Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).
Tres historias que ilustran la crisis de gracia en el día de hoy.
Estaba visitando una mega iglesia en Texas que estaba bautizando a 200 personas ese domingo por la mañana. Algunos de los candidatos al bautismo fueron entrevistados por el pastor en la plataforma, y el guión de la entrevista fue así: Después del testimonio del candidato de una nueva vida en Cristo, el pastor le pregunta si piensa que el bautismo nos salva. La respuesta esperada, por supuesto, era un no. Luego le pregunta al candidato qué es lo que nos salva, y esta vez la respuesta esperada era: nuestra fe en Cristo como Dios encarnado y/o nuestra confianza en su muerte en la cruz. Las respuestas estaban correctas técnicamente, pero, parecía ser que "fe" se había vuelto una nueva obra. No era tanto que habíamos sido salvos por Cristo, sino por nuestra afirmación mental a ciertas proposiciones teológicas.
Yo estaba en otra iglesia donde el mensaje estaba cimentado en esos versículos maravillosos y milagrosos que culminan en "he sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí" (Gá. 2:20). Las cosas iban bien hasta que llegamos al final cuando el predicador preguntó, "¿ha usted experimentado la gracia?" Tanto el tono de voz, como la música de fondo que hinchaba el ambiente mientras el pastor oraba, sugerían que no somos salvos por fe en lo que Cristo hizo, sino por cierto tipo de emoción religiosa que pudiéramos tener.
Y en una tercera ocasión, estaba hablando con un profesor en una universidad cristiana y estábamos platicando sobre la relación entre la fe y las buenas obras. En cierto momento dijo, "somos salvos por gracia, si, pero después de eso, la vida cristiana es principalmente nuestro esfuerzo por vivir una vida como la de Cristo."
Escogí estas tres anécdotas por tres razones: Primero, son típicas de los mensajes que escucho en mis viajes como editor de CT. Segundo, estas fueron enseñanzas de pastores y líderes de la fe que uno espera tengan una apreciación más profunda de la gracia. Y tercero, representan lo que ha llegado a ser las tres alternativas al sencillo mensaje bíblico de la salvación por gracia a través de la fe.
Podemos entender por que nos vemos tentados a cambiar el mensaje de la gracia por alguna variación del mensaje de obras. La gracia radical que encontramos en Romanos y Gálatas parece algo demasiado bueno para ser verdad.
Podemos entender por que nos vemos tentados a cambiar el mensaje de la gracia por alguna variación del mensaje de obras. La gracia radical que encontramos en Romanos y Gálatas parece algo demasiado bueno para ser verdad. Se nos hace difícil imaginarnos que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro. 5:8), o que, antes que nosotros hiciéramos cualquier cosa, Dios estaba ya reconciliando al mundo consigo mismo (2 Co. 5:19). Dios hizo esto antes de que ideáramos la doctrina de la salvación en la que más tarde afirmaríamos creer, antes de haber gozado de cualquier experiencia religiosa emotiva, antes de que hubiésemos reformado nuestras vidas.
Seamos justos. Es cierto que la salvación es una doctrina que en cierto momento llegaremos a afirmar como una proposición intelectual. Y normalmente, un encuentro con el Dios todopoderoso resultará en Pero al principio está la gracia. En medio está la gracia. Y, es por gracia, que al final "todo tipo de cosas estarán bien" (Julian of Norwich). Lo que estoy escuchando, vez tras vez, en cada rincón de las iglesias que visitó, no es el mensaje de gracia que nos remonta a las alturas, sino el aburrido mensaje de buenas obras—que tengo que creer ciertas afirmaciones teológicas, o experimentar cierta emoción, o perspirar en nuestro esfuerzo antes de poder tener la seguridad de la aceptación radical de Dios y de mi futura salvación.
El mes pasado leímos otra deprimente encuesta de Pew sobre como las iglesias en EU, de la derecha, de la izquierda, y de en medio teológicamente (excepto las Asambleas de Dios y algunos otros) están perdiendo miembros. Las razones para este éxodo son muchas y bastante complejas, pero una de las razones puede ser que nos hemos olvidado del mensaje que en el pasado hacía que nuestros corazones sintieran el calor de Dios. Había una vez el hablar milagroso de la posibilidad imposible que se había abierto un camino de regreso al Edén. Y el ángel parado en la puerta no demandaba visas intelectuales, emocionales, o morales para poder entrar. El único pasaporte que se necesitaba era aquel que tenía una lista de todos nuestros pecados, con cada uno sellado—en realidad borrado—con la tinta roja de la gracia.
Mark Galli es editor de Christianity Today.