Lea Lucas 1:57–80
Los humanos no manejamos muy bien la tensión entre la misericordia y el poder. Los que obtienen poder a menudo lo disfrutan y tienden a querer más, mientras que aquellos que son compasivos suelen entregar el poder (o les es arrebatado). Sin duda, hay excepciones, pero por lo general sabemos y podemos observar que este equilibrio no es fácil de conseguir. Sin embargo, a diferencia de nosotros, Dios de alguna manera es ambas cosas, el más poderoso y el más compasivo, perfecto en cómo demuestra cada una de ellas.
Vemos el poder compasivo de Dios destacado de varias maneras en esta historia acerca del nacimiento y los primeros días de Juan el Bautista. De hecho, este tema del poder compasivo está escondido a plena vista de quienes leen la Biblia en español. Sabemos que Elisabet quería llamar al niño Juan para mantenerse fiel al mensaje que Gabriel le dio a Zacarías (Lucas 1:13). Aquellos que la escuchan se sorprenden, ya que esto no seguía la costumbre de poner al niño el nombre de alguien de la familia. Entonces ¿por qué Juan (Yohanan en hebreo)? Significa «Dios muestra compasión», y este niño proclamaría las obras de misericordia de Dios en favor de toda la humanidad.
Zacarías había sido incapaz de hablar desde el día en que supo que su mujer tendría un bebé. Pero tan pronto como escribe el nombre del niño, recupera el habla, e irrumpe en alabanzas. Por medio de esta señal, la gente sabe que este niño es especial. Se preguntan unos a otros: ¿Qué llegará a ser este niño?
Sin embargo, Zacarías desvía la mirada en la dirección correcta. Sí, el niño tiene un papel especial, pero es el Señor quien ha de ser adorado. El poderoso Dios de todas las cosas «vendrá a nosotros», dice Zacarías, y estará en medio de su pueblo.
Pero la demostración del poder del Señor no será con opresión. Más bien, será con liberación. El Señor «nos envió un poderoso Salvador… para mostrar misericordia a nuestros padres» y «rescatarnos» (vv. 69, 72, 74).
La idea de Dios mostrando misericordia está asociada a la idea del pueblo de Dios que está en pecado. Al igual que sus ancestros, quienes recibieron profecías similares (1 Samuel 2:10; Miqueas 7:20; Ezequiel 16:60), merecen el castigo, pero han recibido sobreabundancia de gracia.
¿Por qué hace Dios esto? Para que podamos servirle. Es un regalo para que podamos experimentar verdaderamente a «Dios con nosotros». El canto de Zacarías promete perdón por nuestros pecados y luz para guiarnos por «la senda de la paz». A medida que avanza la narración de su evangelio, Lucas regresa a estos temas muchas veces, destacando cómo la venida del Mesías trae consigo restauración y justicia: una paz verdadera y duradera.
Madison N. Pierce es profesora asociada de Nuevo Testamento en el Western Theological Seminary. Entre sus libros se puede mencionar Divine Discourse in the Epistle to the Hebrews.