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Puede que sean gigantes. O ángeles. O superhumanos

¿Quiénes o qué son los nefilim? No lo sabemos… y quizá no necesitamos saberlo.

Christianity Today June 12, 2024
Daniel Olah / Unsplash

¿V as a escribir sobre los nefilim? Esta fue la pregunta que me hicieron varios amigos después de que firmara el contrato para escribir The Characters of Creation [Los personajes de la creación], un libro acerca de los primeros capítulos de la Biblia. Al considerar cómo aparecen los nefilim en Génesis 6, uno de los capítulos más extravagantes de las Escrituras, no creía que pudiera evitar escribir sobre ellos.

The Characters of Creation: The Men, Women, Creatures, and Serpent Present at the Beginning of the World

Y como estoy convencido de la autoridad y la inerrancia de la Palabra de Dios, me sentí un poco intimidado. Consulté montones de comentarios, sermones y publicaciones académicas para averiguar cómo interpretar este pasaje. Aun así, me ilusionó la idea de profundizar en él, porque creo que nuestro mundo necesita el mensaje subyacente de Génesis 6: la realidad del mal, el juicio de Dios y la promesa de salvación y redención. Cada día la injusticia acampa en los muros de nuestras redes sociales y nos ofrece vívidos recordatorios de que el mundo de Génesis —depravado, malvado e injusto— no ha sido eliminado del nuestro como pensamos que lo ha hecho.

Presentemos entonces a los nefilim. Puede que sean las criaturas más peculiares de la Biblia. De hecho, ni siquiera estamos seguros de lo que en realidad son.

Han aparecido en la literatura durante miles de años y se han popularizado en la cultura. Los nefilim han hecho su aparición en Los expedientes secretos X, Cazadores de sombras(Shadowhunters) y Noah. Videojuegos como El Shaddai, Tomb Raidery Payday 2 los incluyen, así como la literatura en títulos como La casa de la noche, la saga Oscuros y La rebelión de Atlas.

Más aún, desde el principio de los tiempos, las leyendas y mitos humanos han imaginado toda especie de criaturas mitad hombres, mitad dioses, desde el Gilgamesh babilonio hasta los semidioses de la mitología griega.

Pero ¿quiénes fueron esos extraños personajes que hacen su aparición en las páginas de nuestras Biblias, que se presentan durante un momento de declive de la depravación humana… un periodo, como describió Moisés, en el que el Señor vio que «la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y toda inclinación de su corazón tendía siempre hacia el mal» (Génesis 6:5, NVI)?

La respuesta es complicada.

Los ‘hijos de Dios’

La Biblia presenta a los nefilim en Génesis 6. (La mayoría de los textos bíblicos en español traducen la palabra hebrea nefilim como “gigantes”).

Cuando los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a todas las que desearon. Pero el Señor dijo: «Mi espíritu no permanecerá en el ser humano para siempre porque no es más que un mortal; por eso vivirá solamente ciento veinte años». Al unirse los hijos de Dios con las hijas de los seres humanos y tener hijos con ellas, nacieron gigantes que fueron los poderosos guerreros de antaño. A partir de entonces hubo gigantes en la tierra.
(vv. 1-4)

¿Te preguntas qué está pasando aquí? No eres el único. Los cristianos han batallado con este relato a lo largo de toda la historia de la iglesia, y los eruditos cristianos y los maestros de la Biblia se encuentran divididos en dos bandos, manteniendo ambos sus posiciones con escasa certeza.

La primera posición es la que sostienen muchos padres de la iglesia —figuras como Ambrosio, Tertuliano, Cipriano y Clemente de Alejandría—, así como mucho eruditos judíos. Ellos defienden que el término hijos de Dios en el versículo 2 se refiere a ángeles caídos que tuvieron sexo ilícito con mujeres humanas.

Una de las razones más persuasivas para este argumento es que ese término (hijos de Dios) se refiere a ángeles en otros lugares de las Escrituras (Job 1:6; 38:7; Salmo 29:1; Daniel 3:25). Además, los escritores del Nuevo Testamento se inclinaban hacia esta perspectiva. Presten atención a la segunda epístola de Pedro, por ejemplo:

Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, poniéndolos en cadenas de oscuridad y reservándolos para el juicio. Tampoco perdonó al mundo antiguo cuando mandó un diluvio sobre los impíos, aunque protegió a ocho personas, incluyendo a Noé, predicador de la justicia. Además, condenó a las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a cenizas, poniéndolas como escarmiento para los impíos (2 Pedro 2:4-6).

O el libro de Judas:

Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran día. (v. 6)

Estas afirmaciones siguen abiertas a interpretación, pero la idea de «ángeles que pecaron» y el juicio que vino con el diluvio en tiempos de Noé parecen guardar una relación con Génesis 6, y con la relación entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres. Desde esta perspectiva, la perversión entre los ángeles y los humanos fue tan grande que requirió que Dios limpiara la tierra con el diluvio y encerrara a estos ángeles caídos hasta el momento del juicio.

Esto encaja con un tema clave de Génesis: la misericordiosa provisión de Dios contrapuesta con la inclinación humana a explotar esa misma provisión, buscando mayor poder y habilidades divinas. Vemos el mismo problema en Génesis 11, donde los humanos intentaron alcanzar a Dios al construir la torre de Babel. Lo vemos también en la mentira de la serpiente de Génesis 3: llegarán a ser como Dios (v. 5).

Tal vez sea difícil imaginar que ángeles caídos cohabitaran con humanos y crearan malévolos monstruos depravados y belicosos. Pero eso puede ir en función del modo en que nuestras mentes, en una era secular, están condicionadas a minimizar lo sobrenatural y subestimar que los poderes demoníacos pueden tomar como presa al pueblo de Dios. Sin embargo, a través de las Escrituras encontramos ángeles que toman forma y características humanas.

La misteriosa naturaleza de los nefilim y los hijos de Dios debería ser una sombría advertencia de que nuestra lucha por la fe no es solamente una lucha humana.

Ahora bien, a lo largo de las eras ha habido cristianos que han leído Génesis 6 de una manera distinta: líderes de la iglesia como Agustín, Juan Calvino y Martín Lutero. Según su perspectiva, los hijos de Dios son seres humanos en vez de ángeles caídos.

Los defensores de esta postura citan la enseñanza explícita de Jesús de que los ángeles no se casan ni son dados en casamiento (Mateo 22:30) como evidencia de que son incapaces de procrear. Y, lo que es más importante, hay ocasiones en las Escrituras en las que éstas hacen referencia a seres humanos como hijos de Dios (Salmo 73:15; Oseas 1:10). Ver a los hijos de Dios como descendientes de Set hace que Génesis 6 encaje en el contexto de todo el libro, con la semilla de la serpiente y los descendientes de Eva desarrollándose en las dos genealogías de Set y Caín.

Cuando llegamos a Génesis 6 vemos a la línea de descendencia justa ser tomada por la depravación de los injustos. Los hijos de Dios, en este contexto, se puede referir a la descendencia justa de Set casándose con las hijas de los cainitas paganos. Algunos leen Génesis 6 como referencia a la perversión sexual de Lamec, un descendiente de Caín que tuvo múltiples esposas.

Aquellos que ven a los hijos de Dios como la familia de Set, entonces, captan algo esencial acerca de la trayectoria del Antiguo Testamento: incluso los más justos se corrompen inevitablemente y necesitan ser salvados. Esto, por supuesto, encaja con un patrón más amplio a lo largo de la historia de Israel.

Una y otra vez el pueblo elegido por Dios cae en la tentación de involucrarse con las naciones paganas, desdibujando su testimonio y abandonando a Dios para ir en pos de ídolos. En Génesis 4, a partir de los descendientes de Set «se comenzó a invocar el nombre del Señor» (v. 26). No obstante, su creciente perversión sirve de clara advertencia al pueblo de Dios de todas las épocas de que uno puede apartarse fácilmente del camino de la justicia.

Sobrenatural y vil

Entonces, exactamente, ¿qué son los nefilim? Estas misteriosas criaturas, ¿están relacionadas con los hijos de Dios y las hijas de las mujeres? ¿Son furiosos monstruos de piedra medio demoníacos nacidos de una relación ilícita entre ángeles y humanos?

Pieter Brueghel «El Viejo», ‘La caída de los ángeles rebeldes’Wikimedia Commons
Pieter Brueghel «El Viejo», ‘La caída de los ángeles rebeldes’

Aquí hay múltiples teorías. La mayoría de los que sostienen que los hijos de Dios de Génesis 6 son ángeles consideran que los nefilim son sus descendientes. La palabra nefilim tiene un significado incierto. Puede significar «los caídos»; no obstante, la Septuaginta, en griego antiguo, la traduce [enlaces en inglés] como «gigantes».

Más misterioso aún es que no se diga que el diluvio de Génesis los hubiera borrado de la tierra. Génesis 6:4 dice: «A partir de entonces hubo gigantes en la tierra». Y aparecen en otros momentos de la historia de Israel, como cuando los espías enviados a explorar Canaán regresaron con un informe pesimista para Moisés: «¡Hasta vimos a los gigantes [nefilim] anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas y así nos veían ellos a nosotros» (Números 13:33).

En Deuteronomio, Moisés confirma la existencia de estas grandes criaturas (1:28; 2:10). Y como explica un artículo de 2019 de la publicación en línea Knowing Scripture, algunos han conectado a los nefilim con los gigantes expulsados de la tierra por Josué, e incluso con Goliat.

Por supuesto, todo esto es difícil de determinar con claridad. Por un lado, me resulta difícil imaginar la idea de ángeles caídos teniendo relaciones con mujeres humanas y engendrando supervillanos mitad humanos, mitad ángeles. Esto plantea toda clase de preguntas: ¿Pueden los humanos, que portan la imagen de Dios, dar a luz a alguien que no sea otro portador de la imagen de Dios? ¿Pueden los ángeles procrear? Las Escrituras parecen indicar que estas cosas están fuera de lo que Dios permite en la creación, aunque no está del todo claro. Y el patrón de los hijos de Dios representando la descendencia de Set y «las hijas de los hombres» representando la descendencia de Caín parece encajar con el sentido general de Génesis.

Aun así, no puedo eludir el hecho de que una lectura sencilla de Génesis 6 parece indicar que algo sobrenatural y vil está teniendo lugar. Tampoco puedo ignorar que los pasajes de Judas y 2 Pedro parecen hacer referencia al juicio de Dios, tanto de los humanos por su creciente depravación y maldad, como de las huestes de ángeles caídos.

Además, en un mundo profundamente conformado por el pensamiento científico, es difícil intentar que nuestras mentes comprendan esta extraña mezcla de las dimensiones de lo humano y lo sobrenatural. Sin embargo, esta clase de mitos ha circulado entre nosotros desde los comienzos de la historia escrita.

En su comentario de Génesis, el erudito Gordon Wenham afirma: «Las historias de semidioses superhumanos como Gilgamesh eran muy comunes. [Además,] los cultos de la fertilidad de Canaán y los ritos del matrimonio sagrado de Mesopotamia buscaban las relaciones sexuales con lo divino». Estos mitos y leyendas han tenido su eco en la historia, desde los semidioses de la mitología griega hasta la cultura pop moderna y la imaginación literaria de lo divino y lo sobrenatural.

Ninguno de nosotros puede interpretar las sutilezas de Génesis 6 con demasiada certeza. Pero ya sea que pensemos que los hijos de Dios son ángeles o descendientes de Set, o que los nefilim son grandes guerreros velludos o diablos superhumanos, podemos estar de acuerdo en que Dios está usando este pasaje para comunicar dos verdades importantes: los humanos, dejados a su suerte, tienden al caos, la depravación y la maldad. Y debido a esto necesitamos un Salvador, una semilla justa que venga y nos rescate de nosotros mismos.

Semilla corrompida

En cierto modo, las dos teorías más comunes sobre los nefilim y los hijos de Dios ofrecen lecciones importantes. Génesis deja claro que siempre ha habido dos grupos de personas: aquellos que temen a Dios y aquellos que se rebelan. Los que viven a la manera de Set y los viven a la manera de Caín. Los justos y los injustos. Este es el épico enfrentamiento predicho en Génesis 3:15, cuando Dios promete «enemistad» entre Eva y la serpiente (NVI).

Sea como sea que se interprete Génesis 6, está claro que incluso la buena semilla, el remanente justo, se va corrompiendo progresivamente. Reflexionemos en que cuando llegó el juicio de Dios en el diluvio, Él solo encontró fe en la familia de Noé.

Incluso la buena semilla se corrompe: esta es la historia del Antiguo Testamento. ¿Quién, en esta procesión de personajes, es lo suficientemente justo para salvar a la humanidad? Set no. Tampoco Enoc. Ni siquiera Noé, quien cayó en pecado después del diluvio. Ni siquiera Abraham, que mintió acerca de su mujer y tuvo un hijo con su sierva. Ni siquiera David, que sacó provecho de Betsabé y asesinó a su marido. Ni siquiera Ezequías, cuya vida terminó en desgracia, tal como pasó con Gedeón. Sansón, el fortachón, salvó a Israel de los filisteos, pero no pudo salvarse a sí mismo.

Gustave Doré, ‘La caída de los ángels rebeldes’Duncan1890 / Getty
Gustave Doré, ‘La caída de los ángels rebeldes’

El fracaso es la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, y también es nuestra historia. Ninguno de nosotros alcanza el grado de justicia. Isaías 53:6 dice que «todos andábamos perdidos, como ovejas», mientras que Romanos 3:10 dice que «no hay un solo justo, ni siquiera uno».

Necesitamos a alguien de la «rama» de los justos: un hijo de Eva, un hijo de David, que también sea un hijo de Dios. Esto, según el Nuevo Testamento, es lo que tenemos en Jesús de Nazaret: el único que venció la tentación, fue a la cruz, y con su vida y su muerte salvó a la humanidad y al cosmos.

Nuestra respuesta más importante ante Génesis 6 no es identificar a los nefilim, sino identificar el estado de nuestras almas, reconociendo que no podemos salvarnos a nosotros mismos y mirando a Cristo en busca de salvación antes de que nos enfrentemos al juicio de Dios.

Y, aún más, la misteriosa naturaleza de los nefilim y los hijos de Dios debería ser una sombría advertencia de que nuestra lucha por la fe no es solamente una lucha humana. Satanás no asumió rendido la maldición de Dios en el Edén. Satanás y sus hordas de demonios siguieron atacando una y otra vez a Israel durante toda su historia, y a Cristo durante su vida.

Hoy, aunque Satanás ha sido derrotado, estamos seguros de que hará lo que pueda para entorpecer los planes de Dios. Aunque su sentencia se pronunció en las palabras de Jesús en la cruz —«Todo se ha cumplido»—, Satanás todavía ruge a nuestro alrededor como un león buscando a quién devorar (1 Pedro 5:8). Como nos recuerda Pablo, peleamos continuamente «contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Efesios 6:12).

Como cristianos que hemos puesto nuestra confianza en Dios para que nos rescate de nuestra pecaminosidad, permanecemos en la victoria que Dios ya nos ha asegurado. Podemos orar contra los poderes del infierno. Podemos armarnos con las verdades de las Escrituras. No necesitamos temer a criaturas diabólicas superhumanas como los nefilim. No necesitamos temer el inframundo de la guerra espiritual. En el poder del Espíritu de aquel que ha aplastado a la serpiente, «somos más que vencedores» (Romanos 8:37).

Daniel Darling es director del centro Land Center for Cultural Engagement en el Southwestern Baptist Theological Seminary. Este artículo está adaptado de su libro The Characters of Creation: The Men, Women, Creatures, and Serpent Present at the Beginning of the World (© 2022). Publicado por Moody Publishers. Usado y traducido con permiso.

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