Recientemente Russell Moore habló con el cantante, compositor y autor Andrew Peterson sobre los autores que, por la gracia de Dios, les ayudaron a mantener su fe cuando esta podría haberse desmoronado. Escucha la conversación completa (en inglés) en nuestro sitio web o dondequiera que escuches pódcasts. Este extracto de la entrevista ha sido editado para garantizar mayor claridad y brevedad.
Una de las cosas que me llamó la atención cuando pensaba en los autores que más me gustan es que casi todos escriben de múltiples maneras diferentes. Novelas, relatos cortos, ensayos, poemas… alguna combinación de estos cuatro. Tú, como autor, también lo haces, incluyendo la escritura de libros infantiles.
¿Qué hay de tu propia infancia? ¿Qué libros fueron importantes para ti y cómo los descubriste?
Cuando era niño, leía mucho Los Hardy Boys, Las crónicas de Narnia, Las crónicas de Prydain, de Lloyd Alexander, y El caldero negro (que se convirtió en una muy mala película de Disney). Me encantaba Beverly Cleary, incluyendo El ratón y la motocicleta.
Luego, alrededor del octavo grado, les rogué a mi papá y a mi mamá que me compraran una serie de novelas fantásticas llamadas Crónicas de la Dragonlance, que eran historias de aventuras similares a Dungeons and Dragons. Mis padres estaban muy nerviosos porque eran los años 80: lo más malo que se podía hacer era jugar a Dungeons and Dragons. Recuerdo que me metí en un lío enorme porque le había pedido prestada a un amigo la guía del Maestro Dungeon. Tenía el libro en mi habitación, como si fuera contrabando.
Nunca lo jugué, ni una sola vez. Pero mis amigos sí, y me encantaban las ilustraciones. Siempre me gustó dibujar trols y dragones.
Fue todo un hecho que mis padres accedieran a comprarme la serie. Y Dragonlance me apasionó. Me encantaba leer lo que ahora veo que es fantasía muy mala, pero en aquel momento era una vía de escape.
Tenemos una serie de pódcasts con mi colega Mike Cosper sobre el pánico satánico, Devil and the Deep Blue Sea. Una de las cosas que me parece interesante es que, aunque mis padres eran relativamente muy relajados, a mi alrededor había gente para quienes Dungeons and Dragons te llevaba directamente a sacrificar cabras. Muchos de ellos sospechaban de cualquier cosa que representara dioses o figuras malignas. Pero esas mismas personas no parecían tener el mismo problema con Narnia.
Nos hemos topado con eso con la serie de libros de fantasía para niños The Wingfeather Saga [La saga Wingfeather]. La gente que está realmente molesta con Harry Potter acepta El señor de los anillos, Narnia y George MacDonald. Realmente no sé por qué. No creo que sea mala idea ser cauteloso, pero cuando hay una moraleja en una historia… En Harry Potter, por ejemplo, el tema central es el poder del amor sacrificial.
¿Y C. S. Lewis? ¿Cuándo entró en tu vida?
De niño me gustaban sus libros, pero no siempre me gustó el hecho de que parecieran intentar enseñarme algo. Soy hijo de un pastor y eso me daba algo de recelo: lo que yo quería eran historias puras. Si olía a lección de la escuela dominical… [De hecho,] no me enamoré de los libros de Narnia sino hasta que los releí en la universidad.
Yo también leía todo el tiempo cuando era niño, excepto las lecturas obligatorias. No creo que tú y yo seamos «rebeldes» en la mayoría de los aspectos. Entonces, ¿de dónde viene eso?
Lo que me vino a la mente es la cita de C. S. Lewis:
Creí ver cómo las historias de este tipo podían burlar cierta inhibición que había paralizado gran parte de mi propia religión en la infancia. ¿Por qué era tan difícil sentir lo que se nos decía que debíamos sentir por Dios o por los sufrimientos de Cristo? Pensé que la razón principal era que se nos decía que debíamos hacerlo. La obligación de sentir puede congelar los sentimientos. Y la reverencia en sí misma hacía daño. Todo el tema se asociaba con voces bajas, casi como si fuera algo médico. Pero supongamos que al trasladar todas estas cosas a un mundo imaginario, despojándolas de sus asociaciones con los vitrales y la escuela dominical, ¿se podría hacer que aparecieran por primera vez en su verdadero potencial? ¿No se podría así burlar a esos dragones vigilantes? Yo creía que sí.
Esto resurge con la serie animada Wingfeather. El equipo es increíble, y la escritura de guiones es una disciplina completamente diferente a la mía, así que no escribo los guiones, pero los reviso y tomo notas. Hay momentos en los que creo que los guionistas piensan en Wingfeather como un programa infantil escrito por un cristiano, y hay momentos en los que intentan transmitir una moraleja. Mi nota más recurrente en el margen de los guiones suele ser «nada de momentos didácticos». Esto no es una lección de escuela dominical. Están huyendo para salvar sus vidas: ¡déjenlos huir! Lo cual no quiere decir que las historias no nos enseñen nada. Espero que, si los padres ven la serie, el momento didáctico sea en la mesa después de verla. Pero esa moralina… Soy alérgico a ella.
Con C. S. Lewis, una de las cosas que quizá te pareció «didáctica» tuvo en mí el efecto contrario. Por ejemplo, cuando decía algo como «Por supuesto, nunca debes entrar en un armario de verdad», para mí era como un guiño, una conspiración: «Estás en esto, estamos viviendo juntos esta historia».
Cuando era adolescente y estaba a punto de perder la fe, descubrí Mere Christianity porque conocía a Lewis por los libros de Narnia. Y parte de lo que me importaba de ese libro no eran los argumentos, sino que tenía un tono similar al de «Probablemente no querrás entrar en un armario».
¿Tuviste un momento similar al leer la obra de no ficción de Lewis?
Recuerdo haber leído Mere Christianity en la universidad y la he releído después. Da la sensación de que era realmente sincero. La única razón por la que él pudo escribir sobre algunas de las dudas que tenemos es porque se nota que él también las había experimentado y no sentía vergüenza alguna. Era como hablar con un amigo; su voz es muy clara.
Estaba pasando por una época de desolación cuando leí Till We Have Faces; fue como si Dios me hubiera deslizado ese libro por debajo de la puerta.
Había perdido un poco la fe después de la educación secundaria y estaba buscando mi camino. Pero tocaba música, un lenguaje que realmente conectaba conmigo. Fue escuchar la música de Rich Mullins lo que me llevó a redescubrir a C. S. Lewis y a releer El señor de los anillos.
Todos esos creativos eran multidisciplinarios. G. K. Chesterton también lo era. Novelas de misterio, libros de teología y poemas. Eso me intrigaba mucho: había muchas puertas de entrada a su obra, pero tenías la sensación de que todas hablaban de lo mismo.
Y mi intuición me dice que esa es la razón por la que esos escritores tienen tanta vigencia. Es porque no se limitaban a hacer una sola cosa.Luego está Frederick Buechner. El primer libro suyo que leí fue The Eyes of the Heart. No podía creer lo bueno que era. Tiene una forma de construir las frases que nadie más tiene. Ese libro también llegó a mí en el momento adecuado.
¿Y Wendell Berry?
Descubrí a Wendell Berry gracias a un amigo que estaba leyendo un libro de sus poemas mientras viajaba y mencionó Jayber Crow.
Ese libro se convirtió en uno de los que cambiaron mi vida.
Yo tuve exactamente la misma experiencia al leer a Wendell Berry, justo cuando me mudé a Kentucky. Lo que Buechner hacía de forma solitaria, Berry lo hacía en el contexto de una comunidad. Ofrecía ese sentido de pertenencia que se refleja en los ensayos, en los poemas, en los relatos cortos, en las novelas, y todo encajaba.
C. S. Lewis me brindó una manera de pensar sobre Jesús. Y ha permanecido conmigo. Luego Frederick Buechner me dio una forma de pensar sobre mi fe y mi historia. Y luego Wendell Berry me ayudó a pensar en cómo vivirla de una manera práctica, no solo en comunidad con mi familia, mi iglesia y mis vecinos, sino con las ranas que viven en el estanque, los pájaros que vienen al comedero y las plantas que crecen en el jardín delantero. Cuando termino un libro de Wendell Berry, acabo con cambios concretos en mi forma de vivir el día a día.