En los últimos años, el crecimiento del movimiento evangélico en América Latina ha llegado a los titulares de las noticias. Sin embargo, lo que más soprende al historiador colombiano Daniel J. Salinas es el tiempo que tardó el movimiento en arraigarse.
Los primeros misioneros protestantes llegaron a América Latina hace unos 150 años, en la década de 1870. Actualmente, los evangélicos en Brasil y Guatemala representan el 41 y el 31 por ciento de sus poblaciones, respectivamente [enlaces en inglés]. Estos países son casos atípicos en el marco del lento crecimiento del evangelicalismo en el resto de América Latina, donde históricamente ha predominado el catolicismo.
«El factor principal que ha desafiado el poder de la iglesia católica no es el protestantismo, sino el secularismo», dijo Salinas. «Si le preguntas a cualquier persona en América Latina, te dirán que son católicos, aunque quizás nunca hayan ido a la iglesia. La mayoría de la gente cumple los ritos de la religión predominante, pero no mantiene un compromiso hacia la doctrina de esa religión. Cumplen con el bautismo cuando son pequeños, hacen la confirmación y se casan por iglesia, pero no van más allá que eso».
Salinas creció en una iglesia pentecostal en Bogotá, Colombia. Tras trabajar un tiempo como ingeniero mecánico, creyó que Dios lo estaba llamando a hacer algo más con su vida y comenzó a servir como misionero en Uruguay, Ecuador, Bolivia y Paraguay. Actualmente, Salinas enseña en varios seminarios, entre ellos la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia en la ciudad de Medellín. Es el autor de Teología con alma latina: El pensamiento evangélico en el siglo XX, publicado en español por Ediciones Puma en 2018.
Salinas habló recientemente con Geethanjali Tupps sobre su trayectoria como misionero en América Latina, las tensiones históricas y actuales entre protestantes y católicos en el continente, y el impacto de la historia política sudamericana del siglo XX en la iglesia.
¿Qué tipo de impacto tuvieron los misioneros protestantes cuando comenzaron a llegar en la década de 1870?
Los primeros misioneros fueron presbiterianos y metodistas que llegaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Ellos abrieron centros médicos y escuelas, muchos de los cuales continúan funcionando y son reconocidos en la actualidad. Sin embargo, después de las décadas de 1930 y 1940 la mayoría de los misioneros solo abrieron iglesias. Nada más. El interés social que había habido en un principio se perdió.
Durante esta época, los misioneros estadounidenses que viajaban a América Latina no eran vistos principalmente como gente interesada en difundir su mensaje de fe, sino como personas interesadas en hacer que América Latina mirara con buenos ojos a Estados Unidos. De hecho, uno puede encontrar libros escritos por católicos que afirmaban que los misioneros protestantes eran espías de la CIA o que habían sido enviados por Estados Unidos para cambiar nuestro modo de vida y nuestra cultura.
A grandes rasgos, el crecimiento fue muy lento y el contexto muy difícil. Muchos de aquellos misioneros probablemente pasaron a la presencia del Señor sin poder ver los resultados de sus esfuerzos. Aun en las décadas de 1960 y 1970, la iglesia evangélica era todavía muy pequeña.
¿Cómo han respondido los gobiernos en América Latina ante el movimiento evangélico?
El camino no fue fácil para los misioneros que llegaron a América Latina a comienzos del siglo XX. Los gobiernos liberales eran más abiertos y receptivos hacia los misioneros porque pensaban que el protestantismo contribuiría al desarrollo de sus países. Pero tan pronto como un presidente más conservador llegaba al poder, se cerraban las fronteras.
A principios de la década de 1900, algunos países comenzaron a reconocer la libertad religiosa y la libertad de culto. Durante años, muchas de las constituciones estipulaban que la Iglesia católica era la iglesia oficial del país. En Argentina y Colombia, por ejemplo, no quitaron el requisito de que el presidente debía ser católico sino hasta la década de 1990.
En la actualidad, muy pocas veces ocurre que los evangélicos sean invitados por algún gobierno para participar en las conversaciones que definirán políticas o el desarrollo del país. Los políticos solo se acercan a los evangélicos antes de las elecciones porque reconocen que el voto evangélico puede marcar una diferencia en los resultados.
Hace años, cuando servíamos como misioneros en Cochabamba, Bolivia, en 1998, estábamos buscando un lugar para celebrar el aniversario número 40 de IFES (International Fellowship of Evangelical Students) en América Latina. Había una escuela católica que tenía un hermoso lugar de reuniones que estábamos interesados en usar. Ellos alquilaban ese lugar a diferentes grupos, pero cuando les preguntamos si podíamos alquilarlo, nos dijeron que no porque no éramos católicos.
¿Qué grupos alcanzó el movimiento protestante más efectivamente?
Ya en la década de 1900, los estratos con niveles más altos de educación y las personas más ricas o con mayor poder político habían abandonado la religión por completo, incluso a pesar de que la iglesia católica era la que bendecía al presidente y al congreso.
Históricamente, las personas de clases más bajas han sido más abiertas al evangelio. Una de las razones fue la rápida urbanización. La gente abandonaba la seguridad y certidumbre de sus lugares de origen en áreas rurales donde habían vivido toda su vida para buscar mejores oportunidades en las ciudades. Pero cuando llegaban a las ciudades, no tenían una red social de contactos, así que una manera que tenían para conocer gente era asistir a una iglesia evangélica, la cual a menudo ofrecía una red comunitaria de apoyo.
Para la década de 1970, las iglesias evangélicas comenzaron a crecer. El liderazgo en aquellas congregaciones era cada vez más local y menos extranjero, lo que hacía que la gente se identificara más con ellos. La mayoría de las iglesias no tenía ninguna relación o conexión con agencias u organizaciones misioneras extranjeras.
En ese tiempo, muchos países también sufrieron dictaduras militares. Algo que todavía no sé con claridad es qué efecto tuvieron estos gobiernos sobre las iglesias católicas y protestantes. Mientras que mucha gente se desilusionó de la iglesia católica por ser una aliada de muchos de estos regímenes, las iglesias evangélicas no denunciaron realmente la injusticia y las dictaduras militares, sino que permanecieron al margen mientras el poder de las dictaduras empeoraba.
¿Hasta qué punto los evangélicos de América Latina están tratando de encontrar una identidad propia?
En la época cuando venían los misioneros extranjeros, el mensaje de la iglesia católica era: somos latinoamericanos y América Latina es católica. Si eres latinoamericano, eres católico. Los misioneros evangélicos que llegaban no entendían realmente cuán unido estaba el catolicismo a la identidad de la gente.
Llevó mucho tiempo, más de un siglo, para que se rompiera esa conexión tan fuerte entre el catolicismo y la identidad latinoamericana, [es decir,] para que alguien pudiera sentir que podía ser latinoamericano y evangélico sin sentirse como un extranjero.
¿Cómo han contribuido las mujeres a la teología de América Latina?
En muchos lugares, las mujeres fueron las primeras en aceptar el evangelio, y muchas iglesias estaban organizadas y lideradas por mujeres. Con respecto a la participación en el liderazgo de la iglesia, las mujeres siempre se han involucrado; pero si hablamos de la participación en la producción teológica, eso es algo más reciente. Se pueden encontrar un par de nombres de la década de 1970 y 1980. Beatriz Melano Couch (1931-2004), de Uruguay, fue la primera mujer protestante registrada en obtener un título de doctorado en teología en América Latina.
Otras académicas que conozco son Elsa Támez de México, que es profesora de estudios bíblicos en la Universidad Bíblica Latinoamericana, y Nancy Bedford, quien nació en Argentina y actualmente es profesora en el Garrett Evangelical Theological Seminary.
En el grupo de Langham hay al menos cuatro mujeres que terminaron un doctorado en teología, misionología u otras áreas teológicas.
¿Cree usted que el movimiento evangélico ha atendido las necesidades y preocupaciones sociales de los pueblos originarios en América Latina?
Eso es todavía más reciente.
Los teólogos de pueblos indígenas han tenido un papel fundamental en la forma en que contamos la historia de la conquista y cómo entendemos la invasión de los españoles. No ha habido una organización que una a los pueblos indígenas para que trabajen juntos. Más bien, varios cristianos indígenas están compartiendo su comprensión de la fe cristiana sin tener mucho contacto con otros pueblos indígenas, hecho que se ha visto acentuado por factores tanto geográficos como lingüísticos.
¿Qué papel ha tenido la inmigración al entender el movimiento evangélico u otras confesiones de fe?
Nuestros países son un crisol de muchas culturas. En Colombia, por ejemplo, recibimos a muchos libaneses y turcos en el siglo XIX. Algunos se integraron por completo con la población, aunque uno los puede reconocer por sus apellidos.
Por otro lado, si uno va al sur de Chile, hay muchas iglesias donde los servicios todavía se realizan en alemán. Y en el sur de Argentina uno puede encontrar iglesias donde se habla en inglés. Todavía hay algunas iglesias formadas por inmigrantes que vinieron de Francia que están en el extremo sur de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay.
En Uruguay hay muchos alemanes, sobre todo menonitas, que en su momento habían sido expulsados de Alemania por no querer unirse al servicio militar. Fueron a Rusia, pero luego tuvo lugar la Revolución Bolchevique. Hay varias colonias menonitas en Paraguay, en el sur de Brasil y de Chile, y un par de comunidades grandes en Argentina.
No es fácil hablar de la influencia o los efectos que la inmigración tuvo sobre el evangelio porque muchos cristianos que llegaron eran menonitas que habían sido históricamente comunidades cerradas al resto de la población del país. Migraron a América Latina porque buscaban protección, poder educar a sus hijos como querían y usar su lengua materna. La apertura de estas comunidades es bastante reciente.
Tengo un amigo que trabaja en la Iglesia Presbiteriana Japonesa en São Paulo, Brasil. Es una iglesia y un ministerio muy grande, y ellos sirven a japoneses de segunda o tercera generación que ahora son brasileños, pero también tienen una reunión temprano por la mañana en japonés para los adultos mayores.
Cuando fui misionero en Uruguay, vivía cerca de una familia armenia. Cuando iban a la iglesia, los padres de la familia iban a la reunión en armenio, mientras que los hijos iban a la reunión en español.
¿De qué manera los países de América Latina están participando de forma más activa en las misiones?
Hace poco estuve en Kenia para la Asamblea Global de SIM International (Serving in Mission, por sus siglas en inglés). Conocí a una familia boliviana de Cochabamba que estaba sirviendo en el norte de Kenia con gente de Somalia. También conocí a una familia de la Ciudad de México que sirve en Katmandú, Nepal, y a otro mexicano que sirve en la India.
Brasil es un país grande que está enviando a muchos misioneros a todas partes, y sé que Costa Rica y Colombia también han enviado a muchos misioneros. Tenemos los mismos problemas que muchas obras misioneras, como por ejemplo el agotamiento, y muchos misioneros vuelven a sus países completamente exhaustos. Pero también escuchamos historias de lo que está sucediendo, y eso es alentador.