A medida que la aplicación de las vacunas contra el COVID-19 en los EE. UU. avanza del personal de atención médica a los ciudadanos mayores y los trabajadores esenciales, los estadounidenses están sopesando si recibir o no la vacuna cuando se les dé la oportunidad.
Aunque las vacunas de Moderna y Pfizer contra el coronavirus representan un nuevo tipo de vacuna, la cual utiliza ARNm (Ácido Ribonucleico mensajero) en lugar de una forma debilitada del virus para desencadenar la respuesta inmunitaria, algunas de las preguntas éticas básicas en torno a las mismas provienen de preocupaciones previamente existentes sobre la vacunación.
La reticencia contra las vacunas fue considerada una de las diez principales amenazas contra la salud mundial en 2019, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, aún antes de que la pandemia comenzara. Algunos cristianos estadounidenses han rechazado las vacunas en general debido a preocupaciones éticas y religiosas [enlace en inglés] sobre su formulación, mientras que otros [enlace en inglés] comparten preocupaciones sobre la seguridad y los efectos secundarios de las vacunas.
Algunas de las vacunas contra el COVID-19, hasta ahora, han demostrado tener entre el 94 y el 95 por ciento de efectividad, con efectos secundarios que desaparecen en pocos días. Aún así, el 50 por ciento de los evangélicos blancos y el 59 por ciento de los protestantes negros dicen que no se la pondrán, mientras que la mayoría de la población estadounidense en general (60 %) dice que sí lo harán, según la última encuesta del Pew Research Center [enlace en inglés].
A pesar de esta ambivalencia, históricamente los cristianos han abogado por la vacunación como una expresión de amor hacia el prójimo [enlace en inglés], aduciendo que los beneficios superan con creces la posibilidad de daño. En los años 1700, el predicador puritano Cotton Mather instó a su congregación a ser vacunada contra la viruela [enlace en inglés] antes de que la primera vacunación se hubiera desarrollado con éxito. Hoy en día, destacados profesionales médicos y éticos cristianos promueven las vacunas.
En la actualidad, cuando los fieles estadounidenses una vez más están analizando si una vacuna es segura y ética, muchas organizaciones y expertos evangélicos ya han evaluado esta situación. Algunas de las siguientes preguntas se centran en si las vacunas en sí son seguras y éticas para que las personas las usen, comenzando por el tema del uso común de líneas celulares derivadas de fetos abortados en el desarrollo de vacunas, mientras que otras echan un vistazo más de cerca a la ética de la distribución de las vacunas para el beneficio del prójimo local y global.
1. ¿Aplicarse una vacuna hecha con células de fetos abortados va en contra de las convicciones provida?
La Asociación Médica y Dental Cristiana elogió [enlace en inglés] las vacunas de Moderna y Pfizer, que utilizan tecnología de ARNm, porque no contienen células fetales y no dependen de células fetales para su producción.
Las compañías usaron líneas celulares fetales en las pruebas realizadas durante la etapa de pruebas a fin de verificar posibles efectos secundarios o daño a las células, como es la práctica estándar para la revisión de las vacunas. Las líneas celulares fetales en sí no contienen tejido fetal: se cultivaron en laboratorios a partir de células fetales obtenidas hace décadas.
Para producir muchas de las vacunas actuales, los fabricantes utilizan líneas celulares fetales obtenidas a través de dos abortos que tuvieron lugar en la década de 1960 y que se han cultivado, congelado y mantenido en almacenamiento para su uso a largo plazo. En ese momento, se pensaba que las células fetales eran la mejor manera de alojar el virus en una célula viva, y se han utilizado para el desarrollo de vacunas contra la rubeola (la “R” en la vacuna MMR), la rabia, la hepatitis A, la varicela, el herpes zóster y la poliomielitis (aunque no la versión que hoy se utiliza en los Estados Unidos).
Las vacunas más nuevas se están alejando del uso de las líneas celulares fetales, ya que los científicos han encontrado alternativas tales como células animales y células humanas no fetales para crear tratamientos viables. El Instituto Charlotte Lozier, que es el área de investigación de la organización provida Susan B. Anthony List, creó un gráfico que muestra en qué parte del proceso del desarrollo de vacunas las compañías fabricantes hicieron uso de dichas células fetales. (El gráfico incluye solo a los laboratorios que trabajaron en el desarrollo de vacunas contra el COVID-19 y que recibieron financiamiento de la Operación Warp Speed, el programa de desarrollo de vacunas del gobierno estadounidense.)
El instituto distingue vacunas como las de Moderna y Pfizer, que utilizaron este tipo de células en la etapa de evaluación solo para confirmar la respuesta de los anticuerpos, de las de otros laboratorios, las cuales dependen de las células fetales derivadas del aborto para producir la vacuna en sí.
Aunque aún no están aprobadas para su uso en los EE. UU., las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson sí utilizaron las viejas líneas celulares fetales para desarrollar y crear la vacuna en sí, así como durante el periodo de pruebas de laboratorio. Ambas compañías han firmado un acuerdo con el recientemente formado consorcio global COVAX para distribuir vacunas a países de ingresos bajos y medios. Estas vacunas también son más baratas [enlace en inglés], lo que las hace más accesibles para algunos países.
Otros dos candidatos en el desarrollo de vacunas, Novavax y Sanofi Pasteur, todavía están en periodo de pruebas, pero es probable que eventualmente también se utilicen sus vacunas. No utilizan las líneas celulares fetales en el desarrollo de las mismas. Ambas son vacunas de "subunidad de proteínas", es decir, que utilizan una proteína del virus para desencadenar una respuesta inmunitaria.
Pero incluso en el caso de aquellas que requieren líneas celulares fetales para su producción, muchos líderes provida dicen que no se oponen a la aplicación de la vacuna. La Iglesia Católica dice que aquellos que eligen la inmunización no son culpables del pecado de aborto. La Comisión de Libertad Ética y Religiosa de la Convención Bautista del Sur también dijo que aplicarse la vacuna es moralmente permisible [enlace en inglés].
El Centro de Bioética y Dignidad Humana (CBHD, por sus siglas en inglés), ubicado en la Universidad Internacional Trinity, sugiere que la manera de corregir el mal del pasado es abogar por líneas celulares derivadas éticamente, así como por mejores métodos de producción de vacunas. La Asociación Médica y Dental Cristiana se unió a otras tres asociaciones médicas provida [enlace en inglés] en un llamado a los investigadores para desarrollar vacunas éticas contra el COVID-19, que no hagan uso de células fetales abortadas en ninguna de sus etapas de desarrollo.
2. ¿Es segura y ética la tecnología de ARNm?
El pasado mes, Matthew Arbo, C. Ben Mitchell y Andrew T. Walker escribieron, desde su posición como éticos cristianos, para Public Discourse [enlace en inglés] lo siguiente: “Debido al rápido ritmo de desarrollo bajo la Operación Warp Speed [enlace en inglés], parece natural preocuparse de que las vacunas contra el COVID-19 no sean tan seguras y eficaces como lo habrían sido si se hubieran desarrollado más lentamente”.
“Aunque es cierto que las vacunas se han desarrollado rápidamente, se ha seguido el mismo proceso científico”, dijeron. “De hecho, debido a que hay tanto en juego, el escrutinio y la supervisión nunca han sido más intensos”.
Los científicos han estudiado el ARNm para producir tratamientos de inmunoterapia desde la década de 1990, sin embargo, no ha sido sino hasta ahora que se está utilizando en el desarrollo de vacunas. A partir de lo que aprendieron sobre los coronavirus durante los brotes del virus del SARS entre el 2002 y el 2004, y del brote de MERS de 2012, los científicos sabían que podían usar ARNm para atacar los picos proteicos del virus que son los que causan la transmisión.
Menos de dos semanas después de informar sobre el nuevo coronavirus a la Organización Mundial de la Salud, investigadores chinos secuenciaron el ADN del virus y lo pusieron a disposición del público [enlace en inglés]. En cuestión de días, los investigadores de Moderna aplicaron sus investigaciones anteriores y finalizaron la secuencia para la vacuna usando el ARNm.
Las vacunas de Pfizer y Moderna contra el COVID-19 utilizan una cadena sintética de ARNm, la cual les dice a las células humanas cómo producir la proteína de los picos que se encuentra en la superficie del nuevo coronavirus, activando una respuesta inmunitaria. Esto no es ADN; es ARN, por lo que se degrada fácilmente y no puede insertarse en el código genético humano.
Por lo general, cualquier problema importante con las vacunas aparecerá durante los primeros meses de prueba, según afirma el director de los Institutos Nacionales de Salud y genetista cristiano Francis Collins. Hasta ahora, ninguno de los efectos secundarios o riesgos ha sido muy diferente a los de otras vacunas. Pero los científicos no conocerán los efectos a largo plazo de las vacunas de ARNm sino hasta que haya pasado más tiempo.
El CBHD cree [enlace en inglés] que las compañías fabricantes de vacunas y las agencias reguladoras estadounidenses han mitigado el riesgo tanto como ha sido posible, a pesar de la velocidad récord del descubrimiento. La Comisión de Libertad Ética y Religiosa de la Convención Bautista del Sur está de acuerdo[enlace en inglés], entendiendo que la priorización por parte del gobierno de Estados Unidos es fundamental en la agililzación del proceso regulatorio.
3. ¿Tenemos la obligación cristiana de recibir una vacuna contra el COVID-19?
El CBHD exploró esta pregunta [enlace en inglés], concluyendo que los científicos necesitan saber más sobre las vacunas contra el COVID-19 para proporcionar una respuesta adecuada. La organización sugirió que, en el futuro, la obligación moral podría ser similar a la de recibir una vacuna anual contra la influenza. Sin embargo, en este momento muchos ven un imperativo moral respecto a la aplicación de la vacuna debido a la continua propagación del virus SARS-CoV-2 y el aumento en el número de muertes. Algunos suponen que la inmunidad del rebaño (la cual sucede cuando el número de personas que alcanzan la inmunidad después de haber tenido COVID-19 es tan alto que es suficiente para proteger a aquellos que aún no han tenido la enfermedad), se puede lograr sin la vacuna, pero probablemente no será sin pagar el alto precio de muchas más muertes, dijo Collins.
Los científicos no saben con certeza qué porcentaje de la población necesita ser vacunada para lograr la inmunidad de rebaño. Inicialmente se estimó en un 70 por ciento, pero el inmunólogo Anthony Fauci ha declarado recientemente que tal vez se necesite un número más alto. Para enfermedades muy contagiosas, como el sarampión, ese porcentaje es del 95 por ciento y aún así pueden ocurrir pequeños brotes.
Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur, sugirió que las personas que abordan el tema de la vacunación como una elección personal, con consecuencias que solo les afectan a ellos, deberían pensar más ampliamente en aquellos susceptibles de contagio que están a su alrededor.
“Hay terceros, personas que no pueden tomar la vacuna o que aún no tienen acceso a ella que podrían ser infectadas por aquellos que se niegan a aplicarse la vacuna”, escribió. “El principio general del bien común se reduce a la benevolencia, el amor, el cuidado de las personas y a renunciar a las prioridades personales con tal de servir a los demás. Los cristianos que están pensando en el tema de la vacuna deben sopesar este principio bíblico clave como parte de su decisión”.
Mohler dijo que se vacunará y alentó a otros cristianos a hacer lo mismo, pero se opuso a cualquier esfuerzo gubernamental para coaccionar a la gente para que se ponga la vacuna.
Algunas universidades cristianas, que ya requerían que los estudiantes se vacunaran contra la influenza, podrían requerir una vacuna contra el COVID-19 cuando haya dosis disponibles, en conjunto con el seguimiento de protocolos de seguridad para evitar el contagio por COVID-19 . Queda por ver si los empleadores u otros entornos, incluso las iglesias, podrían considerar los beneficios de requerir la vacunación.
“Así como los estados y los condados tienen requisitos de vacunación para ingresar a guarderías y escuelas públicas, es posible que pronto veamos que se requiera estar vacunado contra el COVID-19 para participar en muchas áreas de la vida comunitaria, tal vez incluso en las iglesias”, escribió [enlace en inglés] Joe Carter para The Gospel Coalition. “Las discusiones sobre tales mandatos deben estar arraigadas en el amor al prójimo (Marcos 12:31) y la sabiduría (Proverbios 4:7). Pra hacer esto bien, se requiere buscar la información más precisa posible y basar nuestro juicio en la razón y prudencia dadas por Dios”.
Traducción por Pedro Cuevas
Edición en español por Livia Giselle Seidel