Deconstrucción es una palabra de moda en estos días. El término exevangélico ha surgido como un marcador de identidad y como un movimiento activista [enlace en inglés]. Las historias de fe de las personas, así como las historias de su «pérdida de la fe», a menudo son emotivas y vulnerables. Nacen de su vida y de sus experiencias, y los cristianos que luchan con la fe necesitan amor y un oído atento, no meros argumentos.
Con todo, como iglesia tenemos la responsabilidad de incluir conversaciones culturales serias y más amplias en torno a la deconstrucción. Jesús es la verdad que nos libera. Hacer preguntas difíciles sobre la fe es normal; es una parte necesaria de la madurez cristiana. Pero existen formas mejores y peores de evaluar críticamente las expresiones que afirman tener la verdad. Tome en cuenta lo siguiente como pautas útiles:
Primero, distinga entre deconstrucción y reforma. La iglesia es una institución creada por Cristo, pero también es una institución pecaminosa. Siempre necesita reformas. Si la frustración de una persona con la iglesia surge de la visión bíblica de la comunidad, no es deconstrucción. Es un llamado a la iglesia a volver al Evangelio.
Siempre ha habido reformadores en la iglesia, pero nunca antes los llamamos deconstructores. No se trata de mera semántica. Llamar a reformar algo (en lugar de simplemente destruirlo) es reconocer implícitamente la integridad de su diseño original.
Por ejemplo, a menudo me desalienta la misoginia que veo en la iglesia. Pero también reconozco que la noción de dignidad intrínseca de la mujer me la da la iglesia misma. Comparada con el mundo pagano que la rodeaba, la iglesia primitiva elevó el estatus de la mujer. La idea de la igualdad humana innata surge de lo mejor del pensamiento cristiano. No podemos deconstruir la iglesia basándonos en su misma lógica, creencias y tradición.
En segundo lugar, evite poner en el centro a voces blancas occidentales inadvertidamente. A menudo, cuando los cristianos blancos deconstruyen su fe por el racismo y la injusticia en la iglesia, no aprenden de, ni se unen a, las iglesias negras, latinas o de inmigrantes. Necesitamos escuchar más a los creyentes evangélicos de color que han mantenido un compromiso tanto con la ortodoxia como con la justicia.
En tercer lugar, aléjese de los trucos o la manipulación. Josh Harris, quien escribió el popular libro I Kissed Dating Goodbye (Publicado en español como Le dije adiós a las citas amorosas), recibió hace poco burlas de todo el espectro teológico por su curso de 275 dólares sobre deconstrucción, que finalmente canceló. Pero el fenómeno no se limita a él. Hace un mes, recibí en Facebook publicidad acerca de un coach de deconstrucción. Ahora existe una industria dedicada a monetizar la deconstrucción.
Partes del movimiento exevangélico abandonan las afirmaciones doctrinales del evangelicalismo, pero se quedan con la inclinación a todo lo novedoso y a los trucos publicitarios endémicos en este. Pero la superficialidad consumista del evangelicalismo contemporáneo necesita ser deconstruida, desarmada y subvertida, no duplicada.
Por último, únase a los «hombres de acero», es decir, las versiones más fuertes de un argumento, y no a los «hombres de paja». Muchos de los que deconstruyen el cristianismo con mayor estridencia desechan una versión «ligera» del fundamentalismo estadounidense, y la confunden con toda la tradición. Pero mucho de lo que nos molesta de ciertos aspectos de la comunidad evangélica (por ejemplo, el antiintelectualismo, la falta de compasión o preocupación por la justicia, su enredo con el conservadurismo político y las sospechas del misterio) está en gran parte ausente en, digamos, el pensamiento patrístico cristiano.
Nunca ha habido un momento puro y perfecto en la iglesia. Sin embargo, si nos fijamos en el amplio espectro de la fe cristiana representada por el pensamiento católico, ortodoxo y protestante, vemos una tradición compartida, que ofrece una profunda esperanza en nuestro momento particular.
Si una persona llega al punto de no creer verdaderamente en las afirmaciones del cristianismo, hay honestidad e integridad en dejar la fe por completo, en lugar de buscar remodelarla para adaptarla a las preferencias propias. Respeto eso. Pero es importante evaluar críticamente la fe real, no una versión truncada de ella.
Lo que necesita una iglesia pecadora no es una deconstrucción sino una construcción profunda. Tenemos que abandonar la crítica superficial para construir una visión más fiel de la comunidad de Jesús. Pero no podemos hacerlo sin aferrarnos al depósito de fe que hemos recibido de la iglesia histórica y global. No podemos hacerlo sin la verdad de las Escrituras. Y no podemos hacerlo sin el Espíritu Santo.
Traducción por Iván Balarezo.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.