La ética sexual cristiana dice que las relaciones sexuales solo deben tener lugar dentro del matrimonio, pero esa no es la forma en que actúan la mayoría de las personas (incluídos muchos cristianos). La pornografía es un fenómeno casi generalizado, y no solo fuera de la iglesia.
Christine Emba, investigadora principal del American Enterprise Institute y autora de Rethinking Sex conversó con Russell Moore en su pódcast del mes pasado, resaltando que la pornografía ahora da forma a lo que la gente quiere. Este es un extracto de dicha conversación, extraído, resumido y traducido por manos humanas, no por inteligencia artificial, comenzando con la descripción de Emba de cómo funciona la pornografía:
Todos vemos las cosas a nuestro alrededor de manera normal. Pero de pronto algo te atrae, como una melodía que se te queda grabada en la cabeza. La pornografía implica ver algo que nos atrae, pero que despierta nuestro instinto sexual, uno de nuestros deseos más profundos y uno de nuestros centros de placer más intensos. Sin embargo, la pornografía no se trata de relaciones reales. Ni siquiera intenta mostrar amor real o respeto real por la otra persona. La pornografía se trata de consumir los cuerpos de otras personas.
La edad promedio en que las personas tienen su primera exposición a la pornografía es entre los 13 y los 15 años. La relación que observan entre hombres y mujeres es a menudo violenta y desagradable: estrangulamientos, bofetadas, golpes, lenguaje soez, mujeres tratadas como objetos para ser abusadas. Eso que ves moldea tu imagen de lo que hacen las mujeres y los hombres.
Te brinda categorías acerca de lo que te gusta, o de lo que se supone que te debería gustar, y eso canaliza aún más tu imaginación en determinadas direcciones. «Haz clic aquí para ver gente rubia. Haz clic aquí para ver mujeres más jóvenes. Haz clic aquí para ver otra cosa». Mujeres y hombres reales hacen estas producciones: «[Estas personas] son objetos para mi consumo, y sea lo que sea que les pase vale la pena, porque yo consigo lo que quiero». La pornografía le está enseñando a los hombres a ver a las mujeres como «hechas para mi placer, para mi consumo».
Esa comprensión de para qué sirven las mujeres puede extenderse a la vida real y a las interacciones reales con otras personas. La gente dice: «Solo es pornografía. Solo es algo que veo. No tiene nada que ver con mi vida real». Pero las personas no funcionamos así. Nuestros cerebros no están programados para funcionar de esa manera. Y nuestras almas tampoco.
Hay mucho debate sobre el lenguaje de la adicción y la manera en que se relaciona con la pornografía.
La comprensión científica de la adicción [concluye] que es algo que no puedes controlar; es una enfermedad que afecta tu vida de forma negativa. Algunas personas [incluso] sienten síndrome de abstinencia cuando dejan de consumirla. Pero la pornografía también cambia a los consumidores de otras maneras.
Entrevisté a un joven que estaba en un programa de estudios autodirigido en un campus y no conocía a nadie. Estaba aburrido y solo, y empezó a ver mucha pornografía. Pero también quería tener una relación y casarse algún día. Pronto descubrió que no podía sentirse atraído físicamente por una mujer que le gustaba porque no se parecía a lo que había visto en la pornografía. Era una mujer real, con defectos, y su mente había sido entrenada para que no le gustaran las mujeres reales. La solución para él fue eliminar por completo la pornografía e intentar replantearse su comprensión de la atracción.
Funcionó. Ahora está casado y va a tener un bebé. El primer paso fue reconocer lo que la pornografía es. Es de fácil acceso. No te pide nada. Siempre está ahí. Para ir a una cita tienes que ducharte, vestirte, salir, hablar con alguien que podría rechazarte, encontrar a otra persona que también podría rechazarte. Eso es mucho trabajo. Me preocupan los jóvenes atrapados en la posición de «esto no es ideal, pero es suficiente», y que eso les impida avanzar.
¿Hay estudios académicos que muestren el peligro?
Las investigaciones muestran que los jóvenes que ven pornografía violenta son menos propensos a intervenir en situaciones en las que las mujeres piden ayuda, y más propensos a culpar a la víctima en un caso de violación. Pero es difícil encontrar estudios claros sobre la pornografía, porque muchos de ellos están motivados [ideológicamente]. Las empresas que producen pornografía quieren demostrar que está bien. Las organizaciones religiosas quieren demostrar que está mal. Muchos lectores consideran que la investigación está sesgada; sin embargo, la investigación puede demostrar que nos acostumbramos a las cosas. Si haces algo varias veces, se convierte en algo normal, inofensivo o quizás parte de lo que haces.
He visto un gran cambio en la sociedad en el que ahora abundan los matrimonios sin sexo. No me refiero al patrón típico de las personas mayores con una ralentización hormonal, sino de parejas jóvenes casadas. En casi todos los casos, la razón era el hombre. Explicaban que el sexo con sus esposas les resultaba incómodo, demasiado intenso emocionalmente después del porno, que es solo consumo.
La pandemia hizo que fuera más difícil para los jóvenes salir a citas para conectar uno a uno, y especialmente para el grupo que se encontraba en la edad en la que uno aprende a hacerlo. Hizo que algunos hombres se volvieran mucho más nerviosos y cautelosos a la hora de interactuar con las mujeres. No se podía salir a ver a alguien, pero el porno estaba ahí, accesible desde el teléfono.
Muchas mujeres jóvenes me dicen que los hombres con los que se encuentran están influenciados por el porno. Me dicen: «Estaba chateando con un chico y empezó a decirme cosas salvajes y asquerosas por mensaje. No quiero estar con una persona así».
O dicen: «Me acosté con esta persona y enseguida intentó hacerme algo loco y violento», como estrangularme por sorpresa, algo que se ha vuelto sorprendentemente común en los últimos años y que sin duda proviene de la pornografía. Un panorama en el que los hombres se comportan conmigo como se hace en la pornografía es aterrador, así que prefiero no involucrarme. No voy a tener una relación. No voy a salir con nadie si eso es lo que hay ahí fuera. Esto aleja a la gente en ambos lados.
¿Qué debe buscar una persona para saber si existe el potencial de una relación sentimental saludable?
Esto suena simplista, pero no lo es. La persona con la que estás te trata como a una persona, no como a un objeto o como alguien que está ahí para satisfacer sus deseos, sino que se interesa por ti como persona, por tus pensamientos, por tu sensibilidad.
Me pregunto si podríamos recurrir a la guía de personas mayores que entienden cuáles eran las normas. La gente no quiere hablar con sus padres sobre su vida sentimental, pero una persona mayor de su comunidad o de su iglesia, o tíos y tías que estén disponibles, podrían ser útiles para dar su opinión: «Eso no parece normal». «¿Estás seguro de esto?».
En Estados Unidos nos centramos en el individualismo y en permitir a las personas la libertad de tomar sus propias decisiones sin interferir, pero recibir guía y orientación es realmente importante. No me acerco a alguien y le digo: «¿Quieres orientación en materia de amor e intimidad?». Tenemos una brecha generacional. Las personas se relacionan con otras de su misma edad de alguna manera. Sería valioso que las iglesias o las personas encontraran formas de superar las barreras.
¿El debate sobre la pornografía y los teléfonos inteligentes es paralelo en cierto modo? En el sentido de que la gente da por sentado que así es el mundo ahora y que no se puede hacer nada al respecto.
Pero sí podemos. La generación Z está más a favor de las regulaciones sobre la pornografía y el acceso a ella que las personas mayores, [como] las prohibiciones por edad, que se han adoptado en varios lugares. Hay apoyo para rechazar la forma en que ese tipo de pornografía se ha apoderado de internet. Probablemente sea porque los jóvenes en particular han tenido esto toda su vida y ven cómo les ha perjudicado.
¿Funcionan realmente la verificación de la edad y este tipo de medidas?
Es demasiado pronto para decirlo, pero en algunos estados donde se han aplicado estas leyes de verificación de la edad, Pornhub, uno de los mayores sitios de streaming de pornografía, acaba de decidir no ofrecer pornografía en ese estado. Eso es una victoria. Es cierto que se pueden utilizar VPN u otros medios para eludir estas herramientas de verificación de edad, pero suponen un obstáculo. Crean cierta fricción entre los jóvenes y el acceso a los sitios web de pornografía.
La fricción tiene su efecto. Aunque algunas personas la eludan, otras no lo harán. La ley es una maestra. La limitación de edad y el etiquetado dejan claro que no se trata de algo inocuo, sino de algo que hay que pensar dos veces, algo para lo que hay que tener la edad suficiente, o tal vez no se debería ver en absoluto.
Está sembrando la idea de que esto es un poco peligroso. Eso es importante porque ahora mismo tenemos un discurso que dice: «No, no pasa nada. Adelante. Haz lo que sientas». Y eso no ha ayudado a nadie en absoluto.
Casi hay consenso, al menos por lo que yo veo en Estados Unidos, con respecto a que la pornografía infantil está mal. ¿Es así?
Pero a menudo el argumento parece ser simplemente el abuso de los niños involucrados, que es una de las principales razones por las que está mal. Con la IA, que permite la construcción de imágenes sin abusar de una persona real, ¿será más difícil para la gente argumentar que la pornografía infantil está mal? Dirán que es un delito sin víctimas.
Espero que eso sea un paso más allá de lo que la gente está dispuesta a dar, pero ese argumento se plantea. Es horrible y da miedo. Puedes entrenar tu atracción. Me incomoda mucho la idea de decir, en esencia, «está bien entrenarse para que te guste el material de agresión sexual infantil, siempre y cuando no vayas más allá de eso».