Si te pidieran que resumieras el Evangelio en una frase, ¿qué pasaje elegirías? Supongo que en cualquier lista de candidatos tendría que figurar 1 Corintios 15:3-5.
El evangelio, dice Pablo en esos versículos emblemáticos, es «que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefas y luego a los doce» (NVI). Fundamentalmente, el Evangelio es la vida, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo en cumplimiento de las Escrituras. Es más que eso, sin duda, pero no menos.
Sin embargo, hay un problema. Es relativamente fácil identificar los pasajes que anuncian el sufrimiento y la muerte de Cristo por los pecados. Los cuatro Evangelios invocan un gran número de ellos, al igual que el Salmo 22, Isaías 53 y Zacarías 12:10-14. Pero, ¿qué tenía Pablo en mente cuando dijo que Jesús «resucitó al tercer día según las Escrituras»? ¿Hay algún versículo oculto en algún lugar de la Biblia hebrea que lo prediga?
Incluso mi Biblia de estudio se queda perpleja. Si bien normalmente rebosa en referencias cruzadas, el único texto del Antiguo Testamento que sugiere aquí es Oseas 6:2 («Después de dos días nos dará vida nuevamente; al tercer día nos levantará»), que parece estar hablando de Israel en su conjunto. Hay textos probatorios claros de la Crucifixión, como Isaías 53, pero ningún equivalente de la Resurrección, y mucho menos de la resurrección al tercer día.
Sin embargo, esto no se debe a que la idea de resucitar al tercer día no aparezca en ninguna parte de las Escrituras; de hecho, está en todas partes en las Escrituras, y aprender a identificarla puede enseñarnos a leer la Biblia con más atención, lo que, la mayoría de las veces, significa escuchar estribillos y ecos en una sinfonía, en lugar de buscar frases en Google para encontrar una coincidencia exacta.
En las Escrituras, el primer ejemplo de vida que surge de la tierra al tercer día aparece en el capítulo inicial del Génesis. En el tercer día de la creación, la tierra hace brotar plantas y árboles frutales, y éstos llevan semilla «según su especie» (Génesis 1:12), con capacidad para seguir produciendo vida en las generaciones siguientes.
A partir de ese momento, una «semilla» que resurge para dar vida en el tercer día se convierte en una pauta. A Isaac, el hijo destinado a la muerte en el monte Moriah, le es concedida la vida en el tercer día (Génesis 22:1-14, ver v.4). Lo mismo sucede con el rey Ezequías (2 Reyes 20:5). También con Jonás (Jonás 1:17). Los hermanos de José son liberados de la amenaza de muerte al tercer día (Génesis 42:18), al igual que el copero del Faraón (40:20-21). El pueblo de Israel, casi muerto de sed en el desierto, encuentra agua vivificante al tercer día (Éxodo 15:22-25). Y al llegar al Sinaí, Dios manda a Moisés a decirle al pueblo «que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo, el Señor, descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo» (Éxodo 19:11). Cuando el pueblo judío había sido condenado a muerte, la reina Ester entra en presencia del rey al tercer día, él decide perdonarle la vida a ella, y consigue sacar a su nación de muerte a vida (Ester 5:1).
Así pues, cuando Oseas habla de que Israel resucitará al tercer día, Él no está sacando un número al azar de la nada. Él está reflejando un tema bien establecido que tiene su origen en el primer capítulo de la Biblia. Como dice Oseas:
¡Vengan, volvámonos al Señor!
Él nos ha despedazado,
pero nos sanará;
nos ha herido,
pero nos vendará.
Después de dos días nos dará vida nuevamente;
al tercer día nos levantará,
y así viviremos en su presencia. (Oseas 6:1-2)
Esto es exactamente lo que ocurrió el Domingo de Resurrección. Él no solo resucitó, sino que resucitó al tercer día, de acuerdo con las Escrituras. Él es el árbol frutal capaz de dar nueva vida según su especie. Él es el Hijo único, destinado a la muerte y devuelto a su Padre con vida tras haber demostrado lo profundo que es el amor del Padre. Él es el nuevo Jonás, vomitado de las profundidades al cabo de tres días para predicar el perdón a los gentiles. Él es la nueva Ester, que da un vuelco a la suerte de su pueblo intercediendo en la sala del trono celestial, encontrando el favor del Rey, conquistando a sus enemigos y, en última instancia, dándoles descanso.
Al tercer día, prometió Oseas, Dios nos restaurará para que podamos vivir en su presencia. Él ya lo ha hecho. Así que, ahora, podemos.
Andrew Wilson es pastor de enseñanza bíblica en la King’s Church de Londres y autor de Remaking the World.