A menudo los creyentes describen la vida cristiana como una serie de picos y valles, con periodos de alegre discipulado seguidos de etapas de languidez espiritual. Uche Anizor, profesor de la Facultad Talbot de Teología de la Universidad Biola, escribe para aquellos que caminan fatigosamente por el valle en Overcoming Apathy: Gospel Hope for Those Who Struggle to Care [Cómo superar la apatía: La esperanza del evangelio para aquellos a los que ya casi no les importa]. Matthew LaPine, pastor y autor sobre temas de teología y psicología humana, habló con Anizor acerca de las causas de la apatía espiritual y el camino de regreso a una búsqueda apasionada de Dios.
¿Qué le motivó a escribir un libro sobre la apatía entre los cristianos?
Tuve principalmente dos motivaciones. Una, fueron mis propias experiencias a comienzos de mi vida cristiana, en particular de cuando trabajé con Campus Crusade for Christ. Mi trabajo consistía principalmente en servir como orientador de estudiantes y hacer evangelismo. Sin embargo, había muchos días en los que temía enfrentarme a estas tremendas tareas espirituales. Eso me atormentaba: había recaudado fondos para hacerlo, pero, cuando llegaba el momento, realmente no quería hacerlo. El miedo al evangelismo seguramente era un factor. Pero, sobre todo, había una «insipidez» general en mi actitud. Durante aquella época le contaba a la gente una y otra vez que mi mayor vicio como cristiano era ser una persona apática. Así que quería entender por qué era así.
Mi otra motivación viene de haber servido como orientador a un sinnúmero de estudiantes durante mis años en Biola. Ellos sufren por las cosas comunes, pero creo que su principal preocupación es que sienten que, sencillamente, no les importa su vida espiritual. Intelectualmente, conocen la importancia de saber teología, amar a Jesús y llevar una vida cristiana. Pero no logran que les importe del modo en que, muy dentro de su corazón, saben que debería importarles.
Cuando hablamos del tirón de la apatía, ¿ve usted diferencias generacionales?
Hay apatía en todas las generaciones. Pero la gente la procesa y la evalúa de diferentes maneras. La ironía es que, ahora mismo, los jóvenes suelen tener mucha mayor conciencia emocional que sus mayores. Son conscientes de su mundo interior, lo suficiente como para querer hablar de ello abiertamente. Pero no estoy seguro de que esa conciencia los esté llevando a lidiar con lo que está pasando en su interior. Puede que sus amigos digan: «Sí, me identifico totalmente con eso». Pero todos están estancados en este atolladero de la autoafirmación.
Quizá las generaciones previas eran menos conscientes de sus emociones. Aunque tuvieran sentimientos de apatía, solo se empeñaban, bajaban la cabeza y hacían el trabajo; sin embargo, los miembros de esta generación consciente de sus emociones, en cuanto dejan de sentir una pasión genuina, dejan de hacer lo que estaban haciendo. Cuando se sienten apáticos acerca de las cosas de Dios, se sienten menos inclinados a seguir buscándolas.
¿Cómo distingue usted entre apatía y otros primos cercanos como la depresión, el desánimo y lo que se podría llamar «temporadas de sequía»?
Es importante señalar que no estoy utilizando el término apatía en un sentido clínico, sino en lo que se refiere a cosas que los cristianos supuestamente valoran, es decir, las cosas de Dios. Hay una superposición entre esta clase de apatía espiritual y la depresión. Pero hay ciertas características únicas en cada una. La depresión se relaciona con cosas como pensamientos suicidas y una falta generalizada de energía o de motivación en todas las áreas de la vida.
La apatía, sin embargo, suele ser más selectiva. Los jóvenes varones a los que he orientado no se sienten apáticos con respecto a todo. Pueden estar muy emocionados por los deportes o por sus novias. La depresión suele ser más generalizada, y puede que requiera terapia u otras formas de tratamiento que no es necesario en el caso de la apatía.
En cuanto al desánimo, yo lo defino como una tristeza o un desconcierto profundos, especialmente en lo relativo a las cosas de Dios. Si estuviéramos tratando con desánimo en vez de apatía, lo que la persona desanimada necesitaría más que nada sería ser reconfortada.
Con las «temporadas de sequía», lo que podríamos llamar «la noche oscura del alma», usamos estos términos para referirnos a algo que es bueno y está orquestado por lo divino. Dios lo destina para nuestro bien. La persona que atraviesa una temporada de sequía solamente necesita perseverar y seguir buscando a Dios.
En el libro, usted señala varias posibles causas para la apatía, que pueden ir de lo situacional a lo espiritual. ¿Cómo puede alguien distinguir entre estas posibles causas?
Mucha gente se siente desconcertada por su apatía. En el libro, presento siete posibles causas, una mezcla entre factores internos y externos. Soy consciente de que podría haber listado más, pero el objetivo era simplemente ofrecer algo de ayuda para el autodiagnóstico: algunos espejos para ayudar a cada uno a entender dónde está. Tal vez, por ejemplo, mi descripción de la duda espiritual te parezca acertada para tu caso. O quizá has estado inmerso en la trivialidad y sientes que prácticamente todo dejó de importarte. O tal vez has dejado de hacer cosas relacionadas con Dios, y de forma natural te sientes cada vez más indiferente. Si cualquiera de estas causas no parece ajustarse a ti, simplemente pasa a la siguiente. El libro tiene la intención de ser algo así como un compañero de conversación.
En su experiencia personal, usted describe cómo su época de apatía surgió tanto de la duda como de la depresión. ¿Pueden las causas espirituales y las no espirituales reforzarse unas a otras?
La apatía puede tener causas que no son claramente morales o espirituales. Piensa en el duelo, por ejemplo. Las Escrituras no tratan el duelo como algo problemático o pecaminoso. Todos pasamos por duelos, aunque se supone que no los pasaremos igual que aquellos que no tienen esperanza. Entonces, aunque el duelo es una categoría amoral, puede contribuir a la desesperanza, que algunas veces tiende hacia la apatía. Hay otras cosas —como el consumo de los medios o experimentar ciertas formas de duda— que puede que no sean inherentemente problemáticas, pero que pueden conducir a la apatía si no se atienden adecuadamente o con demasiada indulgencia.
Usted recomienda combatir la apatía por medio del cultivo, mezclando una metáfora militar con el lenguaje de la jardinería. ¿Por qué esta combinación?
La metáfora del combate comunica que hemos sido llamados a enzarzarnos en una batalla espiritual real contra la carne y contra el enemigo. Esto no es cristianismo pasivo. No es decir: «Que sea lo que Dios quiera». Estamos en medio de una batalla.
Sin embargo, esta batalla no cambia de rumbo en algún momento decisivo en el que yo tome la espada del Espíritu, recite algunos versículos, mate al Diablo y siga adelante con mi vida. Superar la apatía implica cultivar una vida de virtud, integridad y santidad.
Usted escribe acerca de la importancia de cultivar la comunidad, el afecto, el significado, la misión, la generosidad y la fortaleza. ¿Cuál ha sido la más importante en su viaje lejos de la apatía espiritual?
Yo diría que la comunidad, tanto la comunidad de la iglesia como la cristiana, hablando en términos generales. Estar con el pueblo de Dios me ha hecho seguir adelante en mis temporadas de sequía, especialmente cuando batallaba con la duda. Simplemente estar con cristianos normales y tomar parte en la vida de la iglesia han sido la clave. Ha sido de ayuda tener amistades íntimas con personas que son apasionadas.
Me di cuenta de que era muy importante no solo pasar tiempo con personas que se sentían estancadas como yo. No digo que debamos rechazar a todos los que lo estén pasando mal. Pero es importante tener a alguien a quien rendirle cuentas con respecto a este asunto, especialmente si se trata de aquellos que pelean con verdadero celo de Dios y son ejemplos reales de ello.
¿Cuál es la mayor esperanza que tiene para este libro?
Espero que aquellos que estén batallando con la apatía puedan llegar a tener una sensación clara de que Dios está de su lado y está con ellos. El Padre nos ha dado a su Hijo y al Espíritu, quien nos empodera para ir más allá de la apatía de nuestras vidas. Yo espero que este libro pueda dar a las personas una esperanza real de que el cambio es posible, aunque no haya remedios mágicos. La apatía no tiene que ser nuestro destino. Lo ideal sería que este libro pudiera ofrecer algunas herramientas para ayudar a las personas a dar pequeños pasos para superarla.
Traducción por Noa Alarcón.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.