Durante su último estudio bíblico antes de que el gobierno lo obligara a salir de Estados Unidos, el pastor Eduardo Martorano les pidió a los miembros de su iglesia que cuidaran de su biblioteca.
El venezolano había acumulado una formidable colección de libros durante sus estudios de seminario en Michigan y sus primeros días en el ministerio. La considera «un tesoro». Él había trasladado todo ese papel y tinta de un lado al otro del país cuando la iglesia La Vid, una pequeña congregación de habla hispana de Laredo, Texas, lo invitó a ser su pastor en 2021.
Pero el 29 de enero, día del cumpleaños de Martorano, se enteró de que la administración Trump había cancelado el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) en los casos de casi 350 000 venezolanos. El TPS era el programa de inmigración que les permitía a él y a su esposa servir como líderes en una iglesia y vivir en Estados Unidos. Pero con el programa cancelado, tenían dos meses para salir del país por sí mismos, o podrían ser deportados.
Los Martorano y sus cuatro hijos pequeños prepararon un traslado precipitado a Europa. Llenaron maletas, ofrecieron sus posesiones en una venta de garaje y pusieron su coche a la venta en Facebook. El pastor solo metió en la maleta diez libros, muchos de ellos pequeños volúmenes de teólogos ingleses del siglo XVII. Tuvo que dejar atrás el resto, incluido su querido ejemplar de 3000 páginas de la Dogmática Reformada de Herman Bavinck.
La huida de esta familia presagia lo que las iglesias estadounidenses podrían perder cuando los esfuerzos del presidente por ejecutar «la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos» se lleven consigo a muchos cristianos.
Según un nuevo estudio del Centro para el Estudio del Cristianismo Global del Seminario Teológico Gordon-Conwell, aproximadamente 1 de cada 12 cristianos en Estados Unidos corre el riesgo de ser deportado o vive con alguien que se encuentra en esa situación. Más de 1 de cada 18 evangélicos del país podría verse afectado por las deportaciones masivas.
Entre las muchas órdenes ejecutivas emitidas por el presidente en el primer día de su segundo mandato, firmó una medida de seguridad fronteriza que instruía a las agencias a concentrarse en «expulsar rápidamente a todos los extranjeros que entren o permanezcan en el país en contra de lo estipulado en las leyes federales». El lenguaje resonaba con las promesas anteriores de Trump de deportar a todos los inmigrantes indocumentados.
De aplicarse en toda su extensión, eso supondría reunir y expulsar a unos 14 millones de personas, número equivalente al tamaño de la población de Pensilvania. Los expertos dicen que eso es improbable sin los miles de millones de dólares adicionales que los republicanos del Congreso están tratando de conseguir para impulsar mayores esfuerzos de deportación.
Pero si la administración tiene éxito, Estados Unidos perderá a millones de cristianos.
El estudio Gordon-Conwell, patrocinado por la Asociación Nacional de Evangélicos, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos y World Relief, evaluó datos de múltiples fuentes, entre ellas la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense (American Community Survey) y el Pew Research Center. Descubrió que, para finales de 2024, más de diez millones de cristianos estadounidenses estaban en el país como indocumentados, o tenían un estatus legal revocable por parte de la administración.
De hecho, el presidente ya ha puesto fin a programas especiales que permitían a más de 750 000 migrantes vivir y trabajar legalmente en Estados Unidos, incluido el TPS para venezolanos como Martorano, y el programa de libertad condicional humanitaria (humanitarian parole) para migrantes de varios otros países.
Las estadísticas muestran que el porcentaje de cristianos entre los migrantes es proporcionalmente mayor en comparación con otros grupos, y los demógrafos afirman que son ellos quienes están ayudando a frenar la secularización en países como Estados Unidos y Canadá.
«Lo que aparece en el informe es de dominio público. O al menos debería serlo», dijo a CT Todd Johnson, codirector del Centro para el Estudio del Cristianismo Global y uno de los autores del informe. Pero la «iglesia y la sociedad necesitan recordatorios periódicos de quiénes son realmente los inmigrantes».
Según el estudio, más del 75 % de los inmigrantes en riesgo de deportación en Estados Unidos son cristianos. Y a medida que las autoridades detienen a un número creciente de inmigrantes sin antecedentes penales, las iglesias locales de inmigrantes sienten un dolor aún mayor.
En los dos últimos meses, los agentes han detenido a líderes religiosos y fundadores de iglesias [enlaces en español]. También han sorprendido a inmigrantes indocumentados saliendo de los servicios dominicales de sus iglesias.
Las iglesias hispanas podrían verse especialmente afectadas. Alrededor del 80 % de los inmigrantes no autorizados en Estados Unidos proceden de América Latina. Según algunas estimaciones, hasta 1 de cada 4 iglesias protestantes hispanas tiene pastores y miembros en riesgo de ser deportados.
«Las políticas de deportación masiva de la administración y el apoyo del Congreso a las mismas serían, de hecho, una estrategia para poner a las iglesias en declive», afirmó Walter Kim, presidente de la Asociación Nacional de Evangélicos.
Sin embargo, la deportación no es la única forma por la que los miembros de las iglesias desaparecen. El temor de ser detenidos mantiene a los fieles en casa, sin asistir a la iglesia. Y también está llevando a algunos inmigrantes a abandonar el país voluntariamente.
La administración Trump ha realizado un elaborado esfuerzo a fin de persuadir a millones de inmigrantes a salir del país por su propia voluntad. Ha pagado anuncios de radio y televisión instándolos a «marcharse ahora» o ser capturados. Además, ha reconvertido una aplicación diseñada originalmente para facilitar la entrada legal en una herramienta para que los inmigrantes notifiquen al gobierno de su salida.
Martorano, por su parte, no quería permanecer en el país ni un día después del 2 de abril, fecha en que expiraba su TPS y el de su esposa. Aunque no fueran deportados, si se quedaban más tiempo, se les habría prohibido volver a entrar en el país durante diez años.
Pero, ¿adónde ir?
Venezuela «no es una opción», dijo Martorano. A pesar de la afirmación de la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, de que «hay notables mejoras» en Venezuela que les permiten a los nacionales volver a casa sanos y salvos, el propio informe de la administración actual describe al país como una nación en crisis, en la que abundan las violaciones a los derechos humanos, y donde hay «pobreza e inseguridad alimentaria generalizadas».
La madre de Martorano, que aún vive allí, le dijo por teléfono: «Hijo, por favor, no vuelvas a Venezuela. No vengas. No».
Consideraron la posibilidad de vivir en México, cerca de la frontera, desde donde podrían viajar en coche a su iglesia de Laredo y mantenerse cerca del lugar donde nacieron tres de sus cuatro hijos. Pero el tiempo de espera para obtener una visa era demasiado largo.
Se decidieron por Europa. Martorano, quien recibió su ordenación en la Iglesia Presbiteriana de América (PCA, por sus siglas en inglés), dijo que vivirán en Italia durante un año. Espera después poder solicitar una visa de trabajador religioso en Estados Unidos y regresar para pastorear su iglesia en persona. (El pastorado, como muchos puestos de trabajo en Estados Unidos, se enfrenta a una escasez de mano de obra).
No obstante, las políticas de inmigración del gobierno se han vuelto impredecibles. A última hora del lunes, días después de que Martorano y su familia aterrizaran en Europa, un juez federal de San Francisco impidió que el presidente revocara las protecciones contra la deportación (TPS) de los venezolanos. Mientras tanto, Martorano también está solicitando su residencia en Estados Unidos, pero ha oído que la administración está pausando discretamente algunas solicitudes de residencia permanente.
«No sabemos qué va a pasar», dijo Martorano en español en una llamada por Zoom desde Madrid.
Sobre el papel, sigue siendo el pastor de la iglesia La Vid, y el único miembro del personal de la iglesia. La congregación de 57 miembros, casi en su totalidad mexicano-americanos, apoya económicamente a los Martorano mientras están en el extranjero. Les ayudaron a pagar los boletos de avión y otros gastos de traslado.
De momento, la iglesia La Vid planea sobrevivir con una rotación de predicadores invitados hasta que la familia regrese. La iglesia ya lo ha hecho antes: el pastor anterior murió a causa de cáncer, y los miembros buscaron durante dos años antes de encontrar finalmente a Martorano.
El estudio de Gordon-Conwell advierte que la represión contra los inmigrantes por parte de la administración actual «puede tener consecuencias devastadoras para determinadas congregaciones. En algunos casos, si el pastor es deportado, la congregación puede ser incapaz de encontrar un nuevo líder».
La PCA se ha debatido sobre cómo apoyar a sus iglesias con miembros indocumentados. En febrero, la denominación se disculpó después de que su ministerio para refugiados e inmigrantes publicara información en la que brindaba consejo a los inmigrantes sobre sus derechos legales y sobre cómo protegerse de los agentes de inmigración, una práctica que ha llegado a ser habitual en las congregaciones de inmigrantes de todo el país.
El último domingo de Martorano en La Vid, les dijo a los asistentes que Dios era el verdadero pastor de la iglesia. Que él cuidaba de sus ovejas. Que todo estaría bien.
«Estaban muy, muy tristes», dijo. «Es como un golpe a la iglesia».
Martorano dijo que no está enfadado ni amargado. Le da sentido a su situación apoyándose mucho en el énfasis de la iglesia Reformada en la soberanía de Dios. «Es Dios quien decide todas las cosas», dijo.
Su perspectiva nace de su propia historia. Martorano llegó a la fe cuando tenía 30 años de edad y todavía vivía en Venezuela, tras haber visto la película Fireproof y sucumbir a un inexplicable deseo de leer la Biblia.
Le tomó por sorpresa que el Seminario Teológico Reformado Puritano (Puritan Reformed Theological Seminary) de Grand Rapids lo aceptara como estudiante de posgrado y le ofreciera una beca completa. Y también fue completamente inesperado cuando la iglesia La Vid lo llamó hasta Michigan para invitarlo a ser su pastor hace tres años.
Por supuesto, es devastador tener que dejar todas tus pertenencias y todo lo que has ido construyendo durante nueve años, dijo Martorano. Pero «cuando Dios nos manda aflicciones, es para que nosotros anhelemos y deseemos la ciudad celestial, ¿verdad?», dijo. «Para que no nos sintamos demasiado cómodos en este mundo».
La vida cristiana, dijo Martorano, trata de la redención. Le gusta decirle a la gente: «El Evangelio son Buenas Noticias que empiezan con malas noticias».
Andy Olsen es redactor sénior de Christianity Today.