Hace poco me reuní con un líder religioso nigeriano que me mostró un vídeo escalofriante que no puedo sacarme de la cabeza. Militantes de Boko Haram, un grupo terrorista que durante años ha atacado brutalmente a las iglesias en esta región, se filmaron de pie junto a un pequeño grupo de cristianos, diciéndoles a todos los que quisieran escucharlos que tenían la intención de matar a todos los cristianos hasta que estos se sometieran al islam. Luego decapitaron a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Este tipo de horrores me han llevado a orar y trabajar durante años en favor de quienes sufren por su fe. Como parte de mi ministerio, Radical, he tenido la oportunidad de hablar con cristianos que han sufrido violencia, presión social o incluso encarcelamiento por evangelizar, plantar iglesias o simplemente por aferrarse a su fe.
Al mismo tiempo, reconozco que, para muchos cristianos, los ejemplos de persecución pueden parecer distantes, abstractos, inalcanzables o abrumadores. Muchos cristianos perseguidos viven en países que nunca hemos visitado y en lugares cuyos nombres nos puede resultar difícil de pronunciar. También estamos inmersos en un ciclo de noticias las 24 horas que nos inunda con historias de guerra y terror, lo cual nos vuelve insensibles al precio que nuestros hermanos y hermanas en Cristo deben pagar por seguir a Jesús alrededor del mundo.
Pero en los dos domingos de noviembre designados por la Alianza Evangélica Mundial (World Evangelical Alliance) como Días Internacionales de Oración por la Iglesia Perseguida, quiero invitar a otros creyentes de todo el mundo a unirse para interceder por aquellos que proclaman el nombre de Cristo y sufren por ello. También quiero disipar algunos mitos sobre la persecución y ayudarlos a entender lo que significa la persecución y cómo se desarrolla en el mundo. Considerando el mandato de Dios de recordar y orar por quienes son perseguidos, como si estuviéramos a su lado en persona (ver Hebreos 13:3), espero que aprender más sobre la persecución nos ayude a ser el cuerpo global de Cristo que Él nos ha llamado a ser.
La persecución es el acoso o la oposición que enfrentan las personas por seguir a Jesús. En el Sermón del Monte, el término que Jesús usa para «perseguidos» significa «perseguidos con hostilidad». Luego describe cómo esto puede significar todo, desde personas que te ridiculizan, avergüenzan, excluyen o mienten sobre ti hasta personas que te arrestan, te encarcelan, te expulsan o destruyen tu vida (ver Mateo 5:10-12; 10:16-33; Lucas 6:22-23). Cabe destacar que la persecución es cuando estas formas de resistencia se dan específicamente porque alguien está siguiendo a Jesús. En Mateo 5, Jesús dice que esperemos o anticipemos encontrar este tipo de hostilidad que ocurre «por causa de la justicia» y «por mi causa».
La persecución no es lo mismo que cualquier sufrimiento que sufre un cristiano. Los seguidores de Jesús enfrentan todo tipo de tribulaciones en este mundo, tal como Jesús dijo que sucedería (Juan 16:33). A menudo, estos sufrimientos también les suceden a los no cristianos. Tanto los creyentes como los no creyentes reciben diagnósticos de cáncer. Tanto los creyentes como los no creyentes experimentan sufrimiento debido a los conflictos o la guerra. Tanto los creyentes como los no creyentes atraviesan angustia emocional y tensión relacional.
Pero las dificultades no son lo mismo que la persecución. El hecho de que seas cristiano y estés sintiendo los efectos de un mundo caído no significa que te estén acosando o que alguien se te esté oponiendo por causa de la justicia.
La persecución ocurre tanto en la clandestinidad como a simple vista. Muchos cristianos imaginan a nuestros hermanos perseguidos reuniéndose en iglesias secretas en las casas. Hace muchos años, Radical inició un evento llamado Secret Church. Esto se basa en las ocasiones en que me han llevado a escondidas con creyentes asiáticos a lugares donde todos los demás en la sala se enfrentarían a un encarcelamiento casi seguro si se descubre que se reunieron.
Pero muchos cristianos no se dan cuenta de que la persecución también ocurre en países donde nuestros hermanos y hermanas se reúnen en iglesias abiertas (e incluso grandes) donde son guiados por pastores formados en seminarios. Hace poco conocí a un pastor en África Occidental cuyo recinto religioso se llenaba regularmente con más de 500 fieles y, de repente, un día fue atacado por militantes que empezaron a quemar edificios, coches y personas. El hecho de que los cristianos se reúnan en público no significa que lo hagan sin peligro.
La realidad de la persecución puede variar de un país a otro. Tomemos como ejemplo la India e Indonesia. En el estado de Kerala, en el sur de la India, los cristianos pueden reunirse cómodamente los domingos por la mañana. Mientras tanto, el año pasado, turbas violentas quemaron más de 200 iglesias en el estado de Manipur, al este del país. A unos cientos de kilómetros al sureste de Indonesia, los cristianos pueden estar protegidos en una isla y ser objeto de oposición en otra. Al igual que en el país en el que uno vive, la seguridad puede variar de una región a otra.
La persecución puede venir de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba o de ambas direcciones. Algunos gobiernos de todo el mundo prohíben a los ciudadanos seguir a Jesús y reunirse como iglesia. Pero la persecución no siempre es iniciada por las autoridades gobernantes. Cuando mi amigo Zamir se convirtió al cristianismo, sus hermanos lo golpearon hasta casi matarlo, y su padre lo echó de su casa. Otros amigos míos, a quienes llamaré Samil y Aanya, fueron repudiados por su familia por seguir a Jesús. Cuando la pareja regresó años después para tratar de compartir el evangelio con sus padres, el padre de Aanya la envenenó hasta matarla. En algunos países, las fuerzas políticas, la familia y los amigos trabajan juntos para perseguir a los cristianos. Por ejemplo, el régimen de Corea del Norte prohíbe el cristianismo, y las autoridades dependen de los familiares, amigos o vecinos para que les informen sobre cualquier actividad cristiana.
La persecución puede significar muerte o discriminación. Como ya he dicho antes, las historias de persecución en Nigeria son horrorosas. Desde hace varias décadas, los militantes han secuestrado, violado y asesinado a muchos de nuestros hermanos y hermanas. Al mismo tiempo, la persecución de la iglesia no siempre es tan severa. Según las conversaciones que he tenido con hermanos y hermanas de todo el mundo, un empresario cristiano de un país de Oriente Medio puede perder el derecho a dirigir un negocio o perder a los clientes que lo apoyan. Un nuevo seguidor de Jesús en lo alto del Himalaya puede perder el acceso al agua o a la electricidad en su pueblo. Una iglesia de una ciudad del sudeste asiático puede verse obligada a pagar impuestos adicionales (a veces exorbitantes) al alquilar o comprar un edificio.
En Europa y las Américas, los creyentes suelen anteponer a cualquier mención de persecución en sus vidas la expresión: «No es tan grave como lo que están experimentando nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo», y eso es indudablemente cierto. Pero eso no significa que no se trate de persecución cuando un cristiano británico es arrestado por orar en silencio fuera de una clínica de abortos o un cristiano estadounidense es despedido de su trabajo por expresar sus opiniones sobre la sexualidad bíblica.
La persecución surge como consecuencia de la identificación y la proclamación. Desde el comienzo de la iglesia en el libro de los Hechos, la persecución ha ocurrido siempre que la gente ha profesado o propagado la fe en Jesús. La palabra griega para «testigo» en Hechos 1:8 es martus, de la cual obtenemos la palabra mártir. Si mi amiga Halima elige ser reservada y permanecer en silencio con respecto a su fe en Somalia, podrá eludir la persecución. Pero tan pronto como comunique que se ha apartado del islam para seguir a Jesús, es probable que la maten. Dependiendo del estado del que se trate en la India, compartir el evangelio con otra persona podría llevarte a la cárcel, mientras que llevar a alguien a Jesús y bautizarlo podría significar una década en prisión.
El propósito de la persecución es silenciar el testimonio. Cuando estalló la persecución contra la iglesia en Hechos 4, los líderes judíos ordenaron a los cristianos «que dejaran de hablar y enseñar acerca del nombre de Jesús». Pedro y Juan respondieron diciendo: «Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (vv.18-20). Después de reunirse para orar, los primeros cristianos «todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (v. 31).
Es importante recordar esto cuando los cristianos en las partes más libres del mundo suelen decir cosas como: «Yo doy testimonio siendo una buena persona o haciendo buenas obras». Esto puede sonar bien, pero no es lo que la Biblia quiere decir con dar testimonio. En muchas partes del mundo, nuestros hermanos y hermanas en Cristo gozarían de cierto grado de seguridad si simplemente fueran buenas personas e hicieran buenas obras. Pero cuando hablan de lo que han visto y oído, sufren.
La persecución está garantizada no solo para otros cristianos, sino también para nosotros. A la luz de todo lo anterior, es una cuestión de obediencia a Dios orar específicamente por nuestros hermanos y hermanas en partes del mundo donde la persecución es más agresiva (Hebreos 13:3). Esto no se puede exagerar: tenemos una responsabilidad bíblica y familiar de orar y trabajar por nuestros hermanos y hermanas, particularmente en países como Corea del Norte, Somalia, Libia, Eritrea, Yemen, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán y Afganistán. Al mismo tiempo, Dios deja algo muy claro en su Palabra: «Serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3:12). Observa las palabras «todos» y «serán perseguidos». La persecución no es un «tal vez», ni es solo para «algunos» cristianos.
Si no estás experimentando persecución de alguna manera, necesitas hacerte la pregunta: «¿Estoy profesando y propagando la fe en Jesús?». En otras palabras, ¿te estás identificando clara e inflexiblemente con Jesús? ¿Estás proclamando a Jesús con humildad y valentía; contándole a la gente acerca de su vida, muerte y resurrección; llamando a otros a arrepentirse y creer en Jesús, ya que su vida en este momento y por toda la eternidad en el cielo o en el infierno depende de la manera en que responden a Él?
Si no profesamos nuestra fe en Jesús de esta manera, entonces debemos darnos cuenta de que mientras oramos por la iglesia perseguida, nuestras vidas en realidad están simpatizando con sus perseguidores. Puede que esto suene como una exageración ofensiva, pero considera esto: si el propósito de la persecución es silenciar el testimonio, y tú y yo estamos silenciando nuestro propio testimonio, entonces estamos reflejando a los perseguidores, no a los perseguidos.
Pero si nos identificamos con valentía con Jesús y damos testimonio de Él, entonces nos identificamos con la iglesia perseguida cuando oramos. Y según 2 Timoteo 3, podemos estar seguros de que la persecución se avecina para nosotros. Cuanto más dediquemos nuestras vidas a seguir a Jesús y a darlo a conocer en nuestros vecindarios y en todas las naciones, particularmente en lugares donde el evangelio aún no ha llegado, más sufriremos persecución. Intercedamos por nuestros hermanos y hermanas perseguidos en Cristo en todo el mundo para que sean fieles hasta el fin, sabiendo que cada cristiano necesita intercesores similares que hagan lo mismo.
David Platt es pastor principal de la iglesia McLean Bible Church y es autor de libros como Radical y No te detengas. También es el fundador de Radical, una organización que ayuda a las personas a seguir a Jesús y a darlo a conocer en su vecindario y en todas las naciones.