Para los pastores que hacemos malabares con una agenda apretada y un correo electrónico saturado, encontrar tiempo y espacio para buscar nuestro propio alimento espiritual puede parecer una carga. Afortunadamente, la historia de la iglesia nos ofrece un sinnúmero de recursos para refrescar el alma. A lo largo de los siglos, los cristianos han tejido intrincados tapices de renovación donde cada hilo es un camino diseñado para acercar al pueblo de Dios a Él y a los demás.
A continuación examinaremos algunos de estos tapices, iluminando hebras que se han atenuado con el paso del tiempo o por la falta de uso. Al hacerlo, encontramos un permiso en cada imagen: permiso para considerar estas prácticas, para honrar nuestro propio anhelo de sustento y para encontrar, o incluso crear, momentos de tranquilidad en los que nuestras almas puedan beber del pozo de la bondad de Dios.
1. SOLEDAD
Después de despedir a la gente, [Jesús] subió a la montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo. —Mateo 14:23, NVI
En la soledad, las trivialidades inútiles de la vida comienzan a desaparecer. Somos liberados de los muchos «falsos yos» que hemos construido para hacer frente a las expectativas que otros ponen sobre nosotros, o incluso nosotros mismos. La soledad nos permite alejarnos de toda pretensión y manipulación humana. Además, Dios usa nuestras experiencias de soledad para permitir convertirnos en quienes realmente somos. —Richard Foster en The Making of an Ordinary Saint, por Nathan Foster
¿Cómo te sientes al estar solo? ¿Realmente solo? Sin auriculares, sin teléfono: solo tú y tus pensamientos en el silencio.
Muchos se sienten ansiosos ante la idea de estar a solas con el silencio. Casi cada momento de nuestra vida tiene algo de ruido de fondo. Seamos conscientes o no, estamos acostumbrados a ello. Y esto es lo que hace que la soledad sea tan vital.
La soledad juega un papel poderoso al ver la identidad propia a la luz de quién es Dios. Elimina las evaluaciones que tal vez recibes de otros como pastor, y te da la bienvenida a un lugar donde solo Dios puede encontrarte. En soledad, estás invitado a recordar que, si bien tu papel como pastor es un hilo importante, ese no es el panorama completo.
La preparación de sermones, el asesoramiento a los feligreses y la dirección de reuniones pueden (y deben) realizarse como un servicio a Dios. Sin embargo, esos esfuerzos por sí solos pueden hacer que muchos pastores se sientan espiritualmente agotados. La soledad ofrece un santuario, un espacio para hacer la pregunta introspectiva: ¿Quién soy yo? Y en el silencio, escuchar el susurro tranquilizador de Dios: «Eres mío».
Si eres nuevo en la práctica de la disciplina espiritual de la soledad o estás volviendo a ella, considera comenzar con un periodo de tres minutos. Encuentra un rincón tranquilo, configura una alarma como recordatorio para no mirar compulsivamente la hora y luego silencia tu teléfono. Si es necesario, bebe un poco de agua y respira profundamente unas cuantas veces para ayudar a facilitar la transición de tu papel activo a un papel de receptor.
No se trata de dominar posturas de meditación ni de memorizar las Escrituras. Se trata de soltar las riendas y dejar que Jesús las sostenga por un momento. Adopta la postura que mejor te permita recibir la presencia de Dios, ya sea sentado con las palmas abiertas, meciéndote suavemente o caminando tranquilamente. Fija tu mirada en un solo verso, una oración profunda o una virtud que resuene en tu alma. No lo pienses demasiado; simplemente deja que sea algo que te parezca importante en ese momento.
Tres minutos, algunas veces a la semana, pueden parecer insignificantes, pero esos pequeños momentos de soledad pueden crear una hermosa y profunda conciencia de Dios. Como escribe Richard Foster: «En la soledad, estamos tan bañados en la grandeza y la bondad de Dios que llegamos a ver el inmenso valor de nuestra propia alma». Lentamente, los esfuerzos frenéticos comienzan a perder fuerza, siendo reemplazados por una nueva paz y libertad en la presencia de Dios.
2. ADORACIÓN
Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. Desde tiempos antiguos tus planes son fieles y seguros. —Isaías 25:1, NVI
La adoración se convertirá en el trasfondo constante de nuestras vidas. Es la fuerza más poderosa para completar y sostener la restauración de todo nuestro ser para con Dios. Nada puede informar, guiar y sostener en una persona una bondad omnipresente y radiante sino una verdadera visión de Dios, y la adoración que surge espontáneamente de ella. Entonces el poder del Cristo que mora en nosotros fluye de nosotros a los demás. —Dallas Willard, La gran omisión
La adoración no se trata de domingos por la mañana con luces tenues y manos levantadas. Más bien, como explica Dallas Willard, implica involucrarse, reflexionar y expresar la grandeza, la belleza y la bondad de Dios. Para algunos pastores, pasar de liderar a simplemente recibir puede parecer una tarea intimidante. Sin embargo, gracias a Dios, la adoración es algo constante.
Al incluir la adoración en nuestra vida diaria, no debemos limitarla simplemente a la música de alabanza y adoración, o la recitación de los salmos. Según Willard, la esencia de la adoración consiste en agudizar nuestro enfoque para percibir la bondad de Dios. Se trata de una auditoría diaria de tus pensamientos, preguntándote: «¿Qué es lo que realmente me genera alegría, me atrae a la belleza o me llena de asombro?».
Trabaja duro para abrazar lo cotidiano, lo ordinario y lo alegre, porque en esos momentos reside la esencia de la verdadera adoración.
3. COMPAÑERISMO
Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. —Mateo 18:20, NVI
Cuanto más genuina y profunda se vuelva nuestra comunidad, más retrocederá todo lo demás que se interpone entre nosotros, y con mayor claridad y pureza, Jesucristo y su obra se convertirán en la única cosa vital entre nosotros. —Dietrich Bonhoeffer, Vida en comunidad
Todas las amistades requieren trabajo, y aquellas que se cultivan dentro de una congregación conllevan niveles adicionales de esfuerzo. Algunos advierten contra tales relaciones, mientras que otros ven estas relaciones como la piedra angular de la comunidad. Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que las amistades son tanto complicadas como esenciales para los pastores.
Según una encuesta de Barna de 2023, un asombroso 65 por ciento de los líderes de la iglesia reportan sentimientos de soledad. Esa es una estadística aleccionadora, pero no tiene por qué ser tu realidad. Aquí presento cinco recordatorios clave para navegar por las turbias aguas de las amistades pastorales.
1. Mereces vínculos mutuos y profundos.
El ministerio requiere sacrificio, pero no debes sacrificar sentirte verdaderamente conocido y amado. Todo tu ser (con tus deseos, alegrías, frustraciones y recuerdos) merece una conexión genuina.
2. Tienes más que ofrecer que solo orientación.
Si bien a menudo la gente busca el apoyo de los pastores, esa no es su única contribución. Recuerda: tu presencia, tu risa y tus historias son regalos para tu comunidad, no cargas.
3. Invertir en amistades es otra forma de hacer ministerio.
Muchos pastores abandonan el ministerio debido al aislamiento. Cultivar amistades no es egoísta: es un acto de cuidado para el pastor y su rebaño. Todo el mundo merece relaciones profundas y recíprocas, y los pastores no son una excepción.
4. Reconoce las señales de advertencia del aislamiento.
Reserva interior: ¿Te abstienes de ser vulnerable? Una tendencia a protegerte constantemente puede ser una señal de un aislamiento creciente.
Relaciones unilaterales: Evalúa tus interacciones. ¿Tus conversaciones se sienten desequilibradas? La falta de reciprocidad puede indicar una falta de apoyo mutuo.
Sensación de desconexión: ¿Sientes que vas a la deriva en tu vida social? Quizás sea el momento de reevaluar tu comunidad y tu participación en ella.
5. Toma medidas proactivas para construir amistades saludables.
Fomenta el diálogo abierto: Sé honesto con un amigo o familiar de confianza que comprenda la aventura en la que te encuentras. La vulnerabilidad construye conexión.
Inicia actividades compartidas: Aprendan, jueguen y disfruten juntos. Las experiencias compartidas profundizan la pertenencia y la comunidad.
Busca sabiduría colectiva: Discute tus necesidades con los líderes de la iglesia. Es posible que puedan ayudarte a navegar las complejidades de las relaciones pastorales.
Crea un ritmo social estable: Dado que la comunidad prospera por medio de la coherencia, programa reuniones o actividades periódicas.
Explorar nuevos intereses: La curiosidad y el aprendizaje compartidos pueden fortalecer los vínculos. Prueba un nuevo pasatiempo o habla sobre un interés mutuo con un amigo.
Priorizar la renovación
La implementación de estas prácticas puede ser transformadora y te puede brindar renovación en medio de los momentos más exigentes de tu ministerio. Que cada paso dado en soledad, adoración y compañerismo te acerque más a tu comunidad y al corazón de Dios.