Tres cuervos se pelean sobre un tejado frente a la puesta de sol, se lee en la entrada de mi diario del 22 de julio de 2019. ¡Señor, qué odiosa soy!
Además de una lista de peticiones de oración, esa es toda la anotación de ese día. Fuera de contexto, no tiene sentido. Pero leer estas dos frases ahora me retrotrae a aquella mañana calurosa de verano. El trío de cuervos pendencieros del tejado de mi vecino graznando y peleando, ignorantes del cielo pintado de lavanda y oro detrás de ellos. Al observarlos, me vi a mí misma en su comportamiento: mis quejas y mi parloteo en claro contraste con el telón de fondo del amor extravagante de Dios. Corrí a casa, inquieta, para escribir sobre la experiencia.
La práctica de escribir mis observaciones espirituales me pone en buena compañía. Los cristianos se han visto impulsados a escribir acerca de Dios y para Dios desde los primeros días de la iglesia. Aunque gran parte de los escritos de la iglesia a lo largo de los años han tenido como objetivo reflejar a Dios al resto del mundo, los cristianos también han escrito mucho para Dios y acerca de Dios en privado.
Los diarios de oración trascienden denominaciones y trasfondos. A lo largo de la historia, creyentes comunes y destacados han tomado la práctica de escribir diarios privados para Dios como una cuestión de gran importancia espiritual. Cotton Mather y Jonathan Edwards, ardientes puritanos, utilizaron sus diarios para registrar sus pecados y su vacilante proceso hacia la santidad. John Wesley heredó la práctica de escribir un diario de su devota madre, Susanna. Una pena en observación, de C. S. Lewis, surgió de las reflexiones personales que registró después de la pérdida de su esposa.
Las motivaciones para esta práctica varían. A menudo los puritanos escribían en diarios en un intento de crecer en santidad. John Beadle, clérigo inglés del siglo XVII, creía que la escritura de un diario era un modo en que los cristianos podían practicar para el momento final en que tuvieran que rendir cuentas delante de Dios de “todos nuestros caminos, y de todos los caminos que Él estableció para nosotros”. El monje trapense Thomas Merton creía que el acto de escribir sin testigos ni audiencia permitía la honestidad y la transparencia requeridas para presentarse delante de Dios.
Llevar un diario sigue siendo popular hoy en día. En el mundo secular se ha promovido como una herramienta terapéutica y una vía hacia el empoderamiento personal basado en el bienestar [enlaces en inglés]. En nuestra era digital muchos profesionales jóvenes han descubierto que los planificadores de papel y los diarios les ayudan a no estar “pegados a sus dispositivos”. Y los cristianos también continúan escribiendo. La práctica conocida en inglés como Bible journaling [que consiste en hacer anotaciones en los espacios en blanco de las Biblias impresas, o bien en una libreta, acerca de lo aprendido durante el estudio bíblico] enfatiza tanto el proceso como el producto e invita a los creyentes a encontrarse con las Escrituras a través de las anotaciones, la ilustración y la decoración. Esta práctica ha crecido en popularidad entre los creyentes: en 2020 muchas editoriales cristianas vieron que las ventas de biblias, libros y diarios creados para este fin aumentaron significativamente durante la pandemia.
Pero estas prácticas no deberían confundirse con el proceso que llevó a Jonathan Edwards a lamentarse en su diario: “¡Qué pronto caigo! ¡Oh, qué débil, qué enclenque, incapaz de hacer nada por mí mismo!”. La rica y compleja tradición de la escritura cristiana privada no solo lleva un registro de la relación individual con Dios, sino que también desafía al escritor a reflexionar sobre esas notas y crecer en santidad.
Como registro de una relación, escribir como práctica espiritual es más que una lista de anotaciones o una práctica puramente autorreflexiva. En cambio, sirve como recuerdo de la presencia de Dios en una vida individual y en un tiempo en particular, y de la presencia o la ausencia del escritor en relación con Dios.
Cuando los cristianos escriben acerca de la presencia única de Dios en sus vidas, están obedeciendo el mandato de Dios de registrar lo que han visto (Apocalipsis 1:19) y se involucran en un acto encarnado de recuerdo que refleja otros actos de las Escrituras: el apilar piedra sobre piedra, el sorbo de una copa, el mordisco de un pan. A lo largo del Antiguo Testamento Dios encomienda constantemente a sus profetas que escriban sus palabras para que puedan recordarlas (Isaías 30:8, Jeremías 30:2, Habacuc 2:2).
En otras palabras, mi nota sobre tres cuervos en un tejado registró mi encuentro único y personal con Dios en un mundo donde, de no haberlo escrito, el consumo constante de información y entretenimiento me habría conducido a olvidarlo o a volverme ciega ante su significado.
Es importante notar que esas anotaciones deben desafiarnos a ser transformados por el aprendizaje. Escribir acerca de tres cuervos no se trata de mí. No se trata tampoco de los cuervos. Se trata de crear espacio, al escribir sobre los cuervos, para que Dios me transforme.
El propósito de los escritos cristianos privados no es empoderar o deificar el yo y sus deseos, característica que coloca esta práctica en claro contraste con la escritura secular del bienestar que asegura que “expulsa la energía negativa” o que “sana [al escritor] de dentro hacia afuera”. Más bien, el escritor cristiano escribe para poner en práctica ver de una manera diferente, para poner en práctica lo que significa encontrarse con Dios en el día a día y, al reflexionar sobre ese encuentro, crecer en santidad, tanto en apariencia como en conducta.
Por supuesto, una práctica más ligera de Bible journaling o el enfoque secular de escritura basada en el bienestar puede que resulten más gratificantes y accesibles de forma inmediata que regresar a la práctica más rigurosa de escribir como una disciplina espiritual. Pero esta forma de escritura es posible y gratificante en sí misma. A continuación veremos tres puntos de entrada a esta práctica.
1. Escritura reflexiva sobre la Biblia
Los creyentes pueden comenzar su viaje hacia la escritura reflexiva con una inmersión más profunda en el Bible journaling. El truco consiste en ir más allá de solo enfocarse en un pasaje en particular de las Escrituras, y pasar más bien a hacerse preguntas que lo conecten con experiencias de vida: ¿Qué pide de mí este pasaje? ¿Cómo me desafía? ¿Qué debo considerar cuando examino mi vida a través de los lentes de este versículo?
Al igual que en el Bible journaling, este ejercicio lleva al escritor a las Escrituras, pero va más allá al pedirle que se involucre en ellas del mismo modo que lo hacían los primeros cristianos que escribían diarios: utilizando las Escrituras para examinar con rigurosidad su vida diaria y su crecimiento en santidad.
2. Escritura de oraciones
Escribir nuestras oraciones puede ser un punto de entrada accesible a la escritura como práctica espiritual. Casi todos los cristianos que escribían diarios oraban sobre el papel, ya fuera escribiéndole directamente a Dios, transcribiendo sus peticiones o meditando en la grandeza del carácter y las obras de Dios. Nosotros podemos también orar de todos estos modos, o podemos redactar abiertamente oraciones que atiendan una necesidad, un deseo o un pensamiento en particular.
Esta práctica beneficia particularmente a aquellos que prefieren orar “con sus propias palabras”, pero que, en tiempos de mucho estrés o ansiedad, encuentran difícil componer una oración. Escribir nuestras oraciones no solo proporciona palabras para ese uso futuro, sino que también sirve como monumento a la presencia y el apoyo de Dios. Regresar a oraciones respondidas y a la obra de Dios en nuestras vidas, meses o incluso años después, puede ayudarnos a profundizar nuestra fe.
3. Escritura centrada en Cristo
La escritura diaria sin guía tiene su lugar en la práctica espiritual cristiana. A diferencia del enfoque secular de la práctica de la escritura, la cual sirve meramente para descargar emociones negativas o afirmar y empoderar el yo, la escritura centrada en Cristo trae ante Dios los pensamientos y los sucesos del día como un modo de invitar a Dios a dialogar sobre la vida diaria, y como un modo de invitar a Dios a la vida diaria.
Resulta que incluso los diarios de cristianos reconocidos son a veces sorprendentemente mundanos, con discursos sobre las tareas diarias y las preocupaciones, intercalados con intentos de oraciones y meditaciones de las Escrituras. Este formato no es fortuito: escribirle a Dios para introducirlo en nuestro mundo normal nos ayuda, cuando entramos en él, a ponerlo a Él en el centro.
En el mejor de los casos, escribir como práctica cristiana nos lleva más lejos que el Bible journaling y, en contraste con las prácticas seculares, nos saca de nosotros mismos y nos lleva a la presencia del Cordero para reorientar nuestra percepción del mundo. Y cuando eso ocurre, como escribe Thomas Merton, “el mundo entero y todos los incidentes de la vida tienden a ser sacramentos: señales de Dios, señales de Su amor obrando en el mundo”.
Tres cuervos en un tejado, después de todo, no son una invitación a la santidad. Pero escribir acerca de ese encuentro y traerlo delante Dios sí puede serlo.
Brandy Bagar-Fraley vive y escribe en Columbus, Ohio. Obtuvo su doctorado en Lengua Inglesa en la Universidad de Ohio y actualmente trabaja para la Universidad de Flanklin.
Traducción por Noa Alarcón
Edición en español por Livia Giselle Seidel