History

¿Quién fue el auténtico San Nicolás?

La historia del homólogo de Santa Claus.

Christian History December 6, 2024
Fuente de imágenes: oriontrail/Shutterstock

En esta serie

El 6 de diciembre se celebra el día de San Nicolás, y he pensado en comenzar la época navideña con la historia del homólogo de Santa Claus. Pero antes de hacerlo, me gustaría remarcar que, históricamente hablando, no hay mucha información acerca de la vida de Nicolás. Aunque es uno de los santos más populares en las iglesias griegas y latinas, su existencia no está respaldada por ningún documento histórico. Todo lo que podemos decir es que probablemente fue obispo de Mira (cerca de la moderna Finike, en Turquía) en algún momento del siglo IV.

Dicho esto, sabemos que hay muchas leyendas alrededor de Nicolás, y puesto que estas han influido en la gente a lo largo de la historia, y probablemente ilustren al menos parcialmente al hombre histórico, se pueden convertir en material para una publicación como esta sección, dedicada a la historia cristiana. 

Supuestamente, Nicolás nació en una familia rica de Patara, en Licia. Sus padres murieron y él heredó una considerable suma de dinero, pero no conservó nada para sí. Según la historia más famosa sobre su vida, arrojó bolsas de oro por las ventanas de tres niñas que estaban a punto de ser forzadas a prostituirse. Al menos, esa es la versión más común. Hay otras, incluyendo una excesivamente siniestra en la que un posadero les corta la cabeza a las tres niñas y las cocina en una tina de salmuera hasta que Nicolás las resucita.

Tras haber realizado un par de milagros mientras aún era niño (a veces se le llama Nicolás, el Hacedor de Milagros), Nicolás fue elegido por el pueblo de Mira para ser su nuevo obispo. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Diocleciano y Maximiliano comenzaran a perseguir a los cristianos, y entonces el nuevo obispo fue encarcelado.

Cuando Constantino se convirtió en emperador [enlaces en inglés], Nicolás fue liberado junto a muchos otros y regresó a sus prédicas solo para encontrarse con una nueva amenaza: el arrianismo. Según uno de sus biógrafos (quien escribió cinco siglos después de la muerte de Nicolás): «Gracias a las enseñanzas de San Nicolás, nada más la metrópolis de Mira se libró de la inmundicia de la herejía arriana, que es rechazada firmemente como un veneno mortal». Otros biógrafos aseguran que Nicolás atacó la herejía de Arrio (que negaba la completa divinidad de Cristo) de una manera mucho más personal: viajó hasta el Concilio de Nicea ¡y golpeó a Arrio en la cara! Según cuentan los relatos (y esto lo deberíamos tomar como fantasía, porque hay muy buenos registros del concilio y Nicolás no se menciona en ellos), los otros obispos que estaban en Nicea, impresionados ante su agresivo comportamiento, decidieron cesarlo como obispo; sin embargo, en ese momento, Jesús y María aparecieron junto a Nicolás, y ellos rápidamente se retractaron.

Esa es la cuestionable leyenda de Nicolás. Pero no es el final de la historia. Ya durante el reinado de Justiniano (m. 565) Nicolás era famoso, y el emperador le dedicó una iglesia en Constantinopla. En el siglo X un griego escribió: «Occidente, así como Oriente, lo reconocen y glorifican. Allá donde hay gente, su nombre es venerado y se construyen iglesias en su honor. Todos los cristianos reverencian su memoria e invocan su protección». En Occidente comenzó a despertar más interés cuando sus «reliquias» fueron llevadas desde Mira hasta Bari, en Italia, el 9 de mayo de 1087. Se dice que ha sido representado con más frecuencia por los artistas medievales que cualquier otro santo, excepto María, y cerca de 400 iglesias estaban dedicadas a su honor en Inglaterra tan solo durante la Edad Media. Con una popularidad tan significativa, inevitablemente su leyenda se entremezcló con otras. En los países germánicos, a veces se hacía difícil determinar dónde comenzaba la leyenda de Nicolás y dónde terminaba la de Woden (Odín). En algún momento, probablemente en relación a la historia en la que regalaba oro, la gente comenzó a dar regalos en su nombre el día de su santo. Cuando llegó la Reforma, sus seguidores desaparecieron en todos los países protestantes excepto en Holanda, donde la leyenda continuó como Sinterklass. Martín Lutero, por ejemplo, reemplazó al dador de regalos por el Niño Jesús o, en alemán, Christkindl. Con los años llegó a pronunciarse Kriss Kringle, e irónicamente ahora ese se considera otro nombre para Santa Claus.

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