Desde la cama de un hospital en Roma, el papa Francisco desafió a la iglesia a «transformar el mal en bien y construir un mundo fraternal». El papa, que luchaba contra una infección pulmonar, dijo: «¡No tengan miedo de correr riesgos por amor!».
Uno de los riesgos que el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio siempre estuvo dispuesto a correr fue el de entablar amistad con los cristianos evangélicos.
«Es una persona de relaciones», dijo Alejandro Rodríguez, presidente de Juventud con una misión en Argentina (JuCUM, YWAM), a Christianity Today poco antes de la muerte del papa. «Respeta las instituciones, pero construye puentes con el fundamento de las relaciones».
Francisco murió el lunes a los 88 años, tras 12 años al frente de la Iglesia católica romana. Al momento de morir, se encontraba en la Residencia de Santa Marta, tras haber pasado cinco semanas en el Hospital Universitario Agostino Gemelli de Roma.
Los católicos de todo el mundo están de luto por su pérdida. Sin embargo, en Argentina, los líderes cristianos que no seguían a Francisco y no reconocen la autoridad papal también están de luto.
«No soy ecuménico. No se puede poner a todos los cristianos en el mismo saco», dijo Rodríguez. Sin embargo, señaló: «Cuando estábamos juntos, no éramos el papa y el pastor. Éramos Jorge y Alejandro».
El director de JuCUM conoció a Francisco hace más de 20 años, cuando Francisco era conocido como el cardenal Bergoglio y servía como arzobispo de Buenos Aires. En ese momento, Rodríguez trabajaba en el Centro Nacional de Oración, ubicado frente a la Casa Rosada, el palacio presidencial de Buenos Aires.
El cardenal le pidió que se reunieran para tomar un café, y Rodríguez aprovechó la oportunidad para exponer su crítica contra la Iglesia católica.
«Ustedes están siempre mostrando los gobernantes que actúan mal», le dijo a Bergoglio. «Pero todos los líderes de este país siempre han sido educados e influenciados por la Iglesia católica».
Rodríguez quería escuchar la opinión de Bergoglio, pero antes, le dio su propia explicación: «La Iglesia católica ha sido la institución más corrupta de la historia de América Latina».
La respuesta del cardenal sorprendió a Rodríguez. Bergoglio le dijo: «Tienes razón». Unos minutos más tarde, le pidió al evangélico que orara por él.
Fue el comienzo de una larga amistad que continuó incluso después de que Bergoglio se fuera a Roma en 2013 y llegara a convertirse en el papa Francisco. En sus 12 años como líder de la Iglesia católica, Francisco nunca volvió a Argentina. El pontífice llamaba por teléfono al director de JuCUM y le pedía consejo sobre cuestiones relacionadas con América Latina, la guerra en Ucrania o los protestantes en general. Francisco también le hacía confidencias, dijo Rodríguez, y le hablaba de las dificultades que enfrentaba al lidiar con la política interna del Vaticano.
Francisco parecía disfrutar de sus amigos evangélicos argentinos. Marcelo Figueroa, presbiteriano que dirigía la Sociedad Bíblica Argentina, dijo a CT que, en ocasiones, el papa le pedía su opinión sobre algún tema, pero que gran parte de su relación era más personal.
«Nos reímos mucho», dijo Figueroa. «Es un buen porteño», dijo en entrevista antes de la muerte de Francisco.
Los dos hombres se conocieron como presentadores de un programa semanal de televisión llamado Biblia: Diálogo vigente, junto con el rabino Abraham Skorka. Se emitió entre 2010 y 2013, y dejó de emitirse cuando Bergoglio fue nombrado papa. Era una relación profesional, pero se hicieron amigos tomando café y charlando en el transporte público. Mantuvieron el contacto a través de los años y, en cierto modo, la relación se hizo aún más profunda.
En marzo de 2015, Francisco llamó a Figueroa para felicitarlo por su cumpleaños y le preguntó por su salud. «Le dije: “Bueno, me harán una biopsia, pero no será nada [grave]”», recordó Figueroa.
Se equivocó. Tras la cirugía le diagnosticaron un tipo raro y agresivo de cáncer de piel. Figueroa le escribió al papa para contárselo y pedirle que orara por él.
«Él me llamó en el momento en que le llegó la carta», dijo Figueroa. «También llamó a mi esposa cuando yo estaba en la cirugía. Un día estaba saliendo para un evento durante la Semana Santa y me dijo: “No quiero ir sin saber cómo estás”».
Para sorpresa de sus médicos, Figueroa se recuperó y Francisco lo nombró editor del periódico oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, en Argentina. Es el primer protestante en ocupar ese cargo.
Quizá fue la teología ecuménica de Francisco lo que lo llevó a establecer estas relaciones. Aunque sin duda abrazaba la enseñanza católica tradicional de que existe solo una Iglesia, la católica o universal, también veía a Dios obrando de alguna manera misteriosa en los cristianos que no están en comunión con Roma.
«El Espíritu Santo crea diversidad en la Iglesia», dijo Francisco en un discurso de 2014. «Pero luego, el mismo Espíritu Santo crea unidad, y así la Iglesia es una en la diversidad. Y, para usar una hermosa palabra de un evangelista que amo mucho, una diversidad reconciliada por el Espíritu Santo».
O tal vez simplemente fue la humildad de Francisco lo que le permitió ser tan buen amigo de los evangélicos que no reconocían su autoridad, a pesar de ser la cabeza de la Iglesia católica.
La humildad fue uno de los rasgos distintivos de su papado. En sus primeras palabras públicas tras convertirse en papa, Francisco hizo una broma y habló de lo improbable que era tener un papa argentino. «Saben que el deber del cónclave era darle un obispo a Roma», dijo. «Parece que mis hermanos cardenales han ido casi hasta el fin del mundo para conseguirlo».
Luego le pidió a la gente que orara por él. Normalmente, es el papa quien ora por la multitud, no quien pide las oraciones de la gente común. Los observadores del Vaticano dijeron que el cambio era «sin precedentes y sorprendente».
Francisco también valoraba mucho la amistad. En su exhortación apostólica Christus Vivit, argumentó que la amistad es un don de Dios y que sirve para santificarnos.
«A través de nuestros amigos», escribió, «el Señor nos refina y nos lleva a la madurez».
En otra exhortación, Querida Amazonia (Amada Amazonia), le pidió a los católicos que estuvieran «abiertos a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo concede a cada uno».
Las amistosas interacciones de Francisco con los evangélicos causaron en ocasiones cierta consternación entre sus compañeros católicos. En 2014, por ejemplo, solo un año después de su consagración, Francisco dijo que quería ir a la Chiesa Evangelica Della Riconciliazione (Iglesia Evangélica de la Reconciliación), en Caserta, Italia. Conocía al pastor, Giovanni Traettino, por un diálogo religioso celebrado doce años antes en Argentina. Eran amigos y, además, habría sido la primera vez que un papa visitaba una iglesia pentecostal.
El obispo local se opuso. Señaló que el día de la visita prevista era la festividad de los santos patronos de Caserta, Joaquín y Ana. Sería un escándalo que el papa visitara la ciudad en un día tan especial solo para ver a los protestantes.
Francisco cedió y visitó a los católicos de Caserta, y fue a ver a los pentecostales unos días más tarde. Sin embargo, cuando se reunió con Traettino y 350 evangélicos, también les pidió que perdonaran a los católicos que los habían condenado a lo largo de los años.
Su humildad le valió los elogios del evangelista internacional Luis Palau, quien lo llamó amigo y «un hombre muy centrado en Jesucristo».
Desde el fallecimiento del Papa, millones de personas en todo el mundo han replicado ese sentimiento, recordando a Francisco como un cristiano modelo y un pastor de su rebaño. A Rodríguez, el director de JuCUM, le recordó una conversación que tuvieron hace años. Le dijo al futuro papa que los verdaderos pastores viven con sus ovejas y que pasan tanto tiempo con ellas que huelen igual que su rebaño.
«Un pastor», recuerda Rodríguez haber dicho, «debe tener el olor de las ovejas».
Francisco quedó tan conmovido por la metáfora que la repetiría años más tarde en una homilía en su primera misa crismal.
«Esto dice mucho de su humildad», dijo Rodríguez.
Francisco se consideraba un pastor en compañía de sus ovejas, no por encima de ellas. Y creía en el valor de correr riesgos para alcanzar a las personas, incluso a los cristianos evangélicos.