Lea Isaías 2:1–5 y 9:6–7
Quizá la mayor prueba de que el Prometido es el Dios Fuerte es esta: Él es el único con un poder lo suficientemente grande como para traer una paz duradera. No solo trae la paz, sino que Él es la paz. El Príncipe de Paz.
Por supuesto, estamos acostumbrados a un mundo en el que la paz es exasperantemente esquiva. En 2003, el periodista Chris Hedges se propuso determinar si ha habido periodos de paz sostenidos en la historia de la humanidad. Definiendo la guerra como cualquier «conflicto activo que haya cobrado más de 1000 vidas», revisó 3400 años de historia y encontró 268 años sin guerra. En otras palabras, aproximadamente el 92 % de la historia registrada está marcada por un conflicto activo.
Por supuesto, el pueblo del antiguo Israel no necesitaba que un periodista le dijera que la existencia humana está plagada de guerras y rumores de guerras. Ellos habían pasado por experiencias traumáticas de primera mano marcadas por conflicto, violencia y opresión. Lo que sí necesitaban era un profeta que les proporcionara una visión de la paz lo suficientemente vívida como para contrarrestar las horribles imágenes ya grabadas en sus memorias.
Isaías brindó una visión de este tipo tanto para ellos como para nosotros. Considere las imágenes en el segundo capítulo de Isaías. Todas las naciones acuden juntas al monte de Dios. Allí descubren que la supuesta dicotomía entre paz y justicia ha sido falsa todo el tiempo. El Señor trae la paz a través de la justicia. Él juzga entre las naciones y resuelve las disputas, resolviendo no solo las guerras sino también sus causas subyacentes.
Y observa lo que ocurre cuando los humanos se encuentran en presencia del Príncipe de Paz: las espadas y las lanzas que han llevado a la montaña, las armas que durante mucho tiempo han considerado necesarias para su supervivencia, de pronto parecen estar fuera de lugar. La gente baja las armas. Pero el Príncipe de Paz tiene en mente algo aún más hermoso. Pronto, el pueblo colabora para convertir sus armas en herramientas de jardinería. El ingenio humano es redimido y redirigido de fines destructivos a fines creativos.
Isaías no es ingenuo. Ha visto la brutalidad que puede caracterizar —y caracteriza— la condición humana. Pero también ha vislumbrado el futuro vibrante, lleno vida y de paz, que el Príncipe de Paz ha planeado para su creación. Es el tipo de visión que da esperanza a un profeta cansado: una visión sobre el tipo de príncipe que un día hará que los ángeles exclamen: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad» (Lucas 2:14).
Carolyn Arends es artista discográfica, autora y directora de educación del instituto Renovaré. Su álbum más reciente es In the Morning.