La Navidad ha llegado con todo su esplendor, pero estoy pasando una de esas noches en las que dormir se ha convertido en una ambición descabellada. Las preocupaciones de este mundo pesan sobre mi alma y el tictac de mi reloj analógico se ha convertido en un rugido ensordecedor. Para mí, es mejor admitir la derrota y abandonar cualquier esperanza de conseguir un sueño reparador. Camino en silencio por el pasillo en penumbra, tratando de que mis pasos sean delicados, mientras el árbol de Navidad aparece finalmente en la esquina de la habitación. Echo un vistazo a los adornos y las luces, entretejidos entre las agujas de pino en animación suspendida, que siguen brillando mágicamente desde la noche anterior. Incluso en este momento tan deprimente, consiguen esbozar una leve sonrisa en mi rostro somnoliento.
Por supuesto, son las horas previas al amanecer, cuando todo parece más oscuro y tranquilo que en cualquier otro momento del día. Me acomodo en una habitación que llamamos biblioteca y miro a través del cristal de la ventana, mientras los primeros rayos de luz anuncian la llegada de la mañana. Aunque mis ojos están cansados y apagados, mi mente está tan alerta como siempre. Mientras me siento ante el Señor en silencio, Él me proporciona un recuerdo muy necesario en Navidad: mi historia no siempre es lo que parece. A veces parece más oscura y quieta. Se siente perdida en un bosque de sombras e imágenes oscuras. Lo que estoy aprendiendo es que a estos momentos de mi vida siempre les sigue el amanecer.
El Adviento tiene una forma de recordarnos cada año esta verdad sombría, pero divina. Durante las horas más oscuras de la noche, estamos a pocos minutos de la llegada de la luz de la mañana: una luz que siempre llega y nos da la bienvenida a la misericordia imperecedera de Dios.
Las historias que estás a punto de leer contienen retratos vívidos de nuestra humanidad, que está sumida en las profundidades dolorosas de la oscuridad, y el nacimiento vibrante de una nueva luz: dos realidades que impregnan y dan forma a nuestra existencia. Son relatos honestos y reveladores de hombres y mujeres que dan testimonio de la revelación de Cristo, cuya llegada fue como la luz más brillante que atraviesa la oscuridad más sombría.
Espero que, al reflexionar sobre estas historias personales de oscuridad y luz, recuerdes los momentos previos al amanecer de tu propia vida y te regocijes en la luz que nunca deja de llegar con esperanza y gloria.
¡Cristo ha nacido!
Ronnie Martin es director de cuidado y restauración de líderes en Harbor Network y pastor residente en Redeemer Community Church en Bloomington, Indiana.
Semana 1
Semana 2
Semana 3
Semana 4