George Verwer tenía una pregunta.
Cuando el joven de 18 años y su amigo terminaron de orar en un dormitorio en Maryville, Tennessee, Verwer miró a su compañero de universidad y le preguntó: «¿Y bien? ¿Estás listo para ir?».
Dale Rhoton se sobresaltó. Acababa de escuchar la idea de Verwer de que debían vender todo lo que tenían y usar el dinero para comprar un camión ese verano, llenarlo de ediciones en español del Evangelio de Juan y conducir hasta México, donde el 70 % de la gente no tenía acceso a las Escrituras. Acababan de orar al respecto.
«George», dijo, «lleva más tiempo que eso».
Verwer no veía por qué. El futuro fundador de Operación Movilización (OM) vio una necesidad espiritual. Ellos podían satisfacer esa necesidad. El resto no le importaba.
«Su única pasión en la vida ha sido ser un canal por medio del cual la gente se convierta en amigos de Jesús a largo plazo», escribió Rhoton más tarde. «Su zona de confort es salir de su zona de confort. Solo se siente realmente seguro cuando lo arriesga todo».
Ese «fervor Verwer» por las misiones, que lo acompañó el resto de su vida, movió a un número incalculable de cristianos a cruzar fronteras, culturas y continentes para proclamar las buenas nuevas del amor de Dios. OM se convirtió en una de las mayores organizaciones misioneras del siglo XX, enviando a miles de personas cada año en viajes de corta y larga duración. En la actualidad, OM cuenta con unos 3300 obreros de 134 países que actualmente están trabajando en 146 países. Se estima que otras 300 agencias misioneras se crearon a raíz de contactos con OM o por iniciativa de antiguos miembros de OM.
Verwer falleció el viernes a los 84 años de edad.
Lindsay Brown, quien dirigió la Fraternidad Internacional de Estudiantes Evangélicos durante 40 años, lo recordó como un destacado líder misionero.
«Creo que OM no tiene parangón en cuanto a la variedad de actividades, agencias y líderes que ha engendrado», afirmó. «Y creo que George es el estadista misionero norteamericano más importante de los últimos 60 años. Ha tenido un ministerio extraordinario».
Verwer nació el 3 de julio de 1938, hijo de Eleanor Caddell Verwer y George Verwer Sr., un inmigrante holandés que trabajaba como electricista. Se crió en Wyckoff, Nueva Jersey, a las afueras de Nueva York. La familia pertenecía a una congregación de la Iglesia Reformada en América, pero el Sr. George Verwer asistía poco y, para el pequeño Verwer, la iglesia no era más que un club social.
El joven Verwer era atleta y Boy Scout, pero pasaba mucho tiempo detrás de las chicas y metiéndose en líos. Para los estándares de la época, la mayoría se consideraban «travesuras», pero Verwer también provocó un incendio en los bosques del condado de Bergen y, cuando aún era adolescente, entró en casa de alguien y fue capturado por la policía.
La noticia del incidente hizo que una cristiana local llamada Dorothea Clapp empezara a orar por Verwer, para que encontrara la fe en Jesús. Como él lo describió más tarde, ella lo puso en su «lista del Espíritu Santo» [lista negra].
Clapp también le envió a Verwer un Evangelio de Juan por correo. El libro no tuvo un impacto inmediato, pero tres años más tarde, Verwer sintió un impulso irresistible de asistir a una cruzada de Billy Graham en el Madison Square Garden. El 5 de marzo de 1955, él y unos cuantos amigos viajaron 30 millas (50 km) en autobús para escuchar el sermón de Graham. Al escuchar la invitación a entregar su vida a Cristo, Verwer pasó al frente. El mensaje de que Dios lo amaba y podía usarlo lo conmovió profundamente.
«Descubrí que Él podía usarme, no aplastando mi temperamento, ni exponiéndome como el miserable que era», escribió Verwer más tarde, «sino ofreciéndome amor y obrando a través del Espíritu Santo».
De vuelta en Nueva Jersey, inmediatamente se puso a trabajar para hablarle a otros de Jesús. Distribuyó mil ejemplares del Evangelio de Juan en su escuela y organizó una cruzada evangelística. Más de 100 personas se acercaron para entregar sus vidas a Cristo, según los informes de los periódicos locales de la época, entre ellas una persona muy importante para Verwer: su propio padre.
El joven Verwer no se dio cuenta en aquel momento, pero estaba claro que tenía un don para organizar y movilizar a los cristianos. Consiguió que cinco estudiantes de bachillerato [high school] compartieran sus testimonios y predicaran en su evento evangelístico. También consiguió que más de 30 adolescentes de su iglesia reformada holandesa participaran en un maratón de lectura de la Biblia, a pesar del escepticismo del pastor, quien le dijo a un periodista que al principio le preocupaba que los jóvenes no leyeran con el decoro adecuado.
Unos años más tarde, en la universidad, Verwer no solo vendió sus cosas para financiar un viaje misionero a México. Convenció a dos amigos, Rhoton y Walter Borchard, para que hicieran lo mismo.
Verwer, por supuesto, no sabía realmente lo que estaba haciendo, repartiendo tratados y Escrituras, e intentando montar una escuela bíblica por correspondencia en Monterrey. Cometió, como recordaría más tarde, algunos «errores bastante graves». Decidió que necesitaba más educación, por lo que se trasladó al Instituto Bíblico Moody de Chicago. Allí, cuando pensaba renunciar por completo a las misiones, escuchó al ministro evangélico Oswald J. Smith hablar en la capilla. Smith hizo hincapié en la importancia de estar donde Dios quiere que estés y dedicarte plenamente a Cristo.
Verwer se sintió convencido. Corrió por el pasillo —«casi como un loco»— y se arrepintió de su falta de amor.
«Dios me rompió el corazón», dijo. «Vi que las cosas en mi corazón no estaban bien, y supe que tenía que responder… Debo estar dispuesto a correr riesgos por el reino».
Más tarde, cuando instaba a los jóvenes a irse al extranjero durante un verano o unos años, hacía hincapié en su reticencia —y la persistencia de Dios— en hacer reír al público.
«Dios me vio», decía. «Un holandés testarudo. Y me dio una patada misionera. Desde entonces estoy en órbita».
Verwer organizó un segundo viaje a México en 1958, y cuando conoció a su futura esposa, Drena Knecht, y se casó en 1960, su «luna de miel» fue también un viaje misionero a México. La pareja de recién casados estaba tan comprometida con su aventura evangélica que Verwer intentó ahorrar dinero para el campo misionero al intercambiar su tarta [o pastel] de bodas a cambio de un tanque lleno de gasolina en el viaje hacia el sur. El primer empleado de la gasolinera no pudo aceptarlo y simplemente les dio el combustible gratis. El segundo aceptó el intercambio.
Los Verwer pasaron seis meses en México y luego se trasladaron a España, que en aquella época estaba controlada por el dictador fascista Francisco Franco. El dictador había expulsado a los pastores protestantes, prohibido toda actividad de culto público y anuncios, y confiscado las Biblias protestantes. Sin embargo, Verwer se metió en problemas cuando emprendió un viaje a otro régimen totalitario, conduciendo hasta la Unión Soviética con un coche lleno de Biblias para distribuir. Las autoridades lo detuvieron y lo expulsaron del país.
Mientras Verwer era deportado a Austria y oraba sobre lo que debía hacer a continuación, le asaltó la idea de que no era un buen misionero, pero era bueno movilizando a otros. Observó cómo un grupo de turistas europeos abordaban un autobús rumbo a la URSS y se le ocurrió que eso era lo que él debía hacer: enviar a otros.
Al año siguiente, el ministerio, que entonces se llamaba Send the Light, organizó unos 2000 viajes misioneros de corta duración a países controlados por los comunistas. En 1963 se expandieron a países musulmanes y luego empezaron a movilizar misioneros a la India.
Peter Dance, uno de los jóvenes ingleses que llevó un camión lleno de literatura evangélica a Europa del Este y la India, recuerda que fue aterrador y estimulante.
«Tuve la sensación de que ya no había nadie que pudiera ayudarme, excepto Jesús», dijo. «Antes de cruzar esa frontera, tenía todo lo que necesitaba; incluso mi madre estaba allí si la necesitaba. Fui a la India muchas veces, y a pesar de los contratiempos y las dificultades, el Señor siempre me ayudó».
Christianity Today describió a aquellos primeros reclutas como «jóvenes contraculturales abiertos a la aventura», «peregrinos evangélicos» que eran «incluyentes, evangelizadores e itinerantes».
Veinticinco de ellos redactaron un manifiesto que Verwer publicó y distribuyó en iglesias, grupos juveniles y librerías cristianas de Estados Unidos y Europa.
«El Señor Jesucristo fue un revolucionario», decía. «¡Y nosotros somos revolucionarios! (…) En la esfera de la obediencia absoluta y literal a sus mandamientos reside el poder que evangelizará el mundo».
Verwer combinó el llamado a un compromiso total y radical con Cristo con la idea de una misión a corto plazo, rebajando las expectativas de servicio y facilitando que la gente se pusiera en marcha. Creía que Dios utilizaría a quienes estuvieran dispuestos, incluyendo a quienes no estuvieran listos para comprometerse durante años, a quienes no hubieran asistido a un instituto bíblico, e incluso a quienes hubieran arruinado sus vidas. Dios, después de todo, redimía los desastres. Dios actúa no solo a pesar de los errores humanos, sino en ellos y a través de ellos.
Siempre se mostró crítico con respecto a los «expertos en misiones» con teorías y métodos bien desarrollados. Verwer acabaría llamando a su enfoque «messiology» [un juego de palabras entre ‘missiology’, el estudio de las misiones; y ‘mess’, situación o estado de cosas confuso o lleno de dificultades]. Los cristianos siempre deben intentar evitar provocar confusión y caos, y algunos errores pueden ser espiritualmente devastadores. Pero, dijo, los que ponen su fe en Jesús no deben olvidar que Dios salva a los pecadores.
«Me encuentro con personas a las que, humanamente hablando, no les ha ido bien en la vida», escribió. «No están en el Plan A ni en el Plan B, sino en el Plan M. Cuando hablo con ellos, les recuerdo el gran alfabeto y les insto a abrazar la gracia radical y seguir adelante».
También sostenía que no había solo una forma correcta de proclamar el Evangelio. Los cristianos con mentalidad misionera necesitan experimentar, contextualizar y reevaluar continuamente lo que funciona.
«¿No tenemos 2000 años de pruebas de que Dios actúa de diversas maneras?», escribió. «¿No podemos aceptar que Dios obra de diferentes maneras entre diferentes grupos de personas? La obra de Dios es más grande que cualquier fraternidad u organización».
En ocasiones, Verwer se vio obligado a experimentar y cambiar rápidamente el modelo de OM. En 1968, cuando se vio obligado a salir de la India, OM decidió ceder el liderazgo a los indios y crear Operación Movilización India como una organización única que llegó a plantar miles de iglesias.
Otras veces, Verwer dio saltos de fe que no parecían necesarios en absoluto. En 1970, la organización misionera compró un barco. La historia oficial de OM señala que la idea de comprar un barco era «descabellada» y nadie en la organización tenía ni idea de cómo hacer esa compra —mucho menos de navegar con un barco a puertos de todo el mundo, donde pudieran regalar libros cristianos y hablar a la gente de Jesús—.
«Algunos pensaron que había perdido la cabeza», recordó Verwer más tarde.
Pero OM compró un barco holandés llamado Umanak, lo rebautizó Logos, y finalmente navegó 230 000 millas náuticas, a 250 puertos diferentes, ministrando a 6.5 millones de personas. El ministerio añadió un segundo barco en 1977.
Este enfoque «duro y siempre listo» del ministerio no siempre funcionó. El Logos encalló en 1988, con una carga de 125 000 dólares en libros cristianos. Para mayor disgusto de Verwer, varios misioneros de OM resultaron heridos o murieron en accidentes de tráfico vehicular en todo el mundo. A veces tenían problemas con las autoridades locales. Y algunas de las ideas de Verwer eran malas.
«Tengo demasiadas ideas, me desborda la creatividad», dijo a un grupo de estudiantes de Moody. «Nuestra visión en el ministerio cristiano se mezcla con el ego… Les diré que me he metido en algunas situaciones embarazosas».
Verwer también luchó contra el pecado y la duda. Se llamaba a sí mismo un «reincidente natural». Pero al final, su amor por Jesús y su pasión por hablarle a la gente de todo el mundo del amor de Dios por ellos superó todo lo demás. Uno de sus ayudantes, que llegó a ser pastor en Chicago, dijo que Verwer encarnaba el tipo de amor divino descrito en Juan 3:16.
«No sé si hay alguien que ame a todo el mundo tanto como George —al menos en lo que se refiere a los seres humanos— y que desee que tengan una relación con Jesús», dijo Mark Soderquist.
Verwer, por su parte, pensaba que la parte más importante de la vida cristiana era el amor.
«No hay más enseñanza bíblica que el amor, y aparte del amor no hay enseñanza bíblica», escribió. «No eres ortodoxo si no eres humilde. No eres “creyente en la Biblia” si no amas».
Verwer dimitió como director de OM en 2003, cediendo el liderazgo a Peter Maiden. Sin embargo, siguió hablando a grupos de jóvenes cristianos de todo el mundo. Sacaba un globo terráqueo inflable gigante, se ponía su característica chaqueta de globo terráqueo y les hacía, una y otra vez, una versión de la pregunta que le hizo a su amigo de la universidad cuando solo tenía 18 años.
«¿Y bien? ¿Estás listo para ir?».
«Si pasas dos años en el extranjero», decía Verwer, «es muy probable que nunca vuelvas a ser el mismo cuando regreses. Habrás visto cómo Dios responde a la oración y cómo el Espíritu Santo cambia vidas, y habrás vislumbrado lo que Dios está haciendo en todo el mundo».
A Verwer le sobreviven su esposa, Drena, y sus tres hijos, Ben, Daniel y Christa.
Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.