justos. Hay una transformación interna en la justificación misma. Ese cambio interior también podría llamarse santificación. Así, la justificación y la santificación, para los católicos, son realmente inseparables.

Hemos hecho algunas distinciones acerca de las palabras justificación y santificación. ¿Qué significa la palabra fe para un católico informado?

Hay diferentes interpretaciones católicas de la fe. En la escolástica medieval y hasta tiempos recientes, la fe se entendía comúnmente como un acto intelectual de creencia. Se contrastaba con la esperanza y el amor, que tenían más que ver con la voluntad que con el intelecto.

Pero también se puede entender la fe de una manera más global o inclusiva: la fe como un compromiso amoroso y confiado de uno mismo con Dios. Ese es el sentido del término tal como se usó en el Concilio Vaticano II. Si entiendes la fe en ese sentido amplio, entonces puedes usar una expresión como «justificación por la fe».

Pero esta es una expresión más usada por los protestantes que por los católicos. Los católicos miran la distinción que Pablo hace en 1 Corintios 13 entre fe, esperanza y amor. Él dice que el mayor de estos es el amor, y que, si no tienes amor, incluso una fe que puede mover montañas de nada aprovechará.

Los protestantes también dirían que el amor es la corona de la fe. Pero la fe es el fundamento. Primero tenemos fe, y luego hacemos obras de amor para demostrar nuestra fe.

No tendríamos ningún desacuerdo allí. El Concilio de Trento dijo que la fe es la raíz y el fundamento de toda justificación. Así que la fe es un elemento necesario, pero, entendida estrictamente como una cuestión de creencia intelectual, no es suficiente. Debe haber una esperanza y un amor que los acompañen.

Y, por supuesto, los protestantes tienen un grito de guerra que data desde hace varios siglos: la justificación solo por la fe. Parece que si un católico puede aceptar o no ese dictamen depende de la comprensión del término fe. Si definimos la fe en un sentido amplio, como el compromiso de todo nuestro ser con Dios, ¿podría afirmar la justificación solo por la fe?

Podría decirse que la fe misma está intrínsecamente caracterizada por el amor. Como mencioné, el Vaticano II habla de la fe como una obediencia amorosa, y en ese sentido se podría decir que la fe sola es suficiente para justificar.

Retrocedamos, nuevamente, a la idea de la recompensa. ¿Cómo se relaciona la tradición católica del mérito con la justificación?

Solo aquellos que han sido justificados gratuitamente por la gracia de Dios están en condiciones de merecer. No merecemos la justificación, pero habiendo sido justificados o hechos justos ante los ojos de Dios, por su favor y gracia, estamos en condiciones de realizar buenas obras, y esas buenas obras serán recompensadas. Esto se indica en el Nuevo Testamento muchas veces. Los católicos creen que hay grados de gloria, que dependen de cómo uno ha respondido a la gracia.

¿Dirías que no merecemos la primera gracia que nos llega, pero podemos merecer la salvación, la gracia final?

Iba a decir que sí. Pero cuando dijiste «gracia final» dudé, porque hay una tesis de San Agustín de que la gracia de la perseverancia final no se puede merecer. Es un regalo especial de Dios, y realmente no podemos controlar si moriremos a favor de Dios o no. Pero con esa reserva diría que sí, podemos merecer la salvación siempre que perseveremos en la gracia.

Nuevamente, necesitamos examinar el significado de nuestros términos. Cuando los católicos hablan de salvación, están pensando en el final de un proceso. Cuando los protestantes usan la palabra salvación, tendemos a creer en ella como algo que se logra cuando el creyente acepta a Cristo como Salvador y Señor. También podemos reconocer la vida de fe como proceso, como santificación, y en ese sentido el cristiano se está salvando en el presente y se salvará en el futuro. Sin embargo, al protestante evangélico no le gustaría asociar el mérito con ninguna de estas etapas. Habrá recompensas, pero en lugar de basarse en el mérito, dependerán de Dios y del misterio de su providencia.

No veo ninguna diferencia marcada entre nosotros. El Concilio de Trento dijo, citando a Agustín, que, al recompensar nuestros méritos, Dios corona sus propios dones. Entonces, realmente es un mérito de la gracia: solo debido a los dones de Dios podemos merecer algo. La palabra mérito siempre se usa con reserva en teología.

Entonces, teniendo cuidado de las palabras, dirías que los cristianos merecen la salvación. ¿En qué sentido hablaría o no un católico de ser salvado en este momento presente, antes de la muerte o al final del camino de la fe?

Damos gracias a Dios por habernos puesto en el camino que conduce a la salvación final, pero no nos jactamos de que ya hemos sido salvos en el sentido de que no podemos perdernos. Eso conduciría a una actitud equivocada ante Dios. Siempre somos conscientes de nuestra pecaminosidad, lo que hace posible que caigamos.

Así que esperamos ser salvos. Es una esperanza firme y confiada, no un mero deseo. Santo Tomás (Tomás de Aquino) y otros entienden que la esperanza incluye una seguridad, aunque no es una seguridad absoluta. Existe la posibilidad de resistir la gracia de Dios. Él no nos trata como autómatas, sino que nos considera personas libres que podrían apartarse y rechazar su amor. Como dice Pablo, obramos nuestra salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12).

Pero al mismo tiempo, creemos en un Dios que es misericordioso y poderoso para que los que confían en Él nunca sean avergonzados, como dice el salmo (Salmo 31:1). Por lo tanto, avanzamos en paz y alegría, con un sentido de la providencia amorosa de Dios sobre nosotros.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Aprendamos a amar a nuestro prójimo con todo y sus miedos

No todos sentimos los mismos miedos, pero la sabiduría de las Escrituras es la misma para todos.

Christianity Today August 15, 2022
Ilustración por Klaus Kremmerz

El viaje de diez minutos desde mi casa hasta mi oficina en la iglesia siempre ha tenido riesgos. El solo acto de conducir conlleva un peligro inherente. Después tengo que encontrar un lugar para mi carro (con frecuencia soy la primera en llegar, en ocasiones en la oscuridad), hacerme cargo de desactivar la alarma de seguridad y, si llega un compañero hombre, considerar el riesgo de ser una mujer a solas con un hombre dentro de un edificio.

Hace veinte años, conducir me causaba un poco de temor y caminar por un estacionamiento a solas era aterrador; sin embargo, estar en la oficina con un hermano cristiano no me preocupaba en lo absoluto. Hoy en día, sigo teniendo cuidado a la hora de conducir y pocas veces pienso siquiera en el hecho de que estoy sola al salir de mi coche; sin embargo, estoy considerablemente más consciente de las dinámicas entre hombres y mujeres en la oficina. ¿Qué causó este cambio?

Aproximadamente, diez mil millas (dieciséis mil kilómetros).

De muchas maneras, mudarme desde Sudáfrica hasta Estados Unidos disminuyó mis temores porque los riesgos reales eran menores. Conducir en Sudáfrica es estadísticamente [enlaces en inglés] más peligroso que en Estados Unidos, y que una mujer camine sola es considerablemente menos peligroso en el norte de California (Sudáfrica suele ostentar la mayor tasa de violaciones del mundo). Como se puede ver, mi miedo se redujo con el tiempo, recalibrándose a los nuevos niveles de riesgo [enlaces en inglés].

Pero mi percepción del riesgo que conlleva estar sola con un compañero de trabajo varón incrementaron cuando me mudé a los Estados Unidos, si bien no tengo razones para pensar que el riesgo a sufrir algo inapropiado haya cambiado en realidad. El cambio surgió de que me encontré en una iglesia local con una cultura que manifiesta mucha mayor ansiedad con respecto a las interacciones entre hombres y mujeres, y necesité adaptar mi percepción al respecto.

El lugar en el que vivimos influye tanto en lo que tememos como cuánto lo tememos. Por supuesto, el tamaño de nuestros miedos se ve afectado por el tamaño del riesgo: nos atemoriza más el ataque de un tiburón que la picadura de una medusa. Sin embargo, nuestros miedos son más fuertemente influenciados por nuestra percepción del tamaño del riesgo. La película Tiburón condicionó a una generación entera para vigilar la espontánea aparición de aletas de tiburón en la playa, aunque hay una media de 71 ataques de tiburón al año, en comparación con la media anual de 150 millones de picaduras de medusa.

Los debates en torno a la COVID-19 sobre cuáles son los niveles de precaución y cuidado necesarios están cargados de tensiones entre la percepción y la realidad: los estadounidenses que recibieron la vacuna de refuerzo están más preocupados de contraer la enfermedad que sus conciudadanos no vacunados, a pesar de tener un riesgo menor de que la enfermedad les afecte gravemente. Sucede que el lugar en el que vivimos tiene un impacto significativo sobre nuestra percepción de las amenazas. Las investigaciones han descubierto que el miedo al virus variaba de una región a otra.

Estas diferencias en el modo en que enfrentamos los riesgos afectan a cómo tratamos a los demás. Gran parte de lo que aprendemos al escuchar y amar a nuestro prójimo tiene mucho que ver con cómo respondemos a sus miedos, ya sea que los compartamos o no. Pero ¿qué ocurre si nosotros, juzgando a los demás a partir de nuestros propios niveles de miedo, creemos que ellos tienen demasiado miedo a cosas pequeñas o que sus miedos son infundados? ¿O qué ocurre si creemos que los demás son unos incautos frente a cosas que nosotros sentimos como peligros reales?

La geografía del miedo

Necesitamos preguntarnos de dónde vienen nuestros miedos y qué importancia tiene nuestra ubicación en ello. Sabemos que nuestras experiencias personales dan forma a nuestros miedos para bien o para mal: nuestro cuerpo guarda un registro de las experiencias sanas y de las traumáticas. Las experiencias adversas durante la infancia, los problemas de salud mental y las diferencias de personalidad (por ejemplo, la neurosis) tienen un papel fundamental en la formación de nuestros miedos.

Pero nuestra ubicación también lo hace. En una encuesta llevada a cabo en diferentes países desde principios de la década del 2000, Daniel Treisman, del National Bureau of Economic Research, descubrió que tanto para miedos globales (miedo a una guerra nuclear) como para miedos personales (miedo a errores médicos graves), quienes respondieron a la encuesta en Portugal tenían entre dos y tres veces más probabilidad de responder que tenían miedo, en comparación con las personas que respondieron a la encuesta en los Países Bajos.

Por su parte, el ochenta por ciento de los griegos afirmaron estar preocupados por las armas de fuego, la comida modificada genéticamente y los virus nuevos, sin embargo, menos del cincuenta por ciento de los habitantes de Finlandia compartieron esos miedos. Treisman llega a esta conclusión: «Por supuesto, algunos países son más peligrosos que otros. Sus habitantes pueden tener más miedo sencillamente porque tienen más cosas que temer».

Aun así, defiende él, esto solo explica una parte de la variación. Aunque los investigadores también compararon los niveles de miedo de la gente a ciertos peligros con comparación con su nivel de riesgo objetivo, los resultados mostraron que «la correlación entre ambos a menudo era débil, inexistente o incluso negativa». En otras palabras, algunas comunidades respondieron tener mucho miedo a ciertas cosas, aunque no tenían un riesgo mayor real de que esas cosas ocurrieran.

Otro ejemplo de diferencias culturales: cada año la Encuesta Chapman sobre los Miedos de los Estadounidenses pregunta a una muestra aleatoria de entrevistados de todo Estados Unidos con respecto a 95 miedos diferentes que van desde desastres ambientales y naturales hasta el gobierno, pasando por la COVID-19. La encuesta más reciente reveló que, durante sexto año consecutivo, la principal causa de temor entre los estadounidenses (80%) son los funcionarios gubernamentales corruptos.

Mi cerebro sudafricano se atragantó cuando leí este informe. Yo estudié filosofía política y derecho en la universidad, y el sistema democrático de Estados Unidos, con su sistema de pesos y contrapesos, parecía ser el que menos miedo debería engendrar, desde mi punto de vista. Llamé a mi compañero de trabajo nigeriano y le pregunté su opinión.

«Estoy estupefacto», respondió él. «La corrupción del gobierno es un tema de preocupación real en mi país de origen, ¿pero aquí? ¿Por qué le da miedo a tanta gente?».

Formados por el miedo

En verdad, el miedo brota desde dentro de nosotros. Pero también se filtra a nuestro alrededor. El lugar del mundo en el que nos encontramos hace algo más que simplemente enseñarnos una manera particular de vivir y pensar; también da forma a nuestras maneras de amar y temer.

Leer informes como este me lleva a preguntarme: si viviera en un país diferente o en un estado diferente, ¿cómo me afectaría? ¿De qué otro modo podría procesar los desastres, las enfermedades y las amenazas de este mundo? ¿Y cómo, en cambio, variaría el modo en que me relaciono con compasión con los que me rodean?

Catherine McNiel defiende en Fearing Bravely: Risking Love for our Neighbors, Strangers, and Enemies [Temer con valentía: Arriesguémonos a amar a nuestros prójimos, extranjeros y enemigos] que hemos subestimado lo mucho que nuestra cultura inmediata —ya sea el vecindario físico en el que vivimos o la comunidad digital en la que vivimos virtualmente— impacta nuestros miedos. Se nos ha discipulado para temer, dice McNiel. Un discípulo es un aprendiz, y nosotros aprendemos muchísimo de las historias y las emociones que nos rodean.

Se supone que hemos de discipular a las personas para que amen a Dios y amen a su prójimo, pero a menos que atendamos las maneras en que nuestros entornos nos han enseñado a temer «al otro», nuestros intentos de amar a ese prójimo seguirán tambaleándose.

Jesús nos llama a entrar en su mundo, amar a nuestro prójimo, cuidar de los extranjeros y también orar por nuestros enemigos.

Somos criaturas maleables. Nos gusta pensar que leemos las noticias y las historias para reunir información, adquirir hechos para evaluar imparcialmente y después aceptar o rechazar. Lo que subestimamos es el modo en que esta información también es formación: despertando nuestro afecto por algunas cosas y avivando nuestros miedos por otras. Los hechos vienen con llamados a la acción y apelaciones a nuestro afecto, y estas cosas tienen un sabor local.

Como dijo James K. A. Smith en una entrevista para CT, nuestros hábitos nos dan forma, y esto incluye nuestros hábitos de lectura, nuestro consumo de medios de comunicación y aquellos compañeros con los que conversamos y compartimos las preocupaciones del día a día.

El boca a boca es la manera más rápida de dar buenas noticias (piensa en la sabiduría de Dios y en cómo manda Él la salvación al mundo), pero también es la manera más rápida de introducir y hacer crecer la preocupación. No había pasado ni un minuto de mi vida preocupándome por la propuesta de un nuevo currículo escolar, por ejemplo, hasta que escuché a otros padres susurrar acerca de ello en la fila para recoger a los niños de la escuela.

Durante semanas fue el tema central de muchas cenas y de los grupos locales de padres de familia en Facebook. De conversación en conversación, de comentario en comentario, y mientras intercambiábamos anécdotas y análisis, también acumulamos miedo.

Existe un nombre para esta clase de miedos que se expanden como incendios forestales sin control: cascadas sociales. Cass Sunstein, profesor de derecho de Harvard, economista conductual y autor de Leyes de miedo, explica: «A través de las cascadas sociales, la gente presta atención a los miedos que otros expresan, de un modo que puede conducir a la rápida transmisión de la creencia, aunque sea falsa, de que ese riesgo es bastante serio. (…) El miedo… puede ser contagioso, y las cascadas ayudan a explicar por qué».

También somos susceptibles a la polarización de grupo, escribe Sunstein, hasta tal punto que los grupos a menudo son más temerosos que los individuos. Puede que no nos dé mucho miedo —o nada en absoluto— algo por nuestra cuenta, pero nos podemos encontrar dentro del pánico moral cuando nos juntamos y unimos nuestros miedos.

Los cristianos, sin embargo, están llamados a hablar a Dios en lo secreto, poniendo nombre a nuestras preocupaciones ante Él en oración (Mateo 6:5-8). Pero no podemos confesar aquello a lo que no hemos puesto nombre: lo difícil de lidiar con nuestros miedos es que a menudo estos son subliminales. Puede ser que ni siquiera sepamos a qué tenemos miedo realmente después de todo. Y, aunque lo sepamos, ¿qué podemos hacer?

Una y otra vez la Biblia nos dice que no temamos (Deuteronomio 31:6; Isaías 41:10; Lucas 12:32). «Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio», escribe el apóstol Pablo en Segunda de Timoteo 1:7 (DHH). «No temo peligro alguno porque tú estás a mi lado», escribe David en el Salmo 23:4 (NVI). Las Escrituras son claras en que las personas de fe recibimos el mandamiento y el poder para erradicar el miedo.

Pero el miedo es un tema con matices. La Biblia no dice que todos los miedos estén mal, pero sí nos advierte que no debemos temer erróneamente.

Algunos miedos son pecaminosos, pero el temor del Señor se considera sabiduría. «El miedo pecaminoso hace que rechacemos a Dios y transfiramos nuestros afectos, esperanzas y temores a otro lugar. La salud, la riqueza, las relaciones y la reputación son solo algunas de las cosas que asumen la categoría de “definitivos divinos”», dice Michael Reeves, autor de Rejoice and Tremble: The Surprising Good News of the Fear of the Lord [Gozo y temblor: Las sorprendentes buenas nuevas del temor del Señor].

El mismo Jesús nos advierte que es posible que temamos equivocadamente —y, como resultado, prioricemos erróneamente (Mateo 10:28)—, y nos invita a no quedarnos atrapados en nuestros miedos, que normalmente suelen tomar forma más por la gente que nos rodea que por la verdad. Puede que estemos en peligro de temer lo erróneo juntos, o puede que temamos lo correcto pero en una proporción equivocada.

Pero, como bien sabe cualquier persona que haya peleado contra la ansiedad, que alguien te diga: «No te preocupes», no elimina mágicamente el miedo. El crecimiento espiritual no puede venir de hacernos luz de gas emocional; negar o rechazar nuestros miedos no los erradica. ¿Entonces cómo hemos de aprender a no temer cosas equivocadas?

Cuando se enfrentó a la tarea de reconfortar a una congregación atemorizada en medio de un tumulto político, la respuesta del pastor alemán Dietrich Bonhoeffer fue: «¡Prediquen! O, al menos, escuchen buenas predicaciones».

«El miedo roe y desgasta todos los lazos que atan a una persona con Dios y con los demás» hasta que «el individuo se sumerge en sí mismo, indefenso y desesperado», dijo Bonhoeffer.

Una enseñanza fiel y regular dirigida hacia el carácter y el poder de Dios, la promesa de que Jesús ha vencido al mundo y la presencia del Espíritu Santo que está con nosotros en medio de todo nos lanza un poderoso mensaje que nos ancla en la esperanza cuando las tormentas de la vida buscan volcarnos.

Nosotros, la iglesia unida, podemos animarnos unos a otros en la esperanza (Hebreos 10:23), y esto nos ayuda a enfrentarnos a nuestros miedos. Pero también tenemos trabajo que hacer a una escala mucho más pequeña, y darnos cuenta del modo en que nuestra ubicación impacta en nuestra formación puede ayudarnos a discipular a las personas para que salgan del miedo y entren en el amor.

Praxis y proximidad

El crecimiento puede venir de aprender a tener curiosidad acerca de por qué pensamos como lo hacemos, y estar dispuestos a dudar de ello, como defiende Adam Gran en su éxito de ventas Think Again: The Power of Knowing What You Don’t Know [Piensa de nuevo: El poder de saber lo que no sabes]. Aprender a ser curiosos —e incluso escépticos— con nuestros miedos es un importante primer paso para poder ser capaces de lidiar con ellos.

Esto no es intuitivo. Yo suelo pensar que mis miedos son razonables y racionales, si no, no los tendría. Pero el mudarme a otros países y visitar diferentes grupos eclesiales me ha revelado que a menudo tengo más o menos miedo a algo comparado con el que tienen los creyentes junto con los que estoy adorando. Esto, en cambio, se ha convertido en una invitación para evaluar con humildad y devoción qué amo, qué temo y por qué lo hago.

La práctica espiritual de discernir nuestros deseos ante Dios puede incluir preguntas para interrogar a nuestros miedos. El examen de Ignacio de Loyola ofrece una de esas herramientas para la introspección, y nos invita a discernir dónde experimentamos consuelo y dónde experimentamos desolación. El miedo puede ser un gran contribuyente de esto último.

El escritor Brendan McManus explica en una publicación de su blog que aprender «a ser consciente de tus sentimientos, y después usar la cabeza» puede ser una fórmula simple y útil para un enfoque espiritual sofisticado: «El primer paso es reflexionar en la experiencia o decisión y preguntarse “¿Cómo me hace sentir?”, y la segunda parte es mirar hacia delante y preguntarse: “¿Dónde me lleva esto?” y “¿Cuál será el resultado o el fruto más probable?”. Al explorar estas preguntas podemos sintonizar más en lo que Dios quiere, ser instrumentos más afinados para Dios en el mundo y, en última instancia, tomar mejores decisiones».

Podemos bajar la guardia, aunque no estemos de acuerdo en bajar nuestras mascarillas.

Reconocer que mis miedos han sido formados e informados por la cultura y por el lugar en el que vivo —y que esos miedos me han llevado a ciertas conclusiones y, si no me encargo de ellos, tendrán cierto fruto o resultado— me invita a no agarrarme a ellos y examinarlos detenidamente, ofreciéndome a mí misma tanto gracia para las preocupaciones reales que siento, como espacio para crecer mientras aprendo de nuevas perspectivas.

Mirar el mapa de miedos de mi corazón y alejarme para escuchar historias de la iglesia más amplia me ayuda a recalibrar mis preocupaciones, para que así pueda invitar a Dios: «Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno» (Salmo 139:23-24).

Más importante aún, puede que necesitemos llenar físicamente esos vacíos. Si la geografía —es decir, la distancia física entre comunidades— juega un papel en la sanación de nuestros miedos, entonces también deberíamos considerar cómo disminuir esa distancia puede ayudar a curarlos. Tyler Merritt, autor de I Take My Coffee Black: Reflections on Tupac, Musical Theater, Faith, and Being Black in America [Tomo mi café negro: Reflexiones sobre Tupac, el teatro musical, la fe y ser negro en Estados Unidos], defiende la proximidad como una herramienta para solucionar las desconfianzas raciales. «La distancia alimenta la desconfianza. Pero la proximidad promueve la empatía», escribe, un concepto que atribuye al pastor y autor Bryan Loritts. «Y con empatía, la humanidad tiene la posibilidad de luchar».

En Primera de Corintios 10, el apóstol Pablo se dirige a una naciente iglesia de Corinto ansiosa y fracturada, que se enfrentaba a preocupaciones que no habían surgido en Jerusalén. Algunos nuevos creyentes corintios venían de un trasfondo pagano donde se sacrificaba carne en adoración a los ídolos. Cuando comían en la casa de un no creyente, temían comer algo que hubiera formado parte de una tradición demoníaca.

Otros asumían un punto de vista más amplio: «del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella» (v. 26), así que podían participar de las comidas sin miedo. ¿Cómo iban a comer y a adorar juntos estos creyentes si consideraban de manera tan diferente los riesgos del menú?

La respuesta de Pablo proporciona una clase magistral de cómo deberíamos enfocar nuestros propios miedos, así como los de los demás, con gracia y con verdad. Primero, reconoce la realidad de su preocupación: sí, para muchos esta práctica no solo consiste en la comida, sino en la participación en una realidad peligrosa y demoníaca (vv. 20-22). Después ofrece el contexto bíblico para ayudarlos a lidiar con las preguntas específicas que surgen de su trasfondo cultural: puesto que la tierra es del Señor, cualquier cosa que se venda en un mercado de carne se puede comer sin que levante dudas de conciencia (vv. 23-26).

Pero aunque Pablo, viniendo de donde venía, no compartía sus preocupaciones, pidió a los demás que hicieran concesiones por amor. Les aconsejó que respetaran las conciencias ajenas (vv. 27-33). Las Escrituras nos llaman a ser amables y respetuosos cuando la gente tiene temor, dejando espacio para sus miedos, aunque no los compartamos.

Asumir el riesgo de amar

Los científicos sociales han demostrado que la parcialidad negativa —nuestra animosidad hacia el «otro» lado y el miedo a ello— dirige nuestra conducta política mucho más que la confianza real en las políticas y filosofías de «nuestro» lado.

«Cómo nos sentimos importa mucho más que lo que pensamos», observa Ezra Klein en su libro Why We’re Polarized [Por qué estamos polarizados]. Somos criaturas sociales basadas principalmente en los sentimientos y, en tiempo de elecciones, por ejemplo, dice Klein: «Los sentimientos que más importan a menudo son los que sentimos con respecto al otro lado».

Eso significa que los cristianos que quieran poner en práctica su fe en la plaza pública tienen que hacer algo más que simplemente pensar bíblicamente en las cosas antes de decidir. Necesitamos ser capaces de reconocer y después enfrentarnos a cómo nos sentimos ante aquello que estamos decidiendo. ¿A quién y qué tememos? ¿A quién y qué amamos?

Y del mismo modo que sabemos que es sabio identificar las fuentes de nuestros hechos cuando pensamos, la sabiduría nos invita a considerar las fuentes y motivaciones para nuestros sentimientos.

Alejarme para escuchar historias de la iglesia más amplia me ayuda a recalibrar mis preocupaciones.

Los miedos bien asentados con respecto a la comida sacrificada a los ídolos hacían que los corintios no fueran capaces de amar a su prójimo y compartir mesa con ellos. En el siglo XXI, los miedos bien asentados continúan haciendo que no amemos a nuestro prójimo.

Me imagino que Pablo tendría palabras muy similares para escribir a los creyentes de mi comunidad, donde el miedo a la COVID-19 es alto (y es muy común llevar mascarilla) cuando interactuamos con algunos creyentes que viven a escasas 150 millas (250 kilómetros) al sur de donde vivimos, en una comunidad donde el miedo a los efectos secundarios de las vacunas supera grandemente al miedo a la COVID-19 (y donde no se suele llevar mascarillas).

¿Cómo nos hubiera enseñado Pablo a reconocer las preocupaciones de nuestros hermanos creyentes, en vez de despreciarlas, y cómo nos hubiera pedido que dejáramos espacio los unos por los otros en amor para que pudiéramos disfrutar de la mesa común y del compañerismo en la obra del reino? Podemos bajar la guardia, aunque no estemos de acuerdo en bajar nuestras mascarillas.

Del mismo modo que mis hermanos y hermanas estadounidenses me han ayudado a nombrar, contextualizar y procesar algunos de los miedos que adquirí en Sudáfrica, quizá mi compañero nigeriano y yo podamos ayudar a nuestra iglesia estadounidense a lidiar con algunos de sus miedos locales. No podemos hacer nada para reducir el riesgo real de corrupción de parte de funcionarios del gobierno, pero quizá podamos mitigar parte del miedo que tienen el 80 por ciento de los estadounidenses al compartir nuestras historias de cómo aprendimos a confiar en Dios cuando vivíamos en países con gobiernos menos estables.

Jesús nos llama a entrar en su mundo, amar a nuestro prójimo, cuidar de los extranjeros y también orar por nuestros enemigos. Hacerlo y arriesgarnos a amar, como escribe Catherine McNiel, exigirá que nosotros naveguemos nuestros miedos y que los nombremos antes de esperar domesticarlos. Pero antes de poder nombrarlos, necesitamos desplegar el mapa de nuestras vidas y comenzar a ubicar humildemente los lugares donde se han formado nuestros miedos.

Bronwyn Lea es pastora de discipulado y mujeres en la Primera Iglesia Bautista de Davis y autora de Beyond Awkward Side Hugs: Living as Christian Brothers and Sisters in a Sex-Crazed World.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Ron Sider: un arquetipo de integridad

Como amigo del difunto profesor de seminario, tuve la oportunidad de observar de cerca la profundidad de su carácter y su preocupación por los marginados.

Ron Sider

Ron Sider

Christianity Today August 15, 2022
Edición por Christianity Today / Source Image: WikiMedia Commons

Durante 15 preciosos años, Ron Sider fue mi colega en el Seminario Palmer de la Universidad del Este, a las afueras de Filadelfia. Una de las voces más apasionadas por defender a los vulnerables, rompió los estereotipos negativos acerca de los evangélicos, así como los estereotipos negativos con respecto a la justicia social de parte de algunos evangélicos conservadores [enlaces en inglés].

La primera vez que oí hablar de Ron fue cuando el erudito del Nuevo Testamento Gordon Fee declaró que Cristianos ricos en la era del hambre era un libro que todo cristiano norteamericano debería leer.

Gordon no era dado a exagerar sus recomendaciones, así que, como estudiante universitario, ahorré mis monedas y compré una copia usada. Había venido leyendo 40 capítulos de la Biblia al día, así que estaba muy familiarizado con el mensaje recurrente del libro sobre el cuidado de los pobres. Mientras leía el libro, algo me sorprendió: este era un autor que genuinamente había prestado atención al énfasis de las Escrituras con respecto a este tema.

Con el tiempo descubrí que Ron también abogaba por la justicia racial y había desafiado el apartheid, incluso en un momento en que esas posturas eran todavía muy controvertidas entre los evangélicos blancos en Estados Unidos.

Ron siempre estaba listo para aprender. Su compromiso no era con una teoría económica específica, sino más bien con ayudar a las personas necesitadas. En ese espíritu de humildad, ajustó su enfoque a soluciones económicas específicas en las subsecuentes revisiones de Cristianos ricos. Su doctorado fue en historia de la Reforma, no en economía global.

Yo sabía menos de economía que él, así que no habría sabido la diferencia si no me hubiera explicado más tarde por qué hizo las revisiones. Su enfoque inicial de la economía necesitaba ajustes, me dijo, pero aún así, esperaba que la gente recordara que él y sus colegas tenían razón sobre el apartheid.

Algunos de los críticos más extremos se quejaron de que el manejo de Ron de las demandas de las Escrituras con respecto a los pobres era «marxista». Aparentemente, no habían leído realmente sus escritos, nunca habían leído realmente la Biblia, o estaban más comprometidos con las agendas económicas o políticas que con la Biblia.

La lealtad de Ron era a las Escrituras. No era más radical que John Wesley o Charles Finney (y ciertamente mucho menos radical que San Antonio y San Francisco).

Como le señalé una vez, era mucho más conciliador que las figuras bíblicas de Amós, Jeremías, Juan el Bautista (Lucas 3:11) y, lo más importante de todo, que el mismo Señor Jesús, quien dijo que no podemos ser sus discípulos a menos que entreguemos todas nuestras posesiones (Lucas 12:33; 14:33).

Aunque Ron a menudo fue vinculado con la izquierda evangélica, se mantuvo consistentemente provida a lo largo de su vida, e insistió en que la iglesia debería mantener la ética sexual bíblica. Estoy bastante seguro de que él y yo no siempre votamos de la misma manera a pesar de nuestro acuerdo en temas éticos, pero nunca dudé que su voto siempre fue informado por su conciencia bíblica.

En las conversaciones, lo encontré siempre dispuesto a acoger lo que él veía como las mejores soluciones a ambos lados del espectro político actual (trágicamente polarizado), y mantuvo contactos en ambos lados del mismo. Siempre siguió siendo el anabautista evangélico consistente que era, viviendo de manera simple y sacrificial, y trabajando en nombre de los necesitados. El libro de ensayos de 2013 dedicado en su honor se titula apropiadamente Following Jesus: Journeys in Radical Discipleship [Seguir a Cristo: viajes en el discipulado radical].

A pesar de las críticas punzantes, Ron se negó a renunciar a lo que encontró en las Escrituras. Uno de nuestros exalumnos, Michael Jordan, ahora decano de la capilla de Houghton College, lo expresó de esta manera en una publicación de Facebook:

El Dr. Sider insistió obstinadamente en que los cristianos deberían actuar por el cambio en temas de injusticia sistémica, no a pesar de nuestras convicciones religiosas, sino debido a ellas. Lo hizo completamente inconveniente para todas las causas, porque se negó a ser el idiota útil de todos: se opuso al aborto y a la salida de la gente de raza blanca de las áreas urbanas con la misma ferocidad; nos dijo que escucháramos al Sur Global tanto sobre el matrimonio como sobre el imperialismo estadounidense.

Ron se unió con humildad a la iglesia global y siempre se mostró ansioso por aprender de otros líderes cristianos de todo el mundo. Habló sobre los regímenes totalitarios en América Latina (ya fueran de derecha o marxistas), el apartheid en Sudáfrica, el martirio de los cristianos en Nigeria, el hambre global, el acceso a la atención médica y el ambientalismo.

Confesaré que, durante un tiempo, pensé que solo estaba siguiendo las tendencias en temas ambientales. Sin embargo, después de aprender sobre los cristianos del Pacífico Sur cuyas casas están siendo destruidas por el aumento del nivel del mar, así como las experiencias de mi esposa con la contaminación por petróleo en África, pronto me convencí de que este problema también tenía un rostro humano. Ron llegó a esa conclusión mucho antes que yo.

Su impacto en la iglesia norteamericana es particularmente notable. Superó abismos al hablarles a muchos evangélicos sobre la justicia social, una preocupación apasionada de muchas iglesias de denominaciones tradicionales, así como hablar con gran parte de las iglesias de denominaciones tradicionales sobre evangelización, una preocupación apasionada de muchos evangélicos. Se negó a permitir que nuestras polarizaciones culturales nos cegaran de tal forma que no pudiéramos ver los pasajes de las Escrituras que eran incómodos para nosotros.

En un momento en que me sentía destrozado por mis compromisos de ser teológicamente evangélico, experiencialmente carismático y miembro de la iglesia negra, no hubo mejores guías para mí que mis colegas principales, Ron Sider y Samuel Escobar. Ron respetaba y daba la bienvenida a los dones de todos en el cuerpo de Cristo, y quería reunir a los mejores de ellos.

De izquierda a derecha: Ron Sider y su esposa, Arbutus, con Médine y Craig Keener, alrededor del año 2011, en la casa de la familia Sider.Cortesía de Craig Keener.
De izquierda a derecha: Ron Sider y su esposa, Arbutus, con Médine y Craig Keener, alrededor del año 2011, en la casa de la familia Sider.

Conocí a Ron en persona cuando era un estudiante de doctorado involucrado con la organización que él fundó, entonces conocida como Evangélicos por la Acción Social (ahora Christians for Social Action). En parte gracias al apoyo y aliento de Ron, terminé en el Eastern Seminary (ahora Palmer Seminary of Eastern University).

Aunque ya era un líder cristiano respetado con una agenda bastante saturada, aceptó cobijarme bajo su ala, brindándome aliento y consejo. Cuando diferimos en nuestra exégesis del pasaje «en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños» en Mateo 25, Ron honró humilde y gentilmente mi interpretación mencionándola como una visión alternativa respetable.

Era un activista genuino, siempre haciendo todo lo posible para ayudar a las personas necesitadas. A través de la oficina del senador Rick Santorum, incluso me ayudó a llevar a mi esposa, Médine, a los Estados Unidos después de que los eventos del 11 de septiembre ralentizaran el proceso de inmigración. Muchos otros podrían contar historias similares del afán de Ron por participar, establecer contactos y ser mentor. (La querida esposa de Ron, Arbutus, una consejera profesional, también me ayudó con el estrés postraumático de algunos eventos pasados).

Después de 15 años de trabajar con él en el Seminario Palmer, me mudé al Seminario Asbury (donde enseño ahora). Pero dejarlo fue una de las muchas razones por las que encontré difícil esa transición, a pesar de que nos mantuvimos en contacto.

El impacto que tuvo en mí, en sus estudiantes y lectores, y en el evangelicalismo norteamericano es incalculable.

Cuando estaba haciendo mi doctorado en la Universidad de Duke, las objeciones al cristianismo que escuché de parte de los estudiantes universitarios no eran las tradicionales a las que estaba entrenado para responder. Acusaron a la fe cristiana de ser racista, sexista e imperialista. Sin embargo, la vida y el legado de Ron han desafiado constantemente todas esas percepciones.

Dadas algunas de las preocupaciones similares expresadas por el creciente movimiento actual de jóvenes sin afiliación religiosa, creo que un reconocimiento más amplio de la voz de Ron podría haber ayudado a prevenir gran parte de esa hemorragia.

Te extraño, querido hermano. Te veré del otro lado.

Craig Keener ocupa la cátedra F. M. y Ada Thompson en Estudios Bíblicos en el Seminario Teológico de Asbury.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cinco grandes verdades que todo líder de la iglesia hispana en Estados Unidos debe considerar

No creas la mentira de que tu congregación no puede hacer grandes cosas para Dios.

Christianity Today August 8, 2022
Pearl / Lightstock

Esta es una versión revisada y corregida del artículo publicado en febrero de 2017.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Yo crecí como hijo de un pastor en México. Mis padres, mis hermanos y yo migramos a Estados Unidos y experimentamos todas las bendiciones y los desafíos que implica mudarse a otro país y ministrar en una cultura diferente. El choque cultural afectó mi vida espiritual por algún tiempo, sin embargo, por la gracia de Dios vencí esa batalla y rendí mi vida para seguir el llamado de Dios de servir en el ministerio. Durante 33 años de ministerio, he tenido el privilegio de ser pastor en congregaciones grandes, medianas y pequeñas, tanto en contextos predominantemente hispanos como anglosajones. También el hecho de ser hijo de un pastor inmigrante quien ha ministrado en contextos multiculturales tanto en español como en inglés me ha enseñado mucho. A continuación ofrezco cinco consejos para aquellos que ministran en congregaciones predominantemente hispanas o multiculturales en los Estados Unidos.

1. El gran mandamiento (ser y hacer)

Como evangélico, la gran comisión (Mateo 28:18-20) a menudo ha impulsado mi ministerio. Sin embargo, con el transcurso de los años he aprendido a apreciar la centralidad del gran mandamiento. Si bien creo que la gran comisión es una prioridad, también creo que debe fluir del gran mandamiento: Marcos 12:30-31.

Ya sea que sirvamos en una congregación grande o pequeña, a menudo podemos sentir la presión de hacer más. Sabemos que debemos hacer discípulos y predicar el evangelio, así como liderar y cuidar de nuestra congregación. Pero el peligro es que nos enfoquemos tanto en lo que debemos hacer, que se nos olvide ser. Corremos el riesgo de caer en el síndrome de agotamiento, la sequía espiritual y terminar por producir fruto que no permanece. Enfocarnos en amar a Dios con todo nuestro ser nos ayuda a empezar por ser, y a permitir que el hacer sea el fruto de esa relación de amor (Juan 15:5). Deja que tu ministerio fluya del gran mandamiento. Ama a Dios primero, y a partir de esa relación ama a los demás y sírvelos.

2. La gran tarea (matrimonio y crianza)

¿Cuál consideras que es tu tarea ministerial más importante? Si estás casado, tu tarea más grande es ser un esposo amoroso. Si tienes hijos, la tarea también incluye cuidar bien a tus hijos.

Como hijo de pastor y como alguien que observó a otras familias de pastores, me di cuenta de que algunos líderes de iglesia suponían que «buscar primeramente el reino» significaba sacrificar el cuidado a su familia. Sin embargo, eso es una comprensión equivocada de las prioridades del pastor. Las Escrituras muestran que una de las cualidades más importantes para el pastor es la de ser un buen esposo y padre (1 Timoteo 3:2a, 4-5). La Biblia llama al pastor a liderar desde su ministerio a su propia familia.

Los miembros más importantes en tu congregación son tu esposa y tus hijos. (Si eres un pastor soltero, debes dar prioridad a tus amistades y a tu relación con aquellos que son como familia para ti). He visto ministros que han descuidado sus matrimonios y familias. He visto familias de pastores pasar por el divorcio, y a hijos de pastores que se han apartado de la fe. Cuando eso sucede, todos salen perjudicados: el pastor, la familia y el ministerio. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la familia?

3. La gran falacia (etnocentrismo)

Al observar la obra hispana, creo que uno de los más grandes factores que contribuyen al conflicto es la falta de conciencia transcultural. A menudo las congregaciones dan por sentado que tienen la misma cultura porque comparten la designación «hispana», porque hablan español, o porque tienen apellidos similares. Algunos pastores de primera generación vienen de distintas partes de Latinoamérica pensando que ministrarán en el mismo contexto cultural. He estado en congregaciones donde hay hispanos de segunda y tercera generación, argentinos, puertorriqueños, panameños, cubanos, colombianos y mexicanos de zonas urbanas y rurales. Cuando surgen conflictos, a menudo las personas lo atribuyen a una falta de espiritualidad, respeto o madurez, cuando en realidad no se trata de otra cosa sino de diferencias culturales. Pensamos que nuestra forma de hacer y hablar es la única forma correcta, y hablamos del conflicto como si fuera espiritual.

No obstante, una de las mejores cosas que podemos hacer, sin importar nuestro trasfondo cultural, es tomar conciencia de nuestra propia cultura, respetar la de otros, hacer preguntas con una actitud de aprendizaje, y pedir a otros que nos den observaciones y sugerencias. Necesitamos buscar la ayuda del Espíritu Santo para discernir la diferencia entre convicciones bíblicas y normas culturales. Ya sea que seas hispano de primera, segunda o tercera generación, y sin importar de dónde vengan tus antepasados, si ministras en Estados Unidos, es necesario que te consideres a ti mismo un misionero transcultural. En lugar de esperar que la gente adopte su cultura, un buen misionero adopta la cultura de la gente que desea alcanzar. Al igual que Pablo, hazte «todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles» (1 Corintios 9:22, NVI).

Asimismo, aun cuando tu tarea sea ministrar a una congregación predominantemente hispana, enséñales a ser inclusivos y transculturales. Esto traerá como consecuencia otros desafíos, pero no serán diferentes a los desafíos que la iglesia predominantemente judía enfrentó en el libro de los Hechos.

4. El gran desafío (el idioma)

Ministrar en un contexto hispano a menudo significa ministrar en español. Por supuesto, la etnicidad y el idioma no son exactamente lo mismo. La adoración sucede en forma más profunda cuando se realiza en el contexto del idioma materno. Mientras siga habiendo hispanos de primera generación en EE. UU., habrá necesidad de ministerios llevados a cabo en español. De la misma forma, mientras haya hispanos de segunda, tercera y cuarta generación, y mientras haya matrimonios mixtos, habrá necesidad de ministerios conducidos en inglés.

Recuerda que tu compromiso es con el gran mandamiento y con la gran comisión, y no con un idioma, sea español o inglés. Aprende a adaptarte. Si eres bilingüe, ministra en ambos idiomas. Si todavía no eres bilingüe, forma un equipo de liderazgo bilingüe. Existen distintas formas de cubrir las necesidades de idioma en una congregación en diferentes contextos. El límite de espacio no me permite desarrollar más el tema; sin embargo, baste decir que existe más de una forma correcta de hacerlo.

5. La gran mentira (‘no podemos’)

Aunque ciertamente hay excepciones, las congregaciones hispanas a veces sienten que cuentan con menos recursos materiales que las congregaciones anglosajonas. Muchas iglesias hispanas se sienten más pequeñas y más limitadas tanto económicamente como en términos de oportunidades. Como pastor, quizá notas que las congregaciones a tu alrededor tienen a su disposición edificios más grandes, transporte más nuevo, presupuestos mayores y miembros con más influencia y afluencia. Como consecuencia, al momento de hacer grandes obras, los pastores y las congregaciones piensan, «¡no podemos!». Sin embargo, eso es mentira.

La iglesia del Nuevo Testamento tuvo menos recursos que muchas congregaciones hispanas en Estados Unidos. Las iglesias en casas, que a menudo sufrían persecución, hicieron cosas grandes y poderosas para el avance del evangelio. No contaban con edificios, presupuestos o bibliotecas, pero aun así impulsaron sus esfuerzos en contra de las mismas puertas del infierno con el único recurso que poseían: el Espíritu Santo.

He estudiado el movimiento de envío de misioneros desde Latinoamérica y me ha impresionado lo que Dios ha hecho. A mediados de los años 80, líderes latinoamericanos formaron una red llamada COMIBAM (Cooperación Misionera Iberoamericana). Iglesias pequeñas con recursos económicos limitados tomaron la antorcha del envío de misioneros y movilizaron a miles de hombres y mujeres jóvenes al resto del mundo. Confiaron en el poder del Espíritu Santo y proveyeron liderazgo audaz a la iglesia en Latinoamérica, la península ibérica y la iglesia global. ¡Sí se puede!

No te rindas creyendo la mentira de que tu congregación no puede hacer grandes cosas para Dios. Él no depende de recursos humanos para llevar su obra a cabo. Sin embargo, Dios sí llama a hombres y mujeres fieles a liderar valientemente a otros en la fe. ¿Harás lo mismo?

Julio Guarneri es pastor principal de Calvary Baptist Church en McAllen, Texas.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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News

La iglesia evangélica se une en torno a Ucrania en medio de las dificultades

20 grupos europeos sumaron fuerzas para centrarse en ministrar a los desplazados internos.

Un campamento bíblico para niños ucranianos desplazados

Un campamento bíblico para niños ucranianos desplazados

Christianity Today August 8, 2022
Misión Eurasia

Su madre murió de cáncer. Su padre murió en la guerra. Cuando su casa en Donetsk fue destruida por un misil ruso, las tropas ucranianas en retirada llevaron a la huérfana de ocho años, junto con sus abuelos y su tío, a un grupo de voluntarios que sirven en el Seminario Bíblico de Chernivtsi (en adelante «el Seminario»), a 680 millas (1094 km) hacia el oeste.

No pudieron llevarse nada más que la ropa que traían puesta.

Tras haber sido reubicado en un alojamiento temporal, el mes pasado el tío fue llamado de nuevo al frente de guerra. La niña ha sido enviada a un campamento cristiano, y el seminario, que sirve como centro ministerial para los desplazados internos, está haciendo lo que puede para ayudar.

«No pensábamos que servir a un refugiado fuera un proceso tan complicado», dijo Vasiliy Malyk, presidente del Seminario. «Pero por muy difícil que sea, al menos podemos ayudarles con cierta dignidad».

Se trata de un esfuerzo de equipo, y una vez contadas, las cifras se tambalean y palidecen en comparación con la necesidad.

La Alianza para Ucrania sin Huérfanos (AUWO, por sus siglas en inglés) ha movilizado a 3000 voluntarios para proporcionar alojamiento temporal a 6000 personas, la mayoría mujeres y niños. Ha evacuado a 38 000 personas, de las cuales más de dos tercios son huérfanos. Casi 59 000 personas han recibido algún tipo de ayuda humanitaria.

«Cuando empezó la guerra, todo el mundo se centró en responder», dijo Ruslan Maliuta, expresidente de la AUWO y actual enlace de la red One Hope. «Pero luego nos dimos cuenta de que la guerra continúa, la crisis es enorme y la respuesta requerirá que todos trabajemos juntos».

Para ello, la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés) lanzó en abril el Grupo Especial de Respuesta para Ucrania (TRUST, por sus siglas en inglés), con Maliuta como líder. La AUWO se unió a los bautistas ucranianos, a los pentecostales y a otras siete organizaciones eclesiásticas y paraeclesiásticas nacionales para coordinar los esfuerzos de ayuda a los refugiados, junto con diez socios regionales de Polonia, Moldavia, Eslovaquia, Hungría y Rumania [los enlaces de este artículo redirigen a contenido en inglés].

«Que las iglesias traspasen las fronteras denominacionales para trabajar juntas ha sido una de las cosas más alentadoras», dijo Chris Guess, pastor rumano. «Tenemos voluntarios que vienen de todo el mundo; el pueblo de Dios se ha sumado a nuestras filas». Por ejemplo, voluntarios de Argentina enviaron 20 000 toneladas de arroz.

Comparando la información de marzo en adelante, la WEA ha movilizado a 64 000 voluntarios. Se ha ofrecido alojamiento temporal a 271 000 personas. Más de 346 000 personas han sido evacuadas, mientras que casi 600 000 han recibido ayuda humanitaria. Se han distribuido más de 1.1 millones de dólares en ayuda entre las redes asociadas en Ucrania y en los países vecinos.

«TRUST se suma a la admirable labor de las agencias humanitarias profesionales, sin intención de competir ni de crear una nueva organización», dijo Thomas Schirrmacher, secretario general de la WEA. «TRUST ofrece un puente de conexión».

Sin embargo, la ONU subraya la sombría realidad: 6.2 millones necesitan alojamiento, 10.2 millones necesitan alimentos y 12.1 millones necesitan asistencia sanitaria.

«La gente está al borde del agotamiento», dijo Rafal Piekarski, quien trabaja con los Ministerios Proem en Polonia. «Nuestros recursos polacos se han acabado. No queremos competir con otros ministerios, sino ser buenos administradores de lo que ustedes puedan aportar desde sus países y sus iglesias».

En mayo, Piekarski fue uno de los 72 líderes de 22 naciones europeas que formaron la Colaboración Cristiana Ucraniana (en adelante CUC) para hacer frente a la abrumadora necesidad. Maliuta también estuvo allí, ya que ambas iniciativas reunieron a personas que nunca habían interactuado antes.

La cooperación inicial entre las redes fue mínima, ya que la CUC se ocupó de la respuesta continental mientras que TRUST se concentró en buscar la forma de operar en Ucrania y en los países circundantes. Pero Maliuta se unió más tarde al liderazgo de CUC con el objetivo de reforzar la coordinación.

Ahora que la guerra está entrando en su sexto mes, las necesidades a largo plazo están cambiando. Pero para muchos, la parálisis continúa.

«Sensaciones físicas de desmoronamiento. Insomnio o, a la inversa, somnolencia persistente. Pesadillas continuas. La mente de uno es incapaz de deshacerse de imágenes horribles», dijo Maryna Ashykhmina, vicerrectora del Instituto Cristiano Tavriski (en adelante ICT) y psicóloga con experiencia en estrés postraumático a la revista Insights de ScholarLeaders. «Cada uno de nosotros se arrodilla en oración».

«La infraestructura de mi vida se ha arruinado y es casi imposible hacer planes a largo plazo o incluso a medio plazo», dijo Tanya Gerasymchuk, asistente de relaciones públicas del Seminario Teológico de Odessa a la misma revista. «La sensación que yo y muchas otras mujeres ucranianas tenemos ahora es incertidumbre sobre el futuro».

La provisión de alimentos, medicinas y refugio siguen siendo vitales, dijo Maliuta. Pero la cooperación es lo que hace posible la visión y la esperanza necesaria para la reconstrucción.

El trauma es un área clave. El Ministerio de Sanidad ucraniano calcula que un tercio de la población necesitará atención de salud mental. Save Ukraine, organización aliada de TRUST, ha proporcionado 12 psicólogos, además de voluntarios médicos y jurídicos para asistir a 32 000 beneficiarios.

Al tercer día de la guerra, la Red Europea por la Libertad (EFN, por sus siglas en inglés), afiliada a TRUST, ya había distribuido 100 000 folletos en los puntos de cruce fronterizos para advertir a los ucranianos sobre el peligro de tráfico de personas. Pero mientras los esfuerzos en materia criminal se dirigen ahora a los recién reasentados, la EFN ha respondido también brindando atención para las personas afectadas por el trauma, buscando fortalecer a los más vulnerables. Su lista de «consejos principales» se han compartido con la ONU y con las iglesias locales.

Pero la mayor necesidad está ahora en los desplazados internos de Ucrania, dijo Oleksandr Zibarov, director nacional de Cru. De los 6 millones de refugiados que hay en Europa, 3.8 millones han recibido asistencia de protección temporal de varios gobiernos nacionales. Cru sigue ayudándolos, pero la mayor parte de sus cajas amarillas —paquetes de ayuda de cuatro semanas de duración— se distribuyen en Kiev y el centro de Ucrania. Estas cajas amarillas llevan también el mensaje del evangelio.

Muchos de los que fueron evacuados anteriormente ahora están regresando. Zibarov resumió la forma en que razonan para tomar esta decisión: «¿Debo quedarme aquí a sufrir con extraños, o mejor regreso para contribuir a mi ciudad natal?».

El conteo de la ONU registra 4.2 millones de cruces de frontera de refugiados de regreso a Ucrania, acerca de lo cual advierte que no es lo mismo que un traslado permanente. Pero los desplazados se trasladan con niños, quienes necesitan algo que hacer.

Por ello, otro logro a mediano plazo ha sido la reapertura de los campamentos de verano tras la COVID-19. Mission Eurasia está proporcionando atención para el trauma a más de 20 000 niños y jóvenes a través de su red de Campamentos de Esperanza.

Otros 1000 estarán en el Campamento Karabin.

«Se les brinda la oportunidad de volver a ser niños y de no oír los sonidos de las sirenas o los bombardeos», dijo Vadym Kulynchenko, de Our Legacy Ucrania, socio de TRUST. «Los niños oyen hablar de la esperanza del evangelio, y son atendidos y cuidados en un lugar seguro».

Además, los campamentos también ayudan a los padres, aligerando su carga temporalmente para que puedan comenzar a reconstruir sus vidas. El ministerio Our Legacy y muchos otros han recaudado fondos para reparar los tejados de las casas dañadas, antes de que lleguen las lluvias y los fríos vientos.

Según Sergey Rakhuba, presidente de Mission Eurasia, esto se está convirtiendo en una necesidad esencial a mediano plazo, debido a los bombardeos rusos. Las centrales eléctricas residenciales que proporcionan calefacción y agua caliente han sido destruidas intencionalmente, dijo. Y también han destruido los almacenes de suministros humanitarios, buscando sembrar miedo y sufrimiento.

«Si la guerra continúa hasta el invierno y no se abordan estos problemas», dijo Rakhuba, «será un desastre para millones de personas en Ucrania».

Y para los pastores que los asisten. Una resolución de junio reconoció el papel del clero en la recuperación de Ucrania a largo plazo .

«Las iglesias son fundamentales para la respuesta, pero las iglesias dependen de sus líderes», dijo Maliuta. «Muchos pastores pasaron por cosas horribles; debemos apoyarlos para que puedan seguir sirviendo».

Pero los pastores siguen adelante. Uno de ellos, en el sur de Ucrania, rompió en llanto cuando llegó un cargamento de papas. No había habido comida en su zona durante muchos días, le dijo a los voluntarios.

«La guerra hace que la presencia de la bondad y la muestra de misericordia sean increíblemente importantes», dijo Valentin Siniy, presidente del ICT, a Insights Journal. «En estas circunstancias, el liderazgo se vuelve importante; no político, sino el liderazgo de pequeños grupos».

Ucrania está montando actualmente una ofensiva para retomar el puerto ocupado de Kherson [Jersón] en el mar Negro, en el cual se encuentra la sede del ICT, así como otros territorios del sur tomados por los rusos. Las armas de largo alcance suministradas por EE. UU. han permitido al ejército ucraniano apuntar a los depósitos de municiones tras las líneas enemigas. Los analistas afirman que estas maniobras están frenando el avance ruso en la región oriental del Donbás, y las próximas semanas pueden resultar decisivas.

Mientras tanto, los evangélicos ucranianos se están uniendo para servir y para pedir ayuda, a fin de que ellos mismos puedan ayudar.

«Nuestras iglesias en estos países están viendo una increíble donación de mano de obra y de pasión por parte de sus congregaciones», dijo Schirrmacher. «Necesitan oraciones y apoyo financiero de todo el mundo».

Y la organización TRUST, ya sea para huérfanos, viviendas o pastores, es el vehículo evangélico recomendado por la WEA para la coordinación.

«La gente no está esperando a que termine la guerra, sino que ya están restaurando sus barrios», dijo Maliuta. «Es hora de responder no solo a las necesidades urgentes, sino de construir una base para la recuperación a largo plazo».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Russell Moore: nuevo editor jefe de Christianity Today

Joy Allmond, ejecutiva con amplia experiencia en el ámbito editorial, también se incorpora para impulsar la visión del ministerio.

Christianity Today August 6, 2022
Eric Brown

Lo que hace grande a una persona en el mundo no es la posesión de un talento extraordinario, sino la aplicación acometida y persistente de ese talento hacia un objetivo digno, guiada por el valor y el carácter. De acuerdo con las palabras de Jesús, lo que hace grande a una persona en el reino de Dios es un espíritu de servicio caracterizado por la humildad (Mateo 20:26).

Por eso me complace tanto anunciar que Russell Moore asumirá el papel de editor jefe de Christianity Today a partir del 1 de septiembre.

El hecho de que Moore es una persona que posee un talento extraordinario es indiscutible. Fue nombrado decano de la Facultad de Teología del Seminario Teológico Bautista del Sur cuando solo tenía 32 años. A través de sus libros, artículos y pódcasts, así como sus discursos públicos y su liderazgo de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Bautista del Sur, es posible que Moore haya sido la voz cristiana evangélica más destacada de los Estados Unidos durante la última década. Cualquiera que haya leído sus escritos o escuchado su oratoria dará fe de sus prodigiosos dones naturales.

Pero el talento por sí solo no es la razón de nuestro entusiasmo. En incontables ocasiones, Moore ha demostrado el valor de expresar sus convicciones, así como la integridad para vivir de acuerdo con ellas. A veces, esto ha significado defender verdades bíblicas y teológicas esenciales en el ámbito público; a veces, ha significado declarar a la iglesia verdades tanto desafiantes como persuasivas.

Moore ha trabajado incansablemente para ayudar a hombres y mujeres de convicción evangélica a abordar el pecado dentro de nuestras propias filas, ya sea en relación con la idolatría y los prejuicios, o con el abuso y la negligencia. Moore ha asumido algunos de los objetivos más importantes y urgentes de nuestro tiempo, incluso cuando ello ha supuesto sufrir los tiros de piedra y las flechas incendiarias de los críticos, tanto dentro como fuera del campo.

Sin embargo, lo que más me entusiasma es el modo en que nunca ha perdido de vista nuestro llamado cristiano fundamental de servir a los más pequeños y buscar a los perdidos. Ya sea asesorando a pastores en crisis, acogiendo en su casa a supervivientes de abusos o compartiendo el evangelio con estudiantes universitarios, Moore no es un académico resguardado en una torre de marfil ni un lanzador de bombas en Twitter, sino alguien profundamente comprometido con la vida de la iglesia y con compartir el amor de Dios con los demás. Ministro bautista ordenado que ha desempeñado múltiples funciones pastorales (y aún mantiene una hoy en día), Moore ha servido a la iglesia y al reino incansablemente a lo largo de su carrera.

En Christianity Today aspiramos a hacer avanzar las historias y las ideas del reino de Dios. La pregunta básica que anima nuestro trabajo es: ¿Qué aspecto tiene ser un fiel seguidor de Jesucristo en nuestro tiempo? Esperamos ser para una nueva generación lo que fuimos para el propio Moore cuando conoció Christianity Today a los 15 años: una visión amplia y convincente de la vida cristiana que abre camino a través de un mundo caído hacia el reino de Dios [enlace en inglés].

Por eso es tan importante el nombramiento de Moore para este cargo. Como presidente y director general (CEO) de Christianity Today, he asumido la función de editor jefe durante un breve periodo de tiempo, pero el cargo necesita a alguien que lo habite en plenitud, y Moore exhibe una forma de seguir a Jesús que está profundamente arraigada, es bellamente ortodoxa, reflexiva y compasiva, y está comprometida con el servicio al reino de Dios incluso cuando es necesario asumir un gran costo personal.

Resulta significativo que también se sume a nuestro equipo la editora y comunicadora experimentada Joy Allmond en el cargo de jefa del equipo de redacción. Uno de los principales cometidos de Moore será seguir impulsando el proyecto de Teología Pública. Allmond trabajará junto a él para que ese proyecto prospere. Con una amplia experiencia en la Asociación Evangelística Billy Graham, la revista Decision y la casa editorial Lifeway, Allmond aportará considerables talentos editoriales, ejecutivos e interpersonales al buen funcionamiento de nuestra empresa editorial, así como a los eventos y programas que se avecinan en el futuro próximo.

La nuestra es una época que amalgama un gran peligro y una gran promesa para la iglesia. En Christianity Today estamos decididos a hacer todo lo posible para servir a la iglesia en una época turbulenta y divisiva, y a amar el mundo que Dios hizo. Tuvimos el honor de incorporar a Russell Moore al equipo hace poco más de un año. Ahora anticipamos con gran entusiasmo lo que él, Allmond y nuestro extraordinario equipo editorial lograrán en los próximos años.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Excerpt

Padres cristianos: no es necesario que protejan a sus hijos de las opiniones divergentes

Si lo que enseñamos a nuestros hijos es verdad, permanecerá firme frente a la prueba.

Christianity Today August 3, 2022
Illustration by Rick Szuecs / Source image: Dan Kenyon / Getty

«Abandoné finalmente el cristianismo cuando tenía 15 años», escribió el famoso ateo Richard Dawkins en Outgrowing God: A Beginner’s Guide [Cómo superar a Dios: guía para principiantes]. Dawkins tenía la esperanza de alcanzar a la generación emergente con las buenas noticias de que no necesitan la religión. En las décadas que siguieron al movimiento del Nuevo Ateísmo, uno podría pensar que ese fue el único mensaje que comenzó a escucharse desde el mundo académico. Pero eso nunca sucedió.

10 Questions Every Teen Should Ask (and Answer) about Christianity

10 Questions Every Teen Should Ask (and Answer) about Christianity

Crossway

208 pages

$6.43

Se suponía que la creencia religiosa menguaría a medida que la modernización arrasara el mundo. Pero no sucedió así. Se suponía que ser un académico de clase mundial y a la vez un cristiano ortodoxo serio no sería posible. Pero no es así. Se suponía que abandonar la religión haría a la gente más feliz, saludable y moral. Pero no lo hace. De hecho, aun Dawkins ha tenido que reconocer (reticentemente) la evidencia de que las personas que creen en Dios parecen comportarse mejor que aquellos que no creen.

En términos generales, la creencia y la práctica religiosa parece ser buena para la sociedad y para los niños. En un artículo [enlaces en inglés] para The Wall Street Journal en 2019, la terapeuta Erica Komisar dio este provocador consejo: «¿Usted no cree en Dios? Miéntale a sus hijos».

Komisar no estaba adivinando a ciegas. Cada vez hay más evidencia de que la práctica religiosa regular es considerablemente buena para la salud, la felicidad y benéfica para el comportamiento social de nuestros hijos. En un estudio reciente, la Escuela T. H. Chan de Salud Pública de Harvard descubrió que la práctica religiosa contribuye a un amplio rango de consecuencias en la salud y bienestar en etapas posteriores de la vida. Por supuesto, nada de esto quiere decir en sí mismo que creer en Dios sea lo correcto, o que el cristianismo es cierto. Sin embargo, debería llevarnos a hacer una pausa antes de asumir que nuestros hijos están mejor sin la religión.

Si esta información resulta desafiante para los padres no religiosos, entonces el interés decreciente en la religión (por lo menos en Occidente) debería ser preocupante para los creyentes. Así como la evidencia sobre los beneficios de la crianza en un contexto religioso es abundante, también las corrientes culturales están alejando a los niños del muelle de la religión. Entonces, ¿qué deberían hacer los padres, abuelos y tutores de todas las posturas de estos grandes debates?

Sean cuales sean nuestras creencias acerca de Dios, hay algunas cosas sobre las cuales estoy segura de que estaremos de acuerdo: todos nosotros queremos que nuestros hijos sean felices, que gocen de buena salud, que estén llenos de propósitos y que sean buenos. Pocos de nosotros querríamos mentirle a nuestros hijos, especialmente sobre nuestras creencias más profundas. Queremos que conozcan la verdad. Pero también queremos protegerlos de todas las mentiras que puedan aparentar ser convincentes. En lo más profundo de nuestro interior sabemos que hay una tensión: para mantener a nuestros hijos realmente a salvo en el futuro, debemos dejar que asuman los riesgos ahora. Sabemos bien que esto es cierto cuando se trata de habilidades prácticas. Los bebés no aprenden a caminar a menos que dejemos que se caigan. Los niños no aprenden a montar una bicicleta a menos que los dejemos a merced de un tambaleo o dos. Un adolescente al que no se le confió una bicicleta no estará listo para un carro.

Entonces, ¿cómo se traduce esto al campo de las ideas? Para algunos padres, proteger a sus hijos de ideas peligrosas es algo imprescindible. He escuchado esto tanto de cristianos que no quieren que sus hijos sean expuestos al ateísmo, como de ateos que no quieren que sus hijos sean expuestos al cristianismo. Incluso he escuchado esto de padres que piensan que son de mente abierta cuando animan a sus hijos a explorar diferentes tradiciones religiosas. Para este tipo de personas, la idea verdaderamente peligrosa es que una de estas religiones sea de hecho verdadera. Muchos de nosotros que ahora estamos en la etapa de criar hijos hemos crecido con la enseñanza de que cuestionar las creencias religiosas de una persona es una actitud arrogante, ofensiva e incorrecta.

Quisiera presentar un enfoque diferente. En vez de proteger a mis hijos de ideas divergentes, o de animarlos a afirmar todas las creencias igualitariamente, quiero equiparlos para tener conversaciones reales con personas reales que piensen diferente a lo que ellos creen, o a lo que yo creo. Quiero que aprendan a escuchar bien y cómo cuestionar lo que oyen. Si lo que yo creo es cierto, permanecerá firme después de la prueba.

La fe cristiana surgió en un mundo ferozmente hostil a sus afirmaciones. Pero en vez de extinguir la pequeña chispa de la iglesia primitiva, los vientos de la oposición le dieron oxígeno para que se expandiera. No quiero que mis hijos crean en Jesús solo porque yo lo digo, o solo porque es la religión más grande y étnicamente diversa del mundo, o solo porque ir a la iglesia te hace más feliz, saludable y generoso con otros. Quiero que vean a Jesús por ellos mismos y que crean que lo que Él dice acerca de sí mismo es cierto.

Contenido adaptado de 10 Questions Every Teen Should Ask (and Answer) about Christianity por Rebecca McLaughlin. Copyright © 2021. Usado con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187. www.crossway.org.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Segundo concurso internacional de ensayo de Christianity Today

Comparta su sabiduría, perspectivas y entendimiento teológico. Nosotros lo traducimos.

Christianity Today August 3, 2022
Image: Illustration by Rick Szuecs / Source Images: Ron Lach / Pexels / Flickr / CCO

Una vez más, buscamos la sabiduría, perspectiva y comprensión teológica de escritores en español, portugués, francés, chino e indonesio.

En Christianity Today, creemos que la Palabra de Dios contiene verdades que tienen aplicación específica para los retos y las luchas a las que nos enfrentamos en nuestros días. A su vez, cada cultura aborda la Biblia desde su propia perspectiva y tiene el potencial de ofrecer una visión única de la misma. Por todo esto, creemos que tenemos mucho que aprender de las formas en que aquellos que proceden de entornos distintos al nuestro analizan y aplican las Escrituras.

Con esto en mente, anunciamos nuestro segundo concurso internacional de ensayo. Queremos que quienes escriban en portugués, español, francés, indonesio o chino nos envíen sus pensamientos y análisis en ese idioma. Los artículos serán juzgados por un equipo que estará conformado por entre tres y cinco líderes cristianos y teólogos de los países que hablan esa lengua. Los ensayos ganadores se traducirán al inglés y se publicarán en el sitio web de Christianity Today en ambas lenguas.

Este año, pedimos a los participantes que elijan un versículo, un capítulo o una historia de Génesis, Job, Colosenses, Primera o Segunda de Corintios, y que lo apliquen a un problema que usted, su comunidad o su país están enfrentando en su contexto específico. Buscamos artículos que exalten las Escrituras, y a la vez ofrezcan una aplicación fresca y sorprendente de este versículo. El artículo debe exhortar e inspirar a sus vecinos y conciudadanos, y a la vez incluir un mensaje de enseñanza para la iglesia mundial.

Nos interesa leer argumentos únicos que comuniquen la perspectiva del Evangelio sobre un tema específico en un tono generoso y reflexivo, y que hagan que los lectores estén deseosos de abrir su Biblia y aprender más de ella. Los artículos narrados en primera persona deben aplicar su experiencia personal a un concepto más amplio de la fe y la verdad bíblica.

Le sugerimos que lea algunos artículos publicados por CT para obtener una mejor idea del tono y estilo de los artículos que publicamos. Es importante aclarar que no buscamos ensayos académicos y que CT no utiliza notas a pie de página; sin embargo, sí utilizamos hipervínculos cuando es necesario.

Criterios de evaluación

  • Claridad con la que se presenta la idea.
  • Originalidad de las reflexiones, ideas o aportaciones del autor.
  • Estructura argumentativa.
  • Profundidad teológica.
  • Evidencia de investigación sobre el tema.
  • Matiz.
  • Relevancia para la comunidad que habla el idioma objetivo.

Premios

Habrá un ganador en cada idioma participante.

Los ganadores del concurso de este año ganarán 250 dólares (USD) y una suscripción de tres años a Christianity Today en versión impresa y online. El ensayo ganador será publicado en el sitio web de Christianity Today.

Si su artículo no resulta ganador, aún es posible que lo consideremos para publicación. Al enviar su artículo, acepta que los editores de Christianity Today lo consideren para futuras publicaciones.

Información sobre el envío

  • Por favor, envíe su artículo por correo electrónico a ChristianitytodayES@christianitytoday.com antes del 15 de octubre de 2022.
  • El asunto del correo debe decir: «Concurso – [Nombre y apellidos]»
  • Si desea enviar más de un artículo al concurso, sírvase enviar cada uno por separado, en un documento en formato de texto editable (no PDF) [el artículo continúa…].
  • El nombre del documento deberá coincidir con el siguiente formato: Apellido, Nombre – Título del artículo
  • Cada artículo debe ser enviado como archivo adjunto.
  • En el texto del correo electrónico, incluya su nombre completo y una breve biografía (50 palabras o menos), e indique el número total de palabras de su ensayo.

Detalles

  • Todos los envíos deben tener entre 1200 y 1500 palabras.
  • Puede presentar más de un artículo para su consideración, sin embargo, solo un artículo por persona pasará a la etapa final del concurso.
  • No podemos aceptar envíos tardíos para el concurso, pero es posible que los consideremos para su publicación.
  • Todo el contenido debe ser original. En caso de citar a otro autor, indíquelo con comillas y, de ser posible, use un hipervínculo con la fuente.
  • Tome en consideración que todos los ensayos pasan por un exhaustivo proceso de edición antes de su publicación y los títulos pueden ser modificados.

Los artículos que no cumplan con las condiciones aquí mencionadas no serán elegibles para el concurso.

¡Agradecemos su interés en el concurso anual de ensayo de Christianity Today!

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