Una de las composiciones clásicas más populares durante las fiestas navideñas es El Mesías de Händel. Repleto de pasajes bíblicos y de arreglos vocales y orquestales de alto nivel, El Mesías lleva a los oyentes a través de la historia de las Escrituras con la mirada puesta en el tema atemporal de la esperanza.
Clarissa Moll, de The Bulletin, conversó con Charles King, autor de Every Valley: The Desperate Lives and Troubled Times That Made Händel’s Messiah [Cada valle: las vidas desesperadas y los tiempos turbulentos que dieron origen a El Mesías de Händel], para saber más sobre quiénes dieron forma a esta importante obra y por qué, casi 300 años después, sigue resonando en aquellos que se aferran a la fe en los momentos en que la vida parece más oscura. Escucha la conversación completa con una selección musical especial de la Universidad Calvin en el episodio 130 [disponible en inglés]. A continuación se incluyen algunos extractos editados.
Describamos el panorama del mundo de George Frideric Händel. ¿En qué se parecía o difería del nuestro?
Händel nació en 1685 en lo que se convertiría en Alemania, bajo la enorme sombra de los conflictos del Sacro Imperio Romano Germánico en Europa Central. Era la época de la Ilustración, una época de racionalidad y avances científicos, pero nadie que viviera en ese periodo lo habría percibido así. Las enfermedades eran rampantes y muchas familias enterraban a más hijos de los que veían llegar a la edad adulta. El padre de Händel era barbero cirujano y funcionario local encargado de gestionar epidemias como el tifus o la peste. Desde su infancia, Händel supo lo que era vivir en una época de preocupación y ansiedad.
Händel pasó la mayor parte de su carrera en Londres como compositor de la corte de la familia real. Estaba en el mero centro del sistema político de su época, pero había una gran división y disensión sobre la política, la religión y la forma de la sociedad. Una parte considerable de la sociedad británica pensaba que el rey Jorge I, al que servía Händel, era ilegítimo. Había subido al trono en un cambio dinástico en 1714, y muchos consideraban que era una elección errónea. Todo en el Imperio británico se sustentaba en la esclavitud humana y en la riqueza que esta generaba, incluida la de los mecenas de los que dependía Händel.
En muchos sentidos, el mundo de Händel se parecía mucho al mundo que conocemos hoy en día. Este periodo de profunda preocupación por el estado del mundo produjo el que podría considerarse nuestro mayor monumento musical a la posibilidad de la esperanza. Esas cosas van juntas por una razón. La gente buscaba alguna forma de pensar, sentir y creer en un mundo más esperanzador.
¿Cómo funcionaba la religión en este contexto? ¿Era Händel un hombre religioso?
Händel era religioso en el sentido habitual del siglo XVIII, pero no en el sentido de «llevar la religión como tu estandarte».
El rey al que servía era también el líder de la Iglesia anglicana, por lo que Händel componía música para la iglesia y para ceremonias religiosas y cortesanas constantemente. No fue sino hasta más tarde en su vida cuando empezó a ir a la iglesia con regularidad y mostró un verdadero sentido de la fe y la devoción personales.
El Mesías está compuesto íntegramente por textos sagrados, y por eso queremos [ver a] Händel como consciente de que está inspirado por lo divino. Queremos [imaginar] a un ángel sentado sobre su hombro. Pero cuando Händel la compuso, no hay pruebas reales de que él lo interpretara de esa forma por una sencilla razón: su trabajo no le predisponía a ese tipo de reflexión. Además de ser un compositor cortesano, Händel también componía para el teatro, trabajando rápidamente, generando nuevas ideas, utilizando todo lo que tenía a mano y luego pasando a otra cosa.
El verdadero padre espiritual de El Mesías es probablemente Charles Jennens, el libretista que creó la estructura y reunió el texto. Jennens procedía de una de las familias más ricas de Gran Bretaña y no le faltaba nada. También padecía lo que hoy llamaríamos depresión crónica o quizás trastorno bipolar. Sus cartas conservadas muestran increíbles períodos de trabajo maníaco seguidos de una profunda depresión, en la que la fatalidad y la desesperanza lo envolvían.
A finales de la década de 1730 o principios de la de 1740, Jennens comenzó a intentar encontrar una forma sistemática de salir de ese estado mental. Como cristiano creyente, recurrió a las Escrituras y a libros de teología y filosofía. A partir de ahí, reunió el texto de lo que hoy conocemos como El Mesías de Händel. [Jennens] intentaba crear su propio camino de iluminación personal a través de la Biblia. En la biblioteca de Gopsall Hall, su finca en Leicestershire, Inglaterra, se rodeó de belleza —arte, escultura y pintura— para salir de ese estado. Miró las Escrituras de manera similar y pensó: «Tengo que salir del estado en el que me encuentro. ¿Cómo puedo utilizar las palabras más significativas para lograrlo?».
Una década antes, el hermano de Jennens se había suicidado, una muerte que afectó mucho a su familia. No solo habían perdido a un miembro de la familia, sino que la razón por la que lo perdieron les afectó profundamente. La familia creía que se había suicidado porque, básicamente, se había ido a la Universidad de Oxford, había conocido a pensadores libres y había perdido su fe. Cuando Jennens se sentó a escribir el texto de El Mesías, también pensaba en esto y en el papel de la fe en la vida de una persona: ¿Es la religión algo a lo que se llega con el pensamiento? ¿Es Dios una presencia a la que se llega con el razonamiento? ¿O hay algo profundamente inefable, misterioso, impresionante y maravilloso en ello? Esa búsqueda impregna por completo El Mesías.
Las primeras palabras que se escuchan, desde 1742 hasta la actualidad, son «Consolad, consolad». Las palabras suenan como una trompeta por encima de los violines, tal y como las orquestó Händel. Citando al profeta Isaías, es como si Jennens dijera: «¿Cómo vivirías tu día, tu semana, tu vida de forma diferente si supieras desde el principio que todo va a salir bien? ¿Cómo buscarías pruebas de ello en el mundo?».
También hay algo aún más profundo. En Isaías 40, Jennens ve no solo que necesitas consuelo, sino que necesitas ser tú quien consuele. «Consolad, consolad a mi pueblo»: eso va dirigido a nosotros. Teniendo en cuenta la historia de Jennens, eso es muy profundo. Es como si se dijera a sí mismo: «En medio de mi desesperanza, en medio de lo horrible que es todo, necesito ser yo quien consuele a los demás». Me parece increíble que en el siglo XVIII alguien descubriera esa verdad y la escribiera como lo primero que quería que alguien escuchara en esta obra de arte.
Después de recibir el libreto de Jennens, Händel esperó antes de sentarse a escribir lo que él llamó un oratorio sagrado, en preparación para una gira por Dublín. Después de componer El Mesías en 24 días, le pidió a una figura social bastante complicada que lo acompañara y cantara. Cuéntanos sobre ella.
Susannah Cibber había comenzado su carrera en los escenarios londinenses 15 años antes como ingenua en papeles trágicos. En aquella época, todo el mundo intentaba sacar provecho de la moda de la ópera italiana, y el padre de Cibber, un comerciante, reconoció su talento musical e insistió en que la mejor manera de entrar en el mundo del espectáculo era casándose con alguien de ese mundo. La casó con un hombre llamado Theophilus, que resultó ser una pesadilla: un tipo duro, infiel, terriblemente abusivo y a menudo borracho. Peor aún, Theophilus vendía visitas con Susannah, sexuales y de otro tipo, a jóvenes que pagaban su cuenta del bar o sus deudas de juego.
Para complicar las cosas, Susannah se enamoró de uno de los hombres que conoció de esta manera, un hombre llamado William Sloper. Teófilo la demandó por divorcio y a su amante por daños y perjuicios. Cuando el tribunal declaró culpable al amante, los detalles más íntimos de la vida privada de Susannah se hicieron públicos en esa sala del tribunal de Londres, y su vida quedó arruinada. La gente tomó nota del testimonio y acompañó el contenido con caricaturas pornográficas. Después de esto, Susannah desapareció, apareciendo por primera vez en Dublín exactamente en el momento en que Händel estaba allí. Él la eligió para el estreno en abril de 1742.
Händel debía conocer la historia de Susannah porque, entre otras cosas, quería que cantara «Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto», esa increíble aria sobre la profundidad del sufrimiento de Jesús, momento del que surge toda la teología cristiana.
En el Musick Hall de Neale, en Fishamble Street, en Dublín, con dos coros de catedral y el equivalente a una banda militar, ella dio unos pasos al frente y se separó del coro para cantar esto. Se podía oír el vuelo de una mosca. Todos los presentes conocían su historia y podían hacer ellos mismos el cambio de género. Ella había sido despreciada, rechazada, una persona de dolores y profundamente conocedora del dolor.
Según cuenta la historia, tras la actuación se hizo el silencio hasta que un reverendo del público que acababa de enterrar a su esposa se levantó y dijo: «Mujer, por esto todos tus pecados te son perdonados». Por supuesto, en realidad no eran sus pecados los que habían salido a la luz, sino los pecados de otras personas. Pero fue un momento transformador. Esta obra de arte sobre el poder de la redención se convirtió en el vehículo de la redención de esta persona en el estreno.
Susannah Cibber se convirtió en la actriz trágica mejor pagada y más exitosa de su generación.
Después de la representación en Dublín, ¿cómo se asoció El Mesías con la Navidad?
Thomas Coram, agente de filántropos, se sentía preocupado por los expósitos niños pobres de Londres. Un expósito era un niño que aún tenía uno o ambos padres vivos, pero que, debido a la pobreza, era abandonado a su suerte en las calles. Pocas personas se preocupaban por estos niños; la mayoría pensaba que no hacer nada por ellos serviría para dar una lección a sus padres.
Durante 20 años, Coram trabajó para crear el Foundling Hospital, una institución que servía como sistema de acogida para ellos. Justo cuando Händel estaba a punto de guardar El Mesías en su archivador, por así decirlo, se inauguró el Foundling Hospital con una capilla, y un grupo de mecenas le pidió que diera un concierto benéfico, en el que reutilizó parte de El Mesías para el evento.
A partir de entonces, El Mesías se convirtió en un concierto benéfico anual para el Foundling Hospital. No en una gran catedral o sala de conciertos, sino en esta institución para niños abandonados y enfermos, donde mucha más gente escuchó por primera vez esta obra musical. Al mirar hacia el balcón de la capilla y ver a los niños abandonados, la gente se emocionaba al pensar que la música estaba ayudando de alguna manera a los niños que estaban allí. «Porque un niño nos ha nacido». El Mesías es posiblemente la mayor obra de arte participativa jamás creada.
¿Necesitamos, al igual que Susannah Cibber, Charles Jennens y esos niños abandonados, que la vida nos ponga de rodillas para poder recibir esta obra musical de la forma en que fue concebida? ¿Existe una desesperación casi necesaria para comprender el mensaje de El Mesías?
Cada generación ha sentido que El Mesías está escrito de alguna manera para ellos, porque Jennens se centra en pasajes bíblicos que resaltan las ansiedades contemporáneas. «¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?», pregunta un solo. O «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria?».
Para Jennens, esa era la esencia de la historia cristiana. Todas las pruebas te dirán que la vida no va a salir bien. El misterio de la fe es cómo crees lo primero que cantaste y lo crees hasta el amén final. El público del siglo XVIII podía sentir eso, y nosotros lo sentimos hoy.
Lo que es más sorprendente, y también esperanzador: a pesar de ser muy buenos amigos, Händel y Jennens eran enemigos políticos. La familia de Jennens apoyaba a la antigua dinastía Stuart, que había sido exiliada cuando el rey Jorge I, el empleador de Händel, llegó al poder. Estas dos personas se encontraban en lados opuestos de la mayor división política de su momento, pero se unieron para crear esto. La historia de El Mesías me recuerda que se necesita que todos nos unamos para crear algo nuevo y esperanzador en un mundo profundamente convulso y desesperado.