Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).
Como estudiante de primaria en Miami, el único otro hispano en mi clase, con un grandioso nombre que me producía envidia, era Evaristo Monteiro (sí, es un cognado de monte Everest). Pero este año, por primera vez en la historia, los estudiantes anglosajones no son la mayoría en las escuelas públicas de Estados Unidos. De acuerdo al National Center for Education Statistics, los estudiantes minoritarios, cuando se suman todos juntos, se convierten en una mayoría en las escuelas de kínder a grado 12. El cambio se debe en su mayoría al crecimiento en el número de estudiantes hispanos. Puesto que el 93 por ciento de los estudiantes en Estados Unidos—incluyendo aquellos estudiantes con una tradición de fe—se matriculan en las escuelas públicas, el éxito o fracaso de dichas escuelas tiene un impacto directo en las iglesias del país. En nuestro papel como cuidadores de nuestros hermanos y nuestras hermanas, debemos preocuparnos profundamente por que todos los estudiantes de kínder de este año, la futura clase de 2027, se gradúe con un fundamento educativo sólido. Si esperamos que la siguiente generación de líderes de la iglesia sean líderes educados secularmente y educados bíblicamente, entonces debemos apoyar decididamente el éxito estudiantil en nuestras escuelas públicas.
Y sin embargo, mientras inicia este nuevo año escolar, escucho a algunos evangélicos estadounidenses exhortando a los padres a sacar a sus hijos de las escuelas públicas. Entiendo nuestras emociones válidas y viscerales sobre el secularismo y la educación en la nación. Y mientras que honro el derecho de cada padres de en oración considerar cómo van a ser educados sus hijos—nosotros dimos clases en casa a todos nuestros hijos en algún momento u otro (en lugar de enviarlos a la escuela)—me pregunto cuántos de estos hermanos creyentes se dan cuenta que dar clases en casa o enviar a los hijos a una escuela privada no es una opción para muchas familias, incluyendo las familias pobres y las minoritarias.
En lugar de abandonar nuestras escuelas públicas locales, ahora es el momento para invertir más en el éxito estudiantil. Tenemos una oportunidad de amar a nuestro prójimo, y a sus hijos, en una manera muy práctica. Podemos buscar la justicia bíblica para todos los estudiantes abogando por la igualdad educativa y por estándares altos sin importar el código postal, el origen étnico, o el sueldo de la familia. Un amigo mío empezó un grupo de tutoría local para estudiantes de primaria que estaban batallando para leer. El director de la escuela estaba contentísimo de contar con la ayuda, y hasta aprobó la Biblia como uno de los libros de texto—siempre y cuando fuese sólo una de varias alternativas.
Ahora es el momento para que los cristianos encontremos maneras prácticas de “buscar el bien de la ciudad” como nunca antes, y me siento animado por aquellos que escogen vivir como el profeta Miqueas obrando con justicia y amando la misericordia. Uno de los ejemplos más alentadores del amor cristiano en acción en las escuelas públicas se refleja en la organización Be Undivided. Ayudan a las iglesias a invertir tiempo y esfuerzo durante todo el año en los estudiantes y las escuelas. La escuela Roosevelt High School en Portland, Oregon, experimentó un mejoramiento enorme cuando los miembros de la iglesia Southlake decidieron enfocar su tiempo y energía en ese cuerpo estudiantil en aprietos. Su fe en acción ayudó a levantar la moral y las expectativas de los estudiantes cuando un hermanamiento a largo plazo de la comunidad llevó a resultados sin precedente en el éxito estudiantil en la comunidad más diversa étnicamente en Oregon. Lo que Be Undivided y otros se están dando cuenta es que el éxito educativo raramente está ligado en proporción directa a la habilidad cognitiva, y que muchos estudiantes lo único que necesitan es dirección y ánimo—la bondad transformadora de Dios—para tener éxito.
En este mismo espíritu de involucrarse en la cultura en lugar de separarse de ella, el National Hispanic Christian Leadership Conference (NHCLC) hace posible que las iglesias participantes puedan equipar y educar a los padres para que sus estudiantes puedan tener éxito. Nuestros pastores hacen de la educación una prioridad en varias maneras, incluyendo que dedican un domingo al año para enfocar el éxito estudiantil. Este año, las 40,000 iglesias que son miembros del NHCLC tendrán a su disposición nuevos recursos y programas para el Domingo de la Educación Hispana Nacional (septiembre 7). Hay un nueva Caja de Herramientas para los Padres en el internet (Parent Toolkit) un programa de Oración de Boleta de Calificaciones (Report Card Prayer program) para unir la fe y la educación, y un programa de Becas y Biblias para animar a las iglesias a otorgar a cada niño una modesta beca universitaria y una Biblia durante el bautismo, y un llamamientos para “intermediarios educativos” que ayudarán a cada congregación. Estamos acelerando nuestros esfuerzos porque ahora es el tiempo para asegurarnos que el grupo con el mayor crecimiento en la población estudiantil de las escuelas públicas, los estudiantes hispanos, está listo para soñar en grande y trabajar duro.
Nadie necesitaba recordarme que ninguno de mis padres se graduó de la preparatoria (high school). Yo llevaba a cuestas esa realidad a cada uno de mis salones de clase. Pero mis padres se sacrificaron para criarme con un estándar mayor y expectativas mayores que muchos de mis compañeros. Una encuesta reciente reveló que los padres hispanos ponen un gran valor en la educación, y estamos orgullosos porque el porcentaje de aquellos que se gradúan de preparatoria va en aumento. Pero muchos de estos estudiantes todavía llegan a la universidad para descubrir que tiene que pagar por cursos de nivelaciones sin crédito académico para remediar debilidades en su educación. Por muchos años enseñé inglés a muchos estudiantes que no estaban preparados—incluyendo estudiantes hispanos—y me desesperaba ver que muchos de ellos estaban destinados al fracaso. Mientras los miraba trabajar en alguna tarea, sentía que el Señor me decía, “ellos son tus hijos.” Nunca he sacudido ese llamamiento, y me uno a “toda tribu y nación” para decir que la educación pública no es del César, y que nosotros podemos tener un impacto hoy.
Creemos firmemente que cada preparatoria y diploma debe tener significado, así que, en el NHCLC estamos enfocados en elevar las expectativas académicas, en proveer metas claras y apoyo para las familia, y en estar conectados con los maestros y administradores de escuelas públicas para ayudarles a vencer barreras de aprendizaje en la comunidad. En docenas de ocasiones he estado sentado en iglesias evangélicas y escuchado a predicadores bien intencionados denigrar la educación pública como algo “impío” y “como un lugar donde a nuestros hijos se les desviste de su fe.” Quería gritar y compartir que yo, como legiones de otros cristianos, hemos dado nuestras vidas a la educación pública, y hemos visto el poder de Dios—como lo vio Daniel mientras estudiaba en Babilonia.
Si deseamos que la siguiente generación de líderes de la iglesia sean líderes educados secularmente y educados bíblicamente, entonces seremos sabios en invertir en su éxito educativo. El hermanamiento entre la fe y la educación no es tan sólo un hermanamiento natural; es la justicia bíblica en acción. Esos estudiantes minoritarios no son simplemente la nueva mayoría en la escuela de la esquina, son los líderes de las congregaciones, las comunidades, y el país del mañana.
Carlos Campo dirige las iniciativas educativas para el National Hispanic Christian Leadership Conference y es director de Alliance for Hispanic Education.