El juez que es fiel y verdadero

Una lectura de Adviento para el 2 de diciembre.

Christianity Today December 2, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Apocalipsis 19:4–21

La estudiante de posgrado que dialogaba conmigo se sentía agobiada por las preguntas que le hacían sus amigos agnósticos sobre el infierno y el juicio de Dios. Le resultaba difícil conciliar el Dios de amor y el mensaje de perdón con las visiones del tormento ardiente. Mientras hablábamos, le expliqué que hay muchos puntos de vista cristianos ortodoxos sobre cómo será el juicio final, pero que lo principal que se le pide a los cristianos es que confíen en Jesús como Juez. Se sintió visiblemente aliviada.

Cualquiera que sea la razón —podríamos culpar a Dante, a la religión popular o a la superstición medieval—, a menudo imaginamos el juicio de Dios como algo impersonal y frío, como una ejecución en masa o una bomba detonada a distancia. Pero el libro de Apocalipsis nos muestra deliberadamente a Jesús tomando parte en el juicio a las naciones. Creo que hay dos razones para esto.

En primer lugar, la justicia y el juicio son dos caras de la misma moneda. Para promulgar la justicia, hay que ejecutar el juicio. Si queremos que Jesús, el Dios Fuerte, restaure el mundo, debe ocuparse del mal y la injusticia al mismo tiempo. En este caso, la justicia y el juicio de Jesús son representados de una manera vívida que habría tenido influencia en las mentes del primer siglo: un guerrero a caballo con una espada. Sin embargo, debemos tener cuidado con nuestras suposiciones en cuanto a este punto.

Esto nos lleva a la segunda razón por la que se muestra a Jesús como el que ejecuta la justicia y el juicio: el Jesús que regresa es el mismo Jesús que vino. No hay cambio de identidad entre los advenimientos. «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos» (Hebreos 13:8). Esta convicción nos ayuda a considerar cómo Jesús promulga la justicia y ejecuta el juicio. En la cruz, Jesús murió en solidaridad con el pecador y con el que sufre. Llevó el peso del juicio de Dios sobre el mal.

Si nos preguntamos cómo responde Jesús a la injusticia y al mal, la respuesta es: Él sangra. El juicio cayó sobre Él para que la justicia —lo torcido vuelto a enderezar— fuera hecha posible para todos. Cuando vemos a Jesús venir como un guerrero cuyo manto está teñido en sangre, la sangre bien podría ser la suya propia. Al fin y al cabo, se trata de un rey como ningún otro. Jesús encarna la fuerza y el poder de una manera que nunca antes hemos conocido.

Sin embargo, este pasaje no nos deja sin una advertencia. Hay quienes se resisten a este rey, quienes insisten en seguir su propio camino, su propio gobierno, su propio imperio. Para ellos, la vida verá su fin. Las horribles imágenes de ser devorados representan la erosión de la vida.

El Rey de reyes da vida con su muerte. Pero si nos resistimos a recibir la vida que Él da e insistimos en proteger la nuestra, en lugar de vida obtendremos muerte.

El juicio y la justicia van juntos. Y el que llevará a cabo ambos es Fiel y Verdadero. ¿Confiaremos en Él para promulgar la justicia y ejecutar el juicio?

Glenn Packiam es pastor principal de la Iglesia Rockharbor en Costa Mesa, California. Es autor de The Resilient Pastor y coautor de The Intentional Year (diciembre de 2022).

Medite en Apocalipsis 19:4–21.


¿Cómo puede su conocimiento de Jesús y de su primer advenimiento ayudarle a comprender su Segunda Venida? ¿Cómo le ayuda a comprender la justicia y el juicio del Rey de reyes?

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Ideas

El daño colateral del pecado

Columnist

«Errar el blanco» daña nuestra alma, y la de nuestro prójimo aún más.

Christianity Today December 1, 2022
Ilustración por Paige Vickers

Aryanna Schneeberg, de ocho años, estaba jugando en el patio trasero de su casa cuando una flecha le atravesó la espalda. Un vecino estaba intentando disparar a una ardilla, pero erró el blanco y, en cambio, su flecha penetró el pulmón, el bazo, el estómago y el hígado de la niña. Ella conserva las cicatrices que permanecen tras sobrevivir a una lesión de ese tipo. Cada vez que escuchemos a un predicador explicar la palabra griega para pecado, hamartia, como «errar el blanco», haríamos bien en pensar en Aryanna.

Al igual que sucede con muchos otros clichés del púlpito, este apunta a algo que en parte es correcto. Sin embargo, el problema es que la imaginación de la mayoría de los cristianos occidentales que han aprendido de Robin Hood, supera su experiencia real en el tiro con arco. Pensamos en un escenario bucólico en donde disparamos nuestras flechas hacia un blanco colocado sobre una paca de heno. La metáfora es casi reconfortante: no nos vemos a nosotros mismos como criminales o rebeldes, sino como practicantes que a veces fallamos en un juego inocente. Echamos mano de nuestra aljaba para tener una oportunidad más de acertar.

Sin embargo, no es así como la Biblia describe el pecado. La Biblia dice que el pecado es la transgresión de la ley (1 Juan 3:4). Cuando define el pecado, lo hace sistemáticamente en términos que implican tanto al perpetrador como a la víctima: enemistad, disensión, opresión de huérfanos y viudas, adulterio, codicia.

Bajo esa luz, el pecado luce menos como un blanco de práctica en un lugar aislado en el campo, y se ve más bien como lanzar flechas a la avenida de una ciudad, en medio de la multitud. A nuestro alrededor hay cuerpos agonizantes o muertos, golpeados por nuestras flechas errantes.

En un sermón sobre el pecado, puede que un predicador también cite al puritano John Owen: «Mata al pecado o él te matará a ti». Eso también es verdad. Y, aun así, no está diciéndolo todo: puede ser que nuestro pecado también esté matando a los que están a nuestro alrededor. «La paga del pecado es muerte», nos dice la Biblia (Romanos 6:23). Esa muerte puede que no sea solamente la propia, sino también la del prójimo.

El libro de Apocalipsis es una carta circular a iglesias muy diferentes. Algunas de aquellas congregaciones habían sido perseguidas activamente por Roma, mientras que otras se sentían cómodas y habían claudicado ante Roma. Los pecados particulares y las tentaciones de cada iglesia difieren, pero la promesa es la misma: Dios juzgará. El resto del libro muestra cómo cae ese juicio sobre el mundo, representado como Babilonia. Pero comienza con la iglesia. Y la pregunta para el pueblo de Dios en el presente es si nos parecemos más a Babilonia o a la Nueva Jerusalén.

Una de las razones por las que el Apocalipsis parece tan extraño para muchos es por sus imágenes a menudo crípticas: una bestia emerge del mar, una prostituta se sienta sobre siete colinas (13:1; 17:9). Sin embargo, aun en su forma más misteriosa, ¿acaso este libro no describe los dilemas a los que todos nos enfrentamos ahora mismo?

Roma, la ciudad de las siete colinas, es en aquel momento la ciudad opulenta, rica e idólatra que dirige a una bestia poderosa y monstruosa: un vasto imperio que subyuga todo a su paso. La bestia controla por medio del miedo al sufrimiento. La prostituta controla con la seducción del lujo y el confort. La bestia dice: Únete a mí y te daré acceso al poder. La prostituta dice: Únete a mí y te daré acceso al placer. Detrás de todo esto, no obstante, hay una falsificación. La bestia es un intento de imitar al Cordero que ha sido herido, que ha vencido y que ahora señala a un pueblo para sí mismo. Babilonia es una distorsión del reino de Dios.

No solo los imperios literales pueden convertirse en bestias. Los ministerios también pueden hacerlo. Podemos pensar que estamos apuntando hacia el Cordero cuando solamente estamos replicando las maneras de operar de la bestia. Podemos pensar que estamos sirviendo al reino cuando en realidad solo estamos construyendo Babilonias que caerán en una sola hora (Apocalipsis 17:12).

Lo que hemos de identificar y arrancar no es un solo ídolo —la iconoclasia sexual, el supremacismo blanco, el nacionalismo cristiano, el sincretismo religioso, o simplemente la envidia, las rivalidades y la codicia a la antigua usanza—, sino todos ellos. No deberíamos dividirnos entre los que justifican cierta clase de pecados «personales» y aquellos que justifican ciertos pecados «sociales».

¿Realmente creemos que nuestro pecado está dañando a otras personas? ¿Creemos que nuestros ministerios realmente pueden herir a la gente, y que lo han hecho? Si es así, recordemos aquello que nos hace «evangélicos» en primer lugar. Nosotros somos los que le decimos al mundo, y a nosotros mismos, no solo «crean en las buenas nuevas», sino «arrepiéntanse y crean en las buenas nuevas».

Dios es un Dios de gracia, un Dios que nos perdona a nosotros, pecadores, a través de la sangre de su Hijo. Pero también es un Dios de juicio: uno que puede notar la diferencia entre Jerusalén y Babilonia, entre el cordero y la bestia. En esta época de revelaciones, deberíamos escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, incluso cuando nuestras metáforas yerren el blanco.

Ted Olsen es editor ejecutivo de CT.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Jesús reinará

Una lectura de Adviento para el 1 de diciembre.

Christianity Today December 1, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Mateo 24:29–44

Muchas preguntas surgen con la primera palabra del pasaje de hoy: «Inmediatamente».

La mayor parte del resto del contenido de los versículos 29–31 se ha entendido casi siempre como una descripción del regreso de Cristo, descrito poéticamente en el lenguaje de Isaías 13:10 y 34:4 como algo que implica una conmoción cósmica. (Algunos, en cambio, lo han interpretado como una especie de venida invisible de Jesús en juicio a través de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. por parte de Roma, aunque la idea de reunir a los elegidos de un rincón del mundo a otro no encaja en esa interpretación).

¿Cuándo volverá Cristo? Este mensaje en el monte de los Olivos fue provocado por la pregunta de los discípulos acerca de cuándo volvería Jesús (Mateo 24:3). Él enumeró una larga lista de todo lo que debía ocurrir primero (vv. 4–26) y luego dice, en esencia: Permanezcan alerta sobre estas cosas para saber cuándo se acerca mi venida, tal como una higuera en hoja presagia la llegada del verano.

Para el año 70 d.C. habían ocurrido ejemplos de todas «estas cosas», por lo que, desde entonces, la iglesia en cada generación ha creído que podría ver su regreso. Jesús no estaba diciendo que volvería durante la vida de los discípulos, sino que todos los acontecimientos preparatorios habrían tenido lugar. «Estas cosas» en el versículo 34 tienen que ser las mismas que «estas cosas» en el versículo 33, que muestran que el regreso de Cristo «está cerca» pero aún no ha llegado. Esto muestra que no hablan de su regreso en sí, sino solo las señales que preceden su regreso. Cuando regrese, ya no estará simplemente «cerca, a las puertas», sino que ya habrá llegado.

No podemos saber el momento preciso en que todo esto sucederá, por lo que siempre debemos estar preparados. Aquellos que no lo estén serán sorprendidos por lo repentino y sorpresivo de los acontecimientos finales. Si permanecemos alerta en todo momento, no tendremos que preocuparnos por un ladrón a medianoche. Por supuesto, Jesús no va a volver para robarnos nada; lo que esta comparación busca destacar es la idea de lo inesperado.

¿Pero qué hay de «inmediatamente después de la tribulación de aquellos días»? Tal vez la tribulación que se menciona aquí es la angustia que caracteriza todo el periodo entre las dos venidas de Cristo. Después de todo, 2 Timoteo 3:12 asegura que habrá persecución en contra de todos los santos (incluso en medio de los muchos momentos de alegría en la vida cristiana).

Sea como sea que lo interpretemos, aquí está el testimonio de Jesús como el Dios Fuerte que restaurará todas las cosas en su tiempo perfecto. Hoy en día, muchos cristianos han recuperado el llamado bíblico a la justicia en esta vida, y con razón: debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a los demás. Pero la guerra, la enfermedad, las catástrofes naturales, las lesiones y las discapacidades, la pobreza y las relaciones rotas requieren que confiemos en Dios por sobre todo para la completa restitución y restauración en la eternidad. Y en el gran esquema de la eternidad, su regreso probablemente nos parecerá a todos como si hubiera ocurrido «inmediatamente».

Craig L. Blomberg es profesor emérito distinguido de Nuevo Testamento en el Seminario de Denver, y es autor de numerosos libros, entre ellos su comentario sobre el libro de Mateo y su libro Interpreting the Parables.

Reflexione sobre Mateo 24:29–44.


¿Qué preguntas suscita este pasaje para usted? ¿Qué sentimientos produce? Reflexione en oración sobre la forma en que dirige su atención hacia la fuerza y el poder de Jesús.

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Theology

Tres ideas populares pero equivocadas sobre el Adviento

Líderes cristianos de Brasil, Colombia, Francia y Filipinas presentan sus comentarios sobre las creencias erróneas acerca de esta temporada.

Christianity Today November 30, 2022

Para los cristianos amantes de la liturgia, el Adviento es una temporada de expectación que se caracteriza por aguardar la llegada de Cristo con el corazón lleno de esperanza. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenido en inglés].

Sin embargo, para muchos evangélicos la celebración puede pasar casi desapercibida, ya sea por desconocimiento del calendario litúrgico de la Iglesia o por cierto escepticismo hacia las prácticas católicas.

Adviento significa ‘venida’, ‘llegada’ o ‘aparición’ y proviene de la palabra latina adventus. Cada año, esta temporada comienza cuatro domingos antes de Navidad y continúa hasta el 25 de diciembre. Se divide en dos periodos: uno que se centra en la segunda venida de Cristo y otro que se centra en su nacimiento. (De forma similar, los cristianos ortodoxos observan «el ayuno de la Natividad» del 15 de noviembre al 24 de diciembre en preparación para la fiesta de Navidad el 25 de diciembre).

En realidad, el Adviento comenzó en la región de la Galia y España en los siglos IV y V d. C. como una temporada destinada a preparar los corazones de los creyentes para la Epifanía que se celebraba el 6 de enero, no para la Navidad. En Occidente, la Epifanía es un día para conmemorar la visita de los Reyes Magos tras el nacimiento de Jesús, mientras que en Oriente la fecha celebra el bautismo de Jesús en el río Jordán.

Hoy en día, las costumbres de Adviento pueden incluir prácticas como leer y orar a través de un devocional de Adviento, y encender cada domingo una de las cuatro velas dentro de una corona, mismas que representan cuatro temas semanales: esperanza, amor, gozo y paz. La mayoría de las coronas también incluyen una vela colocada en el centro para simbolizar a Jesús, la Luz del Mundo.

Sin embargo, en algunas partes del tercer mundo y en países donde el catolicismo es la religión dominante, los evangélicos no suelen observar el Adviento.

Las iglesias evangélicas francesas ignoran el Adviento como parte de «una reacción visceral contra cualquier cosa que sea litúrgica, porque huele a catolicismo», dijo Gordon Margery, un profesor bautista del Instituto Bíblico de Nogent-sur-Marne que vive a las afueras de París.

Pocas «iglesias evangélicas históricas, pentecostales y neopentecostales» de América Latina participan en el Adviento, dijo el pastor colombiano Dionisio Orjuela. «Solo iglesias como la luterana, la anglicana y la episcopaliana, así como la católica, observan la temporada de Adviento».

CT habló con líderes cristianos de Brasil, Colombia, Francia y Filipinas para saber más sobre cómo se pueden abordar estos conceptos erróneos, especialmente en contextos de mayoría católica.

Concepto erróneo 1: El Adviento es una práctica exclusivamente católica.

«La mayoría de los protestantes de hoy no tienen ni idea de lo que ocurrió en la Iglesia durante casi mil años. Sin embargo, están seguros de una cosa: todo lo que ocurrió durante la era premoderna no vale la pena y solo puede corromper el cristianismo», escribió el profesor del Seminario Teológico Bautista del Medio Oeste, Matthew Barrett, a principios de este año.

En términos generales, el calendario eclesiástico se consideraba una invención católica. Los protestantes, desconfiados de las innovaciones y en busca de volver a las prácticas de la iglesia del Nuevo Testamento, se deshicieron de él. (Los puritanos nunca celebraron la Navidad, por ejemplo, y mucho menos el Adviento).

Este sentimiento podría aplicarse perfectamente a las percepciones evangélicas del Adviento, donde muchos consideran la temporada como un ritual predominantemente católico que tiene poco o ningún propósito o relevancia para la propia vida espiritual.

Sin embargo, hay evangélicos en todo el mundo, desde Filipinas hasta Brasil, que sí celebran el Adviento.

«Estos evangélicos proceden de denominaciones históricas (por ejemplo, anglicanos, reformados, luteranos, metodistas) que se toman en serio el desarrollo histórico del culto y permiten las condiciones históricas dentro de sus prácticas, al tiempo que tratan de ser fieles a la aplicación de los principios bíblicos en la contextualización del culto», dijo Timoteo Gener, presidente del Colegio Bíblico FEBIAS de Filipinas.

En Brasil, el Adviento es la temporada litúrgica que más aceptación ha tenido entre los evangélicos, afirmó Daniel Vieira, director del proyecto Lecionário.

En opinión de Vieira, tener una sólida experiencia con el calendario litúrgico ayuda a desarrollar una «visión sacramental de la realidad», lo que combate el consumismo religioso y vuelve a hacer hincapié en la formación espiritual y el discipulado.

Por eso, ayudar a los creyentes a distinguir entre el Adviento y la Navidad es una necesidad vital para la Iglesia brasileña en estos momentos, añadió.

«La mayor dificultad es comprender mejor la diferencia entre el Adviento y la Navidad y observar el Adviento de forma adecuada, con la ayuda de las prácticas cristianas tradicionales, así como de un leccionario, herramienta que hemos estado promoviendo en Brasil».

Concepto erróneo 2: El Adviento no es bíblico.

Algunos evangélicos también pueden tener la percepción de que el Adviento no es bíblico porque no se menciona en ninguna parte de las Escrituras.

Los evangélicos a menudo se encuentran «divorciados» de la historia y la tradición de la Iglesia. Algunos pueden provenir de entornos de la Iglesia baja, misma que brinda mayor atención a la predicación tópica y la piedad personal, y pone menos énfasis en lo ritual, tal como el seguimiento del calendario histórico de la Iglesia para ordenar los servicios, o el uso de cantos y llamados responsoriales [enlace en español].

Pero recuperar la comprensión de la tradición eclesiástica puede arrojar luz sobre por qué el Adviento es una estación con fundamento bíblico en la que los creyentes pueden moldear su fe de acuerdo con la Palabra y la verdad de Dios.

«Los evangélicos deben estudiar la tradición, puesto que no somos los primeros en buscar respuestas a preguntas y problemas difíciles de la teología. Sin embargo, no debemos elevar las tradiciones a un estatus inviolable o de autoridad», escribió el teólogo bautista Roger E. Olson.

El Adviento refleja la Biblia al destacar la centralidad de Cristo y su obra salvífica, sostiene el sacerdote episcopaliano Fleming Rutledge. «El Adviento siempre comienza en la oscuridad. Pero hay un “pero”, y lo encontramos revelado en la historia que cuentan las Escrituras.

»Ese es el mensaje del Adviento. Que en un mundo de profunda oscuridad y angustia, de pecado y maldad omnipresentes, miramos a la única luz verdadera: Cristo Jesús, el Hijo de Dios».

Por otra parte, Gener afirma que algunos cristianos pueden sostener la opinión de que el culto litúrgico debe basarse únicamente en los textos del Nuevo Testamento y no en su desarrollo histórico a lo largo de los siglos.

Pero la formación del año litúrgico cristiano, incluido el Adviento, se remonta a la forma en que la iglesia primitiva incorporó las prácticas culturales de su época a su vida de culto.

«Las prácticas y las fiestas de la sinagoga judía fueron asumidas y compartidas por Jesús y sus discípulos, y estas prácticas fueron remodeladas por los discípulos de Cristo a la luz del acontecimiento de Cristo, lo que evolucionó más tarde en el culto cristiano histórico», dijo Gener.

Lula Derœux, pastora bautista de Francia, considera que tiene sentido observar el Adviento aunque la Biblia no lo mencione explícitamente: «Si bien la Biblia no nos dice cómo y cuándo celebrar el nacimiento de Cristo, la Biblia sí nos anima a recordarlo y a edificar nuestra relación con Dios.

»Nuestra necesidad de celebrar, de preparar nuestros corazones anhelantes y de alabar al Señor durante la espera trasciende todas las culturas y todas las épocas».

Concepto erróneo 3: El Adviento solo trata del nacimiento de Jesús.

Dado que el Adviento se celebra antes de la Navidad, se supone que es simplemente un preludio a la celebración del día del nacimiento de Cristo.

Sin embargo, cuando los cristianos observaban el Adviento en un principio, anticipaban el regreso de Cristo, no su nacimiento. Esto cambió en la Edad Media, cuando el Adviento se convirtió en un tiempo para recordar y celebrar la encarnación de Jesús, si bien se mantuvo el enfoque «tradicional» del Adviento.

«La espiritualidad del Adviento no es un tiempo para meditar sobre el nacimiento real de Cristo. Según la tradición, no deberíamos cantar villancicos sino hasta la propia Navidad, pues el Adviento no es un tiempo para celebrar el nacimiento de Jesús en el pesebre, sino un tiempo para anhelar la venida del Salvador», escribe Robert E. Webber en Ancient-Future Time.

Originalmente, el Adviento también era un tiempo de ayuno y autorreflexión, escribió el editor ejecutivo de CT, Ted Olsen.

Para Vieira, el Adviento es una estación «penitencial» que ofrece a los creyentes un tiempo de disciplina y arrepentimiento intencionado.

«Una reflexión profunda sobre la tradición litúrgica nos muestra que el Adviento encarna la tensión de la unión entre la expectativa de los pueblos de la antigua alianza por la redención, y la expectativa de los pueblos de la nueva alianza por la consumación que vendrá con la segunda venida de Cristo», dijo.

Algunos himnos y lecturas tradicionales del tiempo de Adviento reflejan el anhelo del regreso de Cristo, dice Margery.

«Pienso en particular en “Oh, ven, oh, ven, Emanuel”. Se canta generalmente como una especie de súplica para que Cristo nazca, poniéndose en el lugar de los santos de Israel que anhelaban su venida. Pero tengo la impresión de que hace eco de la oración final del Apocalipsis [22:20, “Ven, Señor Jesús”]».

El anhelo escatológico que encierra el Adviento es un componente clave de la estación que no puede pasarse por alto.

«Las profecías de las Escrituras sobre el Prometido suelen tener capas de significado y múltiples cumplimientos», escribió Kelli Trujillo, editora de CT, en la introducción del devocional de Adviento 2022 de CT. «Con frecuencia apuntan a un cumplimiento en la propia época del profeta, pero también dirigen nuestra mirada hacia el Mesías y su primera venida, así como al Segundo Adviento que esperamos».

«Estar en Adviento es habitar “en el ya y en el todavía” del reino de Dios», afirmó Derœux. «Nos permite recordar las promesas del Señor y hasta qué punto cuida de nosotros. La paciencia y la preparación que se necesitaron para dar un Salvador a la humanidad son impresionantes, y poder, no solo recordar, sino vivir este tiempo concreto es una bendición.

»Podríamos leer todo el Antiguo Testamento y ver un Adviento, un amanecer hacia un nuevo comienzo».

Nota del editor: El devocional diario de Adviento 2022 de CT, El Prometido, está disponible para su descarga e impresión gratuitas en siete idiomas: inglés, chino (simplificado y tradicional), español, portugués, francés, coreano e indonesio.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Jesús merece toda la atención

Una lectura de Adviento para el 30 de noviembre.

Christianity Today November 30, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Juan 1:19–34 y 3:22–30

«Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (RVR60). Recuerdo haber escuchado este versículo cuando era niño e imaginar a Jesús creciendo más y más, mientras Juan el Bautista se encogía. El contexto de la declaración de Juan aclara su significado: los discípulos de Juan le han dicho que «todos acuden» a Jesús, por lo que Juan declara: «A él le toca crecer, y a mí menguar».

El ministerio de Juan comenzó antes que el de Jesús, así que Juan pudo observar cómo creció el número de seguidores de Jesús, comenzando desde cero hasta llegar a tener muchos más seguidores de los que él tenía. Esto podría haber sido desolador, porque «toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén» antes salían al desierto para ver a Juan (Marcos 1:5).

Sin embargo, el Evangelio de Juan describe sistemáticamente a Juan el Bautista como un mero testigo —que da testimonio— de la identidad y la grandeza de Jesús. Cada parte de los dos pasajes de hoy muestra a Juan explicando quién es él y quién no es, y quién es Jesús. Los líderes judíos de Jerusalén cuestionan a Juan sobre su identidad, y él niega ser el Mesías: él solo está preparando el camino para el Cristo. Sí, tiene un ministerio de bautismo en agua, pero su estatus es muy inferior al de Aquel que viene. Juan señala a Jesús como el cordero del sacrificio de Dios que quitará los pecados del mundo, y que sumergirá a la gente en el poder del Espíritu Santo.

Más adelante, cuando los seguidores de Jesús superaron a los de Juan en número, Juan insiste en que esto es totalmente apropiado. Se compara simplemente con el padrino de una boda, en la que Jesús es el novio. La analogía de Juan en 3:29 es sorprendente, sobre todo cuando entendemos su contexto cultural. La antigua costumbre judía exigía que el padrino esperara fuera de la habitación cuando los novios consumaban el matrimonio. Tradicionalmente, el novio gritaba de alegría para confirmar esa nueva intimidad matrimonial, y el padrino compartía esa alegría.

La vida cristiana consiste en someterse cada vez más a Jesús, el Dios Fuerte. Una generación más tarde, Pablo diría en Filipenses 1:18: «¿Qué importa? Al final y al cabo, sea como sea, … se predica a Cristo. Por eso me alegro».

Recientemente me he jubilado y necesito aprender esta lección más que nunca. Estar en el candelero no es lo importante. Magnificar humildemente a Jesús sí lo es. Necesito encogerme.

Craig L. Blomberg es profesor emérito distinguido de Nuevo Testamento en el Seminario de Denver, y es autor de numerosos libros, entre ellos su comentario sobre el libro de Mateo y su libro Interpreting the Parables.

Medite en Juan 1:19–34 y 3:22–30.


Considere lo que el ejemplo de Juan el Bautista nos muestra sobre quién es Jesús. ¿De qué manera la postura de Juan es instructiva para su propia vida espiritual? ¿Cómo podría «menguar»?

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Theology

En un mundo loco, Dios le da la bienvenida a nuestra celebración

La Navidad nos llama a ser como niños y a llevar nuestra alegría a Jesús, incluso en medio de la agitación.

Christianity Today November 29, 2022
Shaylyn / Unsplash

Siempre he tenido sentimientos encontrados con la Navidad. Cuando navegaba por los recuerdos de esta época mientras escribía mi libro de memorias, Where the Light Fell, comprendí mejor el porqué.

En la temporada navideña, mi escuela primaria llevaba a cabo un gran acto en el auditorio que culminaba con un concierto de la banda y el coro de la escuela. Por alguna razón, me ofrecí como voluntario para representar a los de primer grado cantando un solo en vez de tocar El canto de los remeros del Volga al piano. Elegí Oh, pequeño pueblo de Belén y mi madre me escribió la letra en una tarjeta por si acaso se me olvidaba. Tontamente, también me presenté como voluntario para el papel de Peter Cottontail en la puesta en escena de nuestra clase.

Mi madre me confeccionó un par de orejas de conejo alrededor de unos percheros de pared, los fijó a mi cabeza y colocó una esponjosa cola de algodón en la parte de atrás de mis pantalones. Tuve el buen juicio de quitarme las orejas de conejo antes de intentar cantar mi solo, pero se me olvidó la cola de algodón.

Los alumnos mayores se rieron en voz alta mientras caminaba hacia el micrófono, algo que me puso tan nervioso que se me olvidó la letra del villancico. Sentía demasiada vergüenza para mirar la nota que mi mamá había preparado, porque entonces todos iban a saber que había olvidado la letra, así que tarareé un verso completo, intentando hacer pasar por intencional todo mi error. No engañé a nadie. Mi primera actuación pública —y mi último solo— fue una lección de humildad.

Avanzamos siete años. Como muchos hermanos, mi hermano mayor, Marshall, y yo teníamos una alianza incómoda. Discutíamos, competíamos y a veces nos delatábamos el uno al otro. En Navidad, nos poníamos de acuerdo por adelantado acerca de cuánto gastar en el regalo que le íbamos a hacer al otro, y a menudo comprábamos exactamente el mismo regalo solo para asegurarnos.

Nuestra madre sonreía mientras cada uno de nosotros abríamos, digamos, una caja desplegable de caramelos y ambos fingíamos sorpresa por haber recibido el mismo regalo. Aquella Navidad en particular ambos habíamos acordado regalarnos un transistor de radio, y Marshall me la jugó: yo le di la radio mientras que él, a cambio, me dio una pelota de goma barata de béisbol.

Dejamos de intercambiar regalos de Navidad después de aquel año.

Sin embargo, mi auténtica ambivalencia con respecto a la Navidad, se remonta a un suceso que tuvo lugar mucho tiempo antes y del que no tengo memoria. Mi recuerdo comienza con un suceso que tuvo lugar un 15 de diciembre, un mes después de mi primer cumpleaños, y que cambió mi vida para siempre. Mi padre, de tan solo 23 años, murió de polio, garantizando una vida de dificultades y pobreza para nuestra pequeña familia de tres.

Mis abuelos maternos condujeron desde Philadelphia hasta Atlanta para su funeral y se quedaron unos cuantos días tras su muerte. Insistieron en llevarnos a los tres al norte para quedarnos con ellos unas cuantas semanas, y brindarle así a mi madre tiempo para procesar el duelo y pensar en su futuro.

Antes de salir para Philadelphia, los abuelos Yancey organizaron una cena de Navidad temprana e invitaron a las personas que habían asistido al funeral desde otras ciudades. Los Yancey tenían una pila de regalos envueltos esperando debajo del árbol, y los adultos, con caras largas y aún vestidos de funeral, se sentaron alrededor para ver a dos niños pequeños abrir los regalos y jugar con sus juguetes nuevos.

La Navidad podría haber sido mi fiesta favorita, si no hubiera sido por la nube negra que se posaba sobre mi madre cada diciembre, el mes del fallecimiento de mi padre. Ella, valientemente, decoraba el árbol y colocaba las luces como por inercia, pero nunca parecía poner el corazón en ello. A veces se echaba a llorar sin motivo aparente y, cuando eso sucedía, Marshall y yo sabíamos que debíamos conducirnos con extremo cuidado.

Incluso ya de adulto, siempre me ha resultado difícil sentir el espíritu de la Navidad. ¿De verdad necesito los regalos que amablemente me envían mi familia y amigos, algunos de los cuales terminan en una repisa en el armario?

El papel brillante, los envoltorios de plástico que a veces cortan las manos, las cajas de cartón de Amazon… todos terminan en un cesto de basura rebosante y en los contenedores de reciclaje. ¿Y es apropiado quemar aún más combustibles fósiles para iluminar la Navidad, especialmente en medio de una pandemia que ha matado a cinco millones de personas en todo el mundo? Mi hermano pasó la última Navidad en un abarrotado pabellón para enfermos de COVID-19. ¿Cuántos compartirán su destino este año?

Me siento como el malhumorado Ebenezer Scrooge de Un cuento de Navidad de Charles Dickens. Luego, recuerdo la escena de la familia de Bob Cratchit enzarzada en el derroche de una cena de Navidad con pavo, papas y pudín. El pequeño Tim, el hijo discapacitado del contable mal pagado de Scrooge, ofrece una sentida bendición: «¡Que Dios nos bendiga a todos!».

El fantasma de la Navidad presente le informa a Scrooge que, de no recibir ayuda, Tim muy probablemente morirá a falta de un tratamiento que su familia no se podía permitir. La visión de esa familia feliz a pesar de la pobreza se clava en la conciencia del miserable Scrooge.

En su libro de sermones titulado The Magnificent Defeat, Frederick Buehner menciona dos cualidades de la capacidad de ser como niños.

La primera es que los niños no tienen ideas preconcebidas de la realidad. Si alguien les dice que la zona de musgo bajo el arbusto de lilas es un lugar mágico, o que abrir cierto armario te llevará a Narnia, sin duda buscarán poner a prueba la teoría.

La segunda es que los niños saben cómo recibir un regalo sin preocuparse de si lo merecen o no, o de si le deben algo a quien se lo ha dado. Simplemente lo reciben, rompiendo con alegría la envoltura sin importarles si están rodeados por rostros solemnes.

De algún modo, incluso en medio de adornos secularizados que ahogan la verdad de la Navidad, no hemos perdido el sentido de la celebración. En una oscura noche en Palestina, el mismísimo cielo estalló en cánticos y unos pastores corrieron a localizar su origen. Antes, unos astrólogos se embarcaron en un viaje en camello desde Persia para presentar regalos dignos de un rey, y al llegar se encontraron con un bebé.

Esa celebración también tuvo lugar sobre el trasfondo de una tragedia que dejó a las madres llorando por sus bebés masacrados y que provocó que la familia de Jesús tuviera que huir como refugiada.

Unas tres décadas más tarde una mujer derramó un perfume muy caro sobre la cabeza de Jesús (Mateo 26). Un «desperdicio», declaró Judas —el Scrooge de los discípulos— porque ella lo podría haber vendido y haberles dado las ganancias a los pobres.

En lo que se ha convertido en uno de los pasajes más malinterpretados de la Biblia, Jesús responde: «¿Por qué molestan a esta mujer? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. Al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo a fin de prepararme para la sepultura» (vv. 10-12).

Nadie podría acusar a Jesús de insensibilidad frente a los pobres y marginados. Pasó su vida con ellos, y este mismo suceso tuvo lugar en el hogar de un paria social: Simón el leproso. No obstante, Jesús reconoció que cuando algo extraordinario honra a nuestro planeta sumido en la ignorancia, es necesario celebrarlo.

Quizá yo tenía razón cuando tenía poco más de un año de edad y me reía con alegría mientras los adultos que me rodeaban expresaban dolor en su rostro. «Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos», dijo Jesús (Mateo 18:3). Él sabía mejor que nadie que su breve peregrinaje no resolvería la injusticia, la enfermedad, la pobreza y la violencia del planeta tierra.

Lo que sí hizo, sin embargo, fue encender una llama de esperanza que nunca se ha apagado. Para los que creen, su nacimiento, su muerte y resurrección son señales que brillan oscuramente, pero que apuntan a los planes de Dios para todo el cosmos.

Me pregunto lo que los pastores y los magos pensaron cuando encontraron aquello que buscaban. Según las palabras que desaparecieron de mi mente durante mi solo de primer grado: «Las esperanzas y los miedos de todos los años se cumplen en ti esta noche». ¿De verdad? ¿Sería posible que este bebé nacido de unos campesinos judíos haya llevado esa carga?

Se requiere fe como la de un niño para creer en una realidad que va más allá de la sombría realidad que tan bien conocemos, y para seguir celebrando a pesar de todo. Algunas veces, los ojos de los niños ven mejor.

Philip Yancey es el autor de su libro más reciente, Where the Light Fell.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español Livia Giselle Seidel.

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La verdadera limpieza

Una lectura de Adviento para el 29 de noviembre.

Christianity Today November 29, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Mateo 3:1–12

Si somos sinceros, a primera vista Juan el Bautista es el hombre con peor aspecto que uno se podría imaginar. Anda vestido con una camisa de pelo, atada con un cinturón y come langostas. Cuando llega al desierto de Judea, comienza a predicar. Ciertamente, podríamos imaginar una proclamación del Mesías venidero que fuera más atractiva para sus oyentes. El mensajero podría recordar a la gente las grandes promesas asociadas con el Mesías: que traerá justicia, proporcionará sanación y ofrecerá estabilidad. Podría contarles buenas nuevas.

Sin embargo, Juan hace algo muy diferente. Dice: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca», y a través del uso que hace Mateo de la cita de Isaías 40:3, vemos que Juan le dice al pueblo con palabras conocidas de autoridad: «enderecen sus caminos» (véase también Juan 1:23). En realidad, Juan comienza con lo que podría considerarse una mala noticia: les dice que deben cambiar.

Y muchos de ellos escuchan. ¿Cómo es que este extraño hombre tiene tanto éxito en el ministerio? Mateo nos da pistas. Ofrece una descripción selectiva de Juan en la que cada detalle es significativo. ¿Su camisa de pelo con un cinturón de cuero? Ese era el atuendo de Elías. ¿Comía langostas y miel? Esa era la comida de los pobres. Mateo presenta a este hombre al estilo de los antiguos profetas, como un hombre de Dios con autoridad que anunciaba la palabra del Señor.

El pueblo se acerca a Juan para ser limpiado —el lavado ritual que simboliza su arrepentimiento—. Sin embargo, él promete que vendrá una limpieza más efectiva. Esta limpieza del Señor vendrá «con el Espíritu Santo y con fuego».

A medida que Juan sigue explicando el ministerio de Aquel que viene, sus metáforas nos ayudan a entender lo que significa ser bautizado en Espíritu y fuego. Significa purificación (en parte) mediante la separación de lo bueno y lo malo. Juan utiliza la metáfora agrícola que vemos en pasajes como el Salmo 1, un proceso bien conocido por su audiencia. Los agricultores utilizaban una horquilla para lanzar el grano al aire. Las partes pesadas y comestibles caían al suelo, pero la paja era más ligera y generalmente se desprendía. Si después de esto sobraba paja, el agricultor la separaba y la quemaba.

Esta es una limpieza más permanente que un lavado, y creo que ese es precisamente el punto. El bautismo del pueblo por Juan es significativo, pero si no viene acompañado por la obra del Espíritu, sus efectos son temporales. Si solo pasan por el bautismo de Juan, necesitarán lavarse de nuevo; pero la obra de Jesús por medio del Espíritu es efectiva para siempre.

Madison N. Pierce es profesora asociada de Nuevo Testamento en el Western Theological Seminary. Entre sus libros se puede mencionar Divine Discourse in the Epistle to the Hebrews.

Reflexione sobre Mateo 3:1–12.


¿Cómo describiría el mensaje de Juan? ¿Por qué es una buena noticia? Cuando ore, piense sobre lo que las palabras de Juan enfatizan sobre el poder y el propósito de Jesús.

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Theology

La ciencia del agradecimiento

Un creciente número de investigaciones respalda los beneficios de dar gracias a Dios tanto en los buenos como en los malos tiempos.

Christianity Today November 28, 2022
Janosch Diggelmann / Unsplash

Para muchos, 2022 ha sido un año difícil en el que no ha resultado sencillo apreciar las bendiciones. Una vez más nos encontramos en la aparente contradicción de creer en un Dios todopoderoso que nos ama incondicionalmente y la realidad de la crisis global que enfrenta la humanidad.

¿De qué manera la gratitud —y específicamente la gratitud a Dios— puede ser vital para prosperar y tener resiliencia en el mundo actual? En medio de pandemias, cambios climáticos, adicciones, extremismo y polarización política, colapso económico, delitos, desigualdades, conflictos internacionales, amenazas nucleares y migraciones forzadas, ¿hay algún poder sanador en la gratitud a Dios?

Durante un tiempo, la gente solía confiar en testimonios personales y consejos bíblicos sobre «dar gracias» para responder a esta clase de preguntas. Científicamente, los investigadores tenían poco que decir acerca de estar agradecido con Dios puesto que la gratitud se había estudiado ampliamente solo a nivel horizontal, es decir, entre humanos. Nuevos proyectos financiados por la Fundación John Templeton han encargado a teólogos, filósofos y psicólogos como nosotros explorar la gratitud hacia nuestro benefactor supremo [los enlaces de esta página redirigen a contenido en inglés].

Estos investigadores ya han descubierto que los creyentes que experimentan y expresan gratitud a Dios refieren sentir más esperanza, mayor satisfacción, más optimismo, menos episodios depresivos y una mejor recuperación del estrés. Sus estudios sugieren que la gratitud hacia Dios magnifica y amplifica los efectos de la gratitud hacia otras personas.

Los creyentes agradecidos no solo están simplemente más contentos porque están mejor. Vemos a personas que experimentan gratitud hacia Dios aun en medio de la adversidad.

En un estudio que aún no está publicado, Jason McMartin, teólogo de la Universidad de Biola, afirma que el sufrimiento intensifica nuestros encuentros con Dios, reestructurando la experiencia de gratitud al expandir nuestra visión de aquello de lo que podemos estar agradecidos, incluyendo las experiencias dolorosas como dones en sí mismos. El dolor es real, pero la gracia de Dios abunda. Cuando nuestro sufrimiento se encuentra con la soberanía de Dios, la gratitud hacia Él es nuestra respuesta.

La investigación lo ratifica. Un estudio de Joshua Wilt y Julia Exline en la Universidad Case Western Reserve descubrió que, entre los creyentes teístas, la gratitud a Dios por los sucesos negativos funciona de manera similar a la gratitud por los sucesos positivos en tanto que ambos acercan a la persona a Dios.

Estos descubrimientos sugieren que cuando enfrentamos situaciones difíciles en la vida, la práctica de la gratitud a Dios se puede cultivar para compensar la tendencia natural a priorizar lo malo sobre lo bueno. Este cambio de enfoque no consiste en una mera capa superficial de pensamiento positivo, sino más bien en una sensación profunda y perdurable de que el bien habita de forma constante bajo el rencor y el desconsuelo de la vida diaria.

Con base en investigaciones científicas, el psicólogo social David Meyers lleva tiempo observando que así como podemos convencernos a nosotros mismos para actuar de cierto modo, nuestras acciones pueden también cambiar nuestra manera de pensar. Si deliberadamente practicamos la gratitud, nuestros pensamientos y sentimientos normalmente seguirán el mismo camino.

Una idea que puede ayudar con este propósito es llevar un diario en el que enumeremos las bendiciones que recibimos de Dios junto con las lecciones que aprendemos de nuestros retos y dificultades. Durante las épocas de adversidad, podemos preguntarnos: ¿De qué manera está Dios presente en este desafío? ¿De qué manera este reto es un reflejo de la voluntad de Dios para mi vida? ¿Cómo experimento a Dios de manera única en medio de todo esto? ¿Cómo me acerca a Dios este desafío?

Otra práctica es comprometerse intencionalmente con la alabanza. Por supuesto, esto incluye la alabanza comunitaria semanal, pero también implica tener momentos de adoración privada a lo largo de la semana en los cuales expresemos abiertamente nuestra gratitud a Dios. Por ejemplo, es difícil no mostrar agradecimiento, incluso en los peores momentos, cuando se cantan himnos como Cuán grande es Él:

Cuando recuerdo del amor divino,
que desde el cielo al Salvador envió.
Aquel Jesús que por salvarme vino
Y en una cruz sufrió y por mí murió.

Expresar abiertamente estos sentimientos es otra manera de acostumbrarnos a ser agradecidos.

Quizá uno de los mayores desafíos al experimentar gratitud hacia Dios es la aceptación de la gracia inmerecida como un don de Dios. Nuestras relaciones humanas están basadas en nociones de equidad: cuando otros nos proveen de algo de valor, nosotros queremos dar algo en retorno de algún modo.

En Confessions of a Born-Again Pagan, Anthony Kronman, antiguo deán de la Facultad de Derecho de Yale, escribe: «Solo superado por la incapacidad para sentir gratitud, el peor desastre que le puede acontecer a un ser humano es tener bloqueado el deseo de agradecerle al mundo haciendo un regalo recíproco que sea adecuado a aquel que esa persona ha recibido».

Aunque Dios no necesita recibir algo a cambio, Jenae Nelson, investigadora de postdoctorado de la Universidad de Baylor, descubrió que la sensación de estar en deuda con Dios en la forma de desear darle a Dios algo a cambio trae como resultado mejores frutos, tanto sociales como individuales, que la sensación de tener que darle algo a Dios como cierta forma de obligación social.

Aunque hemos comenzado a comprender la gratitud a Dios y cómo se diferencia de la gratitud a los seres humanos, quedan muchas preguntas pendientes para nuestro equipo de investigación:

  • ¿Por qué las expresiones públicas de gratitud a Dios se suelen despreciar, minimizar o desaprobar por los observadores?
  • ¿Qué hay de las personas que tienen dudas acerca de la existencia de Dios o acerca de si realmente le importan a Dios? ¿Pueden estar agradecidos con Dios? Y, si es así, ¿cómo?
  • ¿La gente piensa que Dios recompensa o castiga a las personas con base en su agradecimiento constante a Él?
  • ¿Es posible estar suficientemente agradecido a Dios?

Sabemos que la gratitud por sí sola no resolverá los problemas del mundo, por no hablar de nuestras luchas internas diarias. Pero es dudoso que podamos resolver cualquier problema significativo sin ella.

Sí, 2022 no ha sido un año fácil. Sin embargo, la gratitud está entre las mayores virtudes incluso en medio de la adversidad y la lucha, y Dios es el mayor de los dadores.

Estas verdades por sí solas nos han inspirado para aprender más acerca de cómo deberíamos responder a este Dios de gracia que da con generosidad, así como acerca de la diferencia que esto marca en nuestras vidas. Esperamos que estas verdades hagan lo mismo por usted.

Peter C. Hill, profesor de Psicología de la Universidad de Biola, dirige una investigación sobre psicología de la religión, particularmente en lo que se refiere al desarrollo de virtudes como la humildad, la gratitud y el perdón.

Robert Emmons es profesor emérito de la Universidad de California en Davis, y autor de cinco libros sobre la gratitud entre los que se incluye The Little Book of Gratitude.

El proyecto Gratitude to God organizará una conferencia para el público general el sábado 3 de diciembre de 2022 en Anaheim, California.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Un camino en el desierto

Una lectura de Adviento para el 28 de noviembre.

Christianity Today November 28, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Isaías 40:1–5 y Malaquías 3:1–4; 4:5–6

En Isaías 40, vemos a los israelitas deportados a una tierra extraña, desterrados y cautivos en la antigua Babilonia. La ciudad estaba situada una hora al sur de la actual Bagdad, Irak, y era considerada el centro de la civilización mesopotámica; una ciudad cosmopolita del desierto con jardines colgantes que era famosa por Hammurabi y su código. Pero el pueblo de Dios no quería permanecer varado en aquella ciudad. Querían volver a casa, a Jerusalén. Sin embargo, se encontraban muy, muy lejos de su hogar, sin esperanza de retorno.

En este contexto donde no quedaba posibilidad de esperanza, experimentaron una irrupción de la gracia de Dios. «Consuelen», gritó el profeta, una palabra hebrea con connotaciones de valor y fortaleza. Su mensaje era algo así como: «¡Reciban consuelo, tengan esperanza! Este no es el fin. Van a ver y experimentar algo que nunca podrían haber imaginado en la vida que tuvieron en el desierto». Al igual que sus antepasados, que habían experimentado una provisión y una liberación milagrosas en el desierto egipcio, ellos también verían cómo Dios les abría un camino en el desierto.

Al combinar Isaías 40:1–5 con Malaquías 3:1–4 y 4:5–6, podemos ver la promesa de Dios de enviar un mensajero para preparar los corazones de su pueblo para la liberación. Serían purificados como por fuego para que pudieran ver a Dios, a sí mismos y al mundo con mayor claridad. En esta liberación, lo que había sido desgarrado por el exilio, como las relaciones familiares, un día sería cosido otra vez (Malaquías 4:5–6).

Dios cumplió su palabra: al final los israelitas regresaron a Jerusalén. Pero este regreso no fue el final de la profecía. Siglos más tarde, otro profeta, Juan el Bautista, abriría el camino para que el Dios Fuerte, nuestro Señor Jesucristo, salvara a su pueblo de su destierro —exiliado de Dios y de los demás a causa del pecado—. Juan prepararía los corazones de la gente para la llegada de Cristo.

También hay otro nivel de cumplimiento de la profecía de Malaquías (3:1–4), el cual señala a la segunda venida de Jesús, cuando seremos refinados —purificados—, cuando todas las cosas sean hechas nuevas (ver Apocalipsis 21:5).

Las liberaciones extraordinarias en situaciones desesperadas no han quedado relegadas a la historia antigua. El Dios Todopoderoso realiza cada día espectaculares hazañas de liberación. De hecho, Dios aparece cuando toda esperanza parece perdida. Podemos confiar en la fuerza de Dios. Asimismo, durante el Adviento, se nos recuerda que debemos confiar en el Prometido, que vino a nosotros como un bebé recién nacido y que, sin embargo, sostenía todo el poder y la fuerza del universo y más allá en sus pequeñas manos.

¿Siente que se encuentra en el desierto y necesita que Dios intervenga con su poder? Puede que no sepamos cómo o cuándo llegará la liberación, pero sí llegará. Dios siempre viene. Pídale a Dios que prepare su corazón para su llegada y la liberación que siempre viene con ella.

Marlena Graves es profesora de formación espiritual en el Northeastern Seminary. Es autora de varios libros, entre ellos The Way Up Is Down.

Medite sobre Isaías 40:1–5 y Malaquías 3:1–4; 4:5–6.


¿De qué maneras puede ver el poder de Dios en estas promesas? ¿Y en sus niveles de cumplimiento? ¿Cómo resuenan estos pasajes para usted, en sus propios anhelos y deseos?

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Cristo, el Señor eterno

Una lectura de Adviento para el 27 de noviembre.

Christianity Today November 27, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Isaías 9:6-7; Colosenses 1:15-20; y Hebreos 1:1-12

De todas las señales comunes de esta época que precede a la Navidad —luces colgadas en las casas, escenas del pesebre, árboles decorados con adornos— la que espero con más ansias es la música. Las canciones de Adviento y Navidad nos invitan a imaginar los acontecimientos conocidos: la sagrada familia en el pesebre, los ángeles cantando ante los pastores asombrados, los magos viajando hacia la «pequeña ciudad» de Belén. Estos cánticos y villancicos tan queridos preparan nuestro corazón.

Sin embargo, en muchas de nuestras canciones favoritas se entretejen letras que interrumpen aquella familiaridad para declarar una sorprendente realidad teológica: el recién nacido en el pesebre es el Dios Fuerte.

«Hark the Herald Angels Sing» (en español «Se oye un son en alta esfera») y «We Three Kings» nos exhortan a comprender quién es realmente este niño: «Gloria al Verbo encarnado, en humanidad velado». «Ahora en gloria se levanta; Rey y Dios y sacrificio».

«Ven, Jesús muy esperado» expresa esta profunda paradoja con palabras sencillas: «Aunque niño, eres Dios». Esta letra resuena con la verdad revelada en los versículos 6 y 7 de Isaías 9: este niño es el Prometido que reinará eternamente en el trono de David, estableciendo su reino de justicia, rectitud y paz.

Es un misterio insondable en el que el Nuevo Testamento también nos invita a detenernos. El autor de Hebreos proclama que «el Hijo es el resplandor de la gloria de Dios» y el «heredero de todo» (1:2-3). Pablo subraya que «por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles … que por medio de él forman un todo coherente» (Colosenses 1:16-17). Jesucristo es supremo sobre todas las cosas y en Él habita la plenitud de Dios.

Este es el niño prometido que el pueblo de Dios esperaba y cuyo nacimiento nos preparamos para celebrar. Este es el Señor delante del cual Dios envió un mensajero para prepararle el camino, predicando un mensaje de arrepentimiento. Este es el Salvador que, en su misión de amor y redención, derrotaría el poder del pecado y de la muerte mediante su sacrificio en la cruz y su resurrección victoriosa. Y este es aquel cuyo regreso esperamos con esperanza, confiando en el «Rey de reyes y Señor de señores, al único inmortal, que vive en luz inaccesible» (1 Timoteo 6:15-16).

Esta realidad —que el niño en el pesebre es Dios Fuerte— va mucho más allá de lo que podemos comprender. Y, sin embargo, es verdad. Con asombro y humildad, prestamos atención a la exhortación de «Oh Holy Night» (en español «Santa la noche»): «¡Postrados adoradle!». Con humilde gratitud, le adoramos.

Hoy con amor cantemos reverentes
Alcemos la voz proclamando su poder
¡Dad gloria a Dios! Amén, por siempre amén.

Kelli B. Trujillo es la editora de coordinación de imprenta de Christianity Today.

Reflexione sobre Isaías 9:6-7; Colosenses 1:15-20 y Hebreos 1:1-12.


Opcional: Lea también 1 Timoteo 6:13-16.


¿Qué descripción de la fuerza y el poder de Jesús en estos pasajes le llaman la atención? ¿Por qué? ¿Cómo puede esta verdad moldear su adoración en esta temporada de Adviento?

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