Culture

Los santos son extraños. Y Martin Scorsese lo sabe

Su nueva serie documental no minimiza la santidad detrás de la rareza de sus personajes.

Joan of Arc in Martin Scorsese Presents: The Saints

Liah O’Prey interpreta a Juana de Arco en la serie Martin Scorsese Presents: The Saints.

Christianity Today November 27, 2024
FOX Nation

El 17 de noviembre se estrenó la serie docudrama de Martin Scorsese The Saints en el servicio de streaming Fox Nation, que planea emitir los primeros cuatro episodios antes de Navidad y los cuatro últimos antes Semana Santa. Tuve la oportunidad de ver dos de los episodios (sobre Juana de Arco y Maximiliano Kolbe) con antelación. Otros santos destacados serán Juan el Bautista, María Magdalena, Moisés el Negro y Francisco de Asís.

The Saints no es una obra académica ni escéptica, sino una exploración desde una perspectiva abiertamente católica de las vidas de los santos canonizados por Roma, tanto antiguos como contemporáneos, famosos y olvidados.

Para los lectores de Christianity Today, la comprensión católica de la santidad puede generar confusión, precaución, curiosidad o incluso menosprecio. Sin embargo, los protestantes no necesitan mantener la designación de santo a distancia.

Algo esencial que hay que reconocer sobre la santidad es que lleva tiempo. Las primeras semillas pueden plantarse a temprana edad, pero normalmente pasan años, incluso décadas, antes de que muestren signos de crecimiento. El proceso queda incompleto en este lado de la eternidad.

Por eso, discernir la verdadera santidad en los demás es siempre temporal. Lo que observó Søren Kierkegaard sobre la vida se aplica también a la santidad: a saber, que, aunque debe vivirse mirando hacia adelante, solo se puede entenderse mirando en retrospectiva. A los santos se les ve en retrospectiva, sobre todo porque en su momento presente es más probable que no susciten afecto ni inspiren gratitud, sino más bien desconcierto y resentimiento.

En cualquier caso, la santidad —tanto el don de la misma como el crecimiento en ella— ha estado en el corazón de la vida cristiana desde el principio. De hecho, precede a la vida cristiana y se encuentra en el centro mismo de la ley de Moisés.

En Levítico 19, el Señor le ordena a Moisés que diga a Israel: «Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo» (v. 2). Un capítulo más adelante explica: «Conságrense a mí y sean santos, porque yo soy el Señor su Dios. Obedezcan mis estatutos y pónganlos por obra. Yo soy el Señor, el que los consagra» (20:7-8).

La santidad de Israel constaba de al menos tres componentes: la separación de las naciones, la obediencia a los mandamientos del Señor y la debida adoración que se le rendía. La santidad del pueblo de Dios reflejaría la santidad de Dios mismo.

Esta visión encuentra su cumplimiento en la nueva alianza. Jesús es el Santo que, después de su resurrección de entre los muertos y su ascensión al cielo, envió el Espíritu Santo del Padre sobre los judíos reunidos de todos los rincones del mundo (Hechos 2:1-42). Dios mismo santifica a su pueblo, como lo prometió.

Este don extraordinario se extiende incluso a los gentiles, los mismos pueblos de los cuales Israel fue apartado, tanto que Pedro puede escribirles como antiguos idólatras a quienes ahora se aplican las palabras de Moisés: «Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: “Sean santos, porque yo soy santo”» (1 Pedro 1:15-16).

En las décadas y siglos posteriores a los apóstoles, se desarrolló en la iglesia una práctica mediante la cual se nombraba, honraba y recordaba esta obra santificadora de Dios en mujeres y hombres que siguieron a Cristo hasta el fin de sus vidas. Los apóstoles habían llamado a todos los creyentes santos, o «los santificados», en reconocimiento de la presencia transformadora del Espíritu en todos y cada uno de los bautizados. Ahora los cristianos cuya fe y amor habían brillado con particular belleza eran ellos mismos apartados del resto del pueblo santo de Dios con el título honorífico de santo, un título que designaba a un individuo en retrospectiva como un receptor o instrumento notable del poder de Dios.

En este caso, se dieron dos precedentes diferentes. Uno de ellos fue la celebración que hace el Nuevo Testamento de figuras especiales del Antiguo Testamento como precursores de Cristo, los «tipos» que señalaban la llegada del Mesías. Los héroes de la fe de los que se habla en Hebreos 11, tan memorablemente descritos como una «nube tan grande de testigos» (12:1), encapsulan este modelo.

La idea no es que poseamos una lista exhaustiva de todos los nombres de todos los israelitas fieles. Por el contrario, la mayoría de los fieles antes de Cristo, al igual que los que lo fueron después de Cristo, no tienen nombre ni son recordados (excepto por el Señor).

La idea, en cambio, es que todas las comunidades encuentren formas de recordar a los líderes y modelos fundacionales para presentarlos como ejemplos encarnados de cómo vivir. Y más aún para el pueblo de Dios, que sabemos que somos pecadores. Los santos no son tanto modelos de virtud como instrumentos de la gracia divina, evidencia en carne y hueso de que nuestra depravación no es rival para el poder divino. Por un milagro, la santidad es posible en esta vida.

El segundo precedente fue el martirio. Mártir viene de la palabra griega que significa «testigo». Originalmente aplicada a los testigos oculares de la Resurrección, se convirtió en un término general para todos los creyentes; seguir a Cristo era dar testimonio de Él con palabras y hechos. Sin embargo, a partir de Esteban y durante el resto del sangriento primer siglo, la palabra mártir se convirtió en un título reservado para aquellos que dieron su vida por Cristo. Estos fueron los primeros en ser recordados por su nombre en las liturgias y devociones de la iglesia primitiva; fueron el prototipo de todos los santos que vendrían después.

Digámoslo de esta manera: todos los cristianos son mártires con minúscula, que dan testimonio de Cristo con sus vidas, pero solo algunos cristianos son Mártires con mayúscula, que dan testimonio de Cristo con su muerte.

De la misma manera, todos los cristianos son santos con minúscula, hechos santos por el Espíritu de Cristo, pero solo algunos cristianos son Santos con mayúscula, cuya santidad impregnó de tal manera el curso de sus vidas que la Iglesia preserva su memoria y la ofrece como ejemplo a los fieles para siempre.

La santidad lleva tiempo, en parte porque es muy extraña. Los santos no encajan. Llevan una vida salvaje, rebelde y desagradable. Viven al margen. Viven en el desierto. Tienen visiones y sueños. Realizan señales y prodigios. No son tú ni yo —al menos no la mayor parte del tiempo—.

En The Saints, Martin Scorsese no teme retratar esta alarmante extrañeza. De hecho, la naturaleza singular e inclasificable de los santos es lo que parece fascinarle.

Scorsese, que cumple 82 años el domingo, siempre se ha sentido atormentado por la fe católica en la que creció, ya que creció en el barrio de la pequeña Italia de Manhattan antes de las reformas del Concilio Vaticano II. La última tentación de Cristo (1988) y Silencio (2016) pueden parecer excepciones para quienes solo estén familiarizados con las películas de crímenes y gánsteres del cineasta; pero no lo son. Se podría argumentar que el resto de su filmografía no se puede entender sino a través del prisma de estas historias y los temas y preguntas que las animan.

Scorsese está obsesionado con la marginalidad: lo que define, lo que excluye, y quién se encuentra al límite. Jesús, según un erudito católico, era «un judío marginal». Se encontraba al margen de la sociedad. Lo mismo hacen, a su manera, los asesinos y los estafadores, los gánsteres y los criminales, los misioneros portugueses y los miembros de la Nación Osage.

Lo mismo ocurre con los santos católicos. Pensemos en Juana de Arco.

Nacida apenas setenta años antes que Martín Lutero, Juana era una doncella francesa que comenzó a tener visiones que le encomendaban poner fin a décadas de guerra en Francia. Se cortó el pelo, se vistió con ropa de hombre y consiguió una audiencia con Carlos VI. De alguna manera, él la escuchó y le concedió su petición. A los 16 años, dirigió a los hombres a la batalla en una victoria tras otra, en el mismo año en que Carlos fue coronado. Poco más de dos décadas después, la guerra de los Cien Años había terminado: los ingleses fueron expulsados, los disturbios civiles llegaron a su fin y Francia se salvó.

Desafortunadamente, Juana había sido capturada por el enemigo en 1430, y después de una larga serie de juicios eclesiásticos por herejía (incluido el cargo de vestirse como hombre), fue quemada en la hoguera el 30 de mayo de 1431. Aunque los cargos fueron anulados por Roma en la década de 1450, no fue hasta 1920 que fue canonizada formalmente como santa.

¿Qué hacer con una santa como Juana, la Doncella de Orleans? ¿Sufría de alucinaciones? ¿Necesitaba ayuda psiquiátrica? ¿Era una nacionalista sangrienta que mataba en nombre de Dios? ¿Era una pionera feminista adelantada a su tiempo? ¿O era una Jael francesa (Jueces 4) que clavó una estaca en la sien de los invasores ingleses?

El docudrama de Scorsese no muerde el anzuelo. No hay explicación. No hay explicación alguna. Lo sobrenatural se da por sentado y se deja que los detalles de la historia se valgan por sí solos. Puede que desafíen las costumbres modernas, pero no se considera que requieran una revisión. Y esa fue una decisión acertada. Eliminar la extrañeza de los santos es eliminar su razón de ser.

Pablo dice: «Imítenme, así como yo imito a Cristo» (1 Corintios 11:1). Pilato dijo de Cristo: «¡Aquí tienen al hombre!» (Juan 19:5). Los santos reales y los de la serie unen estos versículos. La serie presenta a un hombre o a una mujer para que sean contemplados y, de ese modo, plantea una pregunta: «¿Es este o esta un ejemplo de santidad? ¿Es este o esta un cáliz de la gracia divina? ¿Es este o esta una imitación de Cristo? ¿Deberían ustedes también seguir a este o esta como él o ella sigue a Cristo?»

Scorsese y sus colaboradores hacen bien en dejar la pregunta en el aire. Los santos son interrogativos. Nos ponen en el banquillo de los acusados. Juana y Juan, Pedro y Pablo, Moisés y Mónica: ellos ya han oído el veredicto divino. Tú y yo seguimos siendo peregrinos. La historia de nuestras vidas sigue inconclusa. En palabras de François Mauriac, «nunca es demasiado tarde para convertirse en santo».

Brad East es profesor asociado de teología en la Universidad Cristiana de Abilene. Es autor de cuatro libros, entre ellos The Church: A Guide to the People of God y Letters to a Future Saint.

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Testimony

Yo quería morir por Alá. Ahora vivo para Jesús

Como musulmán militante, nunca esperé tener alguna relación con los cristianos. Mucho menos hacerme amigo de ellos.

Christianity Today November 20, 2024
Matt Williams

Nací y crecí en Arabia Saudita como parte de una familia musulmana devota. De pequeño, me veía a mí mismo como un devoto seguidor del islam, uno que aplicaba sus enseñanzas en cada aspecto de la vida. Creía que el islam era la única religión verdadera y que aquellos que no aceptaran a Alá como su Dios y a Mahoma como su mensajero estaban condenados al infierno.

No sentía más que desprecio por el cristianismo. Creía que los musulmanes eran superiores a todos los demás, que todos los no musulmanes eran infieles y que Jesús era un profeta enviado por Alá, no el divino hijo de Dios. En lo que mi respecta, Él nunca había sido crucificado, nunca había muerto en una cruz y nunca había resucitado. Creía que Él había ascendido al cielo, pero solo para salvarse de sus perseguidores antes de regresar al final de los tiempos para restaurar el islam como la verdadera religión de Alá. Crecí albergando un odio intenso por los cristianos, los judíos y todos aquellos que rechazaban el islam.

Cuando tenía doce años ya había memorizado la mitad del Corán y mi objetivo era memorizarlo todo: los 114 capítulos y los 6236 versos. A los quince años estaba preparado para morir en nombre de Alá, al igual que muchos jóvenes que estaban viajando a Afganistán para luchar contra la Unión Soviética junto a Osama Bin Laden. (En aquel momento él era un héroe para nosotros).

Si no hubiera sido por mi madre, que me rogó que me quedara, me habría unido a esa «guerra santa». Creía que las recompensas que aguardaban a los musulmanes que morían en nombre de Alá eran mayores que las que recibiría cualquier otro musulmán. Estaba seguro de que al sacrificar mi vida de esta manera llegaría al paraíso, con todos mis pecados perdonados.

Un contacto con cristianos

No obstante, conforme iba creciendo, las dudas comenzaron a crecer también. A medida que adquiría una mayor familiaridad con el lenguaje del Corán, comencé a ver dentro de él mensajes de odio; mensajes que no podía comprender y que no me gustaban en absoluto. Me preguntaba: ¿Cómo podría Dios odiar su propia creación simplemente porque no lo aceptan? En cierto nivel, pensaba que Dios debería estar por encima de esa clase de mezquina ansia de venganza. Pero compartir esos pensamientos y dudas con otros me habría causado montones de problemas y probablemente habría puesto en peligro mi seguridad, porque la pena por blasfemar contra Alá y abandonar el islam era la muerte. 

Después de terminar la universidad en mi país natal, fui a Estados Unidos a estudiar un posgrado en ingeniería. Pero tenía un dilema. El islam enseña a sus seguidores que no se hagan amigos de los cristianos, y en el mundo musulmán la gente realmente cree que Estados Unidos es una nación cristiana: en otras palabras, se cree que todos los nacidos en Estados Unidos son cristianos. (La categoría de cristiano nacido de nuevo como medida de la fe genuina me resultaba desconocida). 

En el verano de 1989 llegué a Estados Unidos lleno de miedo e incomodidad. Para poder recibir la mejor educación sabía que era imperativo asistir a una universidad estadounidense, pero me preocupaba porque sabía que eso significaba tener que interactuar con cristianos.

Después de vivir en una residencia universitaria durante casi un mes, comencé a sentir la necesidad de familiarizarme con la cultura estadounidense y mejorar mi inglés. En aquella época escuché de algo llamado el Programa de Amistad Internacional, que juntaba estudiantes como yo con voluntarios locales que les proporcionaban ayuda y hospitalidad. Me apunté al programa, sin saber que era un ministerio cristiano.

Casi dos semanas después una joven pareja del programa se puso en contacto conmigo y me indicó que ellos eran la familia asignada para trabajar conmigo. Y durante los siguientes siete meses, esta familia me mostró un amor que excedió en mucho mis expectativas: un amor que nunca había conocido entre los musulmanes.

En noviembre, esta familia me invitó a su casa para la cena de Acción de Gracias. Solo entonces me di cuenta de que eran una familia cristiana, porque me preguntaron si quería orar por los alimentos. Admito que en ese momento se me cayó el alma a los pies. Nunca me había dado cuenta de que los cristianos en realidad están llenos de amor y no de odio, como mi crianza musulmana me había hecho creer.

Esta familia nunca compartió el evangelio conmigo, pero me mostraron cómo era el evangelio. Y aquel día salí de su casa con muchas dudas acerca de mi fe y sus enseñanzas. Me propuse investigar sobre el cristianismo, esperando aprender más acerca de cómo Jesús podía provocar una diferencia tan profunda en la vida de alguien, ofreciendo una clase de paz y alegría que yo no había visto antes.

Ver la luz

Unos cuantos años después, tras obtener mi grado, me uní a una empresa local de ingeniería. Allí conocí a otro cristiano nacido de nuevo. Me impresionó su fe: su alegría, su paz y la luz que parecía brillar en él. Y cuando me invitó a su casa para una cena de Navidad, me di cuenta de que su esposa y sus hijos tenían las mismas cualidades. Eran igual que la familia que había conocido en la universidad.

Para este momento, no podía ocultar mucho más mi curiosidad. Le pregunté por qué él era tan diferente a todos los que le rodeaban. Me contó que era un cristiano nacido de nuevo y me compartió su testimonio. De nuevo, me sentí atrapado por el deseo de conocer más sobre Jesús. 

A partir de ese momento Dios permitió que pasara por numerosas pruebas y circunstancias adversas en mi vida, todo lo cual aumentó mi interés por el cristianismo. Y en mayo de 2001, yendo en contra de todo lo que mi fe musulmana me había enseñado, visité por primera vez una iglesia cristiana. Durante los seis meses siguientes, mientras la iglesia estudiaba el evangelio de Juan, descubrí quién era realmente Cristo.

En noviembre de 2001, sin sombra de duda, acepté a Cristo como mi Señor y Salvador. Pero al principio no fue fácil. En cuestión de meses perdí mi matrimonio debido a una infidelidad de mi esposa, y también perdí mi trabajo. Sentía como si Satanás estuviera intentando destruir mi fe activamente. Pero aquellos meses me enseñaron lecciones inestimables sobre cómo tener una relación personal con Jesús y aprender a depender de él en medio de cualquier circunstancia. Durante este tiempo, Dios reveló su asombrosa gloria para mí de maneras que no podía negar ni dudar.

Desde entonces, mi vida ha cambiado para siempre, y ya no soy el hombre que solía ser. Hoy lidero un ministerio global llamado CIRA International, que fundé por la gracia de Dios en 2010. Nuestra misión es alcanzar a los musulmanes para Cristo, formar a los creyentes con herramientas prácticas para compartir el evangelio de manera eficaz con los musulmanes, y discipular a los nuevos creyentes, especialmente a los que vienen de un trasfondo musulmán.  

Además de esto, doy clases y seminarios sobre el islam en varias iglesias, para que mis hermanos y hermanas en Cristo puedan aprender a ser mejores testigos con sus vecinos musulmanes. En mi iglesia local, dirijo un capítulo recién establecido del Programa de Amistad Internacional, el mismo ministerio que plantó las primeras semillas de la esperanza del evangelio en mí hace casi dieciséis años. 

Llegué a conocer a mi amado Jesús por medio de simples actos de amor. Y pido a Dios que use mis actos sencillos de amor para darle gloria al acercar a otras personas a una fe salvadora en Él.

Al Fadi da cursos de teología bíblica, negocios y religiones comparadas en la Universidad Cristiana de Arizona. 

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Ideas

Jesús todavía tiene razón sobre la persecución

Nueve verdades que los creyentes necesitan entender para orar efectivamente por el cuerpo de Cristo que sufre alrededor del mundo.

Jesus' hand and his feet with holes from the nails
Christianity Today November 19, 2024
Illustration by Mallory Rentsch Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: WikiMedia Commons / GettyTlapek / Source Images: WikiMedia Commons / Getty

Hace poco me reuní con un líder religioso nigeriano que me mostró un vídeo escalofriante que no puedo sacarme de la cabeza. Militantes de Boko Haram, un grupo terrorista que durante años ha atacado brutalmente a las iglesias en esta región, se filmaron de pie junto a un pequeño grupo de cristianos, diciéndoles a todos los que quisieran escucharlos que tenían la intención de matar a todos los cristianos hasta que estos se sometieran al islam. Luego decapitaron a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

Este tipo de horrores me han llevado a orar y trabajar durante años en favor de quienes sufren por su fe. Como parte de mi ministerio, Radical, he tenido la oportunidad de hablar con cristianos que han sufrido violencia, presión social o incluso encarcelamiento por evangelizar, plantar iglesias o simplemente por aferrarse a su fe.

Al mismo tiempo, reconozco que, para muchos cristianos, los ejemplos de persecución pueden parecer distantes, abstractos, inalcanzables o abrumadores. Muchos cristianos perseguidos viven en países que nunca hemos visitado y en lugares cuyos nombres nos puede resultar difícil de pronunciar. También estamos inmersos en un ciclo de noticias las 24 horas que nos inunda con historias de guerra y terror, lo cual nos vuelve insensibles al precio que nuestros hermanos y hermanas en Cristo deben pagar por seguir a Jesús alrededor del mundo.

Pero en los dos domingos de noviembre designados por la Alianza Evangélica Mundial (World Evangelical Alliance) como Días Internacionales de Oración por la Iglesia Perseguida, quiero invitar a otros creyentes de todo el mundo a unirse para interceder por aquellos que proclaman el nombre de Cristo y sufren por ello. También quiero disipar algunos mitos sobre la persecución y ayudarlos a entender lo que significa la persecución y cómo se desarrolla en el mundo. Considerando el mandato de Dios de recordar y orar por quienes son perseguidos, como si estuviéramos a su lado en persona (ver Hebreos 13:3), espero que aprender más sobre la persecución nos ayude a ser el cuerpo global de Cristo que Él nos ha llamado a ser.

La persecución es el acoso o la oposición que enfrentan las personas por seguir a Jesús. En el Sermón del Monte, el término que Jesús usa para «perseguidos» significa «perseguidos con hostilidad». Luego describe cómo esto puede significar todo, desde personas que te ridiculizan, avergüenzan, excluyen o mienten sobre ti hasta personas que te arrestan, te encarcelan, te expulsan o destruyen tu vida (ver Mateo 5:10-12; 10:16-33; Lucas 6:22-23). Cabe destacar que la persecución es cuando estas formas de resistencia se dan específicamente porque alguien está siguiendo a Jesús. En Mateo 5, Jesús dice que esperemos o anticipemos encontrar este tipo de hostilidad que ocurre «por causa de la justicia» y «por mi causa».

La persecución no es lo mismo que cualquier sufrimiento que sufre un cristiano. Los seguidores de Jesús enfrentan todo tipo de tribulaciones en este mundo, tal como Jesús dijo que sucedería (Juan 16:33). A menudo, estos sufrimientos también les suceden a los no cristianos. Tanto los creyentes como los no creyentes reciben diagnósticos de cáncer. Tanto los creyentes como los no creyentes experimentan sufrimiento debido a los conflictos o la guerra. Tanto los creyentes como los no creyentes atraviesan angustia emocional y tensión relacional.

Pero las dificultades no son lo mismo que la persecución. El hecho de que seas cristiano y estés sintiendo los efectos de un mundo caído no significa que te estén acosando o que alguien se te esté oponiendo por causa de la justicia.

La persecución ocurre tanto en la clandestinidad como a simple vista. Muchos cristianos imaginan a nuestros hermanos perseguidos reuniéndose en iglesias secretas en las casas. Hace muchos años, Radical inició un evento llamado Secret Church. Esto se basa en las ocasiones en que me han llevado a escondidas con creyentes asiáticos a lugares donde todos los demás en la sala se enfrentarían a un encarcelamiento casi seguro si se descubre que se reunieron.

Pero muchos cristianos no se dan cuenta de que la persecución también ocurre en países donde nuestros hermanos y hermanas se reúnen en iglesias abiertas (e incluso grandes) donde son guiados por pastores formados en seminarios. Hace poco conocí a un pastor en África Occidental cuyo recinto religioso se llenaba regularmente con más de 500 fieles y, de repente, un día fue atacado por militantes que empezaron a quemar edificios, coches y personas. El hecho de que los cristianos se reúnan en público no significa que lo hagan sin peligro.

La realidad de la persecución puede variar de un país a otro. Tomemos como ejemplo la India e Indonesia. En el estado de Kerala, en el sur de la India, los cristianos pueden reunirse cómodamente los domingos por la mañana. Mientras tanto, el año pasado, turbas violentas quemaron más de 200 iglesias en el estado de Manipur, al este del país. A unos cientos de kilómetros al sureste de Indonesia, los cristianos pueden estar protegidos en una isla y ser objeto de oposición en otra. Al igual que en el país en el que uno vive, la seguridad puede variar de una región a otra.

La persecución puede venir de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba o de ambas direcciones. Algunos gobiernos de todo el mundo prohíben a los ciudadanos seguir a Jesús y reunirse como iglesia. Pero la persecución no siempre es iniciada por las autoridades gobernantes. Cuando mi amigo Zamir se convirtió al cristianismo, sus hermanos lo golpearon hasta casi matarlo, y su padre lo echó de su casa. Otros amigos míos, a quienes llamaré Samil y Aanya, fueron repudiados por su familia por seguir a Jesús. Cuando la pareja regresó años después para tratar de compartir el evangelio con sus padres, el padre de Aanya la envenenó hasta matarla. En algunos países, las fuerzas políticas, la familia y los amigos trabajan juntos para perseguir a los cristianos. Por ejemplo, el régimen de Corea del Norte prohíbe el cristianismo, y las autoridades dependen de los familiares, amigos o vecinos para que les informen sobre cualquier actividad cristiana.

La persecución puede significar muerte o discriminación. Como ya he dicho antes, las historias de persecución en Nigeria son horrorosas. Desde hace varias décadas, los militantes han secuestrado, violado y asesinado a muchos de nuestros hermanos y hermanas. Al mismo tiempo, la persecución de la iglesia no siempre es tan severa. Según las conversaciones que he tenido con hermanos y hermanas de todo el mundo, un empresario cristiano de un país de Oriente Medio puede perder el derecho a dirigir un negocio o perder a los clientes que lo apoyan. Un nuevo seguidor de Jesús en lo alto del Himalaya puede perder el acceso al agua o a la electricidad en su pueblo. Una iglesia de una ciudad del sudeste asiático puede verse obligada a pagar impuestos adicionales (a veces exorbitantes) al alquilar o comprar un edificio.

En Europa y las Américas, los creyentes suelen anteponer a cualquier mención de persecución en sus vidas la expresión: «No es tan grave como lo que están experimentando nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo», y eso es indudablemente cierto. Pero eso no significa que no se trate de persecución cuando un cristiano británico es arrestado por orar en silencio fuera de una clínica de abortos o un cristiano estadounidense es despedido de su trabajo por expresar sus opiniones sobre la sexualidad bíblica.

La persecución surge como consecuencia de la identificación y la proclamación. Desde el comienzo de la iglesia en el libro de los Hechos, la persecución ha ocurrido siempre que la gente ha profesado o propagado la fe en Jesús. La palabra griega para «testigo» en Hechos 1:8 es martus, de la cual obtenemos la palabra mártir. Si mi amiga Halima elige ser reservada y permanecer en silencio con respecto a su fe en Somalia, podrá eludir la persecución. Pero tan pronto como comunique que se ha apartado del islam para seguir a Jesús, es probable que la maten. Dependiendo del estado del que se trate en la India, compartir el evangelio con otra persona podría llevarte a la cárcel, mientras que llevar a alguien a Jesús y bautizarlo podría significar una década en prisión.

El propósito de la persecución es silenciar el testimonio. Cuando estalló la persecución contra la iglesia en Hechos 4, los líderes judíos ordenaron a los cristianos «que dejaran de hablar y enseñar acerca del nombre de Jesús». Pedro y Juan respondieron diciendo: «Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (vv.18-20). Después de reunirse para orar, los primeros cristianos «todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (v. 31).

Es importante recordar esto cuando los cristianos en las partes más libres del mundo suelen decir cosas como: «Yo doy testimonio siendo una buena persona o haciendo buenas obras». Esto puede sonar bien, pero no es lo que la Biblia quiere decir con dar testimonio. En muchas partes del mundo, nuestros hermanos y hermanas en Cristo gozarían de cierto grado de seguridad si simplemente fueran buenas personas e hicieran buenas obras. Pero cuando hablan de lo que han visto y oído, sufren.

La persecución está garantizada no solo para otros cristianos, sino también para nosotros. A la luz de todo lo anterior, es una cuestión de obediencia a Dios orar específicamente por nuestros hermanos y hermanas en partes del mundo donde la persecución es más agresiva (Hebreos 13:3). Esto no se puede exagerar: tenemos una responsabilidad bíblica y familiar de orar y trabajar por nuestros hermanos y hermanas, particularmente en países como Corea del Norte, Somalia, Libia, Eritrea, Yemen, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán y Afganistán. Al mismo tiempo, Dios deja algo muy claro en su Palabra: «Serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3:12). Observa las palabras «todos» y «serán perseguidos». La persecución no es un «tal vez», ni es solo para «algunos» cristianos.

Si no estás experimentando persecución de alguna manera, necesitas hacerte la pregunta: «¿Estoy profesando y propagando la fe en Jesús?». En otras palabras, ¿te estás identificando clara e inflexiblemente con Jesús? ¿Estás proclamando a Jesús con humildad y valentía; contándole a la gente acerca de su vida, muerte y resurrección; llamando a otros a arrepentirse y creer en Jesús, ya que su vida en este momento y por toda la eternidad en el cielo o en el infierno depende de la manera en que responden a Él?

Si no profesamos nuestra fe en Jesús de esta manera, entonces debemos darnos cuenta de que mientras oramos por la iglesia perseguida, nuestras vidas en realidad están simpatizando con sus perseguidores. Puede que esto suene como una exageración ofensiva, pero considera esto: si el propósito de la persecución es silenciar el testimonio, y tú y yo estamos silenciando nuestro propio testimonio, entonces estamos reflejando a los perseguidores, no a los perseguidos.

Pero si nos identificamos con valentía con Jesús y damos testimonio de Él, entonces nos identificamos con la iglesia perseguida cuando oramos. Y según 2 Timoteo 3, podemos estar seguros de que la persecución se avecina para nosotros. Cuanto más dediquemos nuestras vidas a seguir a Jesús y a darlo a conocer en nuestros vecindarios y en todas las naciones, particularmente en lugares donde el evangelio aún no ha llegado, más sufriremos persecución. Intercedamos por nuestros hermanos y hermanas perseguidos en Cristo en todo el mundo para que sean fieles hasta el fin, sabiendo que cada cristiano necesita intercesores similares que hagan lo mismo.

David Platt es pastor principal de la iglesia McLean Bible Church y es autor de libros como Radical y No te detengas. También es el fundador de Radical, una organización que ayuda a las personas a seguir a Jesús y a darlo a conocer en su vecindario y en todas las naciones.

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Ideas

En Daniel, la escritura en la pared es tan clara como misteriosa

Columnist; Contributor

La advertencia de cuatro palabras es sencilla en apariencia. Pero, bajo la superficie, se esconden varias capas de significado.

Detalle de El festín de Belsasar de Rembrandt.

Detalle de El festín de Belsasar de Rembrandt.

Christianity Today November 19, 2024
Wikimedia Commons / Editado por CT

Una de las historias más conocidas de las Escrituras es también una de las más desconcertantes. Casi todo el mundo en Occidente ha oído el modismo «la escritura en la pared», ya sea que hayan leído el libro de Daniel o no.

Mucha gente utiliza la frase en el lenguaje común. Los visitantes de la Galería Nacional de Londres pueden contemplar el cuadro de Rembrandt, El festín de Belsasar, con su representación de un rey aterrorizado y una escritura milagrosa. Muchos habrán escuchado el tema musical «Writing’s on the Wall» de Sam Smith, canción que da título a una reciente película de James Bond, o el álbum de la banda Destiny’s Child con un nombre casi idéntico. Yo he visto las palabras Mene, Mene, Téquel, Parsin (Daniel 5:25, NVI) citadas en todo tipo de lugares extraños, incluido un libro de marketing de superventas.

A primera vista, la historia es bastante sencilla. Cuatro enigmáticas palabras de escritura divina aparecen mientras el rey babilonio Belsasar celebra un banquete con vasos robados del templo de Jerusalén, y Daniel llega a la escena para explicar lo que significan las palabras: Belsasar está a punto de ser derrocado por los medos y los persas.

Sin embargo, el significado de la escritura —como el Libro de Daniel en su conjunto— es complejo y misterioso, lleno de juegos de palabras, números y cambios de lenguaje. Interpretarlo requiere una combinación de comprensión y espiritualidad, como señala la reina que aparece en este capítulo (vv.10-11). Podríamos llamarlo «hermenéutica daniélica».

Podemos empezar por el nivel más literal. Cada palabra es un término de peso y medida en arameo. Téquel es un siclo, una moneda de plata de unos diez gramos que servía como unidad monetaria básica en Israel. Mene es una mina, familiar para los lectores del Evangelio de Lucas, que valía 60 siclos en Babilonia. Y peres («mitad») es probablemente media mina, que pesa 30 siclos. Si leemos estas palabras como sustantivos, obtenemos medidas de peso, que suman 91 siclos.

Como era de esperar, Belsasar se aterroriza por la escritura y queda perplejo ante su posible significado. ¿Cuál es el significado de las cifras numéricas que aparecen en las palabras? (Volveremos sobre ello más adelante).

Sin embargo, Daniel interpreta las palabras no solo como sustantivos, sino como verbos. «Mene: Dios ha contado [menah] los días de su reino y les ha puesto un límite. Téquel: Ha sido puesto en la balanza [teqal] y no pesa lo que debería pesar. Peres: Tu reino ha sido dividido [peras] y entregado a medos y persas [paras]» (vv. 26-28).

Las dos primeras palabras tienen un doble significado: un peso numérico y una advertencia de juicio. La última palabra tiene un triple significado: un peso, una advertencia y una predicción específica de que los medos y los persas (paras) heredarán el reino (cosa que no tardarían en hacer). Un cuarto significado de esta palabra final —que el reino de los persas (paras) será a su vez dividido (peras) con los medos— se cierne en el trasfondo.

Después de pasar de los sustantivos a los verbos, el siguiente elemento a considerar son los números. Recordemos que el peso combinado de las medidas, por algún motivo, es de 91 siclos. Pues bien, en la interpretación de Daniel hay 91 palabras arameas. Y basándonos en la costumbre hebrea de asignar valores numéricos a las letras, Elohim, la palabra hebrea para Dios, arroja una cifra de 91. 

Es poco probable que se trate de una coincidencia. Esto sugiere que en el pasaje hay un juego de números combinado con un juego de palabras. En el libro de Daniel en su conjunto, números como 3 1⁄2, 7, 70 y 2300 desempeñan papeles significativos en las enigmáticas profecías del libro. Teniendo en cuenta estos patrones simbólicos, también podríamos considerar una posible conexión entre un siclo, dos minas y media mina y «un tiempo, tiempos y medio tiempo», una frase misteriosa que aparece dos veces en los últimos capítulos de Daniel (7:25; 12:7).

Una capa más del enigma puede ser un trozo de antiguo sarcasmo arameo, dirigido directamente al propio Belsasar. En el sueño de Daniel 2, Nabucodonosor era el gran rey de Babilonia, representado por una cabeza de oro, y Ciro el Grande era el gran rey de Persia, representado por una cabeza de plata. Pero no se menciona a Belsasar, que se interponía entre estos gigantes y era una figura muy menor en comparación.

La escritura en la pared dice lo mismo. Hay un rey «mina» de peso (Nabucodonosor de 60 shekel), y un rey «media-mina» de bastante peso (Ciro de 30 shekel). Pero entre ellos hay un peso pluma de un shekel que estará muerto al final de la noche. Como le dice Daniel a Belsasar, «usted… no se humilló… Por el contrario, se ha opuesto al Señor del cielo» (5:22-23). Y todos sabemos lo que les ocurre a los reyes que hacen eso.

A veces, leer las Escrituras es como ver una película de Christopher Nolan. Cuando ves por primera vez la película El gran truco [The Prestige] o lees el Libro de Daniel, captas la idea principal, pero los detalles más sutiles y los significados triples se te escapan. Sin embargo, cuando sigues mirando, encuentras todo tipo de sabiduría y creatividad acechando bajo la superficie, que refuerzan el punto principal e iluminan su significado. El capítulo cinco de Daniel plantea a los lectores la pregunta que constituye el núcleo de la hermenéutica daniélica: ¿Estás observando atentamente?

Andrew Wilson es pastor en la iglesia King’s Church de Londres y autor de Remaking the World: How 1776 Created the Post-Christian West.

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Theology

La receta de Pablo para sanar una iglesia polarizada

La ética de bienvenida del apóstol desafía nuestros instintos personales, sociales y políticos.

Paul and others sitting at a table eating with some food circled and others scribbled out
Christianity Today November 14, 2024
Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: WikiMedia Commons

Si has presenciado recientemente un caso de intolerancia y desdén, síntoma revelador de que nuestra sociedad está cada vez más polarizada, tal vez te preguntes: «¿Por qué no podemos llevarnos bien todos? Si tan solo pudiéramos aprender al menos a tolerarnos unos a otros». La tolerancia es una virtud cívica importante, pero puede no ser suficiente.

Probablemente todos hayamos orado por tener un poco de tolerancia al ir de camino a una de esas reuniones familiares incómodas en un día festivo, donde las divisiones políticas son tan marcadas que lo único de lo que podemos hablar es de fútbol (y eso con mucho cuidado). Pero incluso si logramos salir del día sin discutir, es posible que nos quede una sensación de tristeza y vacío cuando vayamos de regreso a casa. Sí, puede que hayamos logrado tolerar a nuestros «enemigos», pero nuestros corazones anhelan algo más: amor.

Cuando nuestros enemigos no están cerca, la cuestión de amarlos puede ignorarse convenientemente. Pero cuando el enemigo está al otro lado de la mesa, en la misma reunión de comité o en un proyecto de grupo, la sabiduría contracultural y la necesidad de los mandamientos de Jesús, se hacen evidentes: ama a tu enemigo, que es tu prójimo (Mateo 5:43-44).

Para ayudarme a analizar las enseñanzas prácticas sobre el amor al prójimo, recurro al apóstol Pablo en los capítulos finales de su carta a la iglesia de Roma. A menudo pensamos en Romanos como un tratado teológico muy denso, pero también es, quizás incluso principalmente, una carta pastoral que busca reconciliar a cristianos judíos y gentiles.

En Gálatas, Pablo insistió: «Ya no hay judío ni no judío, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús» (3:28). Aproximadamente una década después, esta afirmación todavía estaba siendo puesta a prueba en la iglesia en Roma. No era tanto que se estuviera poniendo en tela de juicio la verdad esencial (Pablo ya no tenía que argumentar en contra de la circuncisión como requisito), sino que se estaba poniendo en tela de juicio la verdad del evangelio a causa de una miríada de pequeñas quejas que amenazaban con convertir a los vecinos en enemigos.

Una de esas quejas surgió de las diferencias culturales sobre los alimentos que se compartían en las comidas comunitarias (Romanos 14:1-3). Lo que estaba en juego parecía ser si las leyes dietéticas judías debían observarse en las comidas comunitarias dentro de la iglesia. En los primeros años, antes de la expulsión de los judíos de Roma por parte de Claudio en el año 41 d. C., la iglesia cristiana, en su mayoría judía, habría considerado estas normas como normativas e incluso esenciales, pero se volvieron irrelevantes a medida que la iglesia se volvía más gentil.

Mucho más que preferencias o hábitos, las prácticas alimentarias (como la circuncisión, el sábado, las festividades, etc.) marcaban a los judíos como pueblo del pacto de Dios. Esas prácticas delineaban la identidad y los límites, marcaban quién formaba parte de la comunidad y quién no. En una situación tan polarizada, donde las líneas divisorias entre los grupos están demasiado marcadas, la estrategia retórica de Pablo es difuminarlas sustituyendo las etiquetas débil y fuerte por las palabras judío y gentil.

En un principio, esta decisión parece capaz de generar más antagonismo entre las partes al dar a un grupo una etiqueta peyorativa con respecto al otro. Sin embargo, la genialidad de la estrategia de Pablo reside en su ambigüedad intencional: resulta bastante difícil determinar quién es el «débil» y quién es el «fuerte» en la comunidad. Incluso hoy en día, no hay consenso académico sobre el tema. En ambos casos, Pablo deja espacio para individuos en ambos grupos cuyas creencias y prácticas no se alinean con la identidad del grupo más amplio.

Su estrategia esencial es definir una ética de la bienvenida: «acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios» (15:7). En un sentido amplio, aplicado a la iglesia en su conjunto, los «fuertes» tienen el deber de acoger a los «débiles» (14:1), de «apoyar [bastazein] a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada» (15:1).

Pablo no solo hace un llamado a la tolerancia, es decir, a soportar el comportamiento indeseable mientras se pueda. La tolerancia solo puede ser una estrategia provisional para mantener la paz hasta que se logre una auténtica reconciliación. La exhortación radical de Pablo es «soportar» o apoyar a los débiles.

Como Pablo indicó antes en el argumento, este apoyo implica un cambio significativo de conducta para los fuertes: «Por tanto, dejemos de juzgarnos (krinōmen) unos a otros. Más bien, propónganse (krinatē) no poner tropiezos ni obstáculos al hermano» (14:13, énfasis añadido. Véase también los vv. 14-15).

En esta oración hace un juego de palabras sutil entre dos formas diferentes del verbo «juzgar» (krinō), de modo que esencialmente quiere decir: «No juzguen a los demás, sino juzguen cómo pueden evitar hacer tropezar a los demás». En otras palabras, en lugar de juzgar a los demás, se supone que debemos juzgarnos a nosotros mismos.

Aunque se insta a ambas partes en el conflicto a darse la bienvenida mutuamente, Pablo continúa exhortando a los fuertes a apoyar a los débiles adaptándose a sus preferencias alimentarias; les pide que cambien su comportamiento, aunque esté justificado y sea correcto, como él admite.

El objetivo más amplio de Pablo es inculcar un nuevo tipo de razonamiento moral basado en el amor abnegado de Cristo. Así como Cristo entregó su vida, los fuertes deben renunciar a sus preferencias alimentarias por el bien de los débiles. Esto es lo que significa, en este contexto particular, «andar en amor» (2 Juan 1:6).

Detrás de este respeto por la conciencia se esconde un reconocimiento adicional de que «el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Romanos 14:17). El reino de Dios manifestado en su iglesia tiene la máxima importancia. Para preservar este bien mayor es necesario renunciar a bienes secundarios, en este caso, comer lo que uno desea comer.

Este argumento nos desafía a reconsiderar cuidadosamente varios valores preciados y hábitos arraigados en nuestra sociedad: primero, nuestro concepto de libertad; segundo, nuestro hábito de pintar a nuestros enemigos con un pincel ancho; y tercero, nuestra tendencia a sacralizar la política.

Según el influyente filósofo político John Stuart Mill, la libertad en una sociedad democrática se concibe como autonomía personal. A menos que cause daño físico a mi vecino o a su propiedad, debería ser libre de perseguir mis propios gustos e intereses como crea conveniente.

El llamado «principio del daño» de Mill sirve como base lógica para nuestra noción fundamental de libertad y sus límites en una sociedad democrática. No hace falta añadir que la libertad así definida se considera en general el bien supremo de nuestra cultura. Restringir la libertad por deferencia a los escrúpulos religiosos de nuestro prójimo constituiría para Mill (y sospecho que para muchos estadounidenses de hoy) una afrenta a la noción misma de libertad cívica.

La definición de libertad que da Pablo es radicalmente diferente: debemos liberarnos del poder esclavizador del pecado, y su resultado final no es la autonomía personal, sino la justicia. La elección, como la ve Pablo, no es entre esclavitud y libertad, sino entre dos tipos diferentes de esclavitud: «habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia» (6:18).

Cuando más adelante Pablo contrasta las «comidas o bebidas» con «justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (14:17), está señalando que la libertad no consiste simplemente en salirnos con la nuestra, sino en vivir un nuevo tipo de vida en la que el Espíritu nos libera para amar a nuestro prójimo.

En cambio, la autonomía personal (el deseo ilimitado, limitado únicamente a no dañar a los demás) conduce a la polarización. Cuando se considera la autonomía como el bien supremo, los deseos conflictivos crean división. Las personas forman tribus para proteger sus intereses y buscan el poder mediante el gobierno de la mayoría. Y en un sistema en el que (al menos idealmente) gana la mayoría, es una ventaja obvia estar del lado del «fuerte», no del lado del «débil».

Pero la idea de Pablo de la libertad como justicia a través del amor al prójimo desafía esta lógica. Ser liberados del control del pecado y entrar al reino de Dios de justicia, paz y alegría promueve la unidad por sobre la división. La visión de Pablo es comunitaria, judíos y gentiles adorando a Dios juntos (15:7-13), algo que la autonomía polarizadora no puede sostener.

En segundo lugar, a menudo caracterizamos erróneamente a nuestros enemigos, creando estereotipos monolíticos e inexactos: «Si crees en X, entonces también debes creer en Y». Alan Jacobs caracteriza esa simplificación injusta como reducir lo que dice el otro con la típica frase «en otras palabras». En lugar de esforzarnos por comprender los matices de las opiniones de nuestros oponentes, las reducimos a frases poco halagadoras como «En otras palabras, mi oponente piensa que debemos dañar a los vulnerables».

En cambio, la visión de libertad de Pablo nos llama a ver a nuestros enemigos como a nosotros mismos. Su estrategia en los capítulos de Romanos 14–15 difumina las líneas divisorias entre los grupos en conflicto, contrarrestando nuestra tendencia a tergiversar a nuestros oponentes y sus motivos. Exhorta a ambos bandos a actuar con devoción encarnada a Cristo, ya sea que observen ciertos días o no, elijan comer o abstenerse (14:5-6).

Este enfoque no es retórico, sino que se basa en un valor fundamental: pertenecemos al Señor en la vida y en la muerte (14:7-8). Pablo compara a los creyentes con sirvientes domésticos que no deben juzgarse unos a otros, ya que todos servimos al mismo amo (14:4). Este cambio de perspectiva alienta a ver a los enemigos como sirvientes compañeros, lo cual es un paso crucial para amar al prójimo como a uno mismo.

En tercer lugar, la ética de Pablo castiga nuestro hábito de sacralizar la política, de nuestra orgullosa suposición de que Dios piensa y juzga como nosotros y que su voluntad está alineada con nuestras propias agendas. Cuando sacralizamos nuestras agendas políticas, en realidad buscamos domesticar a Dios e invocamos su autoridad para juzgar a nuestro prójimo.

La escritora Anne Lamott advierte contra la idea de que Dios odia a la misma gente a la que nosotros odiamos, una mentalidad que alimenta la violencia, como el lema de la Primera Cruzada, Deus vult («¡Dios lo quiere!»). Este es el riesgo de equiparar nuestros bienes secundarios con el bien supremo que es Dios, y, aun así, solemos defenderlos como si lo fueran.

Pablo enfatiza que Dios está por encima de nuestras divisiones y que todos enfrentamos el juicio de Dios por igual: «cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios» (14:12). Nuestra responsabilidad final ante Dios no puede sino castigar nuestro impulso de usarlo a Él como arma y hacer que nuestros enemigos rindan cuentas según nuestros propios (e imperfectos) estándares de juicio.

Julien C. H. Smith es profesor de humanidades y teología en Christ College, la facultad de honores en Valparaiso University. Su libro más reciente es Pablo and the Good Life: Transformation and Citizenship in the Commonwealth of God.

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Ideas

El poder sin integridad nos destruye

Los evangélicos ayudaron a elegir a Trump. ¿Pueden exigirle también que rinda cuentas?

Supporters gather at a campaign rally for Republican presidential nominee, former U.S. President Donald Trump
Christianity Today November 14, 2024
Jeff Swensen / Stringer / Getty

En 1874, Robert B. Elliott, uno de los primeros abogados y congresistas negros de Carolina del Sur, abandonó Washington, DC, y emprendió un viaje a su casa en Columbia para abordar algunas cuestiones serias. El estado se había convertido en objeto de burla nacional debido a la presunta corrupción de sus funcionarios electos. Entre otras cosas, el gobernador Franklin Moses Jr., conocido como el «gobernador ladrón», había estado utilizando fondos de los contribuyentes para financiar su adicción al juego.

Franklin y Elliott pertenecían al mismo partido político, ambos republicanos, pero Elliott no se hizo de la vista gorda ante la corrupción y la incompetencia. Fue uno de los más grandes oradores de la historia de Estados Unidos y le dijo a la gente de su estado: «El poder que tenemos será nuestra condena, a menos que nos demos cuenta de nuestras responsabilidades». Elliott sabía que las victorias políticas carentes de honor se convierten en victorias pírricas, y que el poder separado de la integridad nos destruye al final.

Es comprensible que los evangélicos que apoyaron a Trump estén de ánimo festivo después de su reciente victoria. El presidente electo Donald Trump acaba de lograr lo que algunos llaman la mayor remontada política en la historia de Estados Unidos. Y muchos evangélicos blancos, aunque a menudo se sienten preocupados por su condición de «perseguidos», se encuentran nuevamente cerca del poder, y se mantienen fieles a Trump a pesar de su largo y público historial de fechorías, incluida la negativa a acatar la transferencia pacífica del poder después de las últimas elecciones.

Creo que esta lealtad fue totalmente errónea y que esta victoria se logró mediante transigencias inaceptables. No puedo ignorar las palabras y acciones de Trump, y me desconciertan las justificaciones inverosímiles que mis compañeros cristianos provida necesitan para seguir apoyando a Trump después de que él rechazó explícitamente la postura provida.

Pero ahora que Trump ha ganado, ese apoyo conlleva un deber de rendición de cuentas, tal como lo tendrían que asumir los partidarios de Kamala Harris si ella hubiera ganado. (De hecho, mi plan para este artículo era exactamente el mismo para cualquiera de los dos resultados: si Harris hubiera ganado, ahora estaría escribiendo lo mismo a sus votantes cristianos). Quienes respaldaron el resurgimiento político de Trump deben asumir sus responsabilidades como ciudadanos y, lo que es más importante, como discípulos de Jesucristo.

Juan el Bautista perdió la cabeza por decirle la verdad a los poderosos, y Ester lo arriesgó todo para proteger a un pueblo vulnerable. Los cristianos que tienen la atención de la nueva administración de Trump, ya sea en funciones formales en Washington o simplemente como parte de la base del nuevo presidente, deben hacer lo mismo. Congraciarse con los poderosos para promover nuestros propios intereses no es parte de la descripción del trabajo del cristiano. En verdad, está en profundo conflicto con nuestra comisión.

¿Qué implica exigirle cuentas a Trump? Significa reconocer que las preocupaciones de quienes votaron por otros candidatos no eran del todo ilegítimas. Y significa admitir que la vacilante postura provida de Trump no justifica nada de lo que dice y hace.

Sí, la agenda abortista de los demócratas es indignante, y sus posturas extremas sobre el transexualismo y los derechos de los padres deben ser rechazadas en términos inequívocos. Pero esos errores no justifican que se ignoren los graves problemas de Trump. Cuando Elliott regresó a casa, no justificó los fracasos de su partido argumentando que Wall Street estaba manipulando los mercados y arreglando las acciones de las compañías ferroviarias en ese momento. Le exigió cuentas a los suyos y les imploró apasionadamente que hicieran lo correcto.

La rendición de cuentas también significa que el menosprecio y las amenazas de Trump hacia los inmigrantes que sufren y su vergonzosa falta de un plan de salud no pueden ser descartadas como discrepancias menores. Una vez más, los demócratas tienen sus problemas, pero los mismos no niegan las responsabilidades de los evangélicos que votaron por Trump. Los cristianos deben tomar muy en serio las políticas de inmigración y atención médica porque están directamente relacionadas con nuestro cuidado de los huérfanos, las viudas, los extranjeros y nuestros vecinos en general. Los cristianos no pueden ser fieles en la plaza pública si racionalizan la retórica y las políticas que descuidan o violan a estos grupos.

Y si las políticas económicas de Trump están más influenciadas por Elon Musk que por el vicepresidente electo JD Vance (si son más amigables con las grandes empresas que con la clase trabajadora), entonces sus partidarios cristianos deben denunciarlo. Eso significaría que Trump le mintió a sus votantes de clase trabajadora y aumentará el sufrimiento económico que prometió aliviar. Los cristianos que sirvieron como espada y escudo de Trump deberían comenzar a opinar sobre estos asuntos ahora.

Si los votantes cristianos de Trump descuidan su responsabilidad en este asunto y pasan por alto sus errores, esto tendrá un impacto devastador en la iglesia estadounidense en general y en el evangelicalismo en particular. Sin duda, el primer mandato de Trump sirvió para desacreditar la autoridad moral de la iglesia y provocó que muchos cristianos cuestionaran su fe por completo. Si los partidarios cristianos de Trump quieren evitar ese tipo de daño a la credibilidad de la iglesia en su segundo y último mandato, deben reconocer sus errores y usar su influencia implacablemente para exigirle cuentas.

Históricamente, los vencedores de las contiendas políticas tienden a sobrestimar lo que han ganado. Esto se debe a que las victorias electorales son temporales y pueden producir sus propias reacciones negativas. Además, si no se administra adecuadamente, lo que se considera una ganancia en este mundo es una pérdida espiritual según el cálculo de Dios. El poder recuperado por los cristianos que apoyan a Trump se convertirá en su condena si se niegan a proteger a los demás y controlar los excesos del presidente, como se esperaría de cualquier cristiano fiel y respetuoso de sí mismo que asuma un puesto de autoridad.

Justin Giboney es ministro ordenado, abogado y presidente de la Campaña AND, una organización cívica cristiana. Es coautor de Compassion (&) Conviction: The AND Campaign’s Guide to Faithful Civic Engagement.

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Church Life

Cómo podemos orar por los cristianos perseguidos

Líderes de Asia, Oriente Medio, América Latina y África comparten motivos de oración por los creyentes que sufren a causa de su fe en Cristo.

Barbed wire in the shape of praying hands on a black background.
Christianity Today November 9, 2024
Ilustración por Elizabeth Kaye / Fuente: Getty

Cada año en noviembre, la Alianza Evangélica Mundial (World Evangelical Alliance, WEA) convoca un Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida y anima a que las iglesias de todo el mundo se unan. Creemos que la iglesia mundial debería dedicar más recursos y tiempo a la oración para apoyar a los hermanos y hermanas que viven en países difíciles. No obstante, conocer sus historias y prioridades nos ayuda a recordar lo que debería ser importante en nuestras propias vidas.

A continuación, seis líderes cristianos que viven en contextos donde se enfrentan a situaciones de amenaza en diferentes partes del mundo comparten lo que han tenido que afrontar o lo que están viviendo actualmente, y ofrecen consejos sobre cómo podemos orar por quienes sufren persecución.

David Sangbok Kim

Pastor principal, Corea del Sur

Por qué orar: En 1950, cuando tenía 11 años, huí de Corea del Norte a Corea del Sur con tres de mis hermanos mayores. Estuvimos separados de nuestra familia durante décadas. Cuando terminé mis estudios en teología en Estados Unidos, regresé a Seúl para servir como pastor.

En 1984 pude al fin volver a entrar a Corea del Norte. Cuando me reuní con mi madre, que en aquel entonces tenía 80 años, me sorprendió al cantar «O For a Thousand Tongues to Sing» y otros himnos que solía cantar conmigo cuando era niño.

Mi madre me había guiado a la fe en Cristo antes de que me fuera del país, pero mis hermanos pequeños, que se habían quedado en Corea del Norte, se sorprendieron cuando se enteraron de su fe en Cristo que ella había mantenido en secreto durante más de 30 años.

Mi madre me contó que oraba sola, llorando, en un rincón de su habitación cuando no había nadie. Tenía que enterrar su Biblia y su himnario en el patio. Si alguna vez encontraban estos objetos en la casa, podían enviar a toda la familia a un campo de trabajo hasta que murieran. Si mis hermanos menores hubieran sabido que su madre hacía esas cosas, habrían tenido que denunciarla a sus profesores, que a su vez habrían tenido que avisar a la policía.

Cómo orar: Oremos por los cristianos que mantienen su fe en secreto en Corea del Norte a fin de sobrevivir. Oremos para que sigan recordando la historia del Evangelio en sus corazones. Oremos también para que tengan oportunidades de compartir el evangelio de forma segura. Oremos para que el gobierno de Corea del Norte cambie, y que surja uno que permita la libertad. Y oremos para que el gobierno chino envíe a los desertores norcoreanos a Corea del Sur y no de vuelta a Corea del Norte.

Jack Sara

Presidente, Bethlehem Bible College, Palestina

Por qué orar: Durante siglos, la iglesia en Oriente Medio ha vivido en modo de supervivencia.

La conversión al cristianismo es ilegal en la mayoría de los países de la región. Incluso en naciones con regímenes menos extremistas, la conversión puede provocar la indignación pública. Los miembros de la familia suelen considerar que la conversión acarrea deshonor, lo que provoca importantes luchas internas.

El sentimiento anticristiano ha ido en aumento en la Tierra Santa, sobre todo entre los grupos judíos de Jerusalén. El reciente ascenso de los movimientos islámicos radicales también ha intensificado las dificultades para los cristianos de la región. El grupo yihadista ISIS tiene en la mira específicamente a los cristianos y busca exterminarlos o expulsarlos, lo que ha provocado un éxodo masivo de zonas como las llanuras de Nínive, una región en Irak históricamente cristiana.

Cómo orar: Oremos para que Dios levante líderes resilientes que sean un ejemplo de valentía y fidelidad, y sepan guiar a la iglesia a través de las presiones actuales. Oremos para que los cristianos de otras partes del mundo no solo proporcionen ayuda práctica, apoyo y aliento a estas comunidades, sino que también aprendan de su perseverancia y reconozcan el profundo discernimiento espiritual que surge de sus luchas.

Ed Retta

Director para América Latina del Instituto Global de Liderazgo de la WEA

Cómo orar: Actualmente hay tres países latinoamericanos que se destacan como lugares donde los cristianos se ven amenazados. En Venezuela, hay dos grupos de cristianos protestantes: uno que opera con la autorización del gobierno y otro (afiliado a la WEA) que no lo hace. Miles de cristianos han abandonado el país, principalmente debido a las graves dificultades económicas.

En Cuba, la iglesia ha sido perseguida desde la llegada al poder de Fidel Castro en 1959. A las iglesias no se les permite construir edificios. Todas las instituciones están controladas por el gobierno. En todas las iglesias hay informantes del gobierno. El gobierno tiende a favorecer religiones como la santería y la brujería, mientras que se opone a la iglesia. Muchos pastores y líderes cristianos han abandonado Cuba debido a la extrema necesidad económica.

En Nicaragua, donde casi la mitad de los cristianos son evangélicos, el gobierno es abiertamente hostil a los cristanos. Las autoridades han cerrado universidades bautistas, adventistas y católicas y han obligado a algunas iglesias a cerrar sus puertas, al tiempo que les han negado personalidad jurídica. Algunos líderes cristianos incluso han sufrido palizas a la puerta de sus casas.

Cómo orar: Oremos para que la iglesia en estos países persevere con valentía como un testigo eficaz en el ámbito público. Oremos para que sea protegida del abuso y la intimidación del gobierno, y para que acepte y sepa aprovechar los resultados positivos que se producen a causa de la persecución, es decir, una mayor devoción, perseverancia y pureza. Y oremos para que la iglesia mundial se informe y se preocupe por ellos.

Mike Gabriel

Líder de libertad religiosa, Alianza Nacional Cristiana Evangélica de Sri Lanka

Por qué orar: En muchas partes de Asia, la persecución es una realidad cotidiana para muchos cristianos. A menudo se presenta en forma de exclusión social, discriminación y violencia. En la actualidad, estamos siendo testigos directos de cómo está cambiando la manera en que ocurren estas formas de persecución. Por un lado, vemos cómo aumentan las restricciones y la intervención del Estado en cuestiones de expresión religiosa. Un ejemplo es la regulación estatal de los lugares de culto. Por otro lado, observamos un aumento de la intolerancia religiosa, mensajes de odio en internet, contenidos que atentan contra las minorías religiosas y la intensificación de los conflictos relacionados con los lugares sagrados. Además, no podemos ignorar las violaciones de la libertad religiosa con respecto a la dimensión de género, que afectan especialmente a las mujeres pertenecientes a minorías confesionales.

Cómo orar: Oremos por la obra que Dios está haciendo en nosotros: desarrollando paciencia, fortaleciendo el testimonio, profundizando el amor y moldeándonos para que podamos transformar a otros. Pidamos a Dios que utilice estas dificultades para fortalecer a su pueblo y hacer crecer su reino. Oremos también por el perdón, para que los corazones de nuestros perseguidores sean conmovidos y podamos seguir brillando para Cristo en nuestras comunidades.

James Akinyele

Secretario ejecutivo y director general, Nigeria Evangelical Fellowship

Por qué orar: Nigeria es actualmente el país del mundo que registra el mayor número de muertes relacionadas con violencia religiosa. Más de 50 000 cristianos han sido asesinados en los últimos 15 años. Otros han resultado heridos, han sufrido abuso sexual, han sido desplazados de sus hogares por la fuerza y han quedado totalmente traumatizados. Hay cristianos que han quedado en la indigencia por la destrucción de sus aldeas y tierras de cultivo, y algunos no han podido regresar porque los atacantes se han apoderado de sus propiedades.

Estas atrocidades parecen no tener fin. El gobierno es consciente de estos incidentes, pero su actuación es limitada.

Cómo orar: Oremos para que nuestro gobierno tenga la voluntad política de actuar contra las milicias islámicas; para que la comunidad internacional no ignore los hechos, sino que se comprometa con las organizaciones cristianas y apoye a las víctimas en la búsqueda de justicia y resarcimiento; y para que la comunidad cristiana persevere y reciba justicia.

Helene Fisher

Responsable de defensoría, Género y Libertad Religiosa, Reino Unido

Por qué orar: Los perseguidores utilizan todos los medios a su alcance para disminuir la fuerza de la comunidad cristiana. Favorecen los tipos de persecución que producen vergüenza y provocan el rechazo de los creyentes. Por ello, lo que ocurre después de un incidente puede dejar un impacto tan significativo como el propio suceso.

El rechazo de las víctimas por parte de la comunidad forma parte integral de la experiencia de la persecución, y los perseguidores confían en ello para tener éxito. Cuando un incidente de persecución tiene como resultado que el cuerpo de Cristo falle al actuar como Jesús, entonces el enemigo ha ganado.

En el IV Congreso de Lausana, celebrado en septiembre, escuché a una mujer que escapó del grupo terrorista Boko Haram. Dijo que el mayor choque que experimentó fue que no fue recibida como superviviente cuando llegó a casa, sino que fue tratada como una persona marginada, mancillada y vergonzosa.

Cómo orar: Oremos para que los hijos de Dios que sufren persecución tengan el valor de vivir en la plenitud y el poder de su sangre que fue derramada por nosotros. Pidamos que la iglesia pueda resistir las presiones culturales para rechazar o menospreciar a quienes han sufrido abuso sexual, han perdido su trabajo o han estado en prisión. Oremos para que la iglesia pueda convertirse en una comunidad de confianza, libertad, empoderamiento y aceptación (Juan 13:34-35) y para que glorifique a Dios incluso cuando las palabras estén prohibidas.

Peirong Lin es secretario general adjunto de la Alianza Evangélica Mundial (World Evangelical Alliance).

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News

Las deportaciones masivas prometidas por Trump ponen en vilo a las iglesias de inmigrantes

Algunas de las propuestas del presidente electo parecen improbables, pero ha amenazado con expulsar a millones de inmigrantes, tanto indocumentados como legales.

A man furls a flag after a US naturalization ceremony in Los Angeles for immigrants becoming citizens.

Un hombre guarda una bandera tras una ceremonia de naturalización de inmigrantes que se convierten en ciudadanos estadounidenses en Los Ángeles.

Christianity Today November 8, 2024
Mario Tama / Getty Images

Jackson Voltaire, un pastor que dirige una hermandad de 255 iglesias bautistas haitianas en Florida, oró específicamente para bendecir a Donald Trump el día después de las elecciones.

Pero Voltaire también se reunió para orar con los líderes de sus iglesias que están preocupados por lo que pasará con el estatus legal de los haitianos en el país.

«Podemos decirle a la gente que no se preocupe, pero para la mayoría de ellos, sí hay motivos para preocuparse», dijo. «Pero cuando fijamos nuestros ojos en Jesús, la preocupación empieza a disiparse. La fuerza y el consuelo que encontramos en las promesas de Dios son más fuertes que el miedo».

El presidente electo Donald Trump puso la deportación masiva en el centro de su campaña, prometiendo sacar a millones de inmigrantes de Estados Unidos, incluidos los haitianos. La plataforma oficial del Partido Republicano promete «llevar a cabo la mayor operación de deportación de la historia de Estados Unidos».

En sus discursos de campaña, Trump habló de inmigrantes indocumentados que cometen delitos violentos, pero también indicó que pondría fin a ciertos programas de inmigración legal, como uno que protege a los haitianos.

Estas propuestas podrían afectar a más de diez millones de personas en Estados Unidos y provocar la separación familiar de millones de personas, ya que la mayoría de los inmigrantes indocumentados viven en hogares donde también viven inmigrantes legales.

La mayoría de los haitianos están en el país legalmente bajo un programa que protege a quienes huyen de la guerra y otras adversidades en sus países de origen llamado Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), que incluye a Haití y a otras naciones como Venezuela y Nicaragua. Trump intentó sin éxito cerrar el programa en su primer mandato y de nuevo busca ponerle fin.

Actualmente, Haití no tiene un gobierno en funciones, lo que dificulta cualquier deportación, y la población local vive oprimida por bandas que constantemente batallan entre sí.

Voltaire dice que ora no solo para que Trump sea una bendición para Estados Unidos, sino para que Dios encuentre personas que cambien el rumbo de Haití a fin de que la gente no tenga que huir del país en busca de seguridad en Estados Unidos. Voltaire ora para que Haití pueda volver «a la época gloriosa en que esa nación era considerada la perla del Caribe».

En su campaña de 2016, Trump prometió deportar a millones de personas, pero las cifras de deportaciones durante su primer mandato son más o menos similares a las de la administración Biden. La administración de Obama sigue teniendo el récord del mayor número de deportaciones en un año.

Esta vez, Trump ha propuesto un medio de deportación más drástico: desplegar a la Guardia Nacional para detener a inmigrantes indocumentados. A menudo ha citado la «Operation Wetback» de la administración Eisenhower, en la que las fuerzas del orden federales y locales llevaron a cabo redadas para deportar posiblemente a un millón de personas, entre las que se encontraron incluso quienes resultaron ser ciudadanos estadounidenses.

Los expertos en inmigración dudan de que el Congreso proporcione los fondos necesarios para llevar a cabo deportaciones masivas, y esa infraestructura no es fácil de ampliar. Un grupo especializado en migración estimó que para deportar a todos los indocumentados en el país, el costo ascendería a 315 miles de millones de dólares.

Aunque no haya dinero para las deportaciones masivas, «no quiero decirle a la gente que todo va a estar bien. Creo que vamos a ver un repunte en las deportaciones de personas muy agradables», dijo Matthew Soerens, jefe de defensa de World Relief, una organización evangélica que trabaja en el reasentamiento de refugiados. «Todo el mundo está de acuerdo con deportar a criminales violentos».

Aunque los evangélicos apoyaron a Trump en las elecciones, también tienen históricamente puntos de vista más compasivos sobre la inmigración. Apoyan el estatus legal para los «Dreamers» (inmigrantes indocumentados traídos a Estados Unidos cuando eran menores de edad), se oponen a la separación familiar y sienten que Estados Unidos tiene la obligación moral de aceptar refugiados. Sin embargo, un punto de vista que ha cambiado recientemente es que creen que los inmigrantes representan un derroche de recursos.

Los grupos religiosos esperan convencer a Trump de que los inmigrantes tienen valor.

«Vamos a suplicarle, a apelar a su compromiso con la iglesia perseguida, a sus declaraciones de que cree en la inmigración legal», dijo Soerens.

«Nosotros… creemos en la posibilidad de que haya un progreso e instamos a la administración entrante a que tenga en cuenta el inmenso valor que los inmigrantes y refugiados aportan a nuestra nación», declaró Krish O’Mara Vignarajah, director de Global Refuge, una agencia religiosa de reasentamiento de refugiados.

La separación de familias es la política de inmigración menos popular entre los cristianos evangélicos blancos: «No está claro qué hará el presidente electo Trump», dijo Soerens.

Las deportaciones afectarían desproporcionadamente a la comunidad latina. Los evangélicos latinos apoyan la asignación del estatus legal a los «Dreamers» y a otros inmigrantes indocumentados que llevan mucho tiempo viviendo en Estados Unidos. Pero la mayoría de esos evangélicos (60 %) votaron a favor de Trump en las últimas elecciones, en gran medida a causa de sus convicciones en cuestiones sociales como el aborto, y la relación que tenían en sus propios países con regímenes comunistas o de izquierda.

«Si bien los evangélicos latinos no son un monolito ni votantes de un solo tema, cuando se trata de inmigración, muchas congregaciones latinas han expresado profundas preocupaciones en torno al lenguaje de la deportación masiva y su impacto en el ministerio de la iglesia latina», dijo Gabriel Salguero, el presidente de la Coalición Nacional Evangélica Latina, en una declaración a CT.

«Nos preguntamos cómo las iglesias pueden recoger los diezmos y ofrendas de los miembros inmigrantes mientras guardan silencio sobre las políticas que abogan por su deportación masiva», dijo. 

«Nuestra oración sincera es que finalmente haya una solución migratoria bipartidista que respete el estado de derecho y honre la dignidad de todas las personas».

Durante mucho tiempo, la presión política ha impedido que el Congreso promulgue una reforma migratoria. Un proyecto de ley bipartidista propuesto en febrero que buscaba restringir a los migrantes en la frontera y abordar el proceso de asilo fracasó cuando Trump se opuso a él. 

Otros programas de inmigración legal están en entredicho. La libertad condicional por motivos humanitarios [también conocido como humanitarian parole] ha permitido a afganos, ucranianos, haitianos, cubanos, nicaragüenses y venezolanos encontrar refugio legal en Estados Unidos, sin embargo, Trump prometió deportar a las personas que actualmente forman parte de ese programa.

«Prepárense para irse», dijo Trump.

Muchos ucranianos que huyen de la guerra en su país han llegado a Estados Unidos bajo ese programa. Paul Oliferchik es hijo de refugiados de la Unión Soviética y hasta hace poco era pastor de una iglesia ucraniana de las Asambleas de Dios en Nueva York, la ciudad que alberga la mayor población ucraniana de Estados Unidos. Ahora sirve en una iglesia china de la ciudad.

Su esposa es hija de refugiados ucranianos que recibieron ayuda de una organización luterana para reasentarse en Estados Unidos, recuerda. «Nos mudamos como refugiados y fuimos tremendamente bendecidos», dijo.

Pero muchos de los inmigrantes evangélicos ucranianos que conoce son partidarios de Trump: no toman decisiones políticas basadas en la inmigración, sino priorizando un enfoque conservador ante ciertos temas sociales.

Cree que es probable que no sepan nada sobre el posible cierre del programa de libertad condicional por motivos humanitarios. En cualquier caso, espera que se unan a otros refugiados.

«Dios ayudó a que muchos de ustedes vinieran a vivir a Estados Unidos», dijo. «Cuando los sacó de Egipto, Dios le dijo a Israel que recordara. Si no recordamos que Dios mismo nos sacó y nos redimió, podría reflejarse en cómo tratamos a otros que también solo intentan salir adelante y vivir».

En el primer mandato de Trump, intentó acabar con el programa DACA para los «Dreamers», pero se topó con obstáculos legales. Expertos en inmigración han dicho que sus asesores legales han aprendido de sus primeros intentos de deshacer algunos de estos programas y podrían tener más éxito esta vez.

Liderado por el veterano asesor de inmigración Stephen Miller, el equipo de Trump está buscando otras formas de reducir la inmigración legal, informó The Wall Street Journal, como una política que bloquearía a los inmigrantes con discapacidades o bajos ingresos.

Un programa que depende totalmente del presidente es el de refugiados, y en su último mandato, Trump suspendió temporalmente todo el programa y luego redujo drásticamente el número de admisiones de refugiados a un mínimo histórico.

En 2020, cuando terminó su mandato, las admisiones de refugiados se habían reducido a 12 000, en comparación con la media histórica de 81 000 por año. En su campaña de 2024, Trump criticó las admisiones de refugiados por parte de Biden y dijo que él traería «nuevas medidas enérgicas».

Las medidas enérgicas de la anterior administración Trump detuvieron en algunos casos a inmigrantes sin antecedentes penales que llevaban décadas en el país.

En 2017, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) detuvieron a cientos de cristianos iraquíes en Detroit, algunos mientras iban de camino a la iglesia. Estos cristianos habrían enfrentado persecución e «incluso la muerte» si hubieran sido deportados, escribieron entonces líderes evangélicos a la administración Trump.

Durante las luchas legales sobre la deportación, muchos cristianos iraquíes permanecieron detenidos en Estados Unidos durante más de un año antes de su liberación, y algunos fueron deportados. (Algunas de las personas sí tenían causas penales que condujeron a la deportación; otras no tenían antecedentes penales). Muchos de los cristianos caldeos no creían que serían deportados porque habían apoyado a Trump y creían en sus declaraciones sobre la protección de los cristianos perseguidos.

Sea cual sea la escala de deportaciones en la próxima administración, las promesas de Trump ya han provocado ansiedad en las comunidades de inmigrantes.

«La sensación que noto en la mayoría de mis amigos haitianos es que su preocupación no es tanto la deportación, porque tienen un estatus protegido (aunque temporal) que los blinda contra la deportación», dijo Jeremy Hudson, pastor de Fellowship Church, una de las iglesias más grandes de Springfield, Ohio, que tiene un gran grupo de haitianos.

«La preocupación de la que más les he oído hablar es cómo serán tratados y vistos por los ciudadanos locales».

Trump ha hablado de que los inmigrantes indocumentados «envenenan la sangre de nuestro país» y ha prometido rescatar a «cada pueblo que ha sido invadido y conquistado». Él y su vicepresidente, JD Vance, atacaron a los haitianos en repetidas ocasiones, difundiendo la falsa narrativa de que se estaban comiendo a las mascotas de la gente en Springfield.

Voltaire, el pastor de Florida, dijo que sus iglesias haitianas todavía están lidiando con las consecuencias de esos comentarios.

«El impacto de lo ocurrido en Springfield ha llegado para quedarse», afirmó. «Pero los haitianos son un pueblo resiliente. Han pasado por muchas cosas».

Mientras tanto, los pastores haitianos deben seguir sirviendo a los inmigrantes que están en sus iglesias.

«Oramos para que la gente encuentre fuerza y consuelo en el amor que les mostramos», dijo. «En última instancia, oramos para que el nombre de Dios sea glorificado en las vidas de todos los inmigrantes, haitianos o de dondequiera que sean».

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Culture

La editorial protestante más antigua de España comenzó como un proyecto clandestino hace 100 años

Clie celebra un siglo de ministerio tras sobrevivir la dictadura y la secularización.

A collage of photos from the Spanish publisher, Clie.
Christianity Today November 8, 2024
Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: cortesía de Editorial Clie

Era otro día oscuro durante la Guerra Civil Española. Dos monjas huían de un grupo de guerrilleros comunistas que amenazaban con violarlas. Corriendo por las calles de Tarrasa, un pequeño pueblo cercano a Barcelona, se refugiaron en la pequeña casa del pastor protestante y editor Samuel Vila.

Una de estas dos monjas resultó ser pariente del general español Franciso Franco, cuyas fuerzas habían ganado la guerra. Posteriormente, el «Generalísimo» gobernó España con puño de hierro como cabeza de una dictadura militar y ultracatólica que duró 36 años.

Pero Franco hizo una pequeña concesión. Como acto de gratitud por proteger a su pariente, le expidió a Vila un salvoconducto que le permitió viajar libremente dentro y fuera del país. Este permiso fue una de las claves para que la incipiente editorial evangélica pudiera construir las alianzas que necesitaría para sobrevivir en una España religiosamente hostil —y llegar a celebrar su primer siglo de existencia—.

Hoy, Editorial Clie es la editorial protestante más grande de España y ha publicado cerca de 3000 títulos desde su fundación en 1924. No obstante, durante la dictadura (1936-1975) y los años que la precedieron, su trabajo se desarrolló principalmente en la clandestinidad.

Salvo un breve respiro en la década de 1930, durante siglos España estuvo gobernada por una monarquía que no separaba la iglesia del Estado. En este entorno, la iglesia católica controlaba las escuelas, los hospitales y los servicios sociales, y sus líderes se oponían vehementemente a cualquier movimiento que pudiera desafiar su autoridad, ya fuera el secularismo o el protestantismo.

«A nosotros [los evangélicos] se nos consideraba herejes», dijo Antonio Cruz, un biólogo y teólogo que ha publicado numerosos libros con Clie. «A los niños se les enseñaba en la escuela que Lutero era un monje rebelde que abandonó el catolicismo porque quería casarse con una monja».

Nacido en 1902, Vila creció en este ambiente como hijo de una próspera familia de comerciantes catalanes que se convirtieron al protestantismo gracias al ministerio de los misioneros ingleses. A pesar de los siglos de represión que habían sufrido los protestantes durante la Inquisición (que comenzó en 1478 y se prolongó durante siglos), a principios del siglo XX había algo más de tolerancia hacia las expresiones de fe distintas del catolicismo, al menos en Cataluña.

De niño, Vila recibió una imprenta de juguete con tipos móviles de goma como regalo de la iglesia metodista a la que asistía su familia. Comenzó a imprimir versículos de la Biblia en trozos de papel que arrojaba por la ventanilla del tren en sus viajes regulares a Barcelona, ​​con la esperanza de que alguien los leyera y se acercara a Jesús.

Mientras Vila continuaba con sus estudios, su amor por la imprenta pronto encontró un rival en su pasión por escribir ensayos para defender la fe cristiana de los católicos que la consideraban una herejía. Estos ensayos se convirtieron en su primer libro, A las fuentes del cristianismo, en el que buscaba dar herramientas a los pastores para defender sus creencias.

En 1924, Vila abrió el Comité de Literatura para las Iglesias Evangélicas (siglas que dan nombre a CLIE), una editorial que se dedicaría a imprimir libros que ayudaran a los protestantes a defender su fe bajo la premisa «una fe razonada es una fe más firme».

Samuel Vila y su esposa, Lidia Vila Campderrós, frente a la editorial Clie a principios de la década de 1960.Cortesía de Editorial Clie.
Samuel Vila y su esposa, Lidia Vila Campderrós, frente a la editorial Clie a principios de la década de 1960.

Después de que una horrible guerra civil devastara el país, Franco estableció su régimen nacionalista, un gobierno de 40 años caracterizado por violaciones de los derechos humanos, opresión y censura. Durante los duros años de persecución bajo la dictadura, Clie tuvo que funcionar casi totalmente en secreto, ya que el Estado había prohibido la publicación de cualquier libro de un autor protestante. La policía limitaba incluso el número de personas que podían reunirse a celebrar un servicio religioso que no fuera católico.

Durante décadas, Clie imprimió sus libros en los talleres de dos amigos de la familia Vila que se habían convertido al protestantismo. No fue sino hasta 1965 que Vila pudo importar una imprenta industrial de Estados Unidos que había sido desechada como chatarra e instalarla en su casa para crear el taller de impresión de su editorial.

«Samuel Vila era un hombre valiente. Nunca dudó en escribir cartas a los gobernadores regionales para quejarse de las muchas formas de discriminación contra los evangélicos en ese momento. También era astuto», dijo Cruz, señalando que Vila logró evadir la censura de los libros protestantes por parte del Estado al registrarlos como si hubieran sido impresos en Estados Unidos.

Después de la muerte de Franco en 1975, la Constitución de 1978 reconoció oficialmente las libertades de religión, conciencia, reunión y expresión, que históricamente le habían sido negadas a los protestantes.

«Esperábamos un gran avivamiento tras la muerte de Franco», afirma Cruz. «Pero esto simplemente no sucedió».

Por el contrario, la secularización de España se aceleró tras la muerte del dictador. Hoy, solo el 19 % de la población se considera católica practicante.

Nuevo milenio, nuevo enfoque editorial

Cuando el filósofo Alfonso Ropero se convirtió al cristianismo evangélico, se enfrentó al desafío de explicar su nueva fe a su familia. Originario de La Mancha —región que inspiró a Miguel de Cervantes a escribir El Quijote—, Ropero estaba rodeado de tíos y primos que se dedicaban a las artes ocultas del espiritismo y la adivinación, populares entre los gitanos del centro y sur de España. En medio de ese dilema, se topó con El espiritismo y los fenómenos metapsíquicos, un libro de bolsillo que Vila había publicado en 1978.

«Después de leerlo, pude utilizar herramientas teológicas para debatir con mis familiares que eran médiums que creían que tenían el poder de comunicarse con los muertos», dijo Ropero a CT. «Ese fue mi primer contacto con Clie».

Después de publicar varios de sus propios trabajos sobre teología y filosofía, Ropero se convirtió en director editorial de Clie en 2001 y se retiró apenas a comienzos de este año. En sus más de dos décadas de liderazgo inició la creación de múltiples enciclopedias bíblicas, incluido el Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Historia de la Filosofía y su relación con la Teología, Biblia de estudio del mensaje profético escatológico y el Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado.

A partir de esta etapa, Clie comenzó a incluir en su catálogo editorial a más mujeres teólogas como la mexicana Elsa Támez y la costarricense Irene Foulkes. También aumentó el número de autores latinoamericanos publicados por la editorial, entre los que se encuentran el colombiano Arturo Rojas, el paraguayo Marcelo Wall, el estadounidense Juan Valdés y el guatemalteco Rigoberto Gálvez.

Otra de las grandes aportaciones de Clie a la teología del mundo hispano ha sido la traducción al español de grandes obras académicas que en aquel momento solo estaban disponibles en inglés o alemán. De los 413 libros activos de su catálogo, el 35 por ciento son traducciones e incluyen títulos como la Biblia de Estudio de Matthew Henry, Teología sistemática de Charles Hodge, Comentario sobre el Antiguo Testamento de Keil y Delitzsch, o la Dogmática reformada de Herman Bavinck.

Los próximos 100 años

Aunque el número de evangélicos en el país ha venido creciendo lentamente gracias a la migración proveniente de América Latina, los protestantes representan poco menos del dos por ciento de los 47 millones de habitantes de España. Clie está interesada en alcanzarlos a todos, así como a los católicos del país.

«La idea de mi padre era que teníamos que servir a todo el mundo», dijo Eliseo Vila, quien asumió la responsabilidad de la editorial después de la muerte de su padre. «Es por eso que Clie nunca discriminó denominacional o teológicamente en términos de lo que publicaba».

Alfonso Triviño, quien asumió la dirección de Clie en 2006, ha ampliado aún más el portafolio de la editorial, publicando títulos que presentan enfoques potencialmente controvertidos sobre la justicia social o el feminismo.

Clie publicó una traducción al español de La construcción de la feminidad bíblica de la historiadora estadounidense Beth Allison Barr, que desafía la idea de que la jerarquía de género es un mandato bíblico. También publicó Exclusión y acogida del teólogo croata Miroslav Volf, una inmersión profunda en la reconciliación y el perdón.

«Siempre hemos buscado ser un puente entre la academia, el mundo pastoral y la sociedad, basados ​​en los valores de nuestra fe», dijo Triviño a CT. «Muchos nos llaman conservadores. Pero la verdad es que siempre hemos buscado el equilibrio al sacar al mercado libros que solo una editorial progresista se atrevería a publicar».

Paradójicamente, la piratería ha sido uno de los mayores problemas con los que esta editorial cristiana ha tenido que lidiar en la actualidad. A Triviño le sorprende encontrar con frecuencia versiones en PDF de los libros de Clie (y de otras grandes editoriales cristianas como Editorial Vida o Verbo Divino) circulando abiertamente en grupos de estudio bíblico de WhatsApp y Telegram, o disponibles para descarga en los portales de seminarios bíblicos de algunas iglesias.

«La piratería nos ha frenado un poco en nuestro propósito de hacer que nuestro catálogo completo esté disponible en formato digital», dijo. «Es una pena que esto suceda en el ámbito cristiano».

Llegar a nuevos públicos, sobre todo a los más jóvenes, es otro de los desafíos para la editorial en este nuevo siglo. Además de expandirse a audiolibros y libros electrónicos (cuando ha sido posible), Clie también ha buscado a autores más jóvenes, entre ellos el cantautor argentino y youtuber Lucas Magnin, autor de 95 tesis para la nueva generación y Teología pop.

«Para superar un siglo, una institución necesita capacidad de adaptación a todas las circunstancias. De ahí que hayamos sido, por ejemplo, la primera editorial cristiana española en tener una página web y, más tarde, la primera en redes sociales», afirma Eliseo Vila. «El Señor nos ha traído hasta aquí. Si no hubiera sido por la voluntad de Dios y su mano impulsándonos constantemente, hoy no existiríamos».

Hernán Restrepo es un periodista colombiano que vive en Bogotá. Desde 2021, administra las cuentas de redes sociales de Christianity Today en español.

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Ideas

Qué pueden hacer los cristianos tras las elecciones de Estados Unidos

CT Staff; Columnist

La prudencia de Eclesiastés y la exhortación de Hebreos hacen un llamado tanto a los que celebran como a los que se sienten decepcionados.

Voters Attend Watch Parties During 2024 US Presidential Election
Christianity Today November 6, 2024
Bloomberg / Getty / Editado por CT

Ningún resultado me habría sorprendido en esta contienda electoral. No me gusta hacer predicciones, pero en mi calidad de experta personal de la madre de mi excompañera de piso, en agosto me aventuré a compartirle que mi instinto me decía que Donald Trump se llevaría el estado de Pensilvania y, con él, la victoria. Y así sucedió.

Ninguno de los dos resultados me habría gustado. Sé que ese es el tipo de cosas para las que los afiliados partidistas no tienen paciencia, especialmente cuando la victoria o la derrota se sienten tan frescas. Pero la verdad es que no quiero que Trump ni su rival, Kamala Harris, sean presidentes de Estados Unidos. Creo que él tendrá (y que ella habría tenido) un mal desempeño. En algunos asuntos, creo que ambos habrían tenido el mismo tipo de mal desempeño; en otros, creo que el uno o la otra es peor.

No quiero analizar todo eso aquí. La decisión ha sido tomada, y habrá tiempo de sobra para análisis políticos y encuestas más adelante. En esta ocasión quiero hablarle a los cristianos desde mi punto de vista externo a ambos grupos, pero como amiga de gente en ambos bandos. Mientras reflexiono sobre este resultado y considero todo lo que no ha cambiado en nosotros, y para nosotros y nuestro prójimo tras estos resultados, me he encontrado meditando con frecuencia en dos pasajes de las Escrituras.

«Todo tiene su momento oportuno», dice Eclesiastés 3:1 (NVI), y esta semana es un buen momento para volver a leer Eclesiastés, especialmente su octavo capítulo, que rebosa de prudencia y ecuanimidad ante las turbulencias políticas y sociales.

«Obedece al rey», aconseja 8:2, pero, al parecer, no porque sea un buen rey. Actúa, en cambio, por deber a Dios (v. 2), negándote a defender «una mala causa» y reconociendo que, siendo realistas, el rey hará «lo que él quiere hacer» (v. 3).

No dediques demasiado tiempo a preocupaciones y anticipaciones, ya sea que tu preocupación sea la administración Trump o las reacciones en su contra: «El ser humano tiene en contra un gran problema: que ninguno conoce el futuro ni hay quien se lo pueda decir» (v. 7).

Por mucho que esperemos o temamos ahora, no sabemos lo que ocurrirá después. A veces, «el pecador puede hacer lo malo cien veces y vivir muchos años» (v. 12). A veces, «hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados y hay malvados a quienes les va como si fueran justos» (v. 14).

«Hay veces que el ser humano domina a otros para su propio mal» (v. 9). Y a veces, «a los malvados no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Serán como una sombra, porque no temen a Dios» (v. 13). A veces, más bien, «le irá mejor a quien teme a Dios y le guarda reverencia» (v. 12).

En cualquier caso, nuestra única preocupación debe ser el estado de nuestros corazones delante de Dios, pues «ni la maldad deja libre al malvado» (v. 8). No siempre podemos apartar sus garras de los demás, pero, con la ayuda de Dios, podemos arrancarlas de nosotros mismos.

Sin embargo, no basta con rechazar la maldad y la mala causa. No queremos ser casas barridas (Lucas 11:25), sino llenas de la semejanza de Cristo, reconstruidas como pequeños puestos de avanzada de su reino, reconocibles como quienes han sido reclamados por Él.

A la prudencia de Eclesiastés 8, añadamos también las exhortaciones de Hebreos 13. Éste es el capítulo que declara: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre» (v. 8), y esa es una palabra oportuna en este momento. No obstante, también lo son las muchas instrucciones del capítulo para la vida cristiana bajo presión. 

Ante todo, «sigan amándose unos a otros fraternalmente» (v. 1). «No se olviden de practicar la hospitalidad» (v. 2), y «acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren» (v. 3). Nunca es más necesario ese consejo que si nos encontramos a nosotros mismos del lado que tiene el poder. Los primeros lectores de Hebreos eran una minoría pobre e impotente en su sociedad, y sin embargo tenían un deber para con el forastero, el preso y el afligido. ¿Cuánto más nosotros?

Más allá de eso, «obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos» (v. 17) y eviten toda «clase de enseñanzas extrañas» (v. 9). Honren el matrimonio y rechacen la inmoralidad sexual y el amor al dinero, dos de los mayores ídolos de nuestra cultura (vv. 4-5). Alégrense, «porque Dios ha dicho: “Nunca los dejaré; jamás los abandonaré”» (v. 5).

En este contexto, «podemos decir con toda confianza: “El Señor es quien me ayuda, no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?”» (v. 6). Es precisamente en este contexto en el que recordamos que «aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera» (v. 14).

Y, sin embargo, la ciudad presente está inequívocamente ante nosotros y es imposible ignorarla. Quizá estés contento con su nuevo rumbo, o quizá estés de luto. En cualquiera de los dos casos, todo sigue igual… y nosotros también.

Contrariamente a algunas respuestas electorales sensacionalistas, Estados Unidos de América no es diferente de lo que era el lunes, y tampoco lo son nuestros deberes como cristianos. Los familiares, amigos y miembros de la congregación que votaron de forma diferente a la nuestra también pensaban de forma diferente hace unos días. Lo que amamos de ellos sigue siendo lo mismo. Las bondades que nos han hecho siguen siendo las mismas. Y lo que nos parece equivocado, incoherente o molesto de ellos también sigue siendo igual. Eran pecadores entonces y lo son ahora. Todos lo somos.

«Oren por nosotros», como suplica el autor de Hebreos en 13:18. «Estamos seguros de tener la conciencia tranquila y queremos portarnos honradamente en todo»; sin embargo, muy a menudo, somos débiles. Nos equivocamos. Pecamos. Nos esforzamos más por ver lo que depara el mañana que por ver a Cristo. Hay un momento oportuno para todo, y éste es el momento de la humildad, la gracia y la oración.

Bonnie Kristian es la directora editorial de ideas y libros de Christianity Today.

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