Thomas Paine arrojó tinta empapada en gasolina sobre el espíritu ardiente de la independencia estadounidense al publicar su folleto Sentido común seis meses antes de la Declaración de Independencia en 1776. Tras la independencia del rey Jorge III, Paine afirmó: «El nacimiento de un nuevo mundo se acerca».
Este nuevo mundo nacería libre de un rey. Citando el Evangelio de Mateo, el Libro de los Jueces y 1 Samuel 8 (donde Israel exige ser gobernado por reyes como las otras naciones), Paine argumentó que «el Todopoderoso ha presentado aquí su protesta contra el gobierno monárquico». Common Sense fue un enorme éxito: logró vender más de 100 000 copias en apenas unos meses. El resto de la historia sobre 1776 es bien conocido: Estados Unidos hizo eco del llamado de Paine y proclamó su independencia.
Dieciocho años después, Paine escribió más consejos para sus devotos lectores. En 1794, publicó la primera de tres partes de La edad de la razón, en la que pregonaba sus creencias deístas sobre la Biblia. También fue un éxito de ventas inmediato. Paine declaró en la primera página: «Creo en un solo Dios, y nada más». Añadió: «No creo en… ninguna iglesia que yo conozca. Mi propia mente es mi propia iglesia… [Las iglesias son] invenciones humanas creadas para aterrorizar y esclavizar a la humanidad, así como para monopolizar el poder y las ganancias». Paine diseccionó la Biblia, libro por libro, y concluyó: «No escudriñéis el libro llamado Escritura, que cualquier mano humana podría hacer, sino la Escritura llamada Creación».
Como explica Mark Noll en America’s Book: The Rise and Decline of a Bible Civilization, 1794–1911, figuras como Paine fueron fundamentales al dar forma al compromiso de Estados Unidos con la independencia, lo que a su vez dio forma a la manera en que sus habitantes se relacionaron con la Biblia. En la mente de Paine, y en la mente de muchos de sus contemporáneos, los estadounidenses tenían derecho a usar la Biblia como quisieran, siempre y cuando no mordieran la mano que los alimentaba con su libertad, es decir, la independencia.
Una herramienta para guiar a ciudadanos independientes
Noll es un destacado historiador del cristianismo estadounidense que pasó 27 años en Wheaton College antes de terminar su carrera en la Universidad de Notre Dame. America’s Book es una continuación de su publicación de 2016 In the Beginning Was the Word: The Bible in American Public Life, 1492–1783, que examinó el impacto de la Biblia en la política estadounidense desde Cristóbal Colón hasta la firma del Tratado de París. America’s Book desarrolla varios temas explorados en el trabajo anterior de Noll: la influencia de Paine, el predominio de la Biblia King James, la tendencia de los estadounidenses a imaginarse a sí mismos como un tipo de Israel, su hábito de utilizar las Escrituras para apoyar los principios republicanos y democráticos, y la intersección de la esclavitud con todo esto y más.
Noll organiza sus 30 capítulos en seis partes. La primera parte sienta las bases para ayudar a los lectores a comprender el primero de los dos argumentos principales de Noll: el compromiso de Estados Unidos con la independencia dio forma a cómo los estadounidenses utilizaron la Biblia desde el principio.
¿Cómo se gobierna una nación de ciudadanos libres e independientes? Noll explica que parte de la respuesta está en la «confianza voluntaria en las Escrituras», con especial énfasis en «voluntaria». Agrega: «Si bien las Escrituras siguieron siendo indispensables para la religión personal y el orden de la iglesia, también se convirtieron en la herramienta para garantizar el bienestar de un pueblo libre en una sociedad libre». En los primeros años de Estados Unidos, la Biblia era una herramienta para guiar a ciudadanos independientes. Noll cita a uno de los primeros historiadores de la Biblia en Estados Unidos, quien escribió en 1844: «Nada más que la Biblia puede convertir a los hombres en sujetos de la ley por voluntad propia; primero deben consentir con su sumisión al gobierno de Dios antes de que puedan rendir una obediencia voluntaria a los requisitos de los gobiernos humanos».
La segunda parte muestra cómo la Biblia apareció prácticamente en todas partes en la nueva república. Los pueblos, las montañas y los niños estadounidenses recibieron nombres bíblicos y, a menudo, del Antiguo Testamento, a fin de acoger la idea de Estados Unidos como un nuevo Israel. Mientras tanto, una asombrosa cantidad de Biblias King James llenaron las iglesias y los hogares, con la ayuda de la creación de la Sociedad Bíblica Estadounidense.
El segundo argumento principal de Noll surge en la tercera y cuarta partes del libro: el enfoque de acercamiento a la Biblia que priorizaba la independencia, que usaba los pasajes de las Escrituras como prueba, y el razonamiento que proclamaba «solo la Biblia» terminó fracturando a Estados Unidos cuando sus políticos, pastores y ciudadanos no pudieron ponerse de acuerdo sobre lo que la Biblia enseña acerca de la esclavitud. Estas fracturas se hicieron evidentes en el Compromiso de Missouri (1820), el intento de levantamiento de Denmark Vesey (1822), la revista Liberator de William Lloyd Garrison que hacía un llamado a la emancipación inmediata (1831), la revuelta de esclavos de Nat Turner (1831) y las rupturas entre metodistas y bautistas del norte y del sur (1845). La interpretación independiente de la Biblia permitió la reinterpretación de John Smith en El Libro de Mormón (1830), los cálculos del momento del regreso de Cristo basados en la Biblia del Movimiento Millerita (1843) y nuevos puntos de vista sobre los derechos de la mujer.
El clímax del libro llega cuando Noll muestra que el fracaso de Estados Unidos en ponerse de acuerdo sobre lo que la Biblia enseña sobre la esclavitud fracturó a la nación por completo en la Guerra Civil. Como explica Noll, «cuando los argumentos sobre las Escrituras y la esclavitud sacaron a la luz opiniones contradictorias sobre lo que revelaba el sentido común, la teología protestante estadounidense comenzó a dividirse, como sigue estando dividida hasta el día de hoy».
Noll proporciona detalles exhaustivos de las lecturas de la Biblia usadas para presentar argumentos a favor y en contra de la esclavitud. Admite que incluso cambió de opinión con respecto a qué lado proporcionaba argumentos más fuertes en esa época. En su libro de 2006 The Civil War as a Theological Crisis, Noll había sostenido que la postura a favor de la esclavitud ganó un mayor apoyo debido a su simplicidad. Su libro actual examina de nuevo evidencia previa y hace uso de nuevos materiales, cuyo peso lo convenció de que el argumento antiesclavista debería haber sido suficiente para triunfar.
Admiro que Noll, como académico de alto nivel, haya estado dispuesto a reconsiderar la evidencia y revertir su conclusión anterior. Y hace bien en especificar lo que podría haberles dicho a los intérpretes de la Biblia del Antebellum con respecto a la esclavitud, explicando «cuál podría haber sido el arma más fuerte en su arsenal»: si «los estadounidenses afirmaban seguir solo la Biblia, o incluso la Biblia como el principal testigo junto con otras autoridades, y las Escrituras casi no contenían ejemplos de esclavos africanos, y ninguna directriz creíble de que solo los africanos deberían ser esclavizados, los argumentos a favor de la esclavitud no deberían haber disfrutado de la importancia que obviamente disfrutaron».
Influencia decreciente
Las dos partes finales del libro (5 y 6) documentan el lugar que tuvo la Biblia en los 50 años posteriores a la Guerra Civil. Noll argumenta que el lugar o estatus de la Biblia declinó en Estados Unidos porque los protestantes blancos «crearon una percepción popular de que la religión no tenía nada confiable o coherente que decir sobre el mayor problema estadounidense del siglo XIX», es decir, la esclavitud. Cerca de los albores del siglo XX, mientras algunos protestantes insistían en la naturaleza infalible de la Biblia como punto de partida hermenéutico, cada vez menos estadounidenses escuchaban. Entre el aumento de la inmigración de grupos no protestantes y la catástrofe de la Guerra Civil, Noll escribe: «Los protestantes blancos de habla inglesa ya no controlaban el espacio público».
En 1911, se celebró el 300 aniversario de la creación de la Biblia King James en Londres, Nueva York y Chicago. Las conmemoraciones incluyeron comentarios del primer ministro británico, los embajadores nacionales, el presidente William Howard Taft y el rey Jorge V. Al echar la vista atrás, sus palabras funcionaron como elogios por el papel destacado que la Biblia desempeñó una vez en Inglaterra y Estados Unidos. Noll cree que cerca del comienzo del siglo XX, «un gran número también se alejó por completo de la guía religiosa a favor de las autoridades sociales o la preocupación total por la vida en este mundo».
Hay muchos temas de reflexión en el carnoso libro de Noll de más de 800 páginas. Mientras lo leía, formulé tres preguntas que espero que los escritos futuros de Noll puedan discutir, o bien, inspirar a otros a responder.
Noll argumenta correctamente que los estadounidenses formularon sus argumentos, buenos y malos, «no porque fueran estúpidos, sino porque vivían con un universo diferente de suposiciones». Entonces, primero pregunto: ¿cómo pueden los estadounidenses ser más conscientes de cómo nuestras suposiciones actuales sobre la democracia y la independencia influyen en la forma en que usamos e interpretamos nuestras Biblias? Segundo, ¿cómo podría una nueva generación de estadounidenses cultivar la virtud cristiana si la historia nos ha demostrado que es poco probable que lleguemos a un consenso sobre la interpretación de las Escrituras? Y tercero, ¿podría Noll continuar su proyecto en un tercer libro que comience después de 1911 para ayudarnos a comprender el enfoque con el que los estadounidenses se han acercado a la Biblia en el último siglo? Espero que lo haga.
Sean McGever es director de área de Young Life en Paradise Valley, Arizona, y profesor adjunto en Grand Canyon University. Brinda conferencias, enseña y ministra en los Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Sus libros incluyen Born Again: The Evangelical Theology of Conversion in John Wesley and George Whitefield.
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.