En julio de 2007, un grupo que trabajaba en la traducción de la Biblia a una docena de idiomas nigerianos se reunieron en una escuela con techo de acero en la ciudad rural de Bayara, Nigeria, para un taller de tres semanas en el que comenzarían a traducir el Evangelio de Lucas. En la reunión participaron varios consultores externos, algunos de ellos nigerianos, otros estadounidenses y británicos.
Para el final del viernes 27 de julio, habían terminado su primera semana de trabajo y habían hecho planes para descansar. La colaboración multilingüe es agotadora, y todos estaban ansiosos por cenar y disfrutar de una película juntos.
Los traductores recogieron sus papeles, libros y computadoras portátiles en bolsas y se las echaron al hombro. Uno de ellos tomó una memoria USB atada a una cinta que utilizaron para pasar archivos de un lado a otro y almacenar copias de seguridad de su trabajo.
Caminaron medio kilómetro en el cálido aire de la tarde hasta la casa de huéspedes donde se alojaban cerca del hospital local. Acababa de empezar la temporada de lluvias más fría, pero ese día no había sido ni fresco ni lluvioso.
El grupo terminó de comer alrededor de las 7:30, y Verónica Gambo, la esposa de uno de los consultores de traducción, preparó palomitas de maíz. Estaba por reunirse con los demás frente al televisor cuando unos hombres con rifles automáticos irrumpieron en la cocina a través de una puerta.
Gambo se quedó paralizada. Un hombre le puso el cañón del arma en la espalda y la hizo pasar a la sala de estar, todavía con las palomitas en las manos.
«¡Abajo!», Danjuma Gambo, el esposo de Verónica, recuerda que los hombres gritaron. Dispararon contra las paredes y el techo. Obligaron a todo el mundo a tirarse al suelo, incluida la jefa del proyecto de traducción, una británica de pelo plateado de más de 60 años.
Andy Kellogg, un estadounidense que trabaja como consultor de traducción de la Biblia, estaba tumbado en el suelo y se preguntaba: ¿Los hombres les robarían y se irían rápidamente, o harían algo peor?
«Si estás en un lugar remoto, y no es probable que la ayuda pueda llegar rápidamente, puedes tomarte tu tiempo como ladrón», dijo Kellogg. «Y nosotros estábamos en un lugar remoto».
Afortunadamente para los traductores, estos hombres no eran terroristas religiosos. Los ladrones querían llevarse las computadoras portátiles. Se llevaron nueve en total —y con ellas el trabajo de traducción— además de objetos personales, como pasaportes y tarjetas de crédito.
Cuando los ladrones se fueron, la directora del proyecto, Katharine Barnwell, se levantó del suelo y se quitó el polvo de la ropa. Se acercó a cada uno de los traductores para comprobar que estaban bien. Fue entonces cuando alguien vio algo que los ladrones habían pasado por alto: la cinta con la memoria USB, colgada de un clavo en la sala. La única copia de seguridad de su trabajo de traducción.
Barnwell habló con su acento británico: «Bueno, no vamos a dejar que esto nos detenga».
Después de haber trabajado en Nigeria la mayor parte de su carrera como lingüista en la organización de traducción SIL (Summer Institute of Linguistics, por sus siglas en inglés), Barnwell había contado con su cuota de roces con el peligro. Le robaron seis veces a punta de pistola. Había sobrevivido a múltiples rondas de malaria. Había soportado la amenaza constante de Boko Haram y de los terroristas que ponen bombas en las iglesias.
Barnwell quería seguir adelante con el proyecto y, luego de conversar, todos los obreros decidieron quedarse y continuar con el taller. A los pocos minutos, dijo Danjuma Gambo, el grupo prorrumpió en cánticos, alabando a Dios y orando por una forma de terminar la obra de Dios.
Había una dificultad: No tenemos computadoras, pensó Kellogg. Esto va a ser muy difícil cuando llegue el lunes.
Pero el lunes, cuando volvieron al trabajo, se encontraron con que todos las computadoras portátiles habían sido sustituidas. No era el resultado de correos electrónicos, solicitudes de financiación, formularios o peticiones a agencias misioneras occidentales. Los ordenadores eran regalos de cristianos nigerianos locales.
La noticia del robo se había difundido rápidamente y «había algunas personas influyentes en las iglesias cercanas que hicieron donaciones», dijo Kellogg. Las iglesias locales y los benefactores querían que las traducciones continuaran. Creían en la obra y lo impulsaban.
Con la copia de seguridad de la memoria USB, el equipo de Barnwell recuperó rápidamente su trabajo y lo retomaron donde lo habían dejado. Terminaron el Evangelio de Lucas en cada una de las 12 lenguas de Nigeria, a lo que siguieron rápidamente 12 nuevas traducciones de la película de Jesús, cuyo guion procede casi en su totalidad de Lucas. Según Kellogg, actualmente muchas de esas lenguas tienen el Nuevo Testamento completo, y algunas han pasado a traducir el Antiguo Testamento.
El incidente del noreste de Nigeria es un fotograma del gran cambio misionológico que se ha producido en los últimos 50 años: el traspaso de la propiedad de los individuos e instituciones occidentales a los líderes del Sur Global. La idea de que los estadounidenses y los europeos ya no están al volante de la labor misionera —y están siendo rápidamente reemplazados por los cristianos del mundo mayoritario— ya no es nueva. Se da casi por sentado que es así cómo se extenderá el evangelio en el siglo XXI [enlace en español].
El hecho de que el liderazgo y la responsabilidad haya estado en manos de los locales nigerianos es lo que salvó a los proyectos originados del taller de Barnwell, o al menos fue lo que les ayudó a recuperarse rápidamente. Y tal vez fue poético: Barnwell, una mujer occidental, fue una de las primeras defensoras de la capacitación a los nigerianos para que estuvieran a cargo del trabajo de traducción en su país.
De hecho, es probable que ninguna persona viva haya tenido una mayor influencia en el mundo de la traducción de la Biblia que Barnwell, quien actualmente tiene más de 80 años. Pero, a menos que hayas trabajado en el campo —yo era traductor de la Biblia cuando conocí a Barnwell en una conferencia en Texas hace una década—, probablemente nunca hayas oído hablar de ella.
Katharine Barnwell nació en Londres en 1938. Sus primeros recuerdos tienen lugar en un refugio bajo tierra, escondiéndose de los bombardeos nazis. Para huir de los peligros de la guerra, Barnwell y sus hermanos fueron enviados a vivir con una familia en el campo, tal y como comienza El león, la bruja y el ropero.
De niña, y aún hoy, Barnwell amaba la lectura. En 1956, se inscribió en el programa de lengua y literatura inglesa de la Universidad de St Andrews, una de las pocas universidades británicas que en esa época tenía una gran concentración de mujeres jóvenes.
«Yo crecí en una familia que iba a la iglesia, una familia muy genuina que iba a la iglesia», dijo Barnwell, «pero fue años más tarde, a través del ministerio de Christian Union cuando llegué a la universidad, que llegué a entender lo que realmente significaba seguir al Señor».
En la época en que se adentraba en la lingüística en uno de sus cursos, analizando y diagramando la lengua inglesa, Barnwell asistió a una reunión con George Cowan, en ese entonces presidente de Wycliffe Bible Translators International, quien habló de la necesidad de traductores de la Biblia.
«Eso fue suficiente para mí», dijo Barnwell. Comenzó a tomar cursos de formación con Wycliffe incluso antes de graduarse en la universidad.
En 1960, Barnwell comenzó a estudiar con el Summer Institute of Linguistics —conocido hoy simplemente como SIL— y fue invitada a regresar al año siguiente para enseñar.
En su enseñanza, Barnwell se centró en la semántica. «Es realmente la teoría del significado», explicó. «Cuando se traduce, no se traducen las palabras, sino el significado. Entonces, ¿cómo traduces el significado y cómo reconoces las categorías que hay en el significado?».
En la traducción de la Biblia, esta distinción entre la forma y el significado de la lengua no es trivial. Está en la base misma de la disciplina.
La formación de Barnwell en semántica marcó el resto de sus 60 años de carrera. Pasó gran parte de esas décadas capacitando a otros en los matices de la semántica y, sobre todo, desarrollando formas para que la gente sin una educación de posgrado la entendiera.
Casi sin quererlo, revolucionó el mundo de la traducción de la Biblia.
Barnwell se trasladó a Nigeria en 1964. Este país, recién independizado de Gran Bretaña y uno de los países con mayor diversidad lingüística del mundo, era una especie de tierra prometida para la traducción. Tiene cerca de 700 lenguas y, en aquel momento, la mayoría de ellas no tenían ni una palabra de las Escrituras. Muchas jamás habían sido puestas en forma escrita y carecían de una ortografía, es decir, no tenían un sistema de escritura que se ajustara a sus sonidos.
El SIL envió a Barnwell a los mbembe, un grupo étnico disperso en aldeas del extremo sudeste de Nigeria. Empezó desde cero.
«Afortunadamente, la gente estaba muy interesada en que aprendiera el idioma», dice Barnwell. Recuerda que una mujer pronto se hizo amiga suya y le enseñó nuevos conceptos. «Al día siguiente, me volvía a preguntar y, si no me acordaba, me decía: «»¡Te lo dije ayer!«»».
Barnwell dice que rápidamente se ganó el corazón de sus colegas nigerianos —quienes en ese entonces eran llamados «ayudantes lingüísticos»— e hizo un hogar allí. (En la actualidad, ha pasado más tiempo de su vida en Nigeria que en el Reino Unido). El futuro parecía brillante.
Pero en 1967, Nigeria estalló en una guerra civil. Lo que hoy conocemos como la guerra de Biafra se cobraría más de un millón de vidas por el conflicto y provocaría una catástrofe agrícola.
Mientras los misioneros occidentales abandonaban el país, Barnwell intentó quedarse. Pero los combates se acercaron tanto que ella y otra misionera soltera tuvieron que dejarlo todo y escapar. Primero huyeron a pie y luego remontaron el río Cross en canoa hasta Camerún, donde las autoridades las dejaron cruzar la frontera sin documentación. Desde allí, las mujeres volaron a Inglaterra y esperaron a que fuera seguro regresar.
Barnwell aprovechó al máximo su tiempo en el limbo. Equipada con su dominio de la lengua mbembe y sus datos de campo, completó su doctorado en la School of Oriental and African Studies (Facultad de Estudios Orientales y Africanos o SOAS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Londres.
En 1970 regresó a Nigeria y a su trabajo de traducción, pero cinco años más tarde se vio interrumpida otra vez cuando un acontecimiento político a unos 650 kilómetros (400 millas) de distancia sentó las bases para una reordenación del panorama de la traducción de la Biblia.
El 13 de febrero de 1976, el teniente coronel Buka Suka Dimka y un grupo de sus seguidores intentaron dar un golpe de Estado en Lagos, que en aquel entonces era la capital de Nigeria. Aunque el golpe fue llevado a cabo por nigerianos, exacerbó los sentimientos de sospecha contra los forasteros entre los gobernantes militares de Nigeria que frustraron el derrocamiento.
«Desde el punto de vista político», dijo Barnwell, «algunos pensaron que no querían promover las lenguas minoritarias». La división entre los distintos grupos lingüísticos o tribus era un tema sensible. Esa fue la razón principal: había personas con autoridad que no querían que se produjera esa [promoción]».
Dos semanas después del intento golpista, los funcionarios de inmigración nigerianos se reunieron con los dirigentes occidentales del SIL y les ordenaron presentarse en Lagos el 18 de marzo. Cuando lo hicieron, les dieron un plazo de dos semanas para concluir su investigación y transferirla a una universidad nigeriana. Todos los lingüistas del SIL debían abandonar el país.
Fue una complicación repentina y sorprendente que amenazaba con poner fin a la labor de traducción en el que era posiblemente el campo más importante de África.
Los nigerianos y los misioneros expatriados idearon un plan para salvar su trabajo. Rápidamente reunieron una delegación de nigerianos influyentes —políticos, líderes empresariales, incluso Festus Segun, el obispo anglicano de Lagos—, y luego expusieron su caso ante el gobierno de Lagos: ¿podrían continuar con el trabajo si transfirieran la propiedad y el liderazgo total a manos nigerianas? El gobierno accedió a la petición. Así nació el Nigerian Bible Translation Trust (NBTT), actualmente una de las principales organizaciones de traducción de la Biblia en África.
Con este acuerdo, los responsables de la traducción evitaron el desastre. Pero esa era la petición fácil. Tenían una segunda petición: Si iban a perder a decenas de becarios provenientes de occidente, ¿podrían mantener a solo cuatro obreros expatriados? Podrían tener que quedarse 20 años para capacitar y transferir completamente el liderazgo de la organización.
Esto sería, por supuesto, mucho más difícil de aceptar para el gobierno.
En la década de 1970, las agencias de traducción se vieron acosadas por rumores de que sus misioneros cooperaban con la CIA y otras agencias gubernamentales estadounidenses para socavar los regímenes locales. Los traductores en América Latina habían recibido permiso de ingresar al país pero fueron objeto de un escrutinio especial, y algunos proyectos fueron suspendidos. Los rumores los siguieron hasta Nigeria.
El Daily Times de Nigeria informó el 6 de mayo de 1976 que «el gobierno se sentía preocupado por las actividades del instituto». El Times relacionó el cierre del SIL con el cierre de algo más: la «base de monitorización de radio de Estados Unidos en Kaduna», una instalación ampliamente conocida por ser una operación de recopilación de información de Estados Unidos.
Le pregunté a Danjuma Gambo sobre estas acusaciones, que nunca fueron corroboradas. «Solo las utilizaron como excusa», dijo. El desarrollo de diccionarios, escuelas primarias y Biblias es una fuerza disruptiva, y durante milenios, la escritura en la lengua materna ha irritado a los poderosos.
«Sabían que el trabajo que estaban haciendo —la liberación, el desarrollo de las lenguas locales— estaba haciendo que la gente fuera más consciente de sus derechos», dijo.
Las autoridades nigerianas accedieron a la petición de retener a algunos extranjeros, pero solo en parte.
A tres expatriados se les concedió un visado temporal, pero solo por uno o dos años. Cuando el NBTT creció y contrató exclusivamente a traductores nigerianos, se permitió que solo un expatriado se quedara a largo plazo.
Adivina a quién eligieron.
Como nueva jefa de formación y lingüista occidental de la NBTT, Barnwell se instaló en Jos, una ciudad templada y mediana en el centro de Nigeria, donde tenía la organización de traducción sus oficinas.
Pero ella había empezado a prepararse para este cargo años antes.
A mediados de la década de 1970, Nigeria era el undécimo país más poblado del mundo y crecía rápidamente (actualmente es el sexto). Y en la era poscolonial, la iglesia africana estaba en plena expansión. «Entre 1964 y 1984 el número de cristianos [en África] aumentó de unos 60 millones a aproximadamente 240 millones», escribió Lamin Sanneh, el difunto misionero de Yale de ascendencia gambiana. «La irrupción del cristianismo en el África contemporánea no tiene paralelo en la historia de la iglesia».
En Nigeria, sobre todo en la mitad sur, donde los británicos habían establecido numerosas universidades, muchos de los nuevos creyentes tenían una alta educación, y hablaban cuatro y hasta cinco idiomas. Si Nigeria necesitaba decenas de traductores para llevar el evangelio a sus cientos de grupos lingüísticos, a Barnwell y a algunos de sus contemporáneos no les resultaba difícil imaginar de dónde debía proceder la mano de obra.
Por ejemplo, John Bendor-Samuel, fundador de la rama británica de Wycliffe y mentor de Barnwell, había establecido a principios de la década de 1960 asociaciones con universidades de Ghana y Nigeria para realizar trabajos de traducción, los cuales fueron los primeros acuerdos de este tipo en el continente.
A principios de la década de 1970, Barnwell quiso ir más allá: quería emplear a nigerianos que no fueran lingüistas de formación universitaria, incluso si eso significaba enseñarles ella misma.
Por desgracia, no había herramientas en el mercado para ese tipo de cosas. Todavía no se habían inventado.
Según Ernst Wendland, profesor de estudios antiguos en la Universidad de Stellenbosch y uno de los principales especialistas en traducción bíblica del mundo, ninguno de los materiales de formación publicados en ese entonces era bueno, al menos no para los no lingüistas. Así que Barnwell, varios años antes de asumir su función de capacitadora en la NBTT, empezó a escribir su propio plan de estudios y a enseñar a sus primeros traductores nigerianos.
Barnwell se apoyó en la teoría lingüística de pensadores influyentes como Eugene Nida, Charles Taber, John Beekman y John Callow. Pero mientras que ellos publicaban casi exclusivamente para los académicos, Barnwell traducía ideas elevadas para personas que nunca habían estudiado lingüística.
Por ejemplo, donde Nida propuso la enormemente influyente teoría de la «equivalencia dinámica», Barnwell acuñó el término «traducción basada en el significado», una puerta más sencilla y menos intimidatoria al mismo concepto.
La formación fue un claro éxito. A medida que más y más líderes de la traducción comenzaron a explorar la idea de capacitar a los nacionales, se le pidió a Barnwell que convirtiera su curso en un libro. En 1975, publicó Bible Translation: An Introductory Course in Translation Principles [Traducción bíblica: Un curso de introducción a los principios de la traducción].
No todos los que trabajaban en el mundo de la traducción estaban entusiasmados con la idea de equipar a obreros para que dirigieran proyectos en su primera lengua. William Cameron Townsend, quien fundó tanto Wycliffe como el SIL, rechazaba la idea de que los «hombres tribales» asumieran la responsabilidad de los esfuerzos de traducción, pues creía que los occidentales tenían la obligación de liderar la obra y no «pasar el balón [y] dejar que los locales lo hagan».
Pero en Nigeria, el gobierno estaba obligando a los occidentales a ceder el liderazgo. En 1976, cuando Nigeria decidió limpiarse de lingüistas occidentales letrados, nadie estaba tan bien posicionado como Barnwell para la monumental tarea de formación que tenía por delante.
Casi medio siglo y cuatro ediciones después, el libro de Barnwell sigue siendo el principal manual de referencia para la formación de traductores de primera lengua (antes llamados traductores de lengua materna) en todo el mundo. Yo lo utilicé en mis cursos de formación en el extranjero cuando trabajé como asesor de traducción, al igual que todos los traductores de la Biblia que he entrevistado para este artículo. (Danjuma Gambo estaba enseñando con el texto de Barnwell en Nigeria cuando hizo una pausa para hablar conmigo por Zoom).
Con el paso del tiempo, otras organizaciones desarrollaron materiales similares, según Wendland, «pero ninguno, que yo sepa, ha logrado realmente reemplazar o hacer algo mejor» que el de Barnwell.
En la actualidad, el libro de texto fue traducido a más de una docena de idiomas. Prácticamente todos los traductores asociados a las principales organizaciones de traducción de la Biblia reciben una copia digital como regalo.
«En el pasado, se organizaba un taller de traducción en donde diferentes personas enseñaban a obreros sobre semántica, lexicología, sintaxis y discurso, y luego se esperaba que los traductores salieran a aplicar todo eso en su trabajo», dijo Wendland. Pero cuando abrían las Escrituras para empezar, se sentían perdidos. «Esa no es la mejor manera de entrenar a los traductores».
En cambio, Barnwell enseñó a los traductores a aprender de manera activa. Si el antiguo modelo era deductivo, el suyo era inductivo. Barnwell animó a los hablantes de la primera lengua a sumergirse en la Biblia como si fueran nadadores y que bracearan, para adquirir destreza en semántica y discurso y otras disciplinas extravagantes, sin conocer necesariamente los nombres de esos campos. En cierto sentido, Barnwell discipulaba a sus alumnos.
A la luz de las teorías de aprendizaje actuales, puede parecer obvio que uno no puede enseñar a nadar escribiendo en una pizarra. Pero en aquella época, la formación de Barnwell era revolucionaria, y se multiplicó de una forma que ella no se habría podido imaginar.
En 1978, Barnwell publicó la segunda edición de su libro y, poco después, comenzó un ascenso meteórico en el mundo de la traducción. Para el año 1980, supervisaba todos los proyectos del SIL en África y pasó una década vertiginosa recorriendo el continente, enseñando en el Reino Unido y completando el Nuevo Testamento en mbembe que había sido el primer amor de su carrera.
Fue alrededor de 1984, recuerda Barnwell, cuando su libro y sus métodos empezaron a ser utilizados ampliamente fuera de África. A medida que los traductores que se habían formado con su libro se convertían en consultores y formadores, se dedicaron a hacer su trabajo y a formar a nuevos estudiantes, quienes a su vez hicieron lo mismo.
Larry Jones, director general de la organización de traducción Seed Company, calcula que en Asia, África y América Latina los traductores formados con los materiales de Barnwell rondan los miles.
Para vislumbrar todo el impacto que tuvieron los métodos de Barnwell, hay que fijarse no solo en sus libros, sino en la cinematografía. Más específicamente, en la película Jesús.
Durante los primeros 20 años de su existencia, el proyecto de la película Jesús, el ministerio que distribuye la película de 1979 que representa la vida de Cristo, no hizo un trabajo de traducción propio. En su lugar, «se apoyó en las personas que trabajaban en un proyecto de traducción para que trabajaran en el guion para nosotros», dijo Tom Meiner, director de operaciones del proyecto.
Cuando el equipo de la película Jesús quería expandirse a un nuevo idioma, contactaba a las agencias de traducción y preguntaba: «¿Tienen a alguien? ¿Están trabajando en este idioma? ¿Tienen a alguien que pueda trabajar en el guion?», según dijo Meiner.
Si llegaban a recibir alguna respuesta, normalmente se los orientaba para ponerse en contacto con un misionero occidental. A menudo, dijo Meiner, ese misionero ya se había retirado o había pasado a otro proyecto. O había fallecido.
Chris Deckert, director de estrategias lingüísticas de la película, dijo que si encontraban a un traductor dispuesto a trabajar en el proyecto, enviaban «una hoja de cálculo Excel con un pequeño manual que decía: “Hola, misionero. Si pudieras traducir estas líneas de aquí en estas líneas de aquí, y tratar de mantener el recuento de sílabas lo más cerca posible porque esto está sincronizado con la modulación…”».
El proceso era engorroso. «Enviábamos ese paquete y, a veces, pasado un año, dos o tres, nos lo enviaban de vuelta, explica Deckert. El trabajo que recibían podía ser imprevisible y de baja calidad.
El grupo quería «avanzar en las lenguas que no tenían ni la Biblia ni la película Jesús», dijo Meiner. «Los idiomas más importantes que pudiéramos poner en marcha». Pero eso significaba hacer un trabajo de traducción original, algo para lo que no estaban equipados.
A finales de la década de 1990, Paul Eshleman, el primer director ejecutivo de la película Jesús, se reunió con líderes de Wycliffe y SIL. Planteó la visión de una asociación para crear una versión de la película para cada una de las 30 lenguas más importantes que aún no tenían ni una palabra de las Escrituras. Las agencias de traducción harían lo que mejor saben hacer, así como también el equipo de la película Jesús. Eshleman se ofreció a financiar los 30 proyectos, para ponerlos en marcha rápidamente.
Era un proyecto ambicioso y experimental, y las grandes agencias estaban reacias a involucrarse.
«En aquel momento, nadie estaba dispuesto a dejar que esto estuviera en su casa. No había espacio para este esfuerzo», dijo Jones, de Seed Company, que también fue vicepresidente de SIL. «En Wycliffe no estaban seguros de estar preparados para hacerlo. En SIL estaban seguros de que no estaban preparados para hacerlo».
Los líderes sugirieron una incipiente organización de traducción que podría encajar mejor, recuerda Meiner. Se llamaba Seed Company.
Por aquel entonces, Seed Company era una empresa nueva, originada en un armario de escobas reconvertido. Según Deckert, se trataba de «la encargada de los trabajos que nadie quería del mundo de la traducción bíblica».
Fundada en 1993 por un expresidente de Wycliffe, Seed Company quería demostrar su valía. Su objetivo era entregar el mando de la traducción a la iglesia global y canalizar la financiación para contratar a traductores nacionales en lugar de occidentales. Enseguida aprovechó la oportunidad de la película Jesús.
El plan consistía en trabajar simultáneamente en docenas de idiomas, contratar exclusivamente a traductores no occidentales, y alterar la forma en que se había hecho la traducción de la Biblia durante siglos. ¿Qué podía salir mal?
El riesgo de un fracaso vergonzoso era alto. Necesitaban un líder adecuado para la tarea.
El SIL recomendó —¿a quién si no?— a Katharine Barnwell.
Para entonces, Barnwell se había trasladado a la sede del SIL en Dallas y trabajaba como coordinadora de traducción internacional de la organización, posiblemente el puesto técnico más importante en el mundo de la traducción de la Biblia. Tomaba vuelos de Pakistán a Perú y a Papúa Nueva Guinea para promover a los traductores nacionales a quienes estaba capacitando, y controlar cientos de proyectos.
Henry Huang, exdirector de estrategias globales de la American Bible Society (Sociedad Bíblica Americana o ABS, por sus siglas en inglés), me dijo que para algunos, la transición de Barnwell a este novedoso proyecto cinematográfico parecía más un descenso de categoría.
Barnwell se ofreció como voluntaria para participar.
En 2000, Barnwell abandonó su escritorio y se trasladó a Jos y a las oficinas de la NBTT en su Nigeria adoptiva. No había mejor lugar para poner a prueba la asociación cinematográfica que en Nigeria, que posee una gran riqueza en idiomas y una gran densidad de población.
Dado que el guion de la película Jesús procede casi en su totalidad del Evangelio de Lucas, la película puede adaptarse rápidamente una vez que se haya terminado la traducción de Lucas. En lugar de sumergirse en terminar Nuevos Testamentos completos, que era la norma para esa época, Barnwell planeó reunir equipos de traducción de docenas de idiomas y comenzar con Lucas. En lugar de esperar décadas para tener un Nuevo Testamento terminado antes de producir un nuevo guion cinematográfico, solo tendrían que esperar meses.
Pero había algo más que Barnwell quería probar en Nigeria.
Aunque llevaba tiempo defendiendo el potencial de los traductores nacionales, quería explorar cómo podían trabajar mejor. En lugar de formar a un equipo de traducción a la vez, que era la práctica habitual, ¿por qué no podía formar a varios equipos a la vez? ¿Podría ponerlos a trabajar en seis idiomas a la vez? ¿12? ¿Y 25?
Con esta pregunta, según Wendland, de la Universidad de Stellenbosch, Barnwell se convirtió en una de las primeras pioneras de lo que los traductores llaman el «modelo de grupos», una práctica que posiblemente ha hecho más que cualquier otra innovación para acelerar el ritmo de la traducción de la Biblia en todo el mundo.
En este modelo, traductores de docenas de lenguas de toda Nigeria se acercaron a las oficinas de la NBTT.
Después de aprender de Barnwell y otros formadores, aprendieron unos de otros. Al compartir notas e ideas en lenguas afines, dialectos y lenguas comerciales, tradujeron en comunidad. Colaboraron en conceptos y pasajes difíciles. Las soluciones volaron a través de las lenguas afines.
En solo unas semanas, desarrollaron ortografías para lenguas que nunca habían sido escritas. En menos de tres años, completaron el Evangelio de Lucas en varias lenguas. Después, pudieron adaptar, cotejar silábicamente, y grabar y editar la película Jesús en un nuevo idioma en solo un mes.
Aunque varios consultores de traducción de todo el mundo comenzaban a explorar el enfoque de grupos a finales de los años 90, varias personas a las que entrevisté dijeron que Barnwell fue la primera en sistematizarlo y aplicarlo a una escala de tal magnitud.
El proyecto de traducción de la película Jesús ayudó a revolucionar el uso de las Escrituras, me dijo Deckert. Algunos traductores de la Biblia trabajan durante 30 años para producir un Nuevo Testamento que a nadie le importa leer. Pero con las iglesias locales impulsando el proceso, los creyentes locales se enorgullecieron del proyecto y luego utilizaron la película y el Evangelio de Lucas para la evangelización, la predicación y la enseñanza. Muchas de esas colaboraciones con el libro de Lucas se convirtieron en proyectos más amplios: Nuevos Testamentos completos, colecciones de historias en audio, Biblias en audio e incluso Biblias completas.
En una década, «estaba funcionando en todo el mundo», dijo Deckert. Alrededor de 2012, el proyecto de la película Jesús adoptó el modelo de Barnwell en todo el mundo como su método estándar.
«Casi triplicamos el número de películas de Jesús producidas por año», dijo Deckert. «Fue una locura».
Ya no trabajaban en idiomas con Biblias existentes; el crecimiento se producía en idiomas que no tenían ni una sola palabra escrita de las Escrituras, o que incluso no poseían ningún sistema de escritura. Lo que Barnwell logró «todavía se considera casi milagroso», dijo Jones, el ejecutivo de Seed Company.En la actualidad, el proyecto de la película Jesús ha producido 2005 ediciones traducidas. En 2010, se estaban reuniendo tan rápidamente bajo el modelo de Barnwell que Deckert tuvo que establecer un nuevo objetivo: producir la película en los 865 idiomas restantes del mundo que tenían más de 50 000 hablantes nativos pero no tenían las Escrituras. Incluso a pesar de las interrupciones causadas por el COVID-19, dice que están en camino de alcanzar ese objetivo en los próximos años.
El proyecto de la película Jesús afirma que más de 633 millones de personas en todo el mundo han «indicado su decisión de [seguir] a Cristo tras la proyección de una película». Más de la mitad de ellas —361 millones— se contabilizaron después de que el ministerio comenzó a utilizar los métodos de Barnwell, según sus registros.
Incluso con un poco de optimismo, es una cifra notable. En comparación, se calcula que casi tres millones de personas se han convertido en seguidores de Jesús tras escuchar los sermones de Billy Graham.
Pero si usted es de los que desconfían de las estadísticas de conversión, puede intentar dimensionar el legado de Barnwell en términos de traducciones de la Biblia.
Si utilizamos estimaciones conservadoras, el número de idiomas en el mundo con Biblias completas se ha duplicado con creces en los últimos 25 años, pasando de 308 en 1996 a 717 en 2021, según Wycliffe UK. Esto ocurrió cuando los aprendices y los métodos de Barnwell ya estaban en plena vigencia. En ese entonces, su libro llevaba 10 años en su tercera edición, y era utilizado en todo el mundo.
Desde entonces, el número de Nuevos Testamentos se ha disparado, y el número de lenguas con porciones de las Escrituras (pero sin un Nuevo Testamento o Biblia completos) ha aumentado a 2000.
Según Wycliffe UK, «también hay traducciones activas o trabajos preparatorios en 2617 idiomas en 161 países. Wycliffe y su organización asociada SIL participan en tres cuartas partes de esta obra». Sin mencionar sus otras organizaciones asociadas que también utilizan las enseñanzas de Barnwell y cuentan con personas que fueron sus aprendices.
«No creo que haya nadie en SIL, Lutheran Bible Translators, UBS [Sociedades Bíblicas Unidas], Seed Company, Pioneer Bible Translators —cualquiera de estos— que no haya estado en contacto con el pensamiento, los escritos y las enseñanzas de Katy», dijo Lynell Zogbo, autora y consultora de traducción jubilada en África, en una entrevista de 2020.
Incluso los proyectos de traducción que no interactúan directamente con sus materiales siguen circulando en las corrientes globales establecidas por la formación, la enseñanza, el pastoreo, los estudiantes, los métodos y los artículos de revistas de Barnwell. Cientos de millones de nuevos cristianos de todo el mundo reciben enseñanza con Biblias que podrían no existir de no haber sido por ella.
«Su huella está en todas partes», dijo Deckert.
¿Ha habido algún traductor en la historia de la Iglesia con la influencia de Barnwell? Podríamos hablar de Jerónimo y su Vulgata latina, utilizada por la Iglesia Católica Romana como su principal traducción durante más de 1500 años. Está Lutero y su Biblia en alemán. Estaba el rey Jacobo I de Inglaterra, si se le atribuye el encargo de su KJV [King James Version], o William Tyndale, si se considera que la KJV fue tomada en su mayor parte de su obra.
Sin embargo, dentro de 200 años, cuando el corazón del cristianismo mundial palpite desde Nigeria y China, el alcance de esas Biblias puede palidecer al lado de las que Barnwell equipó al Sur Global para traducir.
Pregunté a más de una docena de líderes de la traducción, académicos y profesionales: ¿ha habido alguien en la historia moderna que haya tenido el impacto directo de Barnwell en la traducción?
Todos llegaron a una conclusión similar: «No se me ocurre nadie», dijo Jones.
Solo dos nombres se mencionaron sistemáticamente al mismo tiempo que el de Barnwell: Eugene Nida y William Carey.
Nida, el influyente teórico, formó a traductores de todo el mundo, y se dice que ayudó a dar forma a las traducciones en más de 200 idiomas. Al igual que Barnwell, su influencia trascendió los límites de la organización.
Carey era un polímata: lingüista, traductor, antropólogo, editor, fundador de una escuela, fundador de un seminario y traductor de Biblias completas o parciales en 30 idiomas o más.
Podría añadir a Kenneth Pike, quien fue presidente del SIL de 1942 a 1979, un destacado lingüista y uno de los primeros pioneros en el campo del inglés como segunda lengua, también conocido como ESL. Según el SIL, fue nominado 16 veces al Premio Nobel de la Paz.
Nada mal.
«Se moriría mil veces si se publicara eso», dijo Teryl González, exalumna de Barnwell y ahora consultora de desarrollo de garantía de calidad estratégica en Wycliffe US.
¿Por qué no plantear la pregunta directamente a Barnwell? ¿Es posible que sea tan influyente como todo el mundo dice?
«Bueno, puede que sea cierto», admitió Barnwell a través de Zoom, frunciendo el ceño ante la pregunta. «Pero no quiero hablar de eso».
Nunca trabajó sola, dijo. Todos sus logros se produjeron en equipo. Dijo que era simplemente un privilegio servir en lo que a menudo era el lugar correcto en el momento correcto, haber sido colocada en la encrucijada de la historia.
«Es la madre de la traducción de la Biblia en África», dijo Olivia Razafinjatoniary, una consultora lingüística malgache que trabaja en todo ese continente.
De todos los títulos de Barnwell, «madre» es el que más se oye entre quienes la conocen, o «mamá Katy».
No es mera cortesía. Especialmente para las muchas mujeres que han conocido a Barnwell —quien nunca se casó y no tiene hijos— el título es maternal.
En el caso de Razafinjatoniary, Barnwell le cambió la vida.
Era el año 2000, y Razafinjatoniary acababa de terminar sus estudios de posgrado en traducción cuando estaba en un autobús en Nairobi, Kenia, y le dijo a alguien que casualmente trabajaba en la traducción de la Biblia: «Realmente quiero devolverle al Señor lo que me dio».
Poco después, Barnwell se puso en contacto desde su oficina en Nigeria para hablar de un proyecto que se iba a poner en marcha en Madagascar, el país natal de Razafinjatoniary, y le preguntó si quería recibir capacitación.
«Ella volaba a Madagascar dos veces al año para capacitarme», dijo Razafinjatoniary. «La observaba trabajar, observaba a otros consultores trabajar. Me animó mucho y creyó en mí desde el primer día. Eso me empujó hasta donde estoy ahora».
Razafinjatoniary dedicó su segundo máster a Barnwell.
«Mi deseo desde el primer día fue llegar a ser como ella», dijo. «Hemos estado en contacto, incluso ahora. Ella sabe todo sobre nosotros. Nosotros lo sabemos todo de ella. Cuando está enferma, lo sabemos. Cuando está bien, lo sabemos. Cuando está de viaje, lo sabemos».
Para Barnwell, sus colegas son su familia. «Son los hijos que Dios le dio», dijo Jones.
Consideremos, por ejemplo, un mes típico en Nigeria, tal y como lo pinta González desde que trabaja con Barnwell: 80 traductores de 25 idiomas diferentes pueden reunirse en Jos para uno de los «talleres de un libro» de Barnwell.
«Cada una de esas personas la veía como una mentora, una madre, una benefactora de alguna manera», dijo González. Barnwell llevaba casi siempre un vestido azul claro, y «cada vez que te dabas la vuelta, alguien llamaba a su puerta. Venía a saludar. Para expresar su afecto».
Barnwell tenía fama de renunciar a las comodidades. Era conocida por dormir en suelos duros cuando viajaba y por compartir con sus colegas la comida de su plato. A menudo trabajaba 12 horas al día, dirigiendo talleres, preparando té para los visitantes a todas horas y revisando los pasajes traducidos de las Escrituras.
Su extensa familia cristiana, construida a través de innumerables encuentros de este tipo, se extiende por todo el mundo.
González me contó que, en una reciente conferencia de traducción de la Biblia a la que asistió, el presentador pidió que se levantara la mano: ¿Quién en el auditorio había sido pastoreado, ayudado, entrenado o ministrado personalmente por Barnwell?
Cientos de manos se levantaron, pertenecientes a líderes de la traducción de todos los continentes habitados.
González era una de ellas.
Desde los 15 años había soñado con ser consultora —formar, enseñar, revisar pasajes—.
Muchos años y un puñado de títulos de posgrado después, González lo consiguió: se convirtió en consultora. Mientras se formaba, los requisitos mínimos eran tener experiencia de «un millón de años» en el campo misionero como consultora en formación y, preferiblemente, haber terminado su propio Nuevo Testamento.
«Como un roble, solo creces durante 100 años y luego eres un roble», dijo.
Sin embargo, el segundo hijo de González nació con graves problemas médicos que la obligaron a ella y a su familia a dejar un proyecto de traducción en la otra punta del mundo y regresar a Estados Unidos.
En un momento, pasó de ser misionera a «ama de casa con niños en edad preescolar en los suburbios de Seattle. Todo se detuvo durante mucho tiempo».
Pero Barnwell le estaba haciendo un lugar.
Durante su etapa como coordinadora de traducción internacional del SIL en los años 90, Barnwell había empezado a reducir el tiempo necesario en el campo para convertirse en consultora, de décadas a solo unos años. Quería que una nueva generación de traductores de primera lengua ascendiera en el escalafón, y necesitaba que los occidentales los formaran. En opinión de Barnwell, si los trabajadores podían demostrar sus habilidades, ¿por qué obstaculizarlos con la carga de recaudar fondos durante media vida en el extranjero?
El cambio permitió que tanto el profesor de Biblia proveniente de occidente como el traductor nacional con talento se convirtieran en consultores gracias a un trabajo de calidad constante sobre el campo misionero.
Al mismo tiempo, el internet y la tecnología de las comunicaciones estaban madurando. Cuando Barnwell dirigía las traducciones de la película Jesús a principios de la década de 2000, pensó que, en la era de las videoconferencias y las computadoras portátiles asequibles, los consultores de traducción no debían dejar su profesión para cuidar de sus padres mayores o de sus hijos enfermos.
Así que empezó a invitar a los consultores que habían quedado relegados a volver a trabajar con ella por temporadas de cierto número de semanas a la vez.
Antes de Barnwell, «la mayoría de ellos volvían a casa y desempeñaban funciones administrativas o de contratación o algo parecido, pero ella sentía que eso suponía una gran pérdida de talento y recursos», dijo Huang, el antiguo director de ABS que también había trabajado con Seed Company.
Esto reabrió las puertas a personas como González, a quien Barnwell invitó a Nigeria en 2010 para que trabajara allí con ella algunas veces al año.
En conjunto, los cambios abrieron las puertas a los trabajadores del Sur Global, cientos de los cuales han sido reconocidos y promovidos en esta cultura modernizada, me dijo Jones.
La larga carrera de Barnwell formando a traductores de primera lengua y entregando la propiedad del proyecto en manos locales ha dado sus frutos: la traducción de la Biblia se ha democratizado tanto que hoy nadie discute seriamente si los nacionales deben dirigir el proceso de traducción.
En lugar de ello, en un impulso incesante por hacer que la traducción de la Biblia sea más rápida y barata, los nuevos reformistas se han planteado otro tipo de preguntas.
¿Son realmente necesarios los consultores de traducción capacitados? ¿No podrían miles de cristianos apasionados sentados en cibercafés trabajar juntos en línea para traducir un libro de la Biblia de una lengua comercial importante a su primera lengua?
Los grupos de traducción —entre ellos Seed Company y Wycliffe Associates— han probado con enfoques experimentales para la traducción rápida: cosas como traducciones comunitarias al estilo wiki; el uso de inteligencia artificial, software y algoritmos; o la subcontratación masiva voluntaria [crowdsourcing] en lugar de recurrir a obreros capacitados o recursos académicos.
En una entrevista publicada en el Journal of Translation, Barnwell criticó la búsqueda constante de una «solución rápida y sucia. … Las traducciones rápidas sin una base sólida, un estudio cuidadoso y la aplicación de sólidos principios de traducción son solo una pérdida de tiempo».
En su mayor parte, las traducciones que han producido estos experimentos han sido pésimas. Pero no han sido infructuosas.
«Una de las cosas más efectivas que hacían era estimular e inspirar a estas comunidades locales», dijo Brian Kelly, director de exploración de traducciones bíblicas de Seed Company. «Decían: “Oye, vaya, todos podemos participar en esto”».
Tim Jore trabaja con unfoldingWord, un grupo de Orlando, Florida, que ayuda a las iglesias de todo el mundo a traducir las Escrituras por sí mismas. Jore cree que la industria de la traducción debería centrarse menos en acuñar nuevas Biblias como si fueran un producto y centrarse más en capacitar a las comunidades cristianas para que produzcan sus propias traducciones de la Biblia. Históricamente, argumenta, la traducción ha sido obra de la iglesia.
«Cuando se publica una nueva traducción de la Biblia al inglés», escribió Jore en un trabajo ampliamente compartido, «la iglesia angloparlante no busca a los consultores de traducción para que la aprueben».
Los líderes de la iglesia de habla inglesa y los académicos tienen el conocimiento y las herramientas que necesitan para aprobar sus propias traducciones. La iglesia global también debería hacerlo. Y podría hacerlo, sostiene Jore, si las organizaciones de traducción de la Biblia cambiaran sus métodos, dejando de lado el pensamiento centrado en el producto, para equipar a la iglesia global para que gestione su propia garantía de calidad.
Este enfoque se denomina traducción bíblica centrada en la iglesia, y Jore considera que es la conclusión lógica de los cambios que Barnwell puso en marcha.
Su trabajo «sentó una base importante para la próxima gran transición en la traducción de la Biblia que está ocurriendo en todo el mundo hoy en día: la traducción de la Biblia realizada por la iglesia para satisfacer sus propias necesidades teológicas y de discipulado», me dijo Jore.
Cuando le pregunté a Barnwell su opinión sobre la traducción centrada en la iglesia, se mostró prudentemente positiva. «El enfoque en la participación de las iglesias en el área de la lengua meta no es nuevo y no se puede exagerar», dijo.
Pero también subrayó la importancia misionera de la traducción «para explorar lo que se puede hacer para promover y apoyar el trabajo de traducción en áreas lingüísticas donde todavía no hay creyentes ni iglesia».
En otras palabras, la traducción centrada en la iglesia es estupenda, pero, ¿quién irá a los lugares sin iglesia? La gran prueba del paradigma centrado en la iglesia puede no ser si las iglesias pueden traducir Biblias por sí mismas, sino si amplían sus esfuerzos de traducción a regiones donde no hay creyentes, sin la ayuda de los misioneros occidentales o el impulso de sus organizaciones de traducción.
«Compartimos los mismos objetivos», dijo Barnwell, «ver las Escrituras traducidas con muy alta calidad, disponibles para cada grupo lingüístico, tan pronto como sea posible».
Barnwell misma se ha convertido en una beneficiaria de la cultura de la traducción democratizada que ella ayudó a crear. Le ha servido durante la última década para ir descendiendo en el escalafón, y ceder poco a poco sus responsabilidades de liderazgo a una constelación de trabajadores en Nigeria, el Reino Unido y Estados Unidos.
Hace unos años, se trasladó a su casa en Goring-on-Thames, a unos 80 kilómetros al oeste de Londres. Está trabajando nuevamente con los mbembe, el pueblo con el que vivió cuando se trasladó por primera vez a Nigeria para traducir el Nuevo Testamento. Sus primeros amigos ya han fallecido, pero las siguientes generaciones de la iglesia local —muchos de ellos criados con el Nuevo Testamento que ella tradujo— están colaborando con ella en tres traducciones relacionadas del Antiguo Testamento.
Antes de la pandemia de COVID-19, Barnwell hacía viajes regulares para visitarlos. Pero desde que su artrosis empeoró, se queda en el Reino Unido y trabaja a través de Zoom. Bromea diciendo que «viaja a Nigeria todos los días».
Para llenar el tiempo libre que le queda, Barnwell también está perfeccionando su hebreo y formando a dos consultores nigerianos.
Entre sus colegas se discute cuántas personas harán falta para sustituirla cuando todo esté dicho y hecho, si es que realmente se jubila.
«No ha sido fácil para ella, pero he visto una gran madurez espiritual y humildad en ella a medida que ha navegado», dijo Jones, el ejecutivo de Seed Company.
En 2015, más o menos en el momento en que Barnwell estaba comenzando a ceder sus funciones de liderazgo y pasando el bastón a sus colegas nacionales, las mayores organizaciones de traducción de la Biblia en el mundo, responsables en conjunto de alrededor del 85 por ciento de la traducción de la Biblia en todo el mundo, se unieron para acordar lo que llamaron el «Marco Común».
Se trataba de una especie de acuerdo de buenas prácticas para toda la industria. En pocas palabras, establecía que en lugar de que las agencias de traducción occidentales dirigieran el proceso, la iglesia global en sus manifestaciones locales sería la dueña, la directora, la ejecutante y la «usuaria final» de la traducción de la Biblia. Los locales decidirían qué Escrituras traducir, en qué medio —audio, escrito, visual o lenguaje de señas— y en qué orden. Los socios occidentales actuarían como consultores y ayudantes.
Para los que trabajaron con Barnwell, todo esto podría parecer una noticia bastante vieja. Es lo que ella ha venido haciendo desde la década de 1970.
Entonces, ¿se retirará realmente algún día?
«¿Qué otra cosa podría hacer?» dijo Barnwell. «¿Me quedaría sentada sin hacer nada? Disfruto hacer mi trabajo y me alegro de poder seguir haciéndolo. Y estoy muy agradecida de que los problemas físicos de la vejez no estén tanto en mi cabeza, sino en mis piernas».
Pero digamos, por presentar un argumento, que ella realmente se jubilara. ¿Hay algo más que el continente africano y los cientos de pueblos sin Biblia que quedan en el mundo puedan pedirle?
Larry Jones recuerda una historia.
Iba apiñado en un coche con demasiada gente que iba de Jos a Abuja, la actual capital de Nigeria. Barnwell iba a su lado. En uno de los muchos puestos de control militar que bordean la carretera, un soldado con un rifle automático al hombro detuvo el coche.
Miró rápidamente a los pasajeros y comenzó a interrogar al conductor. El tono era tenso. El soldado se agachó y volvió a escudriñar a los pasajeros, y notó a alguien que parecía haber pasado por alto la primera vez.
«Se inclinó, con la cabeza metida en la ventanilla», y el cañón del arma lo arrastró hacia el interior del coche, dijo Jones. Cuando los ojos del soldado se posaron en Barnwell, «su comportamiento cambió casi 180 grados».
El soldado esbozó una enorme sonrisa y dijo: «Ore por nosotros, madre».
Jordan K. Monson es profesor adjunto de la Universidad de Northwestern-St. Paul, antiguo traductor de la Biblia para Seed Company y pastor de la iglesia Capital City de St. Paul, Minnesota.