En los últimos meses hemos tenido ilustraciones impresionantes de cómo se crea y perpetúa una cultura de empoderamiento en torno a líderes carismáticos tóxicos. Ejemplos de alto perfil que han ido desde iglesias como Willow Creek y Harvest Bible Chapel [enlaces en inglés] hasta organizaciones cristianas encabezadas por Dave Ramsey y el difunto Ravi Zacarías.
En el caso de cada una de estas iglesias y ministerios, vemos que aunque estas organizaciones aparentemente “demasiado grandes para caer” fueron honradas a través de los años por sus fuertes motivaciones evangélicas de buena fe, su cultura organizacional cotidiana discipuló al personal en algunas de las formas más destructivas de presión de grupo.
Los líderes manipuladores pueden aprovechar una cultura de presión de grupo para mantener secretos tóxicos en la oscuridad: “Los cristianos tienen razón en prestar atención a las advertencias bíblicas sobre chismes, secretos y mentiras. Sin embargo, la iglesia estadounidense también ha visto un patrón de conducta en líderes que hacen referencia a tales enseñanzas para silenciar y desacreditar a las víctimas y denunciantes”, escribió CT sobre la caída de Ramsey y otros.
Reconocer a estos líderes caídos nos ofrece a quienes estamos en las trincheras del ministerio la oportunidad de interrogar la cultura de nuestra iglesia local. Ese examen puede y debe incluir las formas en que hemos sustituido el discipulado auténtico con la presión de grupo. Las mismas tendencias sociales y espirituales que crearon una cultura dañina en estos ministerios caídos a menudo existen en dosis más pequeñas en nuestras propias iglesias locales.
Dios diseñó a una comunidad saludable como una de las formas para transmitir la fe de una generación a la siguiente (Deuteronomio 6:4-9) y de los creyentes más maduros a los jóvenes en la fe (Tito 2). Una cultura de discipulado enfatiza la santidad a la vez que celebra la rica diversidad de dones, talentos y experiencias que Dios le ha dado al cuerpo local. Una cultura centrada en la conformidad podría comunicar que este tipo de diversidad es sospechosa o, en el peor de los casos, pecaminosa.
Muchos nos hemos acostumbrado a pensar en el discipulado en términos de transmitir la doctrina y el conocimiento bíblico a través de medios formales como estudios bíblicos y sermones, o medios informales como pódcast o música cristiana. Estos son componentes esenciales y muy necesarios en la formación de la fe, pero no ocurren de forma aislada. Se ha dicho que la fe se capta según cómo se enseña. Los valores de nuestra subcultura particular nos moldean, quizás incluso más poderosamente que nuestros catecismos.
Eslóganes de mercadotecnia eclesiástica bien intencionados en nuestras congregaciones que proclamen que “todos son bienvenidos” o prometan que “la congregación es una familia cálida” parecerán hipócritas a la luz de las dinámicas de grupos cerrados que tal vez se practiquen entre nuestra gente.
Quienes parecen estar aislados en una iglesia pueden ser quienes mejor articulen una cultura de discipulado tácito al compartir sus experiencias con usted: la persona soltera que es tratada con condescendencia o es ignorada por las parejas casadas, la persona que elige votar en oposición a la mayoría de los otros feligreses, la persona enferma o de la tercera edad que es tratada como un proyecto en lugar de un miembro valioso, o la madre trabajadora que ha sido tratada como una extraña en una comunidad de amas de casa.
Podemos ver la forma en que se aplica la presión social en las Escrituras cuando la madre de Santiago y Juan le pide a Jesús que dé a sus hijos privilegios especiales en Mateo 20:20-28. En respuesta a la indignación de los otros discípulos, Jesús responde que el mundo valora el estatus y el reconocimiento, pero no de la misma manera en que sucede en el reino de Dios.
Poco después de la Resurrección, cuando Pedro y otros seguidores de Jesús son arrestados en Hechos 5, Pedro les dice a las autoridades que ellos deben obedecer a Dios en lugar de a los hombres (v. 29), ofreciendo el tipo de valor moral que es fruto de un discipulado lleno del Espíritu.
La presión hacia la conformidad espiritual era tan alta en la iglesia primitiva como lo es hoy. Hechos 15 detalla la batalla por la integración de los creyentes gentiles en un cuerpo mayormente judío. Si bien esta batalla fue por la interpretación de la ley y el significado de la Resurrección, en parte tuvo que ver con implicaciones sociales. El apóstol Pablo menciona los efectos del tribalismo espiritual en la iglesia de Corinto, la cual estaba dividida sobre su enseñanza y la de Apolo, y les recordó dos veces que los grupos cerrados divisivos no son una respuesta piadosa a las Buenas Nuevas, sino una respuesta “mundana” (1 Corintios 3:1-8). Santiago también aborda el tema de la tentación de ir hacia un orden jerárquico social mundano en la iglesia primitiva (Santiago 2:1-13). En otras palabras, había mucha presión de grupo.
Nos formamos espiritualmente tanto en la familia como en otros grupos sociales, y aprendemos cómo funciona el mundo imitando a quienes tienen más experiencia y/o poder que nosotros. Este tipo de aprendizaje no termina cuando llegamos a la edad adulta, aunque si estamos sanos emocional y espiritualmente, el peso de la presión de grupo se desvanece a medida que envejecemos y maduramos en la fe.
La influencia del grupo puede ser algo saludable. Las personas de comunidades de recuperación de adicciones y grupos de apoyo de todo tipo dan testimonio de la fuerza que proporciona un grupo para fomentar un cambio personal positivo. Pablo animó a sus amigos de Corinto a que lo imitaran como él imitaba a Cristo (1 Corintios 11:1). El llamado de Jesús a seguirle cambió la presión de grupo de este mundo de forma total.
No hay una solución rápida para cambiar una cultura que ha sido moldeada por la presión de grupo. Pero hay algunos compromisos continuos que, como líderes, podemos hacer para influir en el crecimiento de todos los miembros de nuestra congregación, incluidos nosotros.
Vigilancia. Permanezca alerta y sensible a las formas en que la presión de grupo puede haberse convertido en un sustituto del discipulado significativo que mira a la cruz de Cristo. Piense en su equipo de liderazgo como en un grupo de antropólogos espirituales, invitados a estudiar la cultura de su iglesia. ¿Qué tendencias notan entre su gente? ¿Qué tipo de cosas influyen en su comportamiento? ¿Cómo responden a quienes están fuera de su “grupo” en la iglesia? ¿Y en la comunidad?
Este tipo de observación debe ser continua y estar acompañada de oración mientras busca remediar las áreas de malformación en su medio. Si su congregación se caracteriza por tener algunos grupos cerrados, por ejemplo, trabajar con miembros destacados de esos grupos para abrirlos a través del servicio, el aprendizaje y el compañerismo con otras personas que no pertenecen a ese grupos de amigos de confianza puede comenzar a impulsar cambios en su cultura.
Modelado. Los líderes no son inmunes a la tentación de crear grupos cerrados. A medida que combatamos la tentación constante de formar un grupo cómodo y autoprotector a nuestro alrededor, contribuiremos a un cambio significativo en la cultura de “clan” de la iglesia. Podemos honrar las diferencias al tiempo que encontramos formas de difundir las historias y experiencias de quienes se encuentran marginados en nuestra congregación.
Además, no podemos asumir que otros entenderán que los asuntos de preferencias personales (como el voto o la forma de educar a los hijos) no son dogmas de la iglesia. Cada vez que nos tomamos un momento para aclarar que nuestras opiniones son solo eso, opiniones, también recordamos que somos responsables de administrar nuestra influencia, usándola para cosas de valor eterno.
Formación. El difunto Eugene Peterson describió el discipulado como una obediencia de largo plazo y en la misma dirección. La presión de grupo puede crear la ilusión de que está ocurriendo una especie de discipulado acelerado, especialmente si nuestra congregación se caracteriza por la uniformidad en estilo de vida y convicciones. La conformidad en el comportamiento religioso no es madurez. La larga obediencia del discipulado se cultiva en el contexto de la koinonia: comunidad con otros creyentes centrada en Jesús. Un grupo cerrado no puede llevarnos a la meta.
La conferencia de 1944 de C.S. Lewis “The Inner Ring” [El anillo interior] contrasta la atracción ejercida sobre nuestras almas por el deseo de pertenencia con la forma en que Jesús puede liberarnos para seguirle. Lewis escribe:
[Para una persona joven, que acaba de entrar en la vida adulta] el mundo parece estar lleno de “interioridades”, lleno de deliciosas intimidades y confidencias, y él desea entrar en ellas. Pero si sigue ese deseo, no alcanzará ninguna “interioridad” que valga la pena alcanzar. El verdadero camino está en otra dirección.
Michelle Van Loon es autora de seis libros, incluido su último, Becoming Sage: Cultivating Meaning, Purpose, and Spirituality at Midlife.
Traducción por Iván Balarezo
Edición en español por Livia Giselle Seidel