Cuando notó que las escuelas de su comunidad no tenían suficientes fondos, el pastor Clark Frailey intervino para ayudar a proporcionar materiales como toallas desinfectantes, papel y marcadores. En ese momento, Oklahoma recibía menos fondos para la educación que la mayoría de los estados en los Estados Unidos [los enlaces redirigen a contenidos en inglés].
Pero pronto se dio cuenta de que el problema era mucho más grande que los armarios de suministros vacíos. Los edificios de las escuelas desarrollaron moho negro. Los maestros estaban encuadernando libros de texto que tenían décadas de antigüedad. Los niños de kindergarten se amontonaban en clases de hasta 30 estudiantes.
Entonces, en 2016, Frailey y otros pastores bautistas lanzaron una iniciativa, Pastors for Oklahoma Kids, para abogar por los estudiantes y las escuelas en todo el estado.
«Nos encontramos con mucha demonización en ese momento», le dijo a Christianity Today. «Las personas decían que nuestras escuelas eran marxistas, socialistas y ateas. Y eso simplemente no era lo que nosotros habíamos experimentado como pastores de iglesias locales».
Estos pastores conocían a los directores, maestros y superintendentes que lideraban las escuelas locales; el personal de las escuelas asistía a sus iglesias y se ofrecían como voluntarios para servir en la escuela dominical y la guardería. Los argumentos de otros cristianos que alegaban una ideología radical en el sistema escolar, «se sentía como una narrativa falsa», dijo Frailey. «Había un fuerte movimiento para desacreditar la educación pública en Oklahoma».
Ese movimiento ha atacado la educación pública en comunidades de todo el país.
La educación en el hogar y la educación privada han aumentado a un ritmo sin precedentes desde que las escuelas hicieron la transición a la educación en línea durante los primeros meses y años de la pandemia. Las preocupaciones sobre los planes de estudios también aumentaron, ya que se difundieron historias de escuelas públicas que enseñan la teoría del género, fomentan el transgenerismo y promueven la teoría crítica de la raza.
A pesar de los titulares, muchos educadores cristianos le dijeron a CT que no han visto motivo de indignación en sus propios sistemas escolares y se sienten convencidos de permanecer en el aula.
«No he experimentado aquello que causa que mi iglesia y tal vez algunos de los miembros de la iglesia estén enojados y molestos», dijo Brittany Braun, maestra de tercer grado que ha enseñado en escuelas públicas durante 14 años. «No siento que me hayan pedido que guarde silencio con respecto a mi fe o que impulse una agenda de temas en los que no creo».
Braun dijo que su propia experiencia como estudiante cristiana en una escuela secundaria pública, rodeada de personas de diversas creencias y antecedentes, fue «super formativa» en su fe, y fue un campo de entrenamiento para la universidad. Sus dos hijos, de 5 y 7 años, asisten a la escuela de su distrito.
«Cuando llegó mi momento de tener hijos, me pareció que habría sido hipócrita enviar a mis propios hijos a una escuela privada si yo misma estaba trabajando intencionalmente para que la educación pública fuera lo mejor posible», dijo. «Si no le confiara a mis propios hijos al sistema de escuelas públicas al que doy mi vida todos los días, entonces, ¿qué estaría haciendo?».
Braun regresó al salón de clases este otoño después de ausentarse parte del año escolar pasado debido a un tratamiento por cáncer de mama, ansiosa por volver con los estudiantes a los que se siente llamada a enseñar y servir.
Incluso cuando las escuelas públicas han desarrollado una reputación negativa entre algunos cristianos, grupos como Christian Educators continúan ofreciendo apoyo con oración, recursos e incluso asesoramiento legal para aquellos preocupados por proteger sus trabajos. La asociación profesional afirma que su objetivo es «alcanzar a la próxima generación de embajadores de Cristo en nuestras escuelas».
«Nuestra luz debería brillar en los lugares más oscuros», dijo Micah Walls, maestra de escuela primaria en Lapel, Indiana. «Si no tenemos cristianos en el sistema de escuelas públicas tratando de amar a estos niños, ¿quién lo hará?».
A pesar de un aumento en la matriculación en escuelas cristianas y en la educación en el hogar, la investigación sugiere que todavía hay un gran apoyo entre los cristianos evangélicos. PDK International, una organización que apoya a los maestros, encontró en su encuesta que los padres tienen una visión más favorable de la escuela de sus hijos y de las escuelas locales de su comunidad que con respecto a las escuelas públicas del país. Los cristianos que se identificaron como políticamente conservadores reportaron mayor frustración con el sistema.
«En resumen», escribió Marilyn Anderson Rhames, «el desencanto con la educación pública parece tener mucho más que ver con la ideología política que con la religión».
Los padres cristianos que sacan a sus hijos de las escuelas públicas pueden no estar de acuerdo con ciertas lecciones, particularmente sobre sexo y género, o bien, temen no saber a qué información estarán expuestos sus hijos a través del plan de estudios o con sus compañeros de clase.
«Creo que la solución se encuentra en la creación de un diálogo saludable en el hogar», dijo Mandy Majors, madre cristiana y fundadora de nextTalk, organización que asesora a los padres sobre cómo mantener a los niños seguros en línea. Su filosofía de comunicación abierta se basa en Deuteronomio 6:6-7, que dice que debemos hablar con nuestros hijos «… cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.».
Algunas familias cristianas, como los Groen en Minnesota, han reconsiderado recientemente sus suposiciones sobre la escuela pública. Como ambos padres asistieron a escuelas cristianas privadas, Jenny Groen tenía la intención de hacer lo mismo con sus seis hijos.
Pero algunos de sus hijos no pudieron asistir a la escuela privada debido a problemas de salud, así que Groen los educó en casa durante un año al comienzo de la pandemia. La experiencia le hizo darse cuenta de «lo aislados que habíamos estado viviendo» dentro de una «burbuja cristiana muy pequeña y aislada».
«Sentimos que no estábamos siguiendo lo que dicen las Escrituras cuando nos llaman a “vivir en el mundo, pero no ser del mundo”», dijo a CT. «Después de un año de educación en el hogar, decidimos enviar a nuestros seis hijos a la escuela pública local, y estoy muy feliz de poder decir verdaderamente que todos están prosperando».
En un estudio, el investigador de religión Tyler VanderWeele encontró poca diferencia en los resultados finales de fe entre los niños que asistieron a una escuela religiosa privada y los que asistieron a la escuela pública. Sin embargo, aquellos que recibieron educación en el hogar resultaron tener un 51 por ciento más de probabilidades de asistir con frecuencia a servicios religiosos en la edad adulta.
Hadley Heath Manning, una madre en Colorado, describió su relación con las escuelas públicas como «frágil». Le preocupa que lo que ve como una oscilación negativa en las escuelas se deba en parte a que los cristianos «se hayan retirado de la esfera pública».
Como cristiana, dijo que se siente presionada a sacar a sus hijos de la escuela pública, pero también cree que los cristianos deberían ser parte de la discusión sobre las políticas y el plan de estudios de las escuelas públicas.
«Si bien hay algunas cosas a las que no quiero que mis hijos estén expuestos, como malos mensajes sobre género y sexo, sí quiero que mis hijos estén expuestos a familias de una variedad de orígenes», dijo. «Si puedo establecer confianza con el maestro, estar presente en el aula como voluntario y tener transparencia sobre lo que están aprendiendo mis hijos, entonces no solo me siento bien con la elección de enviar a mis hijos a esta escuela, sino que también espero que mi familia puede ser una influencia y una bendición para otros niños y maestros».
La oración es un factor importante. Manning y sus hijos oran juntos cada mañana antes de ir a la escuela. Stacy Callender, líder de Moms in Prayer, un grupo cristiano que ora por las escuelas ha visto un aumento en la membresía desde la pandemia.
La batalla por los niños en las escuelas de hoy se ha intensificado, dijo Callender, y hay menos necesidad de «convencer a las mujeres de que nuestras escuelas necesitan oración».
«El lugar más seguro para nosotros y para nuestros hijos es la voluntad de Dios, y esta puede ser [que asistan] a escuelas públicas», dijo Callender, quien dijo que ha visto a administradores escolares darle la bienvenida a organizaciones paraeclesiásticas a fin de que ayuden a manejar la reciente avalancha de problemas de salud mental.
Teachers in Prayer es otra organización basada en la oración por las escuelas y también ayuda a los maestros a navegar con preguntas sobre libertad religiosa en la educación pública.
Algunos líderes de la iglesia como Maggie Mobley, de la Iglesia Cristiana Sherwood Oaks en Bloomington, Indiana, ven una ventaja misional en enviar a los niños a las escuelas públicas en lugar de a escuelas cristianas.
«Queremos estar en medio de este caos», dijo Mobley, pastor de conexiones de Sherwood Oaks. «Podemos ministrar a otros si nos ponemos en una posición en la que podemos compartir a Jesús con personas que no lo conocen».
Mobley dijo que ella y su esposo han tenido conversaciones difíciles con sus hijos sobre cosas que escucharon en la escuela, pero que tienen una base sólida en su fe. Les recuerdan a sus tres hijos: «Sean una influencia; no se dejen influenciar» y «dejen que brille la luz de Dios».
En entrevistas con CT, tanto los padres como los maestros cristianos se refirieron al llamado de las Escrituras a ser «sal y luz» en las escuelas públicas.
Sin embargo, otros han cuestionado si el trabajo de un niño es ser lanzado a la misión o si los padres deberían priorizar su desarrollo espiritual en el hogar mientras son jóvenes. (Un artículo anterior de CT abordó un debate similar que involucraba a los hijos de los misioneros).
«Nuestros hijos tienen un trabajo. Y es ser NIÑOS. Es ser educado por sus padres. Es guardar la palabra de Dios en su corazón. Cuando sean mayores, estarán mejor equipados para salir y servirle», escribe un padre cristiano que aboga por la educación en el hogar.
La maestra de Biblia y columnista de CT, Jen Wilkin, envió a sus hijos a la escuela pública, y escribió: «No intentamos posicionar estratégicamente a nuestros hijos como misioneros miniatura».
Sin embargo, ella sí vio el beneficio de las distinciones con respecto al mundo en términos bíblicos que surgieron naturalmente para sus hijos en ese entorno educativo. «La escuela pública trazó líneas claras para nuestros hijos», escribió. «Saben que son una minoría… no tenemos que convencerlos de que son extranjeros y extraños».
Amy Perry Goldsmith, cuyos cinco hijos asistieron a la escuela pública, también vio cómo la escuela pública les dio a sus hijos una visión más amplia de su comunidad y les permitió sentirse cómodos con la diversidad, las nuevas perspectivas y los problemas de equidad y pobreza.
Los estudiantes cristianos en las escuelas públicas a menudo participan en la manifestación anual de oración See You At the Pole, un movimiento anual de un día en el que los cristianos se reúnen para orar alrededor de la asta de la bandera frente a sus escuelas.
También hay ministerios, como Cru y Campus Life, que organizan reuniones y ofrecen apoyo, comunidad y recursos para estudiantes cristianos de escuelas públicas que desean conectarse con personas de ideas afines. Algunos grupos locales más pequeños, como Partner with Schools, una organización sin fines de lucro de Ohio, también ayudan a conectar las iglesias locales con las escuelas para ofrecer clubes cristianos.
Este tipo de esfuerzos fue la forma en que Frailey pensó que sus compañeros podían escuchar el evangelio hace años. Comenzó clubes bíblicos y un boletín cristiano en la escuela secundaria, con la esperanza de ser «la sal y la luz» para quienes lo rodeaban.
«Esa se convirtió en mi visión», dijo, «ir a lugares que no eran objetivamente cristianos y llevar la luz a ese lugar».
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.