En un campo repleto de franquicias como Indiana Jones, el inesperado éxito de taquilla de este verano ha sido una película sobre el tráfico sexual de menores: Sonido de libertad [Sound of Freedom]. Basada en la historia de Tim Ballard, fundador de Operation Underground Railroad, esta película de bajo presupuesto ha recaudado 45 millones de dólares desde su estreno el 4 de julio [enlaces en inglés].
La película cuenta la historia de Ballard (Jim Caviezel, quien interpretó a Jesús en La Pasión de Cristo de 2004), un agente del Departamento de Seguridad Nacional encargado de perseguir y detener a pedófilos, quien se siente frustrado con su trabajo. Lo que él realmente quiere es rescatar a los niños víctimas del tráfico sexual, pero en un momento dado dice: «La mayoría de esos niños están fuera de Estados Unidos».
Deja su trabajo y se lanza a la aventura, viajando por México y Colombia en la búsqueda de unos hermanos que han caído víctimas de la trata. Él y su equipo intentan montar un club sexual en una isla al estilo de Epstein para atrapar a los traficantes y rescatar a los niños.
No es una película explícitamente saturada de una temática de fe, salvo por la parte en la que Ballard cita Marcos 9:42 («Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino…») mientras detiene a un pederasta. El verdadero Ballard es miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
No obstante, la película ha atraído al público cristiano preocupado por la trata de personas. La película es distribuida por Angel Studios, la misma compañía que distribuyó The Chosen [Los elegidos] (desde mayo, Lionsgate distribuye The Chosen). Sonido de libertad había estado estancada desde que su distribuidora Fox Latin America la abandonara en 2019. Ballard dijo en una entrevista con Fox News que estaba visitando el set de The Chosen cuando conoció a los ejecutivos de Angel Studios: «Hicieron el acuerdo en cinco días».
En la vida real, la organización contra el tráfico de personas de Ballard, Operation Underground Railroad (OUR), se dio a conocer por el tipo de operaciones dramáticas de rescate que se muestran en la película. Ballard también dirige la organización Nazarene Fund, que ha rescatado a yazidíes y, tras la salida del ejército estadounidense de Afganistán en 2021, ha dirigido operaciones privadas de transporte aéreo para rescatar a afganos perseguidos y sacarlos del país.
El personal con experiencia en ministerios que luchan contra la trata de personas entrevistado por CT reconoce que se trata de una película, por lo que es natural que la historia sea dramatizada. Pero también quieren que el público entienda que muchas de las actividades de lucha contra la trata dentro de Estados Unidos son distintas de las que aparecen en la película.
Antes de la película, las organizaciones ya habían encontrado voluntarios que tenían la idea de realizar rescates dramáticos.
«No vamos a derribar puertas. No vamos a cargar gente sobre nuestros hombros», dijo Jeff Shaw a CT. Shaw es el director de programas de Frontline Response, una organización cristiana contra el tráfico de personas con sede en Atlanta que opera en Georgia y Ohio. Shaw quedó «impresionado» por la película y se la recomienda a la gente, pero tiene algunas salvedades: «Incluso las víctimas de la trata de menores que han sido “secuestradas”, la mayoría de las veces se resisten a ser rescatadas, porque no están en ese espacio psicológico. Es por eso que gran parte de nuestra capacitación consiste en “desprogramar” a nuestros voluntarios para que sepan cuáles deben ser sus expectativas sobre cómo va a responder la gente y cómo luce en realidad el tráfico sexual».
Los expertos explicaron a CT que las operaciones de rescate sí se llevan a cabo, pero suelen ser una pequeña parte del trabajo en la lucha contra la trata de personas. En Estados Unidos, los ministerios que luchan contra la trata realizan una labor menos dramática: ofrecen comidas calientes en las calles, disponen de casas seguras que ofrecen rehabilitación y recuperación a largo plazo, educan y apoyan a los niños en riesgo de explotación, capacitan a los empleadores para identificar la trata y colaboran con las fuerzas del orden. A veces, el trabajo de los ministerios se parece más a la lucha contra la pobreza, la recuperación de adicciones y la construcción de relaciones interpersonales.
«Es estupendo que [la película] sensibilice», afirma Suzanne Lewis-Johnson, exagente del FBI y cristiana que trabajó en casos de tráfico de menores en Ohio durante una década. «Pero si nos centramos demasiado en cómo nos imaginamos el tráfico de personas, nos perderemos la realidad. Tendemos a basar nuestros programas y enfoques en la anomalía… Vamos a pasar por alto lo que tenemos delante de nuestras narices si pensamos que se trata de esta gente en el extranjero moviéndose a través de redes».
Los secuestros repentinos de niños como los que se muestran en la película ocurren, dice, pero no son típicos. Según las estadísticas de Polaris, una organización que lucha contra el tráfico de personas y que gestiona la Línea Nacional de Tráfico de Seres Humanos de Estados Unidos, los traficantes dentro de los Estados Unidos suelen negociar con personas que conocen. Polaris describe los «tres tipos principales de reclutadores» como familiares o cuidadores, parejas íntimas y empleadores.
«Hemos tenido sobrevivientes que nos han dicho: “No sabía que era víctima de la trata porque no se parecía a lo que se ve en las películas”», dijo Beck Sullivan, director de programas de Restore, una organización contra la trata que trabaja en la ciudad de Nueva York. Sullivan también cree que la película es buena para concienciar, y aprecia el texto final de la película que señala que Estados Unidos es uno de los mayores consumidores de sexo infantil, lo que demuestra que el problema de la demanda es interno. Pero, «es importante que la gente se informe sobre cómo [opera la trata] en su propia ciudad».
Algunos de los métodos de lucha contra el tráfico de personas que se muestran en la película —la creación de una isla a la cual Ballard y su equipo le piden a los traficantes que lleven a los niños, o un personaje que compra niños que son víctimas del tráfico sexual para liberarlos— podrían, inadvertidamente, crear más demanda de tráfico de niños y agravar el problema.
«No puedes evitar hacerte la pregunta: “¿Han ido a llevarse a más niños de sus familias en sus comunidades para venir a satisfacer esta demanda?”», dijo Shaw, de Frontline Response. «Es complicado».
Shaw vio la película en una sala de cine abarrotada y, mientras estaba sentado, pensaba en lo que harían después los millones de personas que la han visto.
«¿Qué puede hacer este público que ve esta película sobre algo que está ocurriendo en Centroamérica y Sudamérica para activarse localmente?», dijo. «No vamos a ir a la selva tropical en un bote de motor para… rescatar niños».
Él espera que la gente busque organizaciones contra la trata de personas dentro de sus comunidades. Recordó el documental sobre tráfico sexual de 2011, Nefarious, que provocó una avalancha de apoyo y voluntariado para las organizaciones contra el tráfico de personas. Después de que se estrenara esa película, recuerda el lleno total de los cursos de capacitación en Frontline, y que se contrató a personas «tan rápido como pudimos» para realizar tareas como divulgación o atención telefónica.
Muchas de esas personas se convirtieron en voluntarios a largo plazo, pero cuando llegó la pandemia de COVID-19, algunos voluntarios constantes se retiraron. Y aunque Frontline todavía cuenta con muchos voluntarios dispuestos a prestar un día de servicio de vez en cuando, la organización no ha recuperado a algunos de esos voluntarios constantes de los que depende.
Shaw espera volver a ver el efecto de Nefarious: «corazones quebrantados, que Dios llame a la gente al trabajo y que luego se comprometan con él».
«Creo que, como cristianos, queremos salvar a todo el mundo, en lugar de ir a encontrar a la gente ahí donde está», afirma. «Tal vez [los sobrevivientes de la trata] abandonan el hogar seguro y vuelven, y luego vienen seis veces más antes de decidir quedarse. Se trata realmente de estar preparado para dejar que ese proceso se desarrolle en el tiempo de Dios».
Bob Rodgers es el director general del ministerio contra la trata Street Grace, que se centra en ayudar a los niños de Georgia, Tennessee y Texas. Street Grace ha colaborado con OUR en el pasado. En su opinión, la película está bien hecha, pero muestra una «pequeña parte» de lo que puede ser la trata de personas.
«Estamos agradecidos por la película y por la atención que atrae hacia el tema, pero es importante que la gente se dé cuenta de que eso no es necesariamente como el tráfico luce en Houston o DC», dijo. «Se trata de niños de nuestras comunidades que son comprados y vendidos por personas de nuestras comunidades». No critica la película —«no se rodó para que fuera un tema nacional o local»—, pero él quiere que el público sepa lo que hacen las organizaciones nacionales.
Street Grace, por ejemplo, se centra en el uso de la tecnología para interrumpir la demanda de explotación sexual infantil y tiene programas a largo plazo para mantener a los niños fuera de las situaciones de trata. En un día normal, Street Grace imparte capacitación a empresas, habla con las fuerzas de seguridad e instruye a niños en academias de liderazgo juvenil sobre técnicas de liderazgo, límites saludables y cómo protegerse a sí mismos en internet.
Rodgers espera que la película haya despertado el interés de la gente, y piensa que llegó en un momento importante. La pandemia «lo trastocó todo, y la trata y la explotación sexual crecieron exponencialmente cuando el mundo entero se vio empujado a la red», afirmó. En su opinión, a los grupos de lucha contra la trata les ha costado mucho seguir el ritmo de «los malos» en internet.
Lewis-Johnson, la exagente del FBI que ahora es Directora General de No More Trafficking, dejó la agencia en parte porque quería poder hablar al público cristiano sobre cómo luce realmente la trata.
«Queremos hacer algo grande y gigantesco», afirma. Pero la lucha contra el tráfico «requiere que todos hagamos lo que parecen cosas pequeñas, de forma consistente, juntos».
Según ella, las operaciones de rescate llevadas a cabo por personas inexpertas pueden fracasar porque los traficantes saben engañar: «Intentan que el bueno parezca el malo». Y se ha encontrado con organizaciones sin ánimo de lucro bienintencionadas que han gestionado mal las situaciones de trata porque no tenían experiencia: por ejemplo, al comprar un pasaje para que una mujer volviera con su tratante. En los casos de trata, «estás intentando armar un rompecabezas y no tienes la imagen de la caja ni sabes cuántas piezas hay», dice.
«La realidad es que hay más maldad en el mundo de lo pensamos», afirma Lewis-Johnson. «Ningún ser humano es la respuesta por sí mismo. Por lo que he visto, sé que hay un Dios bueno que está conteniendo a la gente [para que no haga el mal]… Si nos humillamos y oramos, veremos cómo cambia la situación».
Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.